Esa Chica Quotes

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Mi padre decía que la primera vez que te enamoras te cambia la vida para siempre, y por más que lo intentes, jamás lograrás borrar ese sentimiento tan profundo. Esa chica fue tu primer amor, y hagas lo que hagas, siempre estará presente en tu corazón.
Nicholas Sparks (The Notebook (The Notebook, #1))
Esa chica quien me dejo lanzarle cuchillos en lugar de su amigo, quien golpeó a mi padre con un cinturón para protegerme… esa chica desinteresada, ¿No eres tú?
Veronica Roth (Divergent (Divergent, #1))
Conoces a una chica tímida y sencilla. Si le dices que es hermosa, ella pensará que eres simpático, pero no te creerá. Sabe que esa belleza es obra de tu contemplación. Y a veces basta con eso. Pero existe una manera mejor de hacerlo. Le demuestras que es hermosa. Conviertes tus ojos en espejos, tus manos en plegarias cuando la acaricias. Es difícil, muy difícil, pero cuando ella se convence de que dices la verdad... De pronto la historia que ella se cuenta a sí misma cambia. Se transforma. Ya no la ven hermosa. Es hermosa, y la ven.
Patrick Rothfuss (The Name of the Wind (The Kingkiller Chronicle, #1))
-Terrorífico -dice Will con fingida seriedad-. Esa es mi chica. Dura como bola de algodón.
Veronica Roth (Divergent (Divergent, #1))
Ese chico roto en la playa parecía como hace una vida. Los años habían pasado, colegio y la NFL, matrimonio y un bebé, pero de vez en cuando, cuando Jude miraba hacia mí y me daba esa lenta mirada, con esa sonrisa conocida en él, yo era esa chica en bikini negro de nuevo, anhelando por un chico que nunca pensé que podría ser mío.
Nicole Williams (Crush (Crash, #3))
¿Acaso esto era de lo que se trataba el amor? ¿Pensar que una chica se veía hermosa en su pijama y sus gafas? ¿Que probablemente yo era el único que ella había dejado que la viera usándolas? ¿Era esa una cosa buena o una cosa mala?
Nyrae Dawn (What a Boy Wants (What a Boy Wants, #1))
Es la historia de una chica que está perdida y de un chico que ya no quiere encontrarse. Ella es el sol, calor. Él es hielo, Alaska, un corazón congelado en el que siempre está nevando. Pero, a pesar de todo, encajan. Y quizá por eso, los dos crecen como esas briznas de hierba salvajes, ¿te has fijado en ella? No lo parecen, pero son fuertes. Y no importa el mal tiempo que haga, al final, pese al frío, pese al dolor que arrastran del anterior invierno, siempre se alzan buscando la luz del sol…
Alice Kellen (El día que dejó de nevar en Alaska)
—Esa primera noche, me di cuenta de que nunca conocería a una chica como tú. Pero te mereces a alguien que haya esperado por ti tanto como tú has esperado por él. Y no importa cuanto yo desee ser ese chico, no puedo, Harper.
Molly McAdams (Taking Chances (Taking Chances, #1))
—Eres mi mejor amigo, Ed. —Lo sé. Se puede matar a un hombre con esas palabras. Sin necesidad de pistola. Sin necesidad de balas. Solo palabras y una chica.
Markus Zusak (I Am the Messenger)
Quizá no es esa chica que lo consigue todo sin esfuerzo. Quizá se le da tan bien ayudarme a mostrarme al mundo porque ella también ha tenido que hacerlo.
Rachael Lippincott (She Gets the Girl)
Sabes esas chicas que se cortan los brazos con una cuchilla de afeitar, llenándose de heridas y más heridas? Lo hacen para liberar el dolor. Están tan llenas de él que únicamente así superan esa ansiedad.
Jordi Sierra i Fabra (Quizás mañana la palabra amor...)
Una ciudad de papel para una chica de papel [...]. Miraba hacia abajo y pensaba que yo era de papel. Yo era la persona débil y plegable, no los demás. Y esa es la cuestión. A la gente le encanta la idea de una chica de papel. Siempre le ha encantado. Y lo peor es que a mí me encantaba también. Lo cultivaba, ¿sabes?
John Green (Paper Towns)
Me pregunto si alguna vez alguien pensó eso de mí. Me pregunto si antes yo era bella y tampoco lo veía. No esa «belleza» de las modelos ni la que prometen los anuncios, no esa de las chicas que dejan a los hombres babeando detrás a su paso, no. La verdadera belleza, esa que te embarga al ver a una chica que destila vida por los cuatro costados.
Beatriz Esteban (Seré frágil)
Según dicen, también ella lo quería mucho, pero como suelen amar esas chicas. No hay que pedirles más de lo que pueden dar.
Alexandre Dumas fils (La dame aux camélias)
El amor fortalece… y la falta de amor debilita…  Y  yo amo a esa chica…
Carlos Cuauhtémoc Sánchez (Los ojos de mi princesa 2)
-¿De qué va la novela? -Pregunta en un susurro. Sonrió sin dejar de acariciar su rostro. - Es la historia de una chica que está perdida y de un chico que ya no quiere encontrarse. Ella es el sol, calor. El es el hielo, Alaska, un corazón congelado en el que siempre está nevando. Pero, a pesar de todo, encajaban. Y quizás por eso, los dos crecen como esas briznas de hierba salvaje, ¿te has fijado en ellas? No lo parecen, pero son fuertes. Y no importa el mal tiempo que haga, al final, pese al frío, pese al dolor que arrastran del anterior invierno, siempre se alzan buscando la luz del sol. Nilak respira profundamente. Lo arazo. Lo beso. El habla contra mis labios. - No me has dicho como se titula. - El dia que dejo de nevar en Alaska.
Alice Kellen (El día que dejó de nevar en Alaska)
—Permíteme ser franco contigo. Esa chica es muy importante para mí. Muy importante. Cuando cosas malas le suceden a las personas importantes en mi vida, no lo tomo muy bien. Supongo que se podría decir que tengo un poco de mal genio. —Acerco mi silla a la suya y lo miro fijamente a los ojos—. Ahora, ya que estamos siendo sinceros unos con otros... debes saber que solía ser un profesor. ¿Sabes por qué no soy más maestro, Mark? Él no sonríe más. Niega con la cabeza . —No enseño más porque un imbécil de mis estudiantes decidió meterse con una de mis personas más importantes. No terminó bien.
Colleen Hoover (Point of Retreat (Slammed, #2))
No tengo ninguna duda de que os duele profundamente lo que le ha pasado a esa chica, pero tenéis que reconocer que no es vuestro dolor. Es el miedo y el dolor que sentís por vuestras hijas, por vuestras parejas, por vuestras hermanas... El dolor que sentiríais si les pasara algo así. Pero no es realmente vuestro.
Karmele Jaio (La casa del padre)
No cojas la cuchara con la mano izquierda. No pongas los codos en la mesa. Dobla bien la servilleta. Eso, para empezar. Extraiga la raíz cuadrada de tres mil trescientos trece. ¿Dónde está Tanganika? ¿Qué año nació Cervantes? Le pondré un cero en conducta si habla con su compañero. Eso, para seguir. ¿Le parece a Ud. correcto que un ingeniero haga versos? La cultura es un adorno y el negocio es el negocio. Si sigues con esa chica te cerraremos las puertas. Eso, para vivir. No seas tan loco. Sé educado. Sé correcto. No bebas. No fumes. No tosas. No respires ¡Ay sí, no respires! Dar el no a todos los "no" y descansar: Morir.
Gabriel Celaya
Pero un buen beso tiene esas cosas: hace que una chica se olvide de sí misma durante un rato
Ali Hazelwood (The Love Hypothesis)
Si la hipocresía es la distancia que hay entre nuestros principios y nuestro comportamiento, es muy fácil no ser nunca un hipócrita; basta con no tener ningún principio.
George Monbiot
Buscamos los dientes que coinciden con nuestras heridas.
Kenneth Tynan
Supimos de esa cárcel que es ser chica, de los impulsos y sueños que genera y por qué acaban sabiendo qué colores combinan y cuáles no.
Jeffrey Eugenides (The Virgin Suicides)
Ha jurado que jamás hará eso a ninguna mujer sin hijos, que nunca participará de esas consignas y exclusiones.
Margaret Atwood (Chicas bailarinas)
—Luego, tal vez tú y yo podríamos ir dando un paseo hasta esa cafetería de allí y tomarnos algo. —No eres mi tipo. Maldita fuera. A veces pasaba. En fin, ¿qué podía hacer una chica en esos casos? —De acuerdo, ¿vas a dejarnos pasar? —Me gustan más… verdes. —Por-fa-vor. —Saqué mi último billete de veinte—. Ahora sí que me has dejado tiesa. Me lo arrancó de los dedos y abrió la puerta.
Darynda Jones (Second Grave on the Left (Charley Davidson, #2))
—Da igual, es como con las bicis —continuó el primer hablante, autoritario—. Yo creía que me iban a regalar una bici de siete marchas con el sillín superguay, toda violeta, osea, una pasada, y va y me regalan esa azul clarito. Con una cesta. Una bici de chica. —Porque eres una chica —señaló uno de los otros. —Pues eso es sexismo, ¿vale? ¡Regalar a la gente cosas de chicas sólo porque sean chicas!
Neil Gaiman (Good Omens: The Nice and Accurate Prophecies of Agnes Nutter, Witch)
¿Pero eso no era lo que soñaba cada chica? ¿Despertarse y encontrarse a sí misma como una princesa? ¿o bendecida con poderes mágicos y un gran destino? Tal vez había gente que vivía esas vidas. Tal vez esta chica era una de ellas. Pero ¿qué hay del resto de nosotros? ¿Qué con los donnadies, los nada, las chicas invisibles? Nosotros aprendemos a levantar nuestras cabezas como si usáramos coronas. Nosotras aprendemos a hacer magia a partir de lo ordinario. Así es como sobrevivías cuando no eras escogida, cuando no había sangre real en tus venas. Cuando el mundo no te debía nada, aun así, exigías algo.
