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El mundo es un seductor que trata de atraer nuestra atención y nuestra devoción. Se halla tan cercano, tan visible y tan tentador, que eclipsa nuestra visión del cielo. Lo que vemos reclama nuestra atención. Atrae nuestra mirada, a menos que la dirijamos hacia un lugar mejor cuyo arquitecto y constructor es Dios. Nos agrada (por lo menos, gran parte del tiempo) y, desafortunadamente, a menudo vivimos nuestra vida para agradarlo a él. Y allí es donde surge el conflicto, porque agradar al mundo rara vez coincide con agradar a Dios.
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John F. MacArthur Jr. (El Poder de la Integridad)