Edad Quotes

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May mga librong magkakasundo ang sinasabi, at meron din namang mga nagpapatayan ng opinyon. May libro para sa kahit anong edad, kasarian, lahi, relihiyon, edukasyon, at katayuan sa buhay. May mahal at mura, malaki at maliit, makapal at manipis, pangit at maganda, mabango at mabaho, may kwenta at wala. Lahat meron. Sari-sari. Iba-iba. Tulad din ng mga tao. Utak ng tao. Dahil ang bawat libro ay maliit na litrato ng utak ng tao.
Bob Ong (Stainless Longganisa)
Esta manía de saberme ángel, sin edad, sin muerte en qué vivirme, sin piedad por mi nombre ni por mis huesos que lloran vagando.
Alejandra Pizarnik
—A ti, pija de la talla 36, ¡que te follen! —y volviéndose hacia Perla dijo—: Y a usted, por respeto a su edad y a sus canas, solo le voy a decir una cosa: ¡Váyase a la mierda
Megan Maxwell (Fue un beso tonto)
Olvidarse de reír, un olvido imperdonable a cualquier edad.
Albert Espinosa
la edad, por sí sola, no hace a nadie mejor ni más sabio, sólo acentúa lo que cada uno ha sido siempre.
Isabel Allende (El amante japonés)
Era el mejor de los tiempos y era el peor de los tiempos; la edad de la sabiduría y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos, pero nada teníamos; íbamos directamente al cielo y nos extraviábamos en el camino opuesto. En una palabra, aquella época era tan parecida a la actual, que nuestras más notables autoridades insisten en que, tanto en lo que se refiere al bien como al mal, sólo es aceptable la comparación en grado superlativo.
Charles Dickens (A Tale of Two Cities)
Ya me cansé de esperar que me quieran, ahora nomás espero que me aguanten. Y si no que se jodan
Xavier Velasco (La edad de la punzada)
hacer lo correcto conduce a la felicidad; lo erróneo, a la infelicidad. Esto es absolutamente independiente de quién seas, la edad que tengas y el lugar donde estés. Lo decreta el Camino.
Lou Marinoff (El poder del Tao)
Cuando reímos con ganas no tenemos edad, lo hacemos igual durante toda nuestra vida y puede adivinarse en nuestra mueca la niña que fuimos o la anciana que seremos.
Alana S. Portero (La mala costumbre)
A mi edad, empezaba a darme cuenta de que, más que las cosas, lo importante es la ilusión que ponemos en ellas. Eso nos hace personas.
Jaume Cabré (Jo confesso)
Lo que hacen los libros es desgraciarlo al hombre, créalo. No conozco un solo hombre feliz que lea. Y tengo amigos de todas las edades. Todos los individuos de existencia más o menos complicada que he conocido habían leído. Leído, desgraciadamente, mucho.
Roberto Arlt (Aguafuertes porteñas)
Ve y coge una estrella fugaz; fecunda a la raíz de mandrágora; dime dónde está el pasado, o quién hendió la pezuña del diablo; enséñame a oír cómo canta la sirena, a apartar el aguijón de la envidia, y descubre cual es el viento que impulsa a una mente honesta. Si has nacido para ver cosas extrañas, cosas invisibles al ojo, cabalga diez mil días y noches hasta que la edad cubra de nieve tus cabellos. Cuando retornes, me contarás las extrañas maravillas que te acontecieron, y jurarás que en ningún lugar vive una mujer justa y constante. Si la encuentras, dímelo, ¡dulce peregrinación sería! Pero no, porque no iría, aunque fuera justo al lado; aunque fiel, al encontrarla, y hasta al escribir la carta, sin embargo, antes que fuera, infiel con dos, o tres, fuera.
John Donne (Howl’s Moving Castle (Howl’s Moving Castle, #1))
Tenemos internet en el móvil y enviamos naves a Marte, pero mental y emocionalmente vivimos todavía en la Edad Media.
Samuel Bjørk
goza cuello, cabello, labio y frente, antes que lo que fue en tu edad dorada oro, lilio, clavel, cristal luciente, no sólo en plata o viola troncada se vuelva, mas tú y ello juntamente en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.
Luis de Góngora y Argote (Poesía Barroca)
No siempre los imbéciles salimos tan imbéciles como el imbécil que nos menosprecia.
Xavier Velasco (La edad de la punzada)
¿Quién puede detener a un hombre, de cualquier edad—reflexiono ahora—cuando ha decidido terminar con su vida?
Piedad Bonnett (Lo que no tiene nombre)
-No hice esto para atraparte -dije nerviosamente. Él se echó a reír y puso los ojos en blanco. -Me atrapaste cuando tenías cuatro años de edad. Estabas usando un vestido azul oscuro con un lazo en la espalda, y pequeñas medias blancas. La primera vez que te vi estuve atrapado.
Kirsty Moseley (The Boy Who Sneaks in My Bedroom Window (The Boy Who Sneaks in My Bedroom Window, #1))
La edad es una ladrona implacable. Justo cuando empiezas a tomar el pulso a la vida te arranca la fuerza de las piernas y te encorva la espalda.Produce dolores y enturbia la cabeza y silenciosamente infesta a tu mujer de cáncer.
Sara Gruen (Water for Elephants)
No estoy enamorado de ti. Ni siquiera despiertas en mí una de esas nostalgias aberrantes que los hombres de mi edad sienten con la proximidad de una vida joven: eres un ser inferior, Iris Mateluna, un trozo de existencia primaria que rodea a un útero reproductor tan central a tu persona que todo el resto de tu ser es cáscara superflua.
José Donoso (The Obscene Bird of Night)
Y ese es mi gran problema, paso mucho más tiempo imaginando las cosas que viviéndolas.
Xavier Velasco (La edad de la punzada)
La edad de una persona puede determinarse por el grado de dolor que experimenta cuando entra en contacto con una idea nueva
Quincy Jones
-Te contaré un secreto. Le apartó el mechón de pelo que abrigaba su oído y le susurró entre alientos dulces: -La edad no se mide en años... sino en ganas.
