“
Salga de ahí con las alegorías. Uno quiere ser inmortal y tratan de contentarlo con el recuerdo que dejará en los otros. Uno quiere volar y le hablan de pensamientos espirituales. Uno quiere conversar con los muertos y debe conformarse soñando con su abuelo.
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Alejandro Dolina (Crónicas del Ángel Gris)
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Una vez me dijiste que los viejos hacen el amor sin prisa. No es mala idea. Vamos a querernos como un par de abuelitos, ¿qué te parece?
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Isabel Allende (The Japanese Lover)
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Desde chicas nos enseñaban que no debíamos hablar con extraños y que debíamos cuidarnos del Sátiro. El Sátiro era una entidad tan mágica como, en los primeros años de la infancia, la Solapa o el Viejo de la Bolsa. Era el que podía violarte si andabas sola a deshora o si te aventurabas por sitios desolados. El que podía aparecer de golpe y arrastrarte hasta alguna obra en construcción. Nunca nos dijeron que podía violarte tu marido, tu papá, tu hermano, tu primo, tu vecino, tu abuelo, tu maestro. Un varón en el que depositaras toda tu confianza.
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Selva Almada (Chicas muertas)
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La infancia es una patria poderosa, pero la infancia de los padres y de los abuelos lo es mucho más.
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Sergio del Molino (La España vacía: Viaje por un país que nunca fue)
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PEREGRINA.—No os entiendo. Si os oigo quejaros siempre de la vida, ¿por qué os da tanto miedo dejarla?
ABUELO.— No es por lo que dejamos aquí. Es porque no sabemos lo que hay al otro lado.
PEREGRINA.—Lo mismo ocurre cuando el viaje es al revés. Por eso lloran los niños al nacer.
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Alejandro Casona (La dama del alba)
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-""Hay que saber decir adiós", dijo mi abuelo. Qué gran verdad. [...] es que hay que saber decir adiós, pero no solo a los muertos. Por encima de todo, hay que saber decir adiós a los vivos que no nos hacen felices y a los que no podemos hacer felices. Lo demás es hacer el imbécil.
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Begoña Oro (Croquetas y wasaps)
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Los abuelos tenían que morir en camas, en lugares silenciosos donde zumbaban máquinas, no desplomados sobre el suelo empapado y apestoso con hormigas pasándole por encima y un abrecartas de latón aferrado en una mano temblorosa.
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Ransom Riggs
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—Eso es todo. Ese día mi abuelo me explicó que nosotros somos distintos de los animales, que solo hacen lo que su naturaleza les dicta. En cambio, nosotros somos libres. Es el mayor don que hemos recibido. Gracias a la libertad podemos convertirnos en algo distinto de lo que somos. La libertad nos permite soñar y los sueños son la sangre de nuestra vida, aunque a veces cuestan algún azote y un largo viaje. «Jamás renuncies a tus sueños. Nunca tengas miedo de soñar, por mucho que los demás se rían de ti», eso me dijo mi abuelo, «pues si lo haces renunciarías a ser tú mismo». Aún recuerdo los ojos brillantes con que subrayó sus palabras.
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Alessandro D'Avenia (Blanca como la nieve, roja como la sangre)
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Lo que nunca jamás pudimos medir fue nuestro amor, porque era infinito.
Era, si, como cuando Palinuro le preguntaba al abuelo cuánto lo quería.
- Mucho, muchísimo le contestaba el abuelo Francisco.
- Pero ¿cuánto, cuánto abuelo? ¿De aquí a la esquina?
- Más, mucho más.
- ¿De aquí al Parque del Ajusco?
- Más, muchísimo mas: de aquí al cielo de ida y de regreso, yéndose por el camino mas largo de todos y regresando por un camino todavía más largo. Y eso después de dar varios rodeos, de perderse a propósito, de tomar un café con leche en Plutón, de recorrer los anillos de Saturno en patín del diablo y de dormir veinte años como Rip Van Winkle, en uno de esos planetas donde las noches duran veintiún años: porque a mi me gusta levantarme temprano, cuando menos un año antes de que amanezca.
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Fernando del Paso (Palinuro de México)
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¿Todo esto es tuyo, abuelo?
- Todo, desde la carretera panamericana hasta la punta de esos cerros. ¿Los ves?
- ¿Por qué, abuelo?
- ¡Cómo que por qué! ¡Porque soy el dueño, claro!
- Sí, ¿pero por qué eres el dueño?
- Porque era de mi familia.
- ¿Por qué?
- Porque se la compararon a los indios.
- Y los inquilinos, los que también han vivido aquí siempre, ¿por qué no son ellos los dueños?
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Isabel Allende (The House of the Spirits)
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...Macondo Esta palabra me había llamado la atención desde los primeros viajes con mi abuelo, pero sólo de adulto descubrí que me gustaba su resonancia poética.
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Gabriel García Márquez (Living to Tell the Tale)
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El populismo en España siempre se ha vestido de chico de pueblo que triunfa en los estudios y vuelve a su tierra para beber vino del porrón de sus abuelos.
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Sergio del Molino (La España vacía: Viaje por un país que nunca fue)
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No he tenido las ilusiones de mi abuelo, pero no he evitado los mismos errores que él. El mundo no es tan importante como él creía, y todo lo que hay en él no tiene el valor que él temió durante toda su vida, y las palabras altisonantes y las frases altisonantes las he tomado siempre como lo que son: manifestaciones de incompetencia que no deben escucharse.
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Thomas Bernhard (Der Keller. Eine Entziehung)
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Me emociona pensar que las palabras que yo pronuncio son las mismas que pronunciaba, por ejemplo, Cervantes, o encontrar en sus obras las palabras de mi infancia oídas tantas veces en boca de mis abuelos o mis padres o compañeros de escuela o de juegos. El lenguaje está cargado de los bordes del tiempo.>
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Rafael Cadenas (Rafael Cadenas, Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2009 (Spanish Edition))
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Todas las guerras son malas, pero la guerra civil es la peor de todas, pues enfrenta al amigo con el amigo, al vecino con el vecino, al hermano contra el hermano. Hace casi 80 años, entre 1936 y 1939, en tiempos de nuestros abuelos y bisabuelos, una espantosa guerra civil tuvo lugar en España. Causó miles de muertos, destruyó hogares, arruinó el país y llevó a mucha gente al exilio. Para evitar que tan desoladora tragedia vuelva a repetirse nunca es conveniente recordar cómo ocurrió. Así, de aquella desgracia podrán extraerse conclusiones útiles sobre la paz y la convivencia que jamás se deben perder. Lecciones terribles que jamás debemos olvidar.
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Arturo Pérez-Reverte (La Guerra Civil contada a los jóvenes)
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La expansión urbana de nuestro país se sustentó en una migración traumática que esparció a las familias y provocó un desarraigo generacional, los abuelos se quedaron en la aldea, los padres en el pueblo, y los nenos en la ciudad, por lo que muchas fuimos criadas desprovistas de una red familiar que sostuviera a nuestras madres.
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Aida Dos Santos (Hijas del hormigón: Historias de clasismo, sexismo y violencia en las periferias españolas)
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...no podía dejar de recordar lo que su abuelo le había dicho sobre el amor: «Si la persona es la adecuada, te puedes enamorar en solo un segundo
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Anna Casanovas (A fuego lento (Los hermanos Martí, #2))
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Si nuestros abuelos nos vieran, se morirían primero de risa, después de pena. Porque para ellos esto no sería una crisis, sino un leve contratiempo.
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Almudena Grandes (Los besos en el pan)
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Era una casa viva la que me vio nacer. Si a veces despedía perfume de azahares en invierno o se oían algunas risillas sin dueño en medio de la noche, nadie se espantaba: eran parte de su personalidad, de su esencia. En esta casa no hay fantasmas, me decía mi papá: lo que oyes son los ecos que ha guardado para que recordemos a cuantos han pasado por aquí. Yo lo entendía. Me imaginaba a los veintidós hermanos de mi abuelo y el ruido que deben de haber creado, y me parecía lógico que todavía, años después, se oyeran evocaciones de sus risas reverberando en algunos rincones.
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Sofía Segovia (El murmullo de las abejas)
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-Mi abuelo siempre decía que el otoño es la estación idónea para arrancar de raíz cualquier cosa que no quieras que vuelva a molestarte. -Kote imitó la temblorosa voz de un anciano-. En los meses de primavera todo está demasiado lleno de vida. En verano, está demasiado fuerte y no hay manera de soltarlo. El otoño... -Miró alrededor; las hojas de los árboles estaban cambiando de color-. El otoño es el momento idóneo. En otoño todo está cansado y más dispuesto a morir.
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Patrick Rothfuss (The Name of the Wind (The Kingkiller Chronicle, #1))
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¿Eres consagrada o consagrado? Sé santo viviendo con alegría tu entrega. ¿Estás casado? Sé santo amando y ocupándote de tu marido o de tu esposa, como Cristo lo hizo con la Iglesia. ¿Eres un trabajador? Sé santo cumpliendo con honradez y competencia tu trabajo al servicio de los hermanos. ¿Eres padre, abuela o abuelo? Sé santo enseñando con paciencia a los niños a seguir a Jesús. ¿Tienes autoridad? Sé santo luchando por el bien común y renunciando a tus intereses personales
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Pope Francis (Gaudete et exsultate. Exhortación apostólica sobre la llamada a la santidad en el mundo actual (Documentos MC) (Spanish Edition))
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(...) después el abuelo ponía el disco de uno que tocaba la trompeta y se entusiasmaba, se acariciaba sus bigotes blancos siguiendo el ritmo, escucha a este músico, decía, escucha cómo hace latir la vida en su trompeta, la vida es aliento, muchachito, en principio era el verbo, y los curas quién sabe lo que se han creído, pero el verbo es aliento, muchachito, nada más que aliento... en la vida hay que amar la vida, y a ti tiene que gustarte siempre la vida, recuérdalo, la muerte les gusta a los fascistas...
