Del Boca Vista Quotes

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Y si, digo que me parecería de lo más bonito del mundo tomarnos de la mano y besarnos frente a los demás. Y comer fresas con crema de tu boca o de tus piernas en mi casa de campo mientras preparo chocolate caliente y tu enciendes la calefacción. Y estar cada noche en la azotea viendo constelaciones mientras te hago dibujos en la espalda de las mismas. Y decirte que me encantaría pasar horas dando vueltas en la cama mirandote y jugando contigo a que somos gatos que no quieren dormirse y quieren jugar hasta que se vaya la luna. Y quisiera despertar todos los días viendote despertar. Hacerte el desayuno, el amor. Compartirte mi vida. Decir que no hay peor ciego que el que no te quiera ver, y que la verdad el mundo sería bastante aburrido sin tu existencia. Y que me ha gustado un montón haberte encontrado. Y que sólo me sentiría perdido si te suelto de la cintura cuando bailemos. Que sólo en tus labios es que puedo calmar mi sed de verdad, y en tus ojos es que puedo disfrutar de un próspero amanecer. Que con nuestros cuerpos rozados uno al otro mi corazón da latidos de fuego artificial. Que la vida sin ti es un desperdicio, y que no me importa el tiempo que tenga que pasar esperandote por que te vistas a la hora de salir. Que no me importaría llegar tarde al trabajo si cada mañana despertamos, te hago el café comemos y hacemos el amor antes de despedirnos. Que sonreír es mucho más bonito cuando lo hago porque lo haces tú. Que me encantas con pijama, sin pijama, con lo que sea. Que eres tan bella que no dejas que nadie más para mí lo sea. Corretear por la cocina desnudos por estar jugando a las escondidas, aparecerme en la ducha cuando tu lo estás, abrazarte y besarte haciendote saber que eres la mejor persona del mundo y que ser feliz es sinónimo de estar contigo. Y besar tu cuello y acariciar tu vientre mientras digo que soy capaz de darle la vuelta al mundo para abrazarte por la espalda. Así te quedaría claro que eres amada por mí.
J. Porcupine (La vuelta al mundo para abrazarte por la espalda)
—Necesitas a alguien que cuide de ti —le dijo antes de llevarse el tenedor a la boca. Grace se encogió de hombros. —Yo me cuido sola. —No es lo mismo. Grace lo miró con el ceño fruncido. Algo en la voz del hombre le indicaba que no lo decía desde un punto de vista machista. Julian hablaba desde el corazón y basándose en su propia experiencia. —Supongo que todos necesitamos a alguien que nos cuide, ¿verdad? —susurró ella.
Sherrilyn Kenyon (Fantasy Lover (Hunter Legends, #1))
Qué más da, qué es un beso, y descubrí lo que era, no lo sabía, te juro que no lo sabía, y ya no pude evitarlo. —Le di la mano, entrelacé mis dedos con los suyos, bien apretados, y soltarme fue como si me doliera—. Cuántas cosas me he perdido que ahora me llegan todas juntas. Hago de novia ahora que ya estoy casada. Estoy sobre ascuas, el corazón me late en la garganta y en las sienes. Y me gusta todo. Me gusta que él me arrastre a sitios apartados, me gusta el miedo a que alguien nos vea, me gusta la idea de que nos vean. ¿Tú hacías esas cosas con Antonio? ¿Sufrías cuando tenías que dejarlo y no veías la hora de volver a verlo? ¿Es normal, Lenù? ¿A ti te pasaba lo mismo? No sé cómo empezó ni cuándo. Al principio él no me gustaba, me gustaba cómo hablaba, lo que decía, pero físicamente, no. Pensaba: Cuántas cosas sabe este, tengo que escuchar, tengo que aprender. Ahora, mientras habla, ni siquiera logro concentrarme. Le miro la boca y me da vergüenza mirársela, aparto la vista. En poco tiempo quiero con locura todo de él: las manos, las uñas finísimas, esa delgadez, las costillas marcadas, el cuello flaco, la barba que se afeita mal y está siempre áspera, la nariz, el vello del pecho, las piernas largas y esbeltas, las rodillas. Quiero acariciarlo. Y me vienen a la cabeza cosas que me dan asco, me dan verdadero asco, Lenù, pero me gustaría hacérselas para darle placer, para que estuviera contento.
Elena Ferrante (The Story of a New Name (Neapolitan Novels, #2))
Y los que estaban conmigo vieron a la verdad la luz, y se espantaron; pero no entendieron la voz del que hablaba conmigo. 10 Y dije: ¿Qué haré, Señor? Y el Señor me dijo: Levántate, y ve a Damasco, y allí se te dirá todo lo que está ordenado que hagas. 11 Y como yo no veía a causa de la gloria de la luz, llevado de la mano por los que estaban conmigo, llegué a Damasco. 12 Entonces uno llamado Ananías, varón piadoso según la ley, que tenía buen testimonio de todos los judíos que allí moraban, 13 vino a mí, y acercándose, me dijo: Hermano Saulo, recibe la vista. Y yo en aquella misma hora recobré la vista y lo miré. 14 Y él dijo: El Dios de nuestros padres te ha escogido para que conozcas su voluntad, y veas al Justo, y oigas la voz de su boca.