Chris Pueyo (El chico de las estrellas)
Nada querría más que estirar este rato delicioso como un cuento sin principio ni fin, hasta que el mundo fuera otra vez simple y no hubiera tantos cañones apuntándome...
Xavier Velasco (La edad de la punzada)
Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos, pero no teníamos nada;
Charles Dickens (Historia de dos ciudades)
Me llamo Kvothe, que se pronuncia «cuouz». Los nombres son importantes porque dicen mucho sobre la persona. He tenido más nombres de los que nadie merece. Los Adem me llaman Maedre. Que, según como se pronuncie, puede significar la Llama, el Trueno o el Árbol Partido Mi primer mentor me llamaba E’lir porque yo era listo y lo sabía. Mi primera amante me llamaba Dulator porque le gustaba cómo sonaba. Me han llamado Kvothe el Sin Sangre, Kvothe el Arcano y Kvothe el Asesino de Reyes. Todos esos nombres me los he ganado. Los he comprado y he pagado por ellos. Pero crecí siendo Kvothe. Una vez mi padre me dijo que significaba «saber». He robado princesas a reyes agónicos. Incendié la ciudad de Trebon. He pasado la noche con Felurian y he despertado vivo y cuerdo. Me expulsaron de la Universidad a una edad a la que a la mayoría todavía no los dejan entrar. He recorrido de noche caminos de los que otros no se atreven a hablar ni siquiera de día. He hablado con dioses, he amado a mujeres y he escrito canciones que hacen llorar a los bardos. Quizá hayas oído hablar de mí.
Patrick Rothfuss (The Name of the Wind (The Kingkiller Chronicle, #1))
Los primeros cuarenta años de vida nos dan el texto; los treinta siguientes, el comentario.
Arthur Schopenhauer
Así pensaba cuando tenía tu edad, y sigo pensando lo mismo. Tal vez porque no he madurado, o tal vez porque siempre he tenido razón.
Haruki Murakami
resulta muy duro en los tiempos que vivimos estar loco y ser de mediana edad
John Katzenbach (The Madman's Tale)
Si tiene edad para plantear la pregunta, tiene edad para escuchar la respuesta
Louisa May Alcott (Little Men (Little Women, #2))
¿No has escuchado que en el amor no hay edad? —Sí. ¿Sabes a quién escuché decir eso? Al pedófilo de la esquina.
Ariana Godoy (A través de mi ventana (Hidalgos, #1))
Fue lectora voraz desde muy corta edad, con los peligros que esa costumbre conlleva.
Isabel Allende (Ripper)
la persona de éxito sabe que en cada ser humano, sin importar su edad, raza o religión, hay algo digno de admiración. No conoce la envidia, pues cree que Dios regala “paquetes” y no cosas individuales.
Carlos Cuauhtémoc Sánchez (Los ojos de mi princesa)
Y si queriendo alzarte nada has alcanzado Déjate caer sin parar tu caída sin miedo al fondo de la sombra Sin miedo al enigma de ti mismo Acaso encuentres una luz sin noche Perdida en las grietas de los precipicios Cae Cae eternamente Cae al fondo del infinito Cae al fondo del tiempo Cae al fondo de ti mismo Cae lo más bajo que se pueda caer Cae sin vértido A través de todos los espacios y todas las edades A través de todas las almas de todos los anhelos y todos los naufragios.
Vicente Huidobro (Altazor)
... La naturaleza es hermosa, que la vida es un deber, que la muerte no es fea, que nadie debe estar triste ni acobardarse mientras haya libros en las librerías, y luz en el cielo, y amigos, y madres.
José Martí (La edad de oro)
- ¿Sabes quién se ha muerto?- preguntó. Serenamente, como si la muerte a aquella edad fuera algo previsible. No hay una pregunta peor que esa, ni siquiera esa de: -¿Me quieres tanto como yo a ti? Ni la de: -¿Seguro que no le estabas mirando las tetas? Aquella fue la peor pregunta de mi vida.
Ernesto Pérez Vallejo (De Laura y otras muertes)
... no tuvieron que hacer ningún `pacto de amistad´, como suelen los muchachos de su edad, cuando organizan solemnes ritos ridículos, llenos de pasión exagerada, al aparecer la primera pasión en ellos- de una forma inconsciente y desfigurada-, al pretender por primera vez apropiarse del cuerpo y del alma del otro, sacándole del mundo para poseerlo en exclusiva. Esto y sólo esto es el sentido del amor y de la amistad. La amistad entre los dos muchachos era tan seria y tan callada como cualquier sentimiento importante que dura toda una vida. Y como todos los sentimientos grandiosos, también contenía elementos de pudor y de culpa. Uno no puede apropiarse de una persona y alejarla de todos los demás sin tener remordimientos. Ellos supieron, desde el primer momento, que su encuentro prevalecería durante toda su vida.
Sándor Márai
A ella todo le salía, escogía bien las películas que iban a ver, los libros, los amigos, se manejaba con seguridad. Con ella eran buenas las conversaciones y buenas las comidas. Mucho más madura que las de su edad; llevarla a su lado, ahuecando el pecho, su pelo de lino alborotado, era una certeza equiparable a saber que la tierra gira en torno al sol.
Elena Poniatowska (La piel del cielo)
La autocompasión es una droga muy dura.
Almudena Grandes (Las edades de Lulú)
El amor no tiene edad; siempre está naciendo.
Blaise Pascal
Tengo treinta años -dije-. He rebasado en cinco años la edad de mentirme a mí mismo y llamarle a eso honor.
F. Scott Fitzgerald (The Great Gatsby)
Ya todos estamos en edad de tirar por la borda los sentimientos que no sirven para nada y quedarnos sólo con aquellos que nos ayudan a vivir.
Isabel Allende (Portrait in Sepia)
los jóvenes no tienen vergüenza, la vergüenza llega con la edad.
André Aciman (Llámame por tu nombre)
A partir de cierta edad, un trayecto por la ciudad se vuelve ingratamente meditabundo. Las direcciones de los muertos se amontonan.
Ian McEwan (Atonement)
Una misma persona, a sus distintas edades, en distintas situaciones de la vida, es alguien totalmente diferente.
