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EL MODELO EDUCATIVO PRUSIANO El modelo con el que nos educamos casi todos nosotros es el instaurado por el rey de Prusia en el siglo XVIII, que estableció la educación primaria gratuita y obligatoria, entre otras cosas con el propósito de crear una clase trabajadora dócil, respetuosa de la autoridad, y cuyos integrantes se acostumbraran desde muy niños a cumplir horarios. La idea era que los niños aprendieran a respetar la autoridad de sus padres, sus maestros, sus sacerdotes y su rey, y a levantarse todos los días a la misma hora para ir a sus trabajos. Johann Gottlieb Fichte, el filósofo que impulsó este sistema educativo, escribió que “si quieres tener influencia sobre una persona, tienes que hacer más que tan sólo hablarle: tienes que formar ese joven, y formarlo de tal manera que no pueda hacer otra cosa que lo que quieras que haga”.4 Aunque loable por haber instaurado la educación primaria obligatoria y gratuita, el modelo prusiano no ocultaba ser un mecanismo de control político. Muchos críticos antes que Khan ya habían señalado que el modelo educativo prusiano, al terminar con la educación fragmentada e individualizada, le permitía al rey transmitir a todos los niños su pensamiento político mediante programas de estudios redactados por el gobierno. Pero más allá de los contenidos educativos, el modelo de clases en sí mismo contenía formas mucho más sutiles de moldear la mente de los alumnos: los alumnos estaban sentados en filas para escuchar las disertaciones de su maestro, se levantaban cada vez que entraba el profesor, y las clases estaban separadas en “materias”, que debían ser memorizadas cada una en sí misma, y sin relación con las demás, para no estimular el pensamiento crítico de los estudiantes. Y las “materias”, a su vez, eran dictadas en periodos sucesivos de 50 minutos cada una, para que los estudiantes saltaran de una a otra, con constantes interrupciones que no les permitieran desarrollar ideas peligrosas. Apenas terminaba la lección contemplada en el programa de estudio, sonaba una campana, y terminaba la clase. El modelo Prusiano servía muy bien a los propósitos del rey, y también ayudó a crear una clase media de trabajadores manuales que se emplearon en las fábricas durante la Revolución Industrial, pero ya no sirve para la economía de la innovación del siglo XXI, argumenta Khan. Hoy en día, hace falta exactamente lo contrario: incentivar la creatividad y la facultad de resolver problemas de los alumnos. Según un estudio de Cathy N. Davidson, profesora de la Universidad de Duke y codirectora de la Fundación MacArthur de Medios Digitales y Competencias de Aprendizaje, 65% de los niños que empiezan la escuela este año terminarán trabajando en empleos que aún no han sido inventados.5
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