Casiodoro de Reina (Reina Valera 1960)
Con estas cartas he iniciado mi aproximación a Rilke. No cabe duda de que el checo respiraba y exhalaba poesía. Para ilustrarlo, unas breves citas que no necesitan mayor explicación, sólo hay que gozarlas. “Y aun permaneciendo en mi tristeza, soy feliz sintiendo que es usted, Bella; soy feliz por haberme entregado sin miedo a su belleza como un pájaro se entrega al espacio; feliz, Querida, por haber caminado como un verdadero creyente sobre las aguas de nuestra incertidumbre hasta la isla de su corazón donde florecen dolores. En fin: feliz.” "El trabajo del artista debe ser como la muerte; hay que entrar por entero en él, sin reserva alguna, solo, sin poseer nada salvo esta moneda que se ponía en la boca de los muertos para asegurarles el trayecto de ese río trágico que les separaba para siempre de sus amigos. ¿Sentirá usted, al menos, mi alma que volteará a menudo a su alrededor y al de nuestros queridos recuerdos?" "Estará usted aquí, se lo digo a mi habitación, sobre todo al gran sillón al que le gusta hacerse más vasto a su alrededor y que está infinitamente orgulloso de ser casi tocado por un Alma; pues sabe que sólo un poco de delicioso cuerpo lo separa de la suya. Hasta la vista, Querida, has muy pronto." "Mi estado, tal como lo vio, seguía empeorando; no he escrito ni una sola línea durante esos largos meses y ni siquiera la primavera ha sabido, esta vez, aliviarme; aumentaba, pero yo estaba separado de ella por todos mis sentidos que permanecían cerrados y opacos. Ése debe de ser (cuántas veces lo habré pensado) el estado de un tallo roto que una brizna de corteza sujeta todavía a su árbol, pero que, interiormente, no corresponde ya a la feliz savia con la que se embriagan todas las ramas a su alrededor.
Rainer Maria Rilke
Estas cosas son fáciles de decir, pues las palabras no sienten vergüenza y nunca se sorprenden (14) Imágenes del pasado remoto se agolpan en mi cabeza, y la mitad de las veces soy incapaz de distinguir si son recuerdos o invenciones. Tampoco es que haya mucha diferencia, si es que hay alguna (14) Hay quien afirma, que sin darnos cuenta, nos lo vamos inventando todo, adornándolo y embelleciéndolo, y me inclino a creerlo, pues Madame Memoria es una gran y sutil fingidora (14) Me la debo de estar inventando (14) En mi opinión, los nombres de las mujeres casadas nunca suenan bien. ¿Es porque todas se casan con los nombres equivocados, o, en cualquier caso, con los apellidos equivocados? (17) …y en mi oído resonaban los tins y los plofs de sus tripas en su incesante labor de transubstanciación (18) Ahora me pregunto si ella también estaba enamorada de mí, y esas muestras de gracioso desdén eran una manera de ocultarlo ¿O todo esto no es más que vanidad por mi parte? (25) …y al presenciar todas aquellas cosas sentí el dolor dulce y agudo de la nostalgia, sin objeto pero definida, como el dolor fantasma de un miembro amputado (27) …permanecimos echados boca arriba durante mucho tiempo, como si practicáramos para ser los cadáveres que seríamos algún día (34) …y yo me quedé en medio de la sala, sin ser gran cosa, a duras penas yo mismo. Había momentos como ése, en los que uno estaba en punto muerto, por así decir, sin preocuparse de nada, a menudo sin fijarse en nada, a menudo sin ser realmente en ningún sentido vital (42) El Tiempo y la Memoria son una quisquillosa empresa de decoradores de interiores, siempre cambiando los muebles y rediseñando y reasignando habitaciones (43) En lugar de los tonos de color rosa y melocotón que había esperado –Rubens es en gran parte responsable de ello-, su cuerpo, de manera desconcertante, mostraba una variedad de tonos apagados que iban del blanco magnesio al plata y al estaño, un matiz mate de amarillo, ocre pálido, e incluso una especie de verde en algunos lugares y, en los recovecos, una sombra de malva musgoso (45) ¿Era eso estar enamorado, me pregunté, ese repentino y plañidero viento que te atravesaba el corazón? (62) …no estaba acostumbrado todavía al abismo que se abre entre la comisión de un hecho y el recuerdo de lo cometido (65) …la noche del último día ella ya me había dejado para siempre (75) No todo significa algo (100) Cómo anhelábamos en aquellos años, pasar aunque sólo fuera un día normal, un día en el que pudiéramos levantarnos