Cara Por Quotes

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¿Cuando intentas rescatar a alguien y descubres que no puedes llegar a él, ¿por qué te burlas en su cara de sus penas y preocupaciones?
Jay Asher (Thirteen Reasons Why)
Então, que seja doce. Repito todas as manhãs, ao abrir as janelas para deixar entrar o sol ou o cinza dos dias, bem assim, que seja doce. Quando há sol, e esse sol bate na minha cara amassada do sono ou da insônia, contemplando as partículas de poeira soltas no ar, feito um pequeno universo; repito sete vezes para dar sorte: que seja doce que seja doce que seja doce e assim por diante. Mas, se alguém me perguntasse o que deverá ser doce, talvez não saiba responder. Tudo é tão vago como se fosse nada.
Caio Fernando Abreu
Ahora yo no sé si vas a poder leer esta carta, pero igual siento como una necesidad de decirte que yo contigo he sido más feliz de lo que los libros dicen que se puede. Perdóname si tantas veces me anduve quejando por bobadas. Un día me dijiste que yo tenía cara de mujer a la que siempre se vuelve y yo te espero ahora o cuando sea y donde sea y como sea. Quiero que sepas.
Eduardo Galeano (La canción de nosotros)
Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja. Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.
Julio Cortázar (Rayuela)
—¿Monty? —Puso cara de horror. Por Dios, ¿qué les hizo a sus padres para que lo odiaran nada más nacer? —Viene de Montgomery. —No sé si hace que sea peor.
Joana Marcús (Antes de diciembre (Meses a tu lado, #1))
...no soy el tipo de persona que huye de algo, no importa lo difícil que sea. Preferiría plantar la cara contra una pared de ladrillos que vivir por el resto de mi vida preguntándome cómo pudo haber sido.
Jennifer L. Armentrout (Onyx (Lux, #2))
Cuando creía que se le acababa la cuerda, él se recuperaba. Le cogí la cara entre mis manos y lo obligue a mirarme a los ojos «Me harás saber cuando llegue tu hora, ¿no?», dije, más a modo de declaración que de pregunta. No quería tomar la decisión por mí mismo. «Me lo harás saber, ¿no es cierto?»
John Grogan (Marley y yo: La vida y el amor con el peor perro del mundo (Spanish Edition))
La clase de chicas guapas que, por más tiempo que las mires, en cuanto apartas los ojos de ellas, ya no te acuerdas de qué cara tenían. En el mundo existe este tipo de belleza. Que es como los pomelos: indistinta.
Haruki Murakami (Hard-Boiled Wonderland and the End of the World)
Ahora lo sé. No te quiero por tu cara, ni por tus años, ni por tus palabras, ni por tus intenciones. Te quiero porque estás hecho de buena madera.
Mario Benedetti (La tregua)
Después de todo, amamos como nos han amado en la infancia, y los amores posteriores suelen ser sólo una réplica del primer amor. Te debo, pues, todos mis amores posteriores, incluido el amor salvaje y ciego que siento por mis hijos. Ya no puedo abrir un libro sin desear ver tu cara de calma y de concentración, sin saber que no la veré más y, lo que tal vez sea incluso más grave, que no me verá más. Nunca volveré a ser mirada por tus ojos. Cuando el mundo empieza a despoblarse de la gente que nos quiere, nos convertimos, poco a poco, al ritmo de las muertes, en desconocidos. Mi lugar en el mundo estaba en tu mirada y me parecía tan incontestable y perpetuo que nunca me molesté en averiguar cuál era. No está mal, he conseguido ser una niña hasta los cuarenta años, dos hijos, dos matrimonios, varias relaciones, varios pisos, varios trabajos, esperemos que sepa hacer la transición a adulto y que no me convierta directamente en una anciana. No me gusta ser huérfana, no estoy hecha para la tristeza.
Milena Busquets (También esto pasará)
Las lágrimas son arte. Indican tanto tristeza como felicidad, y caen de una manera sublime. Salen de los ojos, es decir, de adentro, y se deslizan por la cara hasta derramarse en cualquier parte. Un pañuelo, los dedos, la piel de otra persona. Las lágrimas aprisionan y liberan, pero por sobre todas las cosas, son lo más auténtico de nosotros mismos.
Anna K. Franco (Brillarás)
El profesor golpea otro escritorio, y la chica con cabello rojo a mi izquierda salta y deja caer todos sus papeles. Me inclino para ayudarla a recogerlos, y estoy sorprendida al descubrir una página entera de garabatos de un tatuaje de calavera familiar. Miro hacia arriba en sorpresa, y su cara se enciende como su cabello rojo. Miro hacia Josh y luego levanto mis cejas hacia ella. Sus ojos se amplían en horror, pero sacudo mi cabeza y sonrío. No le diré. ¿Cuál es su nombre? Isla. Isla Martin. Vive en mi piso, pero es tan silenciosa que a menudo me olvido de ella. Tendrá que ser más ruidosa si le gusta Josh. Ambos son tímidos. Es una lástima, porque se verían lindos juntos. Probablemente pelearía menos que con Rashmi, también. ¿Por qué es que las personas adecuadas no terminan juntas? ¿Por qué las personas tienen miedo de abandonar una relación, incluso cuando saben que es una mala relación?
Stephanie Perkins (Anna and the French Kiss (Anna and the French Kiss, #1))
Y sin pensármelo dos veces, sin preocuparme por las consecuencias, le agarré la cara y tiré de ella hacia la mía, y nuestras bocas se encontraron con tanto ímpetu que me dolió de la forma más dulce posible.
Annabel Pitcher (Ketchup Clouds)
Le pareció que dulcemente una de las dos lloraba. Debía ser ella porque sintió mojadas las mejillas, y el pómulo mismo doliéndole como si tuviera allí un golpe. También el cuello, y de pronto los hombros, agobiados por fatigas incontables. Al abrir los ojos (tal vez gritaba ya) vio que se habían separado. Ahora sí gritó. De frío, porque la nieve le estaba entrando por los zapatos rotos, porque yéndose camino de la plaza iba Alina Reyes lindísima en su sastre gris, el pelo un poco suelto contra el viento, sin dar vuelta la cara y yéndose. (Lejana)
Julio Cortázar (Bestiario)
Quien no haya pasado tardes enteras delante de un libro, con las orejas ardiéndole y el pelo caído por la cara, leyendo y leyendo, olvidado del mundo y sin darse cuenta de que tenía hambre o se estaba quedando helado... Quien nunca haya leído en secreto a la luz de una linterna, bajo la manta, porque Papá o Mamá o alguna otra persona solícita le ha apagado la luz con el argumento bien intencionado de que tiene que dormir, porque mañana hay que levantarse tempranito... Quien nunca haya llorado abierta o disimuladamente lágrimas amargas, porque una historia maravillosa acaba y había que decir adiós a personajes con los que había corrido tantas aventuras, a los que quería y admiraba, por los que había temido y rezado, y sin cuya compañía la vida le parecería vacía y sin sentido… Quien no conozca todo esto por propia experiencia, no podrá comprender...
Michael Ende (The Neverending Story)
... a pesar de que la mayor parte de la raza humana está compuesta por cerdos, de vez en cuando un cerdito se casa con una cerdita y nace un leopardo...
Cara Hunter (¿Quién se ha llevado a Daisy Mason?)
Su cara toma una expresión especial cuando se concentra. Su expresión habitualmente relajada es reemplazada por algo más intenso y lejano que sugiere todo un mundo encerrado dentro de él.
Suzanne Collins (Catching Fire (The Hunger Games, #2))
No te enamores de una mujer que lee, de una mujer que siente demasiado, de una mujer que escribe… No te enamores de una mujer culta, maga, delirante, loca. No te enamores de una mujer que piensa, que sabe lo que sabe y además sabe volar; una mujer segura de sí misma. No te enamores de una mujer que se ríe o llora haciendo el amor, que sabe convertir en espíritu su carne; y mucho menos de una que ame la poesía (esas son las más peligrosas), o que se quede media hora contemplando una pintura y no sepa vivir sin la música. No te enamores de una mujer a la que le interese la política y que sea rebelde y vertigue un inmenso horror por las injusticias.Una a la que le gusten los juegos de fútbol y de pelota y no le guste para nada ver televisión. Ni de una mujer que es bella sin importar las características de su cara y de su cuerpo. No te enamores de una mujer intensa, lúdica y lúcida e irreverente. No quieras enamorarte de una mujer así. Porque cuando te enamoras de una mujer como esa, se quede ella contigo o no, te ame ella o no, de ella, de una mujer así, JAMAS se regresa.
Martha Rivera-Garrido
La música, los estados de felicidad, la mitología, las caras trabajadas por el tiempo, ciertos crepúsculos y ciertos lugares, quieren decirnos algo, o algo dijeron que no hubiéramos debido perder, o están por decir algo; esta inminencia de una revelación, que no se produce, es, quizá, el hecho estético.
Jorge Luis Borges (Other Inquisitions, 1937-1952)
Walking Around Sucede que me canso de ser hombre. Sucede que entro en las sastrerías y en los cines marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro navegando en un agua de origen y ceniza. El olor de las pelquerías me hace llorar a gritos. Sólo quiero un descanso de piedras o de lana, sólo quiero no ver establecimientos ni jardines, ni mercaderías, ni anteojos, ni ascensores. Sucede que me canso de mis pies y mis uñas y mi pelo y mi sombra. Sucede que me canso de ser hombre. Sin embargo sería delicioso asustar a un notario con un lirio cortado o dar muerte a une monja con un golpe de oreja. Sería bello ir por las calles con un cuchillo verde y dando gritos hasta morir de frío. No quiero seguir siendo raíz en las tinieblas, vacilante, extendido, tiritando de sueño, hacia abajo, en las tripas mojadas de la tierra, absorbiendo y pensando, comiendo cada día. No quiero para mí tantas desgracias. No quiero continuar de raíz y de tumba, de subterráneo solo, de bodega con muertos ateridos, muriéndome de pena. Por eso el día lunes arde como el petróleo cuando me ve llegar con mi cara de cárcel, y aúlla en su transcurso como una rueda herida, y da pasos de sangre caliente hacia la noche. Y me empuja a ciertos rincones, a ciertas casas húmedas, a hospitales donde los huesos salen por la ventana, a ciertas zapaterías con olor a vinagre, a calles espantosas como grietas. Hay pájaros de color de azufre y horribles intestinos colgando de las puertas de las casas que odio, hay dentaduras olvidadas en una cafetera, hay espejos que debieran haber llorado de vergüenza y espanto, hay paraguas en todas partes, y venenos, y ombligos. Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos, con furia, con olvido, paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia, y patios donde hay ropas colgadas de un alambre: calzoncillos, toallas y camisas que lloran lentas lágrimas sucias.
Pablo Neruda
Al principio, pensé que su cara de pasmo era resultado de la sorpresa, pero al no desaparecer durante un rato largo, supe que no. De pronto caí en la cuenta de que si Michael siguiera todavía por aquí, Susan probablemente ya no «saldría» con él. No porque sea una mala persona o superficial o cruel, sino porque las cosas cambian. Y los amigos se van. Y la vida no se detiene por nadie.
Stephen Chbosky (The Perks of Being a Wallflower)
Por encima de todo, la ladrona de libros ansiaba volver al sótano a escribir o leer su historia una vez más. Ahora que lo pienso, sin duda se le veía en la cara. Se moría de ganas de reencontrar esa seguridad, ese hogar, pero era incapaz de moverse. Además, el sótano ya no existía. Era parte del paisaje desvastado.
