Cara Por Quotes

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¿Cuando intentas rescatar a alguien y descubres que no puedes llegar a él, ¿por qué te burlas en su cara de sus penas y preocupaciones?
Jay Asher (Thirteen Reasons Why)
Então, que seja doce. Repito todas as manhãs, ao abrir as janelas para deixar entrar o sol ou o cinza dos dias, bem assim, que seja doce. Quando há sol, e esse sol bate na minha cara amassada do sono ou da insônia, contemplando as partículas de poeira soltas no ar, feito um pequeno universo; repito sete vezes para dar sorte: que seja doce que seja doce que seja doce e assim por diante. Mas, se alguém me perguntasse o que deverá ser doce, talvez não saiba responder. Tudo é tão vago como se fosse nada.
Caio Fernando Abreu
Ahora yo no sé si vas a poder leer esta carta, pero igual siento como una necesidad de decirte que yo contigo he sido más feliz de lo que los libros dicen que se puede. Perdóname si tantas veces me anduve quejando por bobadas. Un día me dijiste que yo tenía cara de mujer a la que siempre se vuelve y yo te espero ahora o cuando sea y donde sea y como sea. Quiero que sepas.
Eduardo Galeano (La canción de nosotros)
Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja. Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.
Julio Cortázar (Rayuela)
Cuando creía que se le acababa la cuerda, él se recuperaba. Le cogí la cara entre mis manos y lo obligue a mirarme a los ojos «Me harás saber cuando llegue tu hora, ¿no?», dije, más a modo de declaración que de pregunta. No quería tomar la decisión por mí mismo. «Me lo harás saber, ¿no es cierto?»
John Grogan (Marley y yo: La vida y el amor con el peor perro del mundo (Spanish Edition))
Ahora lo sé. No te quiero por tu cara, ni por tus años, ni por tus palabras, ni por tus intenciones. Te quiero porque estás hecho de buena madera.
Mario Benedetti (La tregua)
Las lágrimas son arte. Indican tanto tristeza como felicidad, y caen de una manera sublime. Salen de los ojos, es decir, de adentro, y se deslizan por la cara hasta derramarse en cualquier parte. Un pañuelo, los dedos, la piel de otra persona. Las lágrimas aprisionan y liberan, pero por sobre todas las cosas, son lo más auténtico de nosotros mismos.
Anna K. Franco (Brillarás)
Después de todo, amamos como nos han amado en la infancia, y los amores posteriores suelen ser sólo una réplica del primer amor. Te debo, pues, todos mis amores posteriores, incluido el amor salvaje y ciego que siento por mis hijos. Ya no puedo abrir un libro sin desear ver tu cara de calma y de concentración, sin saber que no la veré más y, lo que tal vez sea incluso más grave, que no me verá más. Nunca volveré a ser mirada por tus ojos. Cuando el mundo empieza a despoblarse de la gente que nos quiere, nos convertimos, poco a poco, al ritmo de las muertes, en desconocidos. Mi lugar en el mundo estaba en tu mirada y me parecía tan incontestable y perpetuo que nunca me molesté en averiguar cuál era. No está mal, he conseguido ser una niña hasta los cuarenta años, dos hijos, dos matrimonios, varias relaciones, varios pisos, varios trabajos, esperemos que sepa hacer la transición a adulto y que no me convierta directamente en una anciana. No me gusta ser huérfana, no estoy hecha para la tristeza.
Milena Busquets (También esto pasará)
El profesor golpea otro escritorio, y la chica con cabello rojo a mi izquierda salta y deja caer todos sus papeles. Me inclino para ayudarla a recogerlos, y estoy sorprendida al descubrir una página entera de garabatos de un tatuaje de calavera familiar. Miro hacia arriba en sorpresa, y su cara se enciende como su cabello rojo. Miro hacia Josh y luego levanto mis cejas hacia ella. Sus ojos se amplían en horror, pero sacudo mi cabeza y sonrío. No le diré. ¿Cuál es su nombre? Isla. Isla Martin. Vive en mi piso, pero es tan silenciosa que a menudo me olvido de ella. Tendrá que ser más ruidosa si le gusta Josh. Ambos son tímidos. Es una lástima, porque se verían lindos juntos. Probablemente pelearía menos que con Rashmi, también. ¿Por qué es que las personas adecuadas no terminan juntas? ¿Por qué las personas tienen miedo de abandonar una relación, incluso cuando saben que es una mala relación?