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Antonio Tabucchi (Tristano muore)
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Escribo sobre lo que me importa, a mi propio ritmo. Y en esas horas ociosas, que mi abuelo llamaba horas malgastadas, los fantasmas de la imaginación se convierten en personajes definidos, únicos, con su propia voz y dispuestos a contarme sus vidas si les doy suficiente tiempo.
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Isabel Allende (The Soul of a Woman)
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»Mira, Sancho: si tomas por medio a la virtud y te precias de hacer hechos virtuosos, no hay para qué tener envidia a los que padres y abuelos tienen príncipes y señores, porque la sangre se hereda y la virtud se aquista,[25] y la virtud vale por sí sola lo que la sangre no vale.
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Miguel de Cervantes Saavedra (Don Quijote de la Mancha: Edición de Francisco Rico)
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ABUELO. Por ella. Está sola en el mundo, y podría hacer tanto bien en esta casa ocupando el vacío que dejó la otra... Si fuera por mí, te recibiría tranquilo. Tengo setenta años.
PEREGRINA. (Con suave ironía.) Muchos menos, abuelo. Esos setenta que dices, son los que no tienes ya.
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Alejandro Casona (La dama del alba)
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El abuelo siempre dice que la amistad de verdad es tan flexible como las relaciones familiares; un día estás discutiendo acaloradamente en el salón y al siguiente te encuentras bajo una mantita en el sofá viendo una de esas películas navideñas que están destinadas a ser presa del olvido.
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Alice Kellen (El mapa de los anhelos)
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Ese año cambiaron muchas cosas en su vida. Terminó el colegio y decidió estudiar filosofía, para darse el gusto, y música, para llevar la contra a su abuelo, que consideraba el arte como una forma de perder el tiempo y predicaba incansablemente las ventajas de las profesiones liberales o científicas.
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Isabel Allende (La casa de los espíritus)
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Zacarías tenía nueve hermanos y siete hijos varones, el abuelo de Zacarías decía que los Zelaya no sabían hacer hijas, que su apellido nunca desaparecería —volvió a suspirar—. Solo queda uno, solo un Zelaya. Tomás, sácale de aquí. Aunque tengas que atarle, móntale en un barco y mándale a las Américas, que por lo menos uno sobreviva.
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Reyes Galaz (Cántaras vacías (La mirada de los Guzmán nº 1) (Spanish Edition))
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Los malos se vuelven buenos al final de la vida. Eso está ya muy visto. Pero es lo que tienen los viejos. Que despistan. Que despiertan una compasión que a lo mejor no merecen. (...) Por eso a mi cuando se me sienta un abuelo al lado y me empieza a dar la brasa con su soledad, le digo: un momento, señor, que yo también tengo muchos traumas".
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Elvira Lindo (Una palabra tuya)
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por poner un ejemplo que vale para cualquier otro sitio, las calles de Barcelona, que hoy frecuentan miles de fervorosos patriotas locales portando esteladas y señeras, se abarrotaron, con los padres y abuelos de esos mismos patriotas, y en mayor número que ahora, de banderas rojigualdas, brazos en alto, caras al sol y en España empieza a amanecer.
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Arturo Pérez-Reverte (Una historia de España (Spanish Edition))
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La parentela.
Somos familia de todo lo que brota, crece, madura, se cansa, muere y renace.
Cada niño tiene muchos padres, tíos, hermanos, abuelos. Abuelos son los muertos y los cerros. Hijos de la tierra y del sol, regados por las lluvias hembras y las lluvias machos, somos todos parientes de las semillas, de los maíces, de los ríos y de los zorros que aúllan anunciando como viene el año. Las piedras son parientes de las culebras y de las lagartijas. El maíz y el frijol, hermanos entre sí, crecen juntos sin pegarse. Las papas son hijas y madres de quien las planta, porque quien crea es creado.
Todo es sagrado, y nosotros también. A veces nosotros somos dioses y los dioses son, a veces, personitas nomás.
Así dicen, así saben, los indígenas de los Andes.
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Eduardo Galeano
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El 18 de noviembre de 1997 Luis Montiel no fue al colegio. A las cuatro de la tarde fue al galpón de su casa, se ató un alambre al cuello y se ahorcó. Lo encontró su abuelo. Lo descolgó Teresa, su tía enfermera. Al día siguiente, las puertas del ómnibus en el que sus compañeros regresaban de viaje de egresados se abrieron, y dos docenas de adolescentes eufóricos vieron lo imposible: Luis los estaba esperando. El velorio se hacía en el colegio.
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Leila Guerriero (Los suicidas del fin del mundo: Crónica de un pueblo patagónico)
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No hemos venido al mundo para ser felices como nos hacen pensar los vendedores de ilusiones, los mercaderes de ensueños; los que dicen que comprando cosas, que teniendo mas dinero o mas poder somos mas felices. O los que creen, como los curas, que no somos, pero seremos felices si les obedecemos. No hay tal. La felicidad es un engaño para dominarnos. Pero existen momentos cortos en los que podemos saborear la alegría, la serenidad, la esperanza
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Alfredo Molano Bravo (Cartas a Antonia: Las conmovedoras reflexiones y enseñanzas de un abuelo a su nieta (Spanish Edition))
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SÓCRATES. —¿Y la procreación de los hijos? ¿No es fácil retener lo que se dijo a causa de su novedad: que todo lo que se refiere a los matrimonios y a los hijos sea común entre todos; que se tomen tales precauciones, que nadie pueda conocer sus propios hijos, sino que se consideren todos padres, no viendo más que hermanos y hermanas en todos los que puedan serlo por la edad, padres y abuelos en los que hayan nacido antes, hijos y nietos en los que han venido al mundo más tarde?
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Plato (Obras Completas de Platón (Spanish Edition))
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Decía mi abuelo que cada palabra tiene su dueño y que una palabra justa hace temblar la tierra. La palabra es un rayo, un tigre, un vendaval, decía el viejo mirándome con rabia mientras se servía alcohol de farmacia, pero ay del que usa la palabra a la ligera. ¿Sabés qué pasa con los mentirosos?, decía. [...] ¿Sabés lo que le pasa al que miente?, insistía el abuelo, esquelético, amenazándome con el bastón: la palabra lo abandona, y al que se queda vacío cualquiera lo puede matar.
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Liliana Colanzi (Nuestro mundo muerto)
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En la perrera escribí con el pensamiento que algún día tendría al coronel García vencido ante mí y podría vengar a todos los que tienen que ser vengados. Pero ahora dudo de mi odio. En pocas semanas, desde que estoy en esta casa, parece haberse diluido, haber perdido sus nítidos contornos. Sospecho que todo lo ocurrido no es fortuito, sino que corresponde a un destino dibujado antes de mi nacimiento y Esteban García es parte de ese dibujo. Es un trazo tosco y torcido, pero ninguna pincelada es inútil. El día en que mi abuelo volteó entre los matorrales del río a su abuela, Pancha García, agregó otro eslabón en una cadena de hechos que debían cumplirse. Después el nieto de la mujer violada repite el gesto con la nieta del violador y dentro de cuarenta años, tal vez, mi nieto tumbe entre las matas del río a la suya y así, por los siglos venideros, en una historia inacabable de dolor, de sangre y de amor. (...)
Me será muy fácil vengar a todos los que tienen que ser vengados, porque mi venganza no sería más que otra parte del mismo mito inexorable. Quiero pensar que mi oficio es la vida y que mi misión no es prolongar el odio, sino sólo llenar estas páginas mientras espero el regreso de Miguel, mientras entierro a mi abuelo que ahora descansa a mi lado en este cuarto, mientras aguardo que lleguen tiempos mejores, gestando a la criatura que tendo en el vientre, hija de tantas violaciones, o tal vez la hija de Miguel pero sobre todo hija mía.
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”
Isabel Allende
“
Sus planes me horrorizaban porque significaban que tendríamos que separarnos. Además, había oído de boca de mi abuelo, quien a su vez lo sabía por comentarios escuchados en las tabernas, que los aztecas de México hacían sacrificios humanos. Se formaban filas de una legua de largo, miles y miles de infelices cautivos esperaban su turno para trepar por las gradas de los templos, donde los sacerdotes —espantajos desgreñados, cubiertos por una costra de sangre seca y chorreando sangre fresca— les arrancaban el corazón con un cuchillo de obsidiana.
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Isabel Allende (Inés del alma mía)
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Me regaló un ordenador portátil, el libro de Edgar Allan Poe y su última sonrisa con un consejo: "Nunca cambies esto por los libros. Los jóvenes creéis que todo está en Internet, que los libros son una especie en extinción. Un libro no se bloquea, ni se borra de repente, ni necesita pilas ni electricidad. Lo puedes leer en el parque, en la cama antes de dormir y hasta en el cuarto de baño. No hay goce como el de pasar las páginas, sentir su tacto y oler la fragancia de unas hojas recién impresas". No he olvidado sus palabras, fue lo más valioso que me dejó mi abuelo.
