Benedicto Xvi Quotes

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¿El otro es tan importante como para que, por él, yo me convierta en una persona que sufre?" Benedicto XVI Rotundamente SI !!!
Pope Benedict XVI
Por Cristo sabemos que no somos caminantes hacia el abismo, hacia el silencio de la nada o de la muerte, sino viajeros hacia una tierra de promisión, hacia Él que es nuestra meta y también nuestro principio.
Pope Benedict XVI (Discursos en la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid)
El papa Benedicto XVI había dicho que la pederastia se consideraba normal hasta fecha tan reciente como los años setenta. [...] - Benedicto dijo: "Nada es bueno o malo en sí mismo". Dijo "nada", Clark -repitió Juan Diego a su exalumno-. La pederastia no es "nada"; seguramente la pederastia sí es "mala en sí misma", Clark.
John Irving (Avenue of Mysteries)
Glaube aber ist : Feststehen in dem, was man erhofft, überzeugtsein von dem, was man nicht sieht ".
Pope Benedict XVI (Encíclicas de Benedicto XVI (Spanish Edition))
No tengáis miedo al mundo, ni al futuro, ni a vuestra debilidad. El Señor os ha otorgado vivir en este momento de la historia, para que gracias a vuestra fe siga resonando su Nombre en toda la tierra.
Pope Benedict XVI (Discursos en la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid)
De esa manera, el rechazo de la referencia a Dios no es expresión de una tolerancia que desea proteger a las religiones no teístas y la dignidad de los ateos y de los agnósticos, sino más bien la expresión de una mentalidad que desearía ver a Dios definitivamente expulsado de la vida pública de la humanidad y relegado al ámbito subjetivo de culturas residuales del pasado.
Pope Benedict XVI (Fe y razón según Benedicto XVI)
Del gesto de revestirse se pone de manifiesto el acontecimiento interior y la tarea que de él deriva: revestirse de Cristo, entregarse a él como Él se entregó a nosotros.
Pope Benedict XVI
De la crisis de hoy, surgirá una Iglesia que habrá perdido mucho. Ya no podrá usar las estructuras que construyó en sus años de prosperidad. La reducción de su número de fieles hará que pierda parte importante de sus privilegios sociales. Se volverá pequeña y prácticamente tendrá que empezar de nuevo. Será una Iglesia espiritual, y no exigirá un mandato político coqueteando con la Derecha un minuto y con la Izquierda al siguiente. Será pobre y será la Iglesia de los pobres.
Papa Benedicto XVI
Pronto tendremos sacerdotes reducidos al papel de trabajadores sociales y el mensaje de fe reducido a una visión política. Todo parecerá perdido, pero en el momento oportuno, precisamente en la fase más dramática de la crisis, la Iglesia renacerá. Será más pequeña, más pobre, casi catacumba, pero también más santa. Porque ya no será una Iglesia de los que buscan agradar al mundo, sino la Iglesia de los fieles a Dios y su ley eterna. El renacimiento será obra de un pequeño remanente, aparentemente insignificante pero indomable, pasado por un proceso de purificación. Porque así es como obra Dios. Contra el Mal, un pequeño rebaño resiste.
Papa Benedicto XVI
este
Pope Benedict XVI (Fe y razón según Benedicto XVI)
En efecto, el Estado moderno del mundo occidental se ve a sí mismo, por un lado, como una gran potencia de tolerancia que rompe con las tradiciones necias y prerracionales de todas las religiones. Además, con su manipulación radical del hombre y la distorsión de los sexos mediante la ideología de género, se contrapone de modo particular al cristianismo. Esta pretensión dictatorial de tener siempre razón por parte de una aparente racionalidad exige el abandono de la antropología cristiana y de su consiguiente estilo de vida que se considera prerracional. La intolerancia de esta aparente modernidad hacia la fe cristiana aún no se ha convertido en persecución abierta, y sin embargo se presenta de forma cada vez más autoritaria, pretendiendo lograr, mediante la legislación correspondiente, la extinción de aquello que es esencialmente cristiano. La actitud de Matatías —«No obedeceremos las órdenes del rey» (la legislación moderna)— es la de los cristianos. Por otra parte, el «celo» de Matatías no es la forma en que se expresa el celo cristiano. El auténtico «celo» toma su forma esencial de la cruz de Jesucristo.
Papa Benedicto XVI (Qué es el cristianismo (Spanish Edition))
La victoria de la fe solo puede alcanzarse en la comunión con Jesús crucificado. La teología de la cruz es la respuesta cristiana a la cuestión de la libertad y la violencia; y, de hecho, históricamente incluso, el cristianismo solo ha logrado conquistar sus victorias gracias a los perseguidos y nunca cuando se ha puesto del lado de los perseguidores.
Papa Benedicto XVI (Qué es el cristianismo (Spanish Edition))
Dios no vence en la violencia, tal como Elías la había ejercido, sino en el Siervo sufriente de Dios con el que Dios mismo interviene en la historia.
Papa Benedicto XVI (Qué es el cristianismo (Spanish Edition))
Pero le digo algo sobre quienes estaban detrás: a la gente que hace un error, hay que perdonarla y pasar página. Otra cosa es el que es contumaz. Había algunos de segundo nivel que son los que tenían las manos en la masa.
Javier Martínez-Brocal (Papa Francisco. El sucesor: Mis recuerdos de Benedicto XVI)
Recuerdo que Juan Pablo II solicitó en su testamento que se quemaran todos sus papeles y también Benedicto XVI pidió que no se publicaran sus apuntes, pues eran notas no revisadas y fuera de contexto. ¿También usted solicitará algo parecido? No, no, ya me ocupo yo de adelantar ese trabajo.
Javier Martínez-Brocal (Papa Francisco. El sucesor: Mis recuerdos de Benedicto XVI)
¿Qué ha sido de ese grupo de mujeres que cuidaban de Benedicto? Eran muy discretas. Se llamaban Rossella, Cristina, Carmela y Loredana. Una de ellas sigue trabajando en el Vaticano, pues cuando falleció Benedicto le faltaba más o menos un año para jubilarse. Las demás también estuvieron por aquí un tiempo antes de marcharse y ayudaron a Georg Gänswein a cargar los dos tráileres con los que trasladó sus cosas para la mudanza a Alemania.
Javier Martínez-Brocal (Papa Francisco. El sucesor: Mis recuerdos de Benedicto XVI)
Coincidiendo con el fallecimiento de Benedicto, se han publicado libros de algún colaborador del Vaticano con críticas hacia usted. ¿Estos libros le afectan? Me afectan con una gran pena: que el día del sepelio se publique un libro que me pone de vuelta y media, contando cosas que no son verdad, es muy triste.2Por supuesto, no me afecta en el sentido de que no me condiciona. Pero sí que me dolió que se usara a Benedicto. El libro salió publicado el día del entierro, eso lo viví como una falta de nobleza y de humanidad.
