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Pensemos de nuevo en cómo esto nos permite pensar en nuestro cerebro de una manera nueva; es decir, cómo el esquema de un equipo de rivales nos permite abordar misterios que serían inexplicables si adoptamos el punto de vista tradicional de los programas de ordenador o de la inteligencia artificial. Consideremos el concepto de secreto. Lo más importante que sabemos de los secretos es que mantenerlos no es saludable para el cerebro.46 El psicólogo James Pennebaker y sus colegas estudiaron qué ocurría cuando las víctimas de violación y de incesto, por vergüenza o por sentimiento de culpa, decidían guardar el secreto. Tras años de estudio, Pennebaker concluyó que «el acto de no comentar ni confiar a nadie el hecho podía llegar a ser más dañino que el hecho mismo per se».47 Él y su equipo descubrieron que cuando los sujetos confesaban o escribían acerca de sus secretos más profundos, su salud mejoraba, se reducía su número de visitas al médico y había decrementos mesurables en sus niveles de hormonas del estrés.48 Los resultados son bastante claros, pero hace algunos años comencé a preguntarme cómo comprender estos descubrimientos desde la perspectiva de la ciencia del cerebro. Y eso me llevó a una cuestión que, me di cuenta, nadie había abordado en la literatura científica: ¿qué es, neurobiológicamente, un secreto? Imaginemos que construimos una red nerviosa artificial de millones de neuronas interconectadas: ¿qué aspecto tendría un secreto? ¿Podría una tostadora, con sus partes interconectadas, guardar un secreto? Poseemos marcos de referencia científicos útiles para comprender la enfermedad de Parkinson, la percepción del color y la sensación de
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