Eres Mi Todo Quotes

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Necesitaba un cómplice, y eso es lo que eres tú. Un aliado en mi vida. Me salvaste, me protegiste, me ayudaste, me liberaste cuando menos sabía de qué santo colgarme.
Xavier Velasco (Puedo Explicarlo Todo)
Te respiro —susurró—. Eres mi aire. Lo eres todo
Sylvain Reynard (Gabriel's Rapture (Gabriel's Inferno, #2))
Yo te he nombrado reina. Hay más altas que tú, más altas. Hay más puras que tú, más puras. Hay más bellas que tú, hay más bellas. Pero tú eres la reina. Cuando vas por las calles nadie te reconoce. Nadie ve tú corona de cristal, nadie mira la alfombra de oro rojo que pisas cuando pasas, la alfombra que no existe. Y cuando asomas suenan todos los ríos en mi cuerpo, sacuden el cielo las campanas, y un himno llena el mundo Sóló tú y yo, sóló tú y yo, amor mío, lo escuchamos.
Pablo Neruda (The Captain's Verses)
Sé que estamos jodidos, ¿De acuerdo? Soy impulsivo y tengo mal genio, y te metiste bajo mi piel como nadie más. Actúas como si me odiaras un minuto, y luego como si me necesitaras al siguiente. Nunca acierto en nada, y no te merezco... pero estoy malditamente enamorado de ti, Abby. Te amo más de lo que he querido a nadie ni nada, nunca. Cuando estás cerca, no necesito alcohol, ni dinero, ni lucha, o algo de una sola noche... todo lo que necesito es a ti. Tú eres en todo lo que pienso. Eres todo lo que soñé. Eres todo lo que quiero." - Travis
Jamie McGuire (Beautiful Disaster (Beautiful, #1))
-A veces eres realmente... -Gideon sacudió la cabeza, y luego inspiró hondo y dijo muy serio-: Cuando me besas, Gwendolyn Sheperd, es como si perdiera el contacto con el suelo. No tengo ni idea de cómo lo haces ni de dónde lo has aprendido. En todo caso, si ha sido en una película, tenemos que verla juntos. -Se detuvo un momento-. Lo que quiero decir es que cuando me besas, ya no quiero hacer nada más que sentirte y tenerte entre mis brazos. ¡Mierda, estoy tan terriblemente enamorado de ti que es como si hubieran volcado una lata de gasolina en mi interior y le hubieran prendido fuego! Pero en este momento no podemos... al menos uno de nosotros debe mantener la cabeza fría. -La mirada que me lanzó disipó mis dudas-. Gwenny, todo esto me da un miedo horrible. Sin ti mi vida ya no tendría ningún sentido, sin ti... querría morirme si a ti te pasara algo.
Kerstin Gier
Y si, digo que me parecería de lo más bonito del mundo tomarnos de la mano y besarnos frente a los demás. Y comer fresas con crema de tu boca o de tus piernas en mi casa de campo mientras preparo chocolate caliente y tu enciendes la calefacción. Y estar cada noche en la azotea viendo constelaciones mientras te hago dibujos en la espalda de las mismas. Y decirte que me encantaría pasar horas dando vueltas en la cama mirandote y jugando contigo a que somos gatos que no quieren dormirse y quieren jugar hasta que se vaya la luna. Y quisiera despertar todos los días viendote despertar. Hacerte el desayuno, el amor. Compartirte mi vida. Decir que no hay peor ciego que el que no te quiera ver, y que la verdad el mundo sería bastante aburrido sin tu existencia. Y que me ha gustado un montón haberte encontrado. Y que sólo me sentiría perdido si te suelto de la cintura cuando bailemos. Que sólo en tus labios es que puedo calmar mi sed de verdad, y en tus ojos es que puedo disfrutar de un próspero amanecer. Que con nuestros cuerpos rozados uno al otro mi corazón da latidos de fuego artificial. Que la vida sin ti es un desperdicio, y que no me importa el tiempo que tenga que pasar esperandote por que te vistas a la hora de salir. Que no me importaría llegar tarde al trabajo si cada mañana despertamos, te hago el café comemos y hacemos el amor antes de despedirnos. Que sonreír es mucho más bonito cuando lo hago porque lo haces tú. Que me encantas con pijama, sin pijama, con lo que sea. Que eres tan bella que no dejas que nadie más para mí lo sea. Corretear por la cocina desnudos por estar jugando a las escondidas, aparecerme en la ducha cuando tu lo estás, abrazarte y besarte haciendote saber que eres la mejor persona del mundo y que ser feliz es sinónimo de estar contigo. Y besar tu cuello y acariciar tu vientre mientras digo que soy capaz de darle la vuelta al mundo para abrazarte por la espalda. Así te quedaría claro que eres amada por mí.
J. Porcupine (La vuelta al mundo para abrazarte por la espalda)
-... Pero ¿sabes en que pense todo el día ayer? un pensamiento que no me puedo evitar no importa cuan disgustado estoy contigo. -No. -Que tengo suerte porque la persona que no puedo sacar de mi cabeza, la persona que significa más para mi de lo que puedo soportar aun está viva, ella está todavía allí, y esa eres tu.
Jennifer L. Armentrout (Onyx (Lux, #2))
Quiero que todos te conozcan. Eres mi persona favorita de todos los tiempos.
Rainbow Rowell (Eleanor & Park)
Te quiero a las diez de la mañana, y a las once, y a las doce del día. Te quiero con toda mi alma y con todo mi cuerpo, a veces, en las tardes de lluvia. Pero a las dos de la tarde, o a las tres, cuando me pongo a pensar en nosotros dos, y tú piensas en la comida o en el trabajo diario, o en las diversiones que no tienes, me pongo a odiarte sordamente, con la mitad del odio que guardo para mí. Luego vuelvo a quererte, cuando nos acostamos y siento que estás hecha para mí, que de algún modo me lo dicen tu rodilla y tu vientre, que mis manos me convencen de ello, y que no hay otro lugar en donde yo me venga, a donde yo vaya, mejor que tu cuerpo. Tú vienes toda entera a mi encuentro, y los dos desaparecemos un instante, nos metemos en la boca de Dios, hasta que yo te digo que tengo hambre o sueño. Todos los días te quiero y te odio irremediablemente. Y hay días también, hay horas, en que no te conozco, en que me eres ajena como la mujer de otro. Me preocupan los hombres, me preocupo yo, me distraen mis penas. Es probable que no piense en ti durante mucho tiempo. Ya ves. ¿Quién podría quererte menos que yo, amor mío?
Jaime Sabines (Los amorosos: Cartas a Chepita)
No estoy enamorado de ti. Ni siquiera despiertas en mí una de esas nostalgias aberrantes que los hombres de mi edad sienten con la proximidad de una vida joven: eres un ser inferior, Iris Mateluna, un trozo de existencia primaria que rodea a un útero reproductor tan central a tu persona que todo el resto de tu ser es cáscara superflua.
José Donoso (The Obscene Bird of Night)
Aquí es donde cumplí mi primer castigo Y aquí es donde una estatua de mármol casi me decapita Y aquí es donde compartí el picnic más raro de mi vida con un chico del reformatorio que no les gustaría nada..." Tengo que vivir, ver a los niños nacer, crecer y enamorarse. Veo cómo ellos mismos tienen hijos y envejecen. Veo cómo mueren. Luce, estoy condenado a verlos una y otra vez. A todos menos a ti..." "Vago por la tierra y en el fondo siempre sé que voy a encontrarte...Siempre volvias cada 17 años..." "Tu eres mi amor, Lucinda. Para mi, ere lo único que existe..." "Jamás podrán creer nada de esto...Puedes tú?
Lauren Kate (Fallen (Fallen, #1))
Ningún hombre sabe, hasta que llega el momento, qué profundidades hay en su interior. Para algunos hombres no llega nunca; dejémoslos descansar y demos gracias. Para mí, tú la has traído, tú la has forzado, y el fondo de ese mar embravecido se ha alzado desde entonces... Te amo. Lo que quieren decir otros hombres cuando usan esa expresión no lo sé; lo que quiero decir yo es que estoy bajo la influencia de una atracción terrible, que he resistido en vano y que me domina. Puedes arrastrarme al fuego, puedes arrastrarme a la horca, puedes arrastrarme a la muerte, puedes arrastrarme a todo aquello que siempre he evitado, puedes arrastrarme a cualquier peligro y cualquier desgracia. A eso y a la confusión de mis pensamientos, que es tal que no valgo para nada, es a lo que me refiero cuando digo que eres mi ruina.
Charles Dickens (Letters Of Charles Dickens To Wilkie Collins (1891))
Eres mi...mi todo, Kat. —Al escuchar su suave inhalación, sonreí de nuevo—. Vamos Kitten, ¿realmente esperabas algo menos de mi? Te amo.
Jennifer L. Armentrout (Origin (Lux, #4))
Se echó hacia atrás lo suficiente para que sus labios rozaran los míos cuando habló. "No puedo seguir fingiendo que no quiero esto… Que no te quiero. No puedo. No después de lo que te pasó. Pensé... Pensé que te había perdido, Alex, para siempre. Y lo habría perdido todo. Tú eres mi todo.
Jennifer L. Armentrout (Deity (Covenant, #3))
¿Sabes por qué te quiero? No sabía que estaba perdido hasta que me encontraste. No sabía lo solo que me encontraba hasta la primera noche que pasé sin ti en mi casa. Eres lo único que he hecho bien. Eres todo lo que he estado esperando, Pigeon.
Jamie McGuire (Beautiful Disaster (Beautiful, #1))
Nada que temer, nada que cambiar Por ti me olvide de quien yo era en realidad Contigo me quede, como un diamante sin brillar No quiero ser así, espejo de tu vanidad Prefiero ser de mí Sin nada que temer, nada que cambiar Na na na Yo me siento así Bella y auténtica Na na na No seré por ti Una fuerte mental, no no [Chorus] Dices, que soy imperfecta, Que tu eres mi dueño, Quien no te madura todo el tiempo. Dices que hablo cosas tontas, Que no te merezco, Quien te crees que eres, dime quien. Te pido por favor, Que no me quieras controlar, Entregame tu amor, Sin condiciones nada mas. Permíteme vivir, soñando ésta realidad No ves que soy asi, distinta sin igual Na na na Yo me siento así Bella y auténtica Na na na No seré por ti Una fuerte mental, no no [Chorus] Dices, que soy imperfecta, Que tu eres mi dueño, Quien no te madura todo el tiempo. Dices que hablo cosas tontas, Que no te merezco, Quien te crees que eres, dime quien. [Bridge] Dices que soy una niña, Que me tienen consentida. Dices que soy diferente, Ciertamente, ciertamente. Soy lo que me gusta ser, No me intentes detener. Mírame bien, no estoy hecha de papel. Dices! [Chorus] Dices, que soy imperfecta, Que tu eres mi dueño, Quien no te madura todo el tiempo. Dices que hablo cosas tontas, Que no te merezco, Quien te crees que eres, dime quien. Eue soy imperfecta, Que tu eres mi dueño, Quien no te madura todo el tiempo. Dices que hablo cosas tontas, Que no te merezco, Quien te crees que eres, dime quien.
Selena Gómez
Abre sus ojos de nuevo, su expresión es desolada–sincera. –¿No ibas a escapar? –pregunta. –¡No! Cierra sus ojos de nuevo y todo su cuerpo se relaja. Cuando abre sus ojos, puedo ver su dolor y angustia. –Pensé… –Se detiene–. Este soy yo, Ana. Todo yo… y soy todo tuyo. ¿Qué tengo que hacer para que te des cuenta de eso? Hacerte ver que te quiero de cualquier forma en que te pueda obtener. Que te amo. –También te amo, Christian, y verte así… –Me ahogo y mis lágrimas comienzan de nuevo–. Pensé que te había roto. –¿Roto? ¿A mí? Oh no, Ana. Justo lo contrario. –Se estira y toma mi mano–. Eres mi vida, –susurra, y besa mis nudillos antes de presionar mi palma contra la suya.
E.L. James (Fifty Shades Darker (Fifty Shades, #2))
Soñé que asistía a mi propio entierro, a pie, caminando entre un grupo de amigos vestidos de luto solemne, pero con un ánimo de fiesta. Todos parecíamos dichosos de estar juntos. Y yo más que nadie, por aquella grata oportunidad que me daba la muerte para estar con mis amigos de América Latina, los más antiguos, los más queridos, los que no veía desde hacía más tiempo. Al final de la ceremonia, cuando empezaron a irse, yo intenté acompañarlos, pero uno de ellos me hizo ver con una severidad terminante que para mí se había acabado la fiesta. «Eres el único que no puede irse», me dijo. Sólo entonces comprendí que morir es no estar nunca más con los amigos.
