Los Abuelos Quotes

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Salga de ahí con las alegorías. Uno quiere ser inmortal y tratan de contentarlo con el recuerdo que dejará en los otros. Uno quiere volar y le hablan de pensamientos espirituales. Uno quiere conversar con los muertos y debe conformarse soñando con su abuelo.
Alejandro Dolina (Crónicas del Ángel Gris)
Una vez me dijiste que los viejos hacen el amor sin prisa. No es mala idea. Vamos a querernos como un par de abuelitos, ¿qué te parece?
Isabel Allende (The Japanese Lover)
La infancia es una patria poderosa, pero la infancia de los padres y de los abuelos lo es mucho más.
Sergio del Molino (La España vacía: Viaje por un país que nunca fue)
Desde chicas nos enseñaban que no debíamos hablar con extraños y que debíamos cuidarnos del Sátiro. El Sátiro era una entidad tan mágica como, en los primeros años de la infancia, la Solapa o el Viejo de la Bolsa. Era el que podía violarte si andabas sola a deshora o si te aventurabas por sitios desolados. El que podía aparecer de golpe y arrastrarte hasta alguna obra en construcción. Nunca nos dijeron que podía violarte tu marido, tu papá, tu hermano, tu primo, tu vecino, tu abuelo, tu maestro. Un varón en el que depositaras toda tu confianza.
Selva Almada (Chicas muertas)
PEREGRINA.—No os entiendo. Si os oigo quejaros siempre de la vida, ¿por qué os da tanto miedo dejarla? ABUELO.— No es por lo que dejamos aquí. Es porque no sabemos lo que hay al otro lado. PEREGRINA.—Lo mismo ocurre cuando el viaje es al revés. Por eso lloran los niños al nacer.
Alejandro Casona (La dama del alba)
-""Hay que saber decir adiós", dijo mi abuelo. Qué gran verdad. [...] es que hay que saber decir adiós, pero no solo a los muertos. Por encima de todo, hay que saber decir adiós a los vivos que no nos hacen felices y a los que no podemos hacer felices. Lo demás es hacer el imbécil.
Begoña Oro (Croquetas y wasaps)
Los abuelos tenían que morir en camas, en lugares silenciosos donde zumbaban máquinas, no desplomados sobre el suelo empapado y apestoso con hormigas pasándole por encima y un abrecartas de latón aferrado en una mano temblorosa.
Ransom Riggs
—Eso es todo. Ese día mi abuelo me explicó que nosotros somos distintos de los animales, que solo hacen lo que su naturaleza les dicta. En cambio, nosotros somos libres. Es el mayor don que hemos recibido. Gracias a la libertad podemos convertirnos en algo distinto de lo que somos. La libertad nos permite soñar y los sueños son la sangre de nuestra vida, aunque a veces cuestan algún azote y un largo viaje. «Jamás renuncies a tus sueños. Nunca tengas miedo de soñar, por mucho que los demás se rían de ti», eso me dijo mi abuelo, «pues si lo haces renunciarías a ser tú mismo». Aún recuerdo los ojos brillantes con que subrayó sus palabras.
Alessandro D'Avenia (Blanca como la nieve, roja como la sangre)
Lo que nunca jamás pudimos medir fue nuestro amor, porque era infinito. Era, si, como cuando Palinuro le preguntaba al abuelo cuánto lo quería. - Mucho, muchísimo le contestaba el abuelo Francisco. - Pero ¿cuánto, cuánto abuelo? ¿De aquí a la esquina? - Más, mucho más. - ¿De aquí al Parque del Ajusco? - Más, muchísimo mas: de aquí al cielo de ida y de regreso, yéndose por el camino mas largo de todos y regresando por un camino todavía más largo. Y eso después de dar varios rodeos, de perderse a propósito, de tomar un café con leche en Plutón, de recorrer los anillos de Saturno en patín del diablo y de dormir veinte años como Rip Van Winkle, en uno de esos planetas donde las noches duran veintiún años: porque a mi me gusta levantarme temprano, cuando menos un año antes de que amanezca.
Fernando del Paso (Palinuro de México)
¿Todo esto es tuyo, abuelo? - Todo, desde la carretera panamericana hasta la punta de esos cerros. ¿Los ves? - ¿Por qué, abuelo? - ¡Cómo que por qué! ¡Porque soy el dueño, claro! - Sí, ¿pero por qué eres el dueño? - Porque era de mi familia. - ¿Por qué? - Porque se la compararon a los indios. - Y los inquilinos, los que también han vivido aquí siempre, ¿por qué no son ellos los dueños?
Isabel Allende (The House of the Spirits)
...Macondo Esta palabra me había llamado la atención desde los primeros viajes con mi abuelo, pero sólo de adulto descubrí que me gustaba su resonancia poética.
Gabriel García Márquez (Living to Tell the Tale)
El populismo en España siempre se ha vestido de chico de pueblo que triunfa en los estudios y vuelve a su tierra para beber vino del porrón de sus abuelos.
Sergio del Molino (La España vacía: Viaje por un país que nunca fue)
No he tenido las ilusiones de mi abuelo, pero no he evitado los mismos errores que él. El mundo no es tan importante como él creía, y todo lo que hay en él no tiene el valor que él temió durante toda su vida, y las palabras altisonantes y las frases altisonantes las he tomado siempre como lo que son: manifestaciones de incompetencia que no deben escucharse.
Thomas Bernhard (Der Keller. Eine Entziehung)
Me emociona pensar que las palabras que yo pronuncio son las mismas que pronunciaba, por ejemplo, Cervantes, o encontrar en sus obras las palabras de mi infancia oídas tantas veces en boca de mis abuelos o mis padres o compañeros de escuela o de juegos. El lenguaje está cargado de los bordes del tiempo.>
Rafael Cadenas (Rafael Cadenas, Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2009 (Spanish Edition))
Todas las guerras son malas, pero la guerra civil es la peor de todas, pues enfrenta al amigo con el amigo, al vecino con el vecino, al hermano contra el hermano. Hace casi 80 años, entre 1936 y 1939, en tiempos de nuestros abuelos y bisabuelos, una espantosa guerra civil tuvo lugar en España. Causó miles de muertos, destruyó hogares, arruinó el país y llevó a mucha gente al exilio. Para evitar que tan desoladora tragedia vuelva a repetirse nunca es conveniente recordar cómo ocurrió. Así, de aquella desgracia podrán extraerse conclusiones útiles sobre la paz y la convivencia que jamás se deben perder. Lecciones terribles que jamás debemos olvidar.
Arturo Pérez-Reverte (La Guerra Civil contada a los jóvenes)
...no podía dejar de recordar lo que su abuelo le había dicho sobre el amor: «Si la persona es la adecuada, te puedes enamorar en solo un segundo
Anna Casanovas (A fuego lento (Los hermanos Martí, #2))
Si nuestros abuelos nos vieran, se morirían primero de risa, después de pena. Porque para ellos esto no sería una crisis, sino un leve contratiempo.
Almudena Grandes (Los besos en el pan)
Era una casa viva la que me vio nacer. Si a veces despedía perfume de azahares en invierno o se oían algunas risillas sin dueño en medio de la noche, nadie se espantaba: eran parte de su personalidad, de su esencia. En esta casa no hay fantasmas, me decía mi papá: lo que oyes son los ecos que ha guardado para que recordemos a cuantos han pasado por aquí. Yo lo entendía. Me imaginaba a los veintidós hermanos de mi abuelo y el ruido que deben de haber creado, y me parecía lógico que todavía, años después, se oyeran evocaciones de sus risas reverberando en algunos rincones.
Sofía Segovia (El murmullo de las abejas)
-Mi abuelo siempre decía que el otoño es la estación idónea para arrancar de raíz cualquier cosa que no quieras que vuelva a molestarte. -Kote imitó la temblorosa voz de un anciano-. En los meses de primavera todo está demasiado lleno de vida. En verano, está demasiado fuerte y no hay manera de soltarlo. El otoño... -Miró alrededor; las hojas de los árboles estaban cambiando de color-. El otoño es el momento idóneo. En otoño todo está cansado y más dispuesto a morir.
Patrick Rothfuss (The Name of the Wind (The Kingkiller Chronicle, #1))
¿Eres consagrada o consagrado? Sé santo viviendo con alegría tu entrega. ¿Estás casado? Sé santo amando y ocupándote de tu marido o de tu esposa, como Cristo lo hizo con la Iglesia. ¿Eres un trabajador? Sé santo cumpliendo con honradez y competencia tu trabajo al servicio de los hermanos. ¿Eres padre, abuela o abuelo? Sé santo enseñando con paciencia a los niños a seguir a Jesús. ¿Tienes autoridad? Sé santo luchando por el bien común y renunciando a tus intereses personales
Pope Francis (Gaudete et exsultate. Exhortación apostólica sobre la llamada a la santidad en el mundo actual (Documentos MC) (Spanish Edition))
(...) después el abuelo ponía el disco de uno que tocaba la trompeta y se entusiasmaba, se acariciaba sus bigotes blancos siguiendo el ritmo, escucha a este músico, decía, escucha cómo hace latir la vida en su trompeta, la vida es aliento, muchachito, en principio era el verbo, y los curas quién sabe lo que se han creído, pero el verbo es aliento, muchachito, nada más que aliento... en la vida hay que amar la vida, y a ti tiene que gustarte siempre la vida, recuérdalo, la muerte les gusta a los fascistas...
Antonio Tabucchi (Tristano muore)
Escribo sobre lo que me importa, a mi propio ritmo. Y en esas horas ociosas, que mi abuelo llamaba horas malgastadas, los fantasmas de la imaginación se convierten en personajes definidos, únicos, con su propia voz y dispuestos a contarme sus vidas si les doy suficiente tiempo.
