Tres Bien Quotes

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- Soy feliz. Jamás me he sentido tan bien, ¿y tu? - ¿Yo? - Step la abraza con fuerza-. Estoy de maravilla. - ¿Hasta el punto de llegar a tocar el cielo con un dedo? - No, así no. - ¿Ah, no? - Mucho más. Al menos tres metros sobre el cielo.
Federico Moccia
Voici mon secret. Il est tres simple. On ne voit bien qu'avec le coeur. L'essentiel est invisible pour les yeux.
Antoine de Saint-Exupéry
—Todos lo hacemos ¿no? Nos consume nuestra propia mortalidad. Algunas personas comen bien y hacen ejercicio para preservar sus vidas, otros beben y se drogan retando al destino a tomar la de ellos, y luego están los flotadores, los que tratan de ignorar su mortalidad porque tienen miedo de ella. —¿Cuál eres tú? Dejó el cuchillo y me miró. —He estado en los tres. Y ahora estoy indeciso.
Tarryn Fisher (Mud Vein)
—Amado esposo, no te permitiré morir nunca. —Suena bien, repítelo. —Te amo, esposo mío, te amo y ni la muerte va a arrancarte de mi lado. —Tenlo por seguro, porque te seguiré a través de la eternidad…
Lola P. Nieva (Los tres nombres del lobo (Lobo, #1))
—Si lo piensas, cuando tienes diecinueve años también tienes dieciocho, y diecisiete, y dieciséis, y quince, catorce, trece, doce, once... Hasta un año. Te pasas la vida despertando la mañana de tu cumpleaños esperando sentirte distinto, pero no. Todo sigue igual que ayer. Y no sientes que hayas cumplido diecinueve años, te sientes como dieciocho. Pero también los tienes. Por eso habrá días que dirás algo estúpido y esa será la parte de ti que todavía tiene diez años. O quizás algún día necesites buscar los brazos de tu madre porque estás asustada, y esa es la parte de ti que tiene cinco años. Y por eso, quizás, cuando seamos adultos, también necesitaremos llorar como si tuviéramos tres años. Y está bien. A veces necesitamos llorar porque nos sentimos niños. —Y a veces porque sentimos que ya no lo somos.
Beatriz Esteban (Aunque llueva fuego)
No sois en absoluto parecidas a mi rosa, no sois nada aún —les dijo—. Nadie os ha domesticado y no habéis domesticado a nadie. Sois como mi zorro. No era más que un zorro semejante a cien mil otros. Pero yo lo hice mi amigo y ahora es único en el mundo… Y las rosas se sintieron bien molestas. —Sois bellas, pero estáis vacías —les dijo todavía—. No se puede morir por vosotras. Sin duda que un transeúnte común creerá que mi rosa se os parece. Pero ella sola es más importante que todas vosotras, puesto que es ella la rosa a quien he regado. Puesto que es ella la rosa a quien puse bajo un globo. Puesto que es ella la rosa a quien abrigué con el biombo. Puesto que es ella la rosa cuyas orugas maté (salvo las dos o tres que se hicieron mariposas). Puesto que es ella la rosa a quien escuché quejarse, o alabarse, o aun, algunas veces, callarse. Puesto que ella es mi rosa. Y volvió hacia el zorro: —Adiós —dijo. —Adiós —dijo el zorro—. He aquí mi secreto. Es muy simple: no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos. —Lo esencial es invisible a los ojos —repitió el principito, al fin de acordarse. —El tiempo que perdiste por tu rosa hace que tu rosa sea tan importante. —El tiempo que perdí por mi rosa… —dijo el principito, a fin de acordarse. —Los hombres han olvidado esta verdad —dijo el zorro—. Pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa… —Soy responsable de mi rosa… —repitió el principito, a fin de acordarse.