Stephanie Perkins (Anna and the French Kiss (Anna and the French Kiss, #1))
Le pareció que dulcemente una de las dos lloraba. Debía ser ella porque sintió mojadas las mejillas, y el pómulo mismo doliéndole como si tuviera allí un golpe. También el cuello, y de pronto los hombros, agobiados por fatigas incontables. Al abrir los ojos (tal vez gritaba ya) vio que se habían separado. Ahora sí gritó. De frío, porque la nieve le estaba entrando por los zapatos rotos, porque yéndose camino de la plaza iba Alina Reyes lindísima en su sastre gris, el pelo un poco suelto contra el viento, sin dar vuelta la cara y yéndose. (Lejana)
Julio Cortázar (Bestiario)
Quien no haya pasado tardes enteras delante de un libro, con las orejas ardiéndole y el pelo caído por la cara, leyendo y leyendo, olvidado del mundo y sin darse cuenta de que tenía hambre o se estaba quedando helado... Quien nunca haya leído en secreto a la luz de una linterna, bajo la manta, porque Papá o Mamá o alguna otra persona solícita le ha apagado la luz con el argumento bien intencionado de que tiene que dormir, porque mañana hay que levantarse tempranito... Quien nunca haya llorado abierta o disimuladamente lágrimas amargas, porque una historia maravillosa acaba y había que decir adiós a personajes con los que había corrido tantas aventuras, a los que quería y admiraba, por los que había temido y rezado, y sin cuya compañía la vida le parecería vacía y sin sentido… Quien no conozca todo esto por propia experiencia, no podrá comprender...
Michael Ende (The Neverending Story)
No te enamores de una mujer que lee, de una mujer que siente demasiado, de una mujer que escribe… No te enamores de una mujer culta, maga, delirante, loca. No te enamores de una mujer que piensa, que sabe lo que sabe y además sabe volar; una mujer segura de sí misma. No te enamores de una mujer que se ríe o llora haciendo el amor, que sabe convertir en espíritu su carne; y mucho menos de una que ame la poesía (esas son las más peligrosas), o que se quede media hora contemplando una pintura y no sepa vivir sin la música. No te enamores de una mujer a la que le interese la política y que sea rebelde y vertigue un inmenso horror por las injusticias.Una a la que le gusten los juegos de fútbol y de pelota y no le guste para nada ver televisión. Ni de una mujer que es bella sin importar las características de su cara y de su cuerpo. No te enamores de una mujer intensa, lúdica y lúcida e irreverente. No quieras enamorarte de una mujer así. Porque cuando te enamoras de una mujer como esa, se quede ella contigo o no, te ame ella o no, de ella, de una mujer así, JAMAS se regresa.
Martha Rivera-Garrido
Walking Around Sucede que me canso de ser hombre. Sucede que entro en las sastrerías y en los cines marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro navegando en un agua de origen y ceniza. El olor de las pelquerías me hace llorar a gritos. Sólo quiero un descanso de piedras o de lana, sólo quiero no ver establecimientos ni jardines, ni mercaderías, ni anteojos, ni ascensores. Sucede que me canso de mis pies y mis uñas y mi pelo y mi sombra. Sucede que me canso de ser hombre. Sin embargo sería delicioso asustar a un notario con un lirio cortado o dar muerte a une monja con un golpe de oreja. Sería bello ir por las calles con un cuchillo verde y dando gritos hasta morir de frío. No quiero seguir siendo raíz en las tinieblas, vacilante, extendido, tiritando de sueño, hacia abajo, en las tripas mojadas de la tierra, absorbiendo y pensando, comiendo cada día. No quiero para mí tantas desgracias. No quiero continuar de raíz y de tumba, de subterráneo solo, de bodega con muertos ateridos, muriéndome de pena. Por eso el día lunes arde como el petróleo cuando me ve llegar con mi cara de cárcel, y aúlla en su transcurso como una rueda herida, y da pasos de sangre caliente hacia la noche. Y me empuja a ciertos rincones, a ciertas casas húmedas, a hospitales donde los huesos salen por la ventana, a ciertas zapaterías con olor a vinagre, a calles espantosas como grietas. Hay pájaros de color de azufre y horribles intestinos colgando de las puertas de las casas que odio, hay dentaduras olvidadas en una cafetera, hay espejos que debieran haber llorado de vergüenza y espanto, hay paraguas en todas partes, y venenos, y ombligos. Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos, con furia, con olvido, paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia, y patios donde hay ropas colgadas de un alambre: calzoncillos, toallas y camisas que lloran lentas lágrimas sucias.