por la mañana y desayunar sin preocuparnos por nada, leernos fragmentos del periódico el uno al otro y planear hacer cosas, y luego dar un paseo, y contemplar las vistas con una mirada inocente, y luego compartir un vaso de vino y por la noche irnos juntos a la cama (102) Debe de ser difícil acostumbrarse a que no haya nada que hacer (107) A lo largo de los años, los vagabundos, los auténticos vagabundos, han disminuido constantemente en calidad y cantidad (107) Qué frágil resulta este absurdo oficio en el que me he pasado la vida fingiendo ser otras personas, y sobre todo fingiendo no ser yo mismo (119) …tan sólo vulgarmente humana (123) El quinto de los seis cigarrillos que según ella son su ración diaria (143) …participar en una película es algo extraño, y al mismo tiempo no lo es en absoluto; se trata de una intensificación, una diversificación de lo conocido, una concentración en el yo ramificado; y todo eso es interesante, y confuso, y emocionante y perturbador (143) El hecho es que me echó a perder a otras (157) Era, como ya he dicho, todo un género en sí misma (158) Los cisnes, con su belleza estrafalaria y sucia, siempre me dan la impresión de mantener una fachada de indiferencia tras la cual realmente viven una tortura de timidez y duda (173)
John Banville
Una ráfaga de aire helado pasó entre los presentes, haciendo una pequeña espiral y levantando hojas a su paso. Tan solo los sollozos desgarradores de Adèle rompían el silencio que reinaba en aquel claro del bosque. Recorrí con la mirada los rostros desconocidos de aquellas personas, sus caras reflejaban emociones que iban desde el dolor más profundo por la pérdida de un ser amado a la impotencia. Reconocí al moreno Ray que permanecía impertérrito con la mirada perdida cargada de dolor, de vez en cuando desviaba la vista hacia la pelirroja que lloraba desconsolada en brazos de su padre. A su lado, dos figuras imponentes captaron mi atención; me sorprendió lo diferentes y parecidos a la vez que me resultaron. La figura oscura y salvaje de Erwan se hallaba al lado de un hombre de su edad aproximada e idéntica complexión. Su cabello rubio llegaba casi a la altura de los hombros y una mueca de dolor atravesaba su bien parecido rostro. Gruesas lágrimas se derramaban por sus ojos anegados de la más profunda tristeza. A su lado, Erwan miraba un punto que quedaba frente a él con la mandíbula apretada. Había mucho dolor en su rostro, sus ojos azules estaban oscuros como el mar en plena tormenta y reflejaban una furia salvaje que apenas podía mantener controlada. En el centro del claro, sobre un lecho de ramas se hallaba un cuerpo sin vida. Me acerqué para observarlo de cerca, nadie reparó en mi presencia, era como si fuese un fantasma, como si realmente no estuviese allí. Pude adivinar mientras me acercaba que se trataba de una mujer. Su cuerpo menudo estaba bellamente vestido de blanco haciéndola parecer un hada con su magnífica melena azabache desparramada a su alrededor. Una gota de lluvia cayó en su pecosa nariz. Levanté la vista al cielo: las negras nubes habían acabado por cubrirlo todo. Una mujer alta, bastante mayor, y de porte solemne, hizo una señal de asentimiento con la cabeza a un hombre que sostenía una antorcha. El hombre la acercó al lecho de la joven y éste empezó a arder. Adèle finalmente se derrumbó sin poder aguantar más aquella tortura. El hombre rubio avanzó con decisión hacia la joven sin vida que ahora yacía entre las llamas. Fue interceptado antes de llegar al fuego por Erwan que lo agarró con fuerza desde detrás envolviéndolo con sus fuertes brazos. El hombre lanzó un gritó desgarrador al aire; estaba roto por el dolor. Sentí una gruesa lágrima resbalando por mi mejilla ante aquella desoladora escena, compartía su dolor, yo también acababa de perder una parte de mí misma. Antes de que las llamas envolvieran totalmente el cuerpo de la joven, dirigí la mirada hacia su rostro. Un escalofrío me recorrió desde la columna vertebral. Di un paso atrás totalmente conmocionada. ¿Quién era aquella gente?, ¿por qué mi cuerpo yacía sin vida en medio de las llamas? Desperté de golpe con un fuerte dolor en el pecho. Me incorporé en la cama intentado recuperar la respiración, mi corazón latía descontrolado a punto de salirse por la boca. Era yo. La mujer de la pira era yo.