Markus Zusak (The Book Thief)
Arrojó su taco de papel sobre la mesa, y pude ver que no había estado tomando notas, como pensé, sino simplemente dibujando equis una y otra vez, hasta que la hoja entera estaba cubierta de ellas. Por alguna razón esto me asustó más que su uniforme o su cara de matón.
David Benioff (City of Thieves)
Quería que la gente la apreciara no por su cara bonita ni por su título familiar, sino por lo que pudiera hacer con sus propias manos
Marissa Meyer (Heartless)
Por un momento el último rayo de sol cayó con una afectación romántica sobre su cara radiante; su voz me llevaba dejándome sin aliento conforme yo escuchaba...
F. Scott Fitzgerald (The Great Gatsby)
Mi mano tiembla cuando la acerco a mi boca. Lamo mi pulgar y lo froto contra mi muñeca, en contra de mi marca de nacimiento. Entonces froto nuevamente. Miro hacia arriba, justo a sus ojos, que son tan oscuros como la noche que no quiero que termine. La cara de Willem vacila por un momento, luego se vuelve solemne, como lo hizo después de que nos persiguieran. Entonces él se acerca y roza mi marca de nacimiento. No sale, es lo que me está diciendo.
Gayle Forman (Just One Day (Just One Day, #1))
•Porque hemos dedicado mucho tiempo a tu formación, compañera - respondió Loxan - Si te mataran en tu siguiente viaje por no tener armas adecuadas, se me quedaría tal cara de tonto que ni Lexis me iba a reconocer. •Ya tienes cara de tonto y te reconozco perfectamente, hermano
Laura Gallego García (El bestiario de Axlin (Guardianes de la Ciudadela))
Cara Lynne tenía solo un año, pero deseaba que me quedara más tiempo. Así es como sabemos que estamos en casa, creo, por mucho que nos hayamos alejado de ella o por más tiempo que hayamos pasado en otro lugar. Nuestra casa es el sitio donde quieren que nos quedemos más tiempo.
Stephen King (Revival)
LOS NADIES Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pié derecho, o empiecen el año cambiando de escoba. Los nadies: los hijos de los nadies, los dueños de nada. Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos: Que no son, aunque sean. Que no hablan idiomas, sino dialectos. Que no profesan religiones, sino supersticiones. Que no hacen arte, sino artesanía. Que no practican cultura, sino folklore. Que no son seres humanos, sino recursos humanos. Que no tienen cara, sino brazos. Que no tienen nombre, sino número. Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local. Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.
Eduardo Galeano (The Book of Embraces)
Los dos machos eran altos, las alas plegadas sobre cuerpos poderosos, musculosos, cubierto de cuero oscuro, armaduras que me recordaron las escamas de algunas bestias con formas de serpientes. Los dos llevaban espadas largas idénticas, con hojas simples y muy bellas tal vez no debería haberme por la ropa elegante después de todo. El que era tan solo un poco más grande, la cara en sombras, soltó una risita y dijo: —Vamos, Feyre, no mordemos. A menos que nos pidas que lo hagamos, claro.
Sarah J. Maas (A Court of Mist and Fury (A Court of Thorns and Roses, #2))
¿No entiendes la comparación? Tú eres mi agua Perrier. —Se dejó caer un poco más sobre ella—. Hacer el amor contigo es lo único que sacia mi sed. ¿Por qué iba a cambiarlo por toda el agua del mar? —Gabriel le presionó las caderas con las suyas—. Ella no puede ofrecerme nada que me interese. —Bajó la cara hasta que sus narices se rozaron—. Y tú eres preciosa. Cada parte de tu cuerpo es una obra de arte, desde la cabeza hasta los dedos de los pies. Eres la Venus y la Beatriz de Botticelli. ¿Tienes idea de lo mucho que te adoro? Te adueñaste de mi corazón la primera vez que te vi, a los diecisiete años.
Sylvain Reynard (Gabriel's Rapture (Gabriel's Inferno, #2))
Una terrible tragedia, pero ¿puedo evitar mi mortífera belleza? No. Cargo con esta cara bonita. Por no hablar de tu cuerpo. En serio, no me obliguéis a hablar de mi cuerpazo. Dave, mejor que no me veas desnudo. Verme desnudo quitó las respiración a Hazel dijo señalando con la cabeza la bombona de oxígeno.
John Green (The Fault in Our Stars)
[…] Había una vez, hace mucho tiempo, un mundo donde los humanos tenían cuatro piernas, cuatro brazos, dos caras. ¿Te lo imaginas, Peter? Eran felices, poderosos. Los Dioses empezaron a tener miedo, pavor de que se unieran y acabaran con ellos. Y envidia, mucha envidia de esa felicidad. Tenían que hacer algo. Entonces se les ocurrió partirlos por la mitad, separarlos, condenarlos a buscarse eternamente y así distraerlos de la rebelión. De ese modo, pasaron a tener solo dos piernas, dos brazos, una cara… Se sintieron rotos. Y en realidad era cierto, estaban rotos. Aún podían sentir su otra parte, perdida en la inmensidad del universo. Si te amputan una pierna o un brazo, aunque no esté, sigues sintiéndolo; puedes notar cómo te cosquillea, está ahí aunque nadie pueda verlo. Pero tú lo sientes como si no hubiera desaparecido y, si no miras, si no te fijas, para ti sigue ahí. Miembro fantasma lo llaman. Tú eres mi mitad Peter, mi miembro fantasma. Te siento aunque no estés y me niego a que desaparezcas, a pasarme toda la vida buscándote. No quiero buscarte, no quiero sentirte si no estás. No puedes hacerme eso, no puedes.
Wendy Davies (Recuerda que me quieres)
Yo no sé ni siquiera que el agua está compuesta por oxígeno e hidrógeno, y estas [se refiere a sus hijas, sus mordaces críticos] me echan a la cara que las lunas salen del este. ¿Pero qué me importan si las lunas salen del oeste o del este, si en Marte llueve o no llueve? Yo no proporciono breviarios a los matemáticos y a los físicos. Pero un escritor de ciencia ficción, contestan, tiene que saber ciertas cosas. Bien. Toda la vida llamándome escritor de ciencia ficción, y aún no he entendido lo que significa. Desde hace algún tiempo me llaman escritor de la Era Espacial. Suena algo más respetable, pero tampoco entiendo qué significa. Solamente, el que hace 20 años todos se burlaban de mí. ‘Pero qué ridículo eres’, decían, ‘absurdo’. ‘¿Qué quiere decir astronauta? ¿Qué quiere decir cosmopuerto, ir a la Luna? ¡Eres tonto!’ Luego, de pronto, explota la Era Espacial, y se realiza lo que escribía. Pero no se arrepienten, no piden disculpas, siguen diciendo ‘No es una obra de arte la suya, es cinerama. Bien, ¿qué es el cinerama? ¿Quién inventó el cinerama sino el viejo Mike, Michelangelo en resumen? ¿No la hizo él La Capilla Sixtina? ¿Y qué otra cosa es La Capilla Sixtina sino cinerama en pintura? Y si el viejo Michelangelo pintaba en cinerama, ¿por qué yo no puedo escribir el futuro en ciencia ficción? La ciencia ficción me sirve para interpretar el tiempo en que vivo, en que vivirán los hijos de mis hijos, para describir sus amenazas.
Ray Bradbury
De todas formas… amor y cocaína. Las consecuencias de ambos son caras: tienes una probada poderosamente alta, luego vuelves a caer resbalando, arrepintiéndote de cada hora que pasaste metido en algo tan peligroso. Pero vuelves por más. Siempre vuelves por más.
Tarryn Fisher (Mud Vein)
No sé cómo no enloquecí entonces, porque hubiera sido tanto mejor, enloquecer como un hombre. Salir a caminar y que nos encontraran una semana después, con cara de susto, espantados todavía, que con mucho trabajo nos dejáramos llevar a casa. Perder la cordura hubiera sido tanto más sano, no haber explotado entonces fue más cruel.¿A quién le debe uno la cordura? Si no se podía hacer que el tiempo diera un solo paso atrás, ¿por qué quedarse calladamente, sumisamente, obedientemente cuerdos? Debe ser que uno no enloquece cuando quiere, sino cuando puede
Luis María Pescetti (El ciudadano de mis zapatos)
—Oh, por el amor de los bebés humanos en todas partes, eres un idiota, —Daemon salió disparado a través de la sala, poniéndose cara a cara con él—. Así que, 'llegas a conocerla' y te enamoras. —Escupió la última palabra como si se hubiera tragado las uñas—. ¿Entonces qué? ¿Vas a intentar quedarte con ella? ¿Casarse? ¿Tener una casita con una valla blanca y a demás dos-punto-cinco niños? Dios, él no había pensado tan lejos. —Tal vez. Tal vez no.
Jennifer L. Armentrout (Shadows (Lux, #0.5))
Los buscadores dedicamos horas y horas, día tras día, haga el tiempo que haga, con la cara quemada por el sol, el cabello enmarañado por el viento, los ojos siempre entornados y las manos agrietadas. Tenemos las botas llenas de barro y con manchas del agua de mar. Nuestra ropa acaba mugrienta al final de la jornada. A menudo no encontramos nada, pero somos pacientes y trabajadores y no nos desanimamos cuando regresamos a casa con las manos vacías.
Tracy Chevalier (Las huellas de la vida)
La energía que uno derrocha siendo niño, la energía que uno cree inagotable, se escapa entre los dieciocho y los veintidós años reemplazada por algo mucho menos brillante, tan falso como la exaltación de la cocaína: decisión, metas, cualquiera de los términos que propone la Cámara de Comercio. No era nada notable porque no aparecía de un momento al otro, con un estallido. Y eso es lo que daba miedo, pensó Richie. El hecho de que uno no deja súbitamente de ser niño. El chico que llevábamos dentro se escurre poco a poco, tal como el aire de un neumático pinchado. Y un día, al mirarnos al espejo, nos encontramos con la imagen de un adulto. Uno podía seguir llevando vaqueros y asistiendo a los conciertos de rock; uno podía teñirse el pelo, pero la cara del espejo seguía siendo cara de adulto. Tal vez todo ocurría mientras dormíamos, como la visita de los ratones que se llevaban los dientes de leche. «No -piensa-, los dientes no: los años.»
Stephen King (It)
«Ahora lo sé. No te quiero por tu cara, ni por tus años, ni por tus palabras, ni por tus intenciones. Te quiero porque estás hecho de buena madera.»
