Alto Al Crimen Quotes

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En el corazón de la Ciudad de Nueva York, el majestuoso Hotel Nueva York se convierte en el telón de fondo de un escalofriante crimen que sacude la ciudad hasta sus cimientos. Cuando un prominente magnate de los negocios es encontrado asesinado en su lujosa Suite, el jefe de detectives del Departamento de Policía de la Ciudad de Nueva York, Michael J. Montgomery, recurre a dos de sus mejores detectives, Andrew Melconian y Aaron McCallister, para desentrañar el misterio. Mientras Melconian y McCallister se sumergen en el opulento mundo de la clientela de élite del hotel, pronto descubren una red de engaños, traiciones y motivos ocultos. Las conexiones de la víctima con figuras de alto perfil aumentan las apuestas, y los detectives deben navegar por un laberinto de mentiras y pistas falsas para descubrir la verdad. A medida que aumenta la presión, los detectives se encuentran en una carrera contra el tiempo, enfrentando giros inesperados y cuestionando sus propios instintos. La investigación los lleva desde los glamurosos penthouses hasta los bajos fondos de la ciudad, revelando una compleja red de relaciones y secretos. Con cada descubrimiento, los detectives se acercan más al escurridizo asesino, que siempre parece estar un paso por delante. El tiempo se acaba y los detectives deben resolver el caso antes de que se pierdan más vidas y la élite de la ciudad cambie para siempre.
Amador Vargas - Novelista (HOTEL NUEVA YORK (Las aventuras de Melconian y McCallister en la ciudad que nunca duerme) (Spanish Edition))
Soneto de Palestina No quiero hacer una guerra, Todo lo que quiero es criar una familia. No quiero tu lástima vacía, Todo lo que busco es un poco de humanidad. Llamar genocidio a autodefensa puede ser diplomacia de libro de texto. Matar inocentes para mantener el control es un acto de hipocresía terrorista. Los intermediarios pueden lograr un alto el fuego por ahora, pero nunca podrán darnos libertad. Siguen jugando al juego de la geopolítica, mientras nosotros sufrimos la ausencia de humanidad. Por eso digo a la gente de hipocresía: ¡Míranos y conocerás tu eterna falacia!
Abhijit Naskar (Poesía Humanitaria: Cien Sonetos Para Mi Familia Mundial (Spanish Edition))
Y don Raúl, doblegado y aturdido y herido de muerte por un revoltijo de enfermedades, sólo atinó a contestarle «ustedes lo que están es metiéndome venenos e infectándome con sus virus a mí porque saben muy bien que si yo sigo vivo voy a seguir denunciando que a mi hijo me lo mataron porque él un día me llamó a contarme que acababa de tener a una hija que ya no quieren dejarnos ver y no sabemos dónde está y también a decirme “papá: yo me voy a salir del ejército porque esto se está poniendo muy feo” y “papá: aquí quieren que yo mate a unos muchachos que no han hecho nada para hacerlos pasar por guerrilleros y yo eso sí no lo voy a hacer”, y yo le contesté “mijo: usted es el que sabe bien qué hacer”, y entonces, como él se negó a matar a los hijos de las madres de Soacha, a él lo empezaron a envenenar como ustedes me están envenenando a mí y se lo llevaron a El Tarra maniatado y atontado con drogas para pegarle un tiro en la cabeza que le destrozó el cráneo, y luego el puntero de la cuadrilla le pegó un tiro al puntero que me lo mató para echarle tierra al asunto, y todo era para que mi hijo no saliera a la calle ni a la justicia a decirle a la gente, que la gente cree lo que quiere creerse, que los soldados de Colombia, por órdenes de los altos mandos militares en colaboración con los presidentes de la república que hemos tenido en los últimos años, han estado asesinando muchachos inocentes con el objetivo de decirle al mundo que están ganando esta guerra pero esta guerra son ellos matando inocentes nada más para que esto no se acabe nunca y se nos vaya la vejez a las unas y a los otros pidiéndole a Dios por las almas de todos y para que se me vaya a mí la eternidad diciéndoles a todos que he denunciado el crimen del Mono en El Ubérrimo y en la Plaza de Bolívar y en el Capitolio y en la Casa de Nariño y en la Fiscalía y en la Procuraduría y en la Defensoría y en la Personería y en las organizaciones de derechos humanos y en la ONU y en la Corte Penal Internacional, que en ninguna parte del Estado han querido investigar nada de nada porque todos son vendidos y todos son cómplices callados con plata detrás de este derramamiento de sangre como yo digo con mis volantes y con las pancartas —que yo puse en mi camión que me compré después de vender todo lo que trabajé yo en la vida y lo tuve que parquear en Bogotá porque ya me había ido por todo el país—, y siempre han querido callarme a mí, a Raúl Carvajal Pérez, con platas y con calabozos y con amenazas de muerte, pero ya están es matándome porque están convencidos de que lo único que les queda es mi muerte».