Leigh Bardugo (Crooked Kingdom (Six of Crows, #2))
—Echo de menos a la chica que eras antes. Ya sabes, verte pintar, bromear contigo, esa sonrisa que tenías... Y no sé cómo, pero voy a conseguir sacarte de ahí, de donde quiera que estés, y traerte de vuelta.
Alice Kellen (Todo lo que nunca fuimos (Deja que ocurra, #1))
“Esa chica esta bien caliente.” Hector laughed as Rider shook his head. Ainsley stiffened across from me. She was pretty fluent in Spanish and even though Hector was Puerto Rican, I had a feeling she was getting the general gist of whatever he was saying and she was not happy about it. “Me gustaria a llevarla a mi casa y comermela.” Ainsley cocked her head to the side as she brushed her long, blond hair over her shoulder. “Gracias! Pero no hay ni una parte de mi que tu te vas a comer.” Hector’s eyes widened. Rider threw his head back and burst into laughter. “Oh, shit. Priceless.” “What?” Ainsley blinked big eyes at the stunned Hector. “You think some white chick can’t possibly understand another language so you’re going to sit in front of me and talk about me like I’m not here?” Her smile was brittle and fake. “Bitch, please.” “Man...” Hector sat back, slowly shaking his head as he stared at her. “You’re...brutal.” “Damn straight,” she replied, her eyes like chips of blue ice. Whatever yumminess she’d seen in Hector was completely out the window now. “And you’re a mal criado.” Hector’s eyes narrowed. “I really like your friend, Mouse.” Still chuckling, Rider winked at me. “She basically called him a classless ass, and I agree.
Jennifer L. Armentrout (The Problem with Forever)
Ha jurado que jamás hará eso a ninguna mujer sin hijos, que nunca participará de esas consignas y exclusiones. Ya es bastante mayor, lo ha soportado durante bastantes años, de modo que sabe lo molesto y cruel que es.
Margaret Atwood (Chicas bailarinas)
A pasado tanto tiempo que el viento te a borrado el rostro eres un recuerdo triste y melancolico con una sombra por cara la chica triste que me llevo tan alto y despues me dejo caer esa chica triste que siempre emitio tristezas y desgracias no te culpo ni me culpo, culpo al tiempo y a la juventud al tiempo y al espacio, al espacio maldito y fugaz vivimos rapido y peligrosamente, con orgullo era un tren que iba rumbo a un abismo que bueno que nos bajamos a tiempo...
Maciel Alcala
—Eso casi parece preparado James Carstairs. ¿A cuántas chicas has hecho perder la cabeza con esa observación? —Solo hay una chica a la que me importa hacerle perder la cabeza —contestó él—. La pregunta es: ¿la pierde? Ella sonrió. —La pierde.
Cassandra Clare (Clockwork Prince (The Infernal Devices, #2))
Ryan le pregunta a Avery acerca del pelo rosa. ㅡSí, es un color raro, ¿verdad? Para un chico que nació con aspecto de mujer y que quiere que lo vean como a un varón. Pero piénsalo un momento, solo muestra lo arbitrario que es el género. El rosa es femenino... pero ¿por qué? ¿Acaso las chicas son más rosas que los chicos? ¿Los chicos son más azules que las chicas? Es algo que nos enseñaron, principalmente para poder enseñarnos también otras cosas. Mi pelo puede ser rosa porque soy un chico. El tuyo puede ser azul porque eres una chica. Si te desprendes de toda esa mierda arbitraria con que nos controla la sociedad, te sientes más libre y, si te sientes más libre, puedes ser más feliz. ㅡMi pelo es azul porque me gusta el azul ㅡseñala Ryan. ㅡY el mío es rosa porque me gusta el rosa.
David Levithan (Two Boys Kissing)
«Seremos», repitió Laura en silencio. Kenneth formaba parte del Taormina, jamás sería feliz lejos de allí, ni ella lejos de él. Ese era su sitio y el de ella también. Inspiró profundamente y alzó la barbilla para armarse de valor. —Al diablo las empresas serias, el miedo al futuro y las palabras que no se pueden pronunciar. ¡Cásate conmigo! Kenneth no movió ni un músculo. Segundos después giró para quedar cara a cara, con un ademán tan elegante que a Laura se le agitó la respiración. —Esa frase es mía —dijo con calma. Ella lo miraba desconcertada—. Me refiero a la última, eso me corresponde preguntarlo a mí. La voluminosa presencia del persistente cabecilla se aproximó con paso enérgico. —Oiga, el alcalde ¿va a salir o no? —preguntó con los brazos en jarras. —¿Es que no se puede tener ni un minuto de intimidad? —se revolvió Kenneth indignado—. Mi chica me está pidiendo que me case con ella.
Olivia Ardey (Delicias y secretos en Manhattan (Delicias y secretos en Manhattan, #1))
A las chicas se les ordena que callen desde que son niñas. No montes un numerito. Sé buena. No levantes la mano. No digas lo que piensas. No hagas muecas. No te llenes de barro. No seas tonta. Suelta a esa paloma. No te mojes el pelo. Deja de hacer ruido. Aléjate de ese perro. No se nos anima a expresarnos.
Bridget Christie (A Book for Her)
»Imaginaba a una chica que torna cada instante, todo aquello que toca y a las personas que la rodean, en algo más llevadero y bonito. » Te imaginaba a ti —dijo—. Pero no sabía cómo eras. »Y entonces, cuando lo supe, comprendí que una chica capaz de todas esas cosas no podía tener otro aspecto. Eras idéntica a la chica que amaba.
Rainbow Rowell (Attachments)
—Había una chica —dice Will—. Se mudó a una casa de la calle hace un tiempo. Todavía recuerdo el momento en que la vi detenerse en el camión de mudanzas. Estaba tan segura en esa cosa. Era cien veces más grande que ella, pero lo llevó sin siquiera pedir ayuda. Vi cómo lo puso en el parque y apoyó la pierna arriba del tablero, como si conducir un camión de mudanzas era algo que hacía todos los días. Un pedazo de pastel. —Tenía que ir a trabajar pero Caulder había atravesado ya la calle. Estaba luchando con una espada imaginaria con el niño que había estado en el camión de mudanzas. Estaba a punto de gritarle que viniera a meterse en el coche, pero había algo en esa chica. Solo tenía que conocerla. Crucé la calle, pero ni siquiera se dio cuenta. Estaba mirando a su hermano jugar con Caulder, con esa mirada distante en su rostro. —Me paré al lado del camión de mudanzas y solo la miré. Me quedé mirándola mientras ella observaba con una mirada triste. Quería saber lo que le pasaba, lo que estaba pasando en su cabeza. ¿Qué le había hecho estar tan triste? Quería abrazarla. Cuando por fin salió del camión de mudanzas y me presenté, dejé todo lo que tenía que dejar irse de mis manos. Quería aferrarme a ella para siempre. Quería hacerle saber que no estaba sola. Fuera cual fuera la carga que llevaba a su alrededor, quería llevarla por ella.
Colleen Hoover (Slammed (Slammed, #1))
-¿Por qué quiero esas cosas de ella? ¿Por qué me imagino esas cosas? ¡Es horrible! +¿Qué es horrible? -No tengo derecho, es una chica. Es horrible. +Clem, lo horrible es que la gente se mate por petróleo y se cometan genocidios... Y no querer dar amor a alguien. Y es horrible que te enseñen que está mal enamorarte de alguien sólo porque tenga el mismo sexo que tú
Jul Maroh (Le bleu est une couleur chaude)
Ninguna de esas chicas era ¡tú! Ni una sola de ellas era la chica que había saltado del puñetero futuro para salvarme con su pelo ridículo y sus manos preciosas y su mente rápida y atractiva, ¿vale? ¿Es eso lo que quieres que diga? Porque es la verdad. Todo el resto de mi vida es un desastre, así que, ¿podrías… podrías decirme, por favor, si estoy en una cita o no, joder?
Casey McQuiston (One Last Stop)
—¿Y qué anda haciendo ahora esa Myrna? —preguntó con suspicacia la señora Reilly—. ¿Cómo es que escribe tanto? Ella sí que necesitaba un buen baño, qué chica aquella, Dios. —La psique de Myrna sólo puede tratar con el agua en un contexto oral. —¿Qué? —¿Querrías tener la bondad de dejar de gritar como una pescadera y largarte? ¿No tienes una botella de moscatel haciéndose en el horno?
John Kennedy Toole (A Confederacy of Dunces (Evergreen Book))
Explicarte mis sentimientos antes de mostrártelos. Escribirte poemas... No te gusta la poesía. No. Pero tú me hacer querer escribirla. ¿No cuenta eso para nada? [ Eso casi parece preparado, James Carstairs. ¿A cuántas chicas has hecho perder la cabeza con esa observación? Sólo hay una chica la que me importa hacerle perder la cabeza -contestó él La pregunta es: ¿la pierde? Ella sonrió. La pierde.
Cassandra Clare (Clockwork Prince (The Infernal Devices, #2))
Supongo que lo que estoy diciendo es que todo esto resulta demasiado familiar. Pero no familiar para mí. Solo sé que otro chico ha sentido esto. El momento en que fuera todo está tranquilo y ves cómo se mueven las cosas, y no quieres, y todo el mundo está dormido. Y todos los libros que has leído los ha leído también otra gente. Y todas las canciones que te han encantado las ha oído otra gente. Y esa chica que te parece linda es linda también para otra gente. Y sabes que si hubieras tenido esto en cuenta cuando eras feliz, te habrías sentido genial porque estás describiendo la "unidad". Es como cuando estás loco por una chica y ves a una pareja de la mano, y te alegras mucho por ellos. Y otras veces ves a la misma pareja y te saca de quicio. Y te gustaría alegrarte siempre por ellos, porque sabes que, si lo haces, significa que tú también eres feliz.
