Atardecer Quotes

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Nuestros problemas no son más que efímeras, que crecen y mueren entre el amanecer y el atardecer. Y cuando se hayan ido al reino de la memoria, tú y yo aún estaremos aquí.
Jay Kristoff (Stormdancer (The Lotus Wars, #1))
La seguí con una sensación cálida en el pecho al volver a tenerla allí, en mi trozo de mar, bajo el cielo anaranjado del atardecer, aunque solo fuese durante un momento efímero…, porque era mejor que nada, cualquier cosa lo era.
Alice Kellen (Todo lo que somos juntos (Deja que ocurra, #2))
La ceguera gradual no es cosa trágica. Es como un lento atardecer de verano.
Jorge Luis Borges (The Book of Sand and Shakespeare's Memory)
Qué saben ellos de las horas perdidas intentando dominar el dificil arte de la transparencia y del deslumbramiento. "Somos como un atardecer sin lentes de sol", decía La Tía Encarna. "Nuestro fulgor enceguece, ofusca, a los que nos miran y los asusta".
Camila Sosa Villada (Las malas)
Porque en ese momento comprendo que hay belleza en mí. Es una belleza imperfecta y rara y llena de ideas desordenadas, pero es. Y no sé si será mejor o peor que un cuadro de Monet o una flor abriéndose o un atardecer, pero me pertenece y voy a pasar el resto de mi vida junto a estos ojos y esta nariz y esta boca.
Alice Kellen (El mapa de los anhelos)
- ¿Y en qué esta pensando? - ¿Ve los colores del atardecer? - Sí, claro. - Me asombra tanta belleza en la mitad de tanta desgracia.
Mario Mendoza (Relato de un asesino)
Pobre Sasha. Pobres chicas. El mundo las engorda con la promesa de amor. Cuánto lo necesitan, y qué poco recibirán jamás la mayoría de ellas. Las canciones pop empalagosas, los vestidos descritos en los catálogos con palabras como «atardecer» y «París». Y luego les arrebatan sus sueños con una fuerza violentísima; la mano tirando de los botones de los vaqueros, nadie mirando al hombre que le grita a su novia en el autobús.
Emma Cline (The Girls)
No se debe oponer resistencia a la corriente: hay que ir hacia arriba cuando hay que ir hacia arriba, y hacia abajo cuando hay que ir hacia abajo. Cuando debas ir hacia arriba, busca la torre más alta y sube hasta la cúspide. Cuando debas ir hacia abajo, busca el pozo más profundo y desciende hasta el fondo. Cuando no haya corriente, quédate inmóvil. Si te opones a la corriente todo se seca, el mundo se ve envuelto por las tinieblas. "Yo soy yo, él es yo, atardecer de otoño" Cuando renuncias a mi, yo existo.
Haruki Murakami (The Wind-Up Bird Chronicle)
Pero que los pensamientos estén los libros y sean leídos no significa que el tiempo esté maduro ya para ellos.
Maria Gripe (Los escarabajos vuelan al atardecer)
El amor debe ser como un beso al atardecer..., como el último beso, el auténtico, el verdadero, al término de las historias románticas de la colección Arlequín... ¡El amor debe ser como un aroma de rosas a la hr del crepúsculo!
Stephen King (Cycle of the Werewolf)
—Estoy buscando esto —le digo señalándonos a los dos con la mano—. Nos estoy buscando a ti y a mí juntos. Audrey se arrodilla a mi lado y posa su mano en la mía para hacerme soltar las hojas. —No creo que esté ahí —me dice con dulzura—. Yo creo, Ed... —Posa las manos suavemente sobre mi cara. La luz anaranjada del atardecer la baña—. Creo que esto nos pertenece a nosotros.
Markus Zusak (I Am the Messenger)
Los verdaderamente fuertes son los que en esta vida saben ser dulces y estar llenos de amor.
Maria Gripe (Los escarabajos vuelan al atardecer)
Yo soy yo, el es yo, atardecer de otoño. Cuando renuncias a mi, yo existo.
Haruki Murakami (The Wind-Up Bird Chronicle)
Y te enseñaré algo que no es ni la sombra tuya que te sigue por la mañana ni tu sombra que al atardecer sale a tu encuentro; te mostraré el miedo en un puñado de polvo.
T.S. Eliot
El atardecer es una maravillosa oportunidad para apreciar todas las grandes cosas que el sol nos da!
Mehmet Murat ildan
Más allá del crepúsculo sentía el agua, la olía. Cuando la primavera florecía y llovía se olía por todas partes no se notaba tanto otras veces pero cuando llovía el olor comenzaba a entrar en casa con el crepúsculo o porque al atardecer se intensificase la lluvia o por algo que hubiera en la propia luz pero entonces era cuando el olor se tornaba más intenso hasta que ya en la cama yo pensaba cuándo acabará cuándo acabará. La corriente de aire que entraba por la puerta olía a agua, un continuo hálito de humedad. A veces yo conseguía dormirme repitiéndolo una y otra vez hasta que se mezclaba con las madreselvas todo terminó por simbolizar la noche y el desasosiego no me parecía estar despierto ni dormido mirando hacia un largo pasillo de media luz grisácea donde todas las cosas estables se habían convertido en paradójicas sombras todo cuanto yo había hecho sombras todo cuanto yo había sufrido tomando formas visibles grotescas y burlándose con su inherente irrelevancia de la significación que deberían haber afirmado pensando era yo no era yo quién no era no era quién.
