La Edad De Oro Quotes

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... La naturaleza es hermosa, que la vida es un deber, que la muerte no es fea, que nadie debe estar triste ni acobardarse mientras haya libros en las librerías, y luz en el cielo, y amigos, y madres.
José Martí (La edad de oro)
Man can never be more perfect than the sun. The sun burns us with the same light that warms us. The sun has spots (stains). The ungrateful only talk about the spots (stains). The grateful talk about the light.
José Martí (La edad de oro)
La edad de oro retorna a los hombres cuando, aunque sólo sea momentáneamente, se olvidan del oro
G.K. Chesterton
Mas agora, ya triunfa la pereza de la diligencia, la ociosidad del trabajo, el vicio de la virtud, la arrogancia de la valentía y la teórica de la práctica de las armas, que sólo vivieron y resplandecieron en las edades del oro y en los andantes caballeros.
Miguel de Cervantes Saavedra (Don Quijote)
Los niños de las Américas debieran aprender a conocer, respetar y amar a la madre indígena de este continente.
José Martí (La edad de oro)
Porque esta misma pasión, que en la edad escolar tiene por objeto nueces, pelotas y pajaritos, en las edades posteriores, para prefectos y reyes, es ambición de oro, de tierras y de esclavos.
Augustine of Hippo (Confesiones de San Agustín)
Mas agora ya triunfa la pereza de la diligencia, la ociosidad del trabajo, el vicio de la virtud, la arrogancia de la valentía y la teórica de la práctica de las armas, que solo vivieron y resplandecieron en las edades del oro y en los andantes caballeros
Miguel de Cervantes Saavedra
Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres. Esos son los que se rebelan con fuerza terrible contra los que les roban a los pueblos su libertad, que es robarles a los hombres su decoro. En esos hombres van miles de hombres, va un pueblo entero, va la dignidad humana.
José Martí (La Edad de oro)
La sirenita viene a visitarme de vez en cuando. Me cuenta historias que cree inventar, sin saber que son recuerdos. Sé que es una sirena, aunque camina sobre dos piernas. Lo sé porque dentro de sus ojos hay un camino de dunas que conduce al mar. Ella no sabe que es una sirena, cosa que me divierte bastante. Cuando ella habla yo simulo escucharla con atención pero, al mínimo descuido, me voy por el camino de las dunas, entro al agua y llego a un pueblo sumergido donde hay una casa, donde también está ella, sólo que con escamada cola de oro y una diadema de pequeñas flores marinas en el pelo. Sé que mucha gente se ha preguntado cuál es la edad real de las sirenas, si es lícito llamarlas monstruos, en qué lugar de su cuerpo termina la mujer y empieza el pez, cómo es eso de la cola. Sólo diré que las cosas no son exactamente como cuenta la tradición y que mis encuentros con la sirena, allá en el mar, no son del todo inocentes. La de acá, naturalmente, ignora todo esto. Me trata con respeto, como corresponde hacerlo con los escritores de cierta edad. Me pide consejos, libros, cuenta historias de balandras y prepara licuados de zanahoria y jugo de tomate. La otra está un poco más cerca del animal. Grita cuando hace el amor. Come pequeños pulpos, anémonas de mar y pececitos crudos. No le importa en absoluto la literatura. Las dos, en el fondo, sospechan que en ellas hay algo raro. No sé si debo decirles cómo son las cosas.
Abelardo Castillo
En el mismo momento en que el hombre descubrió la vastedad del universo y se dio cuenta de que aun sus más disparatadas fantasías eran ínfimas comparadas con la verdadera dimensión de la Vía Láctea, tomó medidas para asegurar que sus descendientes no pudiesen ver las estrellas en lo más mínimo. Durante un millón de años, los humanos se han criado en el contacto diario, personal, con la bóveda celeste. En los últimos milenios comenzaron a construir las ciudades y a emigrar hacia ellas. En el curso de las últimas décadas, gran parte de la población humana abandonó una forma rústica de vida. A medida que avanzaba la tecnología y se contaminaban los centros urbanos, las noches se fueron quedando sin estrellas. Nuevas generaciones alcanzaron la madurez ignorando totalmente el firmamento que había pasmado a sus mayores y estimulado el advenimiento de la era moderna de la ciencia y la tecnología. Sin darse cuenta siquiera, justo cuando la astronomía entraba en su edad de oro, la mayoría de la gente se apartaba del cielo en un aislamiento cósmico que sólo terminó con los albores de la exploración espacial.