Stephen Chbosky (The Perks of Being a Wallflower)
Parece que va siendo evidente que la distopía que nos corresponde no es 1984, de Orwell, sino Un mundo feliz, de Aldous Huxley, en el que hay consenso para que desaparezca por nocivo y peligroso el “amor romántico”, ese pleonasmo (como el agua húmeda). Sin amor sólo quedará el sexo como placer y fiesta, una especie de amor sin espinas, como los filetes de pescado congelado. Punto final a esa manía alucinatoria de buscar nuestra otra mitad, el cariño absoluto que da sentido a la vida o compensa de no encontrarlo, los celos y recelos, las cóleras y reconciliaciones, la pérdida, la fatiga asombrosa de querer. “Si duele no es amor”, han decretado los coachs(esos psicólogos para quienes no tienen ya psique). Así podemos despachar el estorbo de casi toda la literatura occidental, basada en que solo es amor si duele. Y sus contradicciones: el poeta que se queja de la espina en el corazón clavada y cuando se la quitan protesta porque ya no siente el corazón... ¡Bah, no tienen pensamiento positivo, no saben pasarlo bien! Así les va a las pobres chicas, Emma, Ana, Desdémona... el último beso de Otelo. ¡Otelo! ¡Cómo no le da vergüenza a Shakespeare ser tan romántico al hablar de la violencia de género! Necesitamos menos poetas y más pilates: hay que decírselo a los adolescentes enseguida, para que no se amarguen la vida. Olvidemos el bárbaro pasado y sus neuróticos arrebatos. Adiós a morbosas torturas como las que describe T. S. Eliot (trad. Andreu Jaume): “¿Quién concibió pues el tormento? El Amor. / El Amor es el nombre más siniestro / escondido en las manos que bordaron / la insoportable camisa de fuego / que las fuerzas humanas no quitaron. / Tan solo suspiramos, tan solo vivimos / por fuego y por el fuego consumidos”.
Fernando Savater
-De acuerdo, pero ¿usaría usted la misma argumentación si se tratara de una chica? -Por supuesto que no. -No, claro que no. Usted querría que la criasen con ternura y delicadeza, como a una planta de invernadero, que la enseñaran a aferrarse a los demás para que la dirigiesen y apoyasen y que la protegieran lo máximo posible de que llegase a conocer lo que es el mal. Pero, ‹seria tan amable de explicarme por qué establece esa distinción?
Anne Brontë (The tenant of Wildfell Hall / by Anne Brontë ; [edited by Temple Scott]. Volume v.1 1905 [Leather Bound])
Sube por las escaleras después del último viaje. Le cuesta más que antes, la rodilla la mortifica desde que se cayó hace seis años, al tropezar en el penúltimo escalón. Ha pedido un millón de veces a Frank que los arregle, pero no lo ha hecho; por eso lo llama cabezota. Si le pide más de dos veces que arregle algo, él la considera machacona, y puede que lo sea, pero ¿quién va a hacerlo si no? El frío hueco al final de esa pregunta es demasiado para ella.
Margaret Atwood (Chicas bailarinas)
La gente siempre intentará quitarte el poder. Si las cosas te van bien, dirán que es porque eres rica y tus padres son unos peces gordos. También la gente que te aprecia intentará quitarte el poder, aunque éstos lo harán de otro modo. Si fracasas en lo que sea, intentarán alentarte diciendo que nadie es perfecto y que no deberías ser tan exigente contigo misma. Te dirán, por ejemplo, que no debes preocuparte por haber suspendido un examen de matemáticas, porque las mates son difíciles para las chicas. O que no debes indignarte tanto por la injusticia que reina en el mundo, porque no podrás remediarla. Y por muy buenas que sean sus intenciones, de esa manera estarán pidiéndote menos de lo que puedes ser. _ Sintió una opresión en el pecho y trató de librarse con otra respiración profunda_ . Una manera de afianzar tu poder es aprendiendo cuándo hay que dar un paso adelante, cuando reconocer que estabas equivocada y cuándo plantear batalla.
Susan Elizabeth Phillips (Ain't She Sweet?)
Pienso en todas las cosas que se han escrito sobre mí: que soy un demonio inhumano, que soy una víctima inocente de un sinvergüenza que me forzó en contra de mi voluntad y con riesgo de mi propia vida, que era demasiado ignorante para saber comportarme y que el hecho de ahorcarme sería un asesinato judicial, que me gustan los animales, que soy muy guapa y tengo una tez preciosa, que tengo los ojos azules, que tengo los ojos verdes, que tengo el cabello cobrizo y que lo tengo también castaño, que soy alta y que no supero la talla media, que visto bien y con modestia, que robé a una muerta para vestir así, que soy enérgica y diligente en el trabajo, que soy de talante arisco y temperamento pendenciero, que mi aspecto es mejor que el que correspondería a una persona de mi humilde condición, que soy una buena chica de naturaleza dócil y nada malo se ha dicho de mí, que soy astuta y taimada, que tengo el cerebro reblandecido y soy poco más que una idiota. Y yo me pregunto cómo puedo ser todas esas cosas tan distintas al mismo tiempo.
Margaret Atwood (alias Grace)
(...) Mira, papá me explicó una tarde que él defendía al pueblo para que se educara en el mismo banco de la escuela que el hijo del médico y del millonario y que no hubiera más diferencias entre ellos que las limitaciones de la naturaleza... Pero no me dijo que fueran todos pobres, o todos ricos... ni que les obligaran a hacer esto o aquello... No. Lo primero es ser libre y hacer lo que se quiere... -Pues, chica, con esas teorías, no sé en qué partido convendrías... -En ninguno... Prefiero no ser de ninguno. (...) Celia en la revolución cap. XV
Elena Fortún
Supimos de esa cárcel que es ser chica, de los impulsos y sueños que genera y por qué acaban sabiendo qué colores combinan y cuáles no. Supimos que las chicas eran gemelas nuestras, que todos existíamos en el espacio como animales con idéntica piel y que si ellas lo sabían todo de nosotros, nosotros en cambio no podíamos sacar nada en claro de ellas. Supimos, finalmente, que las hermanas Lisbon eran en realidad mujeres disfrazadas de niñas, que sabían del amor e incluso de la muerte y que nuestra función se reducía simplemente a emitir una especie de ruido que parecía fascinarlas.
Jeffrey Eugenides (Las vírgenes suicidas)
Te sientes sola cuando sales con un chico, y haces el amor en su piso, y él se esfuerza por ser simpático y hacerte sentir bien, pero es como si todas sus atenciones se dirigiesen a tu cuerpo y no a tu mente (te hace el amor, te hace la cena) y sientes que cada minuto que pasas con él solo contribuye a que os canséis un poco más el uno del otro, y cuando os separáis finges que es doloroso, pero en realidad lo estás deseando porque supone un alivio dejar de esforzarte por complacer al otro, y cuando llegas a casa tientes la impresión de que él ya no ha vuelto a pensar en ti desde que saliste de la suya, tienes la sensación de que has salido de su vida para siempre, aunque sepas que al día siguiente te volverá a llamar y volverás a tener sexo con él, pero esa noche, mientras te desnudas en silencio y te metes en la cama, estás segura de que él no está pensando en ti, que nadie piensa en ti, en realidad, y también estás segura de que si descuelgas el teléfono y llamas a tu madre, a tus hermanas o a alguna de tus pocas amigas, o lo llamas a él, cualquiera de ellos se sorprenderá de ver tu número y de oír tu voz, y les llevará unos segundos hacer un hueco para acomodar tu presencia en su mundo, porque solo eres algo ajeno que entra y sale a la escena de sus vidas, algo que no deja más huella que un tenue rastro de incomodidad. La soledad es algo difícil de explicar, y si no te has sentido así jamás, enhorabuena.