William Faulkner (The Sound and the Fury)
¿Has olvidado que el bosque era tu hogar? ¿Qué el bosque grande, profundo y sereno te espera como un amigo? Vuelve al bosque allí aprenderás a ser de nuevo un niño. ¿Por qué te olvidaste que el bosque era tu amigo? Los caminos de las hormigas bajo el cielo, el esteroque te daba palabras luminosas, el atardecer con el que juegas con la lluvia. ¿Por qué lo has olvidado? ¿Por qué no recuerdas nada?
Jorge Teillier
Si tengo que definir la poesía y no las tengo todas conmigo, si no me siento demasiado seguro, digo algo como: «poesía es la expresión de la belleza por medio de palabras artísticamente entretejidas». Esta definición podría valer para un diccionario o para un libro de texto, pero a nosotros nos parece poco convincente. Hay algo mucho más importante: algo que nos animaría no sólo a seguir ensayando la poesía, sino a disfrutarla y a sentir que lo sabemos todo sobre ella. Esto significa que sabemos qué es la poesía. Lo sabemos tan bien que no podemos definirla con otras palabras, como somos incapaces de definir el sabor del café, el color rojo o amarillo o el significado de la ira, el amor, el odio, el amanecer, el atardecer o el amor por nuestro país. Estas cosas están tan arraigadas en nosotros que sólo pueden ser expresadas por esos símbolos comunes que compartimos. ¿Y por qué habríamos de necesitar más palabras?
Jorge Luis Borges (Arte poética: Seis conferencias en Harvard)
o como música sobre aguas, a la hora del atardecer, cuando ya el día se convierte en recuerdo: — ¡elegid la soledad buena, la soledad libre, traviesa y ligera, la cual os otorga también derecho a continuar siendo buenos en algún sentido!
Friedrich Nietzsche (Más allá del bien y del mal)
No hay que limitarse a dar; también es preciso exigir y aprender a hacerlo. Quiero decir que cuando el uno permite al otro satisfacer determinadas exigencias, se ennoblecen los dos. De lo contrario, sólo se consigue mantener tiranos y mártires.
Maria Gripe (Los escarabajos vuelan al atardecer)
Como la gaviota sin tierra que, al atardecer, pliega las alas y se mece hasta dormirse entre el oleaje, al caer la noche el hombre de Nantucket, lejos de la tierra, recoge las velas y se echa a dormir, mientras bajo su almohada corren morsas y ballenas.
Herman Melville (Moby Dick.)
Las mañanas me gustan menos, tienen, no sé, demasiadas expectativas, y el silencio de las noches me asusta, ahora prefiero las tardes, son menos exigentes, estoy mirando el atardecer y, fíjate, me entra la duda, ¿de dónde?, ¿de dónde carajo sale la belleza?,
Andrés Neuman
Ahora es ella quien lo mira divertida, o tierna, o nerviosa, y finalmente le pregunta: —¿Vas a decirme qué te pasa, Benjamín? Chaparro se siente morir, porque acaba de advertir que esa mujer pregunta una cosa con los labios y otra con los ojos: con los labios le está preguntando por qué se ha puesto colorado, por qué se revuelve nervioso en el asiento o por qué mira cada doce segundos el alto reloj de péndulo que decora la pared próxima a la biblioteca; pero, además de todo eso, con los ojos le pregunta otra cosa: le está preguntando ni más ni menos qué le pasa, qué le pasa a él, a él con ella, a él con ellos dos; y la respuesta parece interesarle, parece ansiosa por saber, tal vez angustiada y probablemente indecisa sobre si lo que le pasa es lo que ella supone que le pasa. Ahora bien —barrunta Chaparro—, el asunto es si lo supone, lo teme o lo desea, porque esa es la cuestión, la gran cuestión de la pregunta que le formula con la mirada, y Chaparro de pronto entra en pánico, se pone de pie como un maníaco y le dice que tiene que irse, que se le hizo tardísimo; ella se levanta sorprendida —pero el asunto es si sorprendida y punto o sorprendida y aliviada, o sorprendida y desencantada—, y Chaparro poco menos que huye por el pasillo al que dan las altas puertas de madera de los despachos, huye sobre el damero de baldosas negras y blancas dispuestas como rombos, y recién retoma el aliento cuando se trepa a un 115 milagrosamente vacío a esa hora pico del atardecer; se vuelve a su casa de Castelar, donde esperan ser escritos los últimos capítulos de su historia, sí o sí, porque ya no tolera más esta situación, no la de Ricardo Morales e Isidoro Gómez, sino la propia, la que lo une hasta destrozarlo con esa mujer del cielo o del infierno, esa mujer enterrada hasta el fondo de su corazón y su cabeza, esa mujer que a la distancia le sigue preguntando qué le pasa, con los ojos más hermosos del mundo.
Eduardo Sacheri (El secreto de sus ojos (Spanish Edition))
Hace mucho tiempo, cuando las mujeres fueron pájaros, existía el sencillo entendimiento de que cantar en la madrugada o cantar al atardecer era curar al mundo a través de la dicha. Los pájaros aún recuerdan lo que nosotras hemos olvidado, que el mundo está hecho para ser celebrado.
Terry Tempest Williams (When Women Were Birds: Fifty-four Variations on Voice)
Somos los amaneceres en la playa y el sonido del mar, somos las noches de estrellas en la terraza, las ganas de desnudarnos, nuestras canciones, el rojo del atardecer y todos los trazos que he hecho pensando en ti. Somos estas paredes que te rodean, lo que hemos vivido. Y también todo lo que está por llegar.
Alice Kellen (Todo lo que somos juntos (Deja que ocurra, #2))
Nos miramos durante un largo y extraño momento que nunca he olvidado, como dos animales que se encuentran al atardecer, y de sus ojos pareció brotar una clara chispa de simpatía; vi la criatura que era en realidad y creo que él también me vio. Por un instante estuvimos conectados como dos motores del mismo circuito.