Gabriel García Márquez (Doce Cuentos Peregrinos (Spanish Edition))
«Amo quien fuiste y quien eres, porque si hay algo cierto en esta vida, mo anam, es que nací solo para amarte. Cuando mi corazón se silencie con mi muerte, nunca olvides que mi alma te seguirá amando.»
Caroline March (No todo fue un sueño (Spanish Edition))
Valora a tu parabatai -Dijo-. Porque es un enlace precioso. Todo amor es precioso. Es por eso que hacemos lo que hacemos. ¿Por qué luchamos contra los demonios? ¿Por qué ellos no encajan custodiados en este mundo? ¿Qué nos hace mejores? Es porque ellos no construyen, sino que destruyen. Ellos no aman, pero odian solamente. Somos humanos y falibles, somos cazadores de sombras. Pero si no tuviésemos la capacidad de amar, no podríamos guardar a los seres humanos; hay que amarlos para protegerlos. Mi parabatai, amaba como pocos jamás podrían amar, con todos y todo. Veo que eres así también; arde con más brillo en ti que el fuego de los cielos
Cassandra Clare (City of Heavenly Fire (The Mortal Instruments, #6))
¿Todo esto es tuyo, abuelo? - Todo, desde la carretera panamericana hasta la punta de esos cerros. ¿Los ves? - ¿Por qué, abuelo? - ¡Cómo que por qué! ¡Porque soy el dueño, claro! - Sí, ¿pero por qué eres el dueño? - Porque era de mi familia. - ¿Por qué? - Porque se la compararon a los indios. - Y los inquilinos, los que también han vivido aquí siempre, ¿por qué no son ellos los dueños?
Isabel Allende (The House of the Spirits)
Todo tiene sentido cuando estoy contigo, Tess. Mi vida tiene sentido, después de tantos años de estar huyendo asustado en la oscuridad. Tú eres la luz, mi razón de vivir. Estoy profundamente unido a ti. Para mí, nunca habrá nadie más.
Lara Adrian (Kiss of Crimson (Midnight Breed, #2))
Te extraño todos los días. Eres mi lugar favorito.
Penelope Douglas (Punk 57)
Te amo. Amo cada parte de ti, cada pensamiento y cada palabra ... todo el complicado y fascinante manojo de cosas que eres. Te quiero con diez tipos diferentes de necesidad a la vez. Amo todos tus estados, la forma en que eres ahora, la idea de cuánto mas bella serás en las próximas décadas. Te amo por ser la respuesta a cada pregunta que mi corazón pueda formular. Todos los fuegos de infierno podrían arder durante mil años y eso no igualaría lo que siento por ti en un minuto del día. Te amo tanto que no hay ningún placer en ello. Nada más que tormento. Porque si pudiera diluir lo que siento por ti a una millonésima parte, todavía sería lo suficiente como para matarte. E incluso si esto me vuelve loco, preferiría verte vivir en los brazos de ese bastardo frío y sin alma antes que morir en lo míos. Kev Merripen
Lisa Kleypas (Seduce Me at Sunrise (The Hathaways, #2))
Eres el ultimo sueño de mi alma. Eres el primer sueño, el unico sueño que nunca pude obligarme a dejar de soñar. Eres el primer sueño de mi alma, y de ese sueño espero que nazcan todos los otros sueños.
Cassandra Clare (Clockwork Princess (The Infernal Devices, #3))
—Y ahora, mi querida Kelsey, es hora de hacer la cena —anunció, con una enigmática sonrisa en su rostro—. Yo supervisaré que todo salga bien; ¡venga, andando!, ya basta de vaguear. —¡Serás…! —¿Qué soy, Kelsey? —preguntó, con un deje amenazador en la voz. —Eres sencillamente… adorable —masculló ella. —Gracias. James se dirigió hacia la escalera, y Kelsey se levantó dispuesta a seguirle. No tenía otra opción. —Capullo. Eres un capullo, eso quería decir —añadió en un susurro que el inglés no llegó a oír.
Silvia Hervás
—Mírame. Le gustó el ascenso agobiado de sus pestañas, lo encandiló el peculiar turquesa de sus ojos, y lo fascinó la adoración con que lo miró, lo hizo sentir poderoso, triunfador. Se inclinó para hablarle sobre los labios. — ¿Eres mía? Dímelo. ¿Sólo yo te importo, verdad? ¿Sólo a mí me amas? —Sí a todo. Sí, soy tuya y de nadie más. Sí, sólo tú me importas. Sí, sólo“te amo a ti, mi dulce y adorado esposo.
Florencia Bonelli (El cuarto Arcano II. El puerto de las tormentas)
—No vuelvas a huir de mí, Liv, por favor. No quiero tener que correr de nuevo tras de ti, aunque lo haría. Lo sabes, ¿verdad? No importa cuánto trates de escapar porque estaré ahí para recordarte quién eres.
Victoria Vilchez (Todo mi otoño (Una estación conmigo, #2))
Si crees que nos merecemos una segunda oportunidad, si todavía me quieres… necesito saberlo. Porque nada de lo que he conseguido aquí importa de verdad si no estás. Es solo un trabajo, Emma. Y tú… tú eres todo mi mundo.
Alice Kellen (Otra vez tú (Tú, #1))
—¿Ya has comprado mi regalo? —preguntó emocionado. —¿Se puede saber por qué has tardado tanto? Estoy cansada de esperarte. Ya he visto todo el centro comercial. James ojeó las bolsas, ignorando sus palabras. Le encantaban los regalos, especialmente cuando eran para él. Se frotó las manos. —¿Qué es? ¿No piensas decírmelo? —No sé de qué demonios me hablas. —¡De mi regalo! ¡Vamos, Kelsey, vamos, dámelo YA! La zarandeó de un lado a otro, mirándola fijamente. —En serio, estás fatal. Eres un enfermo. —Vale, pero este (atractivo) enfermo quiere saber qué le has comprado. —¿Y tú? ¿Qué me has comprado a mí? —Kelsey se encaró con él, alzando los hombros. —Nada. —¿Nada? ¡Serás desgraciado!
Silvia Hervás
Una vez quise hacerte pagar por todo el daño que me hiciste, pero siempre te dije que te amaba con la misma intensidad que te odiaba. Un día el amor borró todo aquel rencor y aquellos sueños que eran pesadillas, porque eres mía y sin ti mi vida no tendría ningún sentido
Malenka Ramos (Sin compasión (Venganza, #3))
Te prometo mi amor y todo lo que poseo. Te prometo el primer bocado de mi carne y el primer sorbo de mi vino. A partir de este día solo tu nombre gritaré en la oscuridad de la noche, y por tus ojos sonreiré cada mañana; Yo seré un escudo para ti como tú eres el mío. No habrá entre nosotros ninguna palabra severa, ni ningún extraño oirá mi queja. Eres sangre de mi sangre y hueso de mi hueso. Te doy mi cuerpo para que podamos ser uno. Te doy mi espíritu para que podamos ser uno. Por encima de todo, te valoraré y te honraré, en esta vida y en la siguiente.
Ross Callum
¿Sabes, Leticia? Eres la persona más alegre que he conocido, todo te divierte, cocinas cantando y pasas la aspiradora con ritmo de rumba. —Así somos los salvadoreños. Antes decían que El Salvador era el país de la sonrisa, pero supongo que desde la guerra civil eso de andar sonriendo se usa menos.
Isabel Allende (El viento conoce mi nombre (Spanish Edition))
En la dimensión del cosmos y en el trayecto de la historia somos insignificantes, después de nuestra muerte todo sigue igual, como si jamás hubiéramos existido, en la medida de nuestra precaria humanidad tú, Paula, eres para mí más importante que mi propia vida y que la suma de casi todas las vidas ajenas.
Isabel Allende (Paula)
-Si pudieras ser libre. ¿Qué pedirías? [...] -Estoy cansada de ser lo que todos los demás han hecho de mi -dije-. Quiero ser yo misma. -No seas niña. [...] Eres lo que tus creadores y tus experiencias han hecho de ti, como todos los seres de este universo. Acéptalo y sigue adelante. Estoy cansado de tus plañidos.
N.K. Jemisin (The Hundred Thousand Kingdoms (Inheritance, #1))
—En París, es común reconocer a alguien atractivo. El francés no desvía la mirada como otras culturas lo hacen. ¿No te habías dado cuenta? St. Clair piensa que soy atractiva. Me llamó hermosa. —Créeme, no quieres dormir en mi cama. Me estoy tele transportando a Atlanta. Te estoy recogiendo, e iremos a algún lugar donde nuestras familias no nos encuentren. Nos llevaremos a Seany. Y le dejaremos correr todo lo que quiera hasta que se canse, y luego tú y yo tomaremos una larga caminata. Como Acción de Gracias. ¿Recuerdas? Y hablaremos sobre todo EXCEPTO sobre nuestros padres… O tal vez ni siquiera hablaremos. Simplemente caminaremos. Y seguiremos caminando hasta que el resto del mundo deje de existir. —Anna. —Etienne habla lentamente—. No me hiciste hacer algo que no quería hacer. Mi cara se calienta mientras el conocimiento estalla dentro de mí como dinamita. Le gusto. En verdad le gusto a Etienne. —Si me pides que te bese, lo haré. —Dice. Sus dedos aprietan mis muñecas, y me enciendo en llamas. —Bésame. —Digo. Lo hace. —La engañaba todos los días. En mi mente, pensaba en ti en formas que no podía, una y otra vez. Ella no era nada comparada contigo. Nunca antes me he sentido de esta forma por nadie. —Eres la chica más increíble que he conocido. Eres hermosa e inteligente, y me haces reír como nadie más puede. Y puedo hablar contigo. Y sé que después de todo esto no te merezco, pero lo que estoy tratando de decir es que te amo, Anna. Mucho. —¿Por favor dirías que me amas? Me estoy muriendo aquí.
Stephanie Perkins (Anna and the French Kiss (Anna and the French Kiss, #1))
Tú, todo tú, eres amor incandescente. Amor que no muere. Amor que permanece. Amor que no duele, aunque en este instante me encuentre llorando.
Laura Esquivel (Mi negro pasado (Como agua para chocolate #3))
Ven a dormir conmigo, no haremos el amor, él nos hará”* …una tormenta de suspiros y sábanas, un amanecer de besos y calores.    Ven a dormir conmigo, tú que de mis sueños no te quitas, (¿y cómo habrías de hacerlo si eres el sueño de mi vida?), ven a dormir conmigo, tú que conviertes las noches en soles.    Yo no te amo porque eres tú, ni te amo porque seas mía, no te amo por ser tuyo, ni por tus cabellos ni por tus besos de caricia.    Te amo porque es cielo el cielo, te amo porque son ciertas las estrellas,  te amo porque el mar besa la orilla, te amo como la flor que besa al viento, te beso como besa al agua el sediento.    ¿Cómo no he de amarte, amada mía, si es en tu lecho que he conocido la vida?    Nací, como muchos antes, quizás incluso tuve otras vidas errantes, tristes, solitarias, sin ancla, sin vela ni caminos, ¿pero acaso no llega todo fiel a su destino?    El amor nos hará, erigirá en nuestros labios su templo, desandará lo que latía de corazón antes de conocernos, dirá quizá: “¡he sido tan poco de mí, ahora sé lo que es amar!”, o acaso el silencio sea reto y envidia a nuestra manera de besar…    Caminan las estrellas, gira el mundo. Así te amo.    Con toda la fuerza de lo obvio,  con el destino apretado en nuestros labios.    Nosotros haciendo los sueños la realidad del destino, y a cada lado de la cama, el mundo, callado, muy lejano.   *(“Ven a dormir conmigo, no haremos el amor, él nos hará”, Julio Cortázar).
Jacques Pierre (Declaro el estado de poesía permanente)
Pero no, todo se quedará en suspiros, divagaciones de mi mente en noches de insomnio, en un condicional (im)perfecto y verbos mal conjugados. Que si eres un error, deja que te cometa. Pero no.
Jesús Santiago (Breve paseo por mis cicatrices (Spanish Edition))
Te quiero porque eres mío. Te quiero porque te poseo. Te quiero porque necesitas amor. Te quiero porque eres el desorden y a mí no me gusta el orden. Te quiero porque cuando me miras, haces que me sienta héroe. Y te quiero, sobre todo, porque al fin he comprendido que no puedo hablar de mi amor a nadie que no seas tú, y que ese es el verdadero amor. También te quiero porque tu contacto me lleva al límite de mi virilidad.
Agustín Gómez Arcos (The Carnivorous Lamb)
Te pinto suave. —Colocó la punta sobre mi pectoral y trazó una línea recta. Y, desde entonces, supe que el verbo pintar era mi favorito, para nosotros significaba amar—. Te pinto fuerte. —Lo hizo con más potencia—. Te pinto con todos los colores. —Abrió los botes y metió los dedos para recorrer mi torso con las yemas—. Te pinto con todo mi ser. —Se quitó la sudadera y la camiseta y se embadurnó de pintura antes de impactar contra mí—. Te pinto porque soy tuya. —Deslizó sus dedos desde el tatuaje con los pájaros que volaban hasta mi corazón, anclándolos a él—. Y te pintaré siempre. Siempre, ¿me has entendido? Porque tú eres mi color favorito.