Adrián Dresner (LA TERCERA CHICA (Spanish Edition))
- Nunca vuelvas a llamarme así - le espeté. - Es mejor que llarmarle <> a alguien, ¿no? - Salió por la puerta - Qué visita tan estimulante. La recordaré mucho tiempo. Aquello ya era suficiente. - ¿Sabes qué? Tienes toda la razón. Mira que llamarte tarado...Esa es una palabra que no te define bien - le dije sonriendo - <> te pega más. - Conque <>, ¿eh? - repitió - Eres un encanto. Levanté el dedo corazón. (pág.20) Eran más de la una, pero parecía que Daemon acabara de levantarse. Llevaba los tejanos arrugados y el pelo enmarañado. Hablaba con alguien por teléfono mientras se pasaba la mano por la mandíbula. - ¿Tu hermano no tiene camisetas o qué? - le pregunté mientras cogía la pala. - Me temo que no. No las lleva ni en invierno. Siempre va por ahí medio desnudo - refunfuñó - Es bastante incómodo tener que verlo así todo el día, enseñando tanta...carne ¡Qué grima! A ella le daría grima, pero a mí...me alteraba bastante. Me puse a cavar hoyos en lugares estratégicos mientras notaba que se me secaba la garganta. Tenia una cara perfecta, un cuerpo de ensueño y una mala leche espectacular. Las tres reglas de oro de cualquier tío macizo, vaya. (pág. 39) - Tienes una cabecita bastante sucia, gatita. Pestañeé. <> - ¿Qué has dicho? - Que tienes la cabeza sucia - repitió en voz baja. Sabía que Dee no podía oírle -, llena de tierra. ¿Qué creías que quería decir? - Nada -...Tener a Daemon tan cerca no me reconfortaba en absoluto - Es normal ensuciarse cuando plantas. Los labios le temblaron un instante. - Hay muchas maneras de ensuciarse. Aunque no tengo la intención de mostrártelas. (pág.46) - Me da a mí que te has mojado tú más que el coche. Nunca pensé que lavar un coche pudiera ser tan complicado pero, después de observarte durante los últimos quince minutos, creo que deberían convertirlo en deporte olímpico. - ¿Estabas observándome? - Qué grima. Y qué morbo. ¡No! de morboso, nada. (pág.51) - Pues sí ¿Y tú siempre te quedas mirando a los tíos cuando llamas a su puerta para preguntar por una dirección? - ¿Siempre abres la puerta medio desnudo? - Pues sí. Y no has respondido a mi pregunta. ¿Siempre pegas esos repasos? Las mejillas me ardían. (pág.53) - Hasta mañana a medio día, gatita. - Te odio - resoplé. - El sentimiento es mutuo - Me miró por encima del hombro - Me juego veinte pavos a que llevas bañador y no biquini. Era insufrible. (Pág. 62) - ¿Que no confía en mi? ¿Y qué tiene que confiarme, tu virtud? Se le escapó otra carcajada y tardó unos momentos en poder contestar. - Pues claro; no le gustan las chicas guapas que están coladitas por mi. - ¿Qué? - ... - Estás de broma, ¿no? - ¿A qué parte te refieres? - preguntó- - ¡A todas! - Venga ya. No me digas que no sabes que eres guapa. ¿No te lo ha dicho ningún chico antes? (pág.90) - Creo que estás condenada a estar conmigo un rato más. - Seguro que parezco un gato remojado. - Estás bien. La lluvia te favorece. Fruncí el ceño. - Ya me estás mintiendo otra vez. Sentí que su cuerpo se movía junto al mío y, sin mediar palabra, me rozó la barbilla con los dedos y me atrajo hacia él. En sus labios se dibujó una sonrisa torcida. - No te miento; te lo dijo en serio. (pág.101) - Bueno...Ya llegó el innombrable. A Dee le dio un ataque de risa que hizo que toda la cafetería nos mirara. - ¡Me parto! Me hundí en la butaca. Desde la mañana en que Dee y él me habían preparado el desayuno, me había evitado y a mí me daba igual. ... Seguramente Daemon era físicamente el hombre más perfecto que jamás había visto - su cara haría las delicias de cualquier retratista -, pero a la vez tenía bastantes papeletas para ser el cretino más grande sobre la faz de la Tierra. (pág.145)
Jennifer L. Armentrout (Obsidian (Lux, #1))
¿Cómo acabará siendo mi cuerpo en su momento de plenitud? ¿Seré alta? ¿Qué tipo de tetas me saldrán? Cada vez me da más rabia no haber nacido en un cuerpo de niño. ¿Será igual de raro para ellos? No sé, no creo. Lo de cambiar la voz y perder el pelo tiene que dar corte, pero esto es raro a otro nivel. No quiero quedarme embarazada y parir, no quiero que se me considere débil por sufrir más cuando precisamente es al contrario. Siempre me han gustado los vestidos y los lazos pero a medida que esa disconformidad crece aumentan en mi interior la idea de convertirme en un niño de algún modo. No me veo como a una chica del todo y creo que tampoco podría ocurrir al contrario. No soy ninguna de las dos cosas. Pero si me obligan a elegir, a lo mejor en algunos momentos voy a preferir comportarme como un tío.
Elisa Victoria (Vozdevieja)
Mientras tanto, el señor Brocklehurst, de pie ante la chimenea con las manos a la espalda, observaba majestuosamente a la concurrencia. De pronto, parpadeó como su algo lo hubiera deslumbrado o escandalizado, y dijo con palabras más atropelladas que de costumbre: - Señorita Temple, ¿qué...qué le ocurre a esa muchacha de cabello rizado? ¿Pelirroja, señorita, y cubierta de rizos? - y señaló con mano temblorosa el objeto de su ultraje con el bastón. - Es Julia Severn - respondió con voz queda la señorita Temple. -Julia Severn, señorita. ¿Y por qué motivo tiene ella, o cualquier otra, el cabello rizado? ¿Por qué, desafiando a todas las leyes y principios de esta casa evangélica y benéfica, se muestra tan abiertamente mundana como para llevar el cabello hecho una maraña de rizos? - Los rizos de Julia son naturales - contestó la señorita Temple, con voz aún más baja. - ¡Naturales! Sí, pero no nos conformamos con lo natural. Quiero que estas muchachas sean hijas de Dios. ¿Por qué semejante exceso? He dado a entender una y otra vez que quiero que se recojan el cabello de manera recatada y sencilla. Señorita Temple, a esta muchacha hay que raparle del todo; haré venir al barbero mañana. Y veo a otras con un exceso parecido. Que se dé la vuelta esa chica alta. Diga que se levanten todas las de la primera clase y se vuelvan hacia la pared. --- Estudió el envés de estas medallas humanas durante unos cinco minutos y después dictó sentencia. Sus palabras cayeron como un toque de difuntos: - ¡Que se recorten todos los moños! - Señorita - prosiguió él - he de servir a un Amo cuyo reino no es de este mundo. Es mi misión mortificar los deseos carnales de estas muchachas, enseñarles a vestirse con recato y sobriedad, y no con ropas caras y tocados complicados. Cada una de las jóvenes que tenemos delante lleva un mechón de cabello que la misma vanidad hubiera podido trenzar....
Charlotte Brontë (Jane Eyre)
Supimos de la rabia que da que el viento te levante la falda y que las rodillas acaban doliéndote a fuerza de mantenerlas apretadas en clase y lo fastidioso y cargante que resulta tener que saltar la comba cuando los chicos juegan al béisbol. Nunca llegamos a entender por qué a las chicas les preocupaba tanto hacerse mayores ni por qué se sentían obligadas a dedicarse cumplidos, pero a veces, cuando uno de nosotros había leído en voz alta una larga parte del diario, debíamos reprimir la necesidad de echarnos los unos en brazos de los otros o de decirnos que estábamos guapísimos. Supimos de esa cárcel que es ser chica, de los impulsos y sueños que genera y por qué acaban sabiendo qué colores combinan y cuáles no. Supimos que las chicas eran gemelas nuestras, que todos existíamos en el espacio como animales con idéntica piel y que si ellas lo sabían todo de nosotros, nosotros en cambio no podíamos sacar nada en claro de ellas. Supimos, finalmente, que las hermanas Lisbon eran en realidad mujeres disfrazadas de niñas, que sabían del amor e incluso de la muerte y que nuestra función se reducía simplemente a emitir una especie de ruido que parecía fascinarlas
Jeffrey Eugenides
Tú eres el único que podría leer este libro, Delante de esa cámara más que visible, «siento por primer vez la tentación de hacerme un autorretrato para ti». Dibujar una imagen de mí mismo como si fuera tú. Drag you. Travestirme en ti. Hacerte volver a la vida a través de la imagen. Ahora ya estáis todos muertos: Amelia, Hervé, Michel, Karen, Jackie, Teo y Tú. ¿Pertenezco yo más a vuestro mundo que al mundo de los vivos? ¿Acaso mi política no es la vuestra, mi casa no es la vuestra, mi cuerpo no es el vuestro? Reencarnaos en mí, tomad mi cuerpo como los extraterrestres tomaban a los americanos para convertirlos en vainas vivientes. Reencárnate en mí, posee mi lengua, mis brazos, mis sexos, mis dildos, mi sangre, mis moléculas, posee a mi chica, mi perra, habítame, vive en mí. Ven. Ven. Please don't leave. Vuelve a la vida. Hold on to my sex. Low, down, dirty. Stay with me. Este libro no tiene razón de ser fuera del margen de incertidumbre que existe entre yo y mis sexos, todos imaginarios, entre tres lenguas que no me pertenecen, entre tú-vivo y tú-muerto, entre mi deseo de portar tu estirpe y la imposibilidad de resucitar tu esperma, entre tus libros eternos y silenciosos y el flujo de palabras que se agolpa para salir a través de mis dedos, entre la testosterona y mi cuerpo, entre V. y mi amor por V.
Paul B. Preciado (Testo Junkie: Sex, Drugs, and Biopolitics in the Pharmacopornographic Era)
Entre mis ataques de sueño pensaba en ti, ensayando nuestro futuro, que sabía que sería breve. Naturalmente nos acostaríamos, aunque sobre este asunto aún no se hubiese hablado. En aquellos tiempos, como recordarás, primero había que hablarlo, y hasta la fecha no habíamos pasado de furtivos magreos en exteriores y de un momento en el que, bajo la luna llena, en una de esas calles desiertas flanqueadas por edificios de ladrillo, me echaste mano al cuello y me dijiste que eras el estrangulador de Boston. Una broma que para alguien de mis gustos literarios equivalía a una seducción. Pero, si bien el sexo era un ritual necesario e incluso deseable, a mí me preocupaba menos que nuestra despedida, que imaginaba triste, tierna, inevitable y definitiva. La ensayé en todos los emplazamientos imaginables: portales, embarcaderos, estaciones de tren y de metro, aeropuertos y bancos de parques. No nos diríamos gran cosa, nos miraríamos y lo sabríamos (aunque no estaba segura de qué sabríamos exactamente). Luego doblarías una esquina y te perderías para siempre. Yo llevaría una trinchera, que aún no me he comprado, aunque ya sé cómo la quiero (la vi en el sótano de Filene el otoño pasado). La escena del banco del parque (la imagino en primavera, para que sirva de contraste a nuestro estado de ánimo) resultaba tan conmovedora que lloré. Aunque, como me horrorizaba que me oyesen, por más vacío que estuviese el hotel, acompasaba mis sollozos a los clamores del radiador. La futilidad es muy atractiva para los jóvenes y yo aún no había agotado sus posibilidades.