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Rosa Huertas (Mala Luna)
“
Los finales, no importa cuán cantados estén, nunca portan la calidad de lo terminal, cuando menos no para quien los va remontando. La última hora de intimidad con el otro siempre parece otra en la línea: un episodio repetible y sin consecuencias. Nunca nadie piensa que esa fue la última vez que se bebió esa saliva ni que lo que sigue es extrañar hasta la muerte el olor de la piel que se arremolina tras el lóbulo de una oreja. No registramos la última ocasión en que nuestros hijos nos dieron la mano para cruzar una calle. Cuando cambiamos de ciudad, de país, siempre pensamos que vamos a volver, que los demás se van a quedar fijos, como encantados, y que a la próxima los vamos a abrazar y van a seguir oliendo a la misma loción, tabaco y café quemado. Pero los amigos cambian, progresan y se compran lociones caras, dejan de fumar, dejan el café, huelen a té verde cuando volvemos. O se vuelven locos, los meten a hospitales psiquiátricos y tienen muertes horribles de las que nos enteramos por correo electrónico. Hay una última conversación lúcida viendo un partido de futbol con el abuelo y un último plato preparado por la mano maestra de la abuela, una última llamada telefónica con el profesor que nos hizo lo que somos y que una madrugada se resbala en la bañera y se muere.
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”
Álvaro Enrigue (Ahora me rindo y eso es todo)
“
-¿Y por qué quisiste tener un hijo? En estos pocos meses como quince personas se han permitido preguntarme eso.
-Lo que en realidad quiero es ser abuelo, este es solo el paso previo -respondo, por ejemplo.
O bien:
-Porque estaba harto de los gatos.
-Porque ya era hora.
-Por motivos personales.
-Porque estoy enamorado.
-Por curiosidad.
Me gusta particularmente esta última respuesta, tan delicada y banal. Acaso sería mejor hablar de curiosidad intelectual o de afán experimental. O apelar al deseo de aventura, a la prestigiosa sed de experiencias, a la necesidad de comprender la naturaleza humana. Pero me gusta más la respuesta sencilla, a lo Pandora.
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”
Alejandro Zambra (Literatura infantil)
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Mi abuelo murió cuando yo era niño. Era escultor. Era además un hombre muy bondadoso, dispuesto a querer a todo el mundo. Ayudaba a limpiar la casa de la vecindad, hacía juguetes para los niños, y un millón de cosas. Tenía siempre las manos ocupadas. Y cuando murió, comprendí que yo no lloraba por él, sino por todas las cosas que hacía. Lloraba porque nunca volvería a hacerlas. Nunca volvería a labrar otro trozo de madera, ni nos ayudaría a criar palomas y pichones en el patio, ni tocaría el violín de aquel modo, ni nos contaría aquellos chistes. Era parte de nosotros, y, cuando murió, todos los actos se detuvieron, y nadie podía reemplazarlo. Era un individuo. Era un hombre importante. Nunca pensé en su muerte. Sí en cambio en todos los objetos labrados que nunca nacieron a causa de esa muerte.
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”
Ray Bradbury (Fahrenheit 451)
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-¿Te das cuenta? Es cierto lo que dice. Si sólo hubiese ordeñado cabras, quizá habría muerto de viejo, como tu abuelo, y no de cárcel y abandono. Habría disfrutado de su hijo y de su mujer, habría visto crecer a sus nietos. No le perdonaron los sueños.
-Habría ido a la cárcel de igual manera. Tuvo la desgracia de elegir el bando de los perdedores.
-Pero él no era peligroso, Víctor. A Miguel Hernández hombre no lo temían, condenaron al escritor. Eran sus versos los peligrosos, su sueño de ser poeta lo que le hizo odioso a los ojos de los que no pensaban como él.
-Si no hubiese ordenado su sueño no estaríamos aquí, no habríamos disfrutado sus versos, no leeríamos un poema dedicado a él [...]. Nosotros somos los herederos de su sueño, los que mantenemos vivo su recuerdo.
-Sí, eligió ordeñar un sueño, con todas sus consecuencias.
-Y nunca se sabe adónde nos lleva el camino que elegimos.
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Rosa Huertas (Mala Luna)
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Porque si una lleva una falda o un escote de un tiempo a esta parte lo lleva para sí misma o en nombre del empoderamiento, una de dos, y que no me mire nadie porque machete al machote y madre mía qué fuerte e independiente con mi falda, que era a lo que me reducían antes, a ser dos piernas y poca tela y me quejaba y con razón y ahora como por arte de magia resulta que eso es signo de empoderamiento, pero no puede mirarlo nadie. Nos hemos encerrado tanto en nosotros mismos, nos hemos individuado tanto y hemos hecho tantos esfuerzos por acabar con lo de las dinámicas de poder —y, nos guste o no, la belleza siempre ha implicado y siempre implicará poder— que hemos terminado creyendo que no provocamos ningún efecto, ninguna reacción en el otro y que lo contrario sería inaceptable, aunque las mujeres nos lo hemos creído a medias, como todas las mentiras que nos contamos a nosotras mismas.
Por eso rara vez nos ponemos escote y los labios rojos para estar solas en casa, de la misma forma que el pavo real no desplegaría su cola si no hubiera una pava a la vista, porque gilipollas no es y por lo del ahorro energético, y negar que un escote bonito es enseñado de cuando en cuando para ser visto, solo cuando quiere ser visto, cuando quiere ser mirado, además de ridículo niega parte de nuestro poder como mujeres, un poder que no se reduce a lo bello y a lo sexual pero del que lo bello y lo sexual forman parte y no pasa nada y por eso toda mujer ama a un fascista: porque todo el que mira nuestros escotes lo es, a no ser que sea un trapero en un videoclip, entonces es un trapero al uso, entonces se le permite. Y porque mal que bien y según el nuevo canon, nuestros abuelos lo fueron y nuestros padres lo son. No solo porque se les fueran los ojos con las mujeres bonitas que cruzaban los pasos de cebra cuando pensaban, inocentes, que no nos dábamos cuenta.
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Ana Iris Simón (Feria)
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Bisabuelos, abuelos y padres se funden en nosotros tanto para lo mejor como para lo peor. Las fuerzas de repetición y de creación en su dinámica sin fin nos impulsan a la vez hacia la repetición de lo mismo y a acceder a lo que somos auténticamente. Los individuos, al mismo tiempo, pueden tener de sus bisabuelos, abuelos y padres una visión positiva y otra negativa, convirtiéndose de este modo cada familiar en una entidad doble: una luminosa y otra oscura. Dos campos de energía que a pesar de oponerse son complementarios. En el tiempo presente, el espíritu que se materializa colinda con la materia que se espiritualiza, el supraconsciente con el inconsciente, el intento de realizar el futuro con el intento de repetir el pasado, el ser esencial con el ser socio-cultural, el deseo de crear con el deseo de imitar. Al estudio del árbol genealógico bajo sus aspectos simultáneos y complementarios, tesoro y trampa, lo he llamado «Metagenealogía».
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Alejandro Jodorowsky (Metagenealogía: El árbol genealógico como arte, terapia y búsqueda del Yo esencial (El Ojo del Tiempo nº 58) (Spanish Edition))
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quiero que este sea el primer recuerdo de tu padre, fíjate bien, grábalo en tu memoria, prométemelo, el primer recuerdo del salvaje, del poderoso, del terrible, del venturoso, del dichoso, del incondicional amor que te tengo y te tendré siempre porque siempre te amaré, pase lo que pase en tu futuro, seas lo que seas, siempre seré tu padre, siempre estaré dispuesto a darlo todo por ti sin que tú me des nada nunca, porque si tú me dieras algo alguna vez, solo ha de ser un beso diminuto, ni siquiera un beso grande, solo un pequeño beso, porque yo transformaré ese pequeño beso en la fortaleza más grande del universo, superior a las galaxias, superior a millones de estrellas, más grande que el mismo Dios, así te amo yo, Bra, así, no lo olvides nunca, díselo a tus hijos, y que los hijos de tus hijos lo digan a los suyos, así hasta que caiga el sol sobre la raza de los hombres y se extinga la vida, y aun cuando se extinga la vida, yo volveré a ti, te lo juro, volveré a tu sangre porque soy tu padre, y antes que tu padre fui el hijo del hombre más maravilloso de la historia de los hombres, porque mi padre fue el hombre más honesto, más bondadoso, más elegante y limpio de cuantos han existido, ese fue tu abuelo».
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Manuel Vilas (Alegría)
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Yo no busco en las personas ni la bondad ni la buena educación siqiera... aunqe creo qe esto último es imprescindible para vivir con ellas. Me gustan las gentes qe ven la vida con ojos distintos qe los demás, qe consideran las cosas de otro modo qe la mayoría... Qizá me ocurra esto pqe he vivido siempre con seres demasiado normales y satisfechos de ellos mismos...Estoy segura de qe mis hermanos o mi padre tienen la certeza de su utilidad indiscutible en este mundo, qe saben en todo momento lo qe qieren, lo qe les parece mal y lo qe les parece bien… Y qe hansufrido muy poca angustia ante ningún hecho. (…) Toda mi vida he estado huyendo de mis simples y respetables parientes… Simples pero inteligentes a la vez en su género, qe es lo qe les hace tan insoportables… Me gusta la gente con ese átomo de locura qe hace qe la existencia no sea monótona, aunqe sean personas desgraciadas y estén siempre en las nubes, como tú… Personas qe, según mi familia, son calamidades indeseables… (…) ¿qé crees qe dirían mi padre o mi abuelo de ti misma si supieran tu modo real de ser? Si supieran, como yo sé, qe te qedas sin comer y qe no te compras la ropa qe necesitas por el placer de tener con tus amigos delicadezas de millonaria durante tres días… Si supieran qe te gusta vagabundear sola por la noche. Qe nunca has sabido lo qe qieres y qe siempre estás qeriendo algo…
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Carmen Laforet (Nada)
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La memoría es ficción. Seleccionamos lo más brillante y lo más oscuro, ignorando lo que nos avergüenza, y así bordamos el ancho tapiz de nuestra vida. Mediante la fotografía y la palabra escrita intento desesperadamente vencer la condición fugaz de mi existencia, atrapar los momentos antes de que desvanezcan, despejar la confusión de mi pasado. Cada instante desaparece en un spolo y al punto se convierte en pasado, la realidad es efimera y migratoria, pura añoranza. Con estas fotografías y estas páginas mantengo vivos los recuerdos; ellas son mi asidero a una verdad fugitiva, pero verdad de todos modo, ellas prueban que estos eventos sucedieron y estos personajes pasaron por mi destino. Gracias a ellas puedo resucitar a mi madre, muerta cuando yo nací, a mis aguerridas abuelas y mi sabio abuelo chino, a mi pobre padre y a otros eslabones de la larga cadena de mi familia, todos de sangre mezclada y ardiente. Escribo para dilucidar los secretos antiguos de mi infancia, definir mi identidad, crear mi propia leyenda. Al final lo único que tenemos a plenitud es la memoria que hemos tejido. Cada uno escoge el tono para contar su propia historia, quisiera optar por la claridad durable de ina impresión en platino, pero nada en mi destino posee esa luminosa cualidad. Vivo entre difusos matices, velados misterios, incertidumbres; el tono para contar mi vida se ajusta más al de un retrato en sepia ...