Carl Sagan (Contact)
Por ejemplo, muchos estudios sobre felicidad matrimonial se realizaban simplemente sometiendo a los cónyuges a diversos cuestionarios. Esto se conoce como el método del autoinforme y, aunque tiene su utilidad, es bastante limitado. ¿Cómo sabemos si una esposa es feliz simplemente porque marca la casilla de «felicidad» en el cuestionario? Las mujeres sometidas en su relación a abusos físicos suelen obtener una calificación muy alta en los cuestionarios sobre satisfacción matrimonial. Sólo cuando una mujer se siente segura y es entrevistada a solas, revela sus sufrimientos. Para remediar estas lagunas en la investigación, mis colegas y yo hemos mejorado los métodos tradicionales estudiando el matrimonio con otros métodos más innovadores y exhaustivos. Actualmente seguimos a setecientas parejas en siete estudios distintos. No sólo observamos a recién casados, sino también parejas más veteranas, con cónyuges de cuarenta a sesenta años de edad. También hemos estudiado matrimonios que acaban de tener su primer hijo, y parejas interactuando con hijos recién nacidos, en edad preescolar o adolescentes. Como parte de esta investigación he entrevistado a parejas sobre la historia de su matrimonio, su filosofía sobre el matrimonio, sus puntos de vista sobre el matrimonio de sus padres. Las he filmado mientras hablaban sobre cómo habían pasado el día, sobre las áreas de continuo desacuerdo en su relación o sobre temas más alegres. Y para obtener una lectura psicológica de su estado de tensión o de relajación, he medido su ritmo cardíaco, su presión sanguínea, su sudoración o la función inmunológica. En todos los casos he permitido que la pareja viera las cintas de vídeo para que expresaran su propio punto de vista sobre lo que pensaban o sentían al ver, por ejemplo, que su ritmo cardíaco o su presión sanguínea subía bruscamente durante una discusión matrimonial. Y he mantenido el contacto con las parejas, estudiándolas al menos una vez al año para ver cómo seguía su relación. De momento mis colegas y yo somos los únicos investigadores que realizamos esta observación y análisis exhaustivo de las parejas casadas. Nuestros datos ofrecen la primera visión real del funcionamiento interno, de la anatomía de un matrimonio. Los resultados de estos estudios, y no mis opiniones, forman la base de mis siete principios para el buen funcionamiento del matrimonio.