Donna Tartt (The Goldfinch)
Ella, sin duda, era la encarnación de la belleza que encontraba en la Tierra. Tenía que pasar por penas y sacrificios y tenía que seguir, aunque pareciera que no había hacia dónde ir, pero al final valía la pena, porque ante la adversidad, su alegría resurgía como un atardecer. Y eso no lo encontraría ni en el Cielo.
Anagaby Arrieta (Ángel, la mênis del guardián)
El pesado ropón negro que llevaba desde hacía años había desaparecido; tenía ahora un vestido de seda color turquesa, brillante y delicado como el cielo del atardecer, acampanado en las caderas. Y la falda estaba toda bordada con finos hilos de plata, perlas y gemas de cristal, y relucía levemente como la lluvia de abril
Ursula K. Le Guin
El Merkel de siempre. Es editorialista de un gran periódico, y a menudo escribe artículos de tono apocalíptico, que pretenden ser tomados en serio y en ocasiones lo merecen incluso. Mal afeitado y tembloroso por las mañanas, pero siempre elegante al atardecer, y dotado de un humorismo que se enciende al mismo tiempo que los faroles.
Hjalmar Söderberg (Doctor Glas)
Con frecuencia, al terminar el trabajo, a uno le asalta el recuerdo de la más grande de las injusticias. Hablo de lo cotidiano de la vida. No es por la mañana, es al atardecer cuando eso invade las casas, nos invade a nosotros. Y si no se es así, no se es absolutamente nada. Se es: nada. Y siempre en todos los casos de todos los pueblos, se sabe.
Marguerite Duras
Nada, por muy puro que sea, queda inmune ante la pérdida.
Andrea Longarela (Cada atardecer (Somos secretos, #1))
Si algo tenemos los seres humanos es una facilidad pasmosa para joder las cosas bonitas.
Andrea Longarela (Cada atardecer (Somos secretos, #1))
Quisiera, cuando terminen mis días en la Tierra, sorprenderme con que sí hay algo más. Un lugar creado por el dios que sea, de la religión que sea. O por nosotros. Un lugar donde encontrarnos otra vez y para siempre. Puede ser el aire, o el agua, un atardecer o el corazón de los que quedan vivos. Que a ese “dios”, o como quieran llamarlo, cada uno le construya su propia catedral.
Claudia Piñeiro (Catedrales)
Cuando terminó abril llegó el mes de mayo; mayo fue mucho peor que abril. En mayo, en plena primavera, ya no pude evitar sentir cómo se estremecía y temblaba mi corazón. Solía ocurrirme al atardecer. En la pálida oscuridad, empezaba a hincharse, a estremecerse, a temblar, atravesado por un pinchazo. En estos momentos, cerraba los ojos y apretaba los dientes con fuerza. Y esperaba a que pasara. Poco a poco, despacio, este dolor se alejaba, dejando tras de sí un dolor sordo.
Haruki Murakami
Aquí fue donde vi el río por última vez esta mañana, aproximadamente aquí. Más allá del crepúsculo sentía el agua, la olía. Cuando la primavera florecía y llovía se olía por todas partes no se notaba tanto otras veces pero cuando llovía el olor comenzaba a entrar en casa con el crepúsculo o porque al atardecer se intensificase la lluvia o por algo que hubiera en la propia luz pero entonces era cuando el olor se tornaba más intenso hasta que ya en la cama yo pensaba cuándo acabará cuándo acabará.
William Faulkner (The Sound and the Fury)
1 por qué no simplemente no esperar a ser ocasión de un vertedero de palabras ¿no es mejor abortar que ser estéril? después de tu partida las horas son tan tristes siempre empiezan a rastras demasiado pronto los garfios desgarrando con ceguedad el lecho de miseria rescatando los huesos los amores antiguos cuencas una vez llenas con ojos como tuyos ¿es mejor siempre demasiado pronto que jamás? negra necesidad salpicando los rostros diciendo una vez más nunca flotó lo amado nueve días ni nueve meses ni nueve vidas 2 diciendo una vez más si no me enseñas tú no aprenderé diciendo una vez más existe un último atardecer de últimas veces últimas veces de mendigar últimas veces de amar de saber no saber simular un último atardecer de últimas veces de decir sino me amas nunca seré amado si no te amo ya no amaré nunca un batir de palabras gastadas una vez más en el corazón amor amor amor golpe de un émbolo antiquísimo moliendo el suero inalterable de las palabras una vez más aterrado de no amar de amar pero no a ti de ser amado y no por ti de saber no saber simular simular yo y todos los otros que te amen si te aman 3 a menos que te amen
Samuel Beckett (Selected Poems 1930–1989)
La última vez que vi al Hombre de las Cetonias fue un atardecer, estando yo sentado en un altillo que dominaba el camino. Venía evidentemente de alguna fiesta y había tragado cantidad de vino, pues hacía eses de lado a lado del camino, tocando con la flauta una tonada melancólica. Grité un saludo, y sin volverse me hizo una seña estrafalaria. Al doblar el recodo se silueteó un instante sobre el pálido color lavanda de la tarde. Vi su sombrero andrajoso con las plumas al viento, los abultados bolsillos de su abrigo, las jaulas de mimbre llenas de soñolientas palomas a su espalda, y sobre la cabeza, dando vueltas y más vueltas a lo tonto, los puntitos minúsculos de las cetonias. Torció entonces la esquina y no quedó sino el cielo pálido con una luna nueva suspendida como una pluma de plata y el blando gorjeo de su flauta perdiéndose en el crepúsculo lejano.
