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—Te quiero.
Y Tatiana llora.
—Lo sabes, ¿verdad?—le susurra él—. Te quiero. Estoy ciego por ti, loco por ti. Estoy enfermo de amor por ti. Enfermo de amor por ti. Te lo dije la primera noche que estuvimos juntos, cuando te pedí que te casaras conmigo, y te lo digo ahora. Todo lo que nos ha pasado, absolutamente todo, es porque crucé aquella calle por ti. Te adoro. Lo sabes muy bien. Por cómo te abrazo, por cómo te toco, mis manos en tu cuerpo, Dios, dentro de ti, todo lo que no puedo decirte durante el día, Tatiana, Tania, Tatiasha, amor mío, ¿me sientes? ¿Por qué lloras?
—A eso lo llamo yo susurrar...
Alexander sigue susurrándole, ella llora, ella se entrega en una rendición incondicional y llora y llora. La entrega no resulta fácil, ni para ella ni para él, pero sí hay entrega en el refugio de la noche.
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Paullina Simons (The Summer Garden (The Bronze Horseman, #3))
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Ella puso mi mano a su alrededor, luego murmuró algo incoherente pero sonó como,
"Dime un secreto"...
...."Estoy loco por ti
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Julie Cross (Tempest (Tempest, #1))
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—Gracias. Resulta que estuve a punto de volverme loco porque pensaba que habías muerto, y tuvieron que ponerme a un guardián para que no me abriera las venas o me arrancase yo mismo el corazón. Aunque, conscientemente, sabía que no ibas a morir; pero no podía soportar vivir en un mundo en el que no existieras.
—Eso es de Crepúsculo. —Replicó ella anonadada por la increíble imagen que presentaban ambos juntos. Rubios los dos, él hecho polvo y ella medio desnuda—. Incluso yo la he visto.
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Lena Valenti (El libro de la alquimista (Saga Vanir #6))
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Shepley trotó alrededor de la parte delantera del Charger, y luego se deslizó en el asiento del conductor. —Todavía estoy tomando la posición oficial de que esto es una mala idea.
—Anotado.
—Entonces, ¿a dónde?
—Steiner.
—¿La joyería?
—Sip.
—¿Por qué, Travis? —dice Shepley, su voz más severa que antes.
—Ya verás.
Niega con su cabeza. —¿Estás tratando de ahuyentarla?
—Va a suceder, Shep. Sólo quiero tenerlo. Para cuando llegue el momento.
—No hay momento en el corto plazo ahora mismo. Estoy tan enamorado de América que me vuelve loco a veces, pero no somos lo suficiente mayores para esa mierda, todavía, Travis. Y… ¿qué si ella dice que no?
Mis dientes se apretaron ante la idea. —No se lo pediré hasta que sepa que está lista.
La boca se Shepley tira hacia un lado. —Justo cuando crees que no puedes conseguir nada más loco, haces algo más para recordarme que estas mucho más allá del loco palo de mierda.
—Espera a ver la roca que voy a recibir.
Shepley estiró su cuello lentamente en mi dirección. —Ya has estado allí de compras, ¿cierto?
Sonreí.
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Jamie McGuire (Walking Disaster (Beautiful, #2))
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¿Quien sabe? Quizas ellos tengan razón. Quizas estamos siendo manejados como locos por nuestros sentimientos. Quizas el amor es una enfermedad y estaríamos mejor sin ella. Pero nosotros elegimos una ruta diferente. Y al final, ese es el punto de escapar de la cura: Somos libres para elegir. Somos incluso libres para elegir algo horrible.
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Lauren Oliver (Requiem (Delirium, #3))
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Continuaba cuestionando los límites del mundo, al ver la miseria de quien con ellos se conforma, y no pude soportar por mucho tiempo lo fácil de la ficción: yo le exigía la realidad, me volví loco.
Si mentía, me quedaba en el plano de la poesía, de una superación verbal del mundo. Si perseveraba en una denigración ciega del mundo, mi denigración era falsa (como la superación). En cierto modo, mi conformidad con el mundo se profundizaba. Pero al no poder mentir a sabiendas, me volví loco (capaz de ignorar la verdad). O al no saber ya, para mí solo, representar la comedia de un delirio, me volví loco pero interiormente: viví la experiencia de la noche.
La poesía dio simplemente un giro: escapé por ella del mundo del discurso, que para mí se había convertido en el mundo natural, entré con ella en una especie de tumba donde la infinitud de lo posible nacía de la muerte del mundo lógico.
Al morir la lógica, daba a luz locas riquezas. Pero lo posible evocado no es sino irreal, la muerte del mundo lógico es irreal, todo es turbio y huidizo en esta oscuridad relativa. Puedo burlarme de mí mismo y de los demás: ¡todo lo real carece de valor, todo valor es irreal! De allí esa facilidad y esa fatalidad de deslizamientos en los que ignoro si miento o estoy loco. La necesidad de la noche procede de esa situación desafortunada.
La noche no podía sino desviarse de todo ello.
El cuestionarlo todo nacía de la exasperación de un deseo, ¡que no podía abocar al vacío!
El objeto de mi deseo era, en primer lugar, la ilusión y no pudo ser más que en segundo lugar el vacío de la desilusión.
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Georges Bataille (Lo arcangélico y otros poemas)
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Es que desde que la vi, no sé cómo ni por qué, ocupa usted un lugar en mi vida; es que por más que alejo su imagen de mi pensamiento, ella sigue volviendo a mí; es que hoy, cuando la encontré, después de dos años sin verla, ha adquirido un ascendiente mucho mayor sobre mi corazón sobre mi mente; finalmente es que ahora que me ha recibido, que la conozco, que sé todo lo que hay de extraño en usted, se me ha vuelto indispensable, y que me volvería loco, no solo si no me amara, sino también si no me dejara amarla.
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Alexandre Dumas fils (La dame aux camélias)
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Aquello de que el fin del dinero es el fin del amor puede interpretarse al revés.
No significa que cuando se termina el dinero la mujer abandone al hombre. Cuando
se queda sin dinero el hombre se siente al fondo del abismo, sin el menor ánimo de
reír, hundido en el pesimismo, y es él quien termina abandonando a la mujer. El
hombre se vuelve medio loco y no para de dar sacudidas hasta que se libera de ella.
Podrás encontrar la explicación del proverbio en el diccionario Kanazawa… Por mi
parte, lo he vivido en carne propia
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Osamu Dazai (No Longer Human)
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La cuarta forma de la locura, aquella que se da cuando alguien contempla la belleza de este mundo, y, recordando la verdadera, le salen alas y, así alado, le entran deseos de alzar el vuelo, y no lográndolo, mira hacia arriba como si fuera un pájaro, olvidado de las de aquí abajo, y dando ocasión a que se le tenga por loco. Así que, de todas las formas de «entusiasmo», ésta es la mejor de las mejores, tanto para el que la tiene, como para el que con ella se comunica; y al partícipe de esta manía, al amante de los bellos, se le llama enamorado.