Alexandra Roma (El club de los eternos 27)
Cuando la luna me ciega con su fulgor eterno, tu luz tenue apacigua mi espíritu. Que no seas eterno inspira más poemas en mi piel que las mil historias que relato, puesto que al saber que prescindo de tu amor, le atesoro más que las más valiosas joyas. Nada en mi constante existencia ha significado más que tú, mi maravilloso compañero. Ningún extremo más que el ardor de tu mirada, suaviza el fruncir de mi ceño. Eres implacable certeza, exquisita quietud, divina fuente de paz. Eres todo y calmas a la nada que desea disiparme con impasividad. Mi deseo, mi lucero, mi luna extrañamente cercana a mi planeta. Te veo soñar y anhelo ser el rostro que se entremeta en tus convalecientes quimeras, para en un rato abrir esas ventanas fulgurosas de alma transparente y desear... desear que jamás nos separe un suspiro más, porque años han sido nuestros verdugos infinitos. Quien merece amor como el nuestro lo obtiene, mi dulce espíritu ambivalente. Quien desea de corazón meterse en los labios de una musa errante, obtiene lo que has tenido, un sabor de mil sabores que no se comparte. Una boca de mil bocas que cuentan historias de mil historias, pero cuya principal promesa eres tú, mi exquisito ángel caído del paraíso. Y si adorarte se vuelve mi mayor testigo, culpable del crimen soy al que me han sometido, puesto que en mi vida, mayor serenidad que en ti no hay, ni mayor anhelo que busque mi psique desazonada y sazonada por tu bello rostro. Todo y nada vale la pena de entremeterme entre tus labios. Todo y nada, mi dulce ángel de sueños entrelazados.
Mariela Villegas Rivero (Mujer de Fuego)
En cuanto a ti que nos salvas, beduino de Libia, te borrarás, sin embargo, para siempre de mi memoria. No me acordaré nunca de tu rostro. Tú eres el Hombre y te me aparecerás con la cara de todos los hombres a la vez. Nunca fijaste la mirada para examinarnos, y nos has reconocido. Eres el hermano bien amado. Y, a mi vez, yo te reconoceré en todos los hombres. ... Todos mis amigos, todo mis enemigos en marchan hacia mí, yo no tengo ya un solo enemigo en el mundo.
Ernesto Sabato (La resistencia)
-No me di cuenta que eras tan bueno, Grayson. El cálido sonido de la risa de Grayson retumbó gratamente contra el costado de mi cara que descansaba en su pecho. - Las damiselas en apuros siempre han sido mi talón de Aquiles, pero no dejes que eso te engañe. Realmente no soy tan bueno. - Si, lo eres. - No, no lo soy. Si yo fuera honesto, no estaría teniendo un momento tan difícil para no agarrarte el culo ahora mismo. (Avery y Grayson) -Pero miraté - dije -. Siempre pensaste que era como una hermana también. Si puedes cambiar de opinión, entonces el también puede. El sólo necesita un llamado de atención .-Oye ahora, no puedes ir saltando en la ducha con cada chico, sabes. Eso es completamente nuestra cosa. (Avery y Grayson) Escuché que mi amiga Avery te pisó tan fuerte en una partida de billas el pasado fin de semana que Grayson tuvo que tener piedad de ti antes de que cada estudiante de primer año universitario en UVU viera cuán pequeña es tu basura. (Libby a Owen) - ¿Realmente fallaste en un examen de sobre Las leyes de Newton? Está bien. Así que todos me miraban porque pensaban que yo era un idiota. - ¿Qué? - le pregunté un poco a la defensiva -. ¿Parece ser fácil? "No robar" le entiendo. "Rojo significa detenerse" tiene sentido. El chico Newton estaba fumando algo serio cuando debió haber hecho sus leyes. ¿Cuándo demonios vamos a usarlas de todos modos? (Brandon y Grayson)
Kelly Oram (The Avery Shaw Experiment (Science Squad, #1))
De hecho, esa era la impresión que causaba a todos los hombres. Primero se quedaban sorprendidos por su físico; a continuación por lo poco engreída que era; como si les dijera: "Tú eres sabio y yo estúpida: ten piedad de mi estupidez".
Elizabeth Gaskell (Wives and Daughters)
No me fío de mi propia imaginación: se interpone en mi camino, me lleva por la senda equivocada, me hace ser víctima de todo tipo de pensamientos negativos, me engaña haciéndome creer que si una vez eres un vaquero, siempre serás un vaquero.
Sarah Sheard (Almost Japanese: A novel (Scribner signature edition))
Te quiero, Allie. Soy quien soy gracias a ti. Tú eres todas mis razones, todas mis esperanzas y todos los sueños que he albergado, y no importa lo que nos depare el futuro: para mí, cada día que estoy contigo es el más importante de mi vida.
Nicholas Sparks (The Notebook (The Notebook, #1))
-Creo que otorgas demasiado crédito a nuestra relación. -Hice cuanto pude para cambiar de tema-. Yo lo irrito hasta sacar lo peor de él y Curran ha encontrado el modo de darme la lata. Eso es todo. -Quizás tengas razón. -De todos modos, Su Majestad necesita una chica- puedo. Y yo no lo soy. -¿Una chica-puedo? -Andrea enarcó las cejas y yo me incliné sobre el respaldo. -¿Puedo traerle la comida, Su Majestad? ¿Puedo decirle lo fuerte y valiente que es Su Majestad? ¿Puedo quitarle las pulgas, Su Majestad? ¿Puedo besarle el culo, Su Majestad? ¿Puedo... ? -Caí en la cuenta de que Rafael estaba sentado rígidamente, inmóvil como una estatua, con la mirada fija en algún punto sobre mi cabeza-. Está detrás de mí, ¿verdad? Andrea asintió lentamente. - Técnicamente, debería ser podría -dijo Curran, con una voz más grave de lo que recordaba-, ya que estás pidiendo permiso. (...) -Para responder a tu pregunta, sí, puedes besarme el culo. Normalmente, prefiero conservar mi espacio personal, pero tú eres una amiga de la Manada y tus servicios han demostrado ser de utilidad en una o dos ocasiones. Mi única pregunta es, ¿me besarías el culo por obediencia, por acicalamiento o como un preliminar del acto sexual?
Ilona Andrews (Magic Strikes (Kate Daniels, #3))
Te amo más que a mi vida, Brynne. De hecho, no puedo vivir sin ti. Jamás lamentaré que vayamos a tener un bebé, nunca dejaré de amarte ni a ti ni a nuestros hijos. Eres mi vida, estás atada a mí. Y sigues siendo la mujer más hermosa del mundo. ¡De todo el puto mundo!
Raine Miller (Rare and Precious Things (The Blackstone Affair, #4))
¿Sabes cuándo realmente me fallan las malditas rodillas y siento que tengo que hacer todo lo que esté en mi mano para merecerte? Cuando hablas, mierda, cuando lo haces. A veces pienso que no tendré vida suficiente para todas las conversaciones que quiero tener contigo. –Se pasó una mano por el pelo–. Y nunca he creído en Dios ni en la fuerza del universo, pero cuando veo cómo tratas a Jeremy, tu bondad, les doy gracias a ambos por haberte colocado en mi camino. Mierda, ¡si me lo pidieran hasta me pondría de rodillas! –Se detuvo–. ¡Y me siento impotente cuando me doy cuenta de que no te valoras, como si me matases sin piedad cada vez que te reprimes! Por eso me voy, porque hace tiempo que me prometí a mí mismo que me alejaría de cualquiera que te hiciese daño. Y esa persona ahora mismo eres tú.
Alexandra Roma (El club de los eternos 27)
—¿Te das cuenta de cómo hemos cambiado, Kenneth? reflexionó en voz alta—. ¿La oyes? —señaló con la cabeza hacia su derecha—. El primer día en el hospital esa risa me robó el corazón y ahora es suyo para siempre. —Mañana regresarás a tu mundo —dijo él enfrentando su mirada. —Mi mundo es éste también. —No —contradijo tomándola por los hombros—. Ésta es tu fantasía. Y no te das cuenta que la escapada que tú vives como una ilusión, es mi vida real. Cuando estés en Boston, lo verás todo con otros ojos. (...) —Tú eres una poderosa razón para volver. La única que me importa.
Olivia Ardey (Delicias y secretos en Manhattan (Delicias y secretos en Manhattan, #1))
El otoño es mi estación favorita del año —dijo él al cabo de un rato—. No es que yo esté tonteando o algo así… pero me gustan las hojas cuando se tornan rojas y anaranjadas. Son hermosas a la luz de la luna, pero más concretamente, se trata de una transformación imposible. El verde de la primavera y el verano son sólo una sombra de la identidad auténtica de los árboles, y todo ese color cuando las noches se vuelven frías es un milagro cada vez que pasa. Es como si compensaran la pérdida del calor con todo su fuego. Me gusta el Otoño… —(...)—. Tú eres así. Eres hermosa y ardes llena de colorido, y ya es hora de que salgas a la luz. Así que digo… Autumn.
J.R. Ward (Lover Reborn (Black Dagger Brotherhood, #10))
¿qué haría tu bien si no existiera el mal y qué aspecto tendría la tierra si desaparecieran las sombras? Los hombres y los objetos producen sombras. Ésta es la sombra de mi espada. También hay sombras de árboles y seres vivos. ¿No querrás raspar toda la tierra, arrancar los árboles y todo lo vivo para gozar de la luz desnuda? Eres un necio.
Mikhail Bulgakov (El Maestro y Margarita)
«Eres demasiado seria, Amy, eres demasiado rígida, Amy, le das demasiadas vueltas a las cosas, lo analizas todo demasiado, has dejado de ser divertida, me haces sentir inútil, Amy, haces que me sienta mal, Amy». Me fue arrancando cachos a golpe de indiferencia: mi independencia, mi orgullo, mi autoestima. Yo di y él tomó y tomó y tomó. Me eliminó de la existencia.
Gillian Flynn (Gone Girl)
Entonces", dice mientras íbamos por la carretera principal, el rompe el silencio, "he estado pensando." "¿Sí?" Él asintió "Realmente necesitas salir conmigo." Parpadeé. "¿Perdona?" "Ya sabes. Tú, yo. Un restaurante o una película. Juntos" Él me mira otra vez, cambia de velocidad. "¿Quizás es algo nuevo para ti? Si es así, voy a estar feliz de guiarte" "¿Quieres llevarme a ver una película?", Pregunto. "Bueno, realmente no", dijo. "Lo que en verdad quiero es que seas mi novia. Pero pensé que si te lo decía así te asustarías." Sentí que mi corazón salto de mi pecho. "¿Siempre eres tan directo sobre este tipo de cosas?" "No", dice. Doblamos a la derecha, subiendo por la colina hacia la ciudad, los altos edificios del hospital y la campana U eran visibles desde arriba de la colina. "Pero tengo la sensación de que tienes prisa y estas dejando todo, así que pensé que debería ir al grano" "Yo sólo estaré fuera una semana", digo en voz baja. "Cierto", dice mientras seguimos subiendo. "Pero he querido hacerlo desde hace tiempos y ya no podía esperar." "¿En serio?", Pregunto. Él asiente con la cabeza. "Como, ¿desde cuándo?" Él lo piensa por un segundo. "El día que me golpeaste en baloncesto." "¿Eso te pareció atractivo?" "No exactamente", respondió. "Más bien fue como vergonzoso y humillante. Pero hubo algo en ese momento. . . Era como una pizarra limpia. Ninguna postura o pretensión. Fue como, ya sabes, real”. Estábamos llegando a la ciudad ahora, pasando FrayBake, Luna Blu sólo estaba ha unas cuadras de distancia. "Real", repito.
Sarah Dessen (What Happened to Goodbye)
Lo que tengo claro es que no voy a volver a dejar mi vida en manos de otra persona, porque nunca quise ser así, pero, por encima de todo, porque hay algo fundamental que todo el mundo debe aprender y marcarse a fuego por dentro, y es que, cuando todo se acaba, cuando esa persona en la que te vuelcas completamente un día sin más desaparece, solo quedas tú. Porque tú misma eres lo único que tienes para siempre.