Mario Benedetti (La tregua)
Usted tiene todas las condiciones para concurrir a mi felicidad, pero yo tengo muy pocas para concurrir a la suya. Y no crea que me estoy mandando la parte. En otra posición (quiero decir, más bien, en otras edades) lo más correcto sería que yo le ofreciese un noviazgo serio, muy serio, quizá demasiado serio, con una clara perspectiva de casamiento al alcance de la mano. Pero si yo ahora le ofreciese algo semejante, calculo que sería muy egoísta, porque sólo pensaría en mí, y lo que yo más quiero ahora no es pensar en mí sino pensar en usted. Yo no puedo olvidar usted tampoco que dentro de diez años yo tendré sesenta. Escasamente un viejo, podrá decir un optimista o un adulón, pero el adverbio importa muy poco. Quiero que quede a salvo mi honestidad al decirle que ni ahora ni dentro de unos meses, podré juntar fuerzas como para hablar de matrimonio. Pero siempre hay un pero ¿de qué hablar entonces? Yo sé que, por más que usted entienda esto, es difícil, sin embargo, que admita otro planteo. Porque es evidente que existe otro planteo. En ese otro planteo hay cabida para el amor, pero no la hay en cambio para el matrimonio. Levantó los ojos, pero no interrogaba. Es probable que sólo haya querido ver mi cara al decir eso. Pero, a esta altura, yo ya estaba decidido a no detenerme. A ese otro planteo, la imaginación popular, que suele ser pobre en denominaciones, lo llama una Aventura o un Programa, y es bastante lógico que usted se asuste un poco. A decir verdad, yo también estoy asustado, nada más que porque tengo miedo de que usted crea que le estoy proponiendo una aventura. Tal vez no me apartaría ni un milímetro de mi centro de sinceridad, si le dijera que lo que estoy buscando denodadamente es un acuerdo, una especie de convenio entre mi amor y su libertad. Ya sé, ya sé. Usted está pensando que la realidad es precisamente la inversa; que lo que yo estoy buscando es justamente su amor y mi libertad. Tiene todo el derecho de pensarlo, pero reconozca que a mi vez tengo todo el derecho de jugármelo todo a una sola carta. Y esa sola carta es la confianza que usted pueda tener en mí.
Mario Benedetti (La tregua)
—Tatiana... Tatiana... Ta... tiana... —Calla, por favor. —No lo olvides. Dondequiera que estés, si puedes mirar al cielo y ver la constelación de Verseo, si ves su sonrisa y oyes cómo el viento estelar susurra tu nombre, sabrás que te estoy llamando para que vuelvas a Lazarevo. —No tendrás que llamarme, soldado —dice Tatiana, apoyando la cara en el brazo deAlexander—. Nunca me iré de aquí.
Paullina Simons (Tatiana and Alexander (The Bronze Horseman, #2))
Observé su cara atentamente mientras le desabotonaba los vaqueros, y tiraba de ellos desde abajo, arrastrándola hasta el final de la cama, se rió muy fuerte, restándole algo de tensión al ambiente.... .....Me rozó el cuello con los labios y deslizó una mano dentro de mi camisa. Un momento después, la mayoría de nuestra ropa estaba por el suelo, Holly encima de mí y mis manos por todo su cuerpo.
Julie Cross (Tempest (Tempest, #1))
Por onde andas, meu amor maior? Porque me tens aqui cativa neste lugar onde a culpa e os fantasmas me perseguem? Quero de novo sentar-me junto da Fonte Nova, ouvir as águas que nela correm cantando o nosso amor a uma só voz, esconder-me deste mundo horrível e carrasco que teima em ver-me como uma maldição, esquecer-me de tanta perfídia e de toda a maldade que nos cerca e ser tua mais uma vez; sentir os teus dedos pelo meu corpo ainda fresco, saborear a força dos teus pulsos guerreiros em volta da minha cintura que a maternidade não roubou, respirar o teu ar enquanto encostas a tua cara nos meus cabelos loiros que tanto amas, sentir-te todo dentro de mim como um caudal de paixão e de força que nunca se cansa nem morre, na esperança de me dares ainda mais filhos saudáveis como os que Deus nos enviou.
Margarida Rebelo Pinto
No es posible echarle en cara a la novela que esté fascinada por los secretos encuentos de las casualidades, pero es posible echarle en cara al hombre el estar ciego en su vida cotidiana con respecto a tales casualidades y dejar así que su vida pierda la dimensión de la belleza.
Milan Kundera, ‘La insoportable levedad del ser’
Pero yo sabía que con Adam sí había motivos para armar revuelo. Lo sabía por el calor que recorrió mi cuerpo aquella noche, cuando me dejó en casa después del concierto y me besó una vez más en la puerta. Lo sabía porque me quedé despierta hasta el amanecer abrazada a la almohada. Porque no puede comer al día siguiente, ni borrarme la sonrisa de la cara.
Gayle Forman (If I Stay (If I Stay, #1))
Me sentía impotente, solo podía verte llorando, tan pequeña, tan frágil. Y no podía dejar de preguntarme como alguien que apenas me conocía podía derramar tantas lagrimas por mi. Y luego me miraste intensamente aun con los ojos y la cara toda roja y me di cuenta que me habías robado el corazón.
Lolo Mayaya (Last Temptation (Divine Temptation #4))
-¿Por qué no?-preguntó Ash a su vez con cara espantada-. Cuando quieres a alguien, cuando lo quieres de verdad, ya sea un amigo o un amante, desnudas tu alma. Le entregas una parte de ti que no le has dado a nadie y le dejas ver una parte de tu persona que solo él o ella puede herir. Prácticamente le das el cuchillo y el mapa con los puntos exactos para que corte en el sitio preciso de tu corazón y de tu alma. Y cuando ataca, te deja lisiado. Te destroza el corazón. Te deja desnudo, expuesto, y te preguntas qué has hecho para provocar tanta rabia cuando lo único que querías era amar a esa persona. Te preguntas qué es lo que haces mal para que nadie confíe en ti, para que nadie te ame. Si pasa una vez, es malo. Pero si se repite... ¿te parece que no es para asustarse?
Sherrilyn Kenyon (Devil May Cry (Dark-Hunter, #11))
Puso su mano debajo de mi barbilla y me levantó la cara para que le mirara, estaba sonriendo con su bonita sonrisa. —Puedo esperar tanto tiempo como desees. Realmente estoy loco por ti, no se trata de sexo —dijo con ternura, haciendo que mi corazón comenzase a correr. ¿Hablaba en serio o se trataba de un truco así me rendía antes? —¿Y si te digo que no creo en lel sexo antes del matrimonio? —le pregunté, poniéndolo a prueba. Sus ojos brillaron con diversión, pero mantuvo su rostro serio. —Entonces te diría que nos casáramos tan pronto como fueras mayor de edad. Dieciocho años es la edad legal, ¿verdad? —respondió, guiñándome un ojo.
Kirsty Moseley
¿Se dan cuenta, ahora, de por qué los libros son odiados y temidos? Muestran los poros del rostro de la vida. La gente comodona sólo desea caras de luna llena, sin poros, sin pelo, inexpresivas. Vivimos en una época en que las flores tratan de vivir de flores, en lugar de crecer gracias a la lluvia y al negro estiércol.
Ray Bradbury (Fahrenheit 451)
Funes discernía continuamente los tranquilos avances de la corrupción, de las caries, de la fatiga. Notaba los progresos de la muerte, de la humedad. Era el solitario y lúcido espectador de un mundo multiforme, instantáneo y casi intolerablemente preciso. Babilonia, Londres y Nueva York han abrumado con feroz esplendor la imaginación de los hombres; nadie, en sus torres populosas o en sus avenidas urgentes, ha sentido el calor y la presión de una realidad tan infatigable como la que día y noche convergía sobre el infeliz Ireneo, en su pobre arrabal sudamericano. Le era muy difícil dormir. Dormir es distraerse del mundo; Funes, de espaldas en el catre, en la sombra, se figuraba cada grieta y cada moldura de las casas precisas que lo rodeaban. (Repito que el menos importante de sus recuerdos era más minucioso y más vivo que nuestra percepción de un goce físico o de un tormento físico.) Hacia el Este, en un trecho no amanzanado, había casas nuevas, desconocidas. Funes las imaginaba negras, compactas, hechas de tiniebla homogénea; en esa dirección volvía la cara para dormir. También solía imaginarse en el fondo del río, mecido y anulado por la corriente.
Jorge Luis Borges (Ficciones)
—En París, es común reconocer a alguien atractivo. El francés no desvía la mirada como otras culturas lo hacen. ¿No te habías dado cuenta? St. Clair piensa que soy atractiva. Me llamó hermosa. —Créeme, no quieres dormir en mi cama. Me estoy tele transportando a Atlanta. Te estoy recogiendo, e iremos a algún lugar donde nuestras familias no nos encuentren. Nos llevaremos a Seany. Y le dejaremos correr todo lo que quiera hasta que se canse, y luego tú y yo tomaremos una larga caminata. Como Acción de Gracias. ¿Recuerdas? Y hablaremos sobre todo EXCEPTO sobre nuestros padres… O tal vez ni siquiera hablaremos. Simplemente caminaremos. Y seguiremos caminando hasta que el resto del mundo deje de existir. —Anna. —Etienne habla lentamente—. No me hiciste hacer algo que no quería hacer. Mi cara se calienta mientras el conocimiento estalla dentro de mí como dinamita. Le gusto. En verdad le gusto a Etienne. —Si me pides que te bese, lo haré. —Dice. Sus dedos aprietan mis muñecas, y me enciendo en llamas. —Bésame. —Digo. Lo hace. —La engañaba todos los días. En mi mente, pensaba en ti en formas que no podía, una y otra vez. Ella no era nada comparada contigo. Nunca antes me he sentido de esta forma por nadie. —Eres la chica más increíble que he conocido. Eres hermosa e inteligente, y me haces reír como nadie más puede. Y puedo hablar contigo. Y sé que después de todo esto no te merezco, pero lo que estoy tratando de decir es que te amo, Anna. Mucho. —¿Por favor dirías que me amas? Me estoy muriendo aquí.
Stephanie Perkins (Anna and the French Kiss (Anna and the French Kiss, #1))
Una noche tendida en un prado húmedo, de cara a la luna, me dije: « ¡Son pecados!», y sin embargo, estaba firmemente dispuesta a seguir comiendo, leyendo, hablando y soñando como me viniera en gana. « ¡No creo en Dios!», me dije ¿Cómo creer en Dios y escoger deliberadamente la desobediencia? Por un momento, esa obviedad me dejó atónita: no creía. Ni papá ni los escritores a quienes yo admiraba creían, y, seguramente el mundo no se explica sin Dios, pero Dios no explica gran cosa; de todas formas, no se entendía nada.
Simone de Beauvoir (The Inseparables)
Vio el mar por primera vez. En la distancia el mar era azul. Incuestionablemente azul. Sintió la felicidad de comprobar. Corrió desnudo por la arena de una playa sin turistas hasta que las olas le salpicaron la cara. Se detuvo, sospechando algo terrible, tomó entre sus manos un poco de mar. Y lo temido ocurrió. En el hueco de sus manos, el mar dejaba de ser azul, era sólo agua transparente. Acortar la distancia para destruir el encanto.
José Sbarra (Plástico cruel)
Solamente el silencio nos da miedo. En la voz siempre hay algo que nos salva. Sin embargo, el silencio es lo infinito. No se le ve la cara.
Emily Dickinson (Morí por la belleza)
Tenía una de esas caras de pasa que todavía te las puedes imaginar cuando eran uva porque en algún lugar por debajo de las arrugas hubo una vez algo bonito.
Annabel Pitcher (Ketchup Clouds)
Ahora, señor Harris, estará usted probablemente esperando que le diga que le di patadas al arbusto o que me eché a llorar o que corrí al aparcamiento y monté una escena. Pues siento decepcionarle y todo eso, pero me quedé con la cara completamente tranquila y el cuerpo completamente inmóvil. Lo único que hice fue romper una telaraña, partiéndola en dos con el canto de la mano. Una mitad se quedó en el muro y la otra mitad balanceándose de una rama, y esa es la única prueba que hay en el mundo de que sentí que algo se me rompía por dentro.
