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Eran las 10 de la noche y Pep estaba solo en la ciudad deportiva del Barça. No quedaba nadie, ni siquiera sus ayudantes, solo él en un despacho iluminado de manera tenue. Imaginó a Messi moviéndose libremente por aquel enorme espacio vacío del estadio Bernabéu, a la espalda de los mediocentros madridistas y encarando en solitario a Metzelder y Cannavaro, petrificados sobre la línea del área, dudando si ir a por el delantero argentino. Tan clara vio la jugada que levantó el teléfono. No llamó a ninguno de sus analistas, ni a Xavi, el cerebro del equipo. Llamó directamente a Messi: «Leo, soy Pep, tengo algo importante, muy importante. Ven. Ahora. Ya», le dijo. A las diez y media de la noche, Leo Messi, de 21 años, golpeó suavemente la puerta del despacho de Pep. El entrenador le enseñó el vídeo y detuvo la imagen mostrándole la zona vacía que a partir del día siguiente iba a ser suya: la zona Messi, la del falso 9. «Leo, mañana en Madrid vas a empezar en la banda, como siempre. Pero si te hago una indicación te vas a la espalda de los mediocentros y te mueves por esta zona que te acabo de enseñar. Es lo mismo que hicimos en septiembre pasado en Gijón», le indicó. En Gijón, el 21 de septiembre de 2008, con el agua al cuello tras haber perdido el primer partido de liga ante el Numancia y empatado el segundo contra el también modesto Racing de Santander, Guardiola se jugaba su porvenir como entrenador del Barça. Decidió mandar a Eto’o a la banda derecha y jugar con Messi en la zona del falso 9, tal como el joven argentino había jugado muchas veces en su edad de cadete. Venció el Barça por goleada (1-6) y empezó la marcha triunfal de Pep. Siete meses más tarde, el entrenador rescataba la misma idea y se la explicaba en persona al protagonista: «Leo, cuando Xavi o Andrés se salten la línea y te pasen el balón, te vas directo a portería, a por Casillas». Fue un secreto entre ambos. Nadie más del Barça supo lo que Pep había transmitido a Messi aquella noche del primer día de mayo, salvo Tito Vilanova al día siguiente, ya en el hotel de concentración. Minutos antes de empezar el partido del 2 de mayo, Guardiola llamó aparte a Xavi e Iniesta y les dijo: «Si veis a Leo entre líneas y por el centro, no lo dudéis: pasadle el balón. Será como en Gijón». Aquel 2 de mayo de 2009, el Barça aplastó al Real Madrid por 2-6, Messi se convirtió en falso 9 y Pep sonrió, feliz.
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Martí Perarnau (Herr Pep: Crónica desde dentro de su primer año en el Bayern de Múnich (Spanish Edition))