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Platón (Fedro: O de la belleza. (Spanish Edition))
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—Ella no significa nada para mí. —La voz de Dank envió un hormigueo por mi cuello y en mi pecho—. Nunca te mentiría, Pagan. —dijo, con urgencia, contra mi oreja. Abrí los ojos para mirar hacia él, con ganas de ver el azul de sus ojos. Sus labios rozaron la punta de mi oreja e hizo un sendero hasta mi cara. Ambas manos se apoderaron de mi cintura tirando de mí con fuerza, contra su cuerpo—. Tú me tientas. No puedo caer en la tentación.No estoy hecho para ser tentado pero, Pagan Moore, me tientas. Desde el momento en que vine por ti me atrajiste. Todo acerca de ti... —Una de sus manos que se posaba en la parte izquierda de mi cintura, se trasladó hasta acariciar suavemente mi brazo—. Tú me vuelves loco de necesidad. De deseo. No lo entendía al principio. Pero ahora lo sé. Es tu alma llamándome. Las almas no significan nada para mí. No se supone que deban. Pero la tuya se ha convertido en mi obsesión. —Bajó la cabeza a mi hombro y me besó en la curva de mi cuello. Su mano se movió por debajo de mi camisa y el calor de la palma de su mano descansaba sobre mi vientre desnudo. Un pulso de calor se apoderó de mí y me apretó fuertemente contra él para que no me cayera—. Quiero matar a ese chico cada vez que veo sus manos sobre ti. —Besó el camino hasta mi cuello y arqueé mi cuello en respuesta a darle un mejor acceso. Nada se había sentido así. Su tacto era como una droga—. Quiero arrancar los brazos de su cuerpo para que no te pueda tocar de nuevo. —Un gruñido bajo, familiar vibraba en mi espalda—. Pero no puedo tenerte, Pagan. No estás hecha para mí. —Su voz sonaba torturada. Quería consolarlo. Él me reclamó también. De alguna manera, había entrado en mi mundo y se había convertido en el centro del mismo.
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Abbi Glines (Existence (Existence, #1))
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Dalila ante su tocador
Peinaba sus largos cabellos. El marfil relucía.
La masa rojiza que el aire seco electrizaba
Caía sobre su espalda como paño de seda…
De un frasco de cristal, la hábil hechicera
Derramó sobre sus senos ese perfume que embriagaba…
Al contacto con la piel se volatilizaba
El fuerte olor a nardo y a tuberosa…
Y su amante volvió. Al sentirla tan bella
Saltó, loco de amor, y se arrojó sobre ella
Cediendo a su deseo, Dalila se entregaba…
Pero nueve meses después de esta aventura
—Un plazo necesario por naturaleza–
Nació, en aquellos tiempos, el primer estornino[51]…
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Boris Vian
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Siempre puedo decir que yo no fui, que no pude impedirlo, piensa imaginando la entrevista del periódico. Pero tal vez no haya entrevista, y por lo tanto está anclada en el presente, con cuatro marcianos y un loco que espera a que ella diga algo. De modo que esto es lo que ocurre a sus espaldas; de modo que esto es lo que significa estar viva; lamenta haber querido saberlo. Pero el cielo ya no es liso; es más azul que nunca y se aleja de ella, claro pero desenfocado. You are my sunshine…, piensa Annette. Eres mi sol, cuando el cielo está gris. La luz es la de siempre. No ha cambiado. ¿Soy uno de ellos o no?
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Margaret Atwood (Chicas bailarinas)
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—El día que conocí a tu madre, sabía que estaría en mi vida para siempre. Había algo sobre ella y supe que me estaba enamorando ese primer día. Te hacía querer ser mejor, tratar de ser digno de su amor. Lamentablemente, tu padre pensaba lo mismo, nadie entendía por qué cambió drásticamente, excepto yo. A pesar de que ella estaba conmigo, dejó de beber, dejó de dormir con otras chicas, es como si lo hubiera hecho madurar al instante y convertido en el tipo que finalmente quería ser para que pudiera tener una oportunidad con ella. Siempre tuve miedo de perderla por él algún día, es como si me diera cuenta de que era una cuestión de cuándo, no de sí. Pero tu madre era diferente, yo había salido con muchas chicas, pero realmente no me importaba si estaban allí o no. Eran sólo alguien para tratar de llenar el dolor de perder a mi padre. Así que cuando me reuní con ella y se dio cuenta de mis sentimientos, luché por mantenerla tanto tiempo como pude. No se lo digas a tu mamá, pero Chase y yo constantemente peleábamos por ella cuando no estaba cerca. Infierno, incluso peleábamos por ella cuando estaba cerca. Sabíamos que cualquiera de nosotros podría tener a cualquier chica que quisiéramos, pero sólo queríamos a Harper. Así que, por supuesto, siendo nosotros, las palabras se utilizaron en puños y volaban cuando nos quedábamos solos. No le dije esto, pero ya sabía lo que había pasado con tu padre antes de que ella me lo dijera. Cuando llegué a casa de la rotura, y Chase no me molestó de nuevo, sabía que algo había pasado. Sólo no sabía qué todavía. Pero ¿sabes qué pequeño hombrecito? No puedo ni siquiera estar loco sobre eso más, porque si no hubiera pasado, no estarías aquí ahora.
Besó suavemente a nuestro hijo de tres meses quien estaba completamente cautivado en sus historias y señaló la última foto en el libro.
—Y él te amaba y a tu mamá, muchísimo. Siempre voy a recordarte eso, pero desearía que hubieras podido reunirte con él.
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Molly McAdams (Taking Chances (Taking Chances, #1))
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Es inútil. El vacío auténtico, como un blindaje, acoraza su vida. Se detiene junto a una silla, la toma por el respaldar, hace ruido con ella golpeando las patas contra el piso; pero este ruido es insuficiente para desteñir el vacío teñido de gris. Deliberadamente hace pasar ante sus ojos paisajes anteriores, recuerdos, sucesos; pero su deseo no puede engarfiar en ellos, resbalan como los dedos de un hombre extenuado por los golpes de agua, en la superficie de una bola de piedra. Los brazos se le caen a lo largo del cuerpo, la mandíbula se le afloja. Es inútil cuanto haga para sentir remordimiento o para encontrar paz. Igual que las fieras enjauladas, va y viene por su cubil frente a la indestructible reja de su incoherencia. Necesita obrar, mas no sabe en qué dirección. Piensa que si tuviera la suerte de encontrarse en el centro de una rueda formada por hombres desdichados, en el pastizal de una llanura o en el sombrío declive de una montaña, él les contaría su tragedia. Soplaría el viento doblando los espinos, pero él hablaría sin reparar en las estrellas que empezaban a ser visibles en lo negro. Está seguro que aquel círculo de vagabundos comprendería su desgracia; pero allí, en el corazón de una ciudad, en una pieza perfectamente cúbica y sometida a disposiciones del digesto municipal, es absurdo pensar en una confesión. ¿Y si lo viera a un sacerdote y se confiara a él? Mas, ¿qué puede decirle un señor afeitado, con sotana y un inmenso aburrimiento empotrado en el caletre? Está perdido, ésa es la verdad; perdido para sí mismo.