Elisabet Castany (El eterno legado (La hija de la sacerdotisa, #1))
Una ráfaga de aire helado pasó entre los presentes, haciendo una pequeña espiral y levantando hojas a su paso. Tan solo los sollozos desgarradores de Adèle rompían el silencio que reinaba en aquel claro del bosque. Recorrí con la mirada los rostros desconocidos de aquellas personas, sus caras reflejaban emociones que iban desde el dolor más profundo por la pérdida de un ser amado a la impotencia. Reconocí al moreno Ray que permanecía impertérrito con la mirada perdida cargada de dolor, de vez en cuando desviaba la vista hacia la pelirroja que lloraba desconsolada en brazos de su padre. A su lado, dos figuras imponentes captaron mi atención; me sorprendió lo diferentes y parecidos a la vez que me resultaron. La figura oscura y salvaje de Erwan se hallaba al lado de un hombre de su edad aproximada e idéntica complexión. Su cabello rubio llegaba casi a la altura de los hombros y una mueca de dolor atravesaba su bien parecido rostro. Gruesas lágrimas se derramaban por sus ojos anegados de la más profunda tristeza. A su lado, Erwan miraba un punto que quedaba frente a él con la mandíbula apretada. Había mucho dolor en su rostro, sus ojos azules estaban oscuros como el mar en plena tormenta y reflejaban una furia salvaje que apenas podía mantener controlada. En el centro del claro, sobre un lecho de ramas se hallaba un cuerpo sin vida. Me acerqué para observarlo de cerca, nadie reparó en mi presencia, era como si fuese un fantasma, como si realmente no estuviese allí. Pude adivinar mientras me acercaba que se trataba de una mujer. Su cuerpo menudo estaba bellamente vestido de blanco haciéndola parecer un hada con su magnífica melena azabache desparramada a su alrededor. Una gota de lluvia cayó en su pecosa nariz. Levanté la vista al cielo: las negras nubes habían acabado por cubrirlo todo. Una mujer alta, bastante mayor, y de porte solemne, hizo una señal de asentimiento con la cabeza a un hombre que sostenía una antorcha. El hombre la acercó al lecho de la joven y éste empezó a arder. Adèle finalmente se derrumbó sin poder aguantar más aquella tortura. El hombre rubio avanzó con decisión hacia la joven sin vida que ahora yacía entre las llamas. Fue interceptado antes de llegar al fuego por Erwan que lo agarró con fuerza desde detrás envolviéndolo con sus fuertes brazos. El hombre lanzó un gritó desgarrador al aire; estaba roto por el dolor. Sentí una gruesa lágrima resbalando por mi mejilla ante aquella desoladora escena, compartía su dolor, yo también acababa de perder una parte de mí misma. Antes de que las llamas envolvieran totalmente el cuerpo de la joven, dirigí la mirada hacia su rostro. Un escalofrío me recorrió desde la columna vertebral. Di un paso atrás totalmente conmocionada. ¿Quién era aquella gente?, ¿por qué mi cuerpo yacía sin vida en medio de las llamas? Desperté de golpe con un fuerte dolor en el pecho. Me incorporé en la cama intentado recuperar la respiración, mi corazón latía descontrolado a punto de salirse por la boca. Era yo. La mujer de la pira era yo.
Elisabet Castany
Aborrezco profundamente los grandes ámbitos. Sentarme en esas confiterías inmensas que todavía persisten en Buenos Aires me produce una sensación de vértigo sumamente desagradable; un asco certero en la boca del estómago. En lugares como ésos uno se encuentra permanentemente expuesto, fatalmente a la vista de todos. Y eso es algo que sencillamente no tolero. Ocho años de análisis no han logrado quitarme esa inquietud y ese desasosiego.
Eduardo Sacheri (Te conozco, Mendizábal y otros cuentos)
Regar por primera vez una planta que acabamos de mudar a su nuevo domicilio es siempre emocionantes. Es una operación a medio camino entre la bienvenida y la emoción. Estoy segura de que, sin este primer riego, todo permanecería inmóvil, como en las fábulas en las que un sortilegio impide el libre fluir de las energías. Dejar caer una lluvia fina por la boca perforada de la regadera es como poner en marcha una nueva vida: es invitar a las hojas a que se dispongan en el ángulo correcto respecto del sol, porque de ahora en adelante vivirán ahí, sin que vuelvan a desplazarlas de aquí para allá como les ocurría en su anterior existencia nómada de plantas en maceta. Las raíces pueden ya desentumecerse, dejar de girar en redondo como hacían antes, oprimidas por las paredes de tiesto. Son por fin libres de estirarse a donde quieran de crecer alegremente con vistas a una meta.
Pia Pera (La virtù dell'orto: Coltivando la terra si coltiva anche la felicità)
Regar por primera vez una planta que acabamos de mudar a un nuevo domicilio es siempre emocionante. Es una operación a medio camino entre la bienvenida y la bendición. Estoy segura de que, sin este primer riego, todo permanecería inmóvil, como en esas fábulas en las que un sortilegio impide el libre fluir de las energías. Dejar caer una lluvia fina por la boca perforada de la regadera es como poner en marcha una nueva vida: es invitar a las hojas a que se dispongan en el ángulo correcto respecto del sol, porque de ahora en adelante vivirán ahí, sin que vuelvan a desplazarlas de aquí para allá como les ocurría en su anterior existencia nómada de plantas en maceta. Las raíces pueden ya desentumecerse, dejar de girar en redondo como hacían antes, oprimidas por las paredes del tiesto. Son por fin libres de estirarse hacia donde quieran, de crecer alegremente con vistas a una maceta.
