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«No tiene usted ni idea de lo que es el Tour de Francia», le confesó Pélissier. «Es un calvario. Es como el camino de la cruz, pero en vez de catorce estaciones nosotros tenemos que recorrer quince. Nosotros sufrimos durante todo el camino. ¿Quiere saber cómo sobrevivimos?». El periodista, como es lógico, dijo que sí: «Esto de esta bolsa es cocaína para los ojos, esto otro cloroformo para las encías. Aquí tengo una pomada para el dolor de las rodillas», siguió relatando. «¿Y píldoras. Ve usted estas píldoras?», enseñando tres botecillos que también sacó de un bolsillo: «Brevemente», dijo Francis. «Nosotros marchamos con dinamita». Henri siguió con su descripción: «Mírenos usted cuando llegamos al hotel y nos metemos en el baño. Pague por el espectáculo: Estamos blancos como sudarios, la diarrea nos vacía. Tenemos que curar nuestras heridas antes de dormir. Cuando bajamos de la bicicleta estamos tan delgados que se puede pasar a través de nuestra camiseta, de nuestro culotte. Y las uñas de los pies. Pierdo seis de diez. Se mueren poco a poco en cada etapa». El artículo de Londres causó sensación. El periodista les llamó «Los forzados de la carretera». De un plumazo, los aficionados que ya llenaban las cunetas para presenciar el paso del Tour, elevaron a los ciclistas a la categoría de héroes.
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