Annabel Pitcher (Ketchup Clouds)
Ash: Para escapar del vacío. Estuve mucho tiempo muerto por dentro. Dejar de existir no me parecía muy distinto de lo que ya sentía —pegó la cara a mi hombro y me estremecí—. Pero ahora es distinto. Ahora tengo algo por lo que luchar. No me asusta morir, pero tampoco pienso darme por vencido. No permitiré que te pase nada. Eres mi corazón, mi vida, toda mi existencia
Julie Kagawa (The Iron Queen (The Iron Fey, #3))
Se conocieron en un chat. Conversaciones, risas, complicidad, la protección que te brinda la pantalla y que da pie a decir ciertas cosas que no nos atreveríamos a soltar cara a cara, el resto del día pensando en encontrarse otra vez por el chat, la complicidad reciente, algunas fotos y finalmente una cita. Ya en la cita, los nervios de antes, el saludo extraño, la sonrisa algo forzada, el tic de él que ella observa con disgusto, los incómodos silencios que él salva con su ingenio, el físico de ella que no es como las fotos anunciaban, la conversación tirante que se va aflojando poco a poco, algunos temas comunes que los van haciendo sentir cómodos, el que supera todo el resto, ella cada vez más guapa, él cada vez más tierno, la tarde que termina en noche, el vino que también ayuda, la noche cada vez más larga y el deseo que toma el volante y un beso y muchos más y ¿en tu casa o en la mía? y la noche que sigue girando hacia ellos y el sudor y la cama desarmada y la misma pregunta en la cabeza de ambos, ¿me estoy enamorando?, y la misma respuesta en la cabeza de los dos dando título a este poema.
Marwán Abu-Tahoun Recio (Todos mis futuros son contigo)
E o que significa a palavra qualidade? Para mim significa textura. Este livro tem poros. Tem feições. Este livro poderia passar pelo microscópio. Você encontraria vida sob a lâmina, emanando em profusão infinita. Quanto mais poros, quanto mais detalhes de vida fielmente gravados por centímetro quadrado você conseguir captar numa folha de papel, mais "literário" você será. Pelo menos essa é minha definição. Detalhes reveladores. Detalhes frescos. Os bons escritores quase sempre tocam a vida. Os medíocres apenas passam rapidamente a mão sobre ela. Os ruins a estupram e a deixam para as moscas. Entende agora por que os livros são odiados e temidos? Eles mostram os poros no rosto da vida. Os que vivem no conforto querem apenas rostos com cara de lua de cera, sem poros nem pêlos, inexpressivos.
Ray Bradbury (Fahrenheit 451)
—Y lo haces, ¿no? ¿Amarme aunque sea un poco? Porque lo diré otra vez. Justo ahora, en tu cara. La verdad es que yo te amo, Jess Jordan. Lo gritaré si eso ayuda a mi caso. Pero tengo que expresar por lo menos ese punto antes de que transcurra un minuto más. Mi rostro se pone caliente cuando él continúa:—Responde. Por favor. Es importante. Poniendo todo a un lado. ¿Qué hay en tu corazón… qué sientes por mí? Encuentro su mirada. —He estado enamorada de ti desde la primera vez que me hablaste de tu dormitorio de Star Wars. Y ahora te amo tanto que me aterra. ¿Está bien? —¡Sí! Estoy tan feliz justo ahora…
Anne Eliot (Almost)
Tú me echabas una mirada con un gris signo de interrogación en tus ojos. "Oh, no, no empecemos de nuevo" (incredulidad, exasperación). Pues nunca te dignabas a creer que yo pudiera sentir el deseo -sin intenciones específicas- de hundir mi cara en tu falda tableada, amor mío. La fragilidad de tus brazos desnudos... Cómo anhelaba envolver esos brazos, y tus cuatro miembros límpidos, encantadores -un potrillo acurrucado-, y tomar tu cabeza entre mis manos indignas y estirar hacia atrás la piel de tus sienes y besar tus ojos achinados y... "Por favor, déjame en paz, ¿quieres?", decías. "Dios mío, déjame tranquila". Y yo me levantaba del suelo, mientras tú me mirabas crispando el rostro en una imitación deliberada de mi tic nerveux. Pero no importa, no importa, soy un miserable, no importa, sigamos con mi desgraciada historia.
Vladimir Nabokov (Lolita)
Esa sonrisa que Lily contenía, florece en un instante. Bajo el techo desnudo del Gran Comedor, su expresión se ilumina y cuando se muerde el labio inferior, James avanza, inclina la cabeza, contiene el aliento y prueba un beso suave. Se rozan despacio, los labios juntos y nada más. Los rizos de Lily le hacen cosquillas en la cara y por un momento piensa que está volando y que es el viento el que le hace sentirse así, flotando a varios pies del suelo.
Irati (Marauder Crack (2021))
El primer plano hace que el cuerpo aparezca en su conjunto de forma pornográfica. Lo despoja del lenguaje. Lo pornográfico es que al cuerpo lo despojen de su lenguaje. Las partes del cuerpo filmadas en primer plano surten el efecto de parecer órganos sexuales: "El primer plano de una cara es tan obsceno como el de un sexo. Es un sexo. Cualquier imagen, cualquier forma, cualquier parte del cuerpo vista de cerca es un sexo." En el primer plano del rostro se difumina por completo el trasfondo. Conduce a una pérdida del mundo. La estética del primer plano refleja una sociedad que se ha convertido ella misma en una sociedad del primer plano. El rostro da la impresión de haber quedado atrapado en sí mismo, volviéndose autorreferencial. Ya no es un rostro que contenga mundo, es decir, ya no es expresivo. El selfie es, exactamente, este rostro vacío e inexpresivo. La adicción al selfie remite al vacío interior del yo.  Hoy, el yo es muy pobre en cuanto a formas de expresión estables con las que pudiera identificarse y que le otorgaran una identidad firme. Hoy nada tiene consistencia. Esta inconsistencia repercute también en el yo, desestabilizándolo y volviéndolo inseguro. Precisamente esta inseguridad, este miedo por sí mismo, conduce a la adicción al selfie, a una marcha en vacío del yo, que nunca encuentra sosiego. En vista del vacío interior, el sujeto del selfie trata en vano de producirse a sí mismo. El selfie es el sí mismo en formas vacías. Estas reproducen el vacío. Lo que genera la adicción al selfie no es un autoenamoramiento o una vanidad narcisistas, sino un vacío interior.
Byung-Chul Han (La salvación de lo bello)
No puedo ni bajar la vista al suelo sin que sus rasgos se dibujen en las baldosas. En cada nube, en cada árbol, colmando el aire nocturno y refulgiendo de día a rachas en cada objeto, me veo continuamente cercado por su imagen. Los rostros más triviales de hombres y mujeres y hasta los propios rasgos de mi cara se burlan de mí, ofreciéndome su parecido. El mundo entero es una atroz colección de testimonios acreditativos de que vivió y de que ya la he perdido.
Emily Brontë (Wuthering Heights)
Falar do passado é o mais fácil que há, está tudo escrito, é só repetir, papaguear, conferir pelos livros o que os alunos [escrevem] nos livros ou nas chamadas orais, ao passo que falar de um presente que a cada minuto nos rebenta na cara, falar dele todos os dias do ano ao mesmo tempo que se vai navegando pelo rio da História acima até às origens, ou lá perto, esforça-nos por entender cada vez melhor a cadeia de acontecimentos que nos trouxe aonde estamos agora, isso é outro cantar, dá muito trabalho, exige constância de aplicação, há que manter sempre a corda tensa, sem quebra.
José Saramago
La cueva de Zaratustra en el Pretil de los Consejos. Rimeros de libros hacen escombro y cubren las paredes. Empapelan los cuatro vidrios de una puerta cuatro cromos espeluznantes de un novelón por entregas. En la cueva hacen tertulia el gato, el can, el loro y el librero. Zaratustra, abichado y giboso -la cara de tocino rancio y la bufanda de verde serpiente- promueve con su caracterización de fantoche, una aguda y dolorosa disonancia muy emotiva y muy moderna. Encogido en el roto pelote de su silla enana, con los pies entrapados y cepones en la tarima del brasero, guarda la tienda. Un ratón saca el hocico intrigante por un agujero. Zaratustra: ¡No pienses que no te veo, cabrón! El gato: ¡Fu! ¡Fu! ¡Fu! El can: ¡Guau! El loro: ¡Viva España!
Ramón María del Valle-Inclán (Luces de bohemia: Esperpento)
[...]Entonces alguien me puso una mano en el hombro. Di un salto levantándome dos palmos del suelo, y estuve a punto de caer sobre Simmon convertido en el torbellino de gritos, arañazos y mordiscos que en Tarbean había sido mi único método de defensa. Simmon dio un paso hacia atrás, asustado por la expresión de mi cara. Traté de controlar los latidos de mi corazón. - Lo siento, Simmon. Es que... Procura hacer un poco de ruido cuando te acerques a mí. Me asusto fácilmente. - Yo también -murmuró él, tembloroso, pasándose una mano por la frente-. Pero no te lo reprocho. A todos nos pasa cuando nos ponen ante las astas del toro. ¿Cómo te ha ido? - Me van a azotar y me han admitido en el Arcano. Sim me miró con curiosidad, tratando de discernir si estaba bromeando. - ¿Lo siento? ¿Felicidades? -Me miró con una tímida sonrisa en los labios-. ¿Te regalo unas vendas o te invito a una cerveza? Le devolví la sonrisa. - Las dos cosas.
Patrick Rothfuss (The Name of the Wind (The Kingkiller Chronicle, #1))
La atraía su cara, no por lo hermosa ni lo perfecta sino por lo viril, por lo indiscutiblemente masculina, la frente amplia y despejada las mandíbulas anchas, de huesos marcados, y la barbilla de fuerte presencia. Era imberbe, se veía en la tersura de su piel cobriza, que parecía la de un zagal, aunque a leguas se notaba que había pasado los treinta. ‘¡Qué hermosos ojos!’, pensó, y reconoció que, más allá del increíble gris perla del iris, eran las pestañas, tan pobladas, tan arqueadas, las que hacían de su mirada de las más bonitas que había visto.