Paloma Sánchez-Garnica (Últimos días en Berlín)
La ya avanzada edad me ha enseñado la resignación de ser Borges
Jorge Luis Borges (Brodie's Report)
El único problema era que Francisca ya no era una niña, tenía 14 años y a esa edad aparecen los granos en la cara... y las inseguridades en el alma.
María Fernanda Heredia (Hay palabras que los peces no entienden)
[El placer de comer] es un placer que hay que descubrir a los treinta años. Es la edad en que el ser humano deja de ser un imbécil y a cambio paga el precio de empezar a envejecer.
Manuel Vázquez Montalbán (Los Mares Del Sur)
Sí, es la conciencia de la edad lo que nos condiciona, más que la edad misma.
Javier Marías (Tomás Nevinson (Spanish Edition))
Para valer la pena, una vida debe ser digna de contarse, me digo cada vez que me va mal, porque ya sé que los destinos torcidos se parecen a la rueda de la fortuna. No importa qué tan arriba o abajo estés, de todos modos vas a dar la vuelta.
Xavier Velasco (La edad de la punzada)
Hoy, caballero, tenemos otros intereses; cada edad trae consigo los suyos; y como hoy nos entendemos hablando, como en otra época nos entendíamos sin hablar, hablemos, si os parece.
Alexandre Dumas (The Vicomte de Bragelonne (The D'Artagnan Romances, #3.1))
Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación.
Charles Dickens (Historia de dos ciudades)
Sino nga ba ang misteryoso: Ang taong alam mo na ang talambuhay at takbo ng isip pero hindi ang pangalan, o ang taong alam mo ang mukha, tirahan, edad, at pangalan pero bukod doon e wala nang iba?
Bob Ong (Stainless Longganisa)
Cuando el curso de la civilización toma un giro insospechado, cuando, en lugar del progreso continuo que esperábamos, nos vemos amenazados por males que asociábamos con las pasadas edades de barbarie, culpamos, naturalmente, a cualquiera menos a nosotros mismos.
Friedrich A. Hayek (Camino de servidumbre. Textos de documentos. Edición definitiva (Obras Completas de F.A. Hayek nº 2) (Spanish Edition))
Man can never be more perfect than the sun. The sun burns us with the same light that warms us. The sun has spots (stains). The ungrateful only talk about the spots (stains). The grateful talk about the light.
José Martí (La edad de oro)
Las personas grandes aman las cifras. Cuando les habláis de un nuevo amigo, no os interrogan jamás sobre lo esencial. Jamás os dicen: «¿Cómo es el timbre de su voz? ¿Cuáles son los juegos que prefiere? ¿Colecciona mariposas?» En cambio, os preguntan: «¿Qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos tiene? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su padre?» Sólo entonces creen conocerle.
Antoine de Saint-Exupéry (El Principito)
—¡No se pueden creer las cosas imposibles! —Será porque no lo has intentado—le dijo la Reina—. Cuando yo tenía tu edad, lo intentaba media hora cada día... A la hora del desayuno a veces ya me había creído seis cosas imposibles.
Lewis Carroll (Alice’s Adventures in Wonderland / Through the Looking-Glass)
Mi hermano mayor me despertó a medianoche para revelarme el siguiente secreto: — Dentro de poco te dirán que los Reyes Magos son los padres. Se lo dicen a todo el mundo al cumplir tu edad. No te lo creas. Los Reyes Magos existen, pero como los mayores no saben explicar su existencia, dicen eso, que son los padres.
Juan José Millás (Los objetos nos llaman)
No sé su hay que tener mi edad para entender que a las mujeres uno nunca termina de entenderlas. Creo que existe un laberinto exclusivo de ellas y que a los hombres se nos permite atisbar desde afuera cuando ellas quieren, cuando nos invitan.
Sofía Segovia (El murmullo de las abejas)
—Con la edad se adquiere cierta humildad, Alexander. Mientras más años cumplo, más ignorante me siento. Sólo los jóvenes tienen explicación para todo. A tu edad se puede ser arrogante y no importa mucho hacer el ridículo —replicó ella secamente.
Isabel Allende (La Ciudad de las Bestias (Memorias del Águila y del Jaguar 1) (Spanish Edition))
Nadie imagina todos los alaridos que se ocultan tras el silencio de los tímidos. Dejaríamos sordo al universo entero si nos lo propusiéramos.
Xavier Velasco (La edad de la punzada)
Ο πόνος είναι πάντοτε πιο γενναιόδωρος από την ευτυχία, διαρκεί και απονέμεται με πολύ μεγαλύτερη απλοχεριά.
Luis Mateo Díez (La fuente de la edad)
La tristeza y la risa terminan entendiéndose como jarabe y tos. Ninguno de los dos es lo bastante fuerte para vencer al otro y al final se resignan a convivir.
Xavier Velasco (La edad de la punzada)
Pasa uno tanto tiempo junto la miedo que le agarra confianza
Xavier Velasco (La edad de la punzada)
Lo mejor es que no le parezco osco ni reservado. Elaine y yo pasamos mucho tiempo juntos; supongo que si no tuviese una edad tan grotesca, diría que es mi chica. Sin embargo no está mal que sólo sea una amiga especial; a veces es mejor que una novia. Nos ahorramos muchos de los problemas que trae aparejados el noviazgo, y, aunque sé que nadie por debajo de los cincuenta me creerá, en ocasiones las cenizas son mejores que una auténtica fogata. Es extraño, pero cierto.
Stephen King (The Green Mile)
así como se atribuía al género humano un instinto de reproducción, debía atribuírsele otro más definido y apremiante, que era el instinto de matar cucarachas, y que si éstas habían logrado escapar a la ferocidad humana era porque se habían refugiado en las tinieblas, donde se hicieron invulnerables por el miedo congénito del hombre a la oscuridad, pero en cambio se volvieron susceptibles al esplendor del mediodía, de modo que ya en la Edad Media, en la actualidad y por los siglos de los siglos, el único método eficaz para matar cucarachas era el deslumbramiento solar.