Isabel Allende (The Soul of a Woman)
»Mira, Sancho: si tomas por medio a la virtud y te precias de hacer hechos virtuosos, no hay para qué tener envidia a los que padres y abuelos tienen príncipes y señores, porque la sangre se hereda y la virtud se aquista,[25] y la virtud vale por sí sola lo que la sangre no vale.
Miguel de Cervantes Saavedra (Don Quijote de la Mancha: Edición de Francisco Rico)
ABUELO. Por ella. Está sola en el mundo, y podría hacer tanto bien en esta casa ocupando el vacío que dejó la otra... Si fuera por mí, te recibiría tranquilo. Tengo setenta años. PEREGRINA. (Con suave ironía.) Muchos menos, abuelo. Esos setenta que dices, son los que no tienes ya.
Alejandro Casona (La dama del alba)
Ese año cambiaron muchas cosas en su vida. Terminó el colegio y decidió estudiar filosofía, para darse el gusto, y música, para llevar la contra a su abuelo, que consideraba el arte como una forma de perder el tiempo y predicaba incansablemente las ventajas de las profesiones liberales o científicas.
Isabel Allende (La casa de los espíritus)
Zacarías tenía nueve hermanos y siete hijos varones, el abuelo de Zacarías decía que los Zelaya no sabían hacer hijas, que su apellido nunca desaparecería —volvió a suspirar—. Solo queda uno, solo un Zelaya. Tomás, sácale de aquí. Aunque tengas que atarle, móntale en un barco y mándale a las Américas, que por lo menos uno sobreviva.
Reyes Galaz (Cántaras vacías (Spanish Edition))
Los malos se vuelven buenos al final de la vida. Eso está ya muy visto. Pero es lo que tienen los viejos. Que despistan. Que despiertan una compasión que a lo mejor no merecen. (...) Por eso a mi cuando se me sienta un abuelo al lado y me empieza a dar la brasa con su soledad, le digo: un momento, señor, que yo también tengo muchos traumas".
Elvira Lindo (Una palabra tuya)
por poner un ejemplo que vale para cualquier otro sitio, las calles de Barcelona, que hoy frecuentan miles de fervorosos patriotas locales portando esteladas y señeras, se abarrotaron, con los padres y abuelos de esos mismos patriotas, y en mayor número que ahora, de banderas rojigualdas, brazos en alto, caras al sol y en España empieza a amanecer.
Arturo Pérez-Reverte (Una historia de España (Spanish Edition))
La parentela. Somos familia de todo lo que brota, crece, madura, se cansa, muere y renace. Cada niño tiene muchos padres, tíos, hermanos, abuelos. Abuelos son los muertos y los cerros. Hijos de la tierra y del sol, regados por las lluvias hembras y las lluvias machos, somos todos parientes de las semillas, de los maíces, de los ríos y de los zorros que aúllan anunciando como viene el año. Las piedras son parientes de las culebras y de las lagartijas. El maíz y el frijol, hermanos entre sí, crecen juntos sin pegarse. Las papas son hijas y madres de quien las planta, porque quien crea es creado. Todo es sagrado, y nosotros también. A veces nosotros somos dioses y los dioses son, a veces, personitas nomás. Así dicen, así saben, los indígenas de los Andes.
Eduardo Galeano
El 18 de noviembre de 1997 Luis Montiel no fue al colegio. A las cuatro de la tarde fue al galpón de su casa, se ató un alambre al cuello y se ahorcó. Lo encontró su abuelo. Lo descolgó Teresa, su tía enfermera. Al día siguiente, las puertas del ómnibus en el que sus compañeros regresaban de viaje de egresados se abrieron, y dos docenas de adolescentes eufóricos vieron lo imposible: Luis los estaba esperando. El velorio se hacía en el colegio.
Leila Guerriero (Los suicidas del fin del mundo: Crónica de un pueblo patagónico)
No hemos venido al mundo para ser felices como nos hacen pensar los vendedores de ilusiones, los mercaderes de ensueños; los que dicen que comprando cosas, que teniendo mas dinero o mas poder somos mas felices. O los que creen, como los curas, que no somos, pero seremos felices si les obedecemos. No hay tal. La felicidad es un engaño para dominarnos. Pero existen momentos cortos en los que podemos saborear la alegría, la serenidad, la esperanza
Alfredo Molano Bravo (Cartas a Antonia: Las conmovedoras reflexiones y enseñanzas de un abuelo a su nieta (Spanish Edition))
Decía mi abuelo que cada palabra tiene su dueño y que una palabra justa hace temblar la tierra. La palabra es un rayo, un tigre, un vendaval, decía el viejo mirándome con rabia mientras se servía alcohol de farmacia, pero ay del que usa la palabra a la ligera. ¿Sabés qué pasa con los mentirosos?, decía. [...] ¿Sabés lo que le pasa al que miente?, insistía el abuelo, esquelético, amenazándome con el bastón: la palabra lo abandona, y al que se queda vacío cualquiera lo puede matar.
Liliana Colanzi (Nuestro mundo muerto)
En la perrera escribí con el pensamiento que algún día tendría al coronel García vencido ante mí y podría vengar a todos los que tienen que ser vengados. Pero ahora dudo de mi odio. En pocas semanas, desde que estoy en esta casa, parece haberse diluido, haber perdido sus nítidos contornos. Sospecho que todo lo ocurrido no es fortuito, sino que corresponde a un destino dibujado antes de mi nacimiento y Esteban García es parte de ese dibujo. Es un trazo tosco y torcido, pero ninguna pincelada es inútil. El día en que mi abuelo volteó entre los matorrales del río a su abuela, Pancha García, agregó otro eslabón en una cadena de hechos que debían cumplirse. Después el nieto de la mujer violada repite el gesto con la nieta del violador y dentro de cuarenta años, tal vez, mi nieto tumbe entre las matas del río a la suya y así, por los siglos venideros, en una historia inacabable de dolor, de sangre y de amor. (...) Me será muy fácil vengar a todos los que tienen que ser vengados, porque mi venganza no sería más que otra parte del mismo mito inexorable. Quiero pensar que mi oficio es la vida y que mi misión no es prolongar el odio, sino sólo llenar estas páginas mientras espero el regreso de Miguel, mientras entierro a mi abuelo que ahora descansa a mi lado en este cuarto, mientras aguardo que lleguen tiempos mejores, gestando a la criatura que tendo en el vientre, hija de tantas violaciones, o tal vez la hija de Miguel pero sobre todo hija mía.
Isabel Allende
Sus planes me horrorizaban porque significaban que tendríamos que separarnos. Además, había oído de boca de mi abuelo, quien a su vez lo sabía por comentarios escuchados en las tabernas, que los aztecas de México hacían sacrificios humanos. Se formaban filas de una legua de largo, miles y miles de infelices cautivos esperaban su turno para trepar por las gradas de los templos, donde los sacerdotes —espantajos desgreñados, cubiertos por una costra de sangre seca y chorreando sangre fresca— les arrancaban el corazón con un cuchillo de obsidiana.
Isabel Allende (Inés del alma mía)
Me regaló un ordenador portátil, el libro de Edgar Allan Poe y su última sonrisa con un consejo: "Nunca cambies esto por los libros. Los jóvenes creéis que todo está en Internet, que los libros son una especie en extinción. Un libro no se bloquea, ni se borra de repente, ni necesita pilas ni electricidad. Lo puedes leer en el parque, en la cama antes de dormir y hasta en el cuarto de baño. No hay goce como el de pasar las páginas, sentir su tacto y oler la fragancia de unas hojas recién impresas". No he olvidado sus palabras, fue lo más valioso que me dejó mi abuelo.
Rosa Huertas (Mala Luna)
Los finales, no importa cuán cantados estén, nunca portan la calidad de lo terminal, cuando menos no para quien los va remontando. La última hora de intimidad con el otro siempre parece otra en la línea: un episodio repetible y sin consecuencias. Nunca nadie piensa que esa fue la última vez que se bebió esa saliva ni que lo que sigue es extrañar hasta la muerte el olor de la piel que se arremolina tras el lóbulo de una oreja. No registramos la última ocasión en que nuestros hijos nos dieron la mano para cruzar una calle. Cuando cambiamos de ciudad, de país, siempre pensamos que vamos a volver, que los demás se van a quedar fijos, como encantados, y que a la próxima los vamos a abrazar y van a seguir oliendo a la misma loción, tabaco y café quemado. Pero los amigos cambian, progresan y se compran lociones caras, dejan de fumar, dejan el café, huelen a té verde cuando volvemos. O se vuelven locos, los meten a hospitales psiquiátricos y tienen muertes horribles de las que nos enteramos por correo electrónico. Hay una última conversación lúcida viendo un partido de futbol con el abuelo y un último plato preparado por la mano maestra de la abuela, una última llamada telefónica con el profesor que nos hizo lo que somos y que una madrugada se resbala en la bañera y se muere.
Álvaro Enrigue (Ahora me rindo y eso es todo)
-¿Y por qué quisiste tener un hijo? En estos pocos meses como quince personas se han permitido preguntarme eso. -Lo que en realidad quiero es ser abuelo, este es solo el paso previo -respondo, por ejemplo. O bien: -Porque estaba harto de los gatos. -Porque ya era hora. -Por motivos personales. -Porque estoy enamorado. -Por curiosidad. Me gusta particularmente esta última respuesta, tan delicada y banal. Acaso sería mejor hablar de curiosidad intelectual o de afán experimental. O apelar al deseo de aventura, a la prestigiosa sed de experiencias, a la necesidad de comprender la naturaleza humana. Pero me gusta más la respuesta sencilla, a lo Pandora.