Florencia Bonelli
Dice Kertész que inmediatamente antes de morir, en la cara del que agoniza aflora «un repentino asombro. […] Entonces se entera de algo, de algo irreparable…». ¿Afloró en el rostro de Daniel ese repentino asombro? Como para aliviarlo, pero tal vez para aliviarme, hay días en que hago venir la imagen de mi hijo hasta donde yo estoy, para abrazarlo, darle un beso en la frente, acariciar su cabeza como hice cuantas veces pude, y decirle al oído que su opción fue legítima, que es mejor la muerte que una vida indigna atravesada por el terror de saber que el yo, que es todo lo que somos, está habitado por otro
Piedad Bonnett (Lo que no tiene nombre)
En todos los tiempos el rostro del Poder fue visible. ¿Qué son la arquitectura, la pintura, la música de esas edades, sino monumentos, alabanzas creadas en honor de los rostros del Poder: monarcas, príncipes, reinas palpables? El Poder siempre tuvo una cara a la que era posible amar u odia, alabar o insultar, suplicar o guillotinar. Con la locura del capitalismo nació la sociedad sin rostro. Para Lenin, la última etapa del capitalismo es el imperialismo, pero no, la última etapa del capitalismo es la esquizofrenia, la separación de la realidad. Hacia finales del siglo XIX-pensé- ocurrió un hecho sin precedentes: el rostro del capitalismo desapareció enmascarado detrás de las sociedades anónimas. La perversidad de nuestro tiempo fue la aparición de las sociedades anónimas. Gracias a las tinieblas de las sociedades anónimas por primera vez en la historia los hombres ejercen impunemente el Poder. Los Presidentes de las Repúbilcas no son sino fantoches, antifaces: detrás de ellos está el rostro sin rostro de las transnacionales. Hoy el Poder lo ejercen hombres cuyos rostros no conoceremos jamás: los invisibles propietarios, los misteriosos hombres sin cara de las multinacionales. - Págs. 162-163 de "La danza inmóvil" de Manuel Scorza. 1983
Manuel Scorza (La danza immobile)
¿Qué pasaría...? ¿Qué pasaría si un día despertamos dándonos cuenta de que somos mayoría? ¿Qué pasaría si de pronto una injusticia, sólo una, es repudiada por todos, todos los que somos, todos, no unos, no algunos, sino todos? ¿Qué pasaría si en vez de seguir divididos nos multiplicamos, nos sumamos y restamos al enemigo que interrumpe nuestro paso? ¿Qué pasaría si nos organizáramos y al mismo tiempo enfrentáramos sin armas, en silencio, en multitudes, en millones de miradas la cara de los opresores, sin vivas, sin aplausos, sin sonrisas, sin palmadas en los hombros, sin cánticos partidistas, sin cánticos? ¿Qué pasaría si yo pidiese por ti que estás tan lejos, y tú por mí que estoy tan lejos, y ambos por los otros que están muy lejos y los otros por nosotros aunque estemos lejos? ¿Qué pasaría si el grito de un continente fuese el grito de todos los continentes? ¿Qué pasaría si pusiésemos el cuerpo en vez de lamentarnos? ¿Qué pasaría si rompemos las fronteras y avanzamos y avanzamos y avanzamos y avanzamos? ¿Qué pasaría si quemamos todas las banderas para tener sólo una, la nuestra, la de todos, o mejor ninguna porque no la necesitamos? ¿Qué pasaría si de pronto dejamos de ser patriotas para ser humanos? No sé... me pregunto yo: ¿Qué pasaría...?
Mario Benedetti
I van esguerrant els homes perquè diuen que una ombra es va ajuntar amb una altra… tenen por. Volen tenir por. Volen creure i volen patir… patir i només patir i ofeguen els qui moren perquè encara pateixin més… perquè pateixin fins al darrer moment, perquè res no sigui bo, i si t’arrenquen la cara les pedres i l’aigua és pel bé de tots… i si vius pensant que el riu s’endurà el poble no pensaràs en res més… que se t’endugui el patir però no el desig… perquè el desig fa viure i per això els fa por. La por del desig se’ls menja. I és per no pensar en el desig que volen patir i de petit ja t’esguerren… perquè el desig fa viure ja te’l maten mentre vas creixent…
Mercè Rodoreda (Death in Spring)
La emoción trágica, efectivamente, es una cara que mira en dos direcciones: hacia el terror y hacia la piedad, y ambos son fases de ella. Habrás visto que uso la palabra paraliza. Quiero decir que la emoción trágica es estática. O más bien que la emoción dramática lo es. Los sentimientos excitados por un arte impuro son cinéticos, deseo y repulsión. El deseo nos incita a la posesión, a movernos hacia algo; la repulsión nos incita al abandono, a apartarnos de algo. Las artes que sugieren estos sentimientos, pornográficas o didácticas, no son, por tanto, artes puras. La emoción estética es por consiguiente estática. El espíritu queda paralizado por encima de todo deseo, de toda repulsión.
James Joyce (A Portrait of the Artist as a Young Man)
Por um instante a morte soltou-se a si mesma, expandindo-se até às paredes, encheu o quarto todo e alongou-se como um fluido até à sala contígua, aí uma parte de si deteve-se a olhar o caderno que estava aberto sobre uma cadeira, era a suite número seis opus mil e doze em ré maior de Johann Sebastian Bach composta em cöthen e não precisou de ter aprendido música para saber que ela havia sido escrita, como a Nona Sinfonia de Beethoven, na tonalidade da alegria, da unidade entre os homens, da amizade e do amor. Então aconteceu algo nunca visto, algo não imaginável, a morte deixou-se cair de joelhos, era toda ela, agora, um corpo refeito, e por isso é que tinha joelhos, e pernas, e pés, e braços, e mãos, e uma cara que entre as mãos escondia, e uns ombros que tremiam não se sabe porquê, chorar não será, não se pode pedir tanto a quem sempre deixa um rasto de lágrimas por onde passa, mas nenhuma delas que seja sua. Assim como estava, nem visível nem invisível, em esqueleto nem mulher, levantou-se do chão como um sopro e entrou no quarto.
José Saramago (Death with Interruptions)
viviré menos, porque lavarse es un trabajo, un desperdicio de energía y calor. ¿No sabe Steinlauf que después de media hora cargando sacos de carbón habrá desaparecido cualquier diferencia entre él y yo? Cuanto más lo pienso más me parece que lavarse la cara en nuestra situación es un acto insulso, y hasta frívolo: una costumbre mecánica, o peor, una lúgubre repetición de un rito extinguido. Vamos a morir todos, estamos a punto de morir: si me sobran diez minutos entre la diana y el trabajo quiero dedicarlos a otra cosa, a encerrarme en mí mismo, a echar cuentas o tal vez a mirar el reloj y a pensar que puede que lo esté viendo por última vez; o también a dejarme vivir, a darme el lujo de un ocio minúsculo.
Primo Levi (Trilogía de Auschwitz)
- ¿Por qué no gritas, mamá? ¿Por qué no lo mandas a la puta mierda? ¿Por qué no le envenenas la comida? ¿Por qué no le cortas toda la ropa con las tijeras del jardinero? ¿Por qué no le pides el divorcio, mamá? ¿Por qué no dejas de mimetizarte con el sofá, con las cortinas, con el papel tapiz, camaleón estúpido, y no sales de ahí, de dónde sea que estés y lo obligas a mirarte a la cara?
María Fernanda Ampuero (Sacrificios humanos)
La búsqueda de una vida más fácil trajo muchas privaciones, y no por última vez. En la actualidad nos ocurre a nosotros. ¿Cuántos jóvenes graduados universitarios han accedido a puestos de trabajo exigentes en empresas potentes, y se han comprometido solemnemente a trabajar duro para ganar dinero que les permita retirarse y dedicarse a sus intereses reales cuando lleguen a los treinta y cinco años? Pero cuando llegan a esa edad, tienen hipotecas elevadas, hijos que van a la escuela, casa en las urbanizaciones, dos coches como mínimo por familia y la sensación de que la vida no vale la pena vivirla sin vino realmente bueno y unas vacaciones caras en el extranjero. ¿Qué se supone que tienen que hacer, volver a excavar raíces? No, redoblan sus esfuerzos y siguen trabajando como esclavos.
Yuval Noah Harari (Sapiens. De animales a dioses: Una breve historia de la humanidad)
La realidad es un misterio, doctor Bonsaint, y la textura corriente de las cosas es la tela que usamos para ocultar su resplandor y oscuridad. Pienso que cubrimos los rostros de los cadáveres por la misma razón. Vemos las caras de los muertos como una especie de puerta. Está cerrada para nosotros… pero sabemos que no lo estará siempre. Algún día se abrirá para cada uno de nosotros y la atravesaremos.
Stephen King (Just After Sunset)
Luego la risa cesó y se hizo ese silencio. Ese silencio extraño y cómodo a la vez. ¿Qué demonios fue eso? Fue como si el mundo dejara de dar vueltas en ese instante. Como si todos los que nos rodeaban hubiesen desaparecido. Como si hubiese olvidado todo lo que me aguardaba (...). Fue como si esos pocos minutos hubiesen sido creados sólo para nosotros y lo único que pudiéramos hacer fuese mirarnos el uno al otro. Era como si (...) estuviera viendo mi cara por primera vez. Parecía confundido y al mismo tiempo complacido. Exactamente igual que yo. Porque estaba sentada en la hierba con mi amigo íntimo (...), y aquél era el rostro de mi amigo íntimo (...) con su nariz, sus ojos y sus labios, pero todo ello me parecía distinto. De modo que le di un beso. Me dejé llevar por la magia del momento y le di un beso.
Cecelia Ahern (Love, Rosie)
No pudo evitar esa cara de horror que ponen los italianos cuando descubren que alguien no comparte su interés predominante y obsesivo por lo único que de veras les parece importante en la vida: la comida. Lo demás -la política, la ley, aun el arte-, lo demás es relativo y secundario. La comida jamás y de ella se deriva todo: la política, la ley, aún el arte. El orden familiar, la vida. La razón profunda por la que la cultura italiana es un matriarcado incorregible está allí en el hecho de que son las mamás, le mamme, quienes cocinas y así le dan sentido al mundo, solo así. Por eso los hombres italianos jamás dejan de ser niños y cuando se casan buscan una esposa, faltaba más, sino una réplica de su mamá que les dé órdenes, que los cuide y que los quiera y los seduzca, si se puede, pero sobre todo que les haga la pasta como en su casa.
Juan Esteban Constaín (El hombre que no fue Jueves)
- He sido un necio –dijo con una voz tan temblorosa como sus manos. - Desde luego que sí –dijo Cuthbert-, ya lo creo. –Cayó de rodillas sobre el polvo, de cara a Roland-. Ahora ya puedes empezar a pegarme si quieres. Todas las veces y con la fuerza que te dé la gana. No te devolveré los golpes. He hecho todo lo que he podido para despertar tu sentido de la responsabilidad. Si sigues durmiendo, que así sea. En cualquiera de los dos casos, te quiero. Bert apoyó las manos en los hombros de Roland y besó brevemente la mejilla de su amigo. Roland se echó a llorar. En parte eran lágrimas de gratitud. Pero sobre todo una mezcla de rabia y desconcierto; había incluso una pequeña y oscura parte de sí mismo que odiaba a Cuthbert y siempre lo odiaría. Aquella parte odiaba a Cuthbert más por el beso que por el puñetazo en la mandíbula; más por el perdón que por el despertar.
Stephen King (Wizard and Glass (The Dark Tower, #4))
Al principio solo noté el tacto tembloroso de sus dedos, apenas sus huellas digitales. Era como si casi no se atreviera a rozarme. Pero se quedó ahí un segundo, como una mariposa, y antes de retirar la mano presionó ligeramente con la palma caliente sobre mi mejilla y parte de mi mandíbula. Después aflojó la presión y deslizó muy lentamente la mano hasta retirarla por completo de mi cara. Cuando lo hizo sentí el frío de su ausencia, una huella de hielo en mi mejilla.