Margaret Atwood (Chicas bailarinas)
<> Más o menos. O sea, entiendo por qué Lois Lane se matriculó en la facultad de periodismo. Conozco a esa clase de chicas. Quieren cambiar las cosas, sacar conspiraciones a la luz. Es entrometida. Pero Clark Kent... ¿Por qué no elige ser Clark Kent, ese hombre del tiempo tan sexy? ¿O Clark Kent, alcalde de Cincinnati? <> ¿No te enteras o qué? Clark Kent no quiere ser famoso. No quiere que la gente se fije en él. Si lo miraran con atención, se darían cuenta de que es idéntico a Superman, pero con gafas. Además, tiene que estar en la redacción de un periódico o algo parecido para ser el primero en enterarse de las noticias. Imagínate que leyera «Joker ataca la Luna» en el diario del día siguiente. <> Tienes toda la razón. Sobre todo para ser alguien que no sabe que Superman nunca se ha enfrentado al Joker. <> Sobre todo para ser alguien que pasa mucho. Espero que te equivoques cuando dices que la vida es un asco solo por llevar gafas y no ser capaz de volar. Esa descripción se aplica a todos los que estamos en esta sala. ¿En qué estás trabajando? <> Todos llevamos gafas. Qué inquietante. En otro artículo del Indian Hills. Más que trabajar, estoy esperando a que suene el teléfono. Por lo que parece, el hospital contiguo al cine ya ha comprado el terreno. Hace meses. Lo van a convertir en un aparcamiento. Estoy esperando a que la portavoz del hospital me llame y me diga: «No hay comentarios». Entonces escribiré: «Los directivos del hospital declinan hacer comentarios en relación a la venta». Y me iré a casa. ¿Sabes lo aburrido que es esperar a que alguien te llame para, oficialmente, no decirte nada? No creo que Superman lo soportase. Estaría por ahí, buscando boy scouts perdidos y tapando volcanes con rocas gigantescas. <> Superman trabaja en un diario para ligarse a Lois Lane. <> Seguro que gana el doble que ella.
Rainbow Rowell (Attachments)
El tiempo estaba claro, parecía que se habían acabado las lluvias, y el sol, aunque pálido, empezaba a sentirse en la piel, No sé cómo vamos a vivir si el calor aprieta, dijo el médico, toda esa basura pudriéndose por ahí, los animales muertos, quizá también personas, debe de haber gente muerta en las casas, lo malo es que no estemos organizados, debería haber una organización en cada casa, en cada calle, en cada barrio, Un gobierno, dijo la mujer, Una organización, el cuerpo también es un sistema organizado, está vivo mientras se mantiene organizado, la muerte no es más que el efecto de una desorganización, Y cómo podría organizarse una sociedad de ciegos para que viva, Organizándose, organizarse ya es, en cierto modo, tener ojos, Quizá tengas razón, pero la experiencia de esta ceguera sólo nos ha traído muerte y miseria, mis ojos, como tu consultorio, no han servido para nada, Gracias a tus ojos estamos vivos, dijo la chica de las gafas oscuras, También lo estaríamos si yo estuviera ciega, el mundo está lleno de ciegos vivos, Creo que vamos a morir todos, es cuestión de tiempo, Morir siempre es una cuestión de tiempo, dijo el médico, Pero morir sólo porque se está ciego debe de ser la peor manera de morir, Morimos de enfermedades, de accidentes, de casualidades, Y ahora moriremos también porque estamos ciegos, quiero decir que moriremos de ceguera y cáncer, de ceguera y tuberculosis, de ceguera y sida, de ceguera e infarto, las enfermedades podrán ser diferentes de persona a persona, pero lo que verdaderamente nos está matando ahora es la ceguera, No somos inmortales, no podemos escapar a la muerte, pero al menos deberíamos no ser ciegos, dijo la mujer del médico, Cómo, si esta ceguera es concreta y real, dijo el médico, No tengo la certeza, dijo la mujer, Ni yo, dijo la chica de las gafas oscuras.
José Saramago (Ensayo sobre la ceguera)
En algún lugar de mi interior hay una persona compasiva y bondadosa. En algún lugar hay una chica que intenta comprender por lo que pasa la gente, que acepta que las personas hacen cosas malas y que la desesperación las conduce a lugares más oscuros de lo que jamás habrían imaginado. Juro que esa chica existe y que sufre por el chico arrepentido que tengo delante.
Veronica Roth (Divergente (Divergent, #1))
Esa chica no está en el café. Está «instalada» en su hombre. Física, moralmente no vive sino del cuerpo de su amigo, el menor gesto de él desencadena en ella multitud de reacciones, basta que él cambie de posición para que todo el cuerpo de la muchacha se oriente de acuerdo con ese cambio. A eso se llama, más que amor, enamoramiento. Está en la época en que uno mata o se suicida por pasión. Pasará.
Julio Ramón Ribeyro (La tentación del fracaso)
Tal vez esa sea tu misión: juntar los huesos de las chicas armarlas, darles voz y después dejarlas correr libremente hacia donde sea que tenga que ir.
Selva Almada (Chicas muertas)
»Es una pena que te largaras sin dejar aviso, ¿sabes? Antes de que te fueras, ella estaba empezando a confiar en ti. Antes de que te enfadaras. Antes de que huyeras. Como hacen todos los hombres de su vida. Como hacen todos los hombres. La acosan, la colman de palabras dulces, y luego desaparecen. Dejándola sola. Menos mal que ya está acostumbrada, ¿no? Si no, quizá le habrías hecho daño. Si no, quizá le hubieras partido el corazón a esa pobre chica.
Patrick Rothfuss (El temor de un hombre sabio (Crónica del asesino de reyes, #2))
El dilema, la contingencia, la lógica, la intersección. Opuesto a la esperanza, la promesa, el ego, la fantasía. Qué hubiese pasado si. Existe una realidad paralela donde el instinto de Miriam se pronunció: me quedo con Jordan. Seis meses antes, dos meses antes, dos semanas, tres días, quién sabe, entonces hubiese dicho: sí, me quedo, me quedo con Jordan y con mis amigos. O quizás si él hubiese insistido con más voluntad: no vayas. Si se hubiese mostrado menos ambiguo. Si le hubiese sacado de dentro las mismas preguntas que ella marea desde hace ya varias noches.
Cristina Araújo Gámir (Mira a esa chica)
Ni siquiera logras asimilar todavía lo que ha ocurrido, y cuando tratas de hacer memoria, las imágenes se te deslizan entre los lóbulos del cerebro como un recuerdo que no te pertenece del todo, que se disgrega en una textura imprecisa. La estela borrosa del trauma de otra persona.
Cristina Araújo Gámir (Mira a esa chica)
Sigue codificando datos y se ha quedado encallada en la costura entre esos dos mundos: uno en el que ella desató la avalancha al poner la denuncia, y este otro, donde su madre bosteza y compra tartar congelado y alinea tomates encima de un trapo de cuadros.
Cristina Araújo Gámir (Mira a esa chica)
Pues ya ves. Porque tiene que ser aquí. En casa no. Si hablasen del tema en casa entonces las palabras se quedarían rodando por las habitaciones, apoltronadas en el sofá, se enroscarían detrás de los libros, y reptarían por dentro de las grietas del suelo.
Cristina Araújo Gámir (Mira a esa chica)
Si ni siquiera sabe qué responder cuando le preguntan cómo se siente. Triste, supone. Y percibe que la palabra ha adquirido un espesor diferente en su voz. Antes la tristeza era algo ambiguo, un revoltijo de rutinas hostiles - pena, celos, nervios, frustración -. Porque suspendía un examen, o porque Jordan pasaba de ella, o porque alguien en clase la había llamado gorda. Pero la tristeza de ahora es distinta. Un elemento puro y sin adulterar. Una madriguera tupida en la que al final terminas por acoplarte. Contra esa tristeza, Miriam no opone ninguna resistencia.
Cristina Araújo Gámir (Mira a esa chica)
Y se pregunta. Siempre lo mismo. Si de verdad ha pasado. Si es real. Si era él, si la ha mirado. O si todos aquellos segundos han transcurrido quizá en la pesadilla de otra persona, en el interior de otro cuerpo. A miles de vidas de allí.
Cristina Araújo Gámir (Mira a esa chica)
Pero yo sé que no era la hija de nadie esa chica.
Mariana Enríquez (Las cosas que perdimos en el fuego)
¡Qué apuro tendría por venir a este pícaro mundo, nomás a asquearse de tanta iniquidad! ¡Tan bien que estaba en el vientre de su madre, guardadita y bien protegida, sin pasar necesidades, ni sentir esa ansiedad que de chica la hizo presa! Que el ansia de un padre. Que el ansia de una casa. Que el ansiar un hombre que no era para ella. Siempre se la pasó ansiando, mayormente imposibles y vaya a saber por qué varias veces estuvo cerca de conseguir lo que quería, para después perderlo todo.
Libertad Demitrópulos (Río de las congojas)
Oh, chicas, chicas, mirad esa alfombra de violetas! Allí hay algo para la galería de cuadros del recuerdo. Cuando tenga ochenta años, si es que llego, cerraré los ojos y veré las violetas tal como las veo ahora
Lucy Maud Montgomery (Ana, la de Avonlea (Ana, la de Tejas Verdes #2))
El mundo que mostraban las películas, las telenovelas o los dibujos animados era tan concreto y detallado que no dejaban resquicios por donde yo pudiera meterme. Las historias existían únicamente de la manera en que habían sido filmadas o dibujadas. Por ejemplo, si el libro decía «Una chica rubia estaba sentada con una pierna doblada sobre un almohadón marrón en una casa de forma hexagonal», la película o los dibujos animados fijaban de un modo definitivo el aspecto de esa chica, desde la tonalidad de su piel y su expresión hasta el largo de sus uñas. En un mundo así, no había nada que yo pudiese modificar. Los libros eran diferentes porque estaban llenos de espacios vacíos, no solo entre palabras, sino también entre líneas. Yo podía entrar en esos espacios para sentarme, caminar o anotar mis pensamientos. No importaba mucho si no entendía todo lo que leía. Abrir un libro en cualquier página ya era una batalla ganada a medias.