Alejandro Zambra (Literatura infantil)
Mi abuelo murió cuando yo era niño. Era escultor. Era además un hombre muy bondadoso, dispuesto a querer a todo el mundo. Ayudaba a limpiar la casa de la vecindad, hacía juguetes para los niños, y un millón de cosas. Tenía siempre las manos ocupadas. Y cuando murió, comprendí que yo no lloraba por él, sino por todas las cosas que hacía. Lloraba porque nunca volvería a hacerlas. Nunca volvería a labrar otro trozo de madera, ni nos ayudaría a criar palomas y pichones en el patio, ni tocaría el violín de aquel modo, ni nos contaría aquellos chistes. Era parte de nosotros, y, cuando murió, todos los actos se detuvieron, y nadie podía reemplazarlo. Era un individuo. Era un hombre importante. Nunca pensé en su muerte. Sí en cambio en todos los objetos labrados que nunca nacieron a causa de esa muerte.
Ray Bradbury (Fahrenheit 451)
-¿Te das cuenta? Es cierto lo que dice. Si sólo hubiese ordeñado cabras, quizá habría muerto de viejo, como tu abuelo, y no de cárcel y abandono. Habría disfrutado de su hijo y de su mujer, habría visto crecer a sus nietos. No le perdonaron los sueños. -Habría ido a la cárcel de igual manera. Tuvo la desgracia de elegir el bando de los perdedores. -Pero él no era peligroso, Víctor. A Miguel Hernández hombre no lo temían, condenaron al escritor. Eran sus versos los peligrosos, su sueño de ser poeta lo que le hizo odioso a los ojos de los que no pensaban como él. -Si no hubiese ordenado su sueño no estaríamos aquí, no habríamos disfrutado sus versos, no leeríamos un poema dedicado a él [...]. Nosotros somos los herederos de su sueño, los que mantenemos vivo su recuerdo. -Sí, eligió ordeñar un sueño, con todas sus consecuencias. -Y nunca se sabe adónde nos lleva el camino que elegimos.
Rosa Huertas (Mala Luna)
Porque si una lleva una falda o un escote de un tiempo a esta parte lo lleva para sí misma o en nombre del em­­poderamiento, una de dos, y que no me mire nadie porque machete al machote y madre mía qué fuerte e inde­­pen­­diente con mi falda, que era a lo que me reducían antes, a ser dos piernas y poca tela y me quejaba y con razón y ahora como por arte de magia resulta que eso es signo de empoderamiento, pero no puede mirarlo nadie. Nos he­­mos encerrado tanto en nosotros mismos, nos hemos individuado tanto y hemos hecho tantos esfuerzos por acabar con lo de las dinámicas de poder —y, nos guste o no, la belleza siempre ha implicado y siempre implicará poder— que hemos terminado creyendo que no pro­­vocamos ningún efecto, ninguna reacción en el otro y que lo contrario sería inaceptable, aunque las mujeres nos lo hemos creído a medias, como todas las mentiras que nos contamos a nosotras mismas. Por eso rara vez nos ponemos escote y los labios rojos para estar solas en casa, de la misma forma que el pavo real no desplegaría su cola si no hubiera una pava a la vista, porque gilipollas no es y por lo del ahorro energético, y negar que un escote bonito es enseñado de cuando en cuando para ser visto, solo cuando quiere ser visto, cuando quiere ser mirado, además de ridículo niega parte de nuestro poder como mujeres, un poder que no se reduce a lo bello y a lo sexual pero del que lo bello y lo sexual forman parte y no pasa nada y por eso toda mujer ama a un fascista: porque todo el que mira nuestros escotes lo es, a no ser que sea un trapero en un videoclip, entonces es un trapero al uso, entonces se le permite. Y porque mal que bien y según el nuevo canon, nuestros abuelos lo fueron y nuestros padres lo son. No solo porque se les fueran los ojos con las mujeres bonitas que cruzaban los pasos de cebra cuando pensaban, inocentes, que no nos dábamos cuenta.
Ana Iris Simón (Feria)
Bisabuelos, abuelos y padres se funden en nosotros tanto para lo mejor como para lo peor. Las fuerzas de repetición y de creación en su dinámica sin fin nos impulsan a la vez hacia la repetición de lo mismo y a acceder a lo que somos auténticamente. Los individuos, al mismo tiempo, pueden tener de sus bisabuelos, abuelos y padres una visión positiva y otra negativa, convirtiéndose de este modo cada familiar en una entidad doble: una luminosa y otra oscura. Dos campos de energía que a pesar de oponerse son complementarios. En el tiempo presente, el espíritu que se materializa colinda con la materia que se espiritualiza, el supraconsciente con el inconsciente, el intento de realizar el futuro con el intento de repetir el pasado, el ser esencial con el ser socio-cultural, el deseo de crear con el deseo de imitar. Al estudio del árbol genealógico bajo sus aspectos simultáneos y complementarios, tesoro y trampa, lo he llamado «Metagenealogía».
Alejandro Jodorowsky (Metagenealogía: El árbol genealógico como arte, terapia y búsqueda del Yo esencial (El Ojo del Tiempo nº 58) (Spanish Edition))
quiero que este sea el primer recuerdo de tu padre, fíjate bien, grábalo en tu memoria, prométemelo, el primer recuerdo del salvaje, del poderoso, del terrible, del venturoso, del dichoso, del incondicional amor que te tengo y te tendré siempre porque siempre te amaré, pase lo que pase en tu futuro, seas lo que seas, siempre seré tu padre, siempre estaré dispuesto a darlo todo por ti sin que tú me des nada nunca, porque si tú me dieras algo alguna vez, solo ha de ser un beso diminuto, ni siquiera un beso grande, solo un pequeño beso, porque yo transformaré ese pequeño beso en la fortaleza más grande del universo, superior a las galaxias, superior a millones de estrellas, más grande que el mismo Dios, así te amo yo, Bra, así, no lo olvides nunca, díselo a tus hijos, y que los hijos de tus hijos lo digan a los suyos, así hasta que caiga el sol sobre la raza de los hombres y se extinga la vida, y aun cuando se extinga la vida, yo volveré a ti, te lo juro, volveré a tu sangre porque soy tu padre, y antes que tu padre fui el hijo del hombre más maravilloso de la historia de los hombres, porque mi padre fue el hombre más honesto, más bondadoso, más elegante y limpio de cuantos han existido, ese fue tu abuelo».
Manuel Vilas (Alegría (volumen independiente))
Yo no busco en las personas ni la bondad ni la buena educación siqiera... aunqe creo qe esto último es imprescindible para vivir con ellas. Me gustan las gentes qe ven la vida con ojos distintos qe los demás, qe consideran las cosas de otro modo qe la mayoría... Qizá me ocurra esto pqe he vivido siempre con seres demasiado normales y satisfechos de ellos mismos...Estoy segura de qe mis hermanos o mi padre tienen la certeza de su utilidad indiscutible en este mundo, qe saben en todo momento lo qe qieren, lo qe les parece mal y lo qe les parece bien… Y qe hansufrido muy poca angustia ante ningún hecho. (…) Toda mi vida he estado huyendo de mis simples y respetables parientes… Simples pero inteligentes a la vez en su género, qe es lo qe les hace tan insoportables… Me gusta la gente con ese átomo de locura qe hace qe la existencia no sea monótona, aunqe sean personas desgraciadas y estén siempre en las nubes, como tú… Personas qe, según mi familia, son calamidades indeseables… (…) ¿qé crees qe dirían mi padre o mi abuelo de ti misma si supieran tu modo real de ser? Si supieran, como yo sé, qe te qedas sin comer y qe no te compras la ropa qe necesitas por el placer de tener con tus amigos delicadezas de millonaria durante tres días… Si supieran qe te gusta vagabundear sola por la noche. Qe nunca has sabido lo qe qieres y qe siempre estás qeriendo algo…
Carmen Laforet (Nada)
La memoría es ficción. Seleccionamos lo más brillante y lo más oscuro, ignorando lo que nos avergüenza, y así bordamos el ancho tapiz de nuestra vida. Mediante la fotografía y la palabra escrita intento desesperadamente vencer la condición fugaz de mi existencia, atrapar los momentos antes de que desvanezcan, despejar la confusión de mi pasado. Cada instante desaparece en un spolo y al punto se convierte en pasado, la realidad es efimera y migratoria, pura añoranza. Con estas fotografías y estas páginas mantengo vivos los recuerdos; ellas son mi asidero a una verdad fugitiva, pero verdad de todos modo, ellas prueban que estos eventos sucedieron y estos personajes pasaron por mi destino. Gracias a ellas puedo resucitar a mi madre, muerta cuando yo nací, a mis aguerridas abuelas y mi sabio abuelo chino, a mi pobre padre y a otros eslabones de la larga cadena de mi familia, todos de sangre mezclada y ardiente. Escribo para dilucidar los secretos antiguos de mi infancia, definir mi identidad, crear mi propia leyenda. Al final lo único que tenemos a plenitud es la memoria que hemos tejido. Cada uno escoge el tono para contar su propia historia, quisiera optar por la claridad durable de ina impresión en platino, pero nada en mi destino posee esa luminosa cualidad. Vivo entre difusos matices, velados misterios, incertidumbres; el tono para contar mi vida se ajusta más al de un retrato en sepia ...
