El Delantal Blanco Quotes

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—Me voy con mi fascinante, reservada e insoportable cáraid. —¿Con… Miz? —preguntó Caleb—. ¿No había otro apodo? Cahal miró a Caleb con hastío. —Cómeme el capullo, líder. —Me parece un nombre un poco curioso —lo ignoró por completo y siguió con sus pullas—. Por cierto, lo que me recuerda, Daanna. —¿Sí, Caleb? —dijo ella dando un sorbo al café. —¿Dónde están «miz» gafas? Daanna escupió el café, y Menw se partió delante de su hermano. Cahal puso los ojos en blanco. —No te lo tomes a mal, brathair —dijo Menw—, pero reconocerás que la chica no ha entrado con tan buen pie como para ganarse el título honorífico a «Miz Zimpatía». Daanna se dobló sobre sí misma ahogándose en sus propias carcajadas. —Está bien, chicos —Caleb levantó una mano y se limpió las lágrimas de la risa—. Vamos a tener un poco… un poco de… —le faltaba el aire—, de «mizericordia».
Lena Valenti (El libro de la alquimista (Saga Vanir #6))
No escribo porque tenga cosas urgentes que decir. Escribo por el gusto de llenar las páginas en blanco del cuaderno que tengo abierto delante de mí.
Antonio Muñoz Molina (Un andar solitario entre la gente)
Me iba a costar salir adelante, sentiría ese dolor por mucho tiempo, pero iba a poder pasar página. El siguiente día iba a ser un día nuevo, blanco, puro y sin los manchones del pasado, en tanto tuviese la fortaleza para ir hacia delante
Ann Rodd (La memoria de Daria)
Sin quitarme los ojos de encima, acercó aún más su pupitre. - ¿Sabes una cosa? - ¿Qué? - Que he entrado en tu blog. Ay, Dios. ¿Cómo lo había encontrado? Un momento; la pregunta que debía hacerme era la siguiente: ¿por qué lo había encontrado? Mi blog no podía buscarse a través de Google...Estaba flipando en colores. - Ya estás acosándome otra vez, ¿no? ¿Tengo que llamar a la poli para que te ponga una orden de alejamiento? - Ni en sueños, gatita - Sonrió - Ah, espera, que ya salgo en ellos, ¿verdad? Puse los ojos en blanco. - Más bien apareces en mis pesadillas, Daemon. (pág.154) - ¿Me estás preguntando si me atraen las humanas? - dijo. El pelo le caía hacia delante en ondas. Unas gotitas de agua le recorrían los mechones y acababan salpicándome la mejilla - ¿O si eres tú la que me atrae? Con las manos apoyadas en la roca, fue acercándose a mí lentamente. Muy pronto nos separaban sólo unos milímetros...Sentía su respiración como si fuera la mía, y cuando movió las caderas abrí los ojos y ahogué un grito. Vaya que si funcionaba la cosa...Me despejó la duda de un plumazo. (pág. 240) - Sí que es importante el helado - dije. - Es mi vida entera.- Dee tiró el monedero a Daemon, pero erró el objetivo - ¡Y tú me lo has quitado! (pág. 258 NUNCA TE METAS ENTRE DEE Y SU COMIDA, Y MENOS SI SE TRATA DE HELADO) - ¿Lo estás pasando bien con...Ash? - ¿Y tú con tu amiguito el pulpo? Me mordí el larbio. - Qué simpático eres, como siempre. ... - Estás...muy guapa, por cierto. Demasiado guapa para estar con ese idiota. Me sonrojé y bajé la vista. - ¿Te has tomado algo? - Pues no, la verdad. ¿Por qué me lo preguntas, si puede saberse? - Porque nunca me dices nada agradable. - Touché. (pág. 303) - Recuérdame...que no te haga enfadar nunca más ¡La leche! ¿Eres agente secreto en tus ratos libres? ... Me recorrió la espalda con sus brazos y hundió una mano en los rizos que se me habían soltado del moño. - No me has hecho caso - susurró contra mi hombro. - Nunca te hago caso. (pág. 327) Daemon murmuró algo en un idioma desconocido. Era una lengua dulce y bonita. Mágica. De otro planeta. Podría haberlo despertado, pero no lo hice sin saber demasiado bien por qué. La emoción que sentía por el contacto con su piel era más fuerte que todo lo demás. Daemon tenía una mano en el borde de mi camiseta, y los dedos encima del pedazo de piel que había entre el borde de la camiseta y la cinturilla de los pantalones de pijama. La mano empezaba a abrirse paso por debajo de la camiseta, a través de mi estómago, en la parte en que este empieza a descender. El pulso se me desbocó. Me rozó las costillas con la punta de los dedos. Su cuerpo se movió y sentí su rodilla contra mí. (pág. 338) O.O o_O OMG - Gatita - Ni aunque fueras el último ser con aspecto humano sobre la faz de la Tierra ¿Ahora lo entiendes? ¿Capiche? ... - Ademñas, no me atraes nada - Mentira podrida - Pero vamos, nada de nada. Eres... De repente Daemon estaba delante de mí, a apenas un centímetro de mi rostro. - ¿Qué soy? - Ignorante -¿Y qué más? - Prepotente, controlador...-...- Y un...cretino. - Venga ya, gatita, seguro que puedes hacerlo mejor - ... - Todavía no me creo que no te sientas atraída por mí. (pág. 360) - Seguro que hasta sueñas conmigo - Bajó la vista hacia mis labios y sentí que se despegaban - Seguro que escribes mi nombre en tus libretas, una y otra vez, rodeado por un corazoncito. Me reí. - En tus sueños, Daemon. Eres la última persona a la que... Daemon me besó (pág.361) Una sonrisa pícara se le asomó a los labios. - ¿Te das cuenta de que me encantan los retos? Me reí entre dientes y me volví hacia la puerta mientras le dedicaba un gesto grosero con el dedo corazón. - Y a mí, Daemon; y a mí. (pág. 414)
