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Voy a proponerte una situación un tanto rocambolesca para la cual tienes que echarle un poco de imaginación. Imagina por un momento que eres el dependiente de una gasolinera. Hace acto de presencia un coche que se sitúa frente al surtidor. Baja el conductor y abre la tapa del depósito de combustible del vehículo. Observas que es un modelo de gasolina y sin embargo comienza a llenarlo de gas-oil. Lo primero que se te ocurrirá es que vaya despiste que lleva y lo segundo, que no irá muy lejos porque se acaba de cargar el coche. Se trata de una situación comparable a lo que sería un ciclista, que es el caso que nos ocupa, si la noche anterior a una marcha, carrera o entrenamiento intensivo, cena una sopa, un filete y un yogurt de postre. O ensalada con una tortilla francesa de escabeche o queso y una pieza de fruta. Y para terminar de rematar la jugada, no digamos si cuando se levanta al día siguiente, el desayuno es poco consistente, a destiempo y mal escogido. Entonces doble premio. Sus depósitos musculares es más que posible que se encuentren poco recargados debido a la cena y con el desayuno tan “excelente”… Está sentenciado. Tampoco irá muy lejos.
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