Neïra (Fuiste mi verano)
Sin quitarme los ojos de encima, acercó aún más su pupitre. - ¿Sabes una cosa? - ¿Qué? - Que he entrado en tu blog. Ay, Dios. ¿Cómo lo había encontrado? Un momento; la pregunta que debía hacerme era la siguiente: ¿por qué lo había encontrado? Mi blog no podía buscarse a través de Google...Estaba flipando en colores. - Ya estás acosándome otra vez, ¿no? ¿Tengo que llamar a la poli para que te ponga una orden de alejamiento? - Ni en sueños, gatita - Sonrió - Ah, espera, que ya salgo en ellos, ¿verdad? Puse los ojos en blanco. - Más bien apareces en mis pesadillas, Daemon. (pág.154) - ¿Me estás preguntando si me atraen las humanas? - dijo. El pelo le caía hacia delante en ondas. Unas gotitas de agua le recorrían los mechones y acababan salpicándome la mejilla - ¿O si eres tú la que me atrae? Con las manos apoyadas en la roca, fue acercándose a mí lentamente. Muy pronto nos separaban sólo unos milímetros...Sentía su respiración como si fuera la mía, y cuando movió las caderas abrí los ojos y ahogué un grito. Vaya que si funcionaba la cosa...Me despejó la duda de un plumazo. (pág. 240) - Sí que es importante el helado - dije. - Es mi vida entera.- Dee tiró el monedero a Daemon, pero erró el objetivo - ¡Y tú me lo has quitado! (pág. 258 NUNCA TE METAS ENTRE DEE Y SU COMIDA, Y MENOS SI SE TRATA DE HELADO) - ¿Lo estás pasando bien con...Ash? - ¿Y tú con tu amiguito el pulpo? Me mordí el larbio. - Qué simpático eres, como siempre. ... - Estás...muy guapa, por cierto. Demasiado guapa para estar con ese idiota. Me sonrojé y bajé la vista. - ¿Te has tomado algo? - Pues no, la verdad. ¿Por qué me lo preguntas, si puede saberse? - Porque nunca me dices nada agradable. - Touché. (pág. 303) - Recuérdame...que no te haga enfadar nunca más ¡La leche! ¿Eres agente secreto en tus ratos libres? ... Me recorrió la espalda con sus brazos y hundió una mano en los rizos que se me habían soltado del moño. - No me has hecho caso - susurró contra mi hombro. - Nunca te hago caso. (pág. 327) Daemon murmuró algo en un idioma desconocido. Era una lengua dulce y bonita. Mágica. De otro planeta. Podría haberlo despertado, pero no lo hice sin saber demasiado bien por qué. La emoción que sentía por el contacto con su piel era más fuerte que todo lo demás. Daemon tenía una mano en el borde de mi camiseta, y los dedos encima del pedazo de piel que había entre el borde de la camiseta y la cinturilla de los pantalones de pijama. La mano empezaba a abrirse paso por debajo de la camiseta, a través de mi estómago, en la parte en que este empieza a descender. El pulso se me desbocó. Me rozó las costillas con la punta de los dedos. Su cuerpo se movió y sentí su rodilla contra mí. (pág. 338) O.O o_O OMG - Gatita - Ni aunque fueras el último ser con aspecto humano sobre la faz de la Tierra ¿Ahora lo entiendes? ¿Capiche? ... - Ademñas, no me atraes nada - Mentira podrida - Pero vamos, nada de nada. Eres... De repente Daemon estaba delante de mí, a apenas un centímetro de mi rostro. - ¿Qué soy? - Ignorante -¿Y qué más? - Prepotente, controlador...-...- Y un...cretino. - Venga ya, gatita, seguro que puedes hacerlo mejor - ... - Todavía no me creo que no te sientas atraída por mí. (pág. 360) - Seguro que hasta sueñas conmigo - Bajó la vista hacia mis labios y sentí que se despegaban - Seguro que escribes mi nombre en tus libretas, una y otra vez, rodeado por un corazoncito. Me reí. - En tus sueños, Daemon. Eres la última persona a la que... Daemon me besó (pág.361) Una sonrisa pícara se le asomó a los labios. - ¿Te das cuenta de que me encantan los retos? Me reí entre dientes y me volví hacia la puerta mientras le dedicaba un gesto grosero con el dedo corazón. - Y a mí, Daemon; y a mí. (pág. 414)
Jennifer L. Armentrout (Obsidian (Lux, #1))
—¿Es que realmente no te das cuenta de lo importante que eres para mí? ¿Tienes alguna idea de cuánto te quiero? Me apretó más fuerte contra su pecho duro acomodando mi cabeza bajo su barbilla. Presioné los labios contra su cuello frío como la nieve. —Lo que sí sé es cuánto te quiero yo —repuse. —Eso es comprar un árbol con todo un bosque. Puse los ojos en blanco, pero el no pudo verme. —Imposible. •Ultimátum, 41
Stephenie Meyer (Eclipse (The Twilight Saga, #3))
Una simple palabra, una mirada y me llevaba al cielo. Al fin y al cabo, ser así de feliz quizá no fuese tan difícil. Todo lo que debía hacer era buscar una fuente de felicidad en mí mismo y no esperar a que los demás me la proporcionasen la próxima vez. [...] Tú eres mi retorno al hogar. Cuando estoy contigo y estamos bien juntos no deseo nada más. Consigues que me guste quién soy y en lo que me convierto cuando estás conmigo.
André Aciman (Call Me By Your Name (Call Me By Your Name, #1))
Cierra los ojos y serás testigo del mundo más allá de los mundos; cierra los oídos y escucharás la voz más allá de las palabras; cierra tus sentidos y experimentarás la realización más allá de las realizaciones. En esta comprensión no hay nacimiento ni muerte, ni principio ni fin, ni yo ni otro; en esta comprensión, todo es uno, uno es todo. En esta comprensión, mi corazón es tuyo, tu corazón es mío; en esta comprensión, tú eres yo, yo soy tú.
Abhijit Naskar
—Crees que eres el que hace mi vida difícil. Pero yo puedo hacerla mucho peor para ti —dije, sonriendo dulcemente. Sus ojos azules estabas escépticos. —¿Cómo? —¿Realmente quieres saberlo? Voy a invitar a un montón de chicas, veremos películas para chicas, y hablaremos de nuestros periodos y encenderemos todo tipo de velas aromáticas, y probablemente nos quedemos toda la noche despiertas riendo. —¿Cuándo comenzará la pelea de almohadas desnudas y los besuqueos?
Chelsea M. Cameron
Yo te he nombrado reina. Hay más altas que tú, más altas. Hay más puras que tú, más puras. Hay más bellas que tú, hay más bellas. Pero tú eres la reina. Cuando vas por las calles nadie te reconoce. Nadie ve tu corona de cristal, nadie mira la alfombra de oro rojo que pisas donde pasas, la alfombra que no existe. Y cuando asomas suenan todos los ríos en mi cuerpo, sacuden el cielo las campanas, y un himno llena el mundo. Sólo tú y yo, sólo tú y yo, amor mío, lo escuchamos.
Pablo Neruda
Inclina, oh Jehová, tu oído, y escúchame, Porque estoy afligido y menesteroso. 2 Guarda mi alma, porque soy piadoso; Salva tú, oh Dios mío, a tu siervo que en ti confía. 3 Ten misericordia de mí, oh Jehová; Porque a ti clamo todo el día. 4 Alegra el alma de tu siervo, Porque a ti, oh Señor, levanto mi alma. 5 Porque tú, Señor, eres bueno y perdonador, Y grande en misericordia para con todos los que te invocan. 6 Escucha, oh Jehová, mi oración, Y está atento a la voz de mis ruegos.
Casiodoro de Reina (Reina Valera 1960)
Mi hermano adoraba hacer cosas conmigo y a mí me encantaba que los dos estuviésemos juntos. Él me hacía sentir especial. Importante. Listo. Invencible. Todo el mundo debería tener a alguien en su vida que le pegue un empujón de ánimo para ascender al menos dos escalones más de la propia consideración que tiene de sí mismo. Pocas personas lo saben, pero a veces solo hace falta que una persona crea que eres único para que tú también te veas así. El efecto contagioso de la opinión ajena.
Alexandra Roma (El club de los eternos 27)
Eres un verdadero filósofo, Sam -dijo el señor Pickwick. -Debe ser de familia, me parece, señor -respondió Weller-. A mi padre, ahora, le da mucho por ahí. Cuando mi madrastra le pega, él silba. Ella se pone furiosa y le rompe la pipa; él sale a la calle y se compra otra. Entonces ella chilla fuerte y se pone histérica; y él fuma tan tranquilo, hasta que ella vuelve en sí. Eso es filosofía, ¿no es verdá, señor? -Un buen sustituto de ella, en todo caso -respondió el señor Pickwick riendo.
Charles Dickens (The Pickwick Papers)
—Te vi, y enseguida quise estar cerca de ti. Quería que me dejaras entrar en tu vida. Quería conocerte como nadie te había conocido nunca. Te quería a ti, todo lo que tú eres. Y ese deseo casi me volvió loco. —Patch hizo una pausa e inhaló lenta, intensamente, como si quisiera respirarme—. Y ahora que te tengo, lo único que me asusta es que la vida me obligue a volver a revivir aquello: desearte sabiendo que mi deseo no puede cumplirse. Eres mía, Ángel. Toda tú. Y no pienso permitir que nada lo cambie.
Becca Fitzpatrick (Finale (Hush, Hush, #4))
Simplemente… eres mi vida. Antes de ti, era diferente, era otra persona. No tenía expectativas ni un rumbo concreto, no me conocía lo suficiente a mí mismo. Tú, tan oscura a veces, trajiste a mí la claridad y lo bueno y a pesar de todo no me arrepiento. No puedo. Prefiero el dolor que implican todos nuestros recuerdos, antes que el vacío, que no tener nada. Porque sé que fuimos las personas más felices del mundo. Lo sé. Y si hace falta pasaré el resto de mi vida rememorándolo, porque no me queda nada más.
Alice Kellen (Sigue lloviendo (Spanish Edition))
Me apresure hacia adelante hasta que otro baño de chicas apareció. Abrí la puerta, planeando dejar a Noah afuera mientras me recomponía. Pero me siguió dentro. Dos chicas menores estaban paradas en el espejo aplicándose brillo labial. - Salgan-Noah les dijo, su voz con aburrimiento. Como si fueran las que no pertenecieran al baño de chicas. Pero no esperaron a que se lo dijeran dos veces. Salieron tan rápido que me habría reído si no estuviera tan impactada. Noah dirigió su mirada a mi, y algo centello detrás de sus ojos - ¿Cuál es tu problema?- pregunto en una voz baja. Lo mire. Se había ido la indiferencia casual. Pero no estaba enojado. O incluso molesto. Más bien…curioso. Su expresión callada era ruinosa. - No tengo un problema- dije confiadamente. Avance, mis ojos estrechándose hacia él-. Estoy libre de problemas. Su cuerpo largo, acentuado por la línea de su camisa no metida y pantalones de corte bajo parecían tan fuera de lugar contra los feos azulejos amarillos. Mi respiración se aceleró. – No soy tu tipo – fui capaz de decir. Entonces Noah dio un paso hacia mí, y una anormal sonrisa burlándose en la esquina de su boca. Demonios. – No tengo un tipo. - Eso es aun peor-dije, y juro que trate de sonar malvada cuando lo dije-. Eres tan sin criterio como dicen. Pero lo quería cerca. - He sido difamado.- Su voz era apenas más que un susurro. Dio otro paso, tan cerca que sentí la caliente aura de su pecho. Miro abajo hacia mí, todo sincero y abierto y con ese caótico cabello en sus ojos como que quería y no quería decir algo. - Lo dudo- fue lo mejor que pude hacer. Su rostro estaba a centímetros del mio. Iba a besarlo, e iba a arrepentirme. Pero en ese momento, no me importaba.
Michelle Hodkin (The Unbecoming of Mara Dyer (Mara Dyer, #1))
—Ahora, no sé mucho sobre ser un esposo —dijo mientras puso mis manos en mi regazo, y realmente no tenía idea de adónde iba con esto—. ¿Sabes lo que está grabado en nuestros anillos? Está en Atlántico antiguo —me dijo cuándo negué con la cabeza—. Ambos dicen lo mismo. Siempre y para siempre. Eso somos nosotros. —Sí —susurré, mi garganta se apretó—. Así es. —Obviamente, no tengo experiencia en todo el departamento del matrimonio, pero sea como sea, eres mi esposa. Eso significa que no fingiremos más, ¿correcto? Que, siempre y para siempre, somos reales el uno con el otro.
Jennifer L. Armentrout (The ​Crown of Gilded Bones (Blood and Ash, #3))
Oh amapola roja que ves todo el prado, Como tú de linda yo quisiera ser! Pintas sobre el cielo tu traje encarnado Llorando el rocío del amanecer. Eres tú la estrella que alumbra a la aldea, Sol del gusanito buen madrugador. ¡Que cieguen mis ojos antes que te vea Con hojas marchitas y turbio color! ¡Quién fuera una hormiga para poder verte Sin que se tronchara tu tallo sutil! Yo siempre a mi lado quisiera tenerte Para darte besos con miel del abril. Pues mis besos tienen la tibia dulzura Del fuego en que vive mi rara pasión; Y hasta que me lleven a la sepultura Latirá por ti este corazón...