Jennifer L. Armentrout (Obsidian (Lux, #1))
Delante de ellos se extendía el Nilo, cubierto de niebla, con un mar blanco; detrás de ellos se extendía el desierto oscuro, como un océano petrificado de color morado. Por fin, una tira de luz anaranjada apareció por el este; y poco a poco el mar blanco que tenían ante sí se convirtió en una inmensa extensión de fértil verde, mientras el océano morado de su espalda adquiría un trémulo brillo blanco. El sol naciente iluminó las piedras más altas de la pirámide, y Flaubert, bajando la vista, se fijó en una pequeña tarjeta de visita que estaba clavada a sus pies. "Humbert, Frotteur", decía, y daba unas señas de Rouen (...) -lo cotidiano entrometiéndose en lo sublime-(...)
Julian Barnes
Marlene se pone delante de los blancos y se coloca el panqué en la cabeza. Uriah entrecierra un ojo y apunta. - ¡Espera! - le grita Marlene; le quita un trocito al panqué y se lo mete a la boca-. ¡Ya! - grita de nuevo, con la boca llena, y levanta el pulgar.
Veronica Roth (Divergent (Divergent, #1))
Llega la noche y me siento delante de la pantalla del ordenador. En un documento de Word, en blanco, van apareciendo historias. Historias que me hablan de personas como tú y como yo. Historias que aparecen de entre la sombra que irrumpe tras el sol. Y dentro de cada una de ellas, como un destello, la pincelada de alguna vida. Doce historias y doce destellos que necesitan que tú los interpretes.
Luis Miguel Morales Peinado (La sombra de las horas)
Dado que Imre era un refugio para la música y el teatro, quizá penséis que yo pasaba mucho tiempo allí, pero nada podría estar más lejos de la verdad. Solo había estado en Imre una vez. Wilem y Simmon me habían llevado a una posada donde tocaba un trío de hábiles músicos: laúd, flauta y tambor. Pedí una jarra de cerveza pequeña que me costó medio penique y me relajé, dispuesto a disfrutar de una velada con mis amigos… Pero no pude. Apenas unos minutos después de que empezara a sonar la música, casi salí corriendo del local. Dudo mucho que podáis entender por qué, pero supongo que si quiero que esto tenga algún sentido, tendré que explicároslo. No soportaba oír música y no formar parte de ella. Era como ver a la mujer que amas acostándose con otro hombre. No. No es eso. Era como… Era como los consumidores de resina que había visto en Tarbean. La resina de denner era ilegal, por supuesto, pero había partes de la ciudad en que eso no importaba. La resina se vendía envuelta en papel encerado, como los pirulís o los tofes. Mascarla te llenaba de euforia. De felicidad. De satisfacción. Pero pasadas unas horas estabas temblando, dominado por una desesperada necesidad de consumir más, y esa ansia empeoraba cuanto más tiempo llevabas consumiéndola. Una vez, en Tarbean, vi a una joven de no más de dieciséis años con los reveladores ojos hundidos y los dientes exageradamente blancos de los adictos perdidos. Le estaba pidiendo un «caramelo» de resina a un marinero, que lo sostenía fuera de su alcance, burlándose de ella. Le decía a la chica que se lo daría si se desnudaba y bailaba para él allí mismo, en medio de la calle. La chica lo hizo, sin importarle quién pudiera estar mirando, sin importarle que fuera casi el Solsticio de Invierno y que en la calle hubiera diez centímetros de nieve. Se quitó la ropa y bailó desenfrenadamente; le temblaban las pálidas extremidades, y sus movimientos eran patéticos y espasmódicos. Entonces, cuando el marinero rio y negó con la cabeza, ella cayó de rodillas en la nieve, suplicando y sollozando, agarrándose desesperadamente a las piernas del marinero, prometiéndole que haría cualquier cosa que le pidiera, cualquier cosa… Así era como me sentía yo cuando oía tocar a unos músicos. No podía soportarlo. La ausencia diaria de mi música era como un dolor de muelas al que me había acostumbrado. Podía vivir con ello. Pero no soportaba ver cómo agitaban delante de mí el objeto de mi deseo.
