Guerrero Tres Quotes

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las cuatro armas de la oración, siete poderosos tópicos de oración, cuatro formas en las que Dios responde las oraciones, tres estrategias de oración en el cuarto de guerra y nueve consejos para mejorar tu vida de oración. Necesitamos
Daniel B. Lancaster (Oraciones Poderosas en el Cuarto de Guerra: Aprendiendo a orar como un guerrero poderoso en la oración (Plan de Batalla Espiritual para la Oración nº 1) (Spanish Edition))
—Yo estoy montado en este animal. Tú estás bastante cerca, y mirando. Sin embargo, crees que el animal está solo. Te equivocas… Atardecido no avanza solo. Yo, un feroz guerrero, estoy escondido en su costado. Y tú que estás allí, y eres un sideresio, no puedes darte cuenta. Atardecido se te acerca. Tú no comprendes el peligro que trae consigo, tú continúas despreocupado. Entonces, cuando estamos suficientemente próximos, aparezco. Sin darte tiempo a nada, cubro a la carrera la corta distancia que nos separa. Caigo sobre ti y tus extrañas armas, y te mato tres veces —Cucub se arrojó contra Dulkancellin, simulado un hacha con su mano—. Mato a este sideresio por el lulu anciano, lo mato por el joven que corría de prisa, lo mato por el águila amiga…
Liliana Bodoc (Los días del venado (La saga de los confines, #1))
Por todo el reino otomano son enviados heraldos que anuncian el reclutamiento de todos aquellos que sean capaces de portar armas, y el 5 de abril de 1453, como una marea que irrumpe de repente, aparece un inmenso ejército otomano en las llanuras de Bizancio que se extiende casi hasta los muros de la ciudad. A la cabeza de sus tropas, envuelto en una suntuosa túnica, cabalga el sultán para levantar su tienda frente a la puerta Lykas. Pero antes de dejar que el viento ondee sus estandartes ante su cuartel general, ordena que le extiendan su alfombra de rezos. Descalzo, pone sus pies sobre ella y dirigiendo su rostro a La Meca se inclina por tres veces haciendo llegar su frente hasta el suelo. Y detrás de él —¡maravilloso espectáculo!—, con el mismo gesto, en la misma dirección y al mismo ritmo, más de cien mil hombres de su ejército pronuncian la misma oración: Quiera Alá darles fuerzas y otorgarles la victoria. Y es ahora cuando se levanta el Sultán para pasar de humillado a desafiante, de siervo de Dios a señor y guerrero. Y ahora sus tellals, los pregoneros oficiales, se lanzan por todo el campamento para, a golpe de tambor y al son de fanfarrias, proclamar que el sitio de la ciudad ha comenzado.
Stefan Zweig (Momentos estelares de la humanidad (Opera Magna) (Spanish Edition))
-Pero, por el contrario, pienso que, cuando un arte­sano u otro que su índole destine a negocios privados, engreído por su riqueza o por el número de los que le siguen o por su fuerza o por otra cualquier cosa seme­jante, pretenda entrar en la clase de los guerreros, o uno de los guerreros en la de los consejeros o guardia­nes, sin tener mérito para ello, y así cambien entre sí sus instrumentos y honores, o cuando uno solo trate de hacer a un tiempo los oficios de todos, entonces creo, como digo, que tú también opinarás que seme­jante trueque y entrometimiento ha de ser ruinoso para la ciudad. -En un todo. -Por tanto, el entrometimiento y trueque mutuo de estas tres clases es el mayor daño de la ciudad y más que ningún otro podría ser con plena razón calificado de cri­men. -Plenamente. -¿Y al mayor crimen contra la propia ciudad no ha­brás de calificarlo de injusticia? -¿Qué duda cabe?   XI. -Eso es, pues, injusticia. Y a la inversa, diremos: la actuación en lo que les es propio de los linajes de los trafi­cantes, auxiliares y guardianes, cuando cada uno haga lo suyo en la ciudad, ¿no será justicia, al contrario de aque­llo otro, y no hará justa a la ciudad misma? -Así me parece y no de otra manera -dijo él. -No lo digamos todavía con voz muy recia -obser­vé-; antes bien, si, trasladando la idea formada a cada uno de los hombres, reconocemos que allí es también justicia, concedámoslo sin más, porque ¿qué otra cosa cabe oponer? Pero, si no es así, volvamos a otro lado nuestra atención. Y ahora terminemos nuestro examen en el pensamiento de que, si tomando algo de mayor extensión entre los seres que poseen la justicia, nos es­forzáramos por intuirla allí, sería luego más fácil obser­varla en un hombre solo. Y de cierto nos pareció que ese algo más extenso es la ciudad y así la fundamos con la mayor excelencia posible, bien persuadidos de que en la ciudad buena era donde precisamente podría hallar­se la justicia. Traslademos, pues, al individuo lo que allí se nos mostró y, si hay conformidad, será ello bien; y, si en el individuo aparece como algo distinto, volveremos a la ciudad a hacer la prueba, y así, mirando al uno jun­to a la otra y poniéndolos en contacto y roce, quizá con­seguiremos que brille la justicia como fuego de enjutos y, al hacerse visible, podremos afirmarla en nosotros mismos.