Pablo Neruda
LOS NADIES Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pié derecho, o empiecen el año cambiando de escoba. Los nadies: los hijos de los nadies, los dueños de nada. Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos: Que no son, aunque sean. Que no hablan idiomas, sino dialectos. Que no profesan religiones, sino supersticiones. Que no hacen arte, sino artesanía. Que no practican cultura, sino folklore. Que no son seres humanos, sino recursos humanos. Que no tienen cara, sino brazos. Que no tienen nombre, sino número. Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local. Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.
Eduardo Galeano (The Book of Embraces)
[…] Había una vez, hace mucho tiempo, un mundo donde los humanos tenían cuatro piernas, cuatro brazos, dos caras. ¿Te lo imaginas, Peter? Eran felices, poderosos. Los Dioses empezaron a tener miedo, pavor de que se unieran y acabaran con ellos. Y envidia, mucha envidia de esa felicidad. Tenían que hacer algo. Entonces se les ocurrió partirlos por la mitad, separarlos, condenarlos a buscarse eternamente y así distraerlos de la rebelión. De ese modo, pasaron a tener solo dos piernas, dos brazos, una cara… Se sintieron rotos. Y en realidad era cierto, estaban rotos. Aún podían sentir su otra parte, perdida en la inmensidad del universo. Si te amputan una pierna o un brazo, aunque no esté, sigues sintiéndolo; puedes notar cómo te cosquillea, está ahí aunque nadie pueda verlo. Pero tú lo sientes como si no hubiera desaparecido y, si no miras, si no te fijas, para ti sigue ahí. Miembro fantasma lo llaman. Tú eres mi mitad Peter, mi miembro fantasma. Te siento aunque no estés y me niego a que desaparezcas, a pasarme toda la vida buscándote. No quiero buscarte, no quiero sentirte si no estás. No puedes hacerme eso, no puedes.
Wendy Davies (Recuerda que me quieres)
Yo no sé ni siquiera que el agua está compuesta por oxígeno e hidrógeno, y estas [se refiere a sus hijas, sus mordaces críticos] me echan a la cara que las lunas salen del este. ¿Pero qué me importan si las lunas salen del oeste o del este, si en Marte llueve o no llueve? Yo no proporciono breviarios a los matemáticos y a los físicos. Pero un escritor de ciencia ficción, contestan, tiene que saber ciertas cosas. Bien. Toda la vida llamándome escritor de ciencia ficción, y aún no he entendido lo que significa. Desde hace algún tiempo me llaman escritor de la Era Espacial. Suena algo más respetable, pero tampoco entiendo qué significa. Solamente, el que hace 20 años todos se burlaban de mí. ‘Pero qué ridículo eres’, decían, ‘absurdo’. ‘¿Qué quiere decir astronauta? ¿Qué quiere decir cosmopuerto, ir a la Luna? ¡Eres tonto!’ Luego, de pronto, explota la Era Espacial, y se realiza lo que escribía. Pero no se arrepienten, no piden disculpas, siguen diciendo ‘No es una obra de arte la suya, es cinerama. Bien, ¿qué es el cinerama? ¿Quién inventó el cinerama sino el viejo Mike, Michelangelo en resumen? ¿No la hizo él La Capilla Sixtina? ¿Y qué otra cosa es La Capilla Sixtina sino cinerama en pintura? Y si el viejo Michelangelo pintaba en cinerama, ¿por qué yo no puedo escribir el futuro en ciencia ficción? La ciencia ficción me sirve para interpretar el tiempo en que vivo, en que vivirán los hijos de mis hijos, para describir sus amenazas.
Ray Bradbury
Usted tiene todas las condiciones para concurrir a mi felicidad, pero yo tengo muy pocas para concurrir a la suya. Y no crea que me estoy mandando la parte. En otra posición (quiero decir, más bien, en otras edades) lo más correcto sería que yo le ofreciese un noviazgo serio, muy serio, quizá demasiado serio, con una clara perspectiva de casamiento al alcance de la mano. Pero si yo ahora le ofreciese algo semejante, calculo que sería muy egoísta, porque sólo pensaría en mí, y lo que yo más quiero ahora no es pensar en mí sino pensar en usted. Yo no puedo olvidar usted tampoco que dentro de diez años yo tendré sesenta. Escasamente un viejo, podrá decir un optimista o un adulón, pero el adverbio importa muy poco. Quiero que quede a salvo mi honestidad al decirle que ni ahora ni dentro de unos meses, podré juntar fuerzas como para hablar de matrimonio. Pero siempre hay un pero ¿de qué hablar entonces? Yo sé que, por más que usted entienda esto, es difícil, sin embargo, que admita otro planteo. Porque es evidente que existe otro planteo. En ese otro planteo hay cabida para el amor, pero no la hay en cambio para el matrimonio. Levantó los ojos, pero no interrogaba. Es probable que sólo haya querido ver mi cara al decir eso. Pero, a esta altura, yo ya estaba decidido a no detenerme. A ese otro planteo, la imaginación popular, que suele ser pobre en denominaciones, lo llama una Aventura o un Programa, y es bastante lógico que usted se asuste un poco. A decir verdad, yo también estoy asustado, nada más que porque tengo miedo de que usted crea que le estoy proponiendo una aventura. Tal vez no me apartaría ni un milímetro de mi centro de sinceridad, si le dijera que lo que estoy buscando denodadamente es un acuerdo, una especie de convenio entre mi amor y su libertad. Ya sé, ya sé. Usted está pensando que la realidad es precisamente la inversa; que lo que yo estoy buscando es justamente su amor y mi libertad. Tiene todo el derecho de pensarlo, pero reconozca que a mi vez tengo todo el derecho de jugármelo todo a una sola carta. Y esa sola carta es la confianza que usted pueda tener en mí.
Mario Benedetti (La tregua)
—En París, es común reconocer a alguien atractivo. El francés no desvía la mirada como otras culturas lo hacen. ¿No te habías dado cuenta? St. Clair piensa que soy atractiva. Me llamó hermosa. —Créeme, no quieres dormir en mi cama. Me estoy tele transportando a Atlanta. Te estoy recogiendo, e iremos a algún lugar donde nuestras familias no nos encuentren. Nos llevaremos a Seany. Y le dejaremos correr todo lo que quiera hasta que se canse, y luego tú y yo tomaremos una larga caminata. Como Acción de Gracias. ¿Recuerdas? Y hablaremos sobre todo EXCEPTO sobre nuestros padres… O tal vez ni siquiera hablaremos. Simplemente caminaremos. Y seguiremos caminando hasta que el resto del mundo deje de existir. —Anna. —Etienne habla lentamente—. No me hiciste hacer algo que no quería hacer. Mi cara se calienta mientras el conocimiento estalla dentro de mí como dinamita. Le gusto. En verdad le gusto a Etienne. —Si me pides que te bese, lo haré. —Dice. Sus dedos aprietan mis muñecas, y me enciendo en llamas. —Bésame. —Digo. Lo hace. —La engañaba todos los días. En mi mente, pensaba en ti en formas que no podía, una y otra vez. Ella no era nada comparada contigo. Nunca antes me he sentido de esta forma por nadie. —Eres la chica más increíble que he conocido. Eres hermosa e inteligente, y me haces reír como nadie más puede. Y puedo hablar contigo. Y sé que después de todo esto no te merezco, pero lo que estoy tratando de decir es que te amo, Anna. Mucho. —¿Por favor dirías que me amas? Me estoy muriendo aquí.
Stephanie Perkins (Anna and the French Kiss (Anna and the French Kiss, #1))