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Roberto Arlt (Los lanzallamas (Los siete locos, #2))
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Se le había ocurrido la pequeña historia de una ballena nacida en el desierto, y eso era todo lo que conocía. Tenía buenos amigos entre las plantas y los animales del desierto, sólo algo no estaba bien, y era la arena que tiraba por su agujero: le raspaba. Eso la confundía porque toda su vida la había pasado ahí. Poco a poco, sin saber cómo, creció la sensación de que tenía que partir a alguna otra parte. Sin imaginar una llegada, sólo irse. Un día se despidió de sus amigos y partió. La historia termina con un largo camino que hizo, sintiéndose peor porqiue ya no estaba allá y todavía no había llegado a ninguna parte. Hasta que un día llegó al mar y no sólo el agua que soplaba por su agujro no la raspaba, sino que además había encontrado otras ballenas. Obviamente quiero decir que yo también me siento como esa ballena y que sólo sé irme y ya perdí todos los caminos de regreso y que de esto se trata lo que escribo (soy el número un millón, de los que se identifican los la ballena de esa historia). Peor en verdad hay algo más que me gusta en esa historia y es que en la ballena había un conocimiento sobre cierto orden o sentido de las cosas, aun cuando no supiera de dónde venía, ni que su malestar era por eso. En ella misma había una proporción no correspondida que se expresaba como esa voz que oía: Aquí no es, así no es. Posdata número cuatro: me gusta la idea de que el propio ser está destinado a encajar bien y no a vivir patas arriba como el loco del tarot. Posdata número cinco: esta es la única historia que conozco en la que encajar bien es lo contrario de conformarse
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Luis María Pescetti (El ciudadano de mis zapatos)
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Pronto dio con una clave que distinguía a todos los inquilinos de "la Jaula" con los del resto del manicomio. Los que andaban libres por el parque, los que convivían en el edificio central, tenían comunicación entre sí. Sabían como se movían, hablaban y se comportaban "los otros". Y esa era la gran diferencia. Para los habitantes de "la Jaula", "los otros" no existían. La gran mayoría de los dementes no eran capaces de estar atentos a nada, pero los que sí podían fijar en algo en sus pensamientos, los dirigían hacia entelequias ancladas en su pasado o en sus alucinaciones engañosas. Y así, la mujer insufrible plantada ante Alicia acusándola (...) no hablaba en realidad con ella, sino con sus fantasmas, con sus espectros, con sus duendes. En la "Sala de los Desamparados", los locos padecían sus males "en compañía". Aquí, todos estaban solos con sus quimeras.
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Torcuato Luca de Tena (Los renglones torcidos de Dios)
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Porque de tanto vivir en Westminster - ¿cuántos años ya?... más de veinte - sientes, aun en medio del tráfico, o al despertarte de noche, Clarissa estaba segurísima, una quietud particular, o mejor cierta solemnidad; una pausa indescriptible; un suspense (aunque eso podía ser del corazón, según decían aquejado de gripe) antes de que el Big Ben diese la hora. ¡Ahora! El reloj tronó. Primero un aviso, musical; luego la hora, irrevocable. Los círculos de plomo se disolvieron en el aire. ¡Qué locos estamos!, pensó cruzando Victoria Street. Porque sólo Dios sabe por qué nos gusta tanto, por qué lo vemos así, por qué lo inventamos, por qué construimos todo esto que nos rodea, y lo destrozamos para volverlo a crear de nuevo; pero si hasta los mismísimos mendigos, los miserables más desesperados sentados en los portales (beben su destrucción) hacen lo mismo; y eso no lo pueden solucionar las leyes del Parlamento y por una y misma razón: aman a la vida. En los ojos de la gente, en el vaivén, el caminar y la caminata; en el estruendo y el tumulto; en los coches, automóviles, omnibuses, camiones, hombres-anuncio que van y vienen de un lado a otro; en las bandas de música; organillos; en el triunfo, y en el tintineo y en el extraño canto de algún aeroplano que pasaba volando estaba lo que ella amaba: la vida; Londres; este momento de junio.
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Virginia Woolf (Mrs. Dalloway)
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A veces nos contábamos mutuamente nuestros sueños. Pistorius sabía interpretarlos. Recuerdo ahora uno de ellos, para el cual halló una explicación singular. Yo había soñado que volaba, pero no por facultad propia, sino lanzado a través de los aires por un violento impulso del que no era dueño. La sensación de este vuelo, deliciosa al principio, no tardaba en trocarse en miedo cuando me veía disparado a alturas vertiginosas. Pero entonces descubría con satisfacción que podía regular la ascensión y el descenso, reteniendo y dejando escapar el aliento.
A esto dijo Pistorius: “El impulso que le hace a usted volar es nuestro gran patrimonio humano común a todos. Es el sentimiento de nuestra relación con las raíces de toda fuerza. Pero nos da miedo abandonarnos a él. ¡Es tan peligroso! Por eso casi todos renuncian gustosos a volar y prefieren caminar, como buenos burgueses, por su acera, apoyados en los preceptos legales. Usted no. usted sigue volando valientemente. Y de pronto descubre usted algo maravilloso; advierte que poco a poco va adueñándose del impulso y que junto a la magna fuerza general que le arrastra hay otra fuerza pequeñita y sutil que le es propia: un órgano y un timón. Sin ella vagaría uno al azar por los aires, como les sucede, por ejemplo, a los locos. Estos tienen vislumbres más hondas que los burgueses de la acera; pero no poseen una clave, carecen de un timón que les permita marcar el rumbo, y flotan a la deriva en el espacio.
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Hermann Hesse (Demian)
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Joan era dura en el exterior, pero tenía una verdadera vulnerabilidad cuando llegabas a conocerla. Casi desde el momento en que me uní a The Runaways, había habido un lazo especial entre nosotras. La gente nos había comenzado a llamar “Sal y Pimienta”, no sólo por los contrastantes colores de cabello, sino porque siempre parecíamos estar juntas. En Joan, encontré una amistad mucho más intensa, y mucho más profunda, de lo que había conocido hasta ese punto en mi vida. Éramos niñas: Joan sólo era un año mayor que yo, y me aferraba más a ella que a cualquiera en la banda, y ella hacía lo mismo conmigo.
Cuando pienso en Joan y nuestra relación, todavía puedo sentir un distante temblor por dentro. Nuestra amistad fue un regalo de Dios para mí. Era profunda, y por momentos ella era la única que me mantenía cuerda. Joan era perceptiva. Casi como si pudiera leer mi mente. Dios, cómo necesitaba esa clase de conexión. Especialmente cuando me sentía tan desconectada. Creía en ella, y en el sueño que la había conducido tan lejos. Me sentía segura cuando me quedaba cerca de ella, como si fuera arrastrada por la red de seguridad de su resuelta visión de lo que estábamos haciendo.
A veces nos mirábamos y yo sentía un cosquilleo en mi estómago. Su sonrisa era tibia y su actitud de amor a la diversión me hacía olvidar cuán extraño y bizarro este mundo nuevo y loco realmente era. Ella era mi ancla. ¿Cómo explico a una persona que era mi mejor amiga, alguien en quien podía confiar como una hermana, alguien que para mí se volvió una fuerte atracción sexual? Bueno, es fácil. Tan fácil como era estar con ella. Podría dejarlo en que tuve momentos con una amiga que aún hoy me hacen temblar. Y fueron algunos de los momentos más satisfactorios de mi joven vida.
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Cherie Currie (Neon Angel: A Memoir of a Runaway)
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- Podría comerte entera - gruñó mientras besaba un camino de deseo en su piel - . Como si fueras una jugosa fruta. Como un hombre sediento de tu sabor.
Una febril necesidad ardía en su interior. La lujuria nunca había sido así para él, solo con Erinni. Ella era capaz de borrar el dolor de los recuerdos con un solo gemido, acelerarle el corazón con una simple caricia, y estremecer todo su cuerpo con un beso.
(...)
Dayan no pudo hacer otra cosa mas que observarla, mirar las mejillas enrojecidas, y los labios abiertos en un estrangulado jadeo de placer, mientras tiraba de su ropa interior, hasta deshacerse de ella, deslizando por fin los dedos en su miel húmeda y resbaladiza.
