“
Entonces José Arcadio Buendía hecho tretina doblones en una cazuela, y los fundió con raspadura de cobre, oropimienta, azufre y plomo. Puso a hervir todo a fuego vivo en un caldero de aceite de ricino hasta obtener un jarabe espeso y pestilente más parecido al caramelo vulgar que al oro magnífico. En azarosos y deseperados procesos de destilación, fundida con siete metales planetarios, trabajado con mercurio hermético y vitriolo de Chipre, y vuelta a cocer en manteca de cerdo a falta de aceite de rábano, la preciosa herencia de Úrsula quedó reducida a un chicharrón carbonizado que no pudo ser desprendido del fondo del caldero.
”
”