Federico García Lorca (El Maleficio de la Mariposa: Primera obra teatral de Lorca)
Qué horror la frase de «pase lo que pase, estaré ahí para ti». Pues no, pase lo que pase yo no voy a estar ahí. Si tú te portas mal conmigo, si tú me haces daño, me traes problemas, me metes en marrones, me quitas mi paz, yo no voy a estar ahí. Voy a estar ahí para las personas que me quieren, que me cuidan y que valoran mi presencia en sus vidas, pero si tú te has portado fatal conmigo y, algún día, necesitas ayuda, que te ayude otro. Que un amigo tuyo te diga que siempre estás ahí para cuando te necesita es un halago, pero que alguien que constantemente te hace daño te diga: «Gracias por estar ahí siempre que lo necesito, pese a todo», no.
Elizabeth Clapés (Hasta que te caigas bien: Trabaja en ti para estar orgullosa de quien eres)
La sombra de sus alas cayó sobre mis páginas; se deslizó detrás de mi y susurró: "Querida, eres una mujer joven, estás escribiendo sobre un libro escrito por un hombre. Se comprensiva, se delicada, halaga, engaña, usa todas las artes y las artimañas de tu sexo. Nunca dejes que nadie sepa que piensas por ti misma. Sobre todo, se pura." Me giré hacia ella y la agarré del cuello. Hice todo lo que pude para matarla. Si hubiera tenido que presentarme frente a un tribunal, mi excusa hubiera sido que actué en defensa propia. Si no la hubiera matado yo, me hubiera matado ella a mí. Matar al ángel del hogar era parte de la ocupación de una escritora.
Virginia Woolf (Women and Writing)
Me gustaría que algo fuera verdadero. No todo, eso es imposible, pero sí al menos una o dos cosas. Vaya, que el doctor Johnson refutó la teoría de la irrealidad de la materia arreándole una patada a una piedra, pero yo no puedo ir por ahí pateando a mis compañeros de piso, o a los profesores. Además, ¿y si mi pie tampoco es real?. Me parecía que a lo mejor tu lo serías. Bueno, si nos acostábamos. Pero ahora mismo eres totalmente irreal, sólo puedo pensar en todas esas capas de ropa que llevas, abrigos y suéters y esas cosas. A veces me pregunto si habrá más capas debajo, a lo mejor eres toda de lana. Y sería bonito, bueno, digo que sería bonito que no lo fueras.
Margaret Atwood
—Demostrando un punto. —Me desvestí hasta que estuve completamente desnudo—. No puedo ocultarme de ti. —Levanté los brazos en el aire—. Sería imposible ocultar la reacción de mi cuerpo... con sólo mirar... estoy así. Con sólo mirarte, cada músculo individual en mi cuerpo se tensa. Sólo viendo tu sonrisa, concentrándome en aquellos ojos azules, lo olvido todo menos a ti. Tu sabor, tus labios, tu boca. —Me moví hacia el piso—. Mi cuerpo no puede mentir... —La besé suavemente—. Y créeme cuando digo que no te miento con mis palabras. Aquí... —Toqué su pecho—, eres hermosa. Aquí... —acaricié su mejilla—, es imposible no mirarte. Para mí eres perfecta. •capítulo 42
Rachel Van Dyken (Shame (Ruin, #3))
Lleva la cabeza alta. Que no te tomen el pelo. Vota a los demócratas en todas las elecciones. Pasea en bici por el parque. Sueña con mi cuerpo inigualable y perfecto. Toma vitaminas. Bebe ocho vasos de agua al día. Apoya a los Mets. Ve mucho al cine. No te mates a trabajar. Haz un viaje conmigo a París. Ven al hospital cuando Rachel tenga el niño y coge en brazos a mi nieto. Cepillate los dientes después de cada comida. No cruces la calle con el semáforo en rojo. Defiende al débil. Hazte valer. Recuerda lo hermosa que eres. Acuérdate de lo mucho que te quiero. Bebe un whisky con hielo todos los días. Respira profundamente. Mantén los ojos abiertos. No comas grasas. Sueña el sueño de los justos. Recuerda cuánto te quiero.
Paul Auster (The Brooklyn Follies)
Lleva la cabeza alta. Que no te tomen el pelo. Vota a los demócratas en todas las elecciones. Pasea en bici por el parque. Sueña con mi cuerpo inigualable y perfecto. Toma vitaminas. Bebe ocho vasos de agua al día. Apoya a los Mets. Ve mucho al cine. No te mates a trabajar. Haz un viaje conmigo a París. Ven al hospital cuando Rachel tenga el niño y coge en brazos a mi nieto. Cepillate los dientes después de cada comida. No cruces la calle con el semáforo en rojo. Defiende al débil. Hazte valer. Recuerda lo hermosa que eres. Acuérdate de lo mucho que te quiero. Bebe un whisky con hielo todos los días. Respira profundamente. Mantén los ojos abiertos. No comas grasas. Sueña el sueño de los justos. Recuerda cuánto te quiero.
Paul Auster (The Brooklyn Follies)
- Nunca vuelvas a llamarme así - le espeté. - Es mejor que llarmarle <> a alguien, ¿no? - Salió por la puerta - Qué visita tan estimulante. La recordaré mucho tiempo. Aquello ya era suficiente. - ¿Sabes qué? Tienes toda la razón. Mira que llamarte tarado...Esa es una palabra que no te define bien - le dije sonriendo - <> te pega más. - Conque <>, ¿eh? - repitió - Eres un encanto. Levanté el dedo corazón. (pág.20) Eran más de la una, pero parecía que Daemon acabara de levantarse. Llevaba los tejanos arrugados y el pelo enmarañado. Hablaba con alguien por teléfono mientras se pasaba la mano por la mandíbula. - ¿Tu hermano no tiene camisetas o qué? - le pregunté mientras cogía la pala. - Me temo que no. No las lleva ni en invierno. Siempre va por ahí medio desnudo - refunfuñó - Es bastante incómodo tener que verlo así todo el día, enseñando tanta...carne ¡Qué grima! A ella le daría grima, pero a mí...me alteraba bastante. Me puse a cavar hoyos en lugares estratégicos mientras notaba que se me secaba la garganta. Tenia una cara perfecta, un cuerpo de ensueño y una mala leche espectacular. Las tres reglas de oro de cualquier tío macizo, vaya. (pág. 39) - Tienes una cabecita bastante sucia, gatita. Pestañeé. <> - ¿Qué has dicho? - Que tienes la cabeza sucia - repitió en voz baja. Sabía que Dee no podía oírle -, llena de tierra. ¿Qué creías que quería decir? - Nada -...Tener a Daemon tan cerca no me reconfortaba en absoluto - Es normal ensuciarse cuando plantas. Los labios le temblaron un instante. - Hay muchas maneras de ensuciarse. Aunque no tengo la intención de mostrártelas. (pág.46) - Me da a mí que te has mojado tú más que el coche. Nunca pensé que lavar un coche pudiera ser tan complicado pero, después de observarte durante los últimos quince minutos, creo que deberían convertirlo en deporte olímpico. - ¿Estabas observándome? - Qué grima. Y qué morbo. ¡No! de morboso, nada. (pág.51) - Pues sí ¿Y tú siempre te quedas mirando a los tíos cuando llamas a su puerta para preguntar por una dirección? - ¿Siempre abres la puerta medio desnudo? - Pues sí. Y no has respondido a mi pregunta. ¿Siempre pegas esos repasos? Las mejillas me ardían. (pág.53) - Hasta mañana a medio día, gatita. - Te odio - resoplé. - El sentimiento es mutuo - Me miró por encima del hombro - Me juego veinte pavos a que llevas bañador y no biquini. Era insufrible. (Pág. 62) - ¿Que no confía en mi? ¿Y qué tiene que confiarme, tu virtud? Se le escapó otra carcajada y tardó unos momentos en poder contestar. - Pues claro; no le gustan las chicas guapas que están coladitas por mi. - ¿Qué? - ... - Estás de broma, ¿no? - ¿A qué parte te refieres? - preguntó- - ¡A todas! - Venga ya. No me digas que no sabes que eres guapa. ¿No te lo ha dicho ningún chico antes? (pág.90) - Creo que estás condenada a estar conmigo un rato más. - Seguro que parezco un gato remojado. - Estás bien. La lluvia te favorece. Fruncí el ceño. - Ya me estás mintiendo otra vez. Sentí que su cuerpo se movía junto al mío y, sin mediar palabra, me rozó la barbilla con los dedos y me atrajo hacia él. En sus labios se dibujó una sonrisa torcida. - No te miento; te lo dijo en serio. (pág.101) - Bueno...Ya llegó el innombrable. A Dee le dio un ataque de risa que hizo que toda la cafetería nos mirara. - ¡Me parto! Me hundí en la butaca. Desde la mañana en que Dee y él me habían preparado el desayuno, me había evitado y a mí me daba igual. ... Seguramente Daemon era físicamente el hombre más perfecto que jamás había visto - su cara haría las delicias de cualquier retratista -, pero a la vez tenía bastantes papeletas para ser el cretino más grande sobre la faz de la Tierra. (pág.145)
Jennifer L. Armentrout (Obsidian (Lux, #1))
—A veces me aterra sentir que no seré nada. —Es lo que todo artista siente todas las mañanas. —Por más que me burle a veces de todos esos pubertos pretenciosos, la verdad es que a veces los envidio. Por más que encuentre todos los motivos para criticarlos, ellos están allá afuera, y yo sigo aquí. ¿Qué pasa si el problema no son ellos? ¿Qué pasa si soy yo? Si el mundo ha podido aceptarlos y a mi aún no, quizás de quien nos tendríamos que estar riendo es de mí. Así que: ¿Cómo sabes que eres suficiente? —No sé. ¿Alguna vez hiciste que alguien sintiera algo? —¿Cómo? —¿Alguna vez hiciste que alguien se riera de algo que hiciste? ¿O que se identificara? ¿Que lo odiara? No sé, lo que sea. —No sé. Quizás. —Ahí está entonces. Eso es suficiente.
Jean Paul Vizuete (Arena)
—Te quiero, Samantha. Eres el aire que respiro. La luz de mi oscuridad. Mi guía cuando estoy perdido. No puedo dejar de pensar en ti. Solo tú haces que mi corazón siga latiendo. Solo vivo por ti. Eres poesía para mis sentidos. No me bastan las manos para tocarte, los ojos para mirarte. Eres todo lo que quise, lo que deseé. Eres… —Se calló, y no porque no tuviera frases hechas en su repertorio para continuar, sino porque notaba que ella se agitaba entre sus brazos. ¿Estaba llorando? (...) Arrugó el entrecejo al darse cuenta de un detalle… Sí, estaba llorando, pero la muy… ¡Se estaba partiendo de risa! A su costa. Descaradamente, sin ninguna vergüenza se carcajeaba de sus palabras. —Es la declaración más ridícula y falsa que he escuchado en mi vida —dijo entre risas.
Noe Casado (A contracorriente (Familia Boston, #2))
Eres tú, Señor, el que me juzgas. Ningún hombre conoce lo íntimo del hombre sino el espíritu del hombre que está en él. Con todo, todavía hay en el hombre algunas cosas que el mismo espíritu del hombre no entiende. Solo tú, Señor, sabes todas sus cosas, porque le has hecho. Algo sé yo de ti que desconozco de mí, aunque también me desprecie en tu presencia y me tenga por tierra y ceniza. Cierto que en esta vida no te vemos cara a cara sino en un espejo y de forma borrosa. Por lo mismo, mientras peregrino lejos de ti, estoy más cerca de mí que de ti. Pero si sé que no hay alteración en ti, mientras que yo no acierto a saber qué tentaciones podré resistir y cuáles no. Mi esperanza estriba en que eres fiel, que no permitirás que seamos tentados más allá de nuestras fuerzas, antes bien, con la tentación nos darás modo de poderla resistir con éxito. Confesaré, pues, lo que sé de mí. También confesaré lo que no sé de mí. Porque incluso lo que sé de mí, sólo lo sé porqué tú me iluminas. Y lo que desconozco de mí no lo sabré hasta que mis tinieblas se conviertan en luz de mediodía en tu presencia.