- Erinni - Dayan jadeó su nombre mientras levantaba la cabeza del pecho. No podía controlar el deseo que sentía. Su necesidad de tocarla, tenerla, probar la dulce miel era tan perentoria que creyó que se volvería loco.
Plantó un dulce camino de besos a través del pecho y el cuello, hasta llegar de nuevo a los labios.
- Tan suave - gruñó contra sus labios, y después los acarició mientras introducía los dedos en el interior del mojado y terso pliegue entre sus muslos.
Erinni se quedó inmovil con los ojos otra vez abiertos, y lo miraba mientras susurraba su nombre una y otra vez. Los dedos se movian con lentitud por el resbaladizo pliegue hasta rodear poco a poco el hinchado clítoris.
(...)
- Si, Erinni - gimió contra sus labios, aún asombrado por la ternura que ella le demostraba - Tócame, por lo que mas quieras.
La necesidad de sentir sus manos sobre la piel lo asustaba y enardecía a partes iguales. Lo quería todo de ella: su cuerpo, su alma, su corazón. Y en mitad de aquel frenesí, mientras enterraba la polla en el apretado y caliente coño, se imaginó que aquello era lo más cerca que jamás estaría del paraíso.
(...)
Erinni lo miró a la cara, y su rostro era la imagen de la sensualidad, con los ojos oscurecidos por el deseo, hambrientos y embelesados. Pudo ver allí la necesidad y la rápida perdida de control, y le encantó.
(...)
Dayan la miraba, con los ojos prendidos en ella como si se sorprendiera de tenerla allí.
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Alaine Scott (La hechicera rebelde (Cuentos eróticos de Kargul #2))
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- Mírame, princesa - pidió Ravn, sin dejar de mirarla-. Mira cómo te tomo por completo.
Ella obedeció sin rechistar. Clavó sus zafiros ojos en él y sonrió. Sonrió como nunca antes lo había hecho, y Ravn se dio cuenta de ello. Algo caliente y denso cubrió su corazón en ese momento, y sin poder detener todo el alud que iba cerciéndose sobre él, le hizo el amor con desesperación.
Movía las caderas cada vez más rápido, con golpes certeros, que hacían temblar sus cuerpos y les provocaba escalofríos. Allie lo sentía tan adentro, que el placer hacía estragos en su cuerpo y en su mente. No sentía nada excepto el miembro de Ravn en su interior, entrando y saliendo, tomándola sin miramientos.
A Ravnei la cabeza le daba vueltas, y notaba un cosquilleo en la base de la espalda. Sin embargo, sus cinco sentidos estaban centrados en ella. Únicamente en Allie. Sentía su calor, su humedad, su placer rodeándole, llevándole a la locura. Su cuerpo se volvía loco ante su esencia cítrica y ante su manera de entregarse, y cada vez embestía mucho más profundo. Miró su rostro, y no pudo evitar sonreír de felicidad. Allie volvía a estar con él, por completo, sin excepción. Era demasiado para un bastardo como él, pero no la dejaría ir. Nunca más. Lucharía por ella todo lo que hiciera falta, contra viento y marea, hasta que le perdonase por completo y aceptara pasar el resto de sus días a su lado.
Sí, haría eso.
Atrapó su labio inferior entre sus dientes y mordisqueó.
Allie echó la cabeza hacia atrás, abrazándose más a él. Incapaz de soltarse por miedo a perderse en la oscuridad. Ya no sentía nada que no fuera Ravn y su aplastante presencia.
- Eres preciosa, Alyson. Nunca dudes de eso - susurró sobre su oído.
- No si tú sigues recordándomelo - contestó acunándolo.
- Lo haré, princesa. Nunca te dejaría caer en este oscuro y frío mundo.
Ella le acarició las mejillas, encendida por esa forma que tenía de tratarla, tan cercana y cálida.
- ¿De verdad?
- Sí. Yo te resguardaré cuando llueva, ¿lo recuerdas? Siempre, Alyson. Siempre. Da igual cuántas tormentas vengan, yo seré...
- Mi paraguas - terminó por él, y no pudo mas que abrazarlo con fuerza. ♥
[Allie y Ravn. Mi parejita adorable. Pg 174-175]
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Hollie Deschanel (Frozen)
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En cuanto al fin que nos proponen Plinio y Cicerón, la gloria, estoy muy lejos de tenerla en cuenta. La inclinación más contraria al retiro es la ambición. La gloria y el reposo no pueden alojarse en el mismo albergue. Por lo que veo, estos sólo tienen los brazos y las piernas fuera de la multitud; su alma y su intención continúan, más que nunca, atadas a ella: b | Tun’ uetule auriculis alienis colligis escas? [Entonces, viejo, ¿trabajas sólo para alimentar los oídos ajenos?] a | Se han echado atrás solo para saltar mejor, y para, con un movimiento más fuerte, penetrar más vivamente en la muchedumbre. ¿Queréis ver cómo se quedan cortos por un pelo?
Comparemos las opiniones de dos filósofos [Epicuro y Séneca], y de dos escuelas muy diferentes, uno escribiendo a Idomeneo, otro a Lucillo, amigos suyos, para apartarlos de la administración de los negocios y de las grandezas, y dirigirlos hacia la soledad. Hasta ahora has vivido —dicen— nadando y flotando; ven a morir al puerto. Has entregado el resto de tu vida a la luz, entrega esta parte a la sombra. Es imposible abandonar las tareas si no renuncias a su fruto; así pues, deshazte de toda preocupación por el nombre y por la gloria. Existe el peligro de que el brillo de tus acciones pasadas te ilumine en exceso, y te siga hasta el interior de tu guarida. Abandona, junto a los demás placeres, el que brinda la aprobación ajena; y, en cuanto a tu ciencia y capacidad, no te importe: no perderán su eficacia porque tú valgas más que ellas. Acuérdate de aquel que, cuando le preguntaron para qué se esforzaba tanto en un arte que no podía ser conocido por mucha gente, respondió: «Me basta con pocos, me basta con uno, me basta con ninguno». Tenía razón. Tú y un compañero sois teatro de sobra suficiente el uno para el otro, o tú para ti mismo. Que el pueblo sea para ti uno solo, y que uno solo sea para ti todo el pueblo. Es una ambición cobarde pretender obtener gloria de la ociosidad y del ocultamiento. Tenemos que hacer como los animales, que borran su rastro a la entrada de su guarida. No has de buscar más que el mundo hable de ti, sino cómo has de hablarte a ti mismo. Retírate en tu interior, pero primero prepárate para acogerte; sería una locura confiarte a ti mismo si no te sabes gobernar. Uno puede equivocarse tanto en la soledad como en la compañía. Hasta que no te hayas vuelto tal que no oses tropezar ante ti, y hasta que no sientas vergüenza y respeto por ti mismo, c | obuersentur species honestae animo [que se ofrezcan imágenes honestas al espíritu], a | represéntate siempre en la imaginación a Catón, Foción y Aristides, ante los cuales aun los locos ocultarían sus faltas, y establécelos como censores de todas tus intenciones. Si estas se desvían, la reverencia por ellos te devolverá al camino. Te retendrán en la vía de contentarte contigo mismo, de no tomar nada en préstamo sino de ti, de detener y fijar el alma en unos pensamientos definidos y limitados donde pueda complacerse; y, tras haber entendido los verdaderos bienes, que se gozan a medida que se entienden, de contentarse con ellos, sin ansias de prolongar la vida ni el nombre. Este es el consejo de la verdadera y genuina filosofía, no de una filosofía ostentosa y verbal, como es la de los dos primeros.