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Isabel Allende (Portrait in Sepia)
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Para las religiones, la espiritualidad es una amenaza peligrosa. Las religiones se esfuerzan típicamente por refrenar las búsquedas espirituales de sus seguidores, y muchos sistemas religiosos fueron puestos en tela de juicio, no por seglares preocupados por la comida, el sexo y el poder, sino más bien por buscadores de la verdad espiritual que querían algo más que tópicos. Así, la revuelta protestante contra la autoridad de la Iglesia católica no fue desatada por ateos hedonistas, sino por un monje devoto y ascético: Martín Lutero. Lutero quería respuestas a las preguntas existenciales de la vida, y rechazó contentarse con los ritos, los rituales y los pactos que la Iglesia le ofrecía. En la época de Lutero, la Iglesia prometía a sus seguidores pactos muy tentadores. Si pecabas y temías la condena eterna en la otra vida, todo lo que tenías que hacer era comprar una indulgencia. A principios del siglo XVI, la Iglesia empleaba a «buhoneros de salvación» profesionales que recorrían los pueblos y las aldeas de Europa vendiendo indulgencias a precios establecidos. ¿Quieres un visado para entrar en el cielo? Paga diez monedas de oro. ¿Quieres estar allí en compañía del abuelo Heinz y la abuela Gertrud? No hay problema, pero esto te costará treinta monedas. Según se cuenta, el más famoso de estos buhoneros, el fraile dominico Johannes Tetzel, decía que en el momento en que la moneda tintineaba en el cofre del dinero, el alma volaba desde el purgatorio
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Yuval Noah Harari (Homo Deus: Breve historia del mañana)
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«Divorciarme, eso es lo que debo hacer», mascullaba para mis adentros, pero debo haberlo dicho más de una vez en voz alta, porque Willie paró la oreja ante la palabra divorcio. Había pasado por dos anteriores y estaba decidido a evitar untercero; entonces me presionó para que consultáramos a un psicólogo. Yo me había burlado sin piedad del terapeuta de Tabra, un alcohólico despelucado que le aconsejaba las mismas perogrulladas que yo podía ofrecerle gratis. En mi opinión, la terapia era una manía de los estadounidenses, gente muy consentida y sin tolerancia para las dificultades normales de la existencia. Mi abuelo me inculcó en la infancia la noción estoica de que la vida es dura y ante los problemas no cabe sino apretar los dientes y seguir adelante. La felicidad es una cursilería; al mundo se viene a sufrir y aprender. Menos mal que el hedonismo de Venezuela suavizó unpoco aquellos preceptos medievales de mi abuelo y me dio permiso para pasarlo bien sin culpa. En Chile, en tiempos de mi juventud, nadie iba a terapia, excepto los locos de atar y los turistas argentinos, así es que me resistí bastante a la propuesta de Willie, pero él insistió tanto que por fin lo acompañé. Mejor dicho, él me llevó de un ala. El psicólogo resultó tener aspecto de monje, llevaba el cráneo afeitado, bebía téverde y permanecía la mayor parte de la sesión con los ojos cerrados. En el condado de Marin se ve a cualquier hora hombres en bicicleta, trotando enpantalones cortos o saboreando su capuchino en mesitas de las veredas. «¿Esta gente no trabaja?», le pregunté una vez a Willie. «Son todos terapeutas», me contestó. Tal vez por eso sentí un gran escepticismo frente al calvo, pero pronto éste se reveló como un sabio. Su oficina era un cuarto desnudo pintado de color arveja, decorado con una tela -mandala, creo que se llama- colgada en la pared. Nos sentamos con las piernas cruzadassobre unos cojines en el suelo, mientras el monje sorbía como un pajarito su té japonés. Empezamos a hablar y pronto se desencadenó una avalancha. Willie y yo nos arrebatábamos la palabra para contarle lo que había pasado contigo, la existencia de espanto que llevaba Jennifer, la fragilidad de Sabrina, mil otros problemas, y mi deseo de mandar todo al diablo y desaparecer. El hombre nos escuchó sin interrumpir y cuando faltaban pocos minutos para que terminara la sesión, levantó sus párpados capotudos y nos miró con una expresión de genuina lástima.«¡Qué tristeza hay en sus vidas!», murmuró. ¿Tristeza? Eso no se nos habíaocurrido a ninguno de los dos. Se nos desinfló la rabia en un instante y sentimos hasta los huesos una pena vasta como el Pacífico, que no habíamos querido admitir por pura y simple soberbia. Willie me tomó la mano, me atrajo a su cojín y nos abrazamos. Por primera vez admitimos que teníamos el corazón muy adolorido. Fue el comienzo de la reconciliación.-Voy a aconsejarles que no mencionen la palabra divorcio durante una semana. ¿Pueden hacerlo? -preguntó el terapeuta. -Sí -respondimos a una sola voz.
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Isabel Allende (La suma de los días)
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Caminaban un día de verano un pobre hombre, ya de buena edad, y una mujer con un muchacho de pocos años. Llevaban delante consigo un jumentillo, que servía de llevarles un poco de ropa que tenían: carga tan moderada y poca, que podía ir bien a la ligera. Acertó a pasar cerca dellos un caminante, y mirando a los tres que iban por el camino y el jumento desembarazado, algo enojado les dijo: «¿Hay tan poco saber de personas, que lleven ahí una bestia holgando y sin carga, y que una mujer, de su natural para poco, delicada y flaca, vaya a pie? Tened juicio, buen viejo, que yo os ayudaré; y suba en ese jumento esa buena mujer; que mejor irá en él que no reventando por las asperezas deste monte».
Pareciole bien al casado lo que el pasajero le había dicho, y llegándose a una peña, hizo que su mujer fuese caballera, y los dos siguiéndola iban a pie. Poco anduvieron, cuando otro que venía por el mismo camino les salió al encuentro, y saludándoles, les dijo: «Harto mejor fuera, padre honrado, que un hombre como vos, de tantos días, que es milagro poderos tener en pie, fuera caballero y ocupara aquel animal, y no la mujer que llevais en él, pues las de su género de suyo son inclinadas a pasearse, y esta era ocasión en que pudiera sacar los pies de mal año, habiéndosela ofrecido de caminar a pie, y como buen bailador menearlos apriesa. Bajad, hermana, y suba ese buen viejo; que sus años y canas están pidiendo lo que yo os digo».
A tan buenas razones obedeció la casada: apeose y subió su marido en el jumento, prosiguiendo su viaje, adonde de allí a poco rato encontraron unos caminantes, que, mirando al hombre caballero y a la mujer y mozuelo en seguimiento suyo, con muy grandes risadas empezaron a hacer burla dél, diciendo: «¡Salvaje! Apeaos y tened vergüenza: ¿no veis que va ese niño despeado, sin aliento y con tan grande calor, y que vos, tan grande como vuestro abuelo, sin reparar en nada, vais hecho una bestia, pudiendo andar harto mejor y con más descanso que ese pobrecito que os sigue?».
Confuso el padre, bajó de su jumento, poniendo en él al hijuelo, y siguiéndole los dos casados, hasta que, viniendo nueva gente, le dijeron: «Subid en esa bestia con ese muchacho; que poca carga será, y la que lleva ahora es casi nada, y a ratos iréis mudando de personas, y no reventando en seguimiento de quien camina tan sin pesadumbre por verse holgado y con tan poco peso». Cuadrole al anciano el consejo que le daban, y poniendo al muchacho delante, subió el atrás, con ánimo que de allí a un rato bajaría él y podría ir caballera su mujer, y así, con algún descanso, mudándose, acabar su jornada.
Mas durole poco su sosiego, porque, como viniesen otros pasajeros y viesen al padre y al hijuelo sobre el jumento, comenzaron a darles matraca, diciendo: «¡Buen año! ¿No veis? Dos van caballeros, y ¡con qué conciencia! Alquilado debe de ser el asnillo, pues a ser propio no lo hicieran con él de la suerte que vemos ni tan mal le trataran. ¡Hideputa, buen hombre, qué buen alma tiene! ¡Buena llegará la bestia a la posada! Apostaré que del gran cansancio no puede comer bocado. Bajad enhorabuena o en la otra, que buenos cuartos tenéis y cerca está el pueblo, y no quitéis la vida a ese jumento, siquiera porque es vuestro prójimo».