Augustine of Hippo (Confesiones de San Agustín)
Tú eres el único que podría leer este libro, Delante de esa cámara más que visible, «siento por primer vez la tentación de hacerme un autorretrato para ti». Dibujar una imagen de mí mismo como si fuera tú. Drag you. Travestirme en ti. Hacerte volver a la vida a través de la imagen. Ahora ya estáis todos muertos: Amelia, Hervé, Michel, Karen, Jackie, Teo y Tú. ¿Pertenezco yo más a vuestro mundo que al mundo de los vivos? ¿Acaso mi política no es la vuestra, mi casa no es la vuestra, mi cuerpo no es el vuestro? Reencarnaos en mí, tomad mi cuerpo como los extraterrestres tomaban a los americanos para convertirlos en vainas vivientes. Reencárnate en mí, posee mi lengua, mis brazos, mis sexos, mis dildos, mi sangre, mis moléculas, posee a mi chica, mi perra, habítame, vive en mí. Ven. Ven. Please don't leave. Vuelve a la vida. Hold on to my sex. Low, down, dirty. Stay with me. Este libro no tiene razón de ser fuera del margen de incertidumbre que existe entre yo y mis sexos, todos imaginarios, entre tres lenguas que no me pertenecen, entre tú-vivo y tú-muerto, entre mi deseo de portar tu estirpe y la imposibilidad de resucitar tu esperma, entre tus libros eternos y silenciosos y el flujo de palabras que se agolpa para salir a través de mis dedos, entre la testosterona y mi cuerpo, entre V. y mi amor por V.
Paul B. Preciado (Testo Junkie: Sex, Drugs, and Biopolitics in the Pharmacopornographic Era)
»Tú eres la meridiana refulgente de caridad aquí, y allá en el suelo de esperanza mortal la viva fuente. »Señora, es tan valioso tu consuelo, que quien pide merced, si a ti no corre, es cual volar sin alas, vano anhelo. »No sólo tu bondad pía socorre a quien demanda; a veces generosa, al que no pide con amor acorre. »En ti misericordia y luz piadosa; en ti magnificencia; en ti se aduna cuanto hay en la criatura bondadosa. »Ora este ser, que de ínfima laguna la vida espiritual ha recorrido, por sus gradas subiendo, una por una, »ruega le sea en gracia concedido poder mirar con ojo levantado a la final salud, fortalecido. »Y yo, que en contemplarte me he abrasado, pido por él, con voto más ferviente, que no en vano su gracia haya implorado; »y disipes las nubes de la mente de su mortalidad, y esplendorosa pueda ver la ventura claramente. »También te ruego, ¡reina poderosa!, quieras que guarde sus afectos sanos, después de una visión tan portentosa. »¡Y le guardes de caer cual los humanos! Mira a Beatriz, con todos los electos, que a par de mí suplican con las manos.» Y los ojos que a Dios son tan dilectos, fijos en el que oraba, demostraron que acogía, en sus preces, sus afectos; y hacia la eterna luz se enderezaron; que ojos mortales, según creen y creo, nunca tan claramente penetraron. Y yo, que el fin de mis anhelos veo tan próximo de mí, como debía, apago en mí las llamas del deseo. Bernardo me apuntaba y sonreía porque mirase arriba, pero ya era yo por mí mismo, lo que en mí quería; pues mi vista, más fija y más sincera, más y más se extendía penetrante en la alta luz eterna y verdadera.
Dante Alighieri (La Divina Comedia : el infierno, el purgatorio y el paraíso (Spanish Edition))
— Mira, Sancho —dijo don Quijote—, mucha diferencia hay de las obras que se hacen por amor a las que se hacen por agradecimiento. Bien puede ser que un caballero sea desamorado, pero no puede ser, hablando en todo rigor, que sea desagradecido. Quísome bien, al parecer, Altisidora; diome los tres tocadores que sabes, lloró en mi partida, maldíjome, vituperóme, quejóse, a despecho de la vergüenza, públicamente: señales todas de que me adoraba, que las iras de los amantes suelen parar en maldiciones. Yo no tuve esperanzas que darle, ni tesoros que ofrecerle, porque las mías las tengo entregadas a Dulcinea, y los tesoros de los caballeros andantes son, como los de los duendes, aparentes y falsos, y sólo puedo darle estos acuerdos que della tengo, sin perjuicio, pero, de los que tengo de Dulcinea, a quien tú agravias con la remisión que tienes en azotarte y en castigar esas carnes, que vea yo comidas de lobos, que quieren guardarse antes para los gusanos que para el remedio de aquella pobre señora. — Señor —respondió Sancho—, si va a decir la verdad, yo no me puedo persuadir que los azotes de mis posaderas tengan que ver con los desencantos de los encantados, que es como si dijésemos: "Si os duele la cabeza, untaos las rodillas". A lo menos, yo osaré jurar que en cuantas historias vuesa merced ha leído que tratan de la andante caballería no ha visto algún desencantado por azotes; pero, por sí o por no, yo me los daré, cuando tenga gana y el tiempo me dé comodidad para castigarme. — Dios lo haga —respondió don Quijote—, y los cielos te den gracia para que caigas en la cuenta y en la obligación que te corre de ayudar a mi señora, que lo es tuya, pues tú eres mío.
Miguel de Cervantes Saavedra (Don Quijote de la Mancha (Spanish Edition))
«Un portador de agua de la India tenía dos grandes vasijas que colgaba a los extremos de un palo y que llevaba encima de los hombros. Una de las vasijas tenía varias grietas mientras que la otra era perfecta y conservaba toda el agua al final del largo camino a pie desde el arroyo hasta la casa de su patrón; sin embargo, la vasija rota llegaba sólo con la mitad del agua. Durante dos años completos diariamente sucedía eso. Por supuesto, la vasija perfecta estaba muy orgullosa de sus logros, pues se sabía perfecta para los fines para los que fue creada. Pero la pobre vasija agrietada estaba muy avergonzada de su propia imperfección, y se sentía muy mal porque sólo podía hacer la mitad de todo lo que se suponía era su obligación. Después de dos años la tinaja quebrada habló al aguador así: “Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo, porque debido a mis grietas tú sólo puedes entregar la mitad de mi carga y solamente obtienes la mitad del valor que deberías recibir”. El aguador le dijo compasivamente: “Cuando regresemos a casa, quiero que notes las bellísimas flores que crecen a lo largo del camino”. Eso hizo la tinaja y, en efecto, vio muchísimas flores hermosas a lo largo del camino. Aun así, la tinaja se sentía apenada porque al final sólo quedaba dentro de sí la mitad de agua que debía llevar. El aguador le dijo entonces: “¿Te diste cuenta de que las flores sólo crecen en tu lado del camino? Siempre he sabido de tus grietas y quise sacar el lado positivo de ello: sembré semillas de flores a lo largo de todo el camino por donde vas, y todos los días las has regado, y por esos dos años yo he podido recoger estas flores. Si no fueras exactamente tal como eres, con todas tus limitaciones, no hubiera sido posible crear esta belleza”».
Álex Rovira Celma (LA BUENA CRISIS: Claves para reinventarse y transformarse (Spanish Edition))
—Dios mío, qué guapa eres. Y qué valiente. Es un crimen no poder tocarte. Levanto el taco de billar, y deseo más que nunca que fueran las yemas de sus dedos las que tocaran mi piel. Con suavidad resigo su brazo con la punta, por encima del ángulo puntiagudo de su hombro, y lo acerco lentamente hacia su cuerpo. Ella tiembla ante mi «contacto», sin dejar de mirarme, y a medida que el taco de billar va subiendo, un ligero rubor le tiñe las mejillas. —Tu pelo —digo, tocando el punto donde cae sobre sus hombros—. Tu cuello —digo, y la luz de la piscina le ilumina la piel—. Tus labios —continúo, y noto que la gravedad se desploma peligrosamente entre nosotros, instándome a besarla. Ella desvía la mirada, tímida de pronto. —El día en que nos conocimos te mentí. Nunca he hecho el amor con nadie. —Respira con dificultad y se toca el costado mientras habla—. No quiero que nadie me vea. Las cicatrices. El tubo. No hay nada de sexi en… —Todo en ti es sexi —la interrumpo. Ella me mira y quiero que lo vea en mi rostro. Qué guapa es—. Eres perfecta. La observo cuando retira el taco de billar y se pone de pie, temblando. Lentamente, con los ojos fijos en los míos, se quita la camiseta sin mangas y deja al descubierto un sujetador negro de encaje. Tira la camiseta al suelo, y mi mandíbula se derrumba también. Luego se baja los shorts, los pasa por debajo de los pies y se endereza. Me invita a mirarla. Me ha dejado sin aliento. Intento tomármelo con calma, pero contemplo su cuerpo con ansiedad, miro sus piernas, su pecho y sus caderas. La luz baila sobre las cicatrices de guerra que le cruzan el pecho y el vientre. —Dios mío —consigo musitar apenas. Nunca creí que podría sentir celos de un taco de billar, pero deseo desesperadamente notar su piel contra la mía.
Rachael Lippincott (Five Feet Apart)
—¡Arriba, princesita! El grito la sobresaltó, incorporándose de golpe, desorientada. Miró a su alrededor. La luz había vuelto, y Hewan estaba de pie en mitad de la estancia. Tenía una cadena más delgada en una mano, y una bolsa negra en la otra. Se había cambiado la falda de cuero de la noche anterior por otra de lana gruesa, tejida a cuadros verdes con líneas negras —¿No puedes ser más delicado a la hora de despertarme? —se quejó Rura con irritación. —¿La princesita se ha asustado? —Se llevó la mano al pecho, simulando estupor—. Lo lamento mucho, alteza imperialísima. ¿Vais a ordenar azotarme? Rura se levantó. Se sentía sucia y horrenda, con el pelo enredado y el quimono lleno de arrugas. Y olía a sudor. Hacía años que sus axilas no olían. —No me llames así —gruñó. —¿Princesita? ¿No te gusta? —Me importa un comino si me llamas princesita. No te dirijas a mí como Alteza Imperial. No tengo el derecho a usar el título. Rura intentó evitarlo, pero la amargura fue evidente en su voz. Hewan soltó una carcajada y puso los brazos en jarras. La cadena y la bolsa negra colgaban de sus manos. —Vaya, vaya, vaya… Así que no eres hija legítima —se burló—. Lástima. Pensaba utilizarte como moneda de cambio, pero ya veo que no me servirás ni para eso. Probablemente, cuando la noticia de tu captura llegue a oídos de tu padre, el gran príncipe heredero, se sentirá aliviado. ¿No es así? —¡Mi padre me quiere! —gritó furiosa—. ¿Me oyes, bestia inmunda? ¡Mi padre me quiere, y cuando venga a por mí, traerá con él todo el ejército imperial! ¡Destrozará estas montañas hasta encontrarme! Y tú y tu pueblo lo pagaréis con la exterminación. Se sintió como una niña malcriada gritando toda esa sarta de mentiras, pero en aquel momento no podía afrontar la verdad que había en las palabras de aquel extraño. La sonrisa de Hewan murió y su rostro se transformó en una máscara colérica. —Claro que te quiere, princesita —siseó. Tenía el cuello en tensión, y los tendones se marcaban, abultados bajo la piel—. Por eso permitió que tu esposo el gobernador te repudiara y te exiliara. Rura no contestó. ¿Qué iba a decir? ¿Confesar ante este extraño que se lo merecía por lo que había hecho? ¿Que tenía suerte de estar viva? Había conspirado para matar a Kayen. El hecho que fuese por orden de su padre, no la convertía en inocente. Además, estaba segura que su exilio tenía mucho más que ver con la paliza que le dio a la esclava, que con el intento de asesinato. —¿No dices nada? Rura se escondió de nuevo tras su máscara de princesa. Levantó la barbilla con orgullo y se negó a hablar. Hewan se acercó a ella, y Rura luchó con el impulso de huir de él. Le puso la bolsa delante de la cara. —Hueles que apestas —le dijo. Rura enrojeció de rabia y de vergüenza—. Te voy a llevar a los baños para que te puedas lavar, pero para eso tengo que taparte la cabeza. —No quiero ir. Puedo lavarme aquí si alguien me trae agua y jabón. —Nadie te ha pedido tu opinión, princesita. —Le pasó la bolsa por la cabeza y se la anudó en el cuello, por encima del collar metálico—. No te preocupes, no dejaré que te caigas… creo. Desenganchó la cadena que la mantenía sujeta a la pared, y aseguró la nueva cadena que llevaba en la mano, más delgada y corta. —¿Tienes que llevarme como si fuera un perro? —preguntó indignada— . No voy a echar a correr. —Por supuesto que no correrás —contestó Hewan, guasón—. Esta cadena no es para impedir que huyas; es para humillarte. —Eres un animal. —Puede ser, pero no soy yo el que lleva collar y cadena, princesita. Y que no se te ocurra intentar quitarte la bolsa de la cabeza: si lo haces, tendré que arrancarte esos bonitos ojos que tienes.