Javier Martínez-Brocal (Papa Francisco. El sucesor: Mis recuerdos de Benedicto XVI)
¿Cómo le gusta recordar a Benedicto? Como un grande. Es lo que me viene. Me viene decir que fue un grande. ¿Y a usted cómo le gustaría que fuera recordado Benedicto XVI? Como lo que fue: un hombre que tuvo el coraje de renunciar y que, a partir de entonces, siguió acompañando a la Iglesia y a su sucesor.
Javier Martínez-Brocal (Papa Francisco. El sucesor: Mis recuerdos de Benedicto XVI)
¿Cuáles son sus prioridades en esta etapa del pontificado? En estos momentos, ¿tiene usted una sensación de «urgencia» interna para rematar asuntos prioritarios? La prioridad es el camino sinodal, que todo el mundo participe, que todos hablen y que todos escuchen. Esa dimensión horizontal de la Iglesia ayuda. Es un camino que empezó san Pablo VI.
Javier Martínez-Brocal (Papa Francisco. El sucesor: Mis recuerdos de Benedicto XVI)
Me señala una estantería repleta de libros dispuestos con orden, pero no de un modo sistemático. Imagino que son los libros a los que regresa de vez en cuando. «Debo de tenerlo por aquí», señala. «¿Lo encontrás?», me pregunta pidiéndome ayuda. Es una estantería de cuatro o cinco baldas. En la parte baja, veo entre otros libros la Eneida, de Virgilio, El divino impaciente, de José María Pemán, las Poesías, de Friedrich Hölderlin, las Meditaciones sobre la Iglesia, de Henri De Lubac... También obras de san Agustín, Borges, Dostoievski.
Javier Martínez-Brocal (Papa Francisco. El sucesor: Mis recuerdos de Benedicto XVI)
Dice Guardini: «La Iglesia no es una institución inventada y diseñada con teorías [...], sino una realidad viviente [...]. Vive a lo largo del tiempo, en devenir, como todo ser vivo, transformándose. Sin embargo, su naturaleza sigue siendo siempre la misma y su corazón es Cristo».
Javier Martínez-Brocal (Papa Francisco. El sucesor: Mis recuerdos de Benedicto XVI)
Benedicto citó entonces la frase que Guardini repetía en sus clases de teología, la expresión que lo conquistó de forma definitiva: «Lo que me interesa –decía Guardini– no es lo que alguien haya dicho sobre la verdad cristiana, sino qué es lo verdadero».7Esa propuesta resonaba con fuerza en el entonces futuro papa, que, hablando por él y por sus compañeros, aseguró: «No queríamos conocer “un castillo de fuegos artificiales” de opiniones de dentro o fuera del cristianismo: queríamos conocer la verdad».8Como los grandes maestros, Guardini en sus aulas no «repetía» citas de autores ilustres, sino que enseñaba a pensar. A «mirar».
Javier Martínez-Brocal (Papa Francisco. El sucesor: Mis recuerdos de Benedicto XVI)
El pasado te inspira el presente. Lo que quiero decir es que no funciona el intento de envasarlo todo. La fe se desarrolla, crece, y la moral crece, pero naturalmente no de cualquier sentido. Vicente de Lerins decía que ese desarrollo tiene que ser «ut annis consolidetur, dilatetur tempore, sublimetur aetate». O sea, de tal manera que, creciendo, se consolide; se haga más amplia con el tiempo y mucho más fina con los años.
Javier Martínez-Brocal (Papa Francisco. El sucesor: Mis recuerdos de Benedicto XVI)
Tras uno de esos encuentros, decidió reabrir un caso de abusos en España, en el colegio Gaztelueta. La víctima me contó su historia y que no había recibido respuesta del juicio en el Vaticano. Llegué acá e hice revisar. Había habido juicio, pero, como había tenido sentencia civil, se contentaron con eso y no procedieron. Por eso, nombré un tribunal, presidido por el obispo de Teruel, y está en marcha la cosa. No le sé decir en qué estadio está, pero sé que está en buenas manos. Pero no es el único reabierto. Hay otro caso de un sacerdote español. El proceso estaba empezado, pero se había extraviado. Lo pasé a la Rota española y el presidente de la Rota lo está llevando adelante. Los hemos reabierto sin ningún escrúpulo.
Javier Martínez-Brocal (Papa Francisco. El sucesor: Mis recuerdos de Benedicto XVI)
hay que interpretar los problemas con la hermenéutica de su época, como hacemos con la esclavitud. En aquella época, discutían sobre si los esclavos tenían alma o no tenían alma. Es injusto juzgar una situación antigua con la hermenéutica de hoy. La hermenéutica de antes era esconder todo, como por desgracia ahora se hace en algunos sectores de la sociedad, las familias, los barrios.
Javier Martínez-Brocal (Papa Francisco. El sucesor: Mis recuerdos de Benedicto XVI)
La palabra anticlericalismo se usa ambiguamente y la quiero precisar. El clericalismo es una deformación, una enfermedad grave, un pecado más que un defecto: ya no sos el pastor, sos el Estado clerical. En ese aspecto, ser anticlerical es un honor. Pero comprendo que, por anticlericalismo, se refiere al rechazo de todo lo que sea de alguna manera religión.
Javier Martínez-Brocal (Papa Francisco. El sucesor: Mis recuerdos de Benedicto XVI)
¿Qué pueden hacer juntos España y América Latina para evitar los populismos y la polarización? Hay que distinguir populismos de popularismos. Populismo es cuando una idea agrupa a un pueblo y te lo sistematiza bajo una sola idea. Lo hizo Hitler. Los populismos son dictatoriales, el fascismo y el nazismo son populismos que nacen y terminan mal. ¿Y el popularismo? El popularismo es el gobierno popular de todos. Es cuando el pueblo se expresa con sus valores mejores, históricos, folclóricos. No es que los camioneros tomen el poder, sino que los valores del pueblo estén presentes. Lo mejor que tiene el pueblo es su historia y su política. En cambio, el populismo mete una idea y te reagrupa al pueblo bajo esa idea... Los populismos tienden a limpiezas étnicas de algún sector. Son selectivos.
Javier Martínez-Brocal (Papa Francisco. El sucesor: Mis recuerdos de Benedicto XVI)
Al futuro. Decía un músico que la tradición es la garantía del futuro, y otro que la tradición es la fe viva de los muertos, pero el tradicionalismo es la fe muerta de los vivos. La tradición te debe tirar para arriba, te hace crecer.
Javier Martínez-Brocal (Papa Francisco. El sucesor: Mis recuerdos de Benedicto XVI)
¿Qué les diría a quienes se extrañan de que sea cordial con referentes importantes de la izquierda? Yo soy cordial con todos, porque todos son hijos de Dios. Si yo a priori empiezo a seleccionar gente, voy listo. Soy pastor de todos.
