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La siesta terminó con un sobresalto porque volvió a sonar la campana de la iglesia; después del sermón del cura, tras el sancocho y el sueño, venía el sermón laico. Les iba a hablar don Santiago Santamaría, el fundador. Se adelantó hacia la tarima que hacía las veces de altar, se quitó el sombrero blanco de paja de iraca, aguadeño, carraspeó y empezó a hablar en segunda persona del plural, algo que todavía se usaba en aquellos días, especialmente en los discursos:
“Jericoanos de esta nueva alianza. Perdonad que un hombre d épocas luces y de pocas palabras os dirija la palabra, pero así lo han querido mi compadre y socio en esta empresa, don Gabriel Echeverri, y los moradores que ya llevan más tiempo en estas lejanías. Doña Quiteria y yo, y todos los habitantes os damos la más cálida bienvenida, no a este pueblo, que apenas existe todavía, sino a este sueño, a esta empresa conjunta por el futuro del suroeste antioqueño
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