Begoña Oro (Croquetas y wasaps)
Citaría a Platón, ya que estaría ante un intelectual. Según él, al principio de la creación, los hombres y las mujeres no eran como son hoy; había sólo un ser, que era bajo, con un cuerpo, pero cuya cabeza tenía dos caras, cada una mirando en una dirección. Era como si dos criaturas estuviesen pegadas por la espalda, con dos sexos opuestos, cuatro piernas, cuatro brazos. Los dioses griegos, sin embargo, eran celosos, y vieron que una criatura que tenía cuatro brazos trabajaba más, dos caras opuesta estaban siempre vigilantes y no podían ser atacadas a traición, cuatro piernas no exigiían tanto esfuerzo para permaneces de pie o andar durante largos períodos. Y lo que era más peligroso: la criatura tenía dos sexos diferentes, no necesitaba a nadie más para seguir reproduciéndose en la Tierra. Entonces dijo Zeus, el supremo señor del Olimpo: Tengo un planpara hacer que esos mortales pierdan su fuerza. Y con un rayo, partió a la criatura en dos, y así creo al hombre y a la mujer. Eso aumentó mucho la población del mundo, y al mismo tiempo desorientó y debilitó a los que en él habitaban, porque ahora tenían que buscar su parte perdida, abrazarla de nuevo, y en ese abrazo recuperar la antigua fuerza, la capacidad de evitar la traición, la resistencia para andar largos períodos y soportar el trabajo agotador. A ese abrazo donde los dos cuerpos se confunden de nuevo en uno lo llamamos sexo.
Paulo Coelho
El inventario de tus cicatrices, en particular las de la cara, que ves cada mañana al mirarte en el espejo del baño cuando te peinas o vas a afeitarte. Rara vez piensas en ellas, pero cuando lo haces, entiendes que son marcas que deja la vida, que el surtido de líneas irregulares grabadas en la piel de tu rostro son letras del alfabeto secreto que narra la historia de quién eres, porque cada cicatriz es la huella de una herida curada, y cada herida era resultado de una inesperada colisión con el mundo; es decir, de un accidente, de algo que no debía ocurrir a la fuerza, porque por definición un accidente es algo que no sucede necesariamente. Acontecimientos contingentes en contraposición a hechos necesario, y mientras te miras al espejo esta mañana comprendes que toda vida es contingente, salvo por el único hecho necesario de que antes o después tocará a su fin.
Paul Auster
HAMBRE (HUNGER) Anhelo tu boca, tu voz, tu pelo. En silencio y con hambre, rodando por las calles. El pan no me alimenta, me rompe el alba. Tengo hambre por tu sonrisa, Tus manos el color de una cosecha salvaje, Con hambre de las piedras pálidas que son tus uñas, Quiero comer tu piel como una almendra entera. Necesito el rayo de sol que quema de tu hermosa cuerpo, Tu nariz soberana del elegante cara, Quiero comer la sombra fugaz de tus pestañas, Paseo con hambre, olfateando el crepúsculo, Buscandote, por tu corazón caliente, Como una puma en los páramos de las montañas… ******************************** I long for your mouth, your voice, your hair. Silent and starving, rolling through the streets. Bread does not nourish me, The dawn breaks me. I have a hunger for your smile. Your hands the color of a savage harvest, I hunger for the pale stones are your nails, I want to eat your skin like a whole almond. I need the sunshine that burns from your beautiful body. Your nose,sovereign on an elegant face, I want to eat the fleeting shade of your lashes, I move on, hungry, sniffing the twilight, Looking for you, for your warm heart, As a cougar in the wilds of the mountains ...
José N. Harris (MI VIDA: A Story of Faith, Hope and Love)
Mirad: somos punks y skins, somos los chicos con botas, somos las ratas con botas, somos feos y pajeros y tiñosos, buscabullas y culoapretados, espitados y bocazas y chulos, botas sucias y caras brutas, los paquetes estrujados y las cabezas rapadas, rotos y descosidos en la ropa y en el alma, malas dentaduras y mal cutis, los peores empleos y barrios, somos la gente que no quieres conocer y venimos de los sitios adonde no quieres ir, nacidos para ser carn d’olla, nacidos para fracasar, el eslabón más bajo de la cadena alimenticia, pisando charcos en la ciudad podrida, carnaza de descampado y bóbila y calimocho, comiéndonos las consonantes y comiéndonos los mocos, expulsados y castigados, sin recreo pero también sin clase, sin clase de ningún tipo, esta noche hay un destroy, tienes-tienes-tienes y nosotros no tenemos nada, pero si tienes una lista negra ya nos puedes ir apuntando, si tienes una lista negra nosotros queremos estar en ella, meando por las calles, rompiendo los cristales, cantando las canciones que no salen en los libros. Los chicos con botas, bolsillos vacíos y cojones llenos, esas canciones son lo único que tenemos. Eso, y a nosotros mismos. Porque somos los chicos con botas, somos las ratas con botas, duros como clavos, a veces hay que agachar la cabeza para no romperse, y somos los irrompibles, somos la arrogancia original, borrachos y orgullosos, pisando cascos rotos, los culos contra la pared, sin futuro y sin modales, carne de cañón, Cornellà, Santako, L’Hospi, Bellvitge, Castefa, Viladecans, Gavà, Sant Boi, La Cope, feas las esquinas y más dura será la caída, cayendo, cayendo, siempre cayendo, cayendo y riendo, haciendo la conga en la cola del INEM, de aquellos polvos vinieron estos lodos, sólo que aquí polvos hemos visto pocos y el lodo nos llega ya hasta el cuello, de cara a la pared pero sin libros en las manos, no nos dio tiempo a querer ser alguien, nadie te cuenta nunca cómo se sale de aquí, ¿hay alguna manera de salir de aquí?, primero deletrea u-n-i-v-e-r-s-i-d-a-d si tienes huevos, oportunidades para estudiar una carrera es lo que no te van a dar (cantaban los Clash), esto es Todos Contra Todos pero nosotros estamos juntos, es lo único que tenemos. Las canciones, y a nosotros mismos. Caemos como piedras pero, mientras tanto, ¿echamos unas risas? Cayendo y riendo, es todo lo que nos queda. Nos vemos en la Casa de la Bomba a las diez en punto, como cada sábado, que esta noche hay un destroy. No tardes, no me jodas.
Kiko Amat (Rompepistas)
A mis niños, Feliz Navidad. Lo siento si estas cartas los han tomado a ambos por sorpresa. Es sólo que hay tantas cosas más que tengo que decir. Sé que pensabas que estaba hecha para dar consejos, pero no podía irme sin reiterar algunas cosas por escrito. Puedes no estar relacionada con estas cosas ahora, pero algún día lo estarás. No era capaz de estar ahí para siempre, pero espero que mis palabras puedan. -No dejes de hacer basaña. La basaña es buena. Espera hasta un día cuando no existan malas noticias, y hornea una maldita basaña. -Encuentra un equilibrio entre la cabeza y el corazón. Espero que hayas encontrado eso, Lake, y puedas ayudar a Kel a resolverlo cuando llegue a ese punto. -Presiona tus límites, para eso están. -Estoy robando este fragmento de tu banda favorita, Lake. “Recuerda siempre que no hay nada que valga la pena compartir, como el amor que nos deja compartir nuestro nombre.” -No tomes la vida tan en serio. Dale un puñetazo en la cara cuando necesite un buen golpe. Ríete de eso. -Y ríe mucho. Nunca pases un día sin reír al menos una vez. -Nunca juzgues a otros. Ambos saben muy bien cómo acontecimientos inesperados pueden cambiar lo que una persona es. Siempre ten eso en mente. Nunca se sabe lo que otra persona está experimentando en su propia vida. -Cuestiona todo. Tu amor, tu religión, tus pasiones. Si no tienes preguntas, nunca encontraras respuestas. -Acepta. De todo. Las diferencias de las personas, sus semejanzas, sus elecciones, sus personalidades. A veces se necesita una variedad para hacer una buena colección. Lo mismo va para las personas. -Escoge tus batallas, pero no elijas muchas. -Mantén una mente abierta; es la única manera en que cosas nuevas pueden entrar. -Y por último, pero no menos importante, ni un poquito menos importante. Nunca te arrepientas. Gracias a los dos por haberme dado los mejores años de mi vida. Especialmente el último. Con amor, Mamá.
Colleen Hoover (Slammed (Slammed, #1))
La niña y el hermano pequeño lloran el uno junto al otro, sellados por una desesperación de sangre que no pueden compartir con nadie. Thanh los mantiene abrazados, acaricia sus rostros, sus manos. Llora por sus llantos, llora también por el llanto de la madre. Por amor a la niña. La madre. Se ha girado hacia el barco. No le vemos la cara. Da media vuelta. Va hacia las rejas, se apoya en la reja al lado de los hijos que le quedan. Llora sin ruido, bajito, ya no tiene fuerzas. Ya está muerta. Al igual que Thanh acaricia el cuerpo de sus dos hijos separados del otro, su hermano mayor, ese hijo perdido por el amor de su madre, un error de Dios.
Marguerite Duras (The North China Lover (The Lover, #2))
Compañera, cuando amábamos (for Juanita Ramos and other spik dykes) ¿Volverán, campañera, esas tardes sordas Cuando nos amábamos tiradas en las sombras bajo otoño? Mis ojos clavados en tu mirada Tu mirada que siempre retiraba al mundo Esas tardes cuando nos acostábamos en las nubes Mano en mano nos paseábamos por las calles Entre niños jugando handball Vendedores y sus sabores de carne chamuzcada. La gente mirando nuestras manos Nos pescaban los ojos y se sonreían cómplices en este asunto del aire suave. En un café u otro nos sentábamos bien cerquita. Nos gustaba todo: las bodegas tiznadas La música de Silvio, el ruido de los trenes Y habichuelas. Compañera, ¿Volverán esas tardes sordas cuando nos amábamos? ¿Te acuerdas cuando te decía ¡tócame!? ¿Cuándo ilesa carne buscaba carne y dientes labios En los laberintos de tus bocas? Esas tardes, islas no descubiertas Cuando caminábamos hasta la orilla. Mis dedos lentos andaban las lomas de tus pechos, Recorriendo la llanura de tu espalda Tus moras hinchándose en mi boca La cueva mojada y racima. Tu corazón en mi lengua hasta en mis sueños. Dos pescadoras nadando en los mares Buscando esa perla. ¿No te acuerdas como nos amábamos, compañera? ¿Volverán esas tardes cuando vacilábamos Pasos largos, manos entrelazadas en la playa? Las gaviotas y las brizas Dos manfloras vagas en una isla de mutua melodía. Tus tiernas palmas y los planetas que se caián. Esas tardes tiñadas de mojo Cuando nos entregábamos a las olas Cuando nos tirábamos En el zacate del parque Dos cuerpos de mujer bajo los árboles Mirando los barcos cruzando el río Tus pestañas barriendo mi cara Dormitando, oliendo tu piel de amapola. Dos extranjeras al borde del abismo Yo caía descabellada encima de tu cuerpo Sobre las lunas llenas de tus pechos Esas tardes cuando se mecía el mundo con mi resuello Dos mujeres que hacían una sola sombra bailarina Esas tardes andábamos hasta que las lámparas Se prendían en las avenidas. ¿Volverán, Compañera, esas tardes  cuando nos amábanos?