Javier Martínez-Brocal (Papa Francisco. El sucesor: Mis recuerdos de Benedicto XVI)
El papa emérito mencionó la continuidad entre su magisterio y el de Francisco en una carta del 7 de febrero de 2018 al sacerdote Dario Viganò, entonces prefecto de la Secretaría para la Comunicación de la Santa Sede. En la misiva, Benedicto acusaba recibo de una colección de once libros muy breves editados por la Libreria Editrice Vaticana sobre la teología del papa Francisco: «Aplaudo esta iniciativa que trata de oponerse y reaccionar contra el necio prejuicio de que el papa Francisco es solo un hombre práctico sin una particular formación teológica o filosófica, mientras que yo sería un mero teórico de la teología que comprende poco la vida concreta del cristiano de hoy», escribió Benedicto.
Javier Martínez-Brocal (Papa Francisco. El sucesor: Mis recuerdos de Benedicto XVI)
Añadió, además, que esos once «pequeños volúmenes muestran justamente que el papa Francisco es un hombre de profunda formación filosófica y teológica y que, por lo tanto, ayudan a ver la continuidad interior entre los dos pontificados, con todas las diferencias de estilo y temperamento».
Javier Martínez-Brocal (Papa Francisco. El sucesor: Mis recuerdos de Benedicto XVI)
tituló su primera encíclica Deus caritas est (‘Dios es amor’) y la dedicó a un asunto fundamental para cualquier persona, el amor. Benedicto no lo abordó de modo genérico, sino que partió del eros, amor como atracción sexual, para llegar al agape, el amor desinteresado de amistad o de familia, que no se busca a sí mismo. De aquel texto me impresionó también su valentía intelectual, pues comenzó el razonamiento a partir de una frase muy dura contra la fe cristiana. «El cristianismo, según Friedrich Nietzsche, habría dado de beber al eros un veneno, el cual, aunque no lo llevó a la muerte, lo hizo degenerar en vicio», citó el papa. Reconoció que «el filósofo alemán expresó una apreciación muy difundida: la Iglesia, con sus preceptos y prohibiciones, ¿no convierte acaso en amargo lo más hermoso de la vida? ¿No pone quizás carteles de prohibición precisamente allí donde la alegría, predispuesta en nosotros por el Creador, nos ofrece una felicidad que nos hace pregustar algo de lo divino?».3No abordaré aquí el resto de la encíclica, con la que el papa rebatió la afirmación de Nietzsche.4La he sacado a colación porque me interesa destacar otro punto.
Javier Martínez-Brocal (Papa Francisco. El sucesor: Mis recuerdos de Benedicto XVI)
En el primer párrafo de ese documento, Benedicto constataba que nadie «comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva».5Es una experiencia vital que comprenden con facilidad las personas de fe: el cristianismo no es la adhesión a un código moral, sino la certeza de un Dios que te mira con cariño y te invita a hacer lo mismo con todas las personas y con todo lo que haces.
Javier Martínez-Brocal (Papa Francisco. El sucesor: Mis recuerdos de Benedicto XVI)
Sin duda, el principal desafío al que se enfrenta cada sucesor de Pedro es ayudar a las personas de su propio tiempo a entablar ese «encuentro» personal con Dios. Para conseguirlo, debe encontrar el lenguaje adecuado en ese momento histórico, los gestos y las palabras que entienda la audiencia a la que se dirige. Además, sería una contradicción que el papa diga una cosa e institucionalmente la Iglesia dé la impresión de actuar de un modo diferente.6En este sentido, la misión fundamental de cada pontífice es vigilar para que nada en la Iglesia impida o frene ese «encuentro» con Dios que mencionaba Benedicto.
Javier Martínez-Brocal (Papa Francisco. El sucesor: Mis recuerdos de Benedicto XVI)
En lo específico, tanto Juan Pablo II como Benedicto XVI y Francisco han considerado prioritario recordar a los católicos las consecuencias tangibles de la «misericordia» de Dios. En la práctica significa que, en el cristianismo, el cariño de Dios por las personas, por cada mujer y por cada hombre, es anterior a sus méritos, a sus buenas obras o a su rectitud moral, y radicalmente independiente de estas.
Javier Martínez-Brocal (Papa Francisco. El sucesor: Mis recuerdos de Benedicto XVI)
En el caso de Francisco, pienso que él considera su principal responsabilidad hacer presente la misericordia de Dios de un modo activo, es decir, «saliendo en busca» de las personas y no esperando a que llamen a las puertas de las iglesias para pedir ayuda. Es un eco quizá del carisma «misionero» de los jesuitas, que viajan hasta las fronteras más lejanas para hablar de Dios a quien ni siquiera sabe que existe. Hace siglos, ese viaje era geográfico, ya fuera al Extremo Oriente –como hicieron san Francisco Javier o Matteo Ricci– o entre los indígenas del Nuevo Mundo –como ocurrió con las reducciones jesuíticas guaraníes en Paraguay–. Actualmente, ese viaje es «existencial» y por eso Francisco sale al encuentro de los «descartados» en todos sus niveles, desde los pobres, los emigrantes o los ancianos que viven solos hasta los transexuales, las personas homosexuales o los divorciados que consideran que no tienen sitio en la Iglesia.
Javier Martínez-Brocal (Papa Francisco. El sucesor: Mis recuerdos de Benedicto XVI)
Esas decisiones y gestos reflejan teológicamente que la salvación que anuncia el cristianismo es gratuita y no puede «comprarse» simplemente comportándose bien.
Javier Martínez-Brocal (Papa Francisco. El sucesor: Mis recuerdos de Benedicto XVI)
Mirando con un poco de perspectiva las decisiones de los últimos papas, salta a la vista que todas apuntan hacia el mismo objetivo: hacer posible el encuentro con Dios de una sociedad que parece mirar las religiones cada vez con mayor indiferencia. (Digo «parece», porque nadie ha dejado de interrogarse sobre el misterio del dolor, la inmortalidad del alma, el anhelo de infinito que siente cada persona, el vínculo que liga con otras personas o el sentido del mal.) Ese objetivo común de todos los papas es el gran factor de continuidad.
Javier Martínez-Brocal (Papa Francisco. El sucesor: Mis recuerdos de Benedicto XVI)
Lógicamente, en la práctica, para facilitar ese «encuentro» cada pontífice se mueve con libertad y creatividad entre cuatro polos: el mandato de Jesús a san Pedro, el legado que ha recibido de sus sucesores, su propio equipaje vital y espiritual y la situación del mundo contemporáneo, con su propia sensibilidad y lenguaje.
