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Las primeras palabras que escribiĂł Sara en aquel cuaderno de tapas duras que le habĂa dado su padre fueron rĂo, luna y libertad, además de otras más raras que le salĂan por casualidad, a modo de trabalenguas, mezclando vocales y consonantes a la buena de Dios. Estas palabras que nacĂan sin quererlo ella misma, como flores silvestres que no hay que regar, eran las que más le gustaban, las que le daban más felicidad, porque sĂłlo las entendĂa ella. Las repetĂa muchas veces, entre dientes, para ver cĂłmo sonaban, y las llamaba "farfanĂas". Casi siempre le hacĂan reĂr.
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