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Llevóme de vuestros ojos
a su casa Fernán Gómez;
la oveja al lobo dexáis,
como cobardes pastores.
¡Qué dagas no vi en mi pecho!
¡Qué desatinos enormes,
qué palabras, qué amenazas,
y qué delitos atrozes,
por rendir mi castidad
a sus apetitos torpes!
Mis cabellos, ¿no lo dizen?
¿No se ven aquí los golpes,
de la sangre, y las señales?
¿Vosotros sois hombres nobles?
¿Vosotros, padres y deudos?
¿Vosotros, que no se os rompen
las entrañas de dolor,
de verme en tantos dolores?
Ovejas sois, bien lo dize
de Fuente Ovejuna el nombre.
¡Dadme unas armas a mí, pues sois piedras, pues sois bronzes!
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