Plato (La República)
—Vino la muerte a buscarme —suspira Villa—, pero se equivocó de hora. Los dos resucitados van a parar a una misma celda en la prisión de Tlatelolco. Conversando pasan los días y los meses. Magaña habla de Zapata y de su plan de reforma agraria y del presidente Madero, que se hace el sordo porque quiere quedar bien con los campesinos y con los terratenientes, montado en dos caballos a la vez. Un pequeño pizarrón y un par de libros llegan a la celda. Pancho Villa sabe leer personas, pero no letras. Magaña le enseña; y juntos van entrando, palabra por palabra, estocada tras estocada, en los castillos de Los tres mosqueteros. Después emprenden viaje por Don Quijote de La Mancha, locos caminos de la vieja España; y Pancho Villa, el feroz guerrero del desierto, acaricia las páginas con mano de amante. Magaña le cuenta: —Este libro… ¿Sabes? Lo escribió un preso. Uno como nosotros.
Eduardo Galeano (Memory of Fire: III: Century of the Wind: Part Three of a Trilogy)
—Vino la muerte a buscarme —suspira Villa—, pero se equivocó de hora. Los dos resucitados van a parar a una misma celda en la prisión de Tlatelolco. Conversando pasan los días y los meses. Magaña habla de Zapata y de su plan de reforma agraria y del presidente Madero, que se hace el sordo porque quiere quedar bien con los campesinos y con los terratenientes, montado en dos caballos a la vez. Un pequeño pizarrón y un par de libros llegan a la celda. Pancho Villa sabe leer personas, pero no letras. Magaña le enseña; y juntos van entrando, palabra por palabra, estocada tras estocada, en los castillos de Los tres mosqueteros. Después emprenden viaje por Don Quijote de La Mancha, locos caminos de la vieja España; y Pancho Villa, el feroz guerrero del desierto, acaricia las páginas con mano de amante. Magaña le cuenta: —Este libro… ¿Sabes? Lo escribió un preso. Uno como nosotros.
Eduardo Galeano (Memory of Fire: III: Century of the Wind: Part Three of a Trilogy)
Ésta es la copla de mi tierra, la copla de mi reino. Mas si mi reino está podrido su espíritu es eterno. ¡Músicos, poetas y salmistas, obispos y guerreros!… Llevadme de nuevo el compás. En los cuernos de la mitra ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! En los cuernos de la mitra hay una plegaria verde y otra plegaria amarilla. En los cuernos de la mitra, ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! Ésta es la copla de mi alma, de mi alma sin templo porque la bestia negra apocalíptica lo ha llenado de estiércol. Tres veces cantó el gallo, tres veces negó Pedro, tres veces canto yo: por mi carne, por mi patria y por mi templo… Por todo lo que tuve y ya no tengo… ¡Arre! ¡Arre! ¡Arre! ¡Vamos hacía el infierno!
