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X. -No queda, pues, ¡oh, Adimanto! -dije-, más que un pequeñĂsimo nĂşmero de personas dignas de tratar con la filosofĂa; tal vez algĂşn carácter noble y bien educado que, aislado por el destierro, haya permanecido fiel a su naturaleza filosĂłfica por no tener quien le pervierta; a veces en una comunidad pequeña nace un alma granÂde que desprecia los asuntos de su ciudad por consideÂrarlos indignos de su atenciĂłn; y tambiĂ©n puede haber unos pocos seres bien dotados que acudan a la filosofĂa movidos de un justificado desdĂ©n por sus oficios. A otros los puede detener quizá el freno de nuestro comÂpañero TĂ©ages, que, teniendo todas las demás condiÂciones necesarias para abandonar la filosofĂa, es deteniÂdo y apartado de la polĂtica por el cuidado de su cuerpo enfermo. Y no vale la pena de hablar de mi caso, pues son muy pocos o ninguno aquellos otros a quienes se les ha aparecido antes que a mĂ la señal demĂłnica. Pues bien, quien pertenece a este pequeño grupo y ha gustado la dulzura y felicidad de un bien semejante y ve, en cambio, con suficiente claridad que la multitud está toca y que nadie o casi nadie hace nada juicioso en polĂÂtica y que no hay ningĂşn aliado con el cual pueda uno acudir en defensa de la justicia sin exponerse por ello a morir antes de haber prestado ningĂşn servicio a la ciuÂdad ni a sus amigos, con muerte inĂştil para sĂ mismo y para los demás, como la de un hombre que, caĂdo entre bestias feroces, se negara a participar en sus fechorĂas sin ser capaz tampoco de defenderse contra los furores de todas ellas... Y, como se da cuenta de todo esto, perÂmanece quieto y no se dedica más que a sus cosas, como quien, sorprendido por un temporal, se arrima a un paÂredĂłn para resguardarse de la lluvia y polvareda arrasÂtradas por el viento; y, contemplando la iniquidad que a todos contamina, se da por satisfecho si puede Ă©l pasar limpio de injusticia e impiedad por esta vida de aquĂ abajo y salir de ella tranquilo y alegre, lleno de bellas esÂperanzas. -Pues bien -dijo-, no serán los menores resultados los que habrá conseguido al final. -Pero tampoco los mayores -dije- por no haber enÂcontrado un sistema polĂtico conveniente; pues en un rĂ©Âgimen adecuado se hará más grande y, al salvarse Ă©l, salÂvará a la comunidad.
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