Gerald Durrell (My Family and Other Animals (Corfu Trilogy, #1))
Cinco minutos después, volando sobre la nieve rosada de los Andes al atardecer, tomé conciencia de que las seis semanas que dejaba detrás no eran las más heroicas de mi vida, como lo prentendía al llegar, sino algo más importante: las más dignas.
Gabriel García Márquez (Clandestine in Chile: The Adventures of Miguel Littín)
Ante la inmortalidad que lo rodeaba, el tiempo era un detalle. La arena blanca, las piedras, se sentían infinitas y el mar, a su espalda, infinito. Solo el cielo marcaba su carácter mortal; lo obligaba a recordar. Era el atardecer.
María Kodama (Relatos)
Vivir allí abajo era como vivir en una vaina de habichuela. Sólo veías el lecho en el que estabas. Nuestro horizonte de bosques era el límite de nuestro mundo. El viento agitaba los árboles semanas sin fin, con un seco rugido que parecía la expresión natural del paisaje. En invierno nos cercaban con púas congeladas, y en verano se derramaban sobre los bordes de los cerros como capas de densa lava verde. Por la mañana, humeaban cubiertos de niebla o de sol y al atardecer arrojaban siempre sobre nosotros haces de luz, reflejo de crepúsculos que no podíamos ver porque estábamos demasiado hundidos.
Laurie Lee (Sidra con Rosie (Otras Latitudes nº 46) (Spanish Edition))
Para qué quieres algo material, que el tiempo y el fuego quemarán y destruirán como todo lo material que es efímero? Ven María, acércate a estas petunias de color violeta, siente su fragancia, este es mi regalo para ti. Desde hoy, todas las petunias de color violeta, cuando llegue esta hora del atardecer, desprenderán este perfume que te recordará como es mi amor”.
José Luis Giménez Rodríguez (El Legado de María Magdalena (Spanish Edition))
El cielo bañado de atardecer se vio colmado de puntos brillantes. Parecían fijos, sin embargo, se desplazaban tan rápido como un rayo. Los resplandores metálicos escaparon de la Tierra expulsando fuego, llevando millones de vidas a un nuevo mundo.
TOMAS ANDREI
A fines de agosto nuestra delegación, junto con la portorriqueña, que era más numerosa, subió a bordo de un carguero cubano en el que habríamos de cubrir la primera etapa de nuestro regreso, hasta las Antillas francesas, adonde el barco llevaba una carga de cemento. Al atardecer zarpamos de la bahía de Santiago. Cuando nos alejamos de la isla era ya noche cerrada, y no se veía la tierra ni el mar, pues no había luna. Nos instalamos y empezamos a orientarnos en el barco y, al igual que los portorriqueños que venían con nosotros, trabamos conversación con la tripulación. El capitán era un antiguo estudiante de Filosofía de veintiséis años, con quien me apresuré a hablar de nuestro común tema de estudio. Era su primer viaje al mando de aquel barco y, como nosotros, debía familiarizarse con él y con la tripulación. De pronto, cuando estábamos en alta mar, en plena oscuridad, un avión sobrevoló el barco a muy baja altitud y a gran velocidad. Antes de enterarme de lo que ocurría, el avión cruzó otra vez por encima de nosotros. Cuando Kendra y yo corríamos al puente para preguntar al capitán qué pasaba, un miembro de la tripulación nos explicó tranquilamente que se trataba de un acto hostil por parte de un portaaviones norteamericano de los que controlaban el bloqueo económico. Con sus luces, el portaaviones empezó a hacer señales a nuestro barco pidiéndole que se identificara y explicase su misión. Naturalmente, podían ver la bandera cubana; todo aquello no era más que el rutinario hostigamiento que habían de soportar los barcos cubanos cada vez que salían de sus aguas territoriales. Mediante señales, el barco cubano comunicó que, antes de identificarse, quería saber el nombre y la misión de quienes deseaban aquella información. Durante aquellos momentos una cierta diversión había acompañado al nerviosismo. Pero después, de pronto, no lejos del barco, un extraño y silencioso estallido de luz rompió la oscuridad de la noche. Al principio semejaba una nubecilla en forma de hongo, pero un segundo después pareció desplazarse directamente hacia nosotros. Yo me asusté tanto que no pregunté lo que ocurría; pensé que, si aquello era gas letal, no podríamos escapar. La nube de luz inundó el barco e iluminó toda la zona circundante como un sol de mediodía. Un miembro de la tripulación dijo entonces que seguramente se trataba de un nuevo proyectil luminoso que estaba siendo experimentado por Estados Unidos aprovechando el bloqueo. Por fin nos libramos de los militares norteamericanos y pudimos disfrutar durante unos días de la legendaria belleza del Caribe. Pasamos junto a Haití y Santo Domingo, países no tan hermosos desde el punto de vista político, y después el barco recibió instrucciones de atracar en Guadalupe. Aunque no me gustaba la idea de encargarme de las relaciones con los nativos de la isla, yo era la única persona a bordo que sabía francés, de modo que no tuve alternativa. Nuestra delegación llevaba muy poco equipaje, pero los portorriqueños traían varias cajas de libros que les habían regalado los cubanos para su librería de San Juan. Tuve la precaución de preguntar a los funcionarios de la aduana si se proponían inspeccionar todos los equipajes
Angela Y. Davis (Angela Davis: Autobiografía)
Con ella yo sentía crecer un aire nuevo, los signos fabulosos del atardecer o esa manera como las cosas se dibujaban cuando estábamos juntos
Julio Cortázar (Hopscotch)
Y yo: viva, sintiendo un retortijón en el estómago, mientras pasaba en los tiempos pasados y en la hora que era en aquel momento, es decir, la hora en que la noche se hunde en la noche, nunca de golpe, la noche patialba del DF, una noche que se anuncia hacia el cansancio, que vengo, que vengo, pero que tarda en llegar, como si también ella, la mendiga, se quedara a contemplar el atardecer, los atardeceres privilegiados de México, los atardeceres de pavorreal, come decía Cesárea.
