Atardecer Quotes

We've searched our database for all the quotes and captions related to Atardecer. Here they are! All 9 of them:

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Nuestros problemas no son más que efímeras, que crecen y mueren entre el amanecer y el atardecer. Y cuando se hayan ido al reino de la memoria, tú y yo aún estaremos aquí.
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Jay Kristoff (Stormdancer (The Lotus Wars, #1))
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La seguí con una sensación cálida en el pecho al volver a tenerla allí, en mi trozo de mar, bajo el cielo anaranjado del atardecer, aunque solo fuese durante un momento efímero…, porque era mejor que nada, cualquier cosa lo era.
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Alice Kellen (Todo lo que somos juntos (Deja que ocurra, #2))
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La ceguera gradual no es cosa trágica. Es como un lento atardecer de verano.
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Jorge Luis Borges (The Book of Sand and Shakespeare's Memory)
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Qué saben ellos de las horas perdidas intentando dominar el dificil arte de la transparencia y del deslumbramiento. "Somos como un atardecer sin lentes de sol", decía La Tía Encarna. "Nuestro fulgor enceguece, ofusca, a los que nos miran y los asusta".
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Camila Sosa Villada (Las malas)
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Porque en ese momento comprendo que hay belleza en mí. Es una belleza imperfecta y rara y llena de ideas desordenadas, pero es. Y no sé si será mejor o peor que un cuadro de Monet o una flor abriéndose o un atardecer, pero me pertenece y voy a pasar el resto de mi vida junto a estos ojos y esta nariz y esta boca.
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Alice Kellen (El mapa de los anhelos)
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Pobre Sasha. Pobres chicas. El mundo las engorda con la promesa de amor. Cuánto lo necesitan, y qué poco recibirán jamás la mayoría de ellas. Las canciones pop empalagosas, los vestidos descritos en los catálogos con palabras como «atardecer» y «París». Y luego les arrebatan sus sueños con una fuerza violentísima; la mano tirando de los botones de los vaqueros, nadie mirando al hombre que le grita a su novia en el autobús.
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Emma Cline (The Girls)
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No se debe oponer resistencia a la corriente: hay que ir hacia arriba cuando hay que ir hacia arriba, y hacia abajo cuando hay que ir hacia abajo. Cuando debas ir hacia arriba, busca la torre más alta y sube hasta la cúspide. Cuando debas ir hacia abajo, busca el pozo más profundo y desciende hasta el fondo. Cuando no haya corriente, quédate inmóvil. Si te opones a la corriente todo se seca, el mundo se ve envuelto por las tinieblas. "Yo soy yo, él es yo, atardecer de otoño" Cuando renuncias a mi, yo existo.
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Haruki Murakami (The Wind-Up Bird Chronicle)
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Más allá del crepúsculo sentía el agua, la olía. Cuando la primavera florecía y llovía se olía por todas partes no se notaba tanto otras veces pero cuando llovía el olor comenzaba a entrar en casa con el crepúsculo o porque al atardecer se intensificase la lluvia o por algo que hubiera en la propia luz pero entonces era cuando el olor se tornaba más intenso hasta que ya en la cama yo pensaba cuándo acabará cuándo acabará. La corriente de aire que entraba por la puerta olía a agua, un continuo hálito de humedad. A veces yo conseguía dormirme repitiéndolo una y otra vez hasta que se mezclaba con las madreselvas todo terminó por simbolizar la noche y el desasosiego no me parecía estar despierto ni dormido mirando hacia un largo pasillo de media luz grisácea donde todas las cosas estables se habían convertido en paradójicas sombras todo cuanto yo había hecho sombras todo cuanto yo había sufrido tomando formas visibles grotescas y burlándose con su inherente irrelevancia de la significación que deberían haber afirmado pensando era yo no era yo quién no era no era quién.
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William Faulkner (The Sound and the Fury)
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Ahora es ella quien lo mira divertida, o tierna, o nerviosa, y finalmente le pregunta: —¿Vas a decirme qué te pasa, Benjamín? Chaparro se siente morir, porque acaba de advertir que esa mujer pregunta una cosa con los labios y otra con los ojos: con los labios le está preguntando por qué se ha puesto colorado, por qué se revuelve nervioso en el asiento o por qué mira cada doce segundos el alto reloj de péndulo que decora la pared próxima a la biblioteca; pero, además de todo eso, con los ojos le pregunta otra cosa: le está preguntando ni más ni menos qué le pasa, qué le pasa a él, a él con ella, a él con ellos dos; y la respuesta parece interesarle, parece ansiosa por saber, tal vez angustiada y probablemente indecisa sobre si lo que le pasa es lo que ella supone que le pasa. Ahora bien —barrunta Chaparro—, el asunto es si lo supone, lo teme o lo desea, porque esa es la cuestión, la gran cuestión de la pregunta que le formula con la mirada, y Chaparro de pronto entra en pánico, se pone de pie como un maníaco y le dice que tiene que irse, que se le hizo tardísimo; ella se levanta sorprendida —pero el asunto es si sorprendida y punto o sorprendida y aliviada, o sorprendida y desencantada—, y Chaparro poco menos que huye por el pasillo al que dan las altas puertas de madera de los despachos, huye sobre el damero de baldosas negras y blancas dispuestas como rombos, y recién retoma el aliento cuando se trepa a un 115 milagrosamente vacío a esa hora pico del atardecer; se vuelve a su casa de Castelar, donde esperan ser escritos los últimos capítulos de su historia, sí o sí, porque ya no tolera más esta situación, no la de Ricardo Morales e Isidoro Gómez, sino la propia, la que lo une hasta destrozarlo con esa mujer del cielo o del infierno, esa mujer enterrada hasta el fondo de su corazón y su cabeza, esa mujer que a la distancia le sigue preguntando qué le pasa, con los ojos más hermosos del mundo.
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Eduardo Sacheri (El secreto de sus ojos (Spanish Edition))