Alaine Scott (La princesa sometida (Cuentos eróticos de Kargul #3))
Hay un pequeño diálogo encantador entre los dichos y parábolas del sabio taoísta Chuang-tzu, que vivió alrededor de 300 a.C. Se titula La alegría del pez: Un día, Chuang-tzu se paseaba con su amigo Hui-tzu por el puente sobre el río Hao. Chuang-tzu dijo: - Cuán alegremente saltan y juegan los ágiles peces! Esta es la alegría del pez. Hui-tzu comentó: - No eres un pez, así que ¿cómo puedes saber acerca de la alegría del pez? Hui-tzu contestó: - No soy tú, por lo que no puedo conocerte del todo. Pero sigue siendo cierto que no eres un pez; por tanto, está perfectamente claro que no puedes saber acerca de la alegría del pez. Chuang-tzu dijo: - Volvamos al punto de partida, por favor. Tú dijiste "¿Cómo puedes saber acerca de la alegría del pez?" Pero tú ya lo sabías y aún así preguntaste. Conozco la alegría del pez por mi propia alegría al contemplarlos desde el puente. La conversación debe de haber sido proverbial en China, pues unos mil años más tarde, el gran poeta Po Chü-i (772-846) escribió dos breves estrofas de un comentario escéptico titulado Reflexiones junto al estanque: En vano Chuan y Hui discutieron en el puente sobre el Hao: Las mentes humanas no conocen necesariamente las mentes de otras criaturas Una nutria viene atrapando peces, el pez salta: ¡Esto no es placer de peces, es sobresalto de peces! El agua es poco profunda, los peces escasos, la garceta blanca está hambrienta: Concentrada, los ojos muy abiertos, espera a los peces. Desde fuera parece tranquila, pero por dentro está tensa: Las cosas no son lo que parece, pero ¿quién lo sabría? Lo que dice el poeta es que si él hubiera estado en el puente, habría advertido al sabio que no se fiase demasiado de su intuición. La fuerza de las convicciones subjetivas no es un salvavidas contra los errores. nunca sabemos realmente si tenemos razón, pero a veces sabemos que estábamos equivocados. Extraído de: E. H. GOMBRICH. Temas de nuestro tiempo. Propuestas del siglo XX. Acerca del saber y del Arte. Debate, 1997. p. 56 - 57 (Topics of our Time)
E.H. Gombrich (Topics of our Time: Twentieth-century issues in learning and in art)
- Mírame, princesa - pidió Ravn, sin dejar de mirarla-. Mira cómo te tomo por completo. Ella obedeció sin rechistar. Clavó sus zafiros ojos en él y sonrió. Sonrió como nunca antes lo había hecho, y Ravn se dio cuenta de ello. Algo caliente y denso cubrió su corazón en ese momento, y sin poder detener todo el alud que iba cerciéndose sobre él, le hizo el amor con desesperación. Movía las caderas cada vez más rápido, con golpes certeros, que hacían temblar sus cuerpos y les provocaba escalofríos. Allie lo sentía tan adentro, que el placer hacía estragos en su cuerpo y en su mente. No sentía nada excepto el miembro de Ravn en su interior, entrando y saliendo, tomándola sin miramientos. A Ravnei la cabeza le daba vueltas, y notaba un cosquilleo en la base de la espalda. Sin embargo, sus cinco sentidos estaban centrados en ella. Únicamente en Allie. Sentía su calor, su humedad, su placer rodeándole, llevándole a la locura. Su cuerpo se volvía loco ante su esencia cítrica y ante su manera de entregarse, y cada vez embestía mucho más profundo. Miró su rostro, y no pudo evitar sonreír de felicidad. Allie volvía a estar con él, por completo, sin excepción. Era demasiado para un bastardo como él, pero no la dejaría ir. Nunca más. Lucharía por ella todo lo que hiciera falta, contra viento y marea, hasta que le perdonase por completo y aceptara pasar el resto de sus días a su lado. Sí, haría eso. Atrapó su labio inferior entre sus dientes y mordisqueó. Allie echó la cabeza hacia atrás, abrazándose más a él. Incapaz de soltarse por miedo a perderse en la oscuridad. Ya no sentía nada que no fuera Ravn y su aplastante presencia. - Eres preciosa, Alyson. Nunca dudes de eso - susurró sobre su oído. - No si tú sigues recordándomelo - contestó acunándolo. - Lo haré, princesa. Nunca te dejaría caer en este oscuro y frío mundo. Ella le acarició las mejillas, encendida por esa forma que tenía de tratarla, tan cercana y cálida. - ¿De verdad? - Sí. Yo te resguardaré cuando llueva, ¿lo recuerdas? Siempre, Alyson. Siempre. Da igual cuántas tormentas vengan, yo seré... - Mi paraguas - terminó por él, y no pudo mas que abrazarlo con fuerza. ♥ [Allie y Ravn. Mi parejita adorable. Pg 174-175]
Hollie Deschanel (Frozen)
Supongamos que un ictiólogo está explorando la vida del océano. Introduce una red en el agua y pesca todo un surtido en pescados. Inspeccionando sus presas, procede en la forma usual de un científico, con el objeto de sistematizar sus descubrimientos. Llega a dos generalizaciones: a)      Ninguna criatura del mar es más chica de dos pulgadas; b) todas las criaturas del mar tienen agallas. Ambas son ciertas para su cosecha, y él asume tentativamente que seguirán siendo ciertas cuantas veces repita la pesca. Aplicando esta analogía, la pesca es el cuerpo de conocimientos que constituyen la ciencia física, y la red, el equipo sensorial e intelectual que usamos para obtenerlo. El lanzamiento de la red corresponde a la observación: ya que conocimiento que no haya sido o que no pueda ser obtenido por observación no se admite en la ciencia física. Un espectador podría objetar diciendo que la primera generalización es falsa: “existen muchas criaturas del mar con un tamaño menor a las dos pulgadas, lo que sucede es que tu red no se adapta para pescarlos”. El ictiólogo desprecia la objeción desdeñosamente: -Lo que sea impescable por la red queda ipso facto fuera del alcance del conocimiento ictiológico, y no es parte del reino de peces que se han definido como tema del conocimiento ictiológico. En otras palabras, lo que mi red no puede pescar no es un pez-; O -para traducir la analogía-: -Si tú no estás simplemente inventando, estás considerando un conocimiento del universo físico descubierto en una forma distinta a la usada por las ciencias físicas y claramente no verificable por esos métodos, tú eres metafísico, ¡Bah! Cuando el ictiólogo rechazó la sugerencia del espectador acerca de un reino objetivo de los peces, por considerarla metafísica, y explicó que su propósito era descubrir leyes, es decir, generalizaciones que fueran verdaderas para todos los peces pescables, yo esperaría que el espectador se fuera refunfuñando: “Apuesto que él no llega muy lejos con su ictiología de los peces pescables; me pregunto cómo será su teoría acerca de la reproducción de los peces pescables. Está muy bien el descartar los peces bebé como especulación metafísica; pero a mí me parece que son parte del problema”. Sir Arthur Eddington.
Jacobo Grinberg-Zylberbaum (El Yo como Idea (Spanish Edition))
Ante la Ley hay un guardián. Hasta ese guardián llega un campesino y le ruega que le permita entrar a la Ley. Pero el guardián responde que en ese momento no le puede franquear el acceso. El hombre reflexiona y luego pregunta si es que podrá entrar más tarde. —Es posible —dice el guardián—, pero ahora, no. Las puertas de la Ley están abiertas, como siempre, y el guardián se ha hecho a un lado, de modo que el hombre se inclina para atisbar el interior. Cuando el guardián lo advierte, ríe y dice: —Si tanto te atrae, intenta entrar a pesar de mi prohibición. Pero recuerda esto: yo soy poderoso. Y yo soy sólo el último de los guardianes. De sala en sala irás encontrando guardianes cada vez más poderosos. Ni siquiera yo puedo soportar la sola vista del tercero. El campesino no había previsto semejantes dificultades. Después de todo, la Ley debería ser accesible a todos y en todo momento, piensa. Pero cuando mira con más detenimiento al guardián, con su largo abrigo de pieles, su gran nariz puntiaguda, la larga y negra barba de tártaro, se decide a esperar hasta que él le conceda el permiso para entrar. El guardián le da un banquillo y le permite sentarse al lado de la puerta. Allí permanece el hombre días y años. Muchas veces intenta entrar e importuna al guardián con sus ruegos. El guardián le formula, con frecuencia, pequeños interrogatorios. Le pregunta acerca de su terruño y de muchas otras cosas; pero son preguntas indiferentes, como las de los grandes señores, y al final le repite siempre que aún no lo puede dejar entrar. El hombre, que estaba bien provisto para el viaje, invierte todo —hasta lo más valioso— en sobornar al guardián. Este acepta todo, pero siempre repite lo mismo: —Lo acepto para que no creas que has omitido algún esfuerzo. Durante todos esos años, el hombre observa ininterrumpidamente al guardián. Olvida a todos los demás guardianes y aquél le parece ser el único obstáculo que se opone a su acceso a la Ley. Durante los primeros años maldice su suerte en voz alta, sin reparar en nada; cuando envejece, ya sólo murmura como para sí. Se vuelve pueril, y como en esos años que ha consagrado al estudio del guardián ha llegado a conocer hasta las pulgas de su cuello de pieles, también suplica a las pulgas que lo ayuden a persuadir al guardián. Finalmente su vista se debilita y ya no sabe si en la realidad está oscureciendo a su alrededor o si lo engañan los ojos. Pero en aquellas penumbras descubre un resplandor inextinguible que emerge de las puertas de la Ley. Ya no le resta mucha vida. Antes de morir resume todas las experiencias de aquellos años en una pregunta, que nunca había formulado al guardián. Le hace una seña para que se aproxime, pues su cuerpo rígido ya no le permite incorporarse. El guardián se ve obligado a inclinarse mucho, porque las diferencias de estatura se han acentuado señaladamente con el tiempo, en desmedro del campesino. —¿Qué quieres saber ahora? –pregunta el guardián—. Eres insaciable. —Todos buscan la Ley –dice el hombre—. ¿Y cómo es que en todos los años que llevo aquí, nadie más que yo ha solicitado permiso para llegar a ella? El guardián comprende que el hombre está a punto de expirar y le grita, para que sus oídos debilitados perciban las palabras. —Nadie más podía entrar por aquí, porque esta entrada estaba destinada a ti solamente. Ahora cerraré.