Roberto Bolaño (The Savage Detectives)
Te vuelves roja como el atardecer a cualquier indicio de una insinuación.
Jeaniene Frost (Halfway to the Grave (Night Huntress, #1))
Cada vez que el atardecer se presentaba, Cristina se sentía nueva. Las sombras alargadas y las luces dominantes contrastaban con un balance perfecto, parecía diseñado por alguien, como si ella fuese un personaje dentro de una gran pintura.
Anagaby Arrieta (Ángel, la mênis del guardián)
Y sus ojos… ¡Santo Cielo! Esos ojos eran como el oro dulce que se sacaba de la caña de azúcar. ¿Has visto alguna vez un atardecer en la playa? Pues toda esa luz, pero en sus ojos.
Nerea Riesco (La ciudad bajo la luna)
Veo presentimientos y presagios. . . Desde el amanecer hasta el atardecer en tus ojos.
A.E. Samaan (Shades of Vanity - Shades and Shadows of Eroticism)
Pero al dia siguiente, a las 8 de la mañana, dio la última puntada en la labor más primorosa que mujer alguna había terminado jamás, y anunció sin el menor dramatismo que moriría al atardecer. No sólo previno a la familia, sino a toda la población, porque Amaranta se había hecho a la idea de que se podía reparar una vida de mezquindad con un último favor al mundo, y pensó que ninguno era mejor que llevarles cartas a los muertos.
Gabriel García Márquez (One Hundred Years of Solitude)
¡Qué el destino nos encuentre siempre fuertes y dignos! Debemos amar la felicidad como amamos el canto fugitivo del viento, como amamos los colores del atardecer que se va a extinguir. Porque los vientos renacen y cantan de nuevo...
Leon Degrelle
¡Que el destino nos escuentre siempre fuertes y dignos! Debemos amar la felicidad como amamos el canto fugitivo del viento, como amamos los colores del atardecer que se va a extinguir. Porque los vientos renacen y cantan de nuevo...
Leon Degrelle
Haikú 24 Atardecer violines y trompetas y ¡zas! Silencio.
Rubén García Cebollero (Antología suprema de haikús y 41 poemas breves (Spanish Edition))
Elizabeth sale al aire frío del atardecer sin mirar atrás. Los días se están volviendo más breves y cada vez salen más bufandas de los armarios. El verano aún tiene al otoño bajo control, pero no por mucho tiempo. ¿Cuántos otoños más le quedarán a Elizabeth? ¿Cuántos años más de ponerse un par de botas cómodas y caminar entre la hojarrasca? Un día llegará la primavera y no la encontrará en casa. Los narcisos seguirán floreciendo junto al lago, pero ella no estará para verlos. Así son las cosas. Hay que disfrutarlas mientras sea posible.
Richard Osman (The Thursday Murder Club (Thursday Murder Club, #1))
–No quiero cascadas, Edel, sino la paz de un lago, no quiero encinas sino abedules, y esas montañas del fondo deben convertirse en colinas, y el día, en atardecer; el viento, en brisa; las ciudades, en pueblos; los castillos, en jardines. Y si no queda más remedio que haya halcones, que al menos vuelen, y muy lejos.
Alessandro Baricco (Océano mar)
Al fin se hizo evidente que estaban dejando atrás esos paisajes. ¿Los reconocerían si pasaban otra vez por ellos? (No tenían planes de hacerlo.) Se llevaban carpetas hinchadas a reventar de souvenirs. “Me llevo en las retinas...” decía la frase corriente. ¿Por qué las retinas? En toda la cara también, en los brazos, en los hombros, en el cabello, en los talones... En el sistema nervioso. A la luz del glorioso atardecer del 20 de enero contemplaban arrobados el conjunto de silencios y aire.
César Aira
Si a uno no lo asaltaba la melancolía, se podía caminar hacia el atardecer con pájaros sobre y en la cabeza o los oídos.
Juan Sasturain (Arena en los zapatos (Spanish Edition))
Las ruinas teñidas por la luz del atardecer hablaban del pasado, de cuando la ciudad fue uno de los centros del mundo romano.
Ramon Villero (El nudo infinito)
Hay un punto muerto en la noche, la hora más negra y fría, cuando el mundo se ha olvidado del atardecer y el alba no es todavía ninguna promesa. Un momento en que es demasiado pronto para levantarse, pero tan tarde que irse a la cama no tiene sentido.
Robin Hobb
Los ents continuaron vertiendo más y más agua, hasta que todos los fuegos se extinguieron y se anegaron todas las cavernas. Las nieblas crecieron lentamente y se elevaron al fin en una enorme y vaporosa sombrilla de nubes, quizá de una milla de altura. Al atardecer un gran arco iris apareció sobre las colinas del este; y de pronto el sol en el ocaso quedó oculto detrás de una llovizna espesa en las laderas de las montañas. Todo aquello sucedía en medio de un gran silencio. Algunos lobos aullaban lúgubremente en la lejanía. Por la noche, los ents detuvieron la inundación, y encauzaron de nuevo las aguas del Isen, que volvió a su antiguo lecho. Y así terminó todo.