Antoine de Saint-Exupéry
Creo que la vida del hombre está marcada por tres edades: la primera es la edad del impulso, en la que todo lo que nos mueve y nos importa no necesita justificación, antes bien nos sentimos atraídos hacia todo aquello -una mujer, una profesión, un lugar donde vivir- gracias a una intuición impulsiva que nunca compara; todo es tan obvio que vale por sí mismo y lo único que cuenta es la capacidad para alcanzarlo. En la segunda edad aquello que elegimos en la primera, normalmente se ha gastado, ya no vale por sí mismo y necesita una justificación que el hombre razonable concede gustoso, con ayuda de su razón, claro está; es la madurez, es el momento en que, para salir airoso de las comparaciones y de las contradictorias posibilidades que le ofrece todo lo que contempla, el hombre lleva a cabo ese esfuerzo intelectual gracias al cual una trayectoria elegida por el instinto es justificada a posteriori por la reflexión. En la tercera edad no sólo se han gastado e invalidado los móviles que eligió en la primera sino también las razones con que se apuntaló su conducta en la segunda. Es la enajenación, el repudio de todo lo que ha sido su vida para la cual ya no encuentra motivación ni disculpa. Para poder vivir tranquilo hay que negarse a entrar en esa tercera etapa; por muy forzado que parezca, debe hacer un esfuerzo con su voluntad para permanecer en la segunda; porque otra cosa es la deriva.
Juan Benet
Quizas te sorprenda que me acuerde con tanto detalle de ese dia, de esas horas (...) A mi tambien me sorprende. Solo recordamos con tanta precision los dias marcados por algun acontecimiento historico del que hemos sido testigos, o por la muerte de algun familiar muy querido. Al hablar de un dia asi damos importancia capital a los detalles mas insignificantes; decimos: era martes, la una y media de la tarde, veintiocho de octubre; o bien: yo me encontraba en un rincon, alrededor de las dos y media llego el medico, unos minutos antes de las tres el enfermo pidio una limonada y, cuando murio, el reloj marcaba exactamente las tres y cuatro minutos. Los detalles no tienen ningun sentido en si, pero continuamos arrastrando su recuerdoa una escala exagerada. No hay otra forma de entender..., asi que nos agarramos a los desechos del mundo real, pues lo ocurrido es tan incomprensible que necesitamos algunos puntos de apoyo para no perder el equilibrio.
Sándor Márai (Divorce à Buda)
¿Os dais cuenta cabal de la cadena de crímenes tramados por la nena? Crimen número uno: la acusada comete allanamiento de morada. Crimen número dos: el personaje se queda con tres platos de potaje. Crimen número tres: la muy cochina destroza una sillita isabelina. Crimen número cuatro: va la dama y se limpia los zapatos en la cama... Un juez no dudaría ni un instante: «¡Diez años de presidio a esa tunante!». Pero en la historia, tal como se cuenta, la miserable escapa tan contenta mientras los niños gritan, encantados: «¡Qué bien; Ricitos de oro se ha salvado!».
Roald Dahl (Revolting Rhymes)
Julie le ha dicho a Faye que cree que los amantes pasan por tres fases distintas cuando empiezan a conocerse bien. Primero intercambian anécdotas y gustos. Después se cuentan las cosas en que creen. Y luego cada uno examina la relación entre lo que el otro dice que cree y lo que hace en realidad.
David Foster Wallace (Girl With Curious Hair)
Perdonarnos a nosotros mismos nos proporcionará el equilibrio que tanto necesitamos, y perdonar a los demás nos liberará de la tensión y el desgaste que provoca el resentimiento.
María Jesús Álava Reyes (Las tres claves de la felicidad: Perdónate bien, quiérete mejor y coge las riendas de tu vida)
Las buenas personas tienden a juzgarse con excesivo rigor y les cuesta personarse a sí mismas por aquello por lo que no dudarían un segundo en perdonar a los demás.
María Jesús Álava Reyes (Las tres claves de la felicidad: Perdónate bien, quiérete mejor y coge las riendas de tu vida)
Porque todo lo que debemos hacer son esos tres pequeños deberes: esforzarnos, ser honestos y ayudar a los demás y a nosotros mismos. Eso es lo único que se nos pide.
Ryan Holiday (El obstáculo es el camino: El arte inmemorial de convertir las pruebas en triunfo (Para estar bien) (Spanish Edition))
A las leyendas les crece la barba, y treinta y tres años es mucho tiempo para dejarse una bien larga.