Pia Pera (La virtù dell'orto: Coltivando la terra si coltiva anche la felicità)
Regar por primera vez una planta que acabamos de mudar a un nuevo domicilio es siempre emocionante. Es una operación a medio camino entre la bienvenida y la bendición. Estoy segura de que, sin este primer riego, todo permanecería inmóvil, como en esas fábulas en las que un sortilegio impide el libre fluir de las energías. Dejar caer una lluvia fina por la boca perforada de la regadera es como poner en marcha una nueva vida: es invitar a las hojas a que se dispongan en el ángulo correcto respecto del sol, porque de ahora en adelante vivirán ahí, sin que vuelvan a desplazarlas de aquí para allá como les ocurría en su anterior existencia nómada de plantas en maceta. Las raíces pueden ya desentumecerse, dejar de girar en redondo como hacían antes, oprimidas por las paredes del tiesto. Son por fin libres de estirarse hacia donde quieran, de crecer alegremente con vistas a una meta.
Pia Pera (La virtù dell'orto: Coltivando la terra si coltiva anche la felicità)
El terrible rebote de la visión, que aumentaba y aumentaba, tomando ímpetu de un pecho hinchado a una boca torcida, de muro a muro, de muro a muro, otra vez, otra vez, como una pelota arrojada en un juego, recogida por unos dientes increíbles, escupida en una corriente que cruzaba el corredor y alcanzada luego por unas garras, alojada entre unos pechos flacos y todo el coro de pie cantando invisiblemente y animando el juego, el juego disparatado de la vista que retrocedía, rebotaba, con repetido movimiento de lanzadera a lo largo de la procesión inconcebible, a través de una sucesión de horrores erectos que terminaba al fin y de una vez por todas cuando la visión chocaba en el extremo del corredor y todos daban un último grito.
Ray Bradbury (The Next in Line)
«Con ésa no se puede hablar, enseguida le salta a uno a la cara», sueles decir tú; pero en realidad no es ella la que salta; tú confundes la cosa con la persona; es la cosa la que te salta a la vista, y tú te formas un juicio al momento sin escuchar a la persona; lo que se pueda aducir después, a ti sólo te puede irritar más, nunca convencerte. Lo único que sale entonces de tu boca (...) con ese tono, ronco y terrible, de la cólera y del más absoluto rechazo, un tono que si hoy me produce menos temblor que en la infancia es sólo porque el exclusivo sentimiento de culpabilidad del niño ha sido parcialmente sustituido por la clara visión de nuestro mutuo desvalimiento.
Franz Kafka (Letter to His Father)
estos dos términos de “mito” y “fábula”, que se han llegado a tomar por equivalentes, están derivados de raíces que en realidad tienen un significado opuesto, pues, mientras que la raíz de “fábula” designa una palabra, la de “mito”, por extraño que pueda parecer a primera vista cuando se trata de un relato, designa por el contrario al silencio. En efecto, la palabra griega muthos, “mito”, proviene de la raíz mu, y ésta (que se encuentra en el latín mutus, mudo) representa la boca cerrada, y, por consiguiente, al silencio (2); éste es el sentido del verbo muein, cerrar la boca, callarse (y, por extensión, llega a significar también cerrar los ojos, en sentido propio y figurado); el examen de algunos de los derivados de este verbo es particularmente instructivo. Así, de muô (infinitivo de muein) se derivan inmediatamente otros dos verbos que difieren muy poco en su forma, muaô y mueô; el primero tiene las mismas acepciones que muô, y es preciso añadir otro derivado, mullô, que significa, también, cerrar los labios y murmurar sin abrir la boca (3). En cuanto a mueô, y esto es lo más importante, significa iniciar (en los “misterios”, cuyo nombre también es extraído de la misma raíz, como se verá luego, y precisamente por mediación de mueô y mustês), y, por consiguiente, a la vez instruir (aunque principalmente instruir sin palabras, tal como ocurría efectivamente en los misterios) y consagrar; deberíamos incluso decir en primer lugar consagrar, si se entiende por “consagración”, como normalmente debe hacerse, la transmisión de una influencia espiritual, o el rito por el cual ésta es regularmente transmitida; y de esta última acepción proviene más tarde, para la misma palabra, en el lenguaje eclesiástico cristiano, la de conferir la ordenación, que en efecto es también una “consagración” en este sentido, aunque en un orden diferente al orden iniciático.