Javier Martínez-Brocal (Papa Francisco. El sucesor: Mis recuerdos de Benedicto XVI)
En el caso del papa Francisco, pienso que está intentando que la Iglesia –cada católico– aborde la realidad «no como juez, sino como buen samaritano».7Que cuando vea las «heridas» de sus contemporáneos (soledad, abandono, fragilidades, pecados, indiferencia...) no reaccione valorando si esa persona ha actuado de acuerdo con la moral cristiana o contra ella, sino buscando el modo de ayudarla a alzarse en pie. Por eso compara la Iglesia con el médico de un hospital de campo de batalla, que debe afrontar las lesiones graves de los heridos antes de ocuparse de patologías menores como el sobrepeso, un resfriado o problemas de digestión. Se trata, por lo tanto, de ayudar a las personas en la situación en la que están y no en la que «deberían estar», pues –como dice– «la realidad es superior a la idea».
Javier Martínez-Brocal (Papa Francisco. El sucesor: Mis recuerdos de Benedicto XVI)
Propone, en todo caso, que la Iglesia no actúe como una «aduana» que decide lo que puede o no puede admitir, sino como familia que ayuda a las personas a tener una vida plena, lo cual incluye una vida espiritualmente plena. Su misión prioritaria no es «controlar o dar permiso», sino «facilitar y ayudar». Además, Francisco, igual que sus predecesores, considera que la fe es un don y que quien no la tiene no puede ser tratado ni con desprecio ni con indiferencia.
Javier Martínez-Brocal (Papa Francisco. El sucesor: Mis recuerdos de Benedicto XVI)
En paralelo, juzga necesario dar libertad a los futuros sucesores de san Pedro para que no se sientan «atados de manos» a modos de hacer de sus predecesores, desde la casa donde residir en el Vaticano hasta la procedencia de los nuevos cardenales o el lugar de su tumba. También está intentando despojar al papado de elementos superficiales que fueron útiles en el pasado, pero podrían eclipsar la misión del sucesor de Pedro en este momento histórico, como tronos dorados, cruces con vistosa apariencia de joyas, coches de lujo con cristales blindados o el uso de un lenguaje difícil de entender.
Javier Martínez-Brocal (Papa Francisco. El sucesor: Mis recuerdos de Benedicto XVI)
Sin embargo, no se trata de una estrategia para llegar a nuevas personas o contentar a los que ya practican la fe, sino del modo en que el sucesor de Pedro considera que se debe encarnar el mensaje del Evangelio en el siglo XXI. Lo resumía en pocas palabras Juan Pablo II, al explicar aquella misteriosa frase del Evangelio de Mateo con la que Jesús establece el primado de Pedro: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos...».
Javier Martínez-Brocal (Papa Francisco. El sucesor: Mis recuerdos de Benedicto XVI)
«No se trata solo de poder enunciar afirmaciones doctrinales o dar directrices generales de acción», explicaba el pontífice polaco durante una audiencia general en noviembre de 1992. «Según Jesús, es poder “de desatar y de atar”, o sea, de tomar todas las medidas que exija la vida y el desarrollo de la Iglesia. [...] Ahora bien, es preciso añadir enseguida que la finalidad de este poder consiste en abrir el acceso al reino, no en cerrarlo: “abrir”, esto es, hacer posible el ingreso al reino de los cielos y no ponerle obstáculos, que equivaldrían a “cerrar”. Esa es la finalidad propia del ministerio petrino, enraizado en el sacrificio redentor de Cristo, que vino para salvar y ser puerta y pastor de todos en la comunión del único redil», recordó. Abrir y no cerrar. En eso consiste la continuidad. Enseñé esta frase al papa Francisco. «Che, es muy buena esta cita, no la conocía», respondió. No la conocía, pero la vivía.
Javier Martínez-Brocal (Papa Francisco. El sucesor: Mis recuerdos de Benedicto XVI)
Ser fiel a la Iglesia supone abrirse al diálogo.
Javier Martínez-Brocal (Papa Francisco. El sucesor: Mis recuerdos de Benedicto XVI)
Yo le pido al Señor que no me deje, que no me abandone. Nunca le digo que rece por mí, sino que no me deje. Que yo nunca meta la pata y que, si la meto, me perdone. Pero siempre es pedir ayuda.
Javier Martínez-Brocal (Papa Francisco. El sucesor: Mis recuerdos de Benedicto XVI)
Por ejemplo, en los años de mi «destierro» a Córdoba, en Argentina, unos meses muy oscuros, yo dedicaba mucho tiempo a escuchar confesiones.5Entonces, para pasar el rato en los momentos libres, agarré de la biblioteca de la casa de los jesuitas la larga Historia de los papas, de Ludwig von Pastor.6Lo recordaba estos días, pues no entiendo por qué se me ocurrió leer esa obra. Pero el Señor quiso que lo hiciera.
Javier Martínez-Brocal (Papa Francisco. El sucesor: Mis recuerdos de Benedicto XVI)
Ahora que ha pasado tiempo y se puede considerar lo ocurrido con mayor perspectiva, en su opinión, ¿por qué Benedicto XVI renunció al papado? Lo que voy a contarte no es una hipótesis mía. Lo sé porque me lo dijo él mismo. Una vez estábamos hablando y salió esta cuestión. Benedicto renunció por honestidad. Sintió que las fuerzas no le daban y esto era un problema, pues además tenía por delante el viaje a Río de Janeiro previsto para julio de 2013, con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud. Su renuncia fue un gesto de honestidad. Era un hombre que para nada estaba apegado al poder. Justo estos días estoy leyendo algunas cosas sobre esto.
Javier Martínez-Brocal (Papa Francisco. El sucesor: Mis recuerdos de Benedicto XVI)
Señor realmente me ha guiado, ha estado cerca de mí, he podido percibir cotidianamente su presencia. Ha sido un trecho del camino de la Iglesia que ha tenido momentos de alegría y de luz, pero también momentos no fáciles; me he sentido como san Pedro con los apóstoles en la barca en el lago de Galilea: el Señor nos ha dado muchos días de sol y de brisa suave, días en los que la pesca ha sido abundante; ha habido también momentos en los que las aguas se agitaban y el viento era contrario, como en toda la historia de la Iglesia, y el Señor parecía dormir. Pero siempre supe que en esa barca estaba el Señor y siempre he sabido que la barca de la Iglesia no es mía, no es nuestra, sino que es suya. Y el Señor no deja que se hunda; es Él quien la conduce, ciertamente también a través de los hombres que ha elegido, pues así lo ha querido. Esta ha sido y es una certeza que nada puede empañar. Y por eso hoy mi corazón está lleno de gratitud a Dios, porque jamás ha dejado que falte a toda la Iglesia y tampoco a mí su consuelo, su luz, su amor.