Stephen King (Lobos del Calla (La Torre Oscura 5) (Spanish Edition))
Voici mon secret. Il est tres simple: on ne voit bien qu'avec le coeur. L'essentiel est invisible pour les yeux.
Antoine de Saint-Exupéry (Le Petit Prince (illustré) (French Edition))
Fue entonces cuando me di cuenta de que era gay. Recuerdo sentirme triste y molesto al darme cuenta de la realidad, porque fue casi tres años después de que la sociedad me enseñara que ser gay no está bien.
Kevin van Whye (Date Me, Bryson Keller)
[Habla la estulticia]: Los estoicos se creen casi dioses; pues bien dadme uno de ellos que sea tres, o cuatro y hasta seiscientas veces más estoico que los demás, e incluso a éste le haré abandonar, si no la barba, signo de sabiduría, común por cierto con los machos cabríos, por lo menos el entrecejo fruncido; le haré desarrugar la frente, dejar a un lado sus dogmas diamantinos y hasta tontear y delirar un poquito.
Erasmus (Elogio de la locura)
lo que Pietro se proponía para satisfacción de los tres se me ha olvidado; pero bien sé que a la mañana siguiente en la plaza se vio el joven no muy seguro de a quién había acompañado más por la noche, si a la mujer o al marido.
Giovanni Boccaccio (El Decamerón)
—¿Seguro que te encuentras bien, putita? —insistió el pesado de Adrián. —Hoy estás demasiado atento conmigo. —Bueno, te has reencontrado después de tanto tiempo con tu ex... —¡No es mi ex! Al contrario que tú y tu hada oscura lo nuestro apenas duró una semana, no merece llamarse mi “ex”. —Siete efímeros, pero intensos días... Ya nos conocemos muy bien la historia —se burló el Joker—. Después quedasteis en reuniros otros tres días después, pero él nunca apareció. En lugar de eso se había ido con la reina Ellette... —Suena tan patético, ¿verdad?[...] —Bueno, a ti al menos te dejo por su reina. Es más patético lo de nuestro querido Adrián. —Muchas gracias, al menos a mí no me encerraron en una carta. (Joker, Maddie y Adrián)
Valeria González Lozano (Léiriú I: La rebelión (Léiriú, #1))
Quísome bien, al parecer, Altisidora; diome los tres tocadores que sabes, lloró en mi partida, maldíjome, vituperóme, quejóse, a despecho de la vergüenza, públicamente: señales todas de que me adoraba, que las iras de los amantes suelen parar en maldiciones.
Miguel de Cervantes Saavedra (Don Quijote)
Mientras duermo los tres se van (hacen bien) a la playa, en el coche de Sand, a treinta kilómetros de la casa; los muchachos se zambullen, nadan, Mardou se pasea por las orillas de la eternidad, mientras sus pies y los dedos de sus pies que yo tanto amo se imprimen en la arena clara, pisando las conchillas y las anémonas y las algas secas y empobrecidas, lavadas por las mareas y el viento que le despeina el cabello corto, como si la Eternidad se hubiera encontrado con Heavenly Lane (así se me ocurrió mientras estaba en la cama). (Al imaginarla por otra parte paseándose sin rumbo, con una mueca de aburrimiento, sin saber qué hacer, abandonada por Leo el Sufriente, y realmente sola e incapaz de conversar acerca de todos los fulanos, menganos y zutanos de la historia del arte con Bromberg y Sand, ¿qué podía hacer?)
Jack Kerouac (The Subterraneans)
I started to turn toward the closest bus stop. Alex turned the other way. "Suivez-moi," he commanded. So I followed. "Bon.Je pensais que nous irions-" "Alex." He stopped. "Ella." "Don't do that, the immersion thing." "Mais, c'est tres important." "Alex." "Ella." "Please.I know you do this with other linguistic losers, but it makes me feel like I should have a great big L lipsticked onto my forehead in some swirly French calligraphy." "Do you often contemplate decorating yourself in such a manner?" I took a quick look down.I was wearing Sienna's turtleneck again, but my own jeans. There was a large blue sea horse from the art museum fountain running from my knee to the crease of my thigh. "Yeah," I admitted. "I do." "Quelle horreur!" he declared, eyes round in mock distress. "Casse-toi." He let out a bark of laughter that sounded just like a seal. "Tres bien, Mademoiselle Marino. Got any more?" "A couple.Frankie gave me a copy of How to Offend the French when I managed to get a B in 1B last year." "Well,I never trade insults on a first date. Not that kinda guy. But after two or three..." I liked that he'd said "date," instead of "tutoring session." Even if it wasn't and he totally didn't mean it. I couldn't help it.