Ricardo Silva Romero (El libro del duelo (Spanish Edition))
Ya se lo he dicho: llegaremos hasta la plebe. ¿Sabe que ya tenemos una fuerza enorme? Nuestra gente no es sólo la que mata e incendia, la que emplea armas de fuego al estilo clásico o muerde a sus superiores. Ésos sólo son un estorbo. Sin obediencia, las cosas no tienen sentido para mí. Ya ve que soy un pillo y no un socialista. ¡Ja, ja! Escuche, los tengo a todos ya contados: el maestro que se ríe con los niños del Dios de ellos y de su cuna es ya de los nuestros. El abogado que defiende a un asesino educado porque éste tiene más cultura que sus víctimas y tuvo necesariamente que asesinarlas para agenciarse dinero también es de los nuestros. Los escolares que matan a un campesino por el escalofrío de matar son nuestros. Los jurados que absuelven a todo delincuente, sin distinción, son nuestros. El fiscal que tiembla en la sala de juicio porque teme no ser bastante liberal es nuestro, nuestro. Los funcionarios, los literatos, ¡oh, muchos de ellos son nuestros, muchísimos, y ni siquiera lo saben! Además, la docilidad de los escolares y de los tontos ha llegado al más alto nivel; los maestros rezuman rencor y bilis. Por todas partes vemos que la vanidad alcanza dimensiones pasmosas, los apetitos son increíbles, bestiales… ¿Se da cuenta de la cantidad de gente que vamos a atrapar con unas cuantas ideíllas fabricadas al por mayor? Cuando me fui al extranjero hacía furor Littré con su teoría de que el crimen es demencia; cuando he vuelto ya no es demencia, sino sentido común, casi un deber y, cuando menos, una noble protesta. «¿Cómo no ha de matar un hombre educado si necesita dinero?». Pero esto no es más que el principio. El Dios ruso ya se ha vendido al vodka barato. El campesinado está borracho, las madres están borrachas, los hijos borrachos, las iglesias vacías, y en los tribunales lo que uno oye es: «O una garrafa de vodka o doscientos latigazos». ¡Oh, que crezca esta generación! ¡Lo malo es que no tenemos tiempo que perder; de lo contrario habría que permitirles emborracharse aún más! ¡Ay, qué lástima que no haya proletariado! Pero lo habrá, lo habrá. Todo apunta en esa dirección…
Fyodor Dostoevsky (Demons)
Según la mayoría de las encuestas, los mexicanos apoyan la guerra del gobierno contra el narco, pero dudan que pueda ser ganada. Prefieren combatir a los cárteles, pero no quieren pagar un precio demasiado alto por hacerlo. Una mayoría de los habitantes del país aprueba la participación del ejército, pero no en su propia ciudad o comunidad; y sus preocupaciones acerca de las violaciones a los derechos humanos han crecido. La sociedad deplora la inseguridad y los delitos menores, pero no necesariamente culpa al crimen organizado de estos males. Y muchos mexicanos entienden la apremiante situación de sus compatriotas en la policía, el ejército y las oficinas de gobierno de bajo nivel cuando se les ofrece la opción de “plata o plomo”. Si todo esto suena contradictorio, lo es. A final de cuentas, los mexicanos siguen creyendo, con algo de razón, que su país y su gobierno le están haciendo el trabajo sucio a Estados Unidos. Los mexicanos no ven por qué no permitir que las drogas fluyan hacia el norte, y se evade así el precio de una guerra que los estadounidenses no quieren librar en su propio territorio, sobre todo en el caso de la cocaína, que México no produce.
Jorge Castañeda (Mañana o pasado: El misterio de los mexicanos (Vintage Espanol))