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Michel de Montaigne (The Complete Essays)
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Todo el mundo mira la realidad, pero poca gente la ve. El artista no es el que vuelve visible lo invisible: eso si que es romanticismo, aunque no de la peor especie; el artista es el que vuelve visible lo que ya es visible y todo el mundo mira y nadie puede o nadie sabe o nadie quiere ver. Es demasiado desagradable, a menudo es espantoso, y hay que tener los huevos muy bien puestos para verlo sin cerrar los ojos o sin echar a correr, porque el que lo ve se destruye o se vuelve loco. A menos, claro está, que tenga un escudo con que protegerse o que pueda hacer algo con lo que ve. – Rodney hizo una pausa y prosiguió-: Quiero decir que la gente normal padece o disfruta la realidad, pero no puede hacer nada con ella, mientras que el escritor sí puede, porque su oficio consiste en convertir la realidad en sentido, aunque ese sentido sea ilusorio; es decir, puede convertirla en belleza, y esa belleza o ese sentido son su escudo. Por eso digo que el escritor es un chiflado que tiene la obligación o el privilegio dudoso de ver la realidad, y por eso, cuando un escritor deja de escribir, acaba matándose porque no ha sabido quitarse el vicio de ver la realidad pero ya no tiene escudo con que protegerse de ella. Por eso se mató Heminway. Y por eso cuando uno es escritor ya no puede dejar de serlo, a no ser que decida jugársela.
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Javier Cercas
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Mas la primitiva cordura de la Idea, su estar, quieta y sosegadamente, en sí misma, era la cordura del inocente, del que cierra los ojos ante el error, la maldad y la culpa. La bondad de la Idea era, por así decirlo, la del que no se ha encontrado con el mal y, por tanto, no ha podido ni sucumbir a él ni vencerlo. La bondad y la pureza del inocente son siempre menos valiosas que la bondad y la pureza del que ha conocido el mal y, en vez de huir de él, ha iniciado con él un movido y dramático diálogo. Sólo el que ha vivido en medio del error y de la culpa, sólo el que ha tenido la experiencia del mal, es decir, sólo el que se ha vuelto una vez loco puede ser al final, cuando ha regresado sobre sí mismo, definitiva y plenamente cuerdo. Esta plenitud de ser, de serlo todo, sin ser al mismo tiempo nada más que sí mismo, es justamente lo que hace que la Idea, esto es, aquella realidad que de nada ajeno ne cesitaba, se decida a salir de ella y a proyectarse, como Hegel dice, en el elemento de lo contingente y finito. «La Idea es todo menos puritana»; quiere ex perimentarlo todo, crearse toda suerte de conflictos, porque solamente así alcanzará su plena verdad.
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José Ferrater Mora (Cuatro visiones de la Historia Universal)
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¿Por qué hay que decir la verdad? ¿Qué es lo que nos ata a ella? ¿Y por qué creemos en realidad que la veracidad es una virtud? Imagínate que te topas con un loco que dice que es un pescado y que todos somos pescados. ¿Vas a discutir con él? ¿Te vas a desnudar delante de él para enseñarle que no tienes aletas? ¿Le vas a decir a la cara lo que piensas? ¿Dime?
El hermano permaneció en silencio y Eduard continuó:
—Si no le dijeses más que la verdad, lo que realmente piensas de él, establecerías un diálogo en serio con un loco y tú mismo te convertirías en un loco. Y así es como funciona el mundo que nos rodea. Si insistiese en decirle la verdad a la cara, eso significaría que me lo tomo en serio. Y tomarse en serio algo tan poco serio significa perder la seriedad. Yo, hermano, tengo que mentir si no quiero tomarme en serio a los locos y convertirme yo mismo en uno de los locos.
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Milan Kundera (El libro de los amores ridículos)
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Despertate. Es la hora. Despertate. Tenés muchas cosas que hacer. Muchísimas. Si no te despertás ahora vas a estar todo el día corriendo, te va a salir todo mal y te vas a odiar por no haberte levantado a tiempo. Si lo hacés ahora vas a tener tiempo para ducharte y desayunar tranquilo leyendo el diario, y después te vas a sentir re bien caminando por las veredas soleadas, viendo gente, todo el día por delante para aprovechar. Si te levantás tarde como todos los días vas a salir sucio y con hambre, el resto del día te va a picar la barba y molestar el cuello de la camisa, afuera va a estar lluvioso y los colectivos van a seguir de largo cuando saques la mano para pararlos. Vas a tener que tomar un taxi y gastar plata para llegar tarde igual, a donde sea; los clientes te van a recibir con cara de orto y te van a discutir el precio, o van a haber llamado a otro. A última hora, después de un día de mierda, tenso y con dolor de cabeza de no almorzar, vas a tener que llamar a los restantes y avisarles que hoy no vas a poder llegar, les vas a dar turno para mañana que entonces va a estar atestado y no vas a poder cumplir tampoco, aunque te levantes tempranísimo, que por supuesto no vas a hacer porque si no lo hiciste hoy, que por ahora es más o menos tranquilo, ¿cómo vas a hacerlo mañana, que va a ser un día de locos por no levantarte a tiempo hoy? Tranquilo es un decir, ya es menos tranquilo que hace diez minutos, cuando deberías haberte levantado. Y cada día peor, en progresión geométrica; es increíble cómo sabiendo que estás arruinando tu vida por quedarte en la cama no saltás de ella ya mismo. Si por lo menos disfrutaras con seguir durmiendo, pero estás padeciendo cada minuto, y este padecimiento no es nada comparado con el que te espera cuando te levantes tarde, los ojos hinchados de dormir de más, la boca pastosa, los dientes doloridos de rechinar en sueños; el día arruinado aun antes de empezar.
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Carlos Gamerro (Las islas)
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A quien cuentas tu secreto, entregas tu liberad, dicen. Hay quien prefiere vivir libre, esclavo solo —no es poco— de su secreto. Otros eligen cuidadosamente la persona a quien entregar su libertad, y permanecen unidos toda su vida a ella. Los hay, por el contrario, que revelan sus secretos a lo loco, a sus más de trescientos amigos en Facebook. Pero aún existe otra posibilidad más terrible: que sea otra persona quien cuente tu secreto. Robada tu libertad, quedas preso para siempre. Contra tu voluntad.
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Begoña Oro (Pomelo y limón)
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los locos no yerran en el conocimiento de lo inmediatamente presente, sino que su desvarío se refiere siempre a lo ausente y lo pasado, y solo por eso a su relación con lo presente. Por eso me parece que su enfermedad afecta en especial a la memoria; no, ciertamente, porque carezcan de ella, pues muchos saben muchas cosas de memoria y a veces reconocen a personas que no han visto en mucho tiempo; sino, más bien, porque se ha roto el hilo de la memoria, se ha suprimido su conexión continuada, y no es posible un recuerdo del pasado conectado regularmente.
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Anonymous
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No vivimos en la realidad sino en nuestra imagen de ella.
Si en un mapa tengo registrado que aquí en mi cuarto hay un árbol, aunque no lo haya, aunque nunca haya existido, aunque el árbol no esté en el de ustedes y todos pasen por ese lugar sin miedos ni registro alguno, yo voy a vivir esquivando este árbol por el resto de mi vida.
Y cuando me vean esquivar el tronco ustedes me van a decir:
- ¿Qué haces, estás loco?
Y voy a pensar «los locos son ustedes».