Javier Martínez-Brocal (Papa Francisco. El sucesor: Mis recuerdos de Benedicto XVI)
Quisiera que cada uno de vosotros sintiera la alegría de ser cristiano. En una bella oración para recitar a diario por la mañana se dice: «Te adoro, Dios mío, y te amo con todo el corazón. Te doy gracias porque me has creado, hecho cristiano...». Sí, alegrémonos por el don de la fe; es el bien más precioso que nadie nos puede arrebatar. Por ello demos gracias al Señor cada día, con la oración y con una vida cristiana coherente. Dios nos ama, pero espera que también nosotros lo amemos. Pero no es solo a Dios a quien quiero dar las gracias en este momento. Un papa no guía él solo la barca de Pedro, aunque sea esta su principal responsabilidad. Yo nunca me he sentido solo al llevar la alegría y el peso del ministerio petrino; el Señor me ha puesto cerca a muchas personas que, con generosidad y amor a Dios y a la Iglesia, me han ayudado y han estado cerca de mí. Ante todo, vosotros, queridos hermanos cardenales:
Javier Martínez-Brocal (Papa Francisco. El sucesor: Mis recuerdos de Benedicto XVI)
¿Era el libro L’opposizione polare una respuesta del papa a quienes presentan como «contradictorias» las dos visiones de la Iglesia que encarnan Francisco y Benedicto? ¿Una respuesta a quienes reducen la relación entre estos dos sucesores de Pedro a un combate entre verdad y misericordia, doctrina contra praxis, dogma contra testimonio?19
Javier Martínez-Brocal (Papa Francisco. El sucesor: Mis recuerdos de Benedicto XVI)
¿Acaso esas diferencias o «contraposiciones», vistas como «tensión fecunda», no podrían ser imágenes de dos pontificados, el de Benedicto y el de Francisco, que no se contradicen y se complementan, pues en último término apuntan a conducir a cada persona a «encontrarse» con Dios? Si Benedicto gobernó la Iglesia de puertas adentro, sacando brillo a la liturgia y a la doctrina, buscando mostrar la racionalidad de la fe al mundo actual, Francisco la gobierna con espíritu de misionero que intenta llegar más allá de sus «fronteras», preocupado por la principal obra de la Creación –las personas– y por mostrar la humanidad de la
Javier Martínez-Brocal (Papa Francisco. El sucesor: Mis recuerdos de Benedicto XVI)
Y así recordé que cuando se analiza lo que pasa en el Vaticano hay un factor que, si no se toma en cuenta desde el principio, distorsiona irremediablemente la conclusión y la condena al error. Cuando se habla de un papa, que es, por encima de todo, el sucesor del apóstol Pedro, cuando se habla de sus decisiones, de su relación con la Iglesia y con la sociedad, si se pierde de vista a Jesús de Nazaret, el resultado final es una caricatura.
Javier Martínez-Brocal (Papa Francisco. El sucesor: Mis recuerdos de Benedicto XVI)
«Bueno, le aseguro que por lo menos he aprendido una cosa: que el mal es una fuerza grande, pero que tiene un límite tanto de duración como de existencia, y que ese límite es la misericordia de Dios», respondió.
Javier Martínez-Brocal (Papa Francisco. El sucesor: Mis recuerdos de Benedicto XVI)
un papa profesor, uno de los intelectuales más finos de su tiempo, que durante veinticinco años había dado clases en las aulas de las turbulentas universidades alemanas, pasado casi cinco años como arzobispo de Múnich, en Alemania, y veintitrés como prefecto de la delicada Congregación para la Doctrina de la Fe.
Javier Martínez-Brocal (Papa Francisco. El sucesor: Mis recuerdos de Benedicto XVI)
«Entre vosotros está el futuro papa, al cual ya desde hoy prometo mi incondicional reverencia y obediencia», les dijo.
Javier Martínez-Brocal (Papa Francisco. El sucesor: Mis recuerdos de Benedicto XVI)
«Entre vosotros está el futuro papa, al cual ya desde hoy prometo mi incondicional reverencia y obediencia», les dijo. Benedicto no podía imaginar las presiones que iba a recibir para traicionar esa promesa. Pero resistió los embates y cumplió su palabra hasta sus últimos instantes, cuando, de nuevo y casi sin hacer ruido, se marchó para siempre.
Javier Martínez-Brocal (Papa Francisco. El sucesor: Mis recuerdos de Benedicto XVI)
Cada vez me llama más la atención que, día tras día, la Iglesia ponga al principio de la celebración de la santa misa –en la que el Señor nos entrega su palabra y a sí mismo– la confesión de nuestras culpas y la petición de perdón. Rogamos públicamente al Dios vivo que perdone nuestra culpa, nuestra grande, grandísima, culpa. Está claro que la palabra «grandísima» no se aplica de la misma manera a cada día, a cada día en particular. Pero cada día me interpela si también hoy no deba hablar de grandísima culpa. Y me dice de forma consoladora que, por muy grande que hoy sea mi culpa, el Señor me perdona si me dejo examinar sinceramente por él y si estoy realmente dispuesto al cambio de mí mismo.
Javier Martínez-Brocal (Papa Francisco. El sucesor: Mis recuerdos de Benedicto XVI)
en ningún otro ámbito cultural hay música tan grandiosa como la nacida en el seno de la fe cristiana: de Palestrina a Bach, pasando por Händel, Mozart, Beethoven y Bruckner. La música occidental es algo único, sin parangón en ninguna otra cultura. Esto debería darnos que pensar.
Papa Benedicto XVI (Qué es el cristianismo (Spanish Edition))
Si Dios ya no es importante, se alteran los criterios para establecer la importancia de las cosas. El hombre, al dejar de lado a Dios, se somete a sí mismo a constricciones que lo hacen esclavo de las fuerzas materiales y se oponen así a su dignidad.
Papa Benedicto XVI (Qué es el cristianismo (Spanish Edition))
existencia de la Iglesia vive de la correcta celebración de la liturgia y que la Iglesia se halla en peligro cuando la primacía de Dios ya no aparece en la liturgia y, por tanto, tampoco en la vida.
Papa Benedicto XVI (Qué es el cristianismo (Spanish Edition))
Una parcela de bosque silvestre se hace fértil precisamente cuando se talan los árboles de la soberbia, se extirpa lo que crece en el alma de modo silvestre y así se prepara el terreno en el que puede crecer pan para el cuerpo y para el alma13. ¿Acaso no hemos tenido la oportunidad de comprobar de nuevo, precisamente en el momento de la historia actual, que allí donde las almas se hacen salvajes no se puede lograr ninguna estructuración positiva del mundo?
Pope Benedict XVI (Encíclicas de Benedicto XVI (Spanish Edition))
Lo que realmente puede ofender a los miembros de otras religiones no es la mención de Dios, sino más bien el intento de construir la comunidad humana prescindiendo de Dios.