John M. Gottman (Siete reglas de oro para vivir en pareja)
— Dichosa edad y siglos dichosos aquéllos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro, que en esta nuestra edad de hierro tanto se estima, se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío. Eran en aquella santa edad todas las cosas comunes; a nadie le era necesario, para alcanzar su ordinario sustento, tomar otro trabajo que alzar la mano y alcanzarle de las robustas encinas, que liberalmente les estaban convidando con su dulce y sazonado fruto. Las claras fuentes y corrientes ríos, en magnífica abundancia, sabrosas y transparentes aguas les ofrecían. En las quiebras de las peñas y en lo hueco de los árboles formaban su república las solícitas y discretas abejas, ofreciendo a cualquiera mano, sin interés alguno, la fértil cosecha de su dulcísimo trabajo. Los valientes alcornoques despedían de sí, sin otro artificio que el de su cortesía, sus anchas y livianas cortezas, con que se comenzaron a cubrir las casas, sobre rústicas estacas sustentadas, no más que para defensa de las inclemencias del cielo. Todo era paz entonces, todo amistad, todo concordia; aún no se había atrevido la pesada reja del corvo arado a abrir ni visitar las entrañas piadosas de nuestra primera madre, que ella, sin ser forzada, ofrecía, por todas las partes de su fértil y espacioso seno, lo que pudiese hartar, sustentar y deleitar a los hijos que entonces la poseían. Entonces sí que andaban las simples y hermosas zagalejas de valle en valle y de otero en otero, en trenza y en cabello, sin más vestidos de aquellos que eran menester para cubrir honestamente lo que la honestidad quiere y ha querido siempre que se cubra; y no eran sus adornos de los que ahora se usan, a quien la púrpura de Tiro y la por tantos modos martirizada seda encarecen, sino de algunas hojas verdes de lampazos y yedra entretejidas, con lo que quizá iban tan pomposas y compuestas como van agora nuestras cortesanas con las raras y peregrinas invenciones que la curiosidad ociosa les ha mostrado. Entonces se decoraban los concetos amorosos del alma simple y sencillamente, del mesmo modo y manera que ella los concebía, sin buscar artificioso rodeo de palabras para encarecerlos. No había la fraude, el engaño ni la malicia mezcládose con la verdad y llaneza. La justicia se estaba en sus proprios términos, sin que la osasen turbar ni ofender los del favor y los del interese, que tanto ahora la menoscaban, turban y persiguen. La ley del encaje aún no se había sentado en el entendimiento del juez, porque entonces no había qué juzgar, ni quién fuese juzgado. Las doncellas y la honestidad andaban, como tengo dicho, por dondequiera, sola y señora, sin temor que la ajena desenvoltura y lascivo intento le menoscabasen, y su perdición nacía de su gusto y propria voluntad. Y agora, en estos nuestros detestables siglos, no está segura ninguna, aunque la oculte y cierre otro nuevo laberinto como el de Creta; porque allí, por los resquicios o por el aire, con el celo de la maldita solicitud, se les entra la amorosa pestilencia y les hace dar con todo su recogimiento al traste. Para cuya seguridad, andando más los tiempos y creciendo más la malicia, se instituyó la orden de los caballeros andantes, para defender las doncellas, amparar las viudas y socorrer a los huérfanos y a los menesterosos. Desta orden soy yo, hermanos cabreros, a quien agradezco el gasaje y buen acogimiento que hacéis a mí y a mi escudero; que, aunque por ley natural están todos los que viven obligados a favorecer a los caballeros andantes, todavía, por saber que sin saber vosotros esta obligación me acogistes y regalastes, es razón que, con la voluntad a mí posible, os agradezca la vuestra.
Miguel de Cervantes Saavedra (Don Quijote de la Mancha (Spanish Edition))
«El que adora se asoma a Dios.» O lo que es lo mismo: el que adora se asoma a la nitzutz. Adorar es descubrir que «viajamos» juntos. Se trata de la máxima expresión de la inteligencia humana. Sólo adoran los sabios; es decir, los que han «despertado», los que no dudan en empezar de nuevo, constantemente. Sólo adoran los que empiezan a saber algo de sí mismos… Y comprendí: yo jamás había adorado a Dios. Confundí al Padre con la religión. Adorar, en realidad, es un simple y bellísimo gesto de gratitud. Es lo menos que se debe ofrecer al que nos ha imaginado. Entonces, al arrodillar el alma, Él te levanta a la altura de sus ojos. Jamás, como criatura humana, podrás estar tan próxima al poder y a la fuerza. Es el instante sagrado que bauticé, acertadamente, como «principio Omega». Al adorar, al abandonarse a la voluntad del Padre, el alma entra en la edad de oro. Y repitió: la creación se enciende a nuestro favor. Ya nada es lo mismo. La primitiva criatura humana se ha declarado amiga del Número Uno. ¿A qué más puede aspirar un Dios?
J.J. Benítez (Jordán. Caballo de Troya 8 (Spanish Edition))
Y es que acababa de ver emerger del remolino de las nubes la figura de una seductora mujer de cierta edad, con sari de brocado verde y oro, brillante en la nariz y moño alto perfectamente defendido por la laca contra la presión del viento de las alturas, que viajaba cómodamente sentada en alfombra volante.
