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Escuchame bien, pibe... ¿Realmente a vos no te avergüenza ir a una cancha de fútbol?... ¿No?... Bueno, a mí sí, y mucho... Es propio de la época de las cavernas. Pobrecitos que no tienen para comer y se desahogan desgañitándose como locos estúpidamente... Todo por veinte piolas que corren detrás de una pelota, que ganan la guita loca y que encima les pagan para mantener un buen estado atlético, cosa que si vos querés hacer, es decir, querés practicar, tenés que empezar por hacerte socio de un club y eso cuesta dinero y luego las pilchitas y qué sé yo, no todos pueden, solamente los que saben manejar la mosca loca cagando a los demás... Salud...
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Por eso te digo, antes estaban las iglesias para manejar a la gente y ahora la manejan con las iglesias modernas, que son las canchas de fútbol, ahí los meten a todos como en una gran bolsa y les dicen: ¡Aúllen! ¡Desgañítense! ¡Insulten! ¡Sean los bestias que quieren ser en la vida diaria!... Porque los pobrecitos juntan odio y rencor a patadas, mucho odio, mucho resentimiento, mucho rencor, mucha envidia y con todo hacen un buen bollo y se lo tiran en la cabeza a los jugadores, a los referís, a los que están más abajo de ellos, porque el asunto es todos contra todos, uno contra todos, todos contra uno; cuanto más equipos haya mucho mejor porque entonces están más divididos
[...] y entonces el fútbol los animaliza cada vez más y cuando salen de la cancha lloran si perdieron porque sienten que el corazón se les ha desprendido un poco y si ganan, bárbaro, el pan vendrá del aire, igual los remedios, igual aparecerá por arte de magia una hermosa casa sin goteras para que la familia pueda vivir dignamente, si se gana, el equipo digamos, si gana el equipo entonces el pedazo de carne con ojos que se tiene por mujer se parecerá a Sofía Loren y todo será bello hasta un nuevo despertar en que el pobre idiota tienen que pensar en el próximo partido
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