Estas razones le dijeron al labrador, y conociendo entonces bien a la clara los varios pareceres y natural condición que guardan los hombres en materia de su gusto y opinión, vuelto a su mujer y al hijuelo, los dijo: «No hay que reparar en lo que pueden decir de nosotros; que el qué dirán de las gentes es bobería, si no es locura. Cada uno se acomode como pudiere y alargue el pie conforme a la sabana; que, si a mí me falta, el que dice o mormura ni lo da ni lo presta, y él se queda con su dicho y yo con lo que tengo entonces o me falta. Vase él a su casa dejándome a mí en la mía. Vámonos como pudiéremos con nuestro jumento, y diga lo que le agradare cada uno».
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Jerónimo de Alcalá (El Donado Hablador: Alonso, Mozo De Muchos Amos (Spanish Edition))
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Los ancianos (varones) juegan a la petanca en una explanada que unos llaman Banco de los Abuelos y otros Cruz de los Caídos. Es increíble cómo la polarización y el clima hostil de las redes sociales llegan a un sitio tan alejado y apacible.
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Daniel Gascón (Un hipster en la España vacía)
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.... podrás tomar conciencia de tu cuerpo, y concentrarte en observar cómo éste se relaja, y cómo disminuye la frecuencia de tu respiración y de los latidos de tu corazón. Y cuando llegas a ese estado de quietud, el cerebro empieza a emitir las ondas alpha y theta. Y en ese estado, puedes sentir tu ser en su totalidad, vibrando en todos sus niveles. Aunque, te advierto que, la mente se empeñará en despistarnos con todo tipo de pensamientos para sacarnos de ese momento presente: los recuerdos, los juicios, las críticas, los reproches, las preocupaciones,.... Y entonces, es cuando conviene aprovechar para meditar, es decir, para observar nuestros pensamientos. Darse cuenta de los pensamientos, de cómo se producen y cómo pasan por nuestra mente, y dejarlos marchar sin enjuiciarlos. - Ángela: Eso suena un poco difícil ¿no? - Abuelo: Es complicado mantener a la mente a raya. Pero, es cuestión de práctica. - Ángela: ¿Y para qué sirve eso de meditar? - Abuelo: Para ser más conscientes de nuestros pensamientos, de las proyecciones que hace nuestra mente, para observarnos y observar a los demás con neutralidad, y conocernos sin enjuiciarnos, es decir, aceptar lo que somos...
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María Cruz Núñez Campos (La Música: Sanación del Cuerpo y del Alma: Musicoterapia. Historia de la música. Las razones de la música. Orígenes de la música. (Spanish Edition))
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—Nuestro abuelo tenía un lema. Decía: “La familia se apoya. La familia se cuida. La familia es lo único que perdura. Aunque lo acabes jodiendo todo”. —Inspiró hondo—. Bueno, pues esas palabras tienen muchas lecturas. Una de ellas es que a la familia se la quiere incluso cuando creemos que no.” - Tyler Kizer
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NOT A BOOK (Rompiendo las reglas (Cruzando los límites, #2))
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El abuelo que conocí en los años sesenta (no pongo entre comillas la palabra abuelo pues efectivamente era mi abuelo, en la medida en que la familia, se adecue jurídicamente o no a los decretos de los detentores del orden social, siempre es fruto de la voluntad y la decisión y, en todo caso, de la práctica efectiva) trabajaba como limpiacristales. Andaba en ciclomotor con su escalera y su balde; limpiaba los vidrios de cafés o comercios que a veces se encontraban bastante lejos de donde vivía. Un día, yo caminaba por las calles de París y él pasaba por allí. Me reconoció y se detuvo en el cordón, feliz por el encuentro fortuito. Yo me sentía incómodo, aterrorizado por la idea de que alguien pudiera verme con él, pertrechado con su extraña carga. Qué habría respondido si alguien me hubiese preguntado: “¿Quién era el hombre con el que hablabas?”. En los días siguientes, me costó desprenderme de un abrumador sentimiento de mala conciencia: “¿Por qué no tengo el coraje de asumir lo que soy?”, me reprochaba. “¿Por qué frecuentar un mundo burgués o pequeñoburgués me condujo a renegar así de mi familia y a que me avergonzaran hasta este punto? ¿Por qué interioricé las jerarquías del mundo social en todo mi cuerpo cuando, intelectual y políticamente, declaro combatirlas?
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Didier Eribon (Regreso a Reims (Spanish Edition))
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Nueva York es una ciudad muy grande que crece hacia los lados, pero, sobre todo, hacia arriba. Hay muchos edificios – muchísimos- y muy altos: cien pisos, ciento cincuenta, doscientos. A mi me duele la nuca de mirar hacia arriba, de ir subiendo con la mirada piso por piso y nunca llegar al último. Son todos hechos en hierro. Son tan altos, que las calles – que son avenidas- se ven como pasadizos. Y están siempre repletas de gente que mas que caminar corre. Corren a toda hora, corres para todos los lados. Nadie mira a nadie, nadie mira nada. Andan con sus pensamientos locos como películas que les dan vueltas en sus cabezas, que nada les dicen y que ni oyen ni entienden. No tienen tiempo de nada. Todo su tiempo lo han vendido, no les pertenece. Se los comen las oficinas, las fábricas, el tránsito. Regresan a sus casas exhaustos, agobiados, a mirar televisión; a mirar un mundo que no existe y a provocarse con las propagandas que les muestran carros, ropa, comida. Así viven y así mueren. Y para ser así, hacen guerras lejos de su país, ¡todo es tan loco!
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Alfredo Molano Bravo (Cartas a Antonia: Las conmovedoras reflexiones y enseñanzas de un abuelo a su nieta (Spanish Edition))
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Adán y Eva comieron el fruto prohibido. (El Señor se los prohibió; por eso lo comieron). Yahvé los expulsó del paraíso y luego se desentendió de ellos. Pasó el tiempo. Cierto día, el Señor sintió curiosidad por saber cómo les iba a Adán y Eva. Se asomó a través de las nubes y los vio. Estaban en su pequeña casa, en paz, rodeados de sus hijos y sus nietos. Aunque sufrían las penas y quebrantos de la vida, el amor los unía y les daba fortaleza. Recordaban los días felices que habían vivido. Sus hijos cuidaban de ellos. Los niños jugaban y reían, y sus abuelos los miraban, complacidos. Al ver todo eso exclamó el Señor: –¡Caramba! ¡Éstos ya se inventaron su propio paraíso!
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Armando Fuentes Aguirre (Teologías para ateos (Ensayo y sociedad) (Spanish Edition))
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Este rasgo, con ser común a todo político, era más evidente en Zapatero y le socavaba el crédito. A veces resultaba patético, con su rojez impostada y sus extemporáneas alusiones al abuelo fusilado por los rebeldes en la guerra civil.
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Juan Eslava Galán (Historia de España contada para escépticos (Historia para escépticos) (Spanish Edition))
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No podemos pretender que amamos a nuestras raíces culturales; si no respetamos a nuestros abuelos y abuelas, que son los garantes de nuestra autenticidad nativa de estas tierras de Cushcatan”.
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Salvador Núñez (EN BUSCA DE LA VERDADERA HISTORIA DE CUSHCATAN EL SALVADOR: “En la búsqueda de libertad con justicia social y las luchas libertarias de Cushcatan El Salvador (Spanish Edition))
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¿Acaso no verán que él era de carne y hueso? Tenía que trabajar para los otros; muy bien, sabía cuál era su lugar. Había nacido con ese destino, nadie tenía la culpa de que hubiera nacido con un destino ruin. ¿Qué hacer? ¿Podía cambiar la suerte? Si le aseguraran que era posible mejorar de situación, se asombraría. Había venido al mundo para amansar potros, curar heridas con rezos, arreglar cercas en invierno y en verano. Era su destino. Así había vivido su padre, y su abuelo. Y hasta allí llegaban sus ancestros. Cortar cactos, lustrar arreos. Todo eso estaba en la sangre. Se resignaba, no pretendía más. Si le dieran lo que le pertenecía, estaría conforme. No se lo daban. Era un desgraciado, era como un perro, sólo recibía huesos. Y, por si fuera poco, los ricos se robaban también una parte de los huesos. Casi daba asco que personas importantes se ocuparan en tales porquerías.
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Graciliano Ramos (Vidas Secas)
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Acabad ya vejetes
dejad de mover vuestra lengua muerta
entre vuestros dientes de falso marfil
...
todo ese alegre mundo se reencontrará allá arriba
junto al buen dios de los polis
en el patio del gran depósito
Atrás abuelo
atrás padre y madre
atrás abuelos
atrás viejos militares
atrás viejos capellanes
atrás viejas pedigüeñas
la sesión ha terminado
ahora va a comenzar
el espectáculo para los niños.
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Jacques Prévert
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Decía mi abuelo que a ellos les enseñaron en la escuela que para comer había que pensar en la bandera de Antioquia y en la de Colombia de la siguiente manera: “hay que comer algo blanco (como arroz, arepa, mazamorra, leche, queso), algo verde (verduras y ensaladas), algo rojo (frisoles, carne, frutas, chocolate), y algo amarillo (huevos, plátano, chócolos, yuca, arracacha, papas, más frutas)”. En ese punto todo el mundo preguntaba por lo azul, y la respuesta era fácil: “el azul no era más que el agua pura y limpia de los nacimientos de la montaña, que no estuviera contaminada por cada de hombres ni cagajón de animales
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Héctor Abad Faciolince (La oculta)
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—Por favor, abuelo, deje de decirle internet, me da vergüenza.