J.R.R. Tolkien
Solo en casa un día de invierno al atardecer. Eran las cinco o las cinco y media, en la calle ya hacía frío y estaba oscuro, la lluvia azotada por el viento arañaba las contraventanas de hierro, mis padres se habían ido a tomar un té a casa de Mala y Stashek Rodnitzky, en
Amos Oz (Una historia de amor y oscuridad (Nuevos Tiempos))
Había escuchado su voz, por primera vez, en la isla donde viajó después de abandonar la empresa; estaba en la playa, sufría pero intentaba desesperadamente creer que aquel dolor tendría un final, cuando vio la puesta de sol más hermosa de su vida. Entonces, la desesperación se abatió sobre él con más fuerza que nunca y descendió al abismo más profundo de su alma, porque aquel atardecer merecía ser visto por su mujer y las niñas. Lloró compulsivamente, y presintió que nunca saldría del fondo de aquel pozo.
Paulo Coelho (The Devil and Miss Prym)
No importa cómo sea nuestra vida o los obstáculos que no encontremos. No importan las difilcultades o los fracasos que podamos tener. Todo eso no tiene importancia, ya que justo cuando pensamos que no hay ilusión o magia en el mundo, ocurre algo que nos demuestra que no es así: una sonrisa, una amistad, un romance, una anécdota, una canción, un paseo al atardecer o una noche bajo el cielo estrellado. Todas esas cosas, al parecer insignificantes, conforman nuestra vida, nuestra historia. Y sólo tenemos una historia, una vida, y por lo tanto, debemos vivirla como lo que es: única.
Javier Dut
En su vida, nada había podido contaminar el pozo loco de sus sueños: ni la bebida, ni las drogas, ni el dolor. Escapó hacia ese pozo como un animal sediento que encuentra un charco al atardecer y bebió de él, lo que significa que encontró un agujero en el papel y se lanzó a su interior, agradecido
Stephen King
El sol estaba a punto de terminar su jornada laboral y daba comienzo esa hora en que los edificios se cubren de un velo rosado que difumina los perfiles. Enseguida, todo se tiñe en el horizonte y, de repente, casi sin que podamos darnos cuenta, oscurece.
Sílvia Soler (Los viejos amigos)
No se debe oponer resistencia a la corriente: hay que ir hacia arriba cuando hay que ir hacia arriba, y hacia abajo cuando hay que ir hacia abajo. Cuando debas ir hacia arriba, busca la torre más alta y sube hasta la cúspide. Cuando debas ir hacia abajo, busca el pozo más profundo y desciende hasta el fondo. Cuando no haya corriente, quédate inmóvil. Si te opones a la corriente, todo se seca. Si todo se seca, el mundo se ve envuelto por las tinieblas. «Yo soy yo, él es yo, atardecer de otoño.» Cuando renuncias a mí, yo existo.
Anonymous
fangosa. El paisaje es agresivo, y reina en él un silencio de muerte. Al atardecer, sin embargo,
Horacio Quiroga (Cuentos de amor de locura y de muerte)
Los monos cantaban cerca de la casa en la madrugada, y un poco más tristes al atardecer, y eso contribuía a que se acentuara más la sensación de la soledad y el misterio, y la emoción de la vida salvaje.
Ernesto Cardenal (Vida perdida. Memorias, I (Spanish Edition))
El tiempo se ha dormido a la luz del sol del atardecer.
Anonymous
El crepúsculo civil Crepúsculo civil matutino comienza cuando el centro geométrico del sol es de 6 por debajo del horizonte y termina al amanecer. Tarde crepúsculo civil comienza al atardecer y termina cuando el centro geométrico del sol llega a 6 por debajo del horizonte. Los planetas más brillantes pueden aparecer durante este tiempo. Venus, el planeta más brillante que se observa desde la Tierra, se conoce como la "estrella de la mañana" o "estrella de la tarde" debido a su visibilidad durante el crepúsculo civil. Hay suficiente luz del sol durante este período que pueden no ser necesarios fuentes artificiales de luz para realizar actividades al aire libre. Este concepto a veces se consagra en las leyes, por ejemplo, cuando los conductores de automóviles deben encender sus luces, cuando los pilotos pueden ejercer los derechos de volar aviones, las restricciones a la caza, o si el delito de robo debe ser tratado como el robo nocturno, que conlleva penas más severas en algunas jurisdicciones. Un período fijo se utiliza típicamente en tales estatutos, en lugar de cuántos grados el sol está por debajo del horizonte.
Anonymous
La vuelta del trabajo animaba el patio de los caneyes. Al atardecer llegaban los vaqueros en grupos bulliciosos, empezaban a decirse algo entre sí y terminaban cantándolo en coplas, pues para cada cosa que se necesite decir hay en el Llano una copla que ya lo tiene dicho y lo expresa mejor, porque la vida es simple y desprovista de novedades, y porque los espíritus son propensos a las formas pintorescas de la imaginación.
Rómulo Gallegos (Doña Bárbara)
Los atardeceres eran increíbles. Algunos días solían ser morados y rosas, otros días era como un abrasador naranja prendiéndole fuego a las nubes en el horizonte. -Juli
Wendelin Van Draanen
el huesped septuagenario del número 12, investido alternativamente de gloria y de ignominia, permanecía estancado al costado de su hija -en la inalterable serenidad del atardecer de su existencia- como un guiñapo de hospital en la orilla de la cloaca.
