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la longaniza
que se comía en los solares de la gran
ciudad funeral y fue como el toro
de Miura: lo único definitivo,
por lo cual yo prefiero adobado el lomo aliñado
en Lautaro o Galvarino o Temuco,
obteniéndolo con cerdo sureño oceánico,
y una gran cazuela de pavita en Lonquimay o
el cordero lechón asado en brasas de horno,
con quideñes agarrados en la gran
montaña del copihual araucano
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