Melissa Jensen (The Fine Art of Truth or Dare)
Poco desviados de allí hicieron alto estos tres carros, y cesó el enfadoso ruido de sus ruedas, y luego se oyó otro, no ruidoXVIII, sino un son de una suave y concertada música formado, con que Sancho se alegró, y lo tuvo a buena señal, y, así, dijo a la duquesa, de quien un punto ni un paso se apartaba: —Señora, donde hay música no puede haber cosa mala. —Tampoco donde hay luces y claridad —respondió la duquesa. A lo que replicó Sancho: —Luz da el fuego, y claridad las hogueras, como lo vemos en las que nos cercan y bien podría ser que nos abrasasen; pero la música siempre es indicio de regocijos y de fiestas.
Miguel de Cervantes Saavedra (Don Quixote de La Mancha II (Don Quijote de la Mancha, #2))
No cojas la cuchara con la mano izquierda. No pongas los codos en la mesa. Dobla bien la servilleta. Eso, para empezar. Extraiga la raíz cuadrada de tres mil trescientos trece. ¿Dónde está Tanganika? ¿Qué año nació Cervantes? Le pondré un cero en conducta si habla con su compañero. Eso, para seguir. ¿Le parece a Ud. correcto que un ingeniero haga versos? La cultura es un adorno y el negocio es el negocio. Si sigues con esa chica te cerraremos las puertas. Eso, para vivir. No seas tan loco. Sé educado. Sé correcto. No bebas. No fumes. No tosas. No respires ¡Ay sí, no respires! Dar el no a todos los "no" y descansar: Morir.
Gabriel Celaya
No perder nunca de vista el diagrama de una vida humana, que no se compone, por más bien que se diga, de una horizontal y de dos perpendiculares, sino más bien de tres líneas sinuosas, perdidas hacia el infinito, constantemente próximas y divergentes: lo que un hombre ha creído ser, lo que ha querido ser, y lo que fue.
Marguerite Yourcenar (Memoirs of Hadrian)
No obstante, cuando se trata de la vida de pareja, hay que competir al revés: con pared o sin pared, tres pasos atrás. Y hay que hacerlo aun cuando no entiendas el motivo, aun cuando estés íntimamente convencida de tener razón. En ese momento, haz un acto de confianza en tu marido. Sal de la lógica del mundo, "yo quiero tener la razón", y entra en la de Dios, que te ha puesto al lado de tu marido, ese santo que te soporta a pesar de todo y que, dicho sea de paso, también es un buen tipo. Y si algo que él hace no te parece bien, con quien tienes que vértelas es con Dios: puedes comenzar poniéndote de rodillas, y la mayoría de las veces todo se resuelve.
Costanza Miriano (Cásate y sé sumisa. Experiencia radical para mujeres sin miedo)
Haz un esfuerzo por responder las siguientes preguntas cada noche antes de dormir y escríbelas en tu diario: ¿Para qué estoy agradecido? (Escribe 3 -5 puntos) ¿Qué tres cosas me han hecho feliz hoy? ¿Qué tres cosas hice particularmente bien hoy? ¿Cómo podría haber hecho hoy aún mejor? ¿Cuál es mi meta más importante para mañana?