Gabriel García Márquez (One Hundred Years of Solitude)
porque despues de cierta edad la vida es dura es dura y dolorosa, un reflejo de ilusiones de repente la soledad al fondo del abismo se ve con claridad cuando te preocupas por no caer ya el problema no es el caer sino el como salir....
Maciel Alcala
Creo que la vida del hombre está marcada por tres edades: la primera es la edad del impulso, en la que todo lo que nos mueve y nos importa no necesita justificación, antes bien nos sentimos atraídos hacia todo aquello -una mujer, una profesión, un lugar donde vivir- gracias a una intuición impulsiva que nunca compara; todo es tan obvio que vale por sí mismo y lo único que cuenta es la capacidad para alcanzarlo. En la segunda edad aquello que elegimos en la primera, normalmente se ha gastado, ya no vale por sí mismo y necesita una justificación que el hombre razonable concede gustoso, con ayuda de su razón, claro está; es la madurez, es el momento en que, para salir airoso de las comparaciones y de las contradictorias posibilidades que le ofrece todo lo que contempla, el hombre lleva a cabo ese esfuerzo intelectual gracias al cual una trayectoria elegida por el instinto es justificada a posteriori por la reflexión. En la tercera edad no sólo se han gastado e invalidado los móviles que eligió en la primera sino también las razones con que se apuntaló su conducta en la segunda. Es la enajenación, el repudio de todo lo que ha sido su vida para la cual ya no encuentra motivación ni disculpa. Para poder vivir tranquilo hay que negarse a entrar en esa tercera etapa; por muy forzado que parezca, debe hacer un esfuerzo con su voluntad para permanecer en la segunda; porque otra cosa es la deriva.
Juan Benet
Mi nombre completo es Ed Kennedy. Tengo diecinueve años. Soy taxista menor de edad. Soy uno más de los muchos jóvenes que se ven en este pueblo próximo a la ciudad, sin demasiadas perspectivas ni posibilidades. Aparte de eso, leo más libros de los que debería, soy pésimo en la cama y un desastre haciendo la declaración de la renta. Encantado de conoceros.
Markus Zusak (I Am the Messenger)
La belleza es un monstruo, una deidad sangrienta a la que hay que aplacar con constantes sacrificios...
Almudena Grandes (Las edades de Lulú)
Siempre que uno recuerda alguno de esos sueños, le parece asombroso que inclusive dormido se tragara tantas incongruencias
Xavier Velasco (La edad de la punzada)
Benditos sean los ladrones que me robaron mis máscaras.
Kahlil Gibran (El Loco / Alas Rotas / Espiritus Rebeldes)
Sabe que una injusticia descarada duele más que un castigo merecido.
Xavier Velasco (La edad de la punzada)
A los mayores les encantan las cifras. Si les hablas de un nuevo amigo tuyo, nunca te preguntarán por lo esencial. Nunca te dirán: "¿Cuál es el timbre de su voz? ¿Cuáles son los juegos que más le gustan? ¿Colecciona mariposas?" Te preguntarán: "¿Qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos tiene? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su padre?" Sólo entonces creerán conocerlo. Si dices a los mayores: "He visto una bonita casa de ladrillos color rosa, con geranios en las ventanas y palomas en el tejado...", no conseguirán imaginarse esa casa. Hay que decirles: "He visto una casa de cien mil francos". Entonces exclaman: "¡Qué fabuloso!
Antoine de Saint-Exupéry (The Little Prince)
Usted tiene todas las condiciones para concurrir a mi felicidad, pero yo tengo muy pocas para concurrir a la suya. Y no crea que me estoy mandando la parte. En otra posición (quiero decir, más bien, en otras edades) lo más correcto sería que yo le ofreciese un noviazgo serio, muy serio, quizá demasiado serio, con una clara perspectiva de casamiento al alcance de la mano. Pero si yo ahora le ofreciese algo semejante, calculo que sería muy egoísta, porque sólo pensaría en mí, y lo que yo más quiero ahora no es pensar en mí sino pensar en usted. Yo no puedo olvidar usted tampoco que dentro de diez años yo tendré sesenta. Escasamente un viejo, podrá decir un optimista o un adulón, pero el adverbio importa muy poco. Quiero que quede a salvo mi honestidad al decirle que ni ahora ni dentro de unos meses, podré juntar fuerzas como para hablar de matrimonio. Pero siempre hay un pero ¿de qué hablar entonces? Yo sé que, por más que usted entienda esto, es difícil, sin embargo, que admita otro planteo. Porque es evidente que existe otro planteo. En ese otro planteo hay cabida para el amor, pero no la hay en cambio para el matrimonio. Levantó los ojos, pero no interrogaba. Es probable que sólo haya querido ver mi cara al decir eso. Pero, a esta altura, yo ya estaba decidido a no detenerme. A ese otro planteo, la imaginación popular, que suele ser pobre en denominaciones, lo llama una Aventura o un Programa, y es bastante lógico que usted se asuste un poco. A decir verdad, yo también estoy asustado, nada más que porque tengo miedo de que usted crea que le estoy proponiendo una aventura. Tal vez no me apartaría ni un milímetro de mi centro de sinceridad, si le dijera que lo que estoy buscando denodadamente es un acuerdo, una especie de convenio entre mi amor y su libertad. Ya sé, ya sé. Usted está pensando que la realidad es precisamente la inversa; que lo que yo estoy buscando es justamente su amor y mi libertad. Tiene todo el derecho de pensarlo, pero reconozca que a mi vez tengo todo el derecho de jugármelo todo a una sola carta. Y esa sola carta es la confianza que usted pueda tener en mí.
Mario Benedetti (La tregua)
Los largos, aburridos y monótonos años de prosperidad en la edad madura o de adversidad en la misma edad son un excelente tiempo de combate. Es tan difícil para estas criaturas el perseverar... La rutina de la adversidad, la gradual decadencia de los amores juveniles y de las esperanzas juveniles, la callada desesperación (apenas sentida como dolorosa) de superar alguna vez las tentaciones crónicas con que una y otra vez les hemos derrotado, la tristeza que creamos en sus vidas, y el resentimiento incoherente con que les enseñamos a reaccionar a ella, todo esto proporciona admirables oportunidades para desgastar un alma por agotamiento.