Salman Rushdie (Los versos satánicos)
¿Qué es entonces la alquimia? La alquimia se ha explicado como una teoría de la materia basada en la especulación filosófica, la magia y el misticismo, donde la creencia en la posibilidad de transmutar metales innobles en oro y plata ocupa un lugar destacado. La doctrina es de tradición antigua, se extendió por Europa durante la Edad Media, se cuestionó en el siglo XVIII, pero renació en la segunda mitad del siglo XIX. En el contexto del desarrollo de la química moderna, la alquimia se asoció fundamentalmente con la fabricación de oro.
August Strindberg (Una mirada al Universo (El Árbol del Paraíso))
el esfuerzo humano no tiene la edad de la razón el esfuerzo humano tiene la edad de los cuarteles la edad de los penales y de las prisiones la edad de las iglesias y de las fábricas la edad de los cañones ... se nutre de malos sueños y se emborracha con el mal vino de la resignación y como una gran ardilla borracha da vueltas sin cesar en un universo hostil polvoriento y bajo de techo y forja sin pausa la cadena la terrorífica cadena donde todo se encadena la miseria el beneficio el trabajo la matanza la tristeza la desgracia el insomnio y el aburrimiento La terrorífica cadena de oro de carbón de hierro y de acero de escoria de hierro y de polvo de carbón alrededor del cuello de un mundo desamparado
Jacques Prévert
Todos esos kilómetros maltratados por la guerra reflejan la arquitectura de seis siglos de majestuoso gusto Belona. Y sigue siendo un gusto exquisito, a pesar del perfil resquebrajado. Solo se debería permitir hacer ciudades a los fascistas. Los demócratas nunca tienen un planteamiento destacado.
Pierce Brown (Edad oscura (Oro y ceniza, #2))
―La vida sin odio y sin amor sería espantosa. ―Todas las peores cosas que han ocurrido en la historia, todos los males del hombre, tienen su origen en el odio o en el amor. Si no odiáramos y no amáramos, no desearíamos el mal del prójimo, no tendríamos necesidad de hacer daño a nadie, viviríamos en la más completa y segura paz. Si se hallara la glándula que produce estas dos venenosas secreciones y pudiéramos extirparla, empezaría verdaderamente la edad de oro de la humanidad.
Arturo Uslar Pietri (Chúo Gil y otras obras)
Antes todo se hacia con los puños: ahora, la fuerza está en el saber, más que en los puñetazos; aunque es bueno aprender a defenderse, porque siempre hay gente bestial en el mundo, y porque la fuerza da salud, y porque se ha de estar pronto a pelear, para cuando un pueblo ladrón quiera venir a robarnos nuestro pueblo.
José Martí (La edad de oro)
Allí va Isak atravesando el campo. Sembrando. Un coloso, un tronco. Va vestido con la lana que le proporcionan sus rebaños, y calza zapatos de la piel de sus propios terneros y vacas. Conforme al uso piadoso, va con la cabeza descubierta mientras siembra. Es calvo en la parte superior del cráneo, pero una corona que forman sus cabellos y su barba encuadra su cabeza. Es Isak, el margrave. Rara vez sabía la fecha exacta en que vivía. ¿Para qué? Holgaba el acordarse de plazos ni apremios. En su calendario había unas cruces que señalaban cuándo había de parir una vaca. Sabía que para San Olaf, en el otoño, convenía haber entrado el heno; sabía cuándo tenía lugar, por primavera, la feria de ganados; y que tres semanas después el oso salía de su cueva; y que la semilla había de estar ya en la tierra. Sabía lo indispensable. Es campesino de las tierras solitarias hasta la médula y agricultor de pies a cabeza. Un resucitado de tiempos remotos que señala hacia el futuro, un hombre de los primeros tiempos de la agricultura, un labriego de novecientos años de edad y, pese a ello, el hombre del día. No; ya no le quedaba nada del dinero de la venta del terreno del cobre; el