Patrick Rothfuss (The Name of the Wind (The Kingkiller Chronicle, #1))
Henri Christophe volvió a pensar en la Ciudadela. Ultima Ratio Regum. Mas aquella fortaleza, única en el mundo, era demasiado vasta para un hombre solo, y el monarca no había pensado nunca que un día pudiese verse solo. La sangre de toros que habían bebido aquellas paredes tan espesas era de recurso infalible contra las armas de blancos. Pero esa sangre jamás había sido dirigida contra los negros, que al gritar, muy cerca ya, delante de los incendios en marcha, invocaban Poderes a los que se hacían sacrificios de sangre.
Alejo Carpentier (The Kingdom of This World)
Mi invitación al terminar es que tomes una decisión para tu vida como la que tomó Rosa Parks. Ella era una mujer afroamericana que vivía en el sur segregado de la década de 1950 y estaba cansada de pretender que todo estaba bien cuando no lo estaba. El autor cuáquero Parker J. Palmer recuerda su vida de la siguiente manera: El 1 de diciembre de 1955, en Montgomery, Alabama, Rosa Parks hizo algo que se suponía no debía hacer: se sentó delante en un autobús, en uno de los asientos reservados para los blancos; un acto peligroso, atrevido y provocativo en una sociedad racista. [Cuando le preguntaron:] «¿Por qué se sentó en la parte delantera del autobús ese día?», Rosa Parks no dijo que se sentó para iniciar un movimiento [ … ] Ella declaró: «Me senté porque estaba cansada». Quiso decir que su alma estaba cansada, su corazón estaba cansando, todo su ser estaba cansado14. Rosa Parks tomó la decisión ese día de no vivir nunca más dividida. No viviría más por fuera algo que contradijera la verdad de su integridad interior. Se negó a sonreír por fuera y llorar por dentro.
Geri Scazzero (La mujer emocionalmente sana: Cómo dejar de aparentar que todo marcha bien y experimentar un cambio de vida (Emotionally Healthy Spirituality) (Spanish Edition))
Pero, en la realidad, somos nosotros, los ricos y muy educados blancos, los que andamos con el trasero al aire. Nos cubrimos por delante con alguna filosofía - cristiana, marxista, freudiana-física - , pero por detrás andamos al aire, a merced de los vientos de las circunstancias.
Aldous Huxley (The Doors of Perception)
Maravillosas ocupaciones Qué maravillosa ocupación cortarle una pata a una araña, ponerla en un sobre, escribir Señor Ministro de Relaciones Exteriores, agregar la dirección, bajar a saltos la escalera, despachar la carta en el correo de la esquina. Qué maravillosa ocupación ir andando por el bulevar Arago contando los árboles, y cada cinco castaños detenerse un momento sobre un solo pie y esperar que alguien mire, y entonces soltar un grito seco y breve, y girar como una peonza, con los brazos bien abiertos, idéntico al ave cakuy que se duele en los árboles del norte argentino. Qué maravillosa ocupación entrar en un café y pedir azúcar, otra vez azúcar, tres o cuatro veces azúcar, e ir formando un montón en el centro de la mesa, mientras crece la ira en los mostradores y debajo de los delantales blancos, y exactamente en medio del montón de azúcar escupir suavemente, y seguir el descenso del pequeño glaciar de saliva, oír el ruido de piedras rotas que lo acompaña y que nace en las gargantas contraídas de cinco parroquianos y del patrón, hombre honesto a sus horas. Qué maravillosa ocupación tomar el ómnibus, bajarse delante del Ministerio, abrirse paso a golpes de sobres con sellos, dejar atrás al último secretario y entrar, firme y serio, en el gran despacho de espejos, exactamente en el momento en que un ujier vestido de azul entrega al Ministro una carta, y verlo abrir el sobre con una plegadera de origen histórico, meter dos dedos delicados y retirar la pata de araña, quedarse mirándola, y entonces imitar el zumbido de una mosca y ver cómo el Ministro palidece, quiere tirar la pata pero no puede, está atrapado por la pata, y darle la espalda y salir, silbando, anunciar en los pasillos la renuncia del Ministro, y saber que al día siguiente entrarán las tropas enemigas y todo se irá al diablo y será un jueves de un mes impar de un año bisiesto.