—¿Y cómo se dice ahora?
—Yo qué sé. No se dice nada. Uno siempre está conectado.
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Martín Felipe Castagnet (Los mantras modernos)
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cuando los abuelos se largaban al club los fines de semana y el gordo podía encerrarse en su cuarto sin que nadie lo estuviera chingando, a mirar su porno con audífonos y remendar los manoseados videos con escenas de su propia cosecha, superponiendo el rostro de la señora Marián encima de los vulgares rasgos de las encueratrices, la verga fierruda en la mano, los pantalones enroscados en los tobillos, susurrando una y otra vez su nombre, invocándola con las ingles y los párpados cerrados y los dientes rechinando, cruzando la distancia que los separaba como un fantasma que de pronto se desprendía de la inmensa mole de carne que yacía sobre la cama, y volaba, ingrávido, atravesando la ventana de su cuarto y las paredes de la casa vecina, buscándola por todas partes hasta encontrarla,
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Fernanda Melchor (Páradais)
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Hasta los hijos de un mismo padre y madre, que viven en un mismo hogar familiar y que han tenido una formación similar, tienden a heredar traumas distintos y a vivir destinos diferentes. Por ejemplo, el primer hijo tiende a portar consigo lo que no está resuelto en el padre, y la primera hija tiende a portar lo que no está resuelto en la madre; aunque no siempre sucede así. También puede darse el caso inverso. Los hijos posteriores de la familia tienden a portar diversos aspectos de los traumas de sus padres, o elementos de los traumas de los abuelos.
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Mark Wolynn (Este dolor no es mío)
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Quemaron nuestra aldea. Las bombas destruyeron el cementerio. Fuimos corriendo: los muertos estaban fuera de las tumbas..., como si los hubiesen vuelto a matar... Vimos a nuestro abuelo, había muerto hacía poco. Hubo que volver a enterrarlos...
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Svetlana Alexievich (PAQ. SVETLANA ALEXIEVICH. ULTIMOS TESTIGOS / LOS MUCHACHOS DEL ZINC)
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Me acuerdo de algo que decía mi abuelo: "Y esos, los inocentes, ¿por qué mueren? Si no son capaces de decir nada." El abuelo era hombre de libros, leía todas las noches.
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Svetlana Alexievich (PAQ. SVETLANA ALEXIEVICH. ULTIMOS TESTIGOS / LOS MUCHACHOS DEL ZINC)
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Allí donde antes había estado nuestra casa, el abuelo recogió los huesos en una cesta. Ni siquiera consiguió llenar la cesta...
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Svetlana Alexievich (PAQ. SVETLANA ALEXIEVICH. ULTIMOS TESTIGOS / LOS MUCHACHOS DEL ZINC)
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Los hermanos, mientras caminaban, entornaban los ojos, como habían hecho sus abuelos y sus bisabuelos durante cuatrocientos años, desde la llegada de los extranjeros con argumentos, y autoridad, y pólvora para sostener ambas cosas.
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John Steinbkeck
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Los hermanos, mientras caminaban, entornaban los ojos, como habían hecho sus abuelos y sus bisabuelos durante cuatrocientos años, desde la llegada de los extranjeros con argumentos, y autoridad, y pólvora para sostener ambas cosas.
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John Steinbeck
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ABUELO. Entonces, vete. ¿Qué esperas todavía?
PEREGRINA. Ahora ya, nada. Sólo quisiera antes de marchar, que me despidieras sin odio, con una palabra buena.
ABUELO. No tengo nada que decirte. Por dura que sea la vida, es lo mejor que conozco.
PEREGRINA. ¿Tan distinta me imaginas de la vida? ¿Crees que podríamos existir la una sin la otra?
ABUELO. ¡Vete de mi casa, te lo ruego!
PEREGRINA. Ya me voy. Pero antes has de escucharme. Soy buena amiga de los pobres y de los hombres de conciencia limpia. ¿Por qué no hemos de hablarnos lealmente?
ABUELO. No me fío de ti. Si fueras leal no entrarías disfrazada en las casas, para meterte en las habitaciones tristes a la hora del alba.
PEREGRINA. ¿Y quién te ha dicho que necesito entrar? Yo estoy siempre dentro, mirándoos crecer día por día desde detrás de los espejos.
ABUELO. No puedes negar tus instintos. Eres traidora y cruel.
PEREGRINA. Cuando los hombres me empujáis unos contra otros, sí. Pero cuando me dejáis llegar por mi propio paso... ¡cuánta ternura al desatar los nudos últimos! ¡Y qué sonrisas de paz en el filo de la madru gada!
ABUELO. ¡Calla! Tienes dulce la voz, y es peligroso escucharte.
PEREGRINA. No os entiendo. Si os oigo quejaros siempre de la vida, ¿por qué os da tanto miedo dejarla?
ABUELO. No es por lo que dejamos aquí. Es porque no sabemos lo que hay al otro lado.
PEREGRINA-Lo mismo ocurre cuando el viaje es al revés. Por eso lloran los niños al nacer.
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Alejandro Casona (La dama del alba)
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PEREGRINA. Me extraña de ti. Bien está que me imaginen odiosa los cobardes. Pero tú perteneces a un pueblo que ha sabido siempre mirarme de frente. Vuestros poetas me cantaron como a una novia. Vuestros místicos, como una redención 11. Y el más grande de vuestros sabios me llamó «libertad>>. Yo misma se lo oí decir a sus discípulos, mientras se desangraba en el agua del baño: «¿Quieres saber dónde está la verdadera libertad? ¡Todas las venas de tu cuerpo pueden conducirte a ella!>>>
ABUELO.-Yo no he leído libros. Sólo sé de ti lo que saben el perro y el caballo.
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Alejandro Casona (La dama del alba)
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Percibía aquella belleza de una manera extraña. No eran deseos, ni entusiasmo, ni tampoco placer lo que Masha suscitaba en mí, sino una honda, aunque agradable, tristeza. Era una tristeza indefinida, vaga como un sueño. Sin saber por qué, sentía lástima por mí mismo, por mi abuelo, por el armenio y por la misma pequeña armenia, y experimentaba una sensación como si los cuatro hubiéramos perdido algo importante y necesario para la vida, algo que jamás volveríamos a encontrar. También mi abuelo se puso triste. Ya no hablaba de rastrojos ni de ovejas, sino callaba, pensativo, mirando a Masha de tiempo en tiempo.
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Anton Chekhov (Cuentos de Chejóv (Spanish Edition))
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Que no se olviden de mi hijo. Él vivió y fue importante. Estuvo con nosotros físicamente por cuatro años, pero seguirá vivo eternamente en los corazones de quienes lo recordemos. —Que pronuncien el nombre de mi hijo cada vez que puedan; a mí me encanta hacerlo y me encanta también escucharlo: Gabriel. —Que no se alejen de mí cuando estoy triste, quizás no sea buena compañía, pero si estoy así es porque extraño a mi hijo con todas mis fuerzas, no porque no quiera estar con ustedes. —Que se dieran cuenta de que la muerte de un hijo es diferente a cualquier otra pérdida. Es la tragedia más grande y no me gusta que la comparen con la muerte de una madre, un padre, un abuelo o una mascota. —Que si me ven sonriendo, disfrutando un momento, no quiere decir que el dolor se haya ido y que ya estoy bien; y si estoy triste, llorando y no me provoca salir de mi cama, no quiere decir que estoy deprimida y que necesito tratamiento psiquiátrico. —Que sepan que las fechas especiales como los cumpleaños, aniversarios o Navidad, son fechas sumamente dolorosas para nosotros. Desearía que me dijeran que están con nosotros y que tienen a mi hijo presente.
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Úrsula Barboza (Me gané el cielo: La muerte de mi hijo, el inicio de una transformación (Spanish Edition))
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los hermanos y hermanas de mi abuelo, de sus hijos también, de quienes nunca supe nada. Sé que vivían en la ciudad transilvana de Hidalmas en momentos en que los nazis y sus aliados ocuparon la zona. Aparentemente se los llevaron a un campo de exterminio en Polonia.
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Tomás Abraham (El presente absoluto: Periodismo, política y filosofía en la argentina del tercer milenio (Spanish Edition))
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—«La mayoría de los hombres no son más que máquinas que convierten la comida en mierda» —citó.
Ivan le miró alzando una ceja.
—¿Quién dijo eso? ¿Tu abuelo?
—Leonardo da Vinci —respondió Miles al momento. Pero se vio obligado a añadir—: Pero mi abuelo me lo citó a mí
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Lois McMaster Bujold (Memory (Vorkosigan Saga, #10))
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Mi abuelo dice que estoy loco, que soy un tonto, los hombres no se llaman Estrella ni les gusta sentir el pasto en sus espaldas ni quieren ser eternos. Somos hombres, duramos poco. Aquí no comenzó todo, estoy seguro.
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Nadia López García (Dorsal (Spanish Edition))
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Antes de pertenecer a mi tío, esta librería fue de mi bisabuelo y después de mi abuelo. Probablemente, uno de los motivos por los que mi tío está orgulloso de tener una librería en este barrio es porque de esta manera está honrando la memoria de los que consiguieron que siguiese en pie hasta hoy.
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Satoshi Yagisawa (Una velada en la librería Morisaki)
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Oppenheimer se crió en uno de los barrios más ricos de Manhattan. Era hijo de una artista y un próspero fabricante de prendas de vestir. Su niñez fue la encarnación del cultivo concertado. Los fines de semana, lo llevaban a pasear por el campo en un Packard conducido por un chófer. Los veranos, a Europa a ver a su abuelo. Estudió en la Ethical Culture School de Central Park West, quizás la escuela más progresista del país, en la que, como escriben sus biógrafos, a los estudiantes «se les inculcaba la noción de que les estaban preparando para reformar el mundo». Cuando su profesora de matemáticas comprendió que el chico se aburría, lo envió a hacer trabajo independiente.