viento se lo había llevado. Y una vez abandonada de nuevo la mina, ¿a quién le quedaba algo? Pero lo que fue un día tierra de nadie subsiste y tiene diez granjas, y espera centenares de ellas. ¿Qué es lo que aquí no crece y prospera? Aquí crece y prospera todo: hombres, y bestias y los frutos de la tierra. Isak estaba sembrando. El sol de la tarde ilumina el grano que la mano desparrama y cae en los surcos como una lluvia de oro. Llega Sivert y se pone a rastrillar, y luego apisona con el cilindro, y luego vuelve a rastrillar. Allí están el bosque y las montañas, contemplando. Todo es potencia y grandeza. Aquí todo se relaciona y encuentra una finalidad. Clin, clin... clin, dicen las esquilas de las vacas en las laderas. Se van acercando los rebaños, camino del establo. Son quince vacas y cuarenta y cinco cabezas de ganado menor: sesenta en total. Andan las mujeres con los ordeñaderos, que llevan colgados sobre los hombros por medio de un yugo; Leopoldine, Jensine y la pequeña Rebecca. Las tres van con los pies desnudos. No se ve entre ellas a la mujer del margrave, Inger; permanece en la casa cuidando de la cena. Alta, augusta, anda por la casa, como una vestal que guarda el fuego sagrado en un sencillo fogón de cocina. Inger hizo un día un viaje por el ancho mar, y estuvo en la ciudad. Ahora está de nuevo en el hogar. Vasto es el mundo y lleno de puntitos inquietos. Inger tomó parte en esa inquietud. Y cuando estuvo entre la multitud humana no fue casi nada; sólo un ser humano entre muchos... Y cae la tarde.
Anonymous
Por desgraciada que pueda haber sido tu juventud, las memorias que debe haber dejado son gratas hoy para ti, lo aseguro. En la primavera de la vida, hasta las espinas florecen y hasta las penas tienen un sabor de felicidad. Ese es el tiempo en que baila delante del carro de la vida un cortejo de fantasmas, el amor con su dulce premio, la fortuna con su corona de oro, la gloria con su aureola de estrellas, la verdad con su brillo de sol, como dice el poeta Schiller. Entonces hasta los días negros tienen un rayo de luz. Es la esperanza, amigo, la esperanza que no puede alumbrarnos cuando llegamos a la edad madura, sino como una estrella pronto a ocultarse en la parda nube de la vejez.
Ignacio Manuel Altamirano (Cuentos de invierno)
La mítica Edad de Oro no constituye sino la falsificación total de lo que efectivamente fueron los tiempos primitivos, tiempos de caos, de carencia, de brutalidad animal, de desamparo ante las inclemencias de la naturaleza, de pestes y plagas, de lucha salvaje de todos contra todos por la supervivencia. Lo mejor no puede estar nunca al comienzo sino al final, como consecuencia de un largo proceso evolutivo en el que el hombre logra dominar a la naturaleza —que no es la madre bondadosa de los mitos naturalistas— y crear organizaciones sociales que permitan la convivencia. Aunque tampoco deba esperarse la perfección de la Edad de Oro al final, sino tan sólo un perfeccionarse sin fin.
Juan José Sebreli (El asedio a la modernidad)
sabemos ahora que la civilización es mortal, que galopamos hacia horizontes de apoplejía, hacia los milagros de lo peor, hacia la edad de oro del espanto.
CIORAN E.M.
Veo a mi amigo luchando contra la presión de los hombres que lo miran. La presión de las inmensas expectativas de Atalantia. La presión de la sociedad dorada y de sus propias fantasías, que primero el niño y después el hombre tejieron en los momentos previos al sueño, noche tras noche, hasta que llegaron a parecer nada más y nada menos que el destino.
Pierce Brown (Edad oscura (Oro y ceniza, #2))
El vino eleva al hombre por encima del mundo trastornado y confuso y lo devuelve al orden de la edad de oro
Béla Hamvas
El siglo XVIII fue la edad de oro de los «autómatas».