Isabel Allende (Portrait in Sepia)
Para las religiones, la espiritualidad es una amenaza peligrosa. Las religiones se esfuerzan típicamente por refrenar las búsquedas espirituales de sus seguidores, y muchos sistemas religiosos fueron puestos en tela de juicio, no por seglares preocupados por la comida, el sexo y el poder, sino más bien por buscadores de la verdad espiritual que querían algo más que tópicos. Así, la revuelta protestante contra la autoridad de la Iglesia católica no fue desatada por ateos hedonistas, sino por un monje devoto y ascético: Martín Lutero. Lutero quería respuestas a las preguntas existenciales de la vida, y rechazó contentarse con los ritos, los rituales y los pactos que la Iglesia le ofrecía. En la época de Lutero, la Iglesia prometía a sus seguidores pactos muy tentadores. Si pecabas y temías la condena eterna en la otra vida, todo lo que tenías que hacer era comprar una indulgencia. A principios del siglo XVI, la Iglesia empleaba a «buhoneros de salvación» profesionales que recorrían los pueblos y las aldeas de Europa vendiendo indulgencias a precios establecidos. ¿Quieres un visado para entrar en el cielo? Paga diez monedas de oro. ¿Quieres estar allí en compañía del abuelo Heinz y la abuela Gertrud? No hay problema, pero esto te costará treinta monedas. Según se cuenta, el más famoso de estos buhoneros, el fraile dominico Johannes Tetzel, decía que en el momento en que la moneda tintineaba en el cofre del dinero, el alma volaba desde el purgatorio
Yuval Noah Harari (Homo Deus: Breve historia del mañana)
«Divorciarme, eso es lo que debo hacer», mascullaba para mis adentros, pero debo haberlo dicho más de una vez en voz alta, porque Willie paró la oreja ante la palabra divorcio. Había pasado por dos anteriores y estaba decidido a evitar untercero; entonces me presionó para que consultáramos a un psicólogo. Yo me había burlado sin piedad del terapeuta de Tabra, un alcohólico despelucado que le aconsejaba las mismas perogrulladas que yo podía ofrecerle gratis. En mi opinión, la terapia era una manía de los estadounidenses, gente muy consentida y sin tolerancia para las dificultades normales de la existencia. Mi abuelo me inculcó en la infancia la noción estoica de que la vida es dura y ante los problemas no cabe sino apretar los dientes y seguir adelante. La felicidad es una cursilería; al mundo se viene a sufrir y aprender. Menos mal que el hedonismo de Venezuela suavizó unpoco aquellos preceptos medievales de mi abuelo y me dio permiso para pasarlo bien sin culpa. En Chile, en tiempos de mi juventud, nadie iba a terapia, excepto los locos de atar y los turistas argentinos, así es que me resistí bastante a la propuesta de Willie, pero él insistió tanto que por fin lo acompañé. Mejor dicho, él me llevó de un ala. El psicólogo resultó tener aspecto de monje, llevaba el cráneo afeitado, bebía téverde y permanecía la mayor parte de la sesión con los ojos cerrados. En el condado de Marin se ve a cualquier hora hombres en bicicleta, trotando enpantalones cortos o saboreando su capuchino en mesitas de las veredas. «¿Esta gente no trabaja?», le pregunté una vez a Willie. «Son todos terapeutas», me contestó. Tal vez por eso sentí un gran escepticismo frente al calvo, pero pronto éste se reveló como un sabio. Su oficina era un cuarto desnudo pintado de color arveja, decorado con una tela -mandala, creo que se llama- colgada en la pared. Nos sentamos con las piernas cruzadassobre unos cojines en el suelo, mientras el monje sorbía como un pajarito su té japonés. Empezamos a hablar y pronto se desencadenó una avalancha. Willie y yo nos arrebatábamos la palabra para contarle lo que había pasado contigo, la existencia de espanto que llevaba Jennifer, la fragilidad de Sabrina, mil otros problemas, y mi deseo de mandar todo al diablo y desaparecer. El hombre nos escuchó sin interrumpir y cuando faltaban pocos minutos para que terminara la sesión, levantó sus párpados capotudos y nos miró con una expresión de genuina lástima.«¡Qué tristeza hay en sus vidas!», murmuró. ¿Tristeza? Eso no se nos habíaocurrido a ninguno de los dos. Se nos desinfló la rabia en un instante y sentimos hasta los huesos una pena vasta como el Pacífico, que no habíamos querido admitir por pura y simple soberbia. Willie me tomó la mano, me atrajo a su cojín y nos abrazamos. Por primera vez admitimos que teníamos el corazón muy adolorido. Fue el comienzo de la reconciliación.-Voy a aconsejarles que no mencionen la palabra divorcio durante una semana. ¿Pueden hacerlo? -preguntó el terapeuta. -Sí -respondimos a una sola voz.
Isabel Allende (La suma de los días)
Caminaban un día de verano un pobre hombre, ya de buena edad, y una mujer con un muchacho de pocos años. Llevaban delante consigo un jumentillo, que servía de llevarles un poco de ropa que tenían: carga tan moderada y poca, que podía ir bien a la ligera. Acertó a pasar cerca dellos un caminante, y mirando a los tres que iban por el camino y el jumento desembarazado, algo enojado les dijo: «¿Hay tan poco saber de personas, que lleven ahí una bestia holgando y sin carga, y que una mujer, de su natural para poco, delicada y flaca, vaya a pie? Tened juicio, buen viejo, que yo os ayudaré; y suba en ese jumento esa buena mujer; que mejor irá en él que no reventando por las asperezas deste monte». Pareciole bien al casado lo que el pasajero le había dicho, y llegándose a una peña, hizo que su mujer fuese caballera, y los dos siguiéndola iban a pie. Poco anduvieron, cuando otro que venía por el mismo camino les salió al encuentro, y saludándoles, les dijo: «Harto mejor fuera, padre honrado, que un hombre como vos, de tantos días, que es milagro poderos tener en pie, fuera caballero y ocupara aquel animal, y no la mujer que llevais en él, pues las de su género de suyo son inclinadas a pasearse, y esta era ocasión en que pudiera sacar los pies de mal año, habiéndosela ofrecido de caminar a pie, y como buen bailador menearlos apriesa. Bajad, hermana, y suba ese buen viejo; que sus años y canas están pidiendo lo que yo os digo». A tan buenas razones obedeció la casada: apeose y subió su marido en el jumento, prosiguiendo su viaje, adonde de allí a poco rato encontraron unos caminantes, que, mirando al hombre caballero y a la mujer y mozuelo en seguimiento suyo, con muy grandes risadas empezaron a hacer burla dél, diciendo: «¡Salvaje! Apeaos y tened vergüenza: ¿no veis que va ese niño despeado, sin aliento y con tan grande calor, y que vos, tan grande como vuestro abuelo, sin reparar en nada, vais hecho una bestia, pudiendo andar harto mejor y con más descanso que ese pobrecito que os sigue?». Confuso el padre, bajó de su jumento, poniendo en él al hijuelo, y siguiéndole los dos casados, hasta que, viniendo nueva gente, le dijeron: «Subid en esa bestia con ese muchacho; que poca carga será, y la que lleva ahora es casi nada, y a ratos iréis mudando de personas, y no reventando en seguimiento de quien camina tan sin pesadumbre por verse holgado y con tan poco peso». Cuadrole al anciano el consejo que le daban, y poniendo al muchacho delante, subió el atrás, con ánimo que de allí a un rato bajaría él y podría ir caballera su mujer, y así, con algún descanso, mudándose, acabar su jornada. Mas durole poco su sosiego, porque, como viniesen otros pasajeros y viesen al padre y al hijuelo sobre el jumento, comenzaron a darles matraca, diciendo: «¡Buen año! ¿No veis? Dos van caballeros, y ¡con qué conciencia! Alquilado debe de ser el asnillo, pues a ser propio no lo hicieran con él de la suerte que vemos ni tan mal le trataran. ¡Hideputa, buen hombre, qué buen alma tiene! ¡Buena llegará la bestia a la posada! Apostaré que del gran cansancio no puede comer bocado. Bajad enhorabuena o en la otra, que buenos cuartos tenéis y cerca está el pueblo, y no quitéis la vida a ese jumento, siquiera porque es vuestro prójimo». Estas razones le dijeron al labrador, y conociendo entonces bien a la clara los varios pareceres y natural condición que guardan los hombres en materia de su gusto y opinión, vuelto a su mujer y al hijuelo, los dijo: «No hay que reparar en lo que pueden decir de nosotros; que el qué dirán de las gentes es bobería, si no es locura. Cada uno se acomode como pudiere y alargue el pie conforme a la sabana; que, si a mí me falta, el que dice o mormura ni lo da ni lo presta, y él se queda con su dicho y yo con lo que tengo entonces o me falta. Vase él a su casa dejándome a mí en la mía. Vámonos como pudiéremos con nuestro jumento, y diga lo que le agradare cada uno».
Jerónimo de Alcalá (El Donado Hablador: Alonso, Mozo De Muchos Amos (Spanish Edition))
Desde que murió tu abuelo para mí el tiempo no existe -suelta de pronto, como hablándole a nadie-. Se marchó y me rompió los minutos y las horas como quien rompe una pecera y se queda ahí viendo morir a los peces que cuidó durante años. El día que el abuelo se me fue, enterré en mis plantas todos los relojes de la casa. Dejé de contar porque el miedo a vivir en el descuento era demasiado para una mujer tan vieja. Menos mal que os tenía a vosotras
Alejandro Palomas (El tiempo que nos une)
Forma. ¿Qué forma adoptará la empresa, desde el logo hasta el código de indumentaria, la arquitectura o los productos? ¿Es atrevida, aventurera, tranquila, austera, cómoda o potente? ¿Necesita bordes suaves y redondeados o ángulos puntiagudos? ¿O no hay bordes ni puntas en absoluto? ¿Puede imaginar qué forma habría de adoptar una empresa cómoda? ¿Recuerda el rancho de paredes amarillas, con el pequeño grupo de pavos blancos y la vagoneta roja? ¿Era cómodo o atrevido? ¿Puede imaginar el día de Acción de Gracias allí? La familia alrededor de la mesa; la abuela con las gafas de montura metálica; el abuelo sonriendo al nieto más pequeño, sentado en la trona y tirando la comida por la mesa; todo el mundo charla sobre el pasado, el presente y el futuro; la comida fluye sin cesar. ¿Cómodo? ¿Austero? ¿Tranquilo? ¿Potente? Cuando sepa qué quiere comunicar con su empresa, la forma se le revelará casi inmediatamente.