Franz Kafka (Ante la ley)
Escucha, hijo: voy a decirte esto mientras duermes, una manecita metida bajo la mejilla y los rubios rizos pegados a tu frente humedecida. He entrado solo a tu cuarto. Hace unos minutos, mientras leía mi diario en la biblioteca, sentí una ola de remordimiento que me ahogaba. Culpable, vine junto a tu cama. Esto es lo que pensaba, hijo: me enojé contigo. Te regañé cuando te vestías para ir a la escuela, porque apenas te mojaste la cara con una toalla. Te regañé porque no te limpiaste los zapatos. Te grité porque dejaste caer algo al suelo. Durante el desayuno te regañé también. Volcaste las cosas. Tragaste la comida sin cuidado. Pusiste los codos sobre la mesa. Untaste demasiado el pan con mantequilla. Y cuando te ibas a jugar y yo salía a tomar el tren, te volviste y me saludaste con la mano y dijiste: " ¡Adiós, papito!" y yo fruncí el entrecejo y te respondí: "¡Ten erguidos los hombros!" Al caer la tarde todo empezó de nuevo. Al acercarme a casa te vi, de rodillas, jugando en la calle. Tenías agujeros en las medias. Te humillé ante tus amiguitos al hacerte marchar a casa delante de mí. Las medias son caras, y si tuvieras que comprarlas tú, serías más cuidadoso. Pensar, hijo, que un padre diga eso. ¿Recuerdas, más tarde, cuando yo leía en la biblioteca y entraste tímidamente, con una mirada de perseguido? Cuando levanté la vista del diario, impaciente por la interrupción, vacilaste en la puerta. "¿Qué quieres ahora?" te dije bruscamente. Nada respondiste, pero te lanzaste en tempestuosa carrera y me echaste los brazos al cuello y me besaste, y tus bracitos me apretaron con un cariño que Dios había hecho florecer en tu corazón y que ni aun el descuido ajeno puede agotar. Y luego te fuiste a dormir, con breves pasitos ruidosos por la escalera. Bien, hijo; poco después fue cuando se me cayó el diario de las manos y entró en mí un terrible temor. ¿Qué estaba haciendo de mí la costumbre? La costumbre de encontrar defectos, de reprender; esta era mi recompensa a ti por ser un niño. No era que yo no te amara; era que esperaba demasiado de ti. Y medía según la vara de mis años maduros. Y hay tanto de bueno y de bello y de recto en tu carácter. Ese corazoncito tuyo es grande como el sol que nace entre las colinas. Así lo demostraste con tu espontáneo impulso de correr a besarme esta noche. Nada más que eso importa esta noche, hijo. He llegado hasta tu camita en la oscuridad, y me he arrodillado, lleno de vergüenza. Es una pobre explicación; sé que no comprenderías estas cosas si te las dijera cuando estás despierto. Pero mañana seré un verdadero papito. Seré tu compañero, y sufriré cuando sufras, y reiré cuando rías. Me morderé la lengua cuando esté por pronunciar palabras impacientes. No haré más que decirme, como si fuera un ritual: "No es más que un niño, un niño pequeñito". Temo haberte imaginado hombre. Pero al verte ahora, hijo, acurrucado, fatigado en tu camita, veo que eres un bebé todavía. Ayer estabas en los brazos de tu madre, con la cabeza en su hombro. He pedido demasiado, demasiado. ==========
Anonymous
— ¡Capitán…! ¡Capitán…! ¿Qué broma es ésta? ¿Dónde se han metido? Una sombra oscura nació de entre las sombras de la cocina. Era un targuí alto, muy delgado, con un oscuro "lithan" cubriéndole el rostro, un fusil en una mano y una larga espada en la otra. Se detuvo bajo el porche. — Están muertos -dijo. Le observó incrédulo. — ¿Muertos…? -repitió estúpidamente-. ¿Todos…? — Todos. — ¿Quién los mató? — Yo. Se aproximó sin dar crédito a lo que estaba oyendo. — ¿Tú…? -inquirió agitando la cabeza como para desechar la idea-. ¿Pretendes decirme que tú, sin ayuda de nadie, has matado a doce soldados, un sargento y un oficial…? Asintió con naturalidad: — Dormían. Abdul-el-Kebir, que había visto morir a miles de personas, que había ordenado ejecutar a muchas, y que aborrecía a todos y cada uno de sus carceleros, experimentó sin embargo una insoportable sensación de angustia y vacío en la boca del estómago, y se apoyó levemente en el poste de madera que soportaba el porche para no perder el equilibrio. — ¿Los has asesinado mientras dormían? -inquirió-. ¿Por qué? — Porque ellos asesinaron a mi 1huésped. -Hizo una pausa-. Y porque eran demasiados. Si uno daba la voz de alarma, hubieras muerto de viejo entre estas cuatro paredes… Abdul-el-Kebir le observó en silencio y agitó la cabeza afirmativamente, como si comprendiese algo que se le antojó oscuro en un principio. — Ahora te recuerdo… -admitió-. Eres el targuí que nos dio hospitalidad… Te vi cuando me llevaban. — Sí -asintió. Soy Gacel Sayah, eras mi huésped, y tengo la obligación de llevarte al otro lado de la frontera. — ¿Por qué? Le miró sin comprender. Por último, señaló: — Es la costumbre… Pediste mi protección y debo protegerte. — Matar a catorce hombres por protegerme resulta excesivo, ¿no crees…? El targuí no se dignó responder y echó a andar en dirección a la abierta puerta. — Traeré los camellos… -dijo-. Prepárate para un largo viaje. Le observó mientras se alejaba, perdiéndose de vista
Alberto Vázquez-Figueroa (Tuareg (Tuareg #1))
Tú no te perteneces; has sido comprado por precio. Has sido elegido para desposarte con Cristo. Y yo, el Espíritu de Dios, he sido enviado para revelarte la verdad que te hará libre de todo otro amor. Mi verdad romperá toda cadena del pecado y resolverá toda incredulidad. Porque no eres de este mundo; estás caminado hacia un glorioso encuentro con tu Desposado, estás siendo preparado para su banquete de bodas. Ya todo está listo, ¡y te estoy preparando a ti! Quiero presentarte sin mancha, llevando en tu corazón un amor apasionado por Él.
David Wilkerson (Tenemos hambre de Cristo: Experimentando su presciencia en tiempos difíciles)
—¿O sea que prefieres un libro que a mí? —Leonardo fingía indignación. —Nunca mi amor, sabes que no, pero quiero escribir nuestra historia, algo nuestro, sólo tuyo y mío. —Lo sé cariño, sólo bromeaba, escribe todo lo que quieras, quiero ser el mejor protagonista, pero primero te voy a inspirar y luego te pones a escribir pero mañana, hoy quiero hacerte el amor y luego, volver a hacerlo y después volver a hacerlo… —Eres insaciable. —Minerva se acaloró, la plática con su prometido la estaba excitando.
Itxamany Bustillo (Minerva: Arte, Pasión y Seducción (Arte, Pasión y Seducción (APS)) (Spanish Edition))
—Ya está. —Mi madre me da la vuelta y deja caer de nuevo mi pelo por la espalda. Me mira pensativa y sé lo que va a decirme—. Cariño,¿puedo darte un consejo de madre? —No —respondo rápidamente con una sonrisa. Me devuelve la sonrisa y me sienta en el borde de la cama. —Cuando te casas, te conviertes en la piedra angular de tu esposo — me sonríe con afecto—. Deja que piense que manda, que crea que no puedes vivir sin él, pero no permitas nunca que te robe tu independencia o tu identidad, cariño. Los hombres necesitan que les masajeen el ego. —Se ríe—. Les gusta pensar que son ellos los que llevan los pantalones, y debes dejar que se lo crean. Niego con la cabeza. —Mamá, no es necesario... —Sí que lo es —insiste—. Los hombres son criaturas complicadas. Me río, burlona. No tiene ni idea de lo complicada que es mi criatura. —Lo sé. —Y aunque se hacen los valientes y se creen muy hombres, ¡no son nada sin nosotras! —Acerca mi cara colorada a la suya—. Ava, veo que Jesse te quiere, y admiro lo franco que es cuando se trata de lo que siente por ti, pero recuerda quién eres. No dejes que te cambie nunca, cariño. —No va a cambiarme, mamá. No estoy en absoluto cómoda con esta conversación, aunque ha dado en el clavo. Después de que Jesse se declarase, mis padres se quedaron dos días con nosotros, y ahora llevan en Londres desde el miércoles, así que han visto de sobra cómo es Jesse conmigo (salvo por las cuentas atrás y las distintas clases de polvos). Han visto cómo me colma de atenciones y de cariño, cómo no se separa de mí, y al menos yo no he ignorado sus comedidas observaciones. Jesse no se ha dado ni cuenta. Mejor dicho, se ha dado cuenta pero le da igual, y yo no voy a decirle nada. Me gusta el contacto constante tanto como a él. Mi madre me sonríe. —Quiere cuidar de ti y ha dejado claro que para él lo eres todo. A tu padre y a mí nos hace muy felices saber que has encontrado un hombre que te adora, un hombre que caminaría sobre ascuas por ti.
Jodi Ellen Malpas (Beneath This Man (This Man, #2))
—[...] ¿Están las cosas tan mal como parece? ¿O me he vuelto viejo, como mi padre, y a todo le encuentro un sabor amargo comparado con cuando era niño? Kote se entretuvo frotando la barra, como si se resistiera a hablar. —Creo que las cosas siempre van mal de un modo u otro —declaró—. Quizá sea que solo nosotros, los mayores, nos damos cuenta. Graham fue a asentir, pero frunció el entrecejo. —Pero tú no eres mayor, ¿no? Siempre se me olvida. —Miró de arriba abajo al pelirrojo—. Es decir, te mueves como un viejo y hablas como un viejo, pero no lo eres, ¿verdad? Calculo que tendrás la mitad de mis años. —Lo miró entornando los ojos—. ¿Qué edad tienes, por cierto? —La suficiente para sentirme viejo —contestó el posadero con una sonrisa que denotaba cansancio.
Patrick Rothfuss (The Wise Man’s Fear (The Kingkiller Chronicle, #2))
Y todo lo que te he prometido. Hoy tu vida en la tierra ha pasado Pero aquí comienza de nuevo. No te prometo un mañana, Pero hoy siempre durará, Y como cada día es el mismo, No hay anhelo por el pasado. Has sido tan fiel, Tan confiado y verdadero. Aunque hubo momentos En que hiciste algunas cosas Que sabías no debías hacer. Pero has sido perdonado Y ahora al fin eres libre. ¿Así que por qué no vienes y me tomas de la mano Y compartes mi vida conmigo?”. Así que cuando mañana comience sin mí, No pienses que estamos alejados, Porque cada vez que pienses en mí, Estaré aquí mismo, en tu corazón.
Eben Alexander (La prueba del cielo)
—Este es tu mapa del péndulo. Te responderá sí o no a cualquier pregunta que le hagas. Todo lo que tienes que hacer es enfocar tu mente en la pregunta y pasar el péndulo sobre la página. Con el tiempo, podrás hacer preguntas más complicadas y te deletreará las respuestas. (Grim) —Impresionante —Nick hizo lo que le sugirió y revoloteó la piedra por encima de las palabras. Cuidadosamente mantuvo la mano firme cuando se centró en la pregunta más importante que quería una respuesta—. ¿Voy a perder mi virgi… —¡Hey! Deja de ser estúpido y tómatelo en serio. (Grim) —No puedo trabajar en ello si me lo arrancas de las manos. ¿Qué hay de malo en preguntarlo, de cualquier manera? (Nick) —Es una preocupación estúpida. (Grim) Menuda mierda. Era la principal que había tenido durante el último año… Bueno, esa y si alguna vez sería capaz de comprar un coche. —¿Qué eres? ¿Asexual o algo así? (Nick) —Mi libido está muy bien, Nick. Sin embargo, ocupa un distante segundo lugar a mi necesidad de matar a la gente que me molesta. (Grim)
Sherrilyn Kenyon (Invincible (Chronicles of Nick, #2))
—¿Qué tal? —le pregunto. —Más o menos, ¿y tú? —Mal, no me han dejado donar sangre para Beatrice. —¿Y eso? —Si eres menor de edad necesitas una autorización. —Me parece normal, puede ser peligroso... —¡Cuando hay amor todo es posible! ¡No hace falta ninguna autorización! —Claro... —responde Silvia, y permanece callada. —¿Qué pasa? Hoy me pareces rara... Repite mecánicamente mi penúltima frase, como si no me estuviera oyendo: —Cuando hay amor todo es posible...
Alessandro D'Avenia (Bianca come il latte, rossa come il sangue)
PAPÁ OLVIDA W. Livingston Larned. Escucha, hijo: voy a decirte esto mientras duermes, una manecita metida bajo la mejilla y los rubios rizos pegados a tu frente humedecida. He entrado solo a tu cuarto. Hace unos minutos, mientras leía mi diario en la biblioteca, sentí una ola de remordimiento que me ahogaba. Culpable, vine junto a tu cama. Esto es lo que pensaba, hijo: me enojé contigo. Te regañé cuando te vestías para ir a la escuela, porque apenas te mojaste la cara con una toalla. Te regañé porque no te limpiaste los zapatos. Te grité porque dejaste caer algo al suelo. Durante el desayuno te regañé también. Volcaste las cosas. Tragaste la comida sin cuidado. Pusiste los codos sobre la mesa. Untaste demasiado el pan con mantequilla. Y cuando te ibas a jugar y yo salía a tomar el tren, te volviste y me saludaste con la mano y dijiste: «¡Adiós, papito!» y yo fruncí el entrecejo y te respondí: «¡Ten erguidos los hombros!» Al caer la tarde todo empezó de nuevo. Al acercarme a casa te vi, de rodillas, jugando en la calle. Tenías agujeros en las medias. Te humillé ante tus amiguitos al hacerte marchar a casa delante de mí. Las medias son caras, y si tuvieras que comprarlas tú, serías más cuidadoso. Pensar, hijo, que un padre diga eso. ¿Recuerdas, más tarde, cuando yo leía en la biblioteca y entraste tímidamente, con una mirada de perseguido? Cuando levanté la vista del diario, impaciente por la interrupción, vacilaste en la puerta. «¿Qué quieres ahora?» te dije bruscamente. Nada respondiste, pero te lanzaste en tempestuosa carrera y me echaste los brazos al cuello y me besaste, y tus bracitos me apretaron con un cariño que Dios había hecho florecer en tu corazón y que ni aun el descuido ajeno puede agotar. Y luego te fuiste a dormir, con breves pasitos ruidosos por la escalera. Bien, hijo; poco después fue cuando se me cayó el diario de las manos y entró en mí un terrible temor. ¿Qué estaba haciendo de mí la costumbre? La costumbre de encontrar defectos, de reprender; esta era mi recompensa a ti por ser un niño. No era que yo no te amara; era que esperaba demasiado de ti. Y medía según la vara de mis años maduros. Y hay tanto de bueno y de bello y de recto en tu carácter. Ese corazoncito tuyo es grande como el sol que nace entre las colinas. Así lo demostraste con tu espontáneo impulso de correr a besarme esta noche. Nada más que eso importa esta noche, hijo. He llegado hasta tu camita en la oscuridad, y me he arrodillado, lleno de vergüenza. Es una pobre explicación; sé que no comprenderías estas cosas si te las dijera cuando estás despierto. Pero mañana seré un verdadero papito. Seré tu compañero, y sufriré cuando sufras, y reiré cuando rías. Me morderé la lengua cuando esté por pronunciar palabras impacientes. No haré más que decirme, como si fuera un ritual: «No es más que un niño, un niño pequeñito». Temo haberte imaginado hombre. Pero al verte ahora, hijo, acurrucado, fatigado en tu camita, veo que eres un bebé todavía. Ayer estabas en los brazos de tu madre, con la cabeza en su hombro.
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