Léon Bloy
En el taxi, de camino a Shibuya, mientras la observaba, me pregunté qué era aquella emoción que yo sentía de pronto. Pero entonces no logré hallar la respuesta. La descubrí doce o trece años después. Había viajado a Santa Fe, Nuevo México, para entrevistar a un pintor. Al atardecer entré en una pizzería y, mientras bebía cerveza y tomaba una pizza, contemplé una puesta de sol tan hermosa que parecía un milagro. El mundo entero estaba teñido de rojo. Mi mano, el plato, la mesa..., todo lo que había ante mis ojos estaba teñido de rojo. De un rojo tan brillante que parecía bañado en un jugo de frutas. En aquel atardecer abrumador me acordé de Hatsumi. Y comprendí qué había sido el estremecimiento del corazón que ella me había provocado. Era un anhelo adolescente que no había sido, ni sería jamás, colmado. Durante mucho tiempo guardé este anhelo ardiente y puro en mi interior, hasta el punto que incluso había terminado olvidándome de su existencia. Hatsumi había despertado una parte de mí que llevaba largo tiempo durmiendo. Al darme cuenta, me sentí tan triste que se me saltaron las lágrimas. Ella había sido una mujer excepcional. Alguien hubiera debido salvarla.
Haruki Murakami (Tokio blues. Norwegian Wood)
el cráneo del hombre de Neanderthal, esqueletos que recuerdan, entre cavernas inmemoriales e hilachas de siglos, la llaga social de los grillos y el azote de la humanidad, sepultura y ataúdes, en los que florece el rosal del amor todavía, tumbas de niño, que poseen un roble o un sauce de zafiros, por relámpagos incendiado, o un trueno de oro que estalló en el atardecer terrible, o una gran botella, a la cual le desgarró las entrañas santas el rayo, países con la cabeza en el vientre...
Pablo de Rokha
la cadena del mar, y ruge, cuando la gran águila roja, por la cual caminan todos los muertos del mundo, cavando sus sepulturas, estremece el atardecer ululante, mi palabra de sol, sentada como montaña.
Pablo de Rokha
A continuación, vamos a comentar la historia tal como la cuenta el papiro Bremner-Rhind, que se conserva en el museo británico de Londres, con nuestros comentarios entre paréntesis. Para ser pronunciado: Así habló el señor de todas las cosas, después de que hubiese venido a la existencia. “–Fui yo, quien vino a la existencia como Khepri–”. (el dios primordial Atum fue asociado al Sol como fuente generadora de vida y tendrá tres aspectos: Khepri, el escarabajo sagrado, el amanecer; Ra el mediodía y Atum el atardecer) …– y todos los seres vinieron a la existencia después de que yo viniera a la existencia. Numerosas fueron los seres que surgieron de mi boca antes de que el cielo hubiera venido a la existencia– (recordemos que Atum era andrógino y se generaba a si mismo) –antes de que la tierra y los reptiles hubiesen sido creador en ese lugar, yo creé en Nun– (las aguas primordiales) ….. –hice todas las formas antes de que hubiera escupido a Shu, antes de expectorar a Tefnut, …después de que yo hube venido a la existencia como único dios, hubo tres dioses además de mí. Y Shu y Tefnut se alegraron en el Nun en el que se encontraban…Shu y Tefnut engendradon a Geb y Nut. Geb y Nut engendraron a Osiris, Seth, Isis y Neftis de su útero, uno tras otro, y ellos dieron origen a las multitudes que habitan esta tierra–. (con esto viene a decirnos que somos hijos o descendientes de los dioses)
Daniel Rodes Pascal (La espiritualidad en el antiguo Egipto (Spanish Edition))
Demasiado se jugaba y, aun así, no tenia miedo. Ona Dabrum había perdido el sentido del miedo hacia mucho. Había cazado una hiena con quince años, había derrotado en duelo a Goria Khar la Cruenta, a Ibrai Zelo Tajanoches y a otras tantas más que su curtido pellejo había olvidado o ahogado entre cicatrices, entre falsos orgullos y pasadas glorias. Había asaltado caravanas y pueblos de los hombres civilizados, había montado fieros guerreros tan pronto como los derrotaba, antes de decapitarlos ella misma. Había parido nueve buenas guerreras, había caminado y, ahora, se disponía a sentarse, a contemplar las nubes que pasaban rápidas por el cielo azulado, teñido de luz. Pronto comenzaría a atardecer.
Carlos Ruiz Santiago (Peregrinos de Kataik)
pero de pronto me abrumó la idea de salir a la calle, de pisar de nuevo la ciudad a esa hora sucia del atardecer, hora perdida de pasos perdidos, hora inútil.
Rosa Montero (La función Delta)
Sin palabras, en silencio. Sentir, nada más que eso, dejar que su cuerpo encuentre un lenguaje. Se acerca a él y entonces ve que sus ojos brillan demasiado, como si estuvieran en el mar y fueran estrellas. Pero aquí no hay mar, se dice. Solamente tierra y ellos dos, un secreto al atardecer.
Claudia Casanova (Historia de una flor)
El viento ululaba entre las ramas de los árboles, y ya se sabe que en el mundo no hay música más dulce que la del viento sonando en las copas de los pinos al atardecer
L.M. Montgomery (Anne of Green Gables)
Y entonces confié en ti Lo suficiente como para ir a donde quisieras Lo suficiente como para dejar que me llevaras a ciegas hacia el atardecer Corriendo por la carretera más cercana a toda velocidad
Avianna Lemonier (Arrullos nocturnos: Una colección de poemas (Poetry by Avianna Lemonier) (Spanish Edition))
Annika no quería llegar tan lejos. Opinaba que el hombre era el único ser dotado de fantasía y sentimientos, y que por eso mismo tenía una grave responsabilidad sobre la naturaleza y sobre todo lo que vivía.
Maria Gripe (Los escarabajos vuelan al atardecer)
—¿Quién puede saber? A veces nos creamos ideas absurdas sobre mundos y tiempos que no conocemos.
José Daniel Tencio Lobo (Hijas del Atardecer (Spanish Edition))
La magia tiene miles de formas, es la energía de la vida moldeada por el deseo.