Michael E. Gerber (La empresa E-Myth: Cómo convertir una gran idea en un negocio próspero)
La víctima, que quedó tirada en el baño cubierta de sangre y con el hacha todavía en medio del cráneo, fue asesinada delante de sus dos hijos pequeños, uno de los cuales, de 11 años, llamó por teléfono a su padre para avisar que su abuelo estaba golpeando a su madre en el baño. Cuando se presentó ante el Cereso y fue entrevistado por los reporteros, el homicida, de nombre Juan Manuel López Gutiérrez, señaló que todo había iniciado la noche anterior a raíz de una discusión que tuvo con su nuera “por un sillón”,
Sandra Rodriguez (La fábrica del crimen (Spanish Edition))
—Ahora te toca pedir un deseo —me dijo el abuelo con el rostro iluminado por los colores de la noche. Miré las estrellas y pensé en qué pedir. —Tomate tu tiempo —agregó—. Piénsalo bien, porque para aquellos que creen, los deseos siempre se cumplen.
TOMAS ANDREI
Percibía aquella belleza de una manera extraña. No eran deseos, ni entusiasmo, ni tampoco placer lo que Masha suscitaba en mí, sino una honda, aunque agradable, tristeza. Era una tristeza indefinida, vaga como un sueño. Sin saber por qué, sentía lástima por mí mismo, por mi abuelo, por el armenio y por la misma pequeña armenia, y experimentaba una sensación como si los cuatro hubiéramos perdido algo importante y necesario para la vida, algo que jamás volveríamos a encontrar.
Anton Chekhov (Cuentos de Chejóv (Spanish Edition))
a La abuela se ha acabado. Le da igual que rompamos todos los geranios de la terraza a balonazos, que nos sentemos en los sofás y tiremos los tapetes de ganchillo o estropeemos una vez más el mecanismo de aquel extraño dispensador de cigarrillos. Cuando estamos allí de visita nos persigue a mí y mi madre –vámonos!—dice. La abuela se ha acabado pero su tiempo sigue vivo. Mientras le corto el pelo al abuelo o paso una escoba ella me pellizca, dice que ya está limpio, que no siga, y luego me mira con un gesto serio que por un segundo me hace sentir como un niño regañado e insiste en que nos vayamos, que hay que ir a ver a su padre, a su tía, a mamá, porque el bebé estuvo llorando toda la noche y debe tener frío y estar enfermo. Y en este punto se aflige y da tres o cuatro vueltas y sufrimos todos mientras la vemos que hace sin deshacer y deshace lo que no está hecho todavía.
Jose González (La visita)
Y eso que no aprendí ni papa de inglés hasta que empecé el kínder. Pero con los años, la calle y los amigos le ganaron la batalla a mi abuelo y al español, y terminamos dándole un poquito al famoso Spanglish.
Chiquis Rivera (Forgiveness: A Memoir)
«Abuelo, ¿dime cuál de los dos lobos ganará la pelea en tu corazón?» Para finalizar, el abuelo le contestó: «Aquel que yo alimente.»
Lorena Franco (Las horas perdidas)
Mis tíos y tías, los siete enanos, estaban tan apegados entre sí, que parecían una criatura mitológica con un cuerpo y siete cabezas', comenta el sobrino de Perla, Shimshon Ovitz, quien fue bautizado asi en honor de su abuelo
Yehuda Koren y Eilat Negev
Querido abuelo, no te has ido, estás dentro de mí, en mi alma. Recuerdo los paseos, los baños, los cuidados al huerto y al bonsái. Recuerdo tu mirada sabia, tu mano en mi mano y tu sonrisa sencilla. Querido abuelo, venimos de y vamos a. Y eso, no es bueno ni es malo, tan solo es natural y necesario.
Tomás Navarro (wabi sabi: aprender a aceptar la imperfección)
Ándate con cuidado con los borrachos, Allan. Yo misma debería haberlo hecho.
Jonas Jonasson (El abuelo que saltó por la ventana y se largó)
Un día, hace años, estuve en Atapuerca y al volver a casa, cuando me preguntaron que de dónde venía, dije: —De ver a los abuelos.
Juan José Millás (La vida contada por un sapiens a un neandertal)
Las estrellas, según cómo sean de grandes, luminosas o coloridas, tienen una evolución distinta, clasificable mediante el diagrama Hertzsprung-Russell. Su vida puede ser brevísima (sólo unos millones de años en las grandes estrellas azules) o seguir un curso tan lento (una decena de miles de millones de años en las amarillas) que antes de llevarlas a la vejez puede prolongarse (en las más rojas y pequeñas) hasta miles de millones de milenios. A todas les llega el momento en que, quemado todo el hidrógeno que tenían, no les queda más remedio que dilatarse y enfriarse (transformándose en «gigantes rojas»), y a partir de ahí comenzar una serie de reacciones termonucleares que las llevarán rápidamente a la muerte. Antes de llegar a ese momento, el Sol, estrella amarilla de potencia media que brilla desde hace cuatro o cinco miles de millones de años, tiene ante sí un tiempo por lo menos igualmente largo. Fue precisamente para estar más tranquilo por lo que mi abuelo vino a establecerse aquí –contó Qfwfq–, después de que la última explosión de «Supernova» los hubiera proyectado una vez más en el espacio, él mi abuela sus hijos sus nietos y sus biznietos.
Italo Calvino (Todas las cosmicómicas)
Coméis y habláis, y te gusta estar a solas con ella. Hacéis como que todo es normal. No habláis de la enfermedad que acecha. Te habla del abuelo. "Como la persona con la que haces la vida, no hay nada", te dice. No digieres la frase. La memorizas, te la apuntas, de hecho, pero no la digieres. No dice: No hay nada mejor que la persona con al que haces la vida. Ni tampoco dice: No hay nada mejor que compartir la vida con alguien. Ni ninguna otra cosa.
Marta Jiménez Serrano (Los nombres propios)
Los chulavitas ahora se llaman paramilitares, pero su concepción de las cosas no solo se mantiene en esos hombres armados que masacran, queman caseríos y descuartizan, sino que se extiende como la concepción de la seguridad "democractica" de una "sociedad de control" no democrática, como dice Michael Foucault. Los guerrilleros de antaño son los abuelos de los de ahora. El método de gobierno y de elección continúa siendo el mismo: la alianza del clubman cachaco, vestido con paños ingleses, con el bajo mundo que encuentra en bares, cantinas y cárceles, para servirse del asesinato y del terror.
Otty Patiño (Historia (privada) de la violencia (Spanish Edition))
Acabad ya vejetes dejad de mover vuestra lengua muerta entre vuestros dientes de falso marfil ... todo ese alegre mundo se reencontrará allá arriba junto al buen dios de los polis en el patio del gran depósito Atrás abuelo atrás padre y madre atrás abuelos atrás viejos militares atrás viejos capellanes atrás viejas pedigüeñas la sesión ha terminado ahora va a comenzar el espectáculo para los niños.
Jacques Prévert
Antes de pertenecer a mi tío, esta librería fue de mi bisabuelo y después de mi abuelo. Probablemente, uno de los motivos por los que mi tío está orgulloso de tener una librería en este barrio es porque de esta manera está honrando la memoria de los que consiguieron que siguiese en pie hasta hoy.
Satoshi Yagisawa (Una velada en la librería Morisaki)
Yo me pregunto qué verá el abuelo cuando busca palabras en su cabeza que ya no existen. Siento ganas de llorar.
Andrea Longarela (El faro de los amores dormidos)
SÓCRATES. —¿Y la procreación de los hijos? ¿No es fácil retener lo que se dijo a causa de su novedad: que todo lo que se refiere a los matrimonios y a los hijos sea común entre todos; que se tomen tales precauciones, que nadie pueda conocer sus propios hijos, sino que se consideren todos padres, no viendo más que hermanos y hermanas en todos los que puedan serlo por la edad, padres y abuelos en los que hayan nacido antes, hijos y nietos en los que han venido al mundo más tarde?
Plato (Obras Completas de Platón (Spanish Edition))
—Yo sé que mi vida no ha sido nada del otro mundo, hijo —dijo la vieja después de un rato—. Lo mismo todos los días: que la cocina, que el telar, que la preocupación por el viejo que iba a volver curado y tenía que levantarse temprano, y luego por usted que no llamaba nunca del norte. Todos los días lo mismo. Pero esta ha sido mi vida y ha tenido cosas bonitas. Un día fui madre: usted me hizo madre. Y ese día tuve en mis brazos a una cosita que había salido de mí misma y que tenía un corazón que latía. Y cuando pequeña escuché historias de mis abuelos acurrucada cerca del brasero, y aprendí el oficio de tejedora de mi propia madre. Y ahora de vieja salgo todavía a caminar y a mirar el mar, y a veces me hago una agüita de boldo con harta azúcar. Y los sábados me levanto a preparar un almuerzo rico porque viene usted, y cuando le oigo los pasos el corazón se me acelera de la emoción. Y es verdad: ya tengo más de ochenta años y sé que me voy a morir en un tiempito más. Y cuando estos viejos de la caleta se mueran también, y cuando se muera usted, nadie se va a acordar de mí, así como poco a poco a mí misma me va siendo cada vez más difícil recordar la cara de Florencio, y la de Rubén, y también la del padre Jerónimo, y hasta me olvido de cómo era mi pobre vecina Jimena, que en paz descanse, tan joven que partió. Pero a mí eso no me preocupa, no me preocupa que cuando yo muera a usted mismo le cueste recordar mi cara y mi voz. ¿Sabe por qué? Porque lo tuve a usted en mis brazos, y porque aprendí a tejer con mi madre, y porque me he tomado miles de agüitas mirando el mar. Eso nadie lo sabe y a nadie le importa y por lo mismo está claro que nadie lo va a recordar, pero yo lo tengo acá adentro, y cuando venga la muerte la podré mirar y preguntarle cuántos hijos tuvo ella, cuántas cucharadas de azúcar le puso a sus tecitos, cuántas veces vio una gaviota lanzarse en picada al mar y salir de vuelta hacia el cielo con un pescado. Y la muerte no me va a poder decir nada, porque la muerte es eso: la muerte. La muerte es la envidiosa de los que tuvimos una vida. Y no sabe la envidia que le da cuando ve que otra gente va a despedirse del que se está llevando, cuando escucha a esa gente hablar y decir cosas bonitas del muerto; no sabe usted, Martín, toda la rabia que siente la muerte por cada lágrima que se derrama por un finado, porque nunca nadie va a derramar una lágrima por ella.