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Jorge Bucay (El camino de las lágrimas)
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Lo único que es fácil en las ventas es conseguir un trabajo en ellas.
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Facundo De Salterain (Locos por las ventas: Actitud Y Comportamiento Para Ser Un Vendedor Exitoso (Spanish Edition))
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Nosotros hemos tenido la oportunidad de conocer al hombre quizá mejor que ninguna otra generación.¿Qué es, en realidad, el hombre? Es el ser que siempre decide lo que es. Es el ser que ha inventado las cámaras de gas, pero asimismo es el ser que ha entrado en ellas con paso firme musitando una oración. TERCERA FASE: DESPUÉS DE LA LIBERACIÓN Y ahora, en el último capítulo dedicado a la psicología de un campo de concentración, analicemos la psicología del prisionero que ha sido liberado. Para describir las experiencias de la liberación, que han de ser personales por fuerza, reanudaremos el hilo en aquella parte de nuestro relato que hablaba de la mañana en que, tras varios días de gran tensión, se izó la bandera blanca a la entrada del campo. Al estado de ansiedad interior siguió una relajación total. Pero se equivocaría quien pensase que nos volvimos locos de alegría.¿Qué sucedió, entonces? Con torpes pasos, los prisioneros nos arrastramos hasta las puertas del campo. Tímidamente miramos a nuestro derredor y nos mirábamos los unos a los otros interrogándonos.Seguidamente, nos aventuramos a dar unos cuantos pasos fuera del campo y esta vez nadie nos impartía órdenes a gritos, ni teníamos que apresurarnos en evitación de un golpe o un puntapié.¡Oh, no! ¡Esta vez los guardias nos ofrecían cigarrillos! Al principio a duras penas podíamos reconocerlos, ya que se habían dado mucha prisa en cambiarse de ropa y vestían de civiles. Caminábamos despacio por la carretera que partía del campo. Pronto sentimos dolor en las piernas y temimos caernos, pero nos repusimos, queríamos ver los alrededores del campo con los ojos de los hombres libres, por vez primera."¡Somos libres!", nos decíamos una y otra vez y aún así no podíamos creerlo. Habíamos repetido tantas veces esta palabra durante los años que soñamos con ella, que ya había perdido su significado. Su realidad no penetraba en nuestra conciencia; no podíamos aprehender el hecho de que la libertad nos perteneciera. Llegamos a los prados cubiertos de flores. Las contemplábamos y nos dábamos cuenta de que estaban allí, pero no despertaban en nosotros ningún sentimiento. El primer destello de alegría se produjo cuando vimos un gallo con su cola de plumas multicolores. Pero no fue más que un destello: todavía 91 92
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Anonymous
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Cuando entiendas...
Cuando entiendas que la pasión
no es lo mismo que el amor,
que hay cosas que la cabeza
no puede sacar del corazón,
y que por mucho que lo intentes
el tiempo no siempre
tiene una explicación.
Cuando entiendas que a veces
las personas que más te quieren
también te pueden partir el corazón,
que hay daños que nunca se olvidan…
aunque te pidan Perdón.
Cuando entiendas que la
única belleza esta en el interior,
que hay personas que en un
principio te atraían poco,
pero cuanto más las conoces
acaban volviéndote loco.
Cuando entiendas que hay heridas
que nunca cicatrizan,
que por mucho que se intente
jamás se olvidan,
y que no pararan de sangrar
hasta que otros labios
las alivian.
Cuando entiendas que la felicidad
no es algo que haya que esperar
a que llame a tu puerta,
si no que hay que ir
a por ella, a buscarla,
porque es la única manera
de poder alcanzarla.
Cuando entiendas que el amor
no es buscar en otra persona
lo que a ti te falta,
si no alguien que te complemente,
que te entienda,
que te haga sentir,
encontrar esa mirada
donde quedarse a vivir.
Cuando entiendas que los sueños
solo están al alcance de aquellos
que luchan por ellos,
los que no temen fracasar,
los que a pesar de
las adversidades,
están dispuestos a luchar.
Cuando finalmente entiendas
que la vida pasa muy deprisa
y es un continuo aprendizaje,
que cometer errores
es algo inevitable,
y que los años lo único
que te han de enseñar….
es a reírte de la tristeza
y a llorar de felicidad.
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Sergio de Sa
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Si alguna vez ella mirara hacia aquí mientras estoy sin la túnica, no me importaría morir en ese momento. Me arrancaría el corazón y se lo entregaría en una bandeja. ¿Es que no se da cuenta? No consigo armarme de valor para tomarle la mano en el cine. ¿Por qué un hombre siempre ha de enamorarse de una mujer así? Ni siquiera puedo decirle lo loco que estoy por ella
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William Lindsay Gresham (Nightmare Alley)
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Qué divertidas son
Estas palomas que se burlan de todo,
Con sus pequeñas plumas de colores
Y sus enormes vientres redondos.
Pasan del comedor a la cocina
Como hojas que dispersa el otoño
Y en el jardín se instalan a comer
Moscas, de todo un poco,
Picotean las piedras amarillas
O se paran en el lomo del toro:
Más ridículas son que una escopeta
O que una rosa llena de piojos.
Sus estudiados vuelos, sin embargo,
Hipnotizan a mancos y cojos
Que creen ver en ellas
La explicación de este mundo y el otro.
Aunque no hay que confiarse porque tienen
El olfato del zorro,
La inteligencia fría del reptil
Y la experiencia larga del loro.
Más hipócritas son que el profesor
Y que el abad que se cae de gordo.
Pero al menor descuido se abalanzan
Como bomberos locos,
Entran por la ventana al edificio
Y se apoderan de la caja de fondos.
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Nicanor Parra
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—No podemos.
La desesperación en la voz de Simon le dijo todo lo que necesitaba saber. La quería. La deseaba. Estaba loco por ella.
¿Vería él lo mucho que lo quería? ¿Vería lo mucho que podría llegar a quererla? Y a lo mejor, solo a lo mejor, vería lo feliz que lo haría.
(...)
Mientras se alejaba, lentamente para que él pudiera seguirla, lo escuchó maldecir desde lo más profundo de su alma, y luego escuchó sus pasos detrás de ella.
Chapter 9
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Julia Quinn (The Duke and I (Bridgertons, #1))
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Solo que estás loco si crees que pagar por la ruina de la chica no es monstruoso.
A ella no solo le importará; ella vendrá por ti". - Whit/Bestia
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Sarah MacLean (Wicked and the Wallflower (The Bareknuckle Bastards, #1))
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Surge de entre las tinieblas y Fausto la ve, a lo lejos. Acompasa su respiración, puñaladas en los pulmones, y grita cuando está suficientemente cerca. ¿Me esperarás en Bormio, en el hotel?, pregunta el campeón. Lo haré, dice la Dama. Todos los que acompañan la carrera lo han oído con claridad. Nada será igual a partir de entonces. Se llama Giulia Occhini, pero en ese momento su nombre legal es Giulia Locatelli, tras haber contraído matrimonio con Enrico Locatteli, un médico loco por el ciclismo. Ella, muchacha napolitana de ojos oscuros, de miradas insinuantes y caminares sinuosos. Criada en un convento de monjas, arrancada de allí por la pasión, por, sí, el amor. Él, joven doctor de gran futuro, apasionado de las dos ruedas, rendido admirador de Fausto Coppi.