Isaac Asimov (Visiones de robot)
Como la vida adulta es aburrida y acomodaticia, nos creamos la ilusión de que la infancia es una especie de edad de oro,
Robert Greene (Guía rápida de El arte de la seducción (Biblioteca Robert Greene))
Un sentimiento de política folk se ha hecho presente tanto en el horizontalismo radical como en movimientos localistas más moderados, aunque algunas intuiciones parecidas apuntalan un vasto abanico de la izquierda contemporánea. En todos esos grupos se acepta ampliamente una serie de juicios: lo pequeño es bello, lo local es ético, lo simple es mejor, la permanencia es opresiva, el progreso se ha terminado. Se prefiere este tipo de ideas por encima de un proyecto contrahegemónico: una política capaz de competir con el poder capitalista en escalas más grandes. En su núcleo, gran parte de la política folk contemporánea expresa, por ende, un «profundo pesimismo: asume que no podemos llevar a cabo un cambio de gran escala, colectivo y social».91 Esta actitud derrotista de la izquierda corre fuera de control y, considerando los continuados fracasos de los últimos treinta años, quizá haya ocurrido por buenas razones. Para los partidos políticos de centro izquierda, la nostalgia de un pasado perdido es todo lo que se puede esperar. El contenido más radical que puede encontrarse entre ellos está hecho de sueños de una socialdemocracia y de la así llamada «edad de oro» del capitalismo.92 Sin embargo, las condiciones mismas que hicieron posible la socialdemocracia ya no existen. La «edad de oro» capitalista fue predicada sobre el paradigma productivo de un entorno fabril disciplinado, donde los trabajadores (blancos, varones) recibían seguridad y un estándar de vida básico a cambio de toda una vida de aburrimiento atrofiante y represión social. Dicho sistema dependía de una jerarquía internacional de imperios, colonias y una periferia subdesarrollada; una jerarquía nacional de racismo y sexismo y una jerarquía familiar rígida de subyugación femenina. Además, la socialdemocracia se apoyaba en un equilibrio particular de fuerzas entre las clases (y una disposición de éstas a transigir) y todo esto sólo fue posible tras la destrucción sin precedentes ocasionada por la Gran Depresión y por la Segunda Guerra Mundial y de cara a las amenazas externas del comunismo y el fascismo. Pese a toda esa nostalgia que muchos sienten, este régimen es indeseable y también imposible de recuperar. Empero, el punto más pertinente es que, incluso si pudiéramos dar marcha atrás hacia la socialdemocracia, no deberíamos hacerlo. Podemos hacer cosas mejores, y la fidelidad socialdemócrata a los empleos y el crecimiento significa que siempre actuará de manera afín al capitalismo y que lo hará a expensas de la gente. Más que modelar nuestro futuro sobre un pasado nostálgico, deberíamos apuntar a crear un futuro para nosotros mismos. El paso más allá de los obstáculos del presente no se logrará mediante el retorno a un capitalismo más humanizado, reconstruido desde una remembranza del pasado con ojos llorosos. Si bien la nostalgia de un pasado perdido claramente no es una respuesta adecuada, tampoco lo es la glorificación actual de la resistencia. La resistencia siempre significa resistencia contra otra fuerza activa. En otras palabras, más que un movimiento activo, es un gesto defensivo y reactivo: no resistimos para traer a la existencia un mundo nuevo, resistimos en nombre de un mundo viejo. El énfasis contemporáneo en la resistencia oculta, por ende, una postura defensiva contra la intrusión del capitalismo expansionista
Nick Srnicek (Inventar el futuro: Postcapitalismo y un mundo sin trabajo (Ensayo general) (Spanish Edition))
Aunque un 35 por ciento de las mejores amistades preescolares se desarrollan entre niños y niñas (como Naomi y Eric), a la edad de siete años ese porcentaje cae hasta prácticamente un 0 por ciento. Desde entonces y hasta la pubertad los sexos tienen muy poco o nada que ver el uno con el otro.
John M. Gottman (Siete reglas de oro para vivir en pareja)