Andrés Montero (LA MUERTE VIENE ESTILANDO)
En la vida, hay cosas que pueden realizarse y otras que no-dijo mi abuelo-.Las que se materializan, las olvidamos enseguida. Sin embargo, las que no podemos realizar, las guardamos eternamente dentro de nuestro corazón como algo muy preciado. Éste es el caso de los sueños o los anhelos. Me pregunto si la belleza de la vida no residirá en nuestros sentimientos respecto a aquello que no se ha cumplido. Que no se haya realizado no quiere decir que se haya malograd inútilmente. Porque lo cierto es que ya se ha materializado como belleza.
Kyōichi Katayama (Un grito de amor desde el centro del mundo)
En la vida, hay cosas que pueden realizarse y otras que no-dijo mi abuelo-. Las que se materializan, las olvidamos enseguida. Sin embargo, las que no podemos realizar, las guardamos eternamente dentro de nuestro corazón como algo muy preciado. Éste es el caso de los sueños o los anhelos. Me pregunto si la belleza de la vida no residirá en nuestros sentimientos respecto a aquello que no se ha cumplido. Que no se haya realizado no quiere decir que se haya malogrado inútilmente. Porque lo cierto es que ya se ha materializado como belleza.
Kyōichi Katayama (Un grito de amor desde el centro del mundo)
—¿Cuál crees que es el verdadero carácter de la belleza? —Paso —le respondí con brusquedad. —En la vida, hay cosas que pueden realizarse y otras que no —dijo mi abuelo—. Las que se materializan, las olvidamos enseguida. Sin embargo, las que no podemos realizar, las guardamos eternamente dentro de nuestro corazón como algo muy preciado. Éste es el caso de los sueños o de los anhelos. Me pregunto si la belleza de la vida no residirá en nuestros sentimientos respecto a aquello que no se ha cumplido. Que no se haya realizado no quiere decir que se haya malogrado inútilmente. Porque lo cierto es que ya se ha materializado como belleza.
Kyōichi Katayama (Socrates In Love)
Y si mi abuela tuviera cojones hubiera sido mi abuelo, pero como no los tenía se limitó a parir ocho hijos y a alimentarles lo mejor que pudo y supo.
José Javier Abasolo (Nadie es inocente)
-En la vida, hay cosas que pueden realizarse y otras que no -dijo mi abuelo-. Las que se materializan, las olvidamos en seguida. Sin embargo, las que no podemos realizar, las guardamos eternamente dentro de nuestro corazón como algo muy preciado. Éste es el caso de los sueños o de los anhelos. Me pregunto si la belleza de la vida no residirá en nuestros sentimientos respecto a aquello que no se ha cumplido.
Kyōichi Katayama
Existe un bello cuento sufí. Un gran emperador iba al pueblo todos los días en su caballo, en la mañana, cuando estaba saliendo el sol. Era un hermoso ejercicio para él y también una manera de constatar cuánto había crecido su ciudad, cuán bella se estaba volviendo su capital. Había soñado con convertirla en el lugar más bello de la Tierra. Pero algo lo dejaba perplejo… detenía su caballo y observaba a un anciano, que debía tener unos ciento veinte años. El anciano siempre estaba trabajando en su jardín, sembrando semillas, regando los árboles, árboles que durarían cientos de años en llegar a la juventud, árboles que vivirían cuatro mil años. El emperador se sentía perplejo, pensaba: «Este hombre ya casi está en la tumba; ¿para quién está sembrando esas semillas? Nunca verá las flores ni los frutos. Es imposible que el hombre llegue a ver los resultados de su labor». Un día no pudo resistir la tentación. Se bajó de su caballo y se dirigió al anciano: —He estado pasando por aquí todos los días y la misma pregunta me surge cada vez. Pero ahora se me ha hecho imposible no interrumpir su trabajo por sólo un momento. Quiero saber: ¿para quién está sembrando esas semillas? Los árboles madurarán cuando usted ya no se encuentre aquí. El anciano miró al emperador y se rio. Dijo: —Si ésa hubiera sido la lógica de mis ancestros, yo no hubiera podido disfrutar las flores y los frutos de este bello jardín. Yo soy jardinero por tradición, mi padre y mi abuelo sembraban semillas y yo he comido los frutos. ¿Y qué de mis hijos? ¿Y qué de los hijos de mis hijos? Si mi padre y mi abuelo hubieran pensado como usted, no existiría este jardín. La gente viene desde muy lejos a ver este lugar porque tengo árboles que tienen miles de años. Simplemente hago lo que puedo por agradecimiento. Y en cuanto a sembrar semillas… ver brotar las hojas verdes al llegar la primavera es un gozo tal que se me olvida completamente cuántos años tengo. Estoy más joven que nunca. He permanecido joven porque he seguido siendo creativo. La muerte se lleva a las personas que se han vuelto inútiles. Tal vez por eso he vivido tanto tiempo y sigo siendo joven. La muerte es compasiva conmigo porque sigo el ritmo de la vida. La existencia me extrañará; la existencia no es capaz de reemplazar a nadie. Tal vez es por eso que sigo vivo. Pero tú eres joven y haces las preguntas de un hombre que se está muriendo. Y la razón es que no eres creativo. La única manera de amar la vida es creando más vida, volviendo la vida más hermosa, más fructífera, más jugosa. No abandones esta Tierra hasta que no la hayas dejado un poquito mejor que de lo que era cuando naciste. Ésa es la única religión que yo conozco. Todas las otras religiones son falsas.
Osho (Háblanos del amor. Reflexiones sobre la poesía de Kahlil Gibran: El Profeta)
La primera bengala criminal en un espectáculo público fue trovada por Spinetta en “La bengala perdida”, canción incluida en el disco Téster de violencia (1988): “Tu “jeep” no arranca más/ ni siquiera un milagro,/ lo haría salir/del barro no volverá/adentro queda un cuerpo/la bengala perdida se le posó/ allí donde se dice “gol”/ dejaron todo bajo el vendaval/ y huyendo del lodo,/no se supo más”. Recuerdo todavía una foto en blanco y negro de la sexta edición del diario Crónica: el cadáver de un muchacho llamado Roberto Basile yacía extendido sobre los escalones de la tribuna alta visitante con una oscura mancha de sangre estampada en su cuello. Fue un 3 de agosto de 1983. Ese día se jugaba un partido entre Boca Juniors y Racing Club en la Bombonera del barrio de La Boca. El “misil” (una especie de bengala náutica) había sido disparado desde la segunda bandeja de la tribuna que habitualmente ocupa la “12”, la tristemente célebre barra brava de Boca, por entonces liderada por José Barrita, apodado “El Abuelo”. La bengala se incrustó en la garganta de Basile, provocándole una muerte prácticamente instantánea. El partido continuó como si no hubiese pasado nada: Boca y Racing empataron 2 a 2. Tres barras de Boca estuvieron detenidos apenas 10 meses, luego de los cuales quedaron en libertad, siendo sobreseídos en la causa por homicidio culposo. Este crimen quedó impune, como quedarían tantos otros en estadios, teatros y discotecas argentinas. En aquel entonces todavía estaba lejos la trágica noche de Cromañón, cuando en esa disco del barrio de Once perecerían dos centenares de jóvenes en 2005. “Cultura y poder”/son esta “porno bajón”/por un “color”/ solo por un “color”/no somos tan malos,/ya la cancha estalla en nada/sin darme cuenta,/voy cayendo en cruz/ hacia el cenit,/el cielo ya no tiene mis pies/ y la espiral,/que me habrá de llevar/no es mejor,/que todas esas vueltas que di/buscando un amanecer. Si bien Spinetta sigue usando aquí imágenes de cuño surrealista, el hecho policial es la motivación del texto. Como en los “cantares de ciego” españoles o la literatura de cordel, Spinetta toma la noticia y la reescribe en un lenguaje poético: “‘Tití’ portando/un dulce exocet/que busca de piel en piel/de las tribunas se puede regresar/tan solo hace falta,/ser de masa gris”, dice transfigurando el registro periodístico en poesía. Cerca del final de la canción, apela a una sentencia rotunda: “no quiero un valle de “catacumbas”/nunca más
Sandra Edith Gasparini (Iniciado del alba : seis ensayos y un epílogo sobre Luis Alberto Spinetta (Spanish Edition))
Cuando yo nací (en El Porvenir), bueno, ya que crecíamos, nos trajeron caminando por aquí, por este caminito, con mi abuelo Aldegundo. Fuimos a su casa, fuimos a conocer a Pedro Reyes que allí vivía con doña Juana, pobrecito, pobrecito, comiendo frijolitos. A mí también me dieron. ¿Cuántos años hará de eso? Hace como 20 ó 25 años. Regresamos, están igual y ¿quiénes están iguales? Igual está doña Delfina de pobre, igual está mi tía Juana, igual está Felipe, igual está Emilio y aquí su hijo, igual está Tibe, igual están todos. ¿Por qué? Porque no progresamos los pobres, ¿A dónde va a dar tanto que sembramos café, tanto que sembramos maíz, tanto que sembramos chile, tanto que nos alquilamos, a dónde va a parar eso? A manos de los ricos, es el gran robo, es la explotación que han hecho los hombres ricos a los hombres pobres, es la explotación del hombre 'por el hombre, es la explotación por el hombre rico al hombre pobre. Los pobres están siendo explotados, los pobres están siendo robados, por más que le siembren maíz a las faldas de los cerros. Todo ese maíz no nos produce nada porque cuando tenemos mucho maíz no vale; cuando tenemos poquito el maíz, vale tan tito. Y ¿por qué? ¿Seremos los pobres los tarugos, los que nos reunimos y una vez reunidos los pobres tarugos le ponemos un precio muy bajo al café? No. ¿O le ponemos nosotros un alto precio al café? Tampoco. Nosotros los pobres no tenemos la libertad de mandar en el café. ¿Cuánto café está en este carro? ¿Quién le puso el precio? ¿El dueño? No. ¿Quién es el dueño?, perdonando. ¿Cómo se llama? ¿Don Aurelio Rodríguez le puso el precio al café? Se lo pusieron los ricos. Al café de ustedes, al café de Ventura...