C.S. Lewis (Cartas del Diablo a su Sobrino (Spanish Edition))
- Dejame seguir, che. Yo te diría que eso que vos definís como manía o entusiasmo es algo particularmente masculino, sobre todo a partir de la edad adulta, porque es archisabido que en los hombres el niño se conserva mejor que en las mujeres. - Como quieras, en todo caso yo buscaré siempre esas mujeres que se inventan cada cinco minutos el aeroplano o el submarino, figuramente hablando, que no pueden ver un par de tijeras y una hoja de papel sin recortar un conejito, que cocinan echando miel en vez de aceite en la sartén para ver qué pasa con las costillas de cerdo, y que en cualquier momento se ponen el rimmel en la boca y el rouge en las cejas. - Mutatis mutandis, vos querés que sean como vos, rimmel aparte. - No que sean como yo, pero que me hagan sentirme yo mismo a cada minuto. - Las musas, en una palabra. - No es por eqoísmo ni porque ande necesitando palancas para mover el mundo. Solamente que vivir con una mujer pasiva me aplasta poco a poco, me quita las ganas de cambiarle la yerba al mate, de cantar a gritos mientras me baño; hay como una especie de sorda llamada al orden, de cada cosa en su lugar, el canario está triste, la leche no se va al fuego, es siniestro.
Julio Cortázar (Libro de Manuel)
La edad adulta trae consigo la ilusión perniciosa del control, y acaso dependa de ella. Quiero decir que es ese espejismo de dominio sobre nuestra propia vida lo que nos permite sentirnos adultos, pues asociamos la adultez con la autonomía, el soberano derecho a determinar lo que va a sucedernos enseguida. El desengaño viene más pronto o más tarde, pero viene siempre, no falta a la cita, nunca lo ha hecho.
Juan Gabriel Vásquez (El ruido de las cosas al caer)
Vivimos entre libros, hemos tenido la libertad de elegirlos y la posibilidad de descifrarlos en una era en que la instrucción fue (casi) universal. No ncesitamos ser monjes ni damas de la nobleza y si pertenecemos a una cofradía no es la del poder ni la del dogma, simplemente hemos sido elegidos por los libros a temprana edad. Bendito sea un privilegio desinteresado, no esgrimido para someter a los diferentes,
María Elena Walsh (Fantasmas en el parque)
Puedo chillar de risa a las dos y cuarto y de tristeza a las dos y dieciocho. Y al revés, por qué no. Supongo que si metes toda la información en una misma bóveda, los llantos y las risas van aprendiendo a hacerse compa
Xavier Velasco (La edad de la punzada)
... y Norma cerraba los ojos de pura vergüenza, para no ver la mancha oscura que de pronto aparecía sobre su bata y empapaba la sábana de la cama; para no ver las narices fruncidas por el asco de las mujeres de las camas aledañas, ni las miradas acusadoras de las enfermeras, cuando al fin se dignaban a cambiarla, sin desamarrarla ni un solo instante de la cama porque esas habían sido las instrucciones de la trabajadora social: tenerla prisionera hasta que la policía llegara, o hasta que Norma confesara y dijera lo que había hecho, porque ni siquiera bajo la anestesia que le inyectaron antes de que el doctor le metiera fierros logró la trabajadora social sacarle algo a Norma, ni siquiera cómo se llamaba, ni que edad verdaderamente tenía, ni qué era lo que se había tomado, ni quién era la persona que se lo había dado, o dónde era que lo había botado, mucho menos por qué lo había hecho, y dónde vivía, para que la policía fuera a arrestarlo, porque el muy desgraciado se había largado después de dejarla abandonada en el hospital. ¿No le daba coraje? ¿No quería que él también pagara?
Fernanda Melchor (Temporada de huracanes)
Puso su mano debajo de mi barbilla y me levantó la cara para que le mirara, estaba sonriendo con su bonita sonrisa. —Puedo esperar tanto tiempo como desees. Realmente estoy loco por ti, no se trata de sexo —dijo con ternura, haciendo que mi corazón comenzase a correr. ¿Hablaba en serio o se trataba de un truco así me rendía antes? —¿Y si te digo que no creo en lel sexo antes del matrimonio? —le pregunté, poniéndolo a prueba. Sus ojos brillaron con diversión, pero mantuvo su rostro serio. —Entonces te diría que nos casáramos tan pronto como fueras mayor de edad. Dieciocho años es la edad legal, ¿verdad? —respondió, guiñándome un ojo.
Kirsty Moseley
Si os he referido estos detalles acerca del asteroide B 612 y si os he confiado su número es por las personas grandes. Las personas grandes aman las cifras. Cuando les habláis de un nuevo amigo, no os interrogan jamás sobre lo esencial. Jamás os dicen: '¿Cómo es el timbre de su voz? ¿Cuáles son los juegos que prefiere? ¿Colecciona mariposas?' En cambio, os preguntan: '¿Qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos tiene? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su padre?' Sólo entonces creen conocerle. Si decís a las personas grandes: 'He visto una hermosa casa de ladrillos rojos con geranios en las ventanas y palomas en el techo...', no acertarán a imaginarse la casa. Es necesario decirles: 'He visto una casa de cien mil fracos'. Entonces exclaman: '¡Qué hermosa es!' Si les decís: 'La prueba de que el principito existió es que era encantador, que reía, y que quería un cordero. Querer un cordero es prueba de que se existe', se encogerán de hombros y os tratarán como se trata a un niño. Pero si les decís: 'El planeta de donde venía es el asteroide B 612', entonces quedarán convencidos y os dejarán tranquilo sin preguntaros más. Son así. Y no hay que reprocharles. Los niños deben ser muy indulgentes con las personas grandes. Pero, claro está, nosotros que comprendemos la vida, nos burlamos de los números.
