Flores Amarillas Quotes

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Cuando estamos lejos de la patria nunca la recordamos en sus inviernos. La distancia borra las penas del invierno, las poblaciones desamparadas, los niños descalzos en el frío. El arte del recuerdo sólo nos trae campiñas verdes, flores amarillas y rojas, el cielo azulado del himno nacional.
Pablo Neruda (Confieso que he vivido)
Pero siento como si conociera a Rue...La veo en las flores amarillas que crecen en la Pradera junto a mi casa. La veo en los sinsajos que cantan en los arboles. Pero mas que nada, la veo en mi hermana Prim.
Suzanne Collins (Catching Fire (The Hunger Games, #2))
- (...) la verdad es que no me extraña que, de todas las cosas hermosas del mundo, eligieras un cactus. Los cactus tienen lindas flores amarillas cuando llega la primavera, te lo aseguro. Me encanta este. Es duro y áspero, pero es un poco como tú: no muy amigable por fuera, dulce por dentro.
Melisa S. Ramonda (Ocho Relatos de Fantasía)
Porque posee usted la más maravillosa juventud, y la juventud es lo más precioso que se puede poseer. –No lo siento yo así, lord Henry. –No; no lo siente ahora. Pero algún día, cuando sea viejo y feo y esté lleno de arrugas, cuando los pensamientos le hayan marcado la frente con sus pliegues y la pasión le haya quemado los labios con sus odiosas brasas, lo sentirá, y lo sentirá terriblemente. Ahora, dondequiera que vaya, seduce a todo el mundo. ¿Será siempre así?… Posee usted un rostro extraordinariamente agraciado, señor Gray. No frunza el ceño. Es cierto. Y la belleza es una manifestación de genio; está incluso por encima del genio, puesto que no necesita explicación. Es uno de los grandes dones de la naturaleza, como la luz del sol, o la primavera, o el reflejo en aguas oscuras de esa concha de plata a la que llamamos luna. No admite discusión. Tiene un derecho divino de soberanía. Convierte en príncipes a quienes la poseen. ¿Se sonríe? ¡Ah! Cuando la haya perdido no sonreirá… La gente dice a veces que la belleza es sólo superficial. Tal vez. Pero, al menos, no es tan superficial como el pensamiento. Para mí la belleza es la maravilla de las maravillas. Tan sólo las personas superficiales no juzgan por las apariencias. El verdadero misterio del mundo es lo visible, no lo que no se ve… Sí, señor Gray, los dioses han sido buenos con usted. Pero lo que los dioses dan, también lo quitan, y muy pronto. Sólo dispone de unos pocos años en los que vivir de verdad, perfectamente y con plenitud. Cuando se le acabe la juventud desaparecerá la belleza, y entonces descubrirá de repente que ya no le quedan más triunfos, o habrá de contentarse con unos triunfos insignificantes que el recuerdo de su pasado esplendor hará más amargos que las derrotas. Cada mes que expira lo acerca un poco más a algo terrible. El tiempo tiene celos de usted, y lucha contra sus lirios y sus rosas. Se volverá cetrino, se le hundirán las mejillas y sus ojos perderán el brillo. Sufrirá horriblemente… ¡Ah! Disfrute plenamente de la juventud mientras la posee. No despilfarre el oro de sus días escuchando a gente aburrida, tratando de redimir a los fracasados sin esperanza, ni entregando su vida a los ignorantes, los anodinos y los vulgares. Ésos son los objetivos enfermizos, las falsas ideas de nuestra época. ¡Viva! ¡Viva la vida maravillosa que le pertenece! No deje que nada se pierda. Esté siempre a la busca de nuevas sensaciones. No tenga miedo de nada… Un nuevo hedonismo: eso es lo que nuestro siglo necesita. Usted puede ser su símbolo visible. Dada su personalidad, no hay nada que no pueda hacer. El mundo le pertenece durante una temporada… En el momento en que lo he visto he comprendido que no se daba usted cuenta en absoluto de lo que realmente es, de lo que realmente puede ser. Había en usted tantas cosas que me encantaban que he sentido la necesidad de hablarle un poco de usted. He pensado en la tragedia que sería malgastar lo que posee. Porque su juventud no durará mucho, demasiado poco, a decir verdad. Las flores sencillas del campo se marchitan, pero florecen de nuevo. Las flores del codeso serán tan amarillas el próximo junio como ahora. Dentro de un mes habrá estrellas moradas en las clemátides y, año tras año, la verde noche de sus hojas sostendrá sus flores moradas. Pero nosotros nunca recuperamos nuestra juventud. El pulso alegre que late en nosotros cuando tenemos veinte años se vuelve perezoso con el paso del tiempo. Nos fallan las extremidades, nuestros sentidos se deterioran. Nos convertimos en espantosas marionetas, obsesionados por el recuerdo de las pasiones que nos asustaron en demasía, y el de las exquisitas tentaciones a las que no tuvimos el valor de sucumbir. ¡Juventud! ¡Juventud! ¡No hay absolutamente nada en el mundo excepto la juventud!