Julio Cortázar (Historias de cronopios y de famas (Spanish Edition))
Dos pasos hacia delante revelan el rostro de Sandra, sonriente. Una cara que inspira la misma confianza que la cena de una rata. —Inspector —saluda ella. —Loca del coño —saluda él. —Sería bueno que se guardara el arma. —Tú primero, tesoro.
Juan Gómez-Jurado (Rey blanco (Antonia Scott, #3))
Los que se deleitan en la piedad están a menudo hablando de ella.; “Entonces los que temían a Jehová hablaron cada uno a otro,” Mal. 3.16. Donde se infunde la gracia, será efusiva. “Las palabras de la boca del sabio están llenas de gracia,” Ecle. 12.10. David deleitándose con los testimonios de Dios, “hablaría de ellos delante de los reyes”, Salmo 119.46. El cónyuge deleitándose con su amado, no pudo ocultar su amor, sino que prorrumpe en más conmovedoras, y no menos elegantes expresiones: “Mi amado es blanco y rubio, señalado entre diez mil, la cabeza es como la más fina de oro” etcétera. Los discípulos cuyos corazones estaban en Cristo, le hacen el tema de su discurso hacen mientras que iban a Emaús, Lucas 24.19. Los cristianos primitivos que fueron encendidos con el amor a Dios, hablaban mucho de los cielos, y el reino preparado, tanto que el emperador sospechaba que pretendían quitarle su reino! Las palabras son el espejo de la mente-que muestran lo que está en el corazón! Donde hay deleite espiritual, al igual que el vino nuevo, tendrá ventilación.
Thomas Watson (El Deleite Espiritual del Creyente (Spanish Edition))
Todo se volvió cuestión de saber o no saber, mientras el guion era reemplazado por una catarata de improvisaciones. Cortes de pelo, dietas, música grabada de las radios, los ritmos desobedientes de mi cuerpo, el delantal por la túnica, la plaza vacía, minas en tetas en las revistas, el rímel contrabandeado a pesar de mamá, la gimnasia frente al televisor, Mazinger y los Hardy Boys, el Papa visto por un aparatito de cartón con un espejito en la punta, la multidad acalorada por tomos de papilla evangelizadora. Sombra celeste hasta las cejas, auscultación de entrepiernas, corpiños por zapatos de charol, los himnos de la tele como Sancor pero peor, la plaza llena, más Hardy Boys, toqueteos, los primeros asaltos con Coca Cola, polleras plato, comunicados de miles de cifras, minas en tanga, la plaza llena, el americano más vendido, minifaldas, escudos, Kiss y la matanza de pollitos, medias de nailon por vinchas, el fin de las Trillizas de Oro, graffitis silenciados, los domingos eternos para la juventud. Las instrucciones sonámbulas de mis maestras, más minas en bolas, banderitas, blanco y negro, más instrucciones, procedimientos, celeste y blanco, DNI, papeles más, papeles menos, fuga en el siglo XXIII, aros de plástico por anillitos de oro, maestras que nos mostraban —como si en vez de un cuadernillo de defensa civil estuvieran siguiendo un manual de demonología— cómo se evitaba cualquier tipo de peligro si uno lograba pararse debajo del marco de una puerta.
