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Ángela Ruiz Robles, una mujer, viuda, con tres hijas, maestra y directora de su propia escuela, en los años cuarenta del pasado siglo inventó «el libro mecánico», verdadero precedente del libro electrónico. No Bill Gates, no Steve Jobs y no en un garaje, sino una mujer española en su propia casa. Su obsesión por mejorar la enseñanza le llevó a patentar en 1949 un libro que desplegaba los temas y los ampliaba con otros relacionados a través de un sistema de resortes, aire comprimido y hasta círculos eléctricos y luces. Cerrado, no ocupaba más que un estuche escolar. En 1962 patentó otro prototipo más avanzado: un solo libro que se recargaba con carretes donde se incluían las lecciones que debían estudiarse; desde el inglés, la lengua o las matemáticas. Obtuvo varios premios, incluido el Lazo de la Orden de Alfonso X, pero el prototipo (ya elaborado y que se puede ver en el Museo Nacional de Ciencia y Tecnología) no se desarrolló comercialmente porque las empresas editoriales lo vieron como una amenaza para su negocio: ¿les suena la historia? — El también curiosamente desconocido aragonés Rafael Suñén fue inventor del petróleo sintético a partir del carbón vegetal, que resultaba ser mucho más barato y por el que se interesaron los gobiernos francés y británico. Pero él se negó, empeñado en que se explotara en España. Cuando se inició la Guerra Civil fue arrestado por el Gobierno republicano en Madrid e ingresa en la cárcel Modelo, de donde «desaparecería» como otros tantos de la época.
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Alberto Gil Ibáñez (La leyenda negra: Historia del odio a España (Spanish Edition))