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Malcolm Gladwell (Fuera de serie: Por qué unas personas tienen éxito y otras no)
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Como si el dolor del mundo entero me hubiese caído de golpe sobre los hombros, todas las lágrimas, acumuladas durante largo tiempo en el fondo de mi corazón en pequeños y duros cristales, se habían disuelto de golpe, formando un río impetuoso que me arrastraba.
Lloré la muerte de mis abuelos, el encarcelamiento de mi padre, la lejanía de mamá, el exilio y la soledad, la falta de besos, los agujeros en los zapatos, lloré el esfuerzo de crecer y la pena de existir.
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Marisa Madieri (Verde agua)
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Y si hubiera viajado, ¿qué habría hecho, además de llorar? ¿Y cómo habría sido su llanto? ¿Un llanto prudente, avergonzado, un llanto de personaje secundario? ¿O uno desgarrador y honesto, que competiría en decibeles con el llanto de la madre y de los abuelos y de los amigos? ¿Un llanto como de pose, una pose como de llanto? Él le habría donado a Vicente un pulmón, un riñón, el hígado, por ejemplo, claro que sí.
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Alejandro Zambra (Poeta chileno)
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Yo me pregunto qué verá el abuelo cuando busca palabras en su cabeza que ya no existen. Siento ganas de llorar.
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Andrea Longarela (El faro de los amores dormidos)
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En la vida, hay cosas que pueden realizarse y otras que no-dijo mi abuelo-.Las que se materializan, las olvidamos enseguida. Sin embargo, las que no podemos realizar, las guardamos eternamente dentro de nuestro corazón como algo muy preciado. Éste es el caso de los sueños o los anhelos. Me pregunto si la belleza de la vida no residirá en nuestros sentimientos respecto a aquello que no se ha cumplido. Que no se haya realizado no quiere decir que se haya malograd inútilmente. Porque lo cierto es que ya se ha materializado como belleza.
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Kyōichi Katayama (Un grito de amor desde el centro del mundo)
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En la vida, hay cosas que pueden realizarse y otras que no-dijo mi abuelo-. Las que se materializan, las olvidamos enseguida. Sin embargo, las que no podemos realizar, las guardamos eternamente dentro de nuestro corazón como algo muy preciado. Éste es el caso de los sueños o los anhelos. Me pregunto si la belleza de la vida no residirá en nuestros sentimientos respecto a aquello que no se ha cumplido. Que no se haya realizado no quiere decir que se haya malogrado inútilmente. Porque lo cierto es que ya se ha materializado como belleza.
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Kyōichi Katayama (Un grito de amor desde el centro del mundo)
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—Yo sé que mi vida no ha sido nada del otro mundo, hijo —dijo la vieja después de un rato—. Lo mismo todos los días: que la cocina, que el telar, que la preocupación por el viejo que iba a volver curado y tenía que levantarse temprano, y luego por usted que no llamaba nunca del norte. Todos los días lo mismo. Pero esta ha sido mi vida y ha tenido cosas bonitas. Un día fui madre: usted me hizo madre. Y ese día tuve en mis brazos a una cosita que había salido de mí misma y que tenía un corazón que latía. Y cuando pequeña escuché historias de mis abuelos acurrucada cerca del brasero, y aprendí el oficio de tejedora de mi propia madre. Y ahora de vieja salgo todavía a caminar y a mirar el mar, y a veces me hago una agüita de boldo con harta azúcar. Y los sábados me levanto a preparar un almuerzo rico porque viene usted, y cuando le oigo los pasos el corazón se me acelera de la emoción. Y es verdad: ya tengo más de ochenta años y sé que me voy a morir en un tiempito más. Y cuando estos viejos de la caleta se mueran también, y cuando se muera usted, nadie se va a acordar de mí, así como poco a poco a mí misma me va siendo cada vez más difícil recordar la cara de Florencio, y la de Rubén, y también la del padre Jerónimo, y hasta me olvido de cómo era mi pobre vecina Jimena, que en paz descanse, tan joven que partió. Pero a mí eso no me preocupa, no me preocupa que cuando yo muera a usted mismo le cueste recordar mi cara y mi voz. ¿Sabe por qué? Porque lo tuve a usted en mis brazos, y porque aprendí a tejer con mi madre, y porque me he tomado miles de agüitas mirando el mar. Eso nadie lo sabe y a nadie le importa y por lo mismo está claro que nadie lo va a recordar, pero yo lo tengo acá adentro, y cuando venga la muerte la podré mirar y preguntarle cuántos hijos tuvo ella, cuántas cucharadas de azúcar le puso a sus tecitos, cuántas veces vio una gaviota lanzarse en picada al mar y salir de vuelta hacia el cielo con un pescado. Y la muerte no me va a poder decir nada, porque la muerte es eso: la muerte. La muerte es la envidiosa de los que tuvimos una vida. Y no sabe la envidia que le da cuando ve que otra gente va a despedirse del que se está llevando, cuando escucha a esa gente hablar y decir cosas bonitas del muerto; no sabe usted, Martín, toda la rabia que siente la muerte por cada lágrima que se derrama por un finado, porque nunca nadie va a derramar una lágrima por ella.
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Andrés Montero (La muerte viene estilando)
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En el momento del flechazo brotan dos tendencias contradictorias pero ineludibles: una es la genuina aparición de la atracción y el afecto, y la otra es la aparición de una fantasía que quiere anestesiar todos los defectos del otro. Ambos factores crecen al unísono. Hasta que el segundo, la fantasía de creer que el otro es perfecto, no da más y cae. Esto es de esperarse, porque nadie se enamora de un dios. Uno se enamora de un ser humano. Esto afecta la atracción y el afecto. Por eso nunca caen mal las palabras típicas de los abuelos cuando dicen: «Piensa bien antes de estar con alguien». Lamentablemente, tardamos un mínimo de treinta años en darles la razón.
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Pedro Suárez-Vértiz (Yo, Pedro)
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—Ustedes eran celtas miserables, sumidos en la vileza de una raza inferior y mestizados por el latinismo de Roma, lo que hacía aún más triste su situación. Afortunadamente, fueron conquistados por los godos y otros pueblos de nuestra raza, que les infundieron la dignidad de personas. No olvide usted, joven, que los vándalos fueron los abuelos de los prusianos actuales. De
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Vicente Blasco Ibáñez (Los cuatro jinetes del apocalipsis)
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La abuela se ha acabado. Le da igual que rompamos todos los geranios de la terraza a balonazos, que nos sentemos en los sofás y tiremos los tapetes de ganchillo o estropeemos una vez más el mecanismo de aquel extraño dispensador de cigarrillos. Cuando estamos allí de visita nos persigue a mí y mi madre –vámonos!—dice. La abuela se ha acabado pero su tiempo sigue vivo. Mientras le corto el pelo al abuelo o paso una escoba ella me pellizca, dice que ya está limpio, que no siga, y luego me mira con un gesto serio que por un segundo me hace sentir como un niño regañado e insiste en que nos vayamos, que hay que ir a ver a su padre, a su tía, a mamá, porque el bebé estuvo llorando toda la noche y debe tener frío y estar enfermo. Y en este punto se aflige y da tres o cuatro vueltas y sufrimos todos mientras la vemos que hace sin deshacer y deshace lo que no está hecho todavía.
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Jose González (La visita)
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Yo confío en los sencillos
que se desplazan hacia el mar
tornasolado.
Pongo mi piel a la venta
¿y quién me compra?
Tal vez el camino abandonado
que no tiene posada,
tal vez el abuelo del iris
en una isla en que está la paloma.
Si quieren mellar mi espada,
adelante.
Si quieren robar mis versos,
adelante.
Si quieren confundirme con el loco John Doe,
adelante.
Estoy pronto a todo,
a ser el inerme nacarado
que pasa y no pasa.
A ser la criatura clausurada
que nadie saluda en la calle.
A ser el imperfecto
que cada día derrama
el cubo de la basura.
Pero no podrán quitarme el desvariado sentir que imanta en las dalias caídas,
No me podrán quitar
esta sangre inocente que milita
en una isla avergonzada.
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Francisco Matos Paoli (Canto de La Locura)
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Entonces tiende los brazos y me atrae hacia ella, y al cabo de un momento nos estamos besando de verdad, ahí mismo, encima del capó de la Bombardera Azul, con el abuelo a pocos pasos de nosotros, lo que resulta temerario y a la vez fantástico, porque es poesía en las mejores acepciones de la palabra, con nosotros dos enseñándole el dedo medio al universo, en nuestra rebelión contra ellos, porque aunque al final nos ganen, al menos habremos tenido esto, nos habremos tenido a los dos, y aunque el universo no vaya a escucharnos por muy fuerte que gritemos, ni tampoco vaya a preocuparse, nosotros nos besamos y nos seguimos besando, y sabemos de este modo, aunque sea de forma muy breve, lo que significa estar vivos.
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Brendan Kiely (The Last True Love Story)
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Le digo que hace apenas cinco días, en lo alto de una colina, Corrina y yo decidimos hacer este viaje juntos; que el alzhéimer del abuelo le está devorando el cerebro y los recuerdos, y que quiero llevarlo de vuelta a Ithaca por última vez, para que vea la iglesia donde se casó, antes de que la enfermedad le borre para siempre el recuerdo de la abuela; y que es muy injusto que suceda algo así en un mundo que te arrebata con tanta facilidad a tus seres queridos, porque de ese modo no sólo pierdes a las personas que amas, sino también sus recuerdos, como si nunca hubiesen existido.