León Felipe (Nueva Antología Rota)
Al final del principio, la diosa creó las islas santuario para sus fieles y los bendijo con tres dones: Algunos nacerían con magia. Un salvador, que la protegería. Y cuando llegase el momento de la batalla, los guerreros se mantendrían fuertes, pues ella les dio una fuente curativa.
Emily Thiede (This Vicious Grace (The Last Finestra, #1))
Todos los países que han entrado en guerra han movilizado a la mujer. Alemania no. El Führer, producto típico medioburgués lleno de prejucios, relegó a la mujer a la tríada tradicional de Kinder, Küche, Kirche, «niños, cocina, iglesia», las tres kas que dijimos. Nada de sacarla del hogar. La mujer solo para el descanso del guerrero, para abrirse a porta gayola cuando el héroe regrese del frente y para parir y amamantar arios robustos que el día de mañana sean soldados.
Juan Eslava Galán (La segunda guerra mundial contada para escépticos)
Cuando Vidaurre le escribe a Santander –página 95 de la Defensa– para contarle que los Ministros de Inglaterra y Holanda le han dicho: “Su vida corre un gran riesgo: Bolívar ha descubierto el velo: quiere ser Emperador y abrir una nueva Dinastía”, comenta Rodríguez: “¡Si Bolívar hubiese querido ser Rey, no necesitaba mendigar sufragios, ni recurrir a intrigas para obtenerlos, ni confiar la suerte de su pretensión a cuatro sujetos sin caudal y sin preponderancia!”. Y pone esta secuela: “Un hombre que ha trabajado tanto por abolir la monarquía, ¿tendrá el propósito de restablecerla?”. Apela aquí –¡cuestión de suma significación!– a su magna obra de maestro del Libertador: “Bolívar no puede haber olvidado las máximas que han presidido en sus consejos, y reglado su conducta pública”. Tales máximas las dio e inculcó Rodríguez; lo declaró el propio Libertador: No he podido borrar siquiera una coma de las grandes sentencias que usted me ha regalado; siempre presentes a mis ojos intelectuales, las he seguido como guías infalibles [Carta de Pativilca, del 19 de enero de 1824]. Cita Rodríguez tres de esas máximas: “Sólo los filósofos son inmortales, porque viven en los corazones... La gratitud de los pueblos es la gloria eterna de los héroes profanos... Los guerreros, los conquistadores y los reyes se sepultan en los libros”. El apóstrofe final de la obra se dirige a los militares: ¡No morder al amo, que es la Patria, aunque rabiéis, es lo solo que os recomienda un compatriota que siente no poder ser militar![
Alfonso Rumazo González (Simón Rodríguez, Maestro de América (Spanish Edition))
Ellos fueron en parte responsables del destino de tres mil almas inocentes que llegaron a la Unión Soviética huyendo de la guerra civil de España, contribuyendo a su desarraigo y a la separación definitiva de sus familias. Y todavía se seguían arrogando la dirección de sus vidas, manipulándolas a su conveniencia como las marionetas de un guiñol.
Mercedes Guerrero (El baile de las marionetas (Spanish Edition))
De los casi cuatro mil quinientos niños que iniciaban el viaje aquella tarde, primero embarcaron los que se dirigían a Burdeos, unos tres mil. El resto lo hicieron después y su destino era la URSS. Con ellos viajaba un grupo de unas setenta personas entre maestros, auxiliares, médicos y educadores.
Mercedes Guerrero (El baile de las marionetas (Spanish Edition))
Kabul, Afganistán. Junio de 2004 Habían pasado tres semanas desde el incidente con la joven fallecida y del hallazgo de la perla de ámbar que había llenado de inquietud a la doctora Lombard.
Mercedes Guerrero (El baile de las marionetas (Spanish Edition))
¿Por
Erin Hunter (Exilio (Los gatos guerreros | El poder de los tres, #3))
¿Qué se cree Audaz que somos, ardillas?
Erin Hunter (Amanecer (Los gatos guerreros | El poder de los tres, #6))
pensó.
Erin Hunter (Sombras alargadas (Los gatos guerreros | El poder de los tres, #5))
sobre
Erin Hunter (Sombras alargadas (Los gatos guerreros | El poder de los tres, #5))