Lucio Cabañas
a él le digo que no es por lo penca del modelo que anda tan enrabiado y musitando un discurso lleno de odio debajo de un capuchón, sino precisamente por lo contrario: andas así porque eres hijo del éxito del modelo, no de su fracaso. Casi todas tus frustraciones derivan de lo que has conseguido y de los efectos de haberlo conseguido: primero, porque desde un peldaño más elevado se te ha abierto un horizonte más amplio de apetencias; segundo, porque no eres el único sino parte de una legión de gente que consiguió lo mismo y pretende lo mismo. Y si eres universitario, a pesar de que en otros tiempos y con tu modesto puntaje no habrías podido entrar ni al casino de la facultad, recuerda que fue el odiado modelo el que te permitió hacerlo porque llenó este país de universidades. Muchas son mediocres o rascas, no hay duda, pero son universidades a fin de cuentas, universidades que te aceptaron pese, no lo olvides, a tu bajo puntaje. Y si reclamas por el costo del crédito es porque tus padres progresaron lo suficiente para estar en condiciones de pedir uno; a tus abuelos no se lo hubieran dado porque no eran «sujetos de crédito». Y si te inquietas por tus escasas posibilidades para ejercer con tu flamante título de especialista en planilla Excel o algo por el estilo, eso será fruto de que otros diez mil lograron lo mismo que tú y te disputarán los pocos cargos que están disponibles cada año y por salarios a veces inferiores a los de una nana.
Fernando Villegas (Villegas Presidente)
En cierta ocasión, paseaba con el Abuelo en su coche, un domingo por la mañana, en Midland City, Ohio. Yo era un niño. El, y no yo, se burlaba de todas las religiones organizadas. Recuerdo que cuando pasamos frente a una Iglesia Católica, me dijo lo siguiente: "¿Crees que tu papá es un buen químico? Ahí están convirtiendo galletas saladas en carne. ¿Puede tu padre hacer eso?" Cuando pasamos frente a una Iglesia de Pentecostés, afirmó: "Los gigantes mentales ahí reunidos creen en cada una de las palabras incluidas en un libro compilado por un montón de predicadores 300 años después del nacimiento de Cristo. Espero que, cuando crezcas, no serás tan tonto como para creer en todas las palabras impresas.
Kurt Vonnegut Jr. (Hocus Pocus)
—Ustedes eran celtas miserables, sumidos en la vileza de una raza inferior y mestizados por el latinismo de Roma, lo que hacía aún más triste su situación. Afortunadamente, fueron conquistados por los godos y otros pueblos de nuestra raza, que les infundieron la dignidad de personas. No olvide usted, joven, que los vándalos fueron los abuelos de los prusianos actuales. De
Vicente Blasco Ibáñez (Los cuatro jinetes del apocalipsis)
El lenguaje, los silencios, las casas, la convivencia, los sentimientos... Todo es política. Incluso la literatura. Es política que uno de mis libros preferidos de niña fuera La vida nueva de Pedrito Andía. Es política la entonación de mi padre al leerme Las encinas de Machado antes de dormir: "Quién ha visto sin temblar/ un hayedo en un pinar". Siempre enfatizaba estos versos. Mientras escribo sobre mi familia, releo a Machado y repito con frecuencia el poema. Imagino a mi madre y a mi abuelo como encinas (sencillos, vigorosos, pero sin tormento).
Gabriela Ybarra (El comensal)
aprendizaje es tan difícil, que los padres y abuelos se pasan horas los fines de semana enseñando a dibujar los caracteres a sus hijos y nietos. De manera que cuando entran en la escuela primaria, los estudiantes ya tienen una disciplina de estudio muchísimo mayor que la de los niños norteamericanos o latinoamericanos. De allí en más, los asiáticos dan por sentado que deben estudiar unas diez horas por día. No hay televisión, ni fútbol, ni fiesta que valga.
Andrés Oppenheimer (Cuentos chinos: El engaño de Washington, la mentira populista y la esperanza de América Latina)
Hay muchas clases de amor. El de un abuelo por sus nietos. El de unos padres por sus hijos. El de los hermanos. El de la familia. El de los amigos. El de las parejas, y tanto da que sean recién casadas o lleven cincuenta años juntas. Pero, sin duda, el amor que más nos cambia es el primero.
Jordi Sierra i Fabra (Todas las chicas se llaman Clara)
«Esta es la historia de mis abuelos y de los vuestros, de nuestros padres y de nuestras propias vidas. De alguna forma es la historia de todos nosotros.»   KEN FOLLETT
Ken Follett (El universo de Ken Follett (The Century))
-"<>, dijo mi abuelo. Qué gran verdad. [...] es que hay que saber decir adiós, pero no solo a los muertos. Por encima de todo, hay que saber decir adiós a los vivos que no nos hacer felices y a los que no podemos hacer felices. Lo demás es hacer el imbécil.
Begoña Oro (Croquetas y wasaps)
La decadencia es ese tobogán que gobiernan los jóvenes: a partir de ahora las cosas son así, abuelo. Y la vejez consiste precisamente en no poder elegir y en tener que asimilarte por la fuerza a esa manga de ignorantes modernos que te ponen un revólver de futuro en la nuca. Se acabó lo que se daba. Te gusta o te vas, te adaptás o morís.
Jorge Fernández Díaz (El puñal)
y un quinto del precio de mercado de un sistema de aspersión con prestaciones similares. Cuando la investigación y desarrollo es gratis (gracias, comunidad de código abierto) y no se añade al precio la propiedad intelectual, no resulta difícil recortar las alternativas del propietario, incluso a un volumen más bajo. En realidad salió aun más barato, y actualmente puedes comprar un kit de OpenSprinkler por 79,95 dólares. Rui Wang utilizó proveedores estándares para hacer las placas electrónicas y facilitar los componentes necesarios, y creó una tienda web para venderlos. Salir al mercado costó menos de 5.000 dólares, todo incluido. Aunque no es calderilla, es muchísimo menos de lo que mi abuelo tuvo que pagar sólo por las minutas de sus abogados para las patentes. Y seguro que la empresa que finalmente compró la licencia para su patente gastó cien veces esa cantidad para poner el producto en la calle.
Chris Anderson (Makers: La nueva revolución industrial (Nuevos paradigmas) (Spanish Edition))
Pasó junto á la barca del abuelo, y el cazador se llevó la mano á los ojos, como si le hiriese un relámpago. —¡Mare de Deul—gimió aterrado, mientras la escopeta se le iba de las manos. Tonet se irguió, con la mirada loca, estremecido de pies á cabeza, como si el aire faltas© de pronto en sus pulmones. Víó junto á la borda de BU barca un lio de trapos, y en él algo lívido y gelatinoso erizado de eanguijaeiae: una cabecita hinchada, deforme, negruzca, con las cuencas vacías y colgando de una de ellas el globo de un ojo: todo tan repugnante, tan hediondo, que parecía entenebrecer repentinamente el agua y el espacio, haciendo que en pleno sol cayese la noche sobre el lago. Levantó la percha con ambas manoi^, y fué tan tremendo el golpe, que el cráneo de la perra crujió como si se rompiese, y el pobre animal, dando un aullido, se hundió con su presa en las aguas arremolinadas.
Vicente Blasco Ibáñez (Cañas y barro)
José abandonó el despacho de su abuelo con lágrimas en los ojos y, por primera vez en su vida, deseó alejarse de Outeiro y volver a su pueblo, donde a pesar de la miseria se encontraba en paz consigo mismo. (p. 63)
Manuel Ramos Ramos (Tres cipreses: Novela)
Yo confío en los sencillos que se desplazan hacia el mar tornasolado. Pongo mi piel a la venta ¿y quién me compra? Tal vez el camino abandonado que no tiene posada, tal vez el abuelo del iris en una isla en que está la paloma. Si quieren mellar mi espada, adelante. Si quieren robar mis versos, adelante. Si quieren confundirme con el loco John Doe, adelante. Estoy pronto a todo, a ser el inerme nacarado que pasa y no pasa. A ser la criatura clausurada que nadie saluda en la calle. A ser el imperfecto que cada día derrama el cubo de la basura. Pero no podrán quitarme el desvariado sentir que imanta en las dalias caídas, No me podrán quitar esta sangre inocente que milita en una isla avergonzada.