Anonymous
Y decía de ellos: son campesinos y no de la clase media: por eso no carecen de inteligencia. ========== Los miserables (Colección Sepan Cuantos: 077) (Spanish Edition) (Hugo, Victor) - Tu subrayado en la posición 13193-13193 | Añadido el jueves, 5 de febrero de 2015 09:52:26 El escepticismo, esa caries de la inteligencia, no le había dejado ni una idea entera en la cabeza. ========== Los miserables (Colección Sepan Cuantos: 077) (Spanish Edition) (Hugo, Victor) - Tu subrayado en la posición 13201-13202 | Añadido el jueves, 5 de febrero de 2015 09:54:04 siempre nos atrae los que nos falta; nadie ama la luz como el ciego; ========== Los miserables (Colección Sepan Cuantos: 077) (Spanish Edition) (Hugo, Victor) - Tu subrayado en la posición 13365-13366 | Añadido el jueves, 5 de febrero de 2015 11:56:15 Londres, metrópoli del lujo, es capital de la miseria. Sólo en la parroquia de Charing-Cross mueren cien personas al año de hambre. Tal es la Albión. ========== Los miserables (Colección Sepan Cuantos: 077) (Spanish Edition) (Hugo, Victor) - Tu subrayado en la posición 13651-13651 | Añadido el jueves, 5 de febrero de 2015 16:51:26 Era tímido hasta la aspereza. ========== Los miserables (Colección Sepan Cuantos: 077) (Spanish Edition) (Hugo, Victor) - Tu subrayado en la posición 13653-13653 | Añadido el jueves, 5 de febrero de 2015 16:51:48 El alma es el único pájaro que sostiene su jaula. ========== Los miserables (Colección Sepan Cuantos: 077) (Spanish Edition) (Hugo, Victor) - Tu subrayado en la posición 13850-13852 | Añadido el jueves, 5 de febrero de 2015 17:17:36 Creía, y tal vez con razón, haber llegado a la verdad de la vida y de la fisonomía humana, y había concluido por no mirar casi más que al cielo, única cosa que la verdad puede ver desde el fondo de un pozo. ========== Los miserables (Colección Sepan Cuantos: 077) (Spanish Edition) (Hugo, Victor) - Tu subrayado en la posición 13852-13854 | Añadido el jueves, 5 de febrero de 2015 17:18:22 Esto no le impedía multiplicar los planes, las combinaciones, los castillos en el aire, los proyectos para el porvenir. En aquel estado fantástico, si la vista de un hombre hubiera podido penetrar hasta el interior de Mario, se habría deslumbrado ante la pureza de aquella alma. ========== Los miserables (Colección Sepan Cuantos: 077) (Spanish Edition) (Hugo, Victor) - Tu subrayado en la posición 14020-14022 | Añadido el jueves, 5 de febrero de 2015 17:39:30 La persona que ahora veía era una hermosa y alta criatura con las formas más encantadoras de la mujer, en ese momento preciso en que se combinan todavía con las gracias más cándidas de la niña; momento fugaz y puro, que sólo pueden traducir estas dos palabras: quince años. ========== Los miserables (Colección Sepan Cuantos: 077) (Spanish Edition) (Hugo, Victor) - Tu subrayado en la posición 14022-14027 | Añadido el jueves, 5 de febrero de 2015 17:40:28 Tenía admirables cabellos castaños, matizados con reflejo de oro; una frente que parecía hecha de mármol; mejillas que parecían formada de hojas de rosa; un sonrosado pálido; una blancura que revelaba cierta emoción interior; una boca de forma exquisita, de la cual se desprendía la sonrisa como una luz y la palabra como una música, una cabeza que Rafael hubiera dado a María, colocada sobre un cuello que Juan Gujon hubiera dado a Venus. Y para que nada faltase a aquella figura encantadora, la nariz no era bella, era linda; ni recta, ni aguileña, ni italiana, ni griega; era la nariz parisiense, es decir, algo espiritual, fina, irregular y puro que desespera a los pintores y encanta a los poetas. ========== Los miserables (Colección Sepan Cuantos: 077) (Spanish Edition) (Hugo, Victor) - Tu subrayado en la posición 14062-14063 | Añadido el jueves, 5 de febrero de 2015 17:44:44 Es un lazo que la inocencia tiende a su pesar, y en el cual aprisiona los corazones sin saberlo y sin quererlo; es una virgen que mira como una muje
Anonymous
— ¡Capitán…! ¡Capitán…! ¿Qué broma es ésta? ¿Dónde se han metido? Una sombra oscura nació de entre las sombras de la cocina. Era un targuí alto, muy delgado, con un oscuro "lithan" cubriéndole el rostro, un fusil en una mano y una larga espada en la otra. Se detuvo bajo el porche. — Están muertos -dijo. Le observó incrédulo. — ¿Muertos…? -repitió estúpidamente-. ¿Todos…? — Todos. — ¿Quién los mató? — Yo. Se aproximó sin dar crédito a lo que estaba oyendo. — ¿Tú…? -inquirió agitando la cabeza como para desechar la idea-. ¿Pretendes decirme que tú, sin ayuda de nadie, has matado a doce soldados, un sargento y un oficial…? Asintió con naturalidad: — Dormían. Abdul-el-Kebir, que había visto morir a miles de personas, que había ordenado ejecutar a muchas, y que aborrecía a todos y cada uno de sus carceleros, experimentó sin embargo una insoportable sensación de angustia y vacío en la boca del estómago, y se apoyó levemente en el poste de madera que soportaba el porche para no perder el equilibrio. — ¿Los has asesinado mientras dormían? -inquirió-. ¿Por qué? — Porque ellos asesinaron a mi 1huésped. -Hizo una pausa-. Y porque eran demasiados. Si uno daba la voz de alarma, hubieras muerto de viejo entre estas cuatro paredes… Abdul-el-Kebir le observó en silencio y agitó la cabeza afirmativamente, como si comprendiese algo que se le antojó oscuro en un principio. — Ahora te recuerdo… -admitió-. Eres el targuí que nos dio hospitalidad… Te vi cuando me llevaban. — Sí -asintió. Soy Gacel Sayah, eras mi huésped, y tengo la obligación de llevarte al otro lado de la frontera. — ¿Por qué? Le miró sin comprender. Por último, señaló: — Es la costumbre… Pediste mi protección y debo protegerte. — Matar a catorce hombres por protegerme resulta excesivo, ¿no crees…? El targuí no se dignó responder y echó a andar en dirección a la abierta puerta. — Traeré los camellos… -dijo-. Prepárate para un largo viaje. Le observó mientras se alejaba, perdiéndose de vista