Pope Benedict XVI (Fe y razón según Benedicto XVI)
¿Cómo es posible que la pedofilia haya alcanzado tales dimensiones? En última instancia, la razón reside en la ausencia de Dios. Incluso los cristianos y los sacerdotes preferimos no hablar de Dios, porque es un discurso que parece no tener ninguna utilidad práctica. Tras la devastación de la Segunda Guerra Mundial, en Alemania aprobamos nuestra Constitución declarándonos explícitamente responsables ante Dios como criterio rector. Medio siglo después ya no resultó posible en la Constitución europea tomar como criterio de medida la responsabilidad ante Dios. Dios se considera una cuestión de interés para un pequeño grupo y ya no puede tomarse como criterio de medida a la comunidad en su conjunto. Esta decisión refleja la situación en Occidente, donde Dios se ha convertido en asunto privado de una minoría.
Papa Benedicto XVI (Qué es el cristianismo (Spanish Edition))
No se es cristiano, por así decirlo, para uno mismo, sino, con Cristo, para los demás. Esto no significa una especie de billete especial para entrar en la dicha eterna, sino la vocación de construir el todo, el conjunto.
Papa Benedicto XVI (Qué es el cristianismo (Spanish Edition))
Es importante para la humanidad que haya verdad en ella, que se crea y se practique. Que se sufra por ella. Que se la ame. Estas realidades penetran con su propia luz en el mundo como tal y lo sostienen. Creo que en la situación actual se nos hace cada vez más claro y comprensible lo que el Señor le dice a Abraham, que diez justos bastarían para que una ciudad sobreviviera, pero que se destruye a sí misma si no se alcanza este pequeño número. Está claro que debemos reflexionar más sobre todo este asunto.
Papa Benedicto XVI (Qué es el cristianismo (Spanish Edition))
El contrapeso al dominio del mal solo puede consistir, en primer lugar, en el amor divino-humano de Jesucristo, que es siempre superior a cualquier posible poder del mal.
Papa Benedicto XVI (Qué es el cristianismo (Spanish Edition))
la fe es un contacto profundamente personal con Dios, que penetra en mi tejido más íntimo y me sitúa frente al Dios viviente en absoluta inmediatez, de manera que pueda hablarle, amarlo y entrar en comunión con él. Al mismo tiempo, sin embargo, esta realidad enormemente personal tiene que ver de forma inseparable con la comunidad: forma parte de la esencia de la fe el hecho de que me introduzca en el nosotros de los hijos de Dios, en la comunidad peregrina de hermanos y hermanas. El encuentro con Dios significa también, a la vez, que yo mismo me veo abierto, arrancado de mi cerrada soledad y acogido en la comunidad viviente de la Iglesia. La Iglesia es también la mediadora de mi encuentro con Dios, que, sin embargo, llega a mi corazón de un modo totalmente personal.
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La fe se deriva de la escucha («fides ex auditu»), nos enseña san Pablo. Escuchar implica siempre a su vez un interlocutor. La fe no es un producto de la reflexión, ni tampoco una búsqueda de inmersión en lo más profundo de mi ser. Ambas cosas pueden estar presentes, pero siguen siendo insuficientes sin la escucha a través de la cual Dios, desde fuera, a partir de una historia que él mismo ha creado, me interpela. Para que yo pueda creer, me son necesarios testigos que hayan encontrado a Dios y me lo hagan accesible.
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No, la Iglesia no se ha hecho a sí misma, ha sido creada por Dios y sigue siendo conformada continuamente por Él. Esto encuentra su expresión en los sacramentos, en primer lugar, en el del bautismo: yo entro en la Iglesia no mediante un acto burocrático, sino a través del sacramento. Y esto equivale a decir que se me recibe en una comunidad que no surgió de sí misma y que se proyecta más allá de sí misma.
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La pastoral que pretende formar la experiencia espiritual de los fieles debe partir de estos datos fundamentales. Se hace necesario que abandone la idea de una Iglesia que se produce a sí misma y haga hincapié en que la Iglesia se vuelve comunidad en la comunión del cuerpo de Cristo. Su misión es introducir al encuentro con Jesucristo y su presencia en el sacramento.
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El papa Juan Pablo II estaba profundamente imbuido de este impulso, aunque no siempre se manifestara de forma explícita. Pero es indudable que no se trata de una casualidad el que su último libro, que vio la luz justo antes de su muerte, hablara de la misericordia de Dios. Partiendo de las experiencias en las que pudo constatar desde su más tierna infancia toda la crueldad de los seres humanos, afirma que la misericordia es, en última instancia, la única auténtica reacción posible contra el poder del mal, y la única eficaz. Solo donde hay misericordia termina la crueldad, terminan el mal y la violencia. El papa Francisco está totalmente de acuerdo con esta línea. Su práctica pastoral se expresa precisamente en el hecho de que nos habla continuamente de la misericordia de Dios. Es la misericordia la que nos lleva hacia Dios, mientras que la justicia nos asusta en su presencia.
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en la dureza del mundo tecnificado, en el que los sentimientos ya no cuentan para nada, aumenta la expectativa de un amor salvífico que se nos otorgue gratuitamente.
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Dios no puede dejar sencillamente como está la masa de mal que se deriva de la libertad que él mismo ha concedido. Solo él, viniendo a formar parte del sufrimiento del mundo, puede redimir al mundo.
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el Señor Dios carga sobre sus espaldas tus formas de vivir igual que aquel que carga sobre sus espaldas a su hijo. Dios asume nuestras formas de vivir igual que el Hijo de Dios carga con nuestras pasiones. El Padre mismo no es impasible. Si lo invocamos, siente piedad y compasión. Sufre una pasión de amor...».
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Menos aceptable resulta aún la solución propuesta por las teorías pluralistas de la religión, para las que todas las religiones, cada una a su manera, son caminos de salvación y en este sentido deben considerarse equivalentes en sus efectos. La crítica de la religión ejercida por el Antiguo Testamento, el Nuevo Testamento y la Iglesia primitiva es esencialmente más realista, más concreta y más verdadera en su examen de las diversas religiones. Una recepción tan simplista no guarda proporción con la magnitud del asunto.
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Nos muestran que Jesús asumió su tormento no simplemente como una desgracia inevitable, sino que aceptó de antemano su muerte; y lo que por parte de los ejecutores fue un acto criminal, él lo transformó por su parte en un acto de amor que, como tal, venció después a la muerte al convertirse en resurrección. Así, en cada celebración de la Eucaristía está presente este proceso de transformación de la muerte en amor y, con ello, esa nueva modalidad de sacrificio en el que están presentes todas las corrientes de la Antigua Alianza y, de alguna manera, la secreta esperanza de todas las religiones.52
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Para un católico, la participación en la comunión no tiene ese carácter obligado. Incluso sin comer se participa en el acontecimiento, presente en el sacramento, del don de Jesús.