Francisco Matos Paoli (Canto de La Locura)
Me acuerdo de algo que decía mi abuelo: "Y esos, los inocentes, ¿por qué mueren? Si no son capaces de decir nada." El abuelo era hombre de libros, leía todas las noches.
Svetlana Alexievich (PAQ. SVETLANA ALEXIEVICH. ULTIMOS TESTIGOS / LOS MUCHACHOS DEL ZINC)
Un hombre obscuro aúlla, son los abuelos, su alarido sanguinario, como de piedra de puñales, la tribu caliente y aventurera, los mitos heroicos, de sangre, de guerra, de muerte, dios y alcohol con huesos, la divinidad asesina, entreabriéndose contra lo obscuro, el perro, el chacal, el cerdo, que braman debajo.  
Pablo de Rokha
Aquella fue la primera vez en su vida que Raquel Fernández Perea vio llorar a su abuelo, la primera y la última, la única, pero nunca se sintió privilegiada ni orgullosa por haber sido testigo de su llanto, como había sido tantas veces espectadora de su alegría, porque su abuelo lloraba como un niño pequeño, sin freno, sin pausa, sin consuelo, olvidado de su nieta y de sí mismo, del hombre que había sido y del que seguía siendo, un hombre que había podido morir muchas veces y había salvado la vida para celebrar la muerte de su enemigo bailando un pasodoble con su mujer en una plaza del Barrio Latino de París, muy poco, poquísimo, casi nada, con un frío que pelaba y delante de una pandilla de inocentes, Ignacio Fernández Muñoz, alias el Abogado, defensor de Madrid, capitán del Ejército Popular de la República, combatiente antifascista en la segunda guerra mundial, condecorado dos veces por liberar Francia, rojo, español, y propietario de una pena negra, honda y sonriente que su nieta no olvidaría jamás, como no olvidaría la tarde en que le vio llorar, más solo, más angustiado, más derrotado que nunca, incapaz de seguir reteniendo por más tiempo todas las lágrimas que no había dejado ir mientras toreaba a la muerte por su cuenta, mientras se fugaba de las cárceles, de los campos, de los trenes, de los que le querían matar sólo porque era él, y que eran todos, mientras se acostumbraba al fracaso perpetuo de una vida próspera en un país ajeno, y al sueño imposible de la ciudad propia que volvía a perder cada mañana, porque somos de un país de hijos de puta, vamos a brindar, porque somos de un país de mierda, brindemos, él había levantado la copa, todas sus copas, pero había retenido también todas sus lágrimas para dejarlas ir ahora, sin freno, sin pausa, sin consuelo, para llorar el llanto de una vida entera [...]
Almudena Grandes (El corazón helado)
Y si hubiera viajado, ¿qué habría hecho, además de llorar? ¿Y cómo habría sido su llanto? ¿Un llanto prudente, avergonzado, un llanto de personaje secundario? ¿O uno desgarrador y honesto, que competiría en decibeles con el llanto de la madre y de los abuelos y de los amigos? ¿Un llanto como de pose, una pose como de llanto? Él le habría donado a Vicente un pulmón, un riñón, el hígado, por ejemplo, claro que sí.
Alejandro Zambra (Poeta chileno)
Allí donde antes había estado nuestra casa, el abuelo recogió los huesos en una cesta. Ni siquiera consiguió llenar la cesta...
Svetlana Alexievich (PAQ. SVETLANA ALEXIEVICH. ULTIMOS TESTIGOS / LOS MUCHACHOS DEL ZINC)
Quemaron nuestra aldea. Las bombas destruyeron el cementerio. Fuimos corriendo: los muertos estaban fuera de las tumbas..., como si los hubiesen vuelto a matar... Vimos a nuestro abuelo, había muerto hacía poco. Hubo que volver a enterrarlos...
Svetlana Alexievich (PAQ. SVETLANA ALEXIEVICH. ULTIMOS TESTIGOS / LOS MUCHACHOS DEL ZINC)
​.... podrás tomar conciencia de tu cuerpo, y concentrarte en observar cómo éste se relaja, y  cómo disminuye la frecuencia de tu respiración y de los latidos de tu corazón. ​Y cuando llegas a ese estado de quietud, el cerebro empieza a emitir las ondas alpha y theta. Y en ese estado, puedes sentir tu ser en su totalidad, vibrando en todos sus niveles. Aunque, te advierto que, la mente se empeñará en despistarnos con todo tipo de pensamientos para sacarnos de ese momento presente: los recuerdos, los juicios, las críticas, los reproches, las preocupaciones,.... Y entonces, es cuando conviene aprovechar para meditar, es decir, para observar nuestros pensamientos. Darse cuenta de los pensamientos, de cómo se producen y cómo pasan por nuestra mente, y dejarlos marchar sin enjuiciarlos. - Ángela: Eso suena un poco difícil ¿no? -       Abuelo: Es complicado mantener a la mente a raya. Pero, es cuestión de práctica. - Ángela: ¿Y para qué sirve eso de meditar? -       Abuelo: Para ser más conscientes de nuestros pensamientos, de las proyecciones que hace nuestra mente, para observarnos y observar a los demás con neutralidad, y conocernos sin enjuiciarnos, es decir, aceptar lo que somos...
María Cruz Núñez Campos (La Música: Sanación del Cuerpo y del Alma: Musicoterapia. Historia de la música. Las razones de la música. Orígenes de la música. (Spanish Edition))
—Nuestro abuelo tenía un lema. Decía: “La familia se apoya. La familia se cuida. La familia es lo único que perdura. Aunque lo acabes jodiendo todo”. —Inspiró hondo—. Bueno, pues esas palabras tienen muchas lecturas. Una de ellas es que a la familia se la quiere incluso cuando creemos que no.” - Tyler Kizer
NOT A BOOK (Rompiendo las reglas (Cruzando los límites, #2))
las personas se inspiran para obtener el mayor rendimiento cuando los líderes describen una visión y luego invitan a un cliente para que le dé vida con una historia personal.15 El mensaje del líder proporciona la visión general para poner en marcha el coche y la historia del usuario ofrece un atractivo emocional que presiona el acelerador. En Skype, Josh Silverman sabía que la mejor manera de activar el acelerador no era solamente con sus palabras. Después de hablar sobre cómo Skype permitía que sus hijos tuvieran una relación personal profunda con sus abuelos a pesar de tener ocho zonas horarias entre ellos, dio vida a la visión cediendo la palabra a usuarios de Skype en todas sus reuniones generales. Una pareja de casados compartió cómo había sobrevivido una separación de un año durante su compromiso “gracias a las conversaciones diarias por Skype”. Un soldado habló de cómo Skype le había permitido mantener una estrecha relación con sus hijos mientras estaba de servicio en Irak; incluso abrieron los regalos de Navidad juntos. “Traer al cliente a la habitación los conectaba con la misión y llegaba a sus corazones y mentes”, dice Silverman. “Eso ayudó a los empleados a ver el gran aporte que podríamos hacerle al mundo”.
Adam M. Grant (Originales: Cómo los innovadores e inconformes mueven el mundo)
Percibía aquella belleza de una manera extraña. No eran deseos, ni entusiasmo, ni tampoco placer lo que Masha suscitaba en mí, sino una honda, aunque agradable, tristeza. Era una tristeza indefinida, vaga como un sueño. Sin saber por qué, sentía lástima por mí mismo, por mi abuelo, por el armenio y por la misma pequeña armenia, y experimentaba una sensación como si los cuatro hubiéramos perdido algo importante y necesario para la vida, algo que jamás volveríamos a encontrar. También mi abuelo se puso triste. Ya no hablaba de rastrojos ni de ovejas, sino callaba, pensativo, mirando a Masha de tiempo en tiempo.
Anton Chekhov (Cuentos de Chejóv (Spanish Edition))
ERNESTO.—(Enojado.) ¡De qué me sirven! Pero ¿vos te creés que los hijos se traen al mundo para que nos sean útiles, como una cosa, como un terreno, como una cuenta en el Banco? ¡Qué sabes vos lo que es un hijo! ¡De qué me sirven...! Para tener la alegría de saberlos fuertes, sanos, creando una familia y un hogar; para que los nietos hablen del abuelo y besen su retrato viejo que se guarda en la casa como una reliquia. ¡De qué me sirven!... ¡Ya me sirvieron, viejo zonzo! ¡Ya me dieron la alegría de verlos crecer, la pena de verlos enfermos, y esas alegrías y esas penas fueron otra vida que iban viviendo dentro de la nuestra y que sigue viviendo aún! ¡De qué me sirven, preguntás!
Arnaldo Malfatti (Así es la vida)
No sólo nos llega en el código genético el color de los ojos o el dibujo de la nariz, sino la pasión por el alcohol o la ruleta, el amor febril y desaforado, los gestos que hacemos al mirar por una ventana, los estados de ánimo, los celos, la cobardía o el coraje, la ensoñación o la tendencia al delito y al asesinato. No somos un yo, sino una suma de individuos que se dan cita en nuestro cuerpo, una actualización de muchos ancestros que encarnan, de pronto y sin permiso, en nuestra piel, en nuestras manos, en nuestra más escondida psicología. Somos clan, tribu, pura muchedumbre en movimiento. Las palabras que dices en la intimidad del lecho con tu pareja las decía tu abuelo, los accesos de depresión incontrolada son de tu bisabuela, el talento para pintar o componer es de tu madre, y de la misma forma tu hijo dirá o hará cosas que son tuyas, porque tú se las has transmitido con la máxima generosidad, pero también con la máxima crueldad. Eres Dios y Satán para tu progenie.
Mario Mendoza (Relato de un asesino)