Alberto Vázquez-Figueroa (Tuareg (Tuareg #1))
Entre los ejes que me resulta importante abordar, un poco porque está en boca el feminismo mainstream, y otro poco porque creo que responde a un mecanismo cultural que no deberíamos perder de vista es el modo en que disponemos nuestro cuerpos al cuidado de otres. Para quienes fuimos socializades bajo la experiencia de hacernos mujeres, el imperativo de cuidar y arrojarse a comprender a le otre es estructurante del rol para el que nos entrenaron. Así a nuestra posibilidad de escuchar la desconfianza, la sospecha y la distancia reflexiva de los afectos, le cortamos las alas desde bien pichona. Escuchar, comprender y cuidar, son parte de los verbos que construyen los predicados de las mujeres ¿Cómo era eso de que las lesbiana no éramos mujeres? ¿Cómo podemos adentrarnos en esa ruptura con el sujeto mujer y mirar a los ojos los mecanismos culturales que lo constituyen? De algún modo, el deber ser de la complacencia para las mujeres es un significante que aloja entregarse a los logos y esperar que nos tengan piedad, y al ver nuestra carne desollada, indignarnos, gritar y patalear. Decir una y otra vez que nos violentaron, que no nos cuidaron, que fueron irresponsables en el intercambio de afectos, pero no aprender nunca a defendernos. No aprender nunca a decir que no.
VIto Balski (Cortar cebollas)
El hombre vulgar se abre por completo a la vida; no le da vueltas a la cabeza pensando: ¿de dónde vengo?, o ¿adónde voy? Tiene siempre firmemente ante sus ojos sus objetivos terrenales. El sabio, por su parte, vive en la restringida atmósfera que se ha proporcionado a sí mismo, y ha alcanzado plena claridad sobre sí mismo y sobre el mundo -siendo indiferente por qué camino ha llegado a ella-. Ambos reposan firmemente sobre sí mismos. Pero el humorista es diferente. Él ha saboreado la paz del sabio; ha sentido la beatitud del estado estético; ha sido huésped en la mesa de lo dioses; ha vivido en un éter de claridad meridiana; y, sin embargo, un impulso incontenible le empuja de nuevo al fango del mundo. Huye de él, porque solo tiene un anhelo: el de reposar en la tumba, y solo puede rechazar todo lo demás como una solemne estupidez; pero una y otra vez cede a la llamada que le lanzan las sirenas desde la vorágine, y baila y salta en el sofocante salón, con el profundo anhelo de la paz en su corazón; por eso, se puede decir de él que es hijo de un ángel y de una hija de los hombres. Pertenece a dos mundos, porque le falta la fuerza para renunciar a uno de ellos. Cuando se encuentra en el festín de los dioses, una llamada desde abajo interrumpe su alegría; y, cuando se lanza en sus brazos, despeñándose desde el aire, le amarga el anhelo de puro goce, que le reclama desde arriba. Así, su demonio se ve lanzado de acá para allá, y se siente desgarrado. El talante fundamental del humorista es estar a disgusto. Pero lo que en él no se debilita, ni vacila; lo que se alza, firme como una roca; aquello que ha comprendido, y ya no le abandona, es el conocimiento [Erkenntnis] de que la muerte es preferible a la vida y que «el día de la muerte es mejor que el del nacimiento». Él no es un sabio, y mucho menos un héroe sabio; pero, precisamente por eso, es alguien que puede comprender plena y enteramente la grandeza y la sublimidad del carácter de estos seres tan nobles, y se siente embargado por el sentimiento sagrado que les caracteriza. Lo porta en sí como ideal, y sabe que él, por ser un hombre, puede realizarlo ... «si el Sol [está] en conjunción con los planetas». Con esto, y con el firme conocimiento de que la muerte es preferible a la vida, se las arregla con su disgusto y se eleva sobre sí mismo. Ahora está libre de él, y es ahora -téngase muy en cuenta- cuando llega a hacérsele objetivo [gegenstandlich] el propio estado del que ha escapado. Lo mezcla con el estado de su ideal, y se ríe de la estupidez de su insuficiencia: pues el reír surge siempre cuando descubrimos una discrepancia, es decir, cuando medimos algo con una medida espiritual, y encontramos que se pasa o no llega. Puesto en la relación genial con su propio estado, no pierde, sin embargo, de vista que pronto volverá a caer en la ridícula estupidez, porque conoce su amor por el mundo; por eso, mientras ríe con un ojo, llora con el otro; solo ríe su boca, mientras su corazón sangra y amenaza con quebrarse, ocultando, bajo la máscara de la alegría, la más profunda seriedad.