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Marcos Pereda Herrera (Bucle (Spanish Edition))
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Cipriano, ni de su sombrero mexicano. Había desaparecido como por arte de magia. El que apareció, también como por arte de magia, fue su padre, agitando la gorra roja para que lo vieran. —¡Lástima de tormenta! Ya las teníais casi ganadas, ¿eh? —dijo Manu. —¡Papá! Nos estaban dando una paliza. Si no llega a ser porque se ha puesto a diluviar, ya habríamos perdido —dijo Sofía. —Pero no es justo —protestó Irene—. Nosotras llevamos entrenando duro todo el año, y ellas han fichado a una rusa gigante para el último partido. Parece un rascacielos. —Bueno, no os preocupéis. El próximo sábado nos traemos la escalera de mano y todo arreglado. O, quién sabe, a lo mejor esta semana pegáis el estirón y os hacéis más altas que la tal Irina —dijo Manu, cogiéndose el cuello con las dos manos y tirando hacia arriba. Las niñas se rieron con las tonterías de su padre y se olvidaron por un momento del partido de baloncesto. Manu y sus hijas salieron del polideportivo y se dirigieron paseando a su coche. Charlaban animadamente sobre el partido cuando, despistados, estuvieron a punto de chocarse de bruces contra un hombre que llevaba dos perros enormes. Al fijarse en él, Manu y las niñas se quedaron helados. El hombre llevaba un sombrero como los de Indiana Jones, del que sobresalía una melena blanca y desordenada que le llegaba hasta los hombros. Llevaba un parche en el ojo derecho y una cicatriz larga y roja le cruzaba la mejilla izquierda hasta la comisura de los labios. El ojo que le quedaba sano era de color negro, tanto como los dos enormes perros que lo escoltaban. Los animales llevaban un collar de pinchos en torno al cuello y estaban sujetos a su dueño por una cadena de metal. El hombre llevaba dos pistolas de agua colgadas del cinturón, y un arco de madera asomaba detrás de su espalda. —Perdone. Mis hijas y yo no le habíamos visto —se disculpó Manu con prudencia, pensando que se habían cruzado con un loco. El hombre permaneció en silencio, mirando a Sofía fijamente. Uno de los perros olfateó el ambiente y lanzó una dentellada al aire en dirección a la niña. El desconocido también olisqueó, imitando a su perro, y dio un paso hacia delante. —Niña ese balón que llevas… ñiiick… Es muy bonito y huele muy bien —dijo el hombre en voz baja. Al hablar rechinaba los dientes y emitía un sonido parecido al que hace un tenedor al rasgar un plato. Ñiiick. —Pues sí, es muy bonito —dijo su padre, poniéndose delante de la niñas—. Sujete bien a sus perros, parecen peligrosos. —Les compro el balón… ñiiick… A mi perro parece que le gusta mucho… ñiiick —dijo el hombre, sin hacer caso a la amenaza de Manu. —Es de mis hijas y no está en venta —dijo Manu—. Vámonos, chicas, se nos hace tarde. Manu y las niñas dieron un pequeño rodeo y se alejaron del hombre, que no paraba de mirar el balón fijamente mientras movía las aletas de la nariz. —¡Como está el barrio, chicas! —dijo Manu cuando se habían alejado un poco del extraño desconocido. —Qué tío más raro. Llevaba unas pistolas de agua en el cinturón. ¿Y por qué querría la pelota? —dijo Sofía. —Ni idea. Me recordaba un poco al director del «cole», solo que todavía más feo —dijo Irene, sintiendo un escalofrío. —¡Hala!
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César García Muñoz (Cipriano, el vampiro vegetariano. (Cipriano, el vampiro vegetariano, #1))
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La siguiente anécdota nos fue referida por Larry Harlow en una de las sesiones de nuestro programa Bachata, en el verano de 1977: Cuando yo grababa Hommy nadie entendía nada… era el año 72, ya Ismael [Miranda] no estaba en la orquesta y me preparaba algo grande, ‘heavy’… Junto a Marty Sheller, yo trabajaba la música y la íbamos grabando por partes… Tú sabes, nunca se había hecho algo así en la salsa y la gente decía que yo estaba loco…Había de todo, violines, banda grande, Cheo cantaba un número, Justo otro, El Conde, Adalberto… Olvídate, nadie entendía lo que pasaba… Y entonces yo quise meter a Celia, quería que me grabara el número de la mujer, de la Gracia divina… Para mí ella era la única que podía cantar eso… Pero ella estaba en México y no tenía nada que ver con la salsa, entonces lo que hice fue mandarle un casete, un casete con la música de su número para que ella se lo aprendiera, tú sabes, para que más o menos se acostumbrara y así pudiéramos ganar tiempo cuando ella fuera a Nueva York para ensayar… Ahora, lo que a mí me impresionó y me dejó así… a mí y a todos los músicos, fue que Celia no ensayó nada… Esa señora es un genio, lo más grande que ha nacido… Cuando yo le dije que ensayáramos ella dijo que no, que tratáramos de grabar de una vez… Y entonces, bueno, empezamos a grabar… Y esa versión que está en el disco fue la primera y la única que se grabó… Celia no ensayó nada, se disparó todo el número desde arriba, completo, sin equivocarse, sin repetir nada… Yo me sorprendí todo, esa era la grabación, estaba lista, no había nada que corregir… Yo nunca he visto a alguien igual, solo ella hace eso, lanzarse un número completo sin ensayo, como si se conociera de memoria mi orquesta, con
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César Miguel Rondón (El libro de la salsa (Noema) (Spanish Edition))
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Por eso me enerva enormemente cuando escucho a otres profesionales decir: «no me gusta poner etiquetas a las personas» o «me gusta tratar a las personas en su conjunto y la etiqueta te limita». No, querides compañeres, la etiqueta te marca el camino a seguir, el camino correcto, el de comprender la singular configuración cerebral de esa persona, la necesidad de adaptarse a ella y para así después poder proporcionar herramientas adecuadas.
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Daniel Millán López (Guía Autista: Consejos para sobrevivir en el loco mundo de los neurotípicos (Spanish Edition))
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Así es como se ha sometido a la población autista durante décadas: no eres capaz de adaptarte a la sociedad, te excluyo de ella. por un sistema de procesamiento diferente que no encaja en la forma en la que la mayoría procesa.
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Daniel Millán López (Guía Autista: Consejos para sobrevivir en el loco mundo de los neurotípicos (Spanish Edition))
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Los presidentes con mucho poder, a mi juicio, son más un riesgo que una oportunidad para tener un país más próspero y justo. La “silla” en sí misma tiene mucho poder si se sienta en ella alguien con astucia y perversidad. El costo de que el presidente abuse de su poder suele ser mayor a la hipotética ventaja de que un gobernante preocupado por el bienestar del país, honesto y con las intuiciones de política pública adecuadas pueda imponer su voluntad de cambio para el bien del país. Es más, la probabilidad de que incluso alguien con todos esos atributos los pierda si tiene todo el poder es alta. En palabras de Miguel de la Madrid: “Hay un gran peligro en el enloquecimiento de los presidentes. Los locos hacen enloquecer al presidente, porque la locura es contagiosa”.7 Por supuesto que, si un presidente se vuelve loco, él ni se entera.