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Brendan Kiely (The Last True Love Story)
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Novios viejos bajo la lluvia parecíamos. Abuelos recién casados y bañados con todo y ropa. Novios muertos recogiendo los pasos en los charcos. Rengos, lentos y borrachos ayudándonos para no resbalar. La Fetiche y el Fantoche, entrando y saliendo de las casas. Viendo la pena que tenían los cachivaches de la gente. Los retratos colgados y torcidos. El eco del olor de la gente. Las ropas sobre las camas. Los platos con telarañas en las mesas.
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Huilo Ruales (Maldeojo)
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Quiero contarle cómo se despidió mi abuela de nuestra casa. Le pidió a papá que sacara del desván un saco de grano y lo esparció por el jardín: "Para los pajarillos de Dios". Recogió en un cesto los huevos y los echó al patio: "Para nuestro gato y para el perro". Les cortó unos trozos de tocinoo. De todos los saquitos echó las simientes: de zanahoria, de calabaza, de pepinos, de cebollas. De diferentes flores. Y las esparció por el huerto: "Que vivan en la tierra". Luego le hizo una reverencia a la casa. Se inclinó ante el cobertizo. Recorrió los manzanos y los saludó a cada uno. Y el abuelo se quitó el gorro cuando nos marchamos.
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Svetlana Alexievich (Voices from Chernobyl: The Oral History of a Nuclear Disaster)
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«Abuelo, ¿dime cuál de los dos lobos ganará la pelea en tu corazón?» Para finalizar, el abuelo le contestó: «Aquel que yo alimente.»
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Lorena Franco (Las horas perdidas)
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Y eso que no aprendí ni papa de inglés hasta que empecé el kínder. Pero con los años, la calle y los amigos le ganaron la batalla a mi abuelo y al español, y terminamos dándole un poquito al famoso Spanglish.
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Chiquis Rivera (Forgiveness: A Memoir)
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Los padres de Tom son docentes e intelectuales. Su padre dio clases de Literatura en el Connecticut College durante treinta años. Su madre trabajaba en la secretaría de exalumnos. Vivían y respiraban universidad, y se ufanaban de ser cultos, cosa que se reflejaba en todo lo que hacían y eran. En gran parte era inofensivo, y hasta beneficioso, para Tom y su hermana pequeña, Kathy. Las vacaciones eran siempre de acampada familiar. No les dejaban ver la tele sin supervisión, y solo los fines de semana. Imaginaos lo insulso que era el contenido autorizado. Tenían que leer diez libros por verano, y a colonias nunca iban. Nada de quedarse a dormir en casa de un amigo. Toque de queda estricto, y cada domingo a la iglesia, aunque de religión se hablaba más en términos de teoría y sociología que de pasión y fe. Lo evaluaban y lo analizaban todo, despojándolo de las influencias emocionales que pudieran llevar a creer en una mentira o a actuar de modo erróneo. Seguro que conocéis a gente de este tipo. A los no tan disciplinados les despiertan ganas de zarandearlos hasta que se desprenda alguna emoción, aunque se queden inconscientes. No parecen humanos, a pesar de su tan buen comportamiento.
¿En qué se traducía todo esto para Tom? Si llegaba a casa con sobresalientes, no había euforia, abrazos, besos ni llamadas por teléfono a los abuelos. Nada de monedas para la hucha, ni de postre especial, ni de saltarse una práctica de piano. No pegaban las notas a la nevera, no; las evaluaban y las comentaban, y a Tom le recordaban que sus notas eran un reflejo de lo mucho que había trabajado, y que no se pensara que era mejor o más listo que los otros. Y cuando cantaba en la obra de fin de curso, o anotaba una carrera en el partido de béisbol, o traía un animal de barro pintado de la asignatura de arte, con un vago parecido a una jirafa… Todo lo que hacía Tom era objeto de valoración sincera y desapasionada. En el segundo estribillo has desafinado un poco, Tom. A la primera base has llegado más que nada por suerte, Tom. No te creas que te volverá a pasar. Tienes que practicar más. Hombre, se nota que te has divertido haciéndolo.
Sí, ¿verdad? Exacto. Un poco adelantados a su tiempo, precursores de los consejos educativos que nos han endosado durante la pasada década. No hay que estar orgulloso de los hijos. Son ellos los que tienen que enorgullecerse. Tampoco hay que hacer falsos elogios, porque entonces dejan de fiarse de nuestras opiniones. No hay que dejarlos por el mundo creyéndose mejores de lo que son, porque solo servirá para que se lleven una decepción. La verdadera autoestima es la que viene de tener unos padres sinceros.
Yo estos disparates los rechazo desde siempre. En eso soy un caso aparte.
Somos seres pequeños e insignificantes. Lo único que nos llena, lo que nos da un horizonte, orgullo, sentido del yo, es el lugar que ocupamos en los corazones de la gente. Necesitamos que nos quieran nuestros padres sin condicionantes, sin lógica ni racionalidad. Necesitamos que nos vean a través de un cristal distorsionado por su amor y que nos digan de todas las maneras posibles que los llena de felicidad el mero hecho de que estemos en el mundo. De acuerdo, algún día nos daremos cuenta de que nuestras jirafas de barro no eran magistrales, pero es necesario que nos hagan llorar siempre que las bajemos de nuestros desvanes, sabiendo que cuando nuestros padres veían estos trozos de yeso tan feos sentían un orgullo absurdo y ganas de abrazarnos hasta que nos dolieran los huesos. Es lo que necesitamos de los padres, más que la verdad sobre lo pequeños que somos. Ya habrá gente de sobra que nos lo recuerde y nos ofrezca evaluaciones desapasionadas de nuestra mediocridad.
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Wendy Walker (All Is Not Forgotten)
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y un quinto del precio de mercado de un sistema de aspersión con prestaciones similares. Cuando la investigación y desarrollo es gratis (gracias, comunidad de código abierto) y no se añade al precio la propiedad intelectual, no resulta difícil recortar las alternativas del propietario, incluso a un volumen más bajo. En realidad salió aun más barato, y actualmente puedes comprar un kit de OpenSprinkler por 79,95 dólares. Rui Wang utilizó proveedores estándares para hacer las placas electrónicas y facilitar los componentes necesarios, y creó una tienda web para venderlos. Salir al mercado costó menos de 5.000 dólares, todo incluido. Aunque no es calderilla, es muchísimo menos de lo que mi abuelo tuvo que pagar sólo por las minutas de sus abogados para las patentes. Y seguro que la empresa que finalmente compró la licencia para su patente gastó cien veces esa cantidad para poner el producto en la calle.
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Chris Anderson (Makers: La nueva revolución industrial (Nuevos paradigmas) (Spanish Edition))
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Pasó junto á la barca del abuelo, y el cazador
se llevó la mano á los ojos, como si le hiriese un
relámpago. —¡Mare de Deul—gimió aterrado, mientras la
escopeta se le iba de las manos.
Tonet se irguió, con la mirada loca, estremecido
de pies á cabeza, como si el aire faltas© de
pronto en sus pulmones. Víó junto á la borda de
BU barca un lio de trapos, y en él algo lívido y gelatinoso
erizado de eanguijaeiae: una cabecita hinchada,
deforme, negruzca, con las cuencas vacías
y colgando de una de ellas el globo de un ojo: todo
tan repugnante, tan hediondo, que parecía entenebrecer
repentinamente el agua y el espacio,
haciendo que en pleno sol cayese la noche sobre
el lago.
Levantó la percha con ambas manoi^, y fué tan
tremendo el golpe, que el cráneo de la perra crujió
como si se rompiese, y el pobre animal, dando
un aullido, se hundió con su presa en las aguas
arremolinadas.
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Vicente Blasco Ibáñez (Cañas y barro)
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Entonces tomado de la mano de su hija, la menor, el abuelo se quedó dormido. Los surcos de su rostro reflejaban una plenitud excepcional. Su sueño era hermoso, a pesar de que esta vez no incluía pasaje de regreso.
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Alejandro Mier Uribe, Andares la vida es un cuento
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José abandonó el despacho de su abuelo con lágrimas en los ojos y, por primera vez en su vida, deseó alejarse de Outeiro y volver a su pueblo, donde a pesar de la miseria se encontraba en paz consigo mismo. (p. 63)
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Manuel Ramos Ramos (Tres cipreses: Novela)
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Forma. ¿Qué forma adoptará la empresa, desde el logo hasta el código de indumentaria, la arquitectura o los productos? ¿Es atrevida, aventurera, tranquila, austera, cómoda o potente? ¿Necesita bordes suaves y redondeados o ángulos puntiagudos? ¿O no hay bordes ni puntas en absoluto? ¿Puede imaginar qué forma habría de adoptar una empresa cómoda? ¿Recuerda el rancho de paredes amarillas, con el pequeño grupo de pavos blancos y la vagoneta roja? ¿Era cómodo o atrevido? ¿Puede imaginar el día de Acción de Gracias allí? La familia alrededor de la mesa; la abuela con las gafas de montura metálica; el abuelo sonriendo al nieto más pequeño, sentado en la trona y tirando la comida por la mesa; todo el mundo charla sobre el pasado, el presente y el futuro; la comida fluye sin cesar. ¿Cómodo? ¿Austero? ¿Tranquilo? ¿Potente? Cuando sepa qué quiere comunicar con su empresa, la forma se le revelará casi inmediatamente.
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Michael E. Gerber (La empresa E-Myth: Cómo convertir una gran idea en un negocio próspero)