Philipp Mainländer (Die Philosophie der Erlösung (1879))
Escucha la propuesta antes de negarte. —Sonrió cuando me callé pues esperaba que siguiera hablando. Sus brazos me envolvieron por la cintura y me pegó del todo a él—. Te diré lo que pasará si te quedas…, iremos a mi dormitorio. El gato nos seguirá porque el muy hijo de perra se ha enamorado de ti. Allí nos desnudaremos a los pies de la cama. Yo delante de ti. Tú delante de mí. No nos tocaremos. Nos meteremos bajo las sábanas. Tú querrás que me aleje, pero yo me pegaré a tu cuerpo. Posiblemente quiera más, tocarte o besar la piel de tu cuello, que quedará a la altura de mi boca, pero no lo haré. Te oleré. Hundiré mi nariz en tu piel y aspiraré profundo. Mi mano derecha te rodeará la cintura desnuda hasta abrirse sobre tu vientre; la izquierda viajará bajo el almohadón, por debajo de tu cuello, hasta quedar a tu lado, por si quieres cogerla. Quizá nos rocemos. Quizá nos cueste dormir. Pero lo haremos. Y mañana yo seguiré sin saber si el color de tus pezones es el que he imaginado. Y tú seguirás sin saber si tu boca encima de la mía conseguiría ponerme duro sin tocarme.
Elísabet Benavent (Martina con vistas al mar)
"(...)es vanidad creer que el mundo acabará durante tu vida por algún acontecimiento repentino, que lo que termina es tu vida y solo tu vida, que lo que cantan los profetas no es sino el mismo cantar cantado a lo largo del tiempo, la caída de la espada, el mundo devorado por el fuego, el sol que se pone en la tierra a mediodía y sume al mundo en la oscuridad, la furia de algún dios encarnado en la boca del profeta que clama furioso contra la crueldad que será expulsada de la vista, y el profeta no canta sobre el fin del mundo sino sobre lo que se ha hecho y lo que se hará y lo que se les está haciendo a unos pero no a otros, que el mundo siempre está acabándose una y otra vez en un sitio pero no en otro y que el fin del mundo siempre es un acontecimiento local, llega a tu país y visita tu ciudad, llama a la puerta de tu casa y para otros se convierte en poco más que una advertencia lejana, una breve noticia en los informativos (...)"
Paul Lynch (Prophet Song)
helado, erizado el cabello de mi frente, 95y de un viento fortísimo azotado que abortaron las nubes de repente,   olvido dónde estoy. Que existo dudo; la vista ciega en las tinieblas giro, la boca abierta, pero el labio mudo, 100y espectros vagos, que me cercan, miro. ... Y oigo, a una parte, el grito furibundo 110de la espantosa abominable guerra, y el rodar de su carro por el mundo con trueno tal que al universo aterra;   de las revoluciones, a otro lado, el alarido aterrador y horrendo, 115y el choque entre el futuro y el pasado, jamás reposo al orbe consintiendo.   Y escucho por doquier el espantable de las pasiones alarido agudo, que en el género humano miserable 120ceban, sin saciedad, el diente crudo.   Y hieren y atormentan mis oídos de verdugos y víctimas mezclados insultos y dolientes alaridos, de un siglo en otro siglo duplicados. 125Y oigo las espantosas carcajadas de los infiernos, y el sarcasmo horrible con que las negras huestes condenadas del mundo ven la situación terrible. Tantos sones diversos y espantosos, 130que cien tormentas hórridas formaban, de oscuridad abismos horrorosos hendiendo agudos, hasta mí llegaban.   Pero mis ojos nada descubrían: tinieblas espesísimas y densas, 135cual si cuerpo tuvieran, me oprimían, las regiones del aire hinchiendo inmensas.   Cuando, de pronto, aterradora llama el ancho cráter del volcán arroja, que hasta el cielo enlutado se encarama 140y alumbra al mundo con su lumbre roja   Mas ¿qué alumbra?… ¡Gran Dios! Alumbra solo un inmenso sepulcro que se extiende devorador del uno al otro polo, y en medio a[49] la creación de un pelo pende.   145Y en él turbas y turbas de gusanos que entre sí despedázanse rabiosos, de otros y de otros disputando insanos los restos miserables y asquerosos. La ardiente lava, 150que por las agrias cuestas se derrumba, lenta y desoladora se avanzaba a dar eterna paz a la gran tumba.   No pude más: herido del espanto, misericordia, en tanto desconcierto, 155pidiéndole al Señor tres veces santo[50], a tierra vine como cuerpo muerto.
Duque de Rivas