Oscar Wilde (The Picture of Dorian Gray)
Entonces entraron al cuarto de José Arcadio Buendía, lo sacudieron con todas sus fuerzas, le gritaron al oído, le pusieron un espejo frente a las fosas nasales, pero no pudieron despertarlo. Poco después, cuando el carpintero le tomaba las medidas para el ataúd, vieron a través de la ventana que estaba cayendo una llovizna de flores amarillas. Cayeron toda la noche sobre el pueblo en una tormenta silenciosa, y cubrieron los techos y atascaron las puertas, y sofocaron a los animales que durmieron a la intemperie. Tantas flores cayeron del cielo, que las calles amanecieron tapizadas de una colcha compacta, y tuvieron que despejarlas con palas y rastrillos para que pudiera pasar el entierro.
Gabriel García Márquez
Ya no llamo a mi madre, pero todavía cuento mis respiraciones antes de dormirme. ¿Cuántas veces he respirado desde que nací? Si respiramos ochocientos millones de veces a lo largo de 80 años, como yo tengo doce años debo haber respirado unos ciento veinte millones de veces. Ciento veinte millones de veces que el aire ha entrado y salido de mis pulmones. ¿Cuánto tiempo durará esto? Algún día se parará, como si alguien desconectara un un interruptor. Y entonces ... ¿A dónde iré? Quizá no haya ningún sitio al que ir. A veces intento dejar de respirar. Hundo la cara en la almohada y cuento uno, dos, tres, ... trece, catorce, quince, dieciséis, ... treinta, treinta y uno, treinta y dos, treinta y tres, treinta y cuatro, cierro los ojos con fuerza y veo luces amarillas en la oscuridad. Luego las luces amarillas forman flores, un campo de flores amarillas. Mi cuerpo empieza a flotar y me convierto en un pájaro que lo sobrevuela. Entonces, el campo de flores amarillas se transforma en un campo de fuego. Cada flor es una pequeña llama que se une a las otras y me rodean . Hay alguien mas. Las llamas le cubren los pies y los mueve para saludarme, ¿quién es? peor se acaba allí. No aguanto más y tengo que volver a respirar . Un tío me dijo que hace mucho, mucho tiempo que morirse es dejar de respirar. En aquel entonces le creí. Pero ahora se que no es verdad. Vivir es algo más que respirar, supongo.
Kazumi Yumoto (The Friends)
Fue tan eficaz fue la cuarentena que llegó el día en que la situación de emergencia se tuvo por cosa natural, y se organizó la vida de tal modo que el trabajo recobró su ritmo y nadie volvió a preocuparse por la inútil costumbre de dormir.
Gabriel García Márquez
La sabana se extendía vasta y plana. Aparecieron acacias rojas con las vainas largas como fundas de machete, llenas de semillas, y cañaguates y robles que tapizaban el suelo con flores amarillas y moradas. El sol potente de la tarde encendía la clorofila en árboles de mango esponjados, cuajados de racimos, y en ceibas altas y anchas bajo cuya sombra circular se refugiaban novillos gibados, buscando el fresco, inmunes al ruido de los carros.
Esteban Duperly (Dos aguas)
[…] Aquí entre mazorcas y blandos juncos de tule, donde los indios tejen petates, amarran tapeistes y urden sillas frescas con armazón de palo blanco o pintado de azul celeste con flores rosas amarillas de cempasúchil, agria flor que huele a fermentos de vida y de muerte como tú… Aquí entre gallaretas, corvejones, sapos, ranas, cucarachas de agua y cucharones. Entre tepalcates, golondrinos y sambutidores pipiles. Bajo el vuelo rasante de agachonas y el rápido altísimo geométrico de zopilotillos vespéridos. Entre tuzas chatas y murciélagos agudos. Aquí te hallé última forma de soñar despierto. […]
Juan José Arreola (Tres días y un cenicero y otros cuentos)
IDILIO DE ABRIL Los niños han ido con Platero al arroyo de los chopos, y ahora lo traen trotando, entre juegos sin razón y risas desproporcionadas, todo cargado de flores amarillas. Allá abajo les ha llovido - aquella nube fugaz que veló el prado verde con sus hilos de oro y plata, en los que tembló, como en una lira de llanto, el arco iris-. Y sobre la empapada lana del asnucho, las campanillas mojadas gotean todavía. ¡Idilio fresco, alegre, sentimental! ¡Hasta el rebuzno de Platero se hace tierno bajo la dulce carga llovida! De cuando en cuando, vuelve la cabeza y arranca las flores a que su bocota alcanza. Las campanillas, níveas y gualdas, le cuelgan, un momento, entre el blanco babear verdoso y luego se le van a la barrigota cinchada. ¡Quién, como tú, Platero, pudiera comer flores..., y que no le hicieran daño! ¡Tarde equívoca de abril!... Los ojos brillantes y vivos de Platero copian toda la hora de sol y lluvia en cuyo ocaso, sobre el campo de San Juan, se ve llover, deshilachada, otra nube rosa.
Juan Ramón Jiménez (Platero y yo: Elegía Andaluza (Spanish Edition))
Es muy difícil borrar de la memoria las huellas del pasado cuando la duda alimenta el deseo y acumula esperanzas sobre la negación. La muerte tiene, al menos, imágenes tangibles: la tumba, las palabras, las flores que renuevan el rostro del recuerdo y, sobre todo, esa conciencia clara de la irreversibilidad que se asienta en el tiempo y convierte la ausencia en costumbre añadida. La desaparición, en cambio, no tiene límites ni aun para sí misma; no es un estado, sino su negación.
Julio Llamazares (La lluvia amarilla)