Won Pyung Sohn
Cuando chica, Nefer quería ser hombre para lucir en las fiestas esas prendas resplandecientes.
Sara Gallardo (Enero)
Crier la tomó por la cintura, suavemente, pero con firmeza y la jaló hacia un lado. Se acercó a la chica y pese a la niebla de sus preocupaciones, sus ojos quedaron cautivados por sus pecas salpicadas en la nariz. Por la forma de su boca, bella y carnosa. Ahí estaba de nuevo, la indignación, la rabia dura que hacía a Ayla ser quien era. Esa vibra salvaje que atraía Crier una y otra y otra vez…
Nina Varela (La guerra de Crier (Crier's War, #1))
Soy huérfana. Huérfana de madre, de padre, de amigas —aunque yo, huérfana de amigas, siempre lo he sido—. Ser vieja es ser huérfana y nadie piensa en ello. Ser vieja es vivir con la muerte alrededor. Solo había muerte a mi alrededor, aparte del gato y la chica. Y fue ella quien me alejó de ese ensimismamiento y volvió a hablar de mi madre. —Yo, de hecho, no he llegado a conocerla. No he tenido esa suerte. Sorbí un poco de té y en mi mente di refugio a una sensación a esas alturas insulsa pero desagradable. —Yo tampoco.
Júlia Peró (Olor a hormiga)
Ella era esa chica que irradiaba luz por las calles.
Gilraen Eärfalas (Desfibrilador)
Preparar un autor del programa, ¿por qué no?, Victor Hugo o Péguy. Qué asco. No hay nada en esas páginas que tenga que ver con lo mío, ni un solo párrafo que describa lo que estoy sintiendo ahora, que me ayude a superar este espantoso trago. Puesto que hay rezos para todas las ocasiones, los nacimientos, las bodas, la agonía, también deberían encontrarse plegarias para todo, para una chica de veinte años que ha ido a ver a una abortera, que sale de ahí, lo que piensa después, mientras camina, cuando se tumba en la cama. Las leería y releería. Pero los libros no abordan esas cuestiones.
Annie Ernaux (Los armarios vacíos)
Recuerda que a esa edad, entre los nueve y los veintimuchos, la mente se va transformando y madurando, pero surge una enorme inseguridad. Si presionamos al adolescente en la búsqueda del cuerpo perfecto, en lograr ser el más atrevido, el que más amigos posee o el que más éxito tiene con chicos o chicas, el resultado puede ser que se quiebre.
Marian Rojas Estapé (Recupera tu mente, reconquista tu vida)
Pero sí, supongo que vale la pena. Tiene que valerla (...) Quiero un marido. Quiero una familia. Si lo piensa, no es tan descabellado. Soy la cuarta de ocho hermanos. Solo conozco el concepto de familia numerosa. No sé si sabría vivir de otra manera. ... Deseaba a esa chica. La deseaba tan desesperadamente que estaba empezando a excitarse, pero sabía que nunca, nunca podría ni siquiera tocarla. Porque hacerlo significaría destrozar todos sus sueños y, a pesar de su reputación, no estaba seguro de poder vivir con ese peso sobre sus espaldas.
Julia Quinn (The Duke and I (Bridgertons, #1))
—Pero sí, supongo que vale la pena. Tiene que valerla (...) Quiero un marido. Quiero una familia. Si lo piensa, no es tan descabellado. Soy la cuarta de ocho hermanos. Solo conozco el concepto de familia numerosa. No sé si sabría vivir de otra manera. ... Deseaba a esa chica. La deseaba tan desesperadamente que estaba empezando a excitarse, pero sabía que nunca, nunca podría ni siquiera tocarla. Porque hacerlo significaría destrozar todos sus sueños y, a pesar de su reputación, no estaba seguro de poder vivir con ese peso sobre sus espaldas (...) Pero es que era tan fácil hablar con esta chica.” Chapter 5
Julia Quinn (The Duke and I (Bridgertons, #1))
Lo preocupante además es que en esta denigración de la libertad sexual femenina participan las propias mujeres que critican a las que se salen de la norma patriarcal. Son esas chicas que se enorgullecen de que sus novios no las dejen llevar faldas cortas, no les permitan hablar con otros chicos, o salir con sus amigas de fiesta. Entienden que la posesividad es una expresión de amor, y se torturan cuando sienten atracción sexual hacia otros machos. Y lo peor, piensan que sus hombres no es que sean infieles, es que son tentados por las perversas mujeres que con sus encantos los obligan a traicionarlas. Es decir, se culpabiliza a las amantes, nunca a la pareja, como si los pobrecitos machos se vieran arrastrados hacia el mal en contra de su voluntad. De este modo, se incentiva la rivalidad femenina, muy útil para que las mujeres sigan compitiendo entre sí por enamorar al macho más guapo, más chulo, más gallito, y luchando contra las demás mujeres, consideradas "enemigas
Anonymous
–Nunca entenderé a esa clase de heteros, o lo que sean. Sabes que soy la primera que defiendo el amor libre y que cada uno meta su cosita donde más le guste, pero ¿qué necesidad hay de tener a una pobre chica engañada de esa forma?
Javier Martínez (Aquí y ahora)
¿Vas a permitir que eso acabe así? Creo que merece un final alternativo. Mira tu vida, tu pasado, tu muerte y habla, cuéntalo. Consigue que ese chico del ánimo imparable que te lee, crea en ti, y esa chica soñadora que se pierde en estas letras piense que puede cruzarse con Devon Crawford a la vuelta de la esquina. Necesitáis lo mismo: ¡salvar el multiverso!
Carlos J. Eguren (Devon Crawford y los guardianes del infinito (Omniverso, #2))
Cuando salió, no lo vio. Solo quedaban los restos de una noche con compañía masculina. Raquel empezó a buscar entre su extensa colección de stilettos un par que combinara con su traje negro de Armani. —¿Te apetece un zumito, reina? —El camarero de El Confidente traía una bandeja con dos vasos de zumo recién exprimido, un par de cafés aguados y unas tostadas—. Tu despensa es una calamidad, chica. No sé cómo puedes tomarte este café soluble asquerosillo. Y tampoco tienes bollos, ni nada que ponerle a las tostadas… —Pues comes lo que te apetezca cuando salgas a la calle. —¡Joder! Pero qué bordes sois las tías… Eso es culpa del feminismo. Si no fuera por esa demagogia feministilla, serías tú quien me hiciera el desayuno y además te quedarías calladita y sonriendo a tu macho. —Si no fuera por el feminismo, no podrías tirarte a todas tus clientas, rico. Miguel soltó una carcajada sonora y franca. —¡Me hago feminista! ¿Dónde me hago el carné de socio? —repuso levantando el brazo. A Raquel se le escapó una risa resignada. Cogió unos zapatos cerrados de Jimmy Choo con estampado de cebra, punta estrecha y tacón altísimo.
Nieves García Bautista (El amor huele a café)
Esa chica fue tu primer amor, y hagas lo que hagas, siempre estará presente en tu corazón.
Nicholas Sparks (The Notebook (The Notebook, #1))
Para la persona encerrada en la campana de cristal, vacía y detenida como un bebé muerto, el mundo mismo es la pesadilla. Una pesadilla. Yo lo recordaba todo. Recordaba los cadáveres y a Doreen, y la historia de la higuera y el diamante de Marco y el marinero en el parque y la enfermera de ojos estrábicos del doctor Gordon y los termómetros rotos y el negro con sus dos clases de judías y los diez kilos que engordé por la insulina y la roca que se combaba entre el cielo y el mar como una calavera gris. Quizás el olvido, como una bondadosa nieve, los entumeciera y los cubriera. Pero eran parte de mí. Eran mi paisaje.***—¡Un hombre que viene a verte! La sonriente enfermera con su toca blanca asomó la cabeza por la puerta, y durante un segundo de confusión, pensé que estaba realmente de vuelta en el colegio, y esos pulidos muebles blancos y ese blanco panorama de árboles y colinas, una mejora en las gastadas sillas y en el escritorio y en la visión un desnudo patio de mi antigua habitación: «¡Un hombre que quiere verte!», había dicho la chica de guardia por el teléfono del dormitorio.¿Qué había en nosotras, en Belsize, que fuera tan diferente de las muchachas que jugaban bridge, chismorreaban y estudiaban en la universidad a la cual yo iba a regresar? Esas muchachas también estaban sentadas bajo campanas de cristal de cierta clase.—¡Entra! —exclamé, y Buddy Willard, con la gorra caqui en la mano, entró en la habitación.—Bueno, Buddy —dije.—Bueno, Esther. Nos quedamos parados ahí mirándonos el uno al otro. Esperé un toque de emoción, aunque fuera el más tenue resplandor.Nada.Nada, excepto un grande, afable aburrimiento. La forma de Buddy enchaquetada en caqui parecía tan perfecta y tan Pág.145/150
Anonymous
Dado que Imre era un refugio para la música y el teatro, quizá penséis que yo pasaba mucho tiempo allí, pero nada podría estar más lejos de la verdad. Solo había estado en Imre una vez. Wilem y Simmon me habían llevado a una posada donde tocaba un trío de hábiles músicos: laúd, flauta y tambor. Pedí una jarra de cerveza pequeña que me costó medio penique y me relajé, dispuesto a disfrutar de una velada con mis amigos… Pero no pude. Apenas unos minutos después de que empezara a sonar la música, casi salí corriendo del local. Dudo mucho que podáis entender por qué, pero supongo que si quiero que esto tenga algún sentido, tendré que explicároslo. No soportaba oír música y no formar parte de ella. Era como ver a la mujer que amas acostándose con otro hombre. No. No es eso. Era como… Era como los consumidores de resina que había visto en Tarbean. La resina de denner era ilegal, por supuesto, pero había partes de la ciudad en que eso no importaba. La resina se vendía envuelta en papel encerado, como los pirulís o los tofes. Mascarla te llenaba de euforia. De felicidad. De satisfacción. Pero pasadas unas horas estabas temblando, dominado por una desesperada necesidad de consumir más, y esa ansia empeoraba cuanto más tiempo llevabas consumiéndola. Una vez, en Tarbean, vi a una joven de no más de dieciséis años con los reveladores ojos hundidos y los dientes exageradamente blancos de los adictos perdidos. Le estaba pidiendo un «caramelo» de resina a un marinero, que lo sostenía fuera de su alcance, burlándose de ella. Le decía a la chica que se lo daría si se desnudaba y bailaba para él allí mismo, en medio de la calle. La chica lo hizo, sin importarle quién pudiera estar mirando, sin importarle que fuera casi el Solsticio de Invierno y que en la calle hubiera diez centímetros de nieve. Se quitó la ropa y bailó desenfrenadamente; le temblaban las pálidas extremidades, y sus movimientos eran patéticos y espasmódicos. Entonces, cuando el marinero rio y negó con la cabeza, ella cayó de rodillas en la nieve, suplicando y sollozando, agarrándose desesperadamente a las piernas del marinero, prometiéndole que haría cualquier cosa que le pidiera, cualquier cosa… Así era como me sentía yo cuando oía tocar a unos músicos. No podía soportarlo. La ausencia diaria de mi música era como un dolor de muelas al que me había acostumbrado. Podía vivir con ello. Pero no soportaba ver cómo agitaban delante de mí el objeto de mi deseo.