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¿Qué ocurre, sin embargo, con el pan y el vino en la celebración de la santa Eucaristía? No se les añade nada temporalmente, sino que el pan y el vino son arrancados de las cosas de este mundo y llevados al mundo nuevo de Jesucristo resucitado. Así como el Resucitado no es simplemente, como Lázaro o alguno de los otros resucitados, devuelto por un tiempo a esta vida, sino que pertenece al mundo nuevo de la Resurrección, lo mismo sucede con las ofrendas del pan y del vino. Por utilizar una imagen, podemos decir que se produce algo parecido a una fisión nuclear por medio de la que el cuerpo de Jesús revive de una forma nueva. Algo parecido a ese acontecimiento se cumple en la transformación eucarística: el pan y el vino ya no son realidades creadas de este mundo que consisten meramente en sí mismas, sino portadores de la forma misteriosamente real del Resucitado.
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Desde esta perspectiva, hay que volver a intentar comprender qué significa «transformación de la sustancia». Pero incluso dejando de lado posibles nuevas explicaciones conceptuales de este tipo, lo que está fundamentalmente claro es que en la santa Eucaristía no añadimos un poco de carne y un poco de sangre al pan y al vino, sino que las ofrendas son portadoras ahora de la dinámica de Cristo crucificado y resucitado. De hecho, tampoco en la santa Eucaristía se recibe un poco de cuerpo y un poco de sangre de Jesús, sino que se entra en la dinámica del amor de Jesucristo que se concreta en la cruz y en la resurrección y se hace verdaderamente presente. Algo que resulta también muy importante para una devoción eucarística adecuada. A la pregunta: «¿qué recibo?» debemos responder: me dejo absorber por el Señor Jesucristo en la dinámica de su persona hecha carne e insertada en el mundo nuevo de la resurrección. El personalismo de la fe cristiana y la vastedad de su dinámica señalan el camino hacia una adecuada devoción eucarística. Por lo tanto, el sacrificio forma parte de ella, no como algo contrario a Dios o como un intento de actuación y obra del hombre, sino como el modo en que Cristo abre la puerta a Dios y con ello nos redime.
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Esto quiere decir que la Eucaristía no significa solo que unos cristianos comparten una cena después de la resurrección, en la que se come un poco del cuerpo de Cristo y se bebe un poco de su sangre. Por más que resulte realmente difícil decir cuál puede ser el significado razonable de ello. El acontecimiento eucarístico va más allá: es presencia de Cristo vivo, participación en su muerte y resurrección. La Santa Misa es el hacerse presente del sacrificio de la cruz. Lutero condenó esto en los términos más duros sobre la base de su rechazo del concepto de sacrificio. Y, sin embargo, se trata de la única interpretación razonable de la Eucaristía instituida en la víspera de la pasión; y es, por último, el don del culto adecuado, por el que ha anhelado la historia de las religiones, y en particular la historia de Israel.
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Hay valores que nunca es lícito sacrificar en nombre de un valor aún más elevado y que están por encima incluso de la preservación de la vida física. Existe el martirio. Dios es más que la supervivencia física incluso. Una vida que se conserva al precio de negar a Dios, una vida basada en una mentira última, es una no-vida. El martirio es una categoría fundamental de la existencia cristiana.
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En la Iglesia primitiva, frente a una cultura cada vez más depravada, se instituyó el catecumenado como un espacio de existencia en el que lo específico y lo nuevo de la forma de vida cristiana se enseñaba y se salvaguardaba también respecto al modo de vida común. Creo que incluso hoy haría falta algo parecido a las comunidades catecúmenas para que la vida cristiana pueda afirmarse en su carácter distintivo.
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¿Qué debemos hacer? ¿Tenemos que crear otra Iglesia para que las cosas puedan arreglarse? Este experimento ya se ha hecho y ya ha fracasado. Solo el amor y la obediencia a nuestro Señor Jesucristo pueden mostrarnos el camino correcto. Tratemos, pues, de comprender antes que nada de un modo nuevo y profundo lo que el Señor ha querido y quiere de nosotros.
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En primer lugar, yo diría que, si realmente quisiéramos resumir al máximo el contenido de la fe fundada en la Biblia, podríamos decir: el Señor ha empezado una historia de amor con nosotros y quiere resumir en ella toda la creación. El antídoto contra el mal que nos amenaza a nosotros y al mundo entero solo puede consistir, en última instancia, en que nos entreguemos a este amor. Pues este es el verdadero antídoto contra el mal. El poder del mal nace de nuestro rechazo del amor a Dios. Quien se confía al amor de Dios se gana la redención. Nuestra condición de no redimidos se basa en la incapacidad de amar a Dios. Aprender a amar a Dios es, por lo tanto, el camino de la redención humana.
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Dios se hizo hombre por nosotros. El hombre como criatura está tan cerca de su corazón que se ha unido a él entrando concretamente en la historia. Habla con nosotros, vive con nosotros, sufre con nosotros y por nosotros asumió la muerte. Ciertamente, en teología hablamos mucho de ello con un lenguaje y unos conceptos doctos. Y precisamente de ahí surge el peligro de que nos volvamos señores de la fe, en lugar de dejarnos renovar y dominar por ella.
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La Eucaristía queda degradada a gesto ceremonial cuando se da por sentado que los buenos modales exigen que se distribuya a todos los invitados por razones de parentesco, en celebraciones familiares o acontecimientos como bodas y funerales. La obviedad con la que en algunos lugares los presentes, por el mero hecho de serlo, reciben el santísimo sacramento muestra cómo la comunión se considera ya nada más que como un gesto ceremonial. Si reflexionamos sobre lo que hay que hacer, está claro que no necesitamos otra iglesia inventada por nosotros. Lo que hace falta, en cambio, es una renovación de la fe en la realidad de Jesucristo que se nos ha donado en el sacramento.
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Vivo en una casa en la que una pequeña comunidad de personas descubre continuamente testigos semejantes del Dios vivo en su vida cotidiana, y me los señala con alegría. Ver y encontrar a la Iglesia viva es una tarea maravillosa que nos fortalece y nos hace regocijarnos en la fe una y otra vez. Al final de mis reflexiones quisiera agradecer al papa Francisco todo lo que hace para mostrarnos una y otra vez la luz de Dios, que aún hoy no se ha apagado. ¡Gracias, santo padre!
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Al mismo tiempo, el Jueves Santo nos brinda la ocasión de preguntarnos de nuevo: ¿a qué hemos dicho «sí»? ¿Qué es «ser sacerdote de Jesucristo»? El Canon II de nuestro Misal describe la esencia del ministerio sacerdotal con las palabras que usa el Libro del Deuteronomio (cfr. Dt 18, 5-7) para describir la esencia del sacerdocio del Antiguo Testamento: astare coram te et tibi ministrare. Por tanto, son dos las tareas que definen la esencia del ministerio sacerdotal: en primer lugar, «estar en presencia del Señor». En el Libro del Deuteronomio esa afirmación debe entenderse en el contexto de la disposición anterior, según la cual los sacerdotes no recibían ningún lote de terreno en la Tierra Santa, pues vivían de Dios y para Dios. No se dedicaban a los trabajos ordinarios necesarios para el sustento de la vida diaria. Su profesión era «estar en presencia del Señor», mirarlo a él, vivir para él. La palabra indicaba así, en definitiva, una existencia vivida en la presencia de Dios y también un ministerio en representación de los demás.