Antoine de Saint-Exupéry (The Little Prince)
El doctor Armonson le cosió los cortes de las muñecas y a los cinco minutos de la transfusión la declaró fuera de peligro. Tras acariciarle la barbilla, le dijo: -¿Qué haces aquí, guapa? Si todavía no tienes edad para saber lo mala que es la vida... Fue entonces cuando Cecilia dijo en voz alta lo que habría podido considerarse su nota póstuma, aunque en este caso totalmente inútil puesto que seguía con vida. -Está muy claro, doctor, que usted nunca ha sido una niña de trece años -dijo.
Jeffrey Eugenides
Desde temprana edad eran conscientes del escaso valor que el mundo daba a los libros, de manera que no perdían el tiempo con ellos. Mientras que yo, incluso ahora, persisto en creer que esos signos negros trazados en papel blanco son de la mayor importancia, y que si continúo escribiendo lograré atrapar el arco iris de la conciencia y guardarlo en un tarro.
Jeffrey Eugenides (Middlesex)
Fui educada este año. Por todos. Por mi hermano pequeño... por The Avett Brothers... por mi madre, mi mejor amiga, mi maestro, mi padre, y por un chico. un chico del que estoy seriamente, profundamente, locamente, increíblemente e indudablemente enamorada... Fui muy educada este año. Por un niño de nueve años de edad. Él me enseñó que está bien vivir la vida un poco hacia atrás. Y cómo reír Ante lo que podría pensar Que no se puede reír. Fui educada este año ¡Por una banda! Me enseñaron cómo encontrar esa sensación de sentir otra vez. Me enseñaron cómo decidir qué ser Y serlo. Fui educada este año. Por una paciente de cáncer. Ella me enseñó mucho. Todavía me sigue enseñando mucho. Me enseñó a cuestionar. Para nunca lamentar. Me enseñó a empujar mis límites, porque para eso es por lo que están allí. Ella me dijo que tengo que encontrar un equilibrio entre la cabeza y el corazón. Y entonces, me enseñó cómo hacerlo... Fui educada este año Por una Niña de Acogida Ella me enseñó a respetar a la mano con la fui tratada. Y a ser agradecida de que incluso fui tratada con una mano. Me enseñó que la familia No tiene porque ser la sangre. A veces, tu familia son tus amigos. Fui educada este año Por mi maestro Él me enseñó que los puntos no son el punto, el punto es poesía... Fui educada este año Por mi padre. Él me enseñó que el héroe no siempre es invencible Y que la magia está dentro de mí.. Fui educada este año por un Chico. un chico del que estoy seriamente, profundamente, locamente, increíblemente e indudablemente enamorada.... Y me enseñó lo más importante de todas las cosas... A poner énfasis Sobre la vida
Colleen Hoover (Slammed (Slammed, #1))
La búsqueda de una vida más fácil trajo muchas privaciones, y no por última vez. En la actualidad nos ocurre a nosotros. ¿Cuántos jóvenes graduados universitarios han accedido a puestos de trabajo exigentes en empresas potentes, y se han comprometido solemnemente a trabajar duro para ganar dinero que les permita retirarse y dedicarse a sus intereses reales cuando lleguen a los treinta y cinco años? Pero cuando llegan a esa edad, tienen hipotecas elevadas, hijos que van a la escuela, casa en las urbanizaciones, dos coches como mínimo por familia y la sensación de que la vida no vale la pena vivirla sin vino realmente bueno y unas vacaciones caras en el extranjero. ¿Qué se supone que tienen que hacer, volver a excavar raíces? No, redoblan sus esfuerzos y siguen trabajando como esclavos.
Yuval Noah Harari (Sapiens. De animales a dioses: Una breve historia de la humanidad)
La primera cosa que recuerdo es estar debajo de algo. Era una mesa, veía la pata de una mesa, veía las piernas de la gente, y una parte del mantel colgando. Estaba oscuro allí debajo, me gustaba estar ahí. Debió de haber sido en Alemania, yo debía de tener entre uno y dos años de edad. Era en 1922. Me sentía bien bajo la mesa. Nadie parecía darse cuenta de que yo estaba allí. La luz del sol se reflejaba en la alfombra y en las piernas de la gente. Me gustaba la luz del sol. Las piernas de la gente no eran interesantes, no eran como el trozo de mantel que colgaba, ni como la pata de la mesa, ni como la luz del sol.
Charles Bukowski (Ham on Rye)
Y siempre es el amor. Siempre... El amor por un amigo, por una mujer, un hombre, por unos ideales, un pensamiento o una ideología. El amor por tu trabajo o por tus deseos más ocultos. Son esas pasiones que sentimos las que nos generan ese apego por la vida... Sin ellas, no somos nada... Por ellas luchamos y sufrimos
Malenka Ramos (Quimera: Las edades bárbaras (Venganza, #0))
— Durante toda la noche estuvo así y, por fin, nos fuimos a casa. Yo llegué a pensar que no iba a hacerlo. Que la noche iba a terminar y que él no iba a pronunciar aquellas malditas palabras. Y ahí me tienes a mí, preguntándome si tendría que ser yo quien lo preguntara de nuevo para terminar de una vez por todas con aquello. Y si me vuelve a decir que no... —No dije que no la primera vez —intervino Mark. —... le doy una paliza. Le dejo inconsciente, lo meto en un avión y nos vamos para Las Vegas, porque ya no soy ningún jovencito. —Y está claro que con la edad tampoco has madurado —refunfuñó Mark. Steven le lanzó una mirada amenazante. —Así que salimos de la limusina y estoy tratando de acordarme de aquella proposición tan fantástica que le hice aquella vez y va él y me agarra del codo y desembucha: «Steve, maldita sea. Tienes que casarte conmigo».
Sylvia Day (Entwined with You (Crossfire, #3))
Algunos rasgos de su rostro, sus hermosas mejillas redondeadas y los ojos verdes, chispeantes de alegría, reflejaban aspectos de su carácter infantil. Las vistosas horquillas de nácar, que se ponía sin orden ni concierto para domar su leonina cabellera, le daban una insolencia juguetona de estudiante tardía. Pero sus carnosos labios carmesíes, en los que los finos cigarrillos blancos se mantenían suspendidos de manera milagrosa, y sus largas pestañas, que evaluaban la vida, convencían a cualquiera que la observara de que había madurado. Sus atuendos, un poco extravagantes y elegantes en extremo, al menos en su forma de combinarlos, demostraban al ojo atento que había vivido, que tenía su edad.