Patrick Rothfuss (The Name of the Wind (The Kingkiller Chronicle, #1))
Odiaba la superficialidad de todas esas chicas; casi podía decir que las daba a todas por perdidas. Perdidas en su necesidad de agradar, cuando, para agradar de verdad, lo primero que debían hacer era quererse a sí mismas. Si tenían que retocarse la cara y el cuerpo para ello, era porque no les gustaba ni aceptaban el reflejo que les devolvía el espejo.
Anonymous
—¿Qué ha sido esa vergonzosa exhibición? —me preguntó Wilem cuando Marea se hubo marchado. —¿Cómo dices? —¿Cómo dices? —repitió imitando mi tono de voz—. ¿Cómo te atreves a fingir siquiera que eres tan imbécil? Si una chica tan guapa como esa me mirara con un solo ojo de la forma en que te ha mirado a ti con los dos… Ya habríamos encontrado una habitación, por expresarlo de forma educada. —Ha sido simpática —protesté—. Y hemos hablado un rato. Me ha preguntado si querría enseñarle algunos acordes de arpa, pero hace mucho tiempo que no toco el arpa. —Pues si sigues pasando por alto insinuaciones como esa, seguirás sin tocarla mucho tiempo —repuso Wilem con franqueza—. Lo único que ha faltado ha sido que se desabrochara otro botón. Sim se inclinó hacia mí y apoyó una mano en mi hombro; era la viva imagen del amigo preocupado. —Kvothe, hace tiempo que quiero hablar contigo de este problema. Si de verdad no te has dado cuenta de que esa chica se interesaba por ti, quizá tengas que admitir la posibilidad de que seas absolutamente inepto en lo relativo a las mujeres. Quizá debas plantearte el sacerdocio. —Estáis borrachos —dije para disimular mi rubor—. ¿Os habéis quedado con que es la hija de un concejal? —¿Te has quedado —replicó Wil en el mismo tono— con cómo te miraba? Yo sabía que era deplorablemente inexperto con las mujeres, pero no tenía por qué reconocerlo. Así que descarté sus comentarios con un ademán y bajé del taburete. —No sé, pero dudo que un revolcón detrás de la barra fuera en lo que estaba pensando esa chica. —Bebí un sorbo de agua y me alisé la capa—. Bueno, tengo que encontrar a mi Aloine y darle las gracias. ¿Qué aspecto tengo? —¿Qué más da? —dijo Wilem. Simmon le tocó el codo a Wilem. —¿No lo ves? Va detrás de una presa más peligrosa que la escotada hija de un concejal.
Patrick Rothfuss (The Name of the Wind (The Kingkiller Chronicle, #1))
empezaba a convertirse en el mayor de los peligros de un modo que jamás hubiese sospechado. Su expresión apenada desarmaba a Álvaro cada vez que ella le dedicaba una tímida sonrisa. No lo podía evitar, sentía la necesidad de ofrecerle su protección, se la veía tan desvalida, tan vulnerable, y era tan… atractiva, sí. Álvaro reconoció para sí mismo que Judith era una chica muy bonita, un poco delgada, pero bien proporcionada. Todo en ella le atraía y, sencillamente, eso no podía ser. Tenía que librarse desesperadamente de esa mezcla de compasión y deseo que Judith despertaba en él. Era una enemiga, todos lo eran en aquella mesa, y tenía que permanecer concentrado.
Fernando Trujillo Sanz (La última jugada)
-Cuéntame cosas de las japonesas. (...) -Tú estás aquí, me estás mirando. Ellas, en cambio, siempre están preguntando si gustan. Solo piensan en sí mismas. (...) A mis amigos y a mí, nos parece que para esas chicas solo somos espejos.
Amélie Nothomb (Ni d'Ève ni d'Adam)
Entonces, mira, a veces una muchacha parte en bicicleta, la ves de espaldas alejándose por un camino (¿la Gran Vía, King´s Road, la Avenue de Wagran, un sendero entre álamos, un paso entre colinas?), hermosa y joven la ves de espaldas yéndose, más pequeña ya, resbalando en la tercera dimensión y yéndose, y te preguntas si llegará, si salió para llegar, si salió porque quería llegar, y tienes miedo como siempre has tenido miedo por ti mismo, la ves irse tan frágil y blanca en una bicicleta de humo, te gustaría estar con ella, alcanzarla en algún recodo y apoyar una mano en el /manubrio y decir que también tú has salido, que también tú quieres llegar al sur, y sentirte por fin acompañado porque la estás acompañando, larga será la etapa pero allí en lo alto el aire es limpio y no hay papeles y latas en el suelo, hacia el fondo del valle se dibujará por la mañana el ojo celeste de un lago. Sí, también eso lo sueñas despierto en tu oficina o en la cárcel, mientras te aplauden en un escenario o una cátedra, bruscamente ves el rumbo posible, ves la chica yéndose en su bicicleta o el marinero con su bolsa al hombro, entonces es cierto, entonces hay gente que se va, que parte para llegar, y es como un azote de palomas que te pasa por la cara, por qué no tú, hay tantas bicicletas, tantas bolsas de viaje, las puertas de la ciudad están abiertas todavía, y escondes la cabeza en la almohada, acaso lloras. Porque, son cosas que se saben, la ruta del sur lleva a la muerte, allá, como la vio un poeta, vestida de almirante espera o vestida de sátrapa o de bruja, la muerte coronel o general espera sin apuro, gentil, porque nadie se apura en los aeródromos, no hay cadalsos ni piras, nadie redobla los tambores para anunciar la pena, nadie venda los ojos de los reos ni hay sacerdotes que le den a besar el crucifijo a la mujer atada a la estaca, eso no es ni siquiera Ruán y no es Sing-Sing, no es la Santé, allá la muerte espera disfrazada de nadie, allá nadie es culpable de la muerte, y la violencia es una vacua acusación de subversivos contra la disciplina y la tranquilidad del reino, allá es tierra de paz, de conferencias internacionales, copas de fútbol, ni siquiera los niños revelarán que el rey marcha desnudo en los desfiles, los diarios hablarán de la muerte cuando la sepan lejos, cuando se pueda hablar de quienes mueren a diez mil kilómetros, entonces sí hablarán, los télex y las fotos hablarán sin mordaza, mostrarán cómo el mundo es una morgue /maloliente mientras el trigo y el ganado, mientras la paz del sur, mientras la civilización cristiana. Cosas que acaso sabe la muchacha perdiéndose a lo lejos, ya inasible silueta en el crepúsculo, y quisieras estar y preguntarle, estar con ella, estar seguro de que sabe, pero cómo alcanzarla cuando el horizonte es una sola línea roja ante la noche, cuando en cada encrucijada hay múltiples opciones engañosas y ni siquiera una esfinge para hacerte las preguntas rituales. ¿Habrá llegado al sur? ¿La alcanzarás un día? Nosotros, ¿llegaremos? (Se puede partir de cualquier cosa, una caja de fósforos, una lista de desaparecidos, un viento en el tejado - ) ¿Llegaremos un día? Ella partió en su bicicleta, la viste a la distancia, no volvió la cabeza, no se apartó del rumbo. Acaso entró en el sur, lo vio sucio y golpeado en cuarteles y calles pero sur, esperanza de sur, sur esperanza. ¿Estará sola ahora, estará hablando con gente como ella, mirarán a lo lejos por si otras bicicletas apuntaran filosas? ( - un grito allá abajo en la calle, esa foto del Newsweek - ) ¿Llegaremos un día?