Marc Reklau (Quiérete ¡y mucho!: 30 días para aumentar tu autoestima)
Tómese un viejo castillo medio en ruinas. Un largo pasillo con muchas puertas, varias de ellas han de ser secretas. Tres cadáveres aún sangrantes. Tres esqueletos bien embalados. Una vieja ahorcada con varias puñaladas en el pecho. Ladrones y bandidos a discreción. Una dosis suficiente de susurros, gemidos ahogados y estruendos horrísonos. Mézclese, agítese y escríbase. El cuento está listo
Rafael Llopis (Historia natural de los cuentos de miedo)
Si algo hacía de él un ser aparte, era su reserva, un calmo autodominio que nadie le había inculcado; aparentemente, Mark había nacido así. Cuando su perrito Chopper fue atropellado por un coche, Mark insistió en ir con su madre al veterinario. Cuando éste le dijo: «Tendremos que dormir a tu perro, hijo mío. ¿Comprendes por qué?» Mark contestó: «No le van a hacer dormir. Lo van a matar con gas, ¿no es eso?» El veterinario asintió. Mark le dijo que estaba bien, que lo hiciera, pero primero besó a Chopper. Le había dolido, pero no había llorado, ni las lagrimas habían aflorado. Su madre sí había llorado, pero tres días después, Chopper era para ella parte de un nebuloso pasado, cosa que nunca sería para Mark. Ése era el valor de no llorar. Llorar era como desparramarlo todo por el suelo.
Stephen King (’Salem’s Lot)
Cuando yo era joven pensaba que para navegar por el mundo bastaba con aprender a hacer bien tres cosas. Una:atarse los cordones de los zapatos. Dos: desnudar a una mujer a conciencia. Y tres: leer para saborear cada día unas páginas compuestas con luz y destreza. Me parecía que un hombre que pisa firma, sabe acariciar y aprende a escuchar la música de las palabras vive más y, sobre todo, vive mejor.
Carlos Ruiz Zafón (El laberinto de los espíritus (El cementerio de los libros olvidados, #4))
y viene bien con la rusticidad de la gaita y del tamborín; y este nombre albogues es morisco, como lo son todos aquellos que en nuestra lengua castellana comienzan en al, conviene a saber: almohaza, almorzar, alhombra, alguacil, alhucema, almacén, alcancía, y otros semejantes, que deben ser pocos más; y solos tres tiene nuestra lengua que son moriscos y acaban en i, y son: borceguí, zaquizamí y maravedí.
Miguel de Cervantes Saavedra (Don Quijote)
Mi teoría es que se puede dividir en tres grandes grupos a las personas que escriben novelas y nos cuentan algo. Unos escriben siempre sobre sí mismos… y algunos de ellos se cuentan entre los grandes de la literatura. Otros tienen un talento envidiable para inventar historias. Van en el tren, miran por la ventanilla y, de pronto, tienen una idea. Y luego están aquellos que, por así decirlo, son los impresionistas de los escritores. Su talento consiste en encontrar historias. Van por el mundo con los ojos bien abiertos y captan situaciones, ambientes y pequeñas escenas como si cogieran cerezas de los árboles. Un gesto, una sonrisa, el modo en que alguien se pasa la mano por el pelo o se ata los cordones de los zapatos. Instantáneas tras las que se esconden historias. Imágenes que se convierten en historias.
Nicolas Barreau (La sonrisa de las mujeres)
LA ESTACIÓN DE FERROCARRIL. Mi no llegada a la ciudad de N tuvo lugar puntualmente. Fuiste avisado con una carta no enviada. Lograste no llegar a la hora prevista. El tren llegó al andén número tres. Bajó mucha gente. Entre la muchedumbre se dirigió a la salida la ausencia de mi persona. Varias mujeres me sustituyeron rápidamente en aquella prisa. A una de ellas se acercó corriendo alguien desconocido para mí pero ella lo reconoció al instante. Ambos intercambiaron un beso no nuestro, durante el cual se perdió no mi maleta. La estación de la ciudad de N pasó bien el examen de la existencia objetiva. La totalidad estaba en su lugar. Los detalles se movían por las vías marcadas. Tuvo lugar incluso la cita acordada. Fuera del alcance de nuestra presencia. En el paraíso perdido de la posibilidad. En otra parte. En otra parte. Como suenan estas palabras.
Wisława Szymborska
Mirá, Aurora, estoy jodido. Y sé que vos, estés en donde estés, también estás