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Sabe usted que no he cruzado la pampa hasta Buenos Aires, habiendo obtenido la descripción de ella de los arrieros sanjuaninos que la atraviesan todos los años, de los poetas como Echeverría, y de los militares de la guerra civil. Quiérola sin embargo, y la miro como cosa mía. Imagínomela yerma en invierno, calva y polvorosa, interrumpida su desnudez por bandas de cardales y viznagas. Pero volviendo a poco el caleidoscopio, la pueblo de bosques, tal como con más desventajas se ha realizado en las Landas de Francia, y en las desnudas montañas de las Ardenas. [...] [E]n la pampa hay que completar por el arte la obra de Dios. Dada la tela, se necesita la paleta y los tintes que han de matizarla.
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