Julio Cortázar
Las nueve lecciones de Albert Einstein   Qué legado nos ha dejado Albert Einstein en forma de reflexiones que son aplicables a la vida personal y profesional?. A través de algunas de sus citas, tratamos de sacar conclusiones que puedan ser aplicadas en forma de valores en el presente. Algunas de estas ideas son : 1. - Tu curiosidad es importante. “No tengo ningún talento especial. Yo sólo soy apasionadamente curioso”. A través de esta cita, recordamos la necesidad de seguir nuestro interior. En el proceso de toma de decisiones, podemos hacer multitud de análisis, pero al final, la intuición es importante y debe ser considerada como factor fundamental. 2. - La perseverancia es la clave del éxito.    “No es que yo soy tan inteligente, es sólo que me quedo más tiempo con los problemas”. En el artículo “Hoy es el día. Tu éxito te está esperando” recogíamos la teoría de las 10.000 horas de Malcolm Gladwell. Cualquier objetivo que nos planteemos es alcanzable tras 10.000 horas de dedicación. Al final, una de las claves del éxito y la realización personal, como bien se deduce de la frase de Einstein, son la perseverancia, el espíritu de sacrificio y la dedicación. 3. - La importancia del presente. “Cualquier hombre que puede conducir de forma segura mientras besa a una chica guapa, no está dando al beso la atención que se merece.” Debemos disfrutar cada instante del momento presente con la intensidad y la importancia que ello requiere. Pensar en el pasado podría condicionar el modo en que vivimos nuestro presente. Pensar en el futuro podría trasladarnos incertidumbres y restar  intensidad al momento actual. Debemos planificar nuestro futuro y determinar qué es lo que queremos en nuestras vidas. Sin embargo, ahora mismo, lo más importante que podemos hacer es precisamente vivir intensamente este momento. 4. - El poder de la imaginación. “La imaginación lo es todo. Es la vista previa de las próximas atracciones de la vida. La imaginación es más importante que el conocimiento”. La visualización de las metas es fundamental como proceso para la consecución de las mismas. Genera confianza y fe. Cualquier cosa que vemos o disfrutamos en la actualidad, en algún momento estuvo en la mente de alguien en forma de imaginación. Con el paso del tiempo, esa imaginación se tradujo en algo tangible. 5. - La importancia del error. Es una clave en la carrera del éxito. “Una persona que nunca ha cometido un error nunca intentó nada nuevo.” El error es un estadio en el proceso del éxito. No existe éxito sin error como no existe el día sin la noche. Es una parte importante del proceso de aprendizaje. 6. - Generar Valor. “Intenta no volverte un hombre de éxito, sino volverte un hombre de valor.” Determinar y conocer nuestros valores, y vivir la vida a partir de éstos es fundamental. En caso de duda, siempre podemos recurrir a los valores. En ellos encontraremos la clave de la respuesta. 7. - En el cambio está la clave. “Locura: hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes”. John Maxwell, decía “nunca cambiarás tu vida a menos que cambies lo que haces diariamente”. Es otra forma de entender el mismo mensaje de Einstein. 8. - El conocimiento proviene de la experiencia. “La información no es conocimiento. La única fuente de conocimiento es la experiencia.” Estamos en la “era de la información”. La información fluye, pero por sí misma no constituye conocimiento. Cuando la sintetizamos y aprendemos, podremos aplicarla en forma de acción a nuestros proyectos cotidianos, transformando así información en conocimiento. 9. - Aprende las reglas y juega lo mejor que puedas. “Tienes que aprender las reglas del juego. Y luego tienes que jugar mejor que nadie.
José María Vicedo (Ahora Sí : 101 dosis de inspiración y superación personal (Spanish Edition))
Después circularon historias según las cuales las chicas de Coffin Rock habían acabado decoradas con trozos de pavo crudo, empapadas en sangre de ave de corral, como la tía esa de la película Carrie, pero eran puras exageraciones.
Anonymous
-¿Pero como sabes esas cosas? Tienes quince años por Dios; deberías estar... yo qué sé, persiguiendo chicas o jugando videojuegos. -¿Le estas diciendo a un psicópata que persiga chicas?
Dan Wells (I Am Not a Serial Killer (John Cleaver, #1))
Esa es mi chica, dura cómo una bola de algodón
Veronica Roth (Divergent (Divergent, #1))
Un kleenex para Cándido Mientras Rebellin y Cancellara intentaban robarle la gloria a Samuel por el asfalto pekinés, Cándido Sánchez circulaba tranquilo con su coche por las carreteras asturianas. La dirección no era otra que Infiesto, el pueblo asturiano en el que el progenitor tiene una casa para descansar. Con las manos en el volante y los ojos centrados en la calzada, Cándido, nacido en Extremadura pero asturiano de corazón, deslizó sus dedos por el interruptor de la radio. Un narrador emocionado comentaba la prueba de ciclismo en ruta. “Pensaba que era la de chicas. Estaba convencido de que la de los hombres era al día siguiente. No sé qué me pasó por la cabeza para despistarme”, recuerda con gracia sobre su tremendo olvido: seguir la prueba de su hijo. El locutor, cada vez más entusiasmado, avisaba por las ondas que Samuel Sánchez andaba en el grupo de escapados. Cándido no pudo esperar más y dio un volantazo drástico que acabó en un pequeño bar situado en el Cogollo de la Pola. En la Cafetería Vaporetto, con prisas y nervios, papá Sánchez iba a vivir el momento más emocionante de su vida.Y de la de su hijo. Sin tiempo para pedir nada, Cándido se hizo dueño del bar. Con la televisión a tope, perdió los papeles dando golpes a la barra y a todo lo que encontraba a su paso. “Vamos Samu.Venga, dale más fuerte”, gritaba sin parar. Los ojos, según pudieron presenciar los sorprendidos clientes del local, parecían salirse de sus órbitas.Aquel desconocido exaltado se había vuelto definitivamente loco. La meta se acercaba y él se encontraba en un bar desconocido. Maldito despiste. Los clientes, sin saber todavía a ciencia cierta quién era, comenzaron a sospechar.Vale que fuera asturiano, pero nadie en su sano juicio viviría con semejante intensidad la carrera de un paisano. Cuando acabó la prueba, todos se dieron cuenta: aquel hombre era el padre del flamante oro español. “Un kleenex para este hombre”, se pudo escuchar. Las lágrimas se derramaban sin cesar por su rostro. Pura alegría. “Me emocioné como un niño. Creo que incluso más que mi propio hijo. Su imagen entrando en meta no la olvidaré jamás. Cuando le vi arrancar estaba seguro de que lo iba a conseguir”, evoca con las manos manchadas de grasa y sentado cerca de la barra de otro bar, pero este cercano al taller que regenta en Gijón. Después, mientras se dirigía a Infiesto, preparó una gorda en la carretera nacional: “Iba escuchando la ceremonia de entrega de las medallas por la radio y estaba tan centrado, que iba casi parado. Organicé una caravana de veinte coches detrás de mí”. Mientras se secaba las lágrimas, su móvil recibió una llamada muy especial: “¿Qué tal me viste, papá?”. Era su hijo, de cuyo cuello colgaba una presea color oro. Cándido casi no pudo ni contestar. Estaba roto por la emoción. “Al final le llegaba la recompensa. No es porque sea su padre, pero llevaba muchos años mereciendo un triunfo de esas características. La suerte y la justicia se pusieron esta vez de su lado porque en muchas ocasiones le habían esquivado”. Aquella mañana de agosto, Cándido pasó, en apenas unos instantes, de la tranquilidad vacacional al adrenalítico estado de uno de los mejores días de su vida: “Probablemente no habrá otro igual”.
Nacho Labarga (Samuel, el ciclista de oro. (Spanish Edition))
Solía seguir hablando de lo importante que es transformarte totalmente de vez en cuando. Sigo creyendo eso, pero ahora he añadido una advertencia: Interpreta tantos papeles como te sea posible, pero sé quién eres en el fondo. Soy una chica en mi corazón, pero interpretar a un chico me ayudó a ampliar y perfeccionar mi comprensión de lo que eso significa. Soy la Dra. Afrodita, una periodista seria, una actriz prometedora, una impulsiva adolescente... soy toda esa gente, y estoy segura de que seré muchas más antes de morir.
Jody Gehrman (Babe in Boyland)
El mundo te quiere chingar. Ya ves, ya no nos quieren ni dejar salir con toda esa mierda que están diciendo sobre el semanario. Primero, que las portadas. Luego que las chicas que salen en pelota. Dizque los niños leen eso y que no sé que. Ah, pero si fuera un periódico como esos que andan diciendo que son independientes, pero que ni de lejos critican al gobierno o que andan hablando bien de los ricos y de los gringos... a esos no les dicen nada, "todo está bien, pasen adelante, adalides de la prensa escrita", que el Señor me perdone pero son purísima mierda. ¿Qué hay de malo con lo que publicamos? Decimos la verdad. Si balearon a fulanito, si violaron a menganita o quemaron a perencejo, esa es la verdad, ¿o no? Somos democráticos, si el muerto es un empresario o un intelectual o el mismo Presidente, aquí sale tal y como lo hallamos. Esos otros cuando se trata de alguien importante le ponen la mejor foto de cuando estaba vivo, con biografía y todo, si es un pelado trabajador o un marero o una puta, lo ponen todo descalabrado. ¿Crees que eso es justo? No, no lo es. El problema sigue siendo el lugar de donde venís, si sos indio o blanquito, así es, estos que se dicen progresistas no son otra cosa que unos finqueros ladrones que se sienten filántropos de la cultura, y hablan de sentido común y todas esas mierdas, pero en el fondo lo único que quieren es mano de obra barata, y por eso ponen a la gente más burra y más alejada de la realidad. "Trivializamos la muerte", dicen ellos que lo trivializan todo: la miseria, el desempleo, la violencia... que no me vengan con..
Javier Payeras (Dias Amarillos)
Soy una experta en no desear nada. Pero estoy empezando a darme cuenta que la persona que necesito ser, la persona en quien me estoy convirtiendo, ya no es esa chica.
Jennifer Lynn Barnes (The Hawthorne Legacy (The Inheritance Games, #2))