Betina González (Arte menor)
El muchacho Un único individuo que fue realmente olvidado por la muerte y, además, para siempre. Un hombre muy sencillo que nunca cambió y que a los cien años come exactamente lo mismo que a los veinte. Pronuncia exactamente las mismas palabras y jamás se viste de otra manera. Su memoria, nunca particularmente buena, tampoco empeora. No se casó, no tuvo suerte con las mujeres y, en consecuencia, se quedó sin hijos. Es muy modesto y se contenta con tener para comer. Le gustan las visitas, pero no demasiadas. Contempla la lluvia como si las gotas fuesen años. El sol le resulta a veces excesivo. Respira con regularidad y jamás tiene miedo. A veces estira las piernas como ramas, acercándolas al fuego hasta que llegan a chisporrotear. Ha olvidado su nombre, de manera que no tiene; sin embargo, generalmente lo llaman «muchacho». Considera a los niños sus iguales; enseguida entiende lo que quieren. Es un tanto lento para los adultos. El muchacho duerme sobre una colchoneta en el suelo de arcilla. Si no llueve ni hace frío, le gusta dormir delante de la cabaña. Su perro parece tan viejo como él, pero es siempre otro. Nunca lo llama. El perro acude por sí solo cuando su amo piensa que lo querría a su lado. Su pelo lleva tiempo sin crecer. Es un pelo extraño, sin duda, pero quien esperara una jungla allá arriba se decepcionaría. No se lo puede definir como blanco; su color tiene algo indescriptiblemente suave, como si sirviera para acariciar las lesiones de un herido. Es esa cualidad de su cabello la que a veces lleva a los enfermos hasta él. Porque quien lo ha visto alguna vez y sufre luego una enfermedad grave, recuerda ese cabello, incluso después de años, como si fuese un bálsamo, y habla de él en un estado febril. No cabe la menor duda de que algunos enfermos se han curado después de ver su cabello, aunque resulta difícil comprobar si se debía al efecto curativo de ese pelo. A las mujeres les extraña un poco; no esperan nada de él y pocas veces se curan al verlo. Se han formulado diversas conjeturas respecto a su lugar de residencia. Suponen algunos que desde hace cientos de años siempre ha permanecido en el mismo lugar. Otros demuestran la existencia de huellas suyas en regiones remotas. Se dice que se han encontrado pelos suyos en África y pisadas suyas en Australia. No cabe la menor duda de que ha podido andar muy lejos; tiempo no le ha faltado para ello; y como ha aguantado vivir tantos años en un lugar, no se entiende que no haya podido hacer lo mismo en lugares muy diferentes y lejanos. Los escépticos que a duras penas aceptan su época africana se burlan de la idea de que viniera de Australia. Nadie ha recorrido ese mar sin mojarse, dicen, y se deberían haber encontrado huellas del barco que hubiera utilizado. No se resolverá aquí esta cuestión. No obstante, sería estúpido callar una duda. Es posible que otras personas trajeran al «muchacho» de Australia. Parece demostrado que siempre vivió solo. Pero ¿no es concebible que lo raptaran? A lo mejor lo emplearon como remero y luego resultó molesto e incluso inquietante a los señores por la curiosa sensación de soledad que transmitía. En vez de tirarlo simplemente al agua, lo dejaron en la costa de Asia, provisto de alimentos para un tiempo. Se quedó solo en otro continente, tal como probablemente lo habían encontrado y tal como les había parecido, un solitario, durante la larga travesía. Su frugalidad y el extraño talento para la vejez le conservaron también allí la vida. Sin embargo, nos llevaría demasiado lejos analizar todas las posibilidades que contiene una existencia de este tipo. Quizá sería conveniente no querer demasiadas cosas al mismo tiempo y conformarse con contemplar al «muchacho» y considerar cómo es ahora. Una descripción de su persona, hecha de forma fiel y sin prejuicios, debería permitirnos profundizar más que toda suerte de conjeturas sobre su pasado. Por otra parte, parece mucho más propio del respeto que merece una criatura así.
Elias Canetti (Il libro contro la morte)
Mamá ideó un método para que olvidáramos las cosas feas que nos ocurrieran, y para que a su vez siempre recordáramos la lección aprendida. Rescataba la cita de un libro o el diálogo que considerara apropiado para la ocasión, y con su perfecta caligrafía lo escribía en uno de los azulejos blancos de la cocina de casa. Así, al leerlas cada vez que pasáramos por delante, recordaríamos la razón de lo escrito, y entenderíamos que por mucho que algo doliera, siempre había alguien que en algún momento se había sentido igual que nosotros. Y no se trataba de un alguien cualquiera: debajo de cada cita, firmaba con el nombre de un escritor o del personaje que aquel inventara, para darle voz a las emociones o a las vivencias que todos, sin excepción, tenemos a lo largo de nuestra vida. Era su manera de convencernos de que alguien ya vivió lo mismo antes de que nosotros lo hiciéramos, y que, incluso en los infiernos que nuestra imaginación inventa, se pueden escribir las más bellas historias".
Laura Riñón Sirera (Amapolas en octubre)