Olivier Bourdeaut (Esperando a mister Bojangles (Spanish Edition))
Existe este hecho curioso: cuanto más intensa ha sido la religión de cualquier periodo, y más profunda la creencia dogmática, han sido mayor la crueldad y peores las circunstancias. En las llamadas edades de la fe, cuando los hombres realmente creían en la religión cristiana en toda su integridad hubo la Inquisición con sus torturas; hubo muchas desdichadas mujeres quemadas por brujas; y toda clase de crueldades practicadas en toda clase de gente en nombre de la religión.
Bertrand Russell (Why I Am Not a Christian and Other Essays on Religion and Related Subjects)
Los peces y los árboles se parecen. Se parecen en los anillos. Si hiciéramos un corte horizontal a un àrbol veríamos sus anillos en el tronco. Un anillo por cada año transcurrido, es así como se sabe la edad del árbol. Los peces tambien tienen anillos en las escamas. Y al igual que sucede con los árboles, gracias a ellos sabemos cuántos años tiene el animal. Los peces nunca dejan de crecer. Nosotros sí, nosotros menguamos a partir de la madurez (...) El anillo de los peces lo crea el invierno (...) El anillo de los peces es microscópico, no se ve a primera vista pero ahí está. Como si fuera una herida. Una herida que no ha cerrado bien. Y como los anillos de los peces, los momentos más difíciles van marcando nuestras vidas hasta convertirse en la medida de nuestro tiempo. Los días felices, al contrario, pasan deprisa, demasiado deprisa, y en seguida se desvanecen. Lo que para los peces es el invierno, para las personas es la pérdida. Las pérdidas delimitan nuestro tiempo; el final de una relación, la muerte de un ser querido. Cada pérdida es un anillo oscuro en nuestro interior.
Kirmen Uribe (Bilbao-New York-Bilbao)
Las mujeres tienen suerte, aunque el noventa y nueve por ciento no lo sabe. ¿A qué edad se lanzó Santa Teresa a reformar monasterios? A los cincuenta. Y podría citar muchos casos más. De los veinte a los cuarenta las mujeres se hallan absortas biológicamente... y con toda razón. Se preocupan de los niños, los maridos, los amantes... Las relaciones personales. O subliman todas estas cosas y se lanzan a una carrera, de forma típicamente femenina y emocional. Pero la segunda flora­ción natural es de la mente y el espíritu y su edad cuando una alcanza la madurez. Según van envejeciendo, las mujeres se interesan más en cosas impersonales. Los in­tereses masculinos se reducen, los de las mujeres se am­plían. A los sesenta un hombre se repite, por lo general, como un gramófono. A la misma edad, una mujer, si tiene cierto individualismo, es un ser interesante.
Agatha Christie (A Daughter's a Daughter)
–Quiero que me prometas algo –su voz se había vuelto repentinamente grave. Asentí con la cabeza–. –Quiero que me prometas que, pase lo que pase, recordarás siempre dos cosas. Dime que lo harás. Asentí nuevamente. –La primera es que el sexo y el amor no tienen nada que ver… –Eso ya me lo dijiste anoche–. –Bien. La segunda es que lo de anoche fue un acto de amor –me miró a los ojos con una intensidad especial–. ¿De acuerdo? Me paré a meditar unos segundos, pero fue inútil. No sabía qué quería decir con todo eso. –No te entiendo. –No importa, prométemelo. –Te lo prometo.
Almudena Grandes (Las edades de Lulú)
Yo había estado en otros pueblos de los que me había ido sin parecer un lloricas. Así había sido varias veces: mi madre tenía una nueva plaza, hacíamos el equipaje y nos íbamos, sin más. Viajaba contento y a salvo porque «mi patria», como decía mi padre, cabía «en un utilitario pequeño». No solo es que con cada nuevo destino nos acercáramos más al puñetero Madrid, o sea, a mi padre. Sino que, de algún modo, también sentía que todas las cosas imprescindibles para mi vida estaban en ese coche: mi madre, mis hermanas, mis cosas, mis tebeos. Pero llega una edad en la que te das cuenta de que hay un tam-tam apache que te llama, una edad en la que amplías esa patria que decía papá. O, directamente, la cambias. Y entonces sales y compruebas que las cosas imprescindibles no tienen necesariamente tu sangre, ni tu apellido, ni tu mismo techo, ni el mismo destino que tu madre. Lo de fuera empieza a ganarle terreno a lo de dentro. Tu casa es un espacio borroso como un día de niebla que va desde los caminos hasta las riberas. Tu familia son también los amigos, un tendero cojo, los gatos del vecino. Y las lecciones no son cosa de una maestra, sino de una sorda o de una niña que te cobra un duro por enseñarte el culo.