José Daniel Tencio Lobo (Hijas del Atardecer (Spanish Edition))
deseo y ceguera.
José Daniel Tencio Lobo (Hijas del Atardecer (Spanish Edition))
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 13, 33-37 Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje y dejó su casa, y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: ¡Velad!». Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Antonio José Quintana Velasco (Misal para los fieles: Textos para seguir la Misa en Castellano y latín)
Cuando hacia las doce miré por la ventana los árboles estaban ya blancos y, al atardecer, cuando salí al establo, el bosque se había convertido en una autèntica estampa navideña y la nieve crujía bajo mis pies. Al prender la lámpara comprendí de repente que no podía seguir así. Me inundó un deseo salvaje de rendirme y dejar que las cosas siguieran su curso. Estaba harta de huir, solo quería entregarme. Me senté a la mesa y dejé de resistirme. Entonces sentí que la tensión de los músculos se relajaba y que el corazón latía despacio y con regularidad. La sola decisión de rendirme parecía ser de ayuda.
Marlen Haushofer (The Wall)
Las observaciones de su esposa le hicieron sentir un gran disgusto por el verde intenso de las hojas. Sin los yatsude, el cerezo se erigía solo, extendiendo sus ramas en todas direcciones. Bastante se había expandido a pesar de que aquel yatsude lo asfixiaba. Estaba tan cargado de flores que uno se preguntaba cómo podía sostenerlas; estas flotaban en medio de la luz del atardecer. Ni la silueta del árbol ni su color eran particularmente definidos, pero uno sentía que colmaban el cielo. Las flores estaban en todo su esplendor. Dolía pensar que iban a caer.
Yasunari Kawabata (The Sound of the Mountain)
Como el atardecer de color rosa pálido, Reaviva los restos del amanecer olvidado. Voy en camino hacia mis enemigos, Para tratarlos con mi más oscuro afecto.
Sebastian Crugley (Oceanos de Cemento (Spanish Edition))
Hace muchos años, durante una época en la que mi corazón era poco más que cenizas, escuché un mensaje del pastor Matt Chandler, en el cual planteó esta pregunta: «¿Qué despierta y realza su amor por Jesús?»[2]. Nunca había pensado que mi andar con Dios o mis sentimientos hacia él necesitaran ser «despertados» o «realzados». En la vida, siempre hice de tripas corazón, pero no estaba haciendo activamente todo lo posible por mantener encendido mi amor por Jesús. Durante las semanas que siguieron, mientras meditaba en estas preguntas y escribía mis respuestas, me sorprendió ver los temas que afloraron. La brisa suave, un atardecer de acuarelas, las carcajadas de mi bebé, una canción de adoración mientras lavaba los platos; todas eran cosas que me recordaban la gracia de Dios en mi vida cotidiana. Estar despierta antes del amanecer con una taza de café recién hecho en la mano, hacer una pausa en medio del día para reflexionar en las Escrituras, disfrutar de una conversación profunda con una amiga, adorar en la iglesia, leer un buen libro; todo esto me conducía al gozo de conocer a Dios y de que él me conozca y me ame.
Gretchen Saffles (La mujer cultivada en Su Palabra: Arraigada en verdad, creciendo en gracia, floreciendo en fe (Spanish Edition))
Estar juntos no significa vivir en una constante luna de miel. Significa que nuestra historia se convierta en realidad. Quiero despertarme junto a ti todas las mañanas de mi vida; quiero contemplar tu rostro al atardecer, mientras cenamos el uno frente al otro; quiero compartir todos los detalles triviales de mi día a día contigo y escuchar los tuyos; quiero que riamos juntos, quedarme dormido contigo entre mis brazos. Porque no eres solo una mujer a la que amé hace muchos años, no; fuiste mi mejor amiga, lo mejor de mí, y no puedo soportar la idea de volver a perderte.
Nicholas Sparks (Lo mejor de mi (Spanish Edition) by Nicholas Sparks (2014-09-12))
Quizás la fe sea otra trampa ingenua, en una vida sostenida por distintas trampas ingenuas. Quisiera, cuando terminen mis días en la Tierra, sorprenderme con que sí hay algo más. Un lugar creado por el dios que sea, de la religión que sea. O por nosotros. Un lugar donde encontrarnos otra vez y para siempre. Puede ser el aire, o el agua, un atardecer o el corazón de los que quedan vivos. Que a ese “dios”, o como quieran llamarlo, cada uno le construya su propia catedral.
Claudia Piñeiro (Catedrales)
El problema es tener una mala cámara. Recuerda esto cuando te saques un selfie. Tú puedes ser el atardecer más hermoso y arrebatador que exista, el problema es que la cámara no puede contener esa belleza.
Marcia D.M. (San Francisco Inesperado (Hermanos Walker #4))
La verdad es una mierda la mayor parte de las veces, aunque la disfracemos de integridad.
Andrea Longarela (Cada atardecer (Somos secretos, #1))
Habíamos sido amor, con sus cuatro letras, y eso nunca merece hacerse pedazos, aunque se convierta en recuerdo.
Andrea Longarela (Cada atardecer (Somos secretos, #1))
Quería silencios solo rotos para sentir.
Andrea Longarela (Cada atardecer (Somos secretos, #1))
El amor suele ser un laberinto sin salida.
Andrea Longarela (Cada atardecer (Somos secretos, #1))
Nunca te agarres a lo que una vez no pudo ser. Solo te recuerda a cada instante el motivo de que no funcionara.
Andrea Longarela (Cada atardecer (Somos secretos, #1))
No éramos nada. Pero la nada a veces tiene más contenido que muchas de esas cosas a las que se les pone nombre.
Andrea Longarela (Cada atardecer (Somos secretos, #1))