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sacerdote tiene la misión de velar. Debe estar en guardia ante las fuerzas amenazadoras del mal. Debe mantener despierto al mundo para Dios. Debe ser alguien que está en pie: de pie frente a las corrientes del tiempo. De pie en la verdad. De pie en el compromiso por el bien. Estar en presencia del Señor también debe implicar siempre, en lo más profundo, hacerse cargo de los hombres ante el Señor que, a su vez, se hace cargo de todos nosotros ante el Padre. Y debe ser hacerse cargo de él, de Cristo, de su palabra, de su verdad, de su amor. El sacerdote debe estar de pie, impávido, dispuesto a sufrir incluso ultrajes por el Señor, como refieren los Hechos de los Apóstoles: estos se sentían «contentos por haber sido considerados dignos de sufrir ultrajes por el nombre de Jesús» (Hch 5, 41).
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No inventamos la Iglesia como nos gustaría que fuera, sino que anunciamos correctamente la palabra de Cristo en la comunión de su Cuerpo. Nuestra obediencia es creer con la Iglesia, pensar y hablar con la Iglesia, servir con ella. También en esta obediencia entra siempre lo que Jesús predijo a Pedro: «Te llevarán a donde tú no quieras» (Jn 21, 18). Este dejarse guiar a donde no queremos es una dimensión esencial de nuestro servir y eso es precisamente lo que nos hace libres. En ese ser guiados, que puede ir contra nuestras ideas y proyectos, experimentamos la novedad, la riqueza del amor de Dios.
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La humanidad tiene siempre la tentación de querer ser totalmente autónoma, de seguir solo su propia voluntad y de considerar que solo así seremos libres, que solo gracias a esa libertad sin límites el hombre sería completamente hombre, y llegaría a ser divino. Pero precisamente así nos situamos contra la verdad, dado que la verdad es que debemos compartir nuestra libertad con los demás y solo podemos ser libres en comunión con ellos. Esta libertad compartida solo puede ser libertad verdadera si con ella entramos en lo que constituye la medida misma de la libertad, si entramos en la voluntad de Dios. Esta obediencia fundamental, que forma parte del ser del hombre, se hace aún más concreta en el sacerdote: nosotros no nos anunciamos a nosotros mismos, sino a él y su palabra, que no podemos idear por nuestra cuenta.
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En la Última Cena, Jesús confirió a su ofrenda sacrificial al Padre la forma perenne en la que la Iglesia, en todo lugar y tiempo, puede unirse desde entonces a su ofrenda. En las palabras de la Última Cena unió la tradición del Sinaí con la tradición profética, instituyendo con ello verdaderamente el «culto» de la Nueva Alianza, en el que el culto y la escucha amorosa de la Palabra de Dios —que se convierte en servicio al prójimo, amor por el prójimo— son una misma cosa.
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Incluso la exégesis protestante más reciente coincide en gran medida en que Jesús, especialmente en la oración sacerdotal, se muestra en el acto de cumplir y transformar el ministerio de sumo sacerdote. En este sentido, la Epístola a los Hebreos y el Evangelio de Juan son, en última instancia, formas equivalentes de presentar a Jesús como sumo sacerdote de la Nueva Alianza.
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El término «santifica» puede, sin embargo, indicar también muy en concreto la ordenación sacerdotal, que significa precisamente la reivindicación radical del hombre por parte del Dios vivo para su servicio. Cuando el texto dice «Santifícalos en la verdad», el Señor está suplicando al Padre que incluya a los Doce en su misión, que los ordene sacerdotes.
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De esta manera se grabó profundamente en mi alma, en la tarde de aquella víspera, lo que significa realmente la ordenación sacerdotal, más allá de cualquier aspecto ceremonial: significa ser purificado e impregnado una y otra vez por Cristo, de modo que sea Él quien hable y actúe en nosotros, y cada vez menos nosotros mismos. Y me quedó claro que este proceso de llegar a ser uno con él, y de superar lo que es solo nuestro, dura toda la vida e implica también siempre una liberación y una renovación dolorosas. En este sentido, las palabras de Juan 17, 17 y ss. han supuesto un indicador de dirección durante toda mi vida.
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Sin embargo, como ahora el sacerdote cristiano ya no tenía que ocuparse solo temporalmente de los santos misterios, sino que era responsable del cuerpo del Señor, el pan «de cada día», para siempre, se convirtió en una necesidad el ofrecerse completamente a él. Más adelante, pudo desarrollarse a partir de esta práctica la idea de que, sobre la base de la celebración eucarística diaria en el mundo entero, todas las misas de la tierra juntas eran, por así decirlo, como un sacrificio único y constante ante Dios, que traducía la presencia continua del sumo sacerdote Jesucristo en el tiempo y el espacio del cosmos.
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Cuando en la Última Cena el Señor dice: «Esto es mi cuerpo», «esto es mi sangre», estas dos expresiones decisivas solo pueden entenderse en referencia al don de sí mismo que tendrá lugar en la cruz. Es indudable que Jesús, por un lado, se halla entre sus discípulos, pero por otro explica estas ofrendas como cuerpo y sangre que se les entrega. Estas palabras de institución solo adquieren sentido como anticipación de un acontecimiento y crean así una unidad inseparable entre el acontecimiento en la sala de la Última Cena y la transformación de su muerte en ofrenda.
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Dado que la liturgia cristiana, por su naturaleza, también es siempre anuncio, debemos tener familiaridad con la palabra de Dios, amarla y vivirla. Solo entonces podremos explicarla de modo adecuado. «Servir al Señor»: precisamente el servicio sacerdotal significa también aprender a conocer al Señor en su palabra y darlo a conocer a todas aquellas personas que él nos encomienda.
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Del servir forman parte, por último, otros dos aspectos. Nadie está tan cerca de su señor como el servidor que tiene acceso a la dimensión más privada de su vida. En este sentido, «servir» significa cercanía, requiere familiaridad. Esta familiaridad encierra también un peligro: el de que lo sagrado con el que tenemos un contacto continuo se convierta para nosotros en costumbre. Así se apaga el temor reverencial. Condicionados por todas las costumbres, ya no percibimos la grande, nueva y sorprendente realidad: que él mismo esté presente, nos hable y se entregue a nosotros. Contra este acostumbrarse a la realidad extraordinaria, contra la indiferencia del corazón, debemos luchar sin tregua, reconociendo siempre nuestra insuficiencia y la gracia que implica el hecho de que él se entrega así en nuestras manos.
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