Pedro Simón (Los ingratos)
En todos los tiempos el rostro del Poder fue visible. ¿Qué son la arquitectura, la pintura, la música de esas edades, sino monumentos, alabanzas creadas en honor de los rostros del Poder: monarcas, príncipes, reinas palpables? El Poder siempre tuvo una cara a la que era posible amar u odia, alabar o insultar, suplicar o guillotinar. Con la locura del capitalismo nació la sociedad sin rostro. Para Lenin, la última etapa del capitalismo es el imperialismo, pero no, la última etapa del capitalismo es la esquizofrenia, la separación de la realidad. Hacia finales del siglo XIX-pensé- ocurrió un hecho sin precedentes: el rostro del capitalismo desapareció enmascarado detrás de las sociedades anónimas. La perversidad de nuestro tiempo fue la aparición de las sociedades anónimas. Gracias a las tinieblas de las sociedades anónimas por primera vez en la historia los hombres ejercen impunemente el Poder. Los Presidentes de las Repúbilcas no son sino fantoches, antifaces: detrás de ellos está el rostro sin rostro de las transnacionales. Hoy el Poder lo ejercen hombres cuyos rostros no conoceremos jamás: los invisibles propietarios, los misteriosos hombres sin cara de las multinacionales. - Págs. 162-163 de "La danza inmóvil" de Manuel Scorza. 1983
Manuel Scorza (La danza immobile)
-Imagínese lo que es un hombre de su edad arriesgando la poca vida que le queda por algo tan absurdo como una patria. -Nately volvió a alzarse en son de guerra. -¡No tiene nada de absurdo arriesgar la vida por la patria!- declaró. -¿Ah, no? -preguntó el viejo-. ¿Qué es un país, al fin y al cabo? Un trozo de tierra rodeado por todas partes de fronteras, por lo general antinaturales. Los ingleses mueren por Inglaterra, los americanos por América, los alemanes por Alemania, los rusos por Rusia. Hay unos cincuenta o sesenta países luchando en esta guerra. No es posible que merezca la pena morir por todos ellos. -Cualquier cosa por la que valga la pena vivir también vale la pena morir por ella -dijo Nately. -Y cualquier cosa por la que valga la pena morir -replicó el viejo blasfemo- vale la pena vivir por ella. Es usted tan puro y tan inocente que casi me da lástima. ¿Cuántos años tiene? ¿Veinticinco? ¿Veintiséis? -Diecinueve -respondió Nately-. Cumpliré veinte en enero. -Si sigue usted vivo.
Joseph Heller (Catch-22)
La fórmula de "esto no lo entiende el pueblo" siempre me ha indignado profundamente. ¿Qué se quiere conseguir con ello? ¿Quién se toma el derecho de hablar en nombre del pueblo, de verse a sí mismo como la encarnación de la mayoría del pueblo? ¿Y quién sabe qué es lo que comprende el pueblo y qué deja de comprender, qué necesita y qué rechaza? ¿O es que alguien en alguna ocasión ha hecho si quiera una sencillísima pero honrada encuesta entre ese pueblo, para ilustrarse acerca de sus verdaderos intereses, reflexiones, deseos, esperanzas y decepciones? Yo mismo soy una parte de mi pueblo. Yo he vivido con él en mi patria y yo he tendido (de acuerdo con mi edad) las mismas experiencias históricas de ellos, yo he observado las mismas experiencias vitales que él y sobre ellos he reflexionado. Y también ahora, viviendo en el mundo occidental, sigo siendo hijo de mi pueblo. Soy una pequeña gota, una partícula diminuta de él, y espero que pueda expresar sus ideas, ideas profundamente ancladas en sus tradiciones culturales e históricas
Andrei Tarkovsky (Sculpting in Time)
La edad adulta trae consigo la ilusión perniciosa del control, y acaso depende de ella. Quiero decir que es ese espejismo de dominio sobre nuestra propia vida lo que nos permite sentirnos adultos, pues asociamos la adultez con la autonomía, el soberano derecho a determinar lo que va a sucedernos enseguida. El desengaño viene más pronto o más tarde, pero viene siempre, no falta a la cita, nunca lo ha hecho. Cuando llega lo recibimos sin demasiada sorpresa, pues nadie que viva lo suficiente puede sorprenderse de que su biografía haya sido moldeada por eventos lejanos, por voluntades ajenas, con poca o ninguna participación de sus propias decisiones. Esos largos procesos que acabarán por toparse con nuestra vida -a veces para darle el empujón que necesitaba, a veces para hacer estallar en pedazos nuestros planes más espléndidos- suelen estar ocultos como corrientes subterráneas, como meticulosos desplazamientos de las capas tectónicas, y cuando por fin se da el terremoto invocamos las palabras que hemos aprendido a usar para tranquilizarnos, ACCIDENTE, CASUALIDAD, a veces DESTINO.
Juan Gabriel Vásquez (The Sound of Things Falling)
Para que algo quede escrito no hace falta solamente el deseo puesto en juego a través de la mano que escribe el texto, también hace falta un papel o equivalente (cualquier sustancia material) en el que el trazo pueda quedar registrado. Mientras escribimos, por lo general nos olvidamos del papel, atentos sólo a las palabras que queremos dejar allí; pero forzosamente pasamos a tenerlo en cuenta cuando alguna de las características materiales del papel dificulta que las letras queden escritas con claridad. Todo bebé nace inmerso en un baño de lenguaje. Esta cacofonía significante -insignificante para el bebé en sus primeros tiempos en cuanto a su sentido- le llega filtrada por el Otro real, encarnado en la persona que ejerce la función materna, quien va escribiendo las primeras letras en su cuerpo, desde cada acto cotidiano con el que posibilita el curso de su vida de bebé. Block maravilloso mediante, de una u otra manera, el archivo queda registrado en el sistema nervioso central. Sobre los bebés que nacen normales, los padres normales escriben sin siquiera darse cuenta. Una madre puede no recordar en qué momento su bebé dijo ajó por primera vez, o sostuvo la cabeza, o se sentó, o agarró un sonajero, o se paró solo agarrado a los barrotes de la cuna, puede ni siquiera saber si pasó o no pasó por la angustia d elos ocho meses, pero si su bebé pudo pasar por cada uno de semejantes avatares fue porque ella, sin saberlo, sabía qué tipo de sosten o de objeto, distintos cada día, requería la crianza de su hijo. (...) A veces nos encontramos con padres acerca de los cuales todo nos hace suponer que de haberles nacido un bebito orgánicamente normal, éste se habría convertido en un niño neurótico cualquiera, sin mayores complicaciones que su propia singularidad; pero les tocó un hijo que, al ser portador de una falla detectable, hirió su narcisismo de tal forma que no resultó posible que el pequeño bebé recibiera la serie de inscripciones que previsamente le estaba destinada. Otras veces, lo que toca es un hijo sin ninguna falla detectable en lo inmediato, pero cuya dotación biológica no ofrece las respuestas que normalmente realimentan el llamado del Otro, provocando una serie de desencuentros entre madre e hijo que sólo se advierte mucho más tarde, cuando las producciones del niño no alcanzan las esperables a su edad o lo hacen de manera muy extraña.
ELSA CORIAT (Unknown Book 9725607)