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Carlos Elizondo Mayer-Serra (Y mi palabra es la ley (Spanish Edition))
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¿LOCOS O CUERDOS? Todos los miembros de la familia Briones, y aun sus mayordomos y doncellas, exhiben comportamientos decididamente extravagantes. Don Edgardo lleva veintiún años sin levantarse de la cama y, desde ella, simula viajar en ferrocarril por toda España (gracias a la proyección de diapositivas de los lugares «a los que va» y a que su criado canta los nombres de las localidades y hace sonar la campana cada vez que «llegan» a una estación). En su dormitorio-salón se amontonan decenas de muebles y adornos que hacen casi impracticable el avanzar por la habitación, «la estancia tiene algo de almoneda y algo de sala de manicomio».
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Jorge Barraca (Bases sociales de la conducta (Intervención social nº 10) (Spanish Edition))
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LI LORD No sé si tú, Platero, sabrás ver una fotografía. Yo se las he enseñado a algunos hombres del campo y no veían nada en ella. Pues éste es Lord, Platero, el perrillo foxterrier de que a veces te he hablado. Míralo. Está ¿lo ves? en un cojín de los del patio de mármol, tomando, entre las macetas de geranios, el sol de invierno. ¡Pobre Lord! Vino de Sevilla cuando yo estaba allí pintando. Era blanco, casi incoloro de tanta luz, pleno como un muslo de dama, redondo e impetuoso como el agua en la boca de la caño. Aquí y allá, mariposas posadas, unos toques negros. Sus ojos brillantes eran dos breves inmensidades de sentimientos de nobleza. Tenían vena de loco. A veces, sin razón, se ponía a dar vueltas vertiginosas entre las azucenas del patio de mármol, que en mayo lo adornan todo, hojas, azules, amarillas de los cristales traspasados del sol de la montera, como los palomos que pinta don Camilo... Otras se subía a los tejados y promovía un alboroto piador en los nidos de los aviones... La Macaria lo enjabonaba cada mañana y estaba tan radiante siempre como las almenas de la azotea sobre el cielo azul, Platero. Cuando se murió mi padre, pasó toda la noche velándolo junto a la caja. Una vez que mi madre se puso mala, se echó a los pies de su cama y allí se pasó un mes sin comer ni beber... Vinieron a decir un día mi casa que un perro rabioso lo había mordido... Hubo que llevarlo a la bodega del Castillo y atarlo allí al naranjo, fuera de la gente. La mirada que dejó atrás por la callejilla cuando se lo llevaban sigue agujereando mi corazón como entonces, Platero, igual que la luz de una estrella muerta, viva siempre, sobre pasando su nada con la exaltada intensidad de su doloroso sentimiento... Cada vez que un sufrimiento material me punza el corazón, surge ante mí, larga como la vereda de la vida a la eternidad, digo, del arroyo al pino de la Corona, la mirada que Lord dejó en él para siempre cual una huella macerada.
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Juan Ramón Jiménez (Platero y yo: Elegía Andaluza (Spanish Edition))
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Continué por la calle, pero los había perdido de vista. Y allí estaba yo, sin sombrero, dando la impresión de estar también loco. Como pensaría cualquiera, uno está loco y otro se ahogó y a la otra la puso su marido en la calle, ¿por qué razón no van a estar también los demás locos? Siempre los sentía mirarme como buitres, como esperando la ocasión de decir No me extraña siempre he pensado que toda la familia estaba loca. Vender un terreno para mandarlo a Harvard y pagar impuestos para sostener la Universidad del Estado que no he visto nunca excepto en un partido de béisbol y no permitir que se pronuncie el nombre de su hija en la casa y que Padre después de cierto tiempo no volviese a venir al pueblo sino que se quedaba allí sentado todo el día con la botella yo veía la parte inferior de su camisón y las piernas desnudas y oía el tintineo de la botella hasta que finalmente se lo tenía que servir T. P. y ella dice No tienes respeto por la memoria de tu Padre y yo digo No veo por qué seguro que está bien guardada sólo que si yo también estoy loco Dios sabe lo que haré sólo ver el agua me pone enfermo y casi prefiero beber gasolina que un vaso de whisky y Lorraine les dice puede que no beba pero si creéis que no es hombre ya os diré yo cómo podéis comprobarlo ella dice como te pille tonteando con una de estas zorras ya sabes lo que haré dice la daré una paliza dice la agarraré y la pegaré la pegaré mientras no se me escape y yo digo si no bebo es asunto mío pero acaso te he fallado alguna vez la digo que la invitaré a tanta cerveza como para que si quiere se dé un baño con ella porque siento respeto por una puta honrada porque con la salud de Madre y la posición en que pretendo mantenerla sin ningún respeto por lo que intento hacer por ella más que convertir su nombre, mi nombre y el nombre de mi madre en la comidilla del pueblo.
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Anonymous
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Una niña había sido asesinada por un tipo psíquicamente desequilibrado; sucedió el día en que se iba a hacer la fotografía anual de la escuela, así que la niña había salido de casa vestida de punta en blanco. Nunca llegó al colegio; la encontraron veinticuatro horas más tarde; había sido violada, estrangulada, apuñalada y luego le habían machacado la cabeza con un bate de beisbol. Y entonces la niña, o lo que quedaba de ella, llegó a la funeraria.
«Un hombre con quien trabajo llamado Wesley Rice pasó un día y una noche enteros reconstruyendo cuidadosamente el cráneo —dice Lynch—. La mayoría de los embalsamadores, enfrentados a lo mismo que Wesley Rice cuando abrió la bolsa de la morgue, simplemente habrían dicho: ataúd cerrado, habrían tratado los restos apenas lo suficiente como para controlar el olor, habrían cerrado la bolsa y se habrían ido a casa a tomar un cóctel. Mucho más fácil. El pago es el mismo. Pero, en vez de eso, Wesley Rice comenzó a trabajar. Dieciocho horas después, la madre de la niña, que había rogado verla, la vio. Estaba muerta, de eso no había duda, y deteriorada; pero su rostro era otra vez el suyo, no la versión del loco [...]; Wesley Rice no la levantó de entre los muertos ni escondió la dura realidad, pero la rescató de la muerte del que la asesinó. Le cerró los ojos y la boca. Le lavó las heridas, suturó las laceraciones, reconstruyó el cráneo golpeado [...], la vistió con jeans y suéter azul de cuello alto y la puso en un ataúd junto al cual sollozó su madre durante dos días [...]. El funeral de la niña fue lo que los que trabajamos en las funerarias llamamos un buen funeral. Sirvió a los vivos cuidando de los muertos».
Hay belleza, ¿no?
Una belleza trémula, como una vieja mariposa batiendo lentamente unas alas que se deshacen.
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Rosa Montero (La ridícula idea de no volver a verte)
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Sin embargo, ambos llegaron a tales extremos de virtuosismo, que cuando se agotaban en la exaltación le sacaban mejor partido al cansancio. Se entregaron a la idolatría de sus cuerpos, al descubrir que los tedios del amor tenían posibilidades inexploradas, mucho más ricas que las del deseo. Mientras él amasaba con claras de huevo los senos eréctiles de Amaranta Úrsula, o suavizaba con manteca de coco sus muslos elásticos y su vientre aduraznado, ella jugaba a las muñecas con la portentosa criatura de Aureliano, y le pintaba ojos de payaso con carmín de labios y bigotes de turco con carboncillo de las cejas, y le ponía corbatines de organza y sombreritos de papel plateado. Una noche se embadurnaron de pies a cabeza con melocotones en almíbar, se lamieron como perros y se amaron como locos en el piso del corredor, y fueron despertados por un torrente de hormigas carniceras que se disponían a devorarlos vivos.
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Gabriel García Márquez (Cien años de soledad (Spanish Edition))