Gloria E. Anzaldúa (Borderlands/La Frontera: The New Mestiza)
Mi amiga Kira siempre decía que la vida es como un videojuego difícil y con unas mecánicas terriblemente injustas.. Cuando naces, te dan un personaje generado al azar con un nombre, una raza, una cara y una clase social también arbitrarios. Tu cuerpo es tu avatar y aparece en una ubicación geográfica fortuita, en un momento cualquiera de la historia de la humanidad y rodeado por un grupo aleatorio de personas, elementos con los que tienes que intentar sobrevivir tanto como puedas. Hay momentos en los que el juego puede llegar a parecer fácil. Divertido incluso. Pero otros, es tan complicado que puede que te den ganas de abandonar y dejar de jugar. Por desgracia, se trata de un juego en el que solo tienes una vida. Cuando tu cuerpo tiene hambre, sed, se enferma, resulta herido o envejece, tu barra de vida empieza a bajar hasta que se vacía y pierdes la partida. Algunos juegan durante cien años sin llegar a darse cuenta siquiera de que se trata de un juego o de que hay una manera de ganarlo. Para ganar el videojuego de tu vida solo tienes que intentar hacer que la experiencia de estar obligado a jugarlo sea lo más placentera posible para ti y para el resto de los jugadores con los que te encuentres en tus aventuras. Kira dice que si todo el mundo jugase así, el juego sería mucho más divertido para todos. Almanaque de Anorak, capítulo 77, versículos 11-20
Ernest Cline (Ready Player Two)
-¿No tenéis acaso otra hija? -No-dijo el hombre-, sólo tenemos una Cenicienta, pequeña e ingenua, de mi difunta esposa, pero es imposible que ella sea la novia. El hijo del rey dijo que fueran a buscarla, pero la madre respondió: -Ay, no, está demasiado sucia, no puede dejarse ver. Pero él insistió en verla a toda costa y tuvieron que llamar a Cenicienta. Ella se lavó primero las manos y la cara, fue luego hasta allí y se inclinó ante el hijo del rey, que le tendió el zapato de oro. Después se sentó en un escabel, sacó el pie del pesado zueco de madera y lo metió en la chinela: le quedaba como hecha a medida. Y cuando se enderezó y el rey la miró a la cara, reconoció a la hermosa joven que había bailado con él y dijo: -¡Ésta es la verdadera novia! La madrastra y las dos hermanas se asustaron y empalidecieron de rabia, pero él subió a Cenicienta al caballo y se marchó de allí. Al pasar por el pequeño avellano, las dos palomitas blancas dijeron: -Vuélvete y mira, vuélvete y mira, ya no hay sangre en la zapatilla: la zapatilla bien ya le encaja, a la novia de verdad llevas a casa.
Jacob Grimm (Cuentos de los hermanos Grimm)
- Nunca vuelvas a llamarme así - le espeté. - Es mejor que llarmarle <> a alguien, ¿no? - Salió por la puerta - Qué visita tan estimulante. La recordaré mucho tiempo. Aquello ya era suficiente. - ¿Sabes qué? Tienes toda la razón. Mira que llamarte tarado...Esa es una palabra que no te define bien - le dije sonriendo - <> te pega más. - Conque <>, ¿eh? - repitió - Eres un encanto. Levanté el dedo corazón. (pág.20) Eran más de la una, pero parecía que Daemon acabara de levantarse. Llevaba los tejanos arrugados y el pelo enmarañado. Hablaba con alguien por teléfono mientras se pasaba la mano por la mandíbula. - ¿Tu hermano no tiene camisetas o qué? - le pregunté mientras cogía la pala. - Me temo que no. No las lleva ni en invierno. Siempre va por ahí medio desnudo - refunfuñó - Es bastante incómodo tener que verlo así todo el día, enseñando tanta...carne ¡Qué grima! A ella le daría grima, pero a mí...me alteraba bastante. Me puse a cavar hoyos en lugares estratégicos mientras notaba que se me secaba la garganta. Tenia una cara perfecta, un cuerpo de ensueño y una mala leche espectacular. Las tres reglas de oro de cualquier tío macizo, vaya. (pág. 39) - Tienes una cabecita bastante sucia, gatita. Pestañeé. <> - ¿Qué has dicho? - Que tienes la cabeza sucia - repitió en voz baja. Sabía que Dee no podía oírle -, llena de tierra. ¿Qué creías que quería decir? - Nada -...Tener a Daemon tan cerca no me reconfortaba en absoluto - Es normal ensuciarse cuando plantas. Los labios le temblaron un instante. - Hay muchas maneras de ensuciarse. Aunque no tengo la intención de mostrártelas. (pág.46) - Me da a mí que te has mojado tú más que el coche. Nunca pensé que lavar un coche pudiera ser tan complicado pero, después de observarte durante los últimos quince minutos, creo que deberían convertirlo en deporte olímpico. - ¿Estabas observándome? - Qué grima. Y qué morbo. ¡No! de morboso, nada. (pág.51) - Pues sí ¿Y tú siempre te quedas mirando a los tíos cuando llamas a su puerta para preguntar por una dirección? - ¿Siempre abres la puerta medio desnudo? - Pues sí. Y no has respondido a mi pregunta. ¿Siempre pegas esos repasos? Las mejillas me ardían. (pág.53) - Hasta mañana a medio día, gatita. - Te odio - resoplé. - El sentimiento es mutuo - Me miró por encima del hombro - Me juego veinte pavos a que llevas bañador y no biquini. Era insufrible. (Pág. 62) - ¿Que no confía en mi? ¿Y qué tiene que confiarme, tu virtud? Se le escapó otra carcajada y tardó unos momentos en poder contestar. - Pues claro; no le gustan las chicas guapas que están coladitas por mi. - ¿Qué? - ... - Estás de broma, ¿no? - ¿A qué parte te refieres? - preguntó- - ¡A todas! - Venga ya. No me digas que no sabes que eres guapa. ¿No te lo ha dicho ningún chico antes? (pág.90) - Creo que estás condenada a estar conmigo un rato más. - Seguro que parezco un gato remojado. - Estás bien. La lluvia te favorece. Fruncí el ceño. - Ya me estás mintiendo otra vez. Sentí que su cuerpo se movía junto al mío y, sin mediar palabra, me rozó la barbilla con los dedos y me atrajo hacia él. En sus labios se dibujó una sonrisa torcida. - No te miento; te lo dijo en serio. (pág.101) - Bueno...Ya llegó el innombrable. A Dee le dio un ataque de risa que hizo que toda la cafetería nos mirara. - ¡Me parto! Me hundí en la butaca. Desde la mañana en que Dee y él me habían preparado el desayuno, me había evitado y a mí me daba igual. ... Seguramente Daemon era físicamente el hombre más perfecto que jamás había visto - su cara haría las delicias de cualquier retratista -, pero a la vez tenía bastantes papeletas para ser el cretino más grande sobre la faz de la Tierra. (pág.145)
Jennifer L. Armentrout (Obsidian (Lux, #1))
-¿No tenéis acaso otra hija? -No-dijo el hombre-, sólo tenemos una Cenicienta, pequeña e ingenua, de mi difunta esposa, pero es imposible que ella sea la novia. El hijo del rey dijo que fueran a buscarla, pero la madre respondió: -Ay, no, está demasiado sucia, no puede dejarse ver. Pero él insistió en verla a toda costa y tuvieron que llamar a Cenicienta. Ella se lavó primero las manos y la cara, fue luego hasta allí y se inclinó ante el hijo del rey, que le tendió el zapato de oro. Después se sentó en un escabel, sacó el pie del pesado zueco de madera y lo metió en la chinela: le quedaba como hecha a medida. Y cuando se enderezó y el rey la miró a la cara, reconoció a la hermosa joven que había bailado con él y dijo: -¡Ésta es la verdadera novia! La madrastra y las dos hermanas se asustaron y empalidecieron de rabia, pero él subió a Cenicienta al caballo y se marchó de allí. Al pasar por el pequeño avellano, las dos palomitas blancas dijeron: -Vuélvete y mira, vuélvete y mira, ya no hay sangre en la zapatilla: la zapatilla bien ya le encaja, a la novia de verdad llevas a casa. (Fragmento perteneciente al cuento de Cenicienta)
Jacob Grimm (Cuentos de los hermanos Grimm)
[...] Eso es muy corto, joven; yo os abono que podíais variar bastante el tono. Por ejemplo: Agresivo: «Si en mi cara tuviese tal nariz, me la amputara.» Amistoso: «¿Se baña en vuestro vaso al beber, o un embudo usáis al caso?» Descriptivo: «¿Es un cabo? ¿Una escollera? Mas ¿qué digo? ¡Si es una cordillera!» Curioso: «¿De qué os sirve ese accesorio? ¿De alacena, de caja o de escritorio?» Burlón: «¿Tanto a los pájaros amáis, que en el rostro una alcándara les dais?» Brutal: «¿Podéis fumar sin que el vecino —¡Fuego en la chimenea!— grite?» Fino: «Para colgar las capas y sombreros esa percha muy útil ha de seros.» Solícito: «Compradle una sombrilla: el sol ardiente su color mancilla.» Previsor: «Tal nariz es un exceso: buscad a la cabeza contrapeso.» Dramático: «Evitad riñas y enojos: si os llegara a sangrar, diera un Mar Rojo.» Enfático: «¡Oh nariz!… ¡Qué vendaval te podría resfriar? Sólo el mistral.» Pedantesco: «Aristófanes no cita más que a un ser sólo que con vos compita en ostentar nariz de tanto vuelo: El Hipocampelephantocamelo.» Respetuoso: «Señor, bésoos la mano: digna es vuestra nariz de un soberano.» Ingenuo: «¿De qué hazaña o qué portento en memoria, se alzó este monumento?» Lisonjero: «Nariz como la vuestra es para un perfumista linda muestra.» Lírico: «¿Es una concha? ¿Sois tritón?» Rústico: «¿Eso es nariz o es un melón?» Militar: «Si a un castillo se acomete, aprontad la nariz: ¡terrible ariete!» Práctico: «¿La ponéis en lotería? ¡El premio gordo esa nariz sería!» Y finalmente, a Píramo imitando: «¡Malhadada nariz, que, perturbando del rostro de tu dueño la armonía, te sonroja tu propia villanía!» Algo por el estilo me dijerais si más letras e ingenio vos tuvierais; mas veo que de ingenio, por la traza, tenéis el que tendrá una calabaza y ocho letras tan sólo, a lo que infiero: las que forman el nombre: Majadero. Sobre que, si a la faz de este concurso me hubieseis dirigido tal discurso e, ingenioso, estas flores dedicado, ni una tan sólo hubierais terminado, pues con más gracia yo me las repito y que otro me las diga no permito.
Edmond Rostand (Cyrano de Bergerac)
que no conmovieran, especialmente entre las enviadas a casa de los padres. En esta carta se decía poco de las molestias sufridas, de los peligros afrontados o de la nostalgia a la cual había que sobreponerse; era una carta alegre, llena de descripciones de la vida del soldado, de las marchas y de noticias militares; y sólo hacia el final el autor de la carta dejó brotar el amor paternal de su corazón y su deseo de ver a las niñas que había dejado en casa. "Mi cariño y un beso a cada una. Diles que pienso en ellas durante el día, y por la noche oro por ellas, y siempre encuentro en su cariño el mejor consuelo. Un año de espera para verlas parece interminable, pero recuérdales que, mientras esperamos, podemos todos trabajar, de manera que estos días tan duros no se desperdicien. Sé que ellas recordarán todo lo que les dije, que serán niñas cariñosas para ti, que cuando vuelva podré enorgullecerme de mis mujercitas más que nunca.” Todas se conmovían algo al llegar a esta parte, Jo no se avergonzó de la gruesa lágrima que caía sobre el papel blanco, y Amy no se preocupó de que iba a desarreglar sus bucles al esconder la cara en el seno de su madre y dijo sollozando: -¡Soy egoísta! Pero trataré de ser mejor para que no se lleve un chasco conmigo. - ¡Trataremos todas! -exclamó Meg -. Pienso demasiado en mi apariencia y detesto trabajar, pero no lo haré más si puedo remediarlo. -Trataré de ser lo que le gusta a él llamarme "una mujercita", y no ser brusca y atolondrada; cumpliré aquí con mi deber en vez de desear estar en otra parte -dijo Jo, pensando que dominarse a sí misma era obra más difícil que hacer frente a unos rebeldes. Beth no dijo nada, pero secó sus lágrimas con el calcetín del ejército y se puso a trabajar con todas sus fuerzas, no perdiendo tiempo en hacer lo que tenía más cerca de ella, mientras decidía en su corazón ser como su padre lo deseaba cuando al cabo de un
Louisa May Alcott (Mujercitas / Buenas esposas / Hombrecitos / Los muchachos de Joe)
La voz de Kayen sonó como un látigo a sus oídos, pero asintió con la cabeza, aceptando su destino. —Muy bien. Caminó atravesando la habitación, con Kayen yendo detrás de ella, escoltándola hasta la puerta. —Rura. Se detuvo al oír la voz del que había sido su marido hasta aquel momento, y giró el rostro para mirarlo a los ojos otra vez. Fuera lo que fuese lo que iba a decirle, lo encararía sin demostrar ni un solo sentimiento en su cara. —¿Por qué lo hiciste? —le preguntó el gobernador. Ella lo miró a los ojos durante unos instantes, valorando si debía decirle la verdad o no. —¿El qué? ¿Intentar matarte, o golpear a tu esclava? —preguntó finalmente. —Las dos cosas. —¿De veras te importa? —le preguntó con evidente desprecio en la voz. —Sí. Si no fuese así, no te hubiera preguntado. —Muy bien. —Asintió con la cabeza, la ladeó un poco, y esbozó una sonrisa fría como la nieve—. Porque tu corazón debería haber sido mío, pero se lo entregaste a ella en el mismo momento en que la viste. —Tú nunca quisiste mi corazón. —En eso te equivocas, Kayen. Lo quería… para destrozarlo.
Alaine Scott (La princesa sometida (Cuentos eróticos de Kargul #3))
—Ella no significa nada para mí. —La voz de Dank envió un hormigueo por mi cuello y en mi pecho—. Nunca te mentiría, Pagan. —dijo, con urgencia, contra mi oreja. Abrí los ojos para mirar hacia él, con ganas de ver el azul de sus ojos. Sus labios rozaron la punta de mi oreja e hizo un sendero hasta mi cara. Ambas manos se apoderaron de mi cintura tirando de mí con fuerza, contra su cuerpo—. Tú me tientas. No puedo caer en la tentación.No estoy hecho para ser tentado pero, Pagan Moore, me tientas. Desde el momento en que vine por ti me atrajiste. Todo acerca de ti... —Una de sus manos que se posaba en la parte izquierda de mi cintura, se trasladó hasta acariciar suavemente mi brazo—. Tú me vuelves loco de necesidad. De deseo. No lo entendía al principio. Pero ahora lo sé. Es tu alma llamándome. Las almas no significan nada para mí. No se supone que deban. Pero la tuya se ha convertido en mi obsesión. —Bajó la cabeza a mi hombro y me besó en la curva de mi cuello. Su mano se movió por debajo de mi camisa y el calor de la palma de su mano descansaba sobre mi vientre desnudo. Un pulso de calor se apoderó de mí y me apretó fuertemente contra él para que no me cayera—. Quiero matar a ese chico cada vez que veo sus manos sobre ti. —Besó el camino hasta mi cuello y arqueé mi cuello en respuesta a darle un mejor acceso. Nada se había sentido así. Su tacto era como una droga—. Quiero arrancar los brazos de su cuerpo para que no te pueda tocar de nuevo. —Un gruñido bajo, familiar vibraba en mi espalda—. Pero no puedo tenerte, Pagan. No estás hecha para mí. —Su voz sonaba torturada. Quería consolarlo. Él me reclamó también. De alguna manera, había entrado en mi mundo y se había convertido en el centro del mismo.
Abbi Glines (Existence (Existence, #1))
(...) Sí, por las tardes, hacia las siete, le gusta encontrarse en un vagón de segunda mano del metro. La mayoría de los pasajeros son personas que regresan de sus trabajos. Se sienta entre ellos, trata de sorprender en sus caras el motivo de sus preocupaciones. Naturalmente, están pensando en lo que acaban de abandonar hasta mañana, sólo hasta mañana, y también en lo que les espera esta noche, lo cual les alegra o les preocupa aún más. Nadja se queda mirando fijamente algo definido: «Hay buenas personas». Más alterado de lo que quisiera mostrarme, ahora sí me enojo: «Pues no. Además tampoco se trata de eso. El hecho de que soporten el trabajo, con o sin las demás miserias, impide que esas personas sean interesantes. Si la rebeldía no es lo más fuerte que sienten, ¿cómo podrían aumentar su dignidad sólo con eso? En esos momentos, por lo demás, usted les ve; ellos ni siquiera la ven a usted. Por lo que a mí se refiere, yo odio, con todas mis fuerzas, esa esclavitud que pretenden que considere encomiable. Compadezco al hombre por estar condenado a ella, porque por lo general no puede evitarla, pero si me pongo de su parte no es por la dureza de su condena, es y no podría ser más que por la energía de su protesta. Yo sé que en el horno de la fábrica, o delante de esas máquinas inexorables que durante todo el día imponen la repetición del mismo gesto, con intervalos de algunos segundos, o en cualquier otro lugar bajo las órdenes más inaceptables, o en una celda, o ante un pelotón de ejecución, todavía puede uno sentirse libre, pero no es el martirio que se padece lo que crea esa libertad. Admito que esa libertad sea un perpetuo librarse de las cadenas: será preciso, por añadidura, para que ese desencadenarse sea posible, constantemente posible, que las cadenas no nos aplasten, como les ocurre a muchos de los que usted me habla. Pero también es, y quizá mucho más desde el punto de vista humano, la mayor o menor pero, en cualquier caso, la maravillosa sucesión de pasos que le es dado al hombre hacer sin cadenas. Esos pasos, ¿les considera usted capaces de darlos? ¿Tienen tiempo de darlos, al menos? ¿Tienen el valor de darlos? Buenas personas, decía usted, sí, tan buenas como las que se dejaron matar en la guerra, ¿verdad? Digamos claro lo que son los héroes: un montón de desgraciados y algunos pobres imbéciles. Para mí, debo confesarlo, esos pasos lo son todo. Hacia dónde se encaminan, ésa es la verdadera pregunta. De algún modo, acabarán trazando un camino y, en ese camino, ¿quién sabe si no surgirá la manera de quitar las cadenas o de ayudar a desencadenarse a los que se han quedado en el camino? Sólo entonces será conveniente detenerse un poco, sin que ello suponga desandar lo andado». (Bastante a las claras se ve lo que puedo decir al respecto, sobre todo a poco que decida tratarlo de manera concreta.) Nadja me escucha y no intenta contradecirme. Tal vez lo último que ella haya querido hacer sea la apología del trabajo.
André Breton (Nadja)
—¡Arriba, princesita! El grito la sobresaltó, incorporándose de golpe, desorientada. Miró a su alrededor. La luz había vuelto, y Hewan estaba de pie en mitad de la estancia. Tenía una cadena más delgada en una mano, y una bolsa negra en la otra. Se había cambiado la falda de cuero de la noche anterior por otra de lana gruesa, tejida a cuadros verdes con líneas negras —¿No puedes ser más delicado a la hora de despertarme? —se quejó Rura con irritación. —¿La princesita se ha asustado? —Se llevó la mano al pecho, simulando estupor—. Lo lamento mucho, alteza imperialísima. ¿Vais a ordenar azotarme? Rura se levantó. Se sentía sucia y horrenda, con el pelo enredado y el quimono lleno de arrugas. Y olía a sudor. Hacía años que sus axilas no olían. —No me llames así —gruñó. —¿Princesita? ¿No te gusta? —Me importa un comino si me llamas princesita. No te dirijas a mí como Alteza Imperial. No tengo el derecho a usar el título. Rura intentó evitarlo, pero la amargura fue evidente en su voz. Hewan soltó una carcajada y puso los brazos en jarras. La cadena y la bolsa negra colgaban de sus manos. —Vaya, vaya, vaya… Así que no eres hija legítima —se burló—. Lástima. Pensaba utilizarte como moneda de cambio, pero ya veo que no me servirás ni para eso. Probablemente, cuando la noticia de tu captura llegue a oídos de tu padre, el gran príncipe heredero, se sentirá aliviado. ¿No es así? —¡Mi padre me quiere! —gritó furiosa—. ¿Me oyes, bestia inmunda? ¡Mi padre me quiere, y cuando venga a por mí, traerá con él todo el ejército imperial! ¡Destrozará estas montañas hasta encontrarme! Y tú y tu pueblo lo pagaréis con la exterminación. Se sintió como una niña malcriada gritando toda esa sarta de mentiras, pero en aquel momento no podía afrontar la verdad que había en las palabras de aquel extraño. La sonrisa de Hewan murió y su rostro se transformó en una máscara colérica. —Claro que te quiere, princesita —siseó. Tenía el cuello en tensión, y los tendones se marcaban, abultados bajo la piel—. Por eso permitió que tu esposo el gobernador te repudiara y te exiliara. Rura no contestó. ¿Qué iba a decir? ¿Confesar ante este extraño que se lo merecía por lo que había hecho? ¿Que tenía suerte de estar viva? Había conspirado para matar a Kayen. El hecho que fuese por orden de su padre, no la convertía en inocente. Además, estaba segura que su exilio tenía mucho más que ver con la paliza que le dio a la esclava, que con el intento de asesinato. —¿No dices nada? Rura se escondió de nuevo tras su máscara de princesa. Levantó la barbilla con orgullo y se negó a hablar. Hewan se acercó a ella, y Rura luchó con el impulso de huir de él. Le puso la bolsa delante de la cara. —Hueles que apestas —le dijo. Rura enrojeció de rabia y de vergüenza—. Te voy a llevar a los baños para que te puedas lavar, pero para eso tengo que taparte la cabeza. —No quiero ir. Puedo lavarme aquí si alguien me trae agua y jabón. —Nadie te ha pedido tu opinión, princesita. —Le pasó la bolsa por la cabeza y se la anudó en el cuello, por encima del collar metálico—. No te preocupes, no dejaré que te caigas… creo. Desenganchó la cadena que la mantenía sujeta a la pared, y aseguró la nueva cadena que llevaba en la mano, más delgada y corta. —¿Tienes que llevarme como si fuera un perro? —preguntó indignada— . No voy a echar a correr. —Por supuesto que no correrás —contestó Hewan, guasón—. Esta cadena no es para impedir que huyas; es para humillarte. —Eres un animal. —Puede ser, pero no soy yo el que lleva collar y cadena, princesita. Y que no se te ocurra intentar quitarte la bolsa de la cabeza: si lo haces, tendré que arrancarte esos bonitos ojos que tienes.
Alaine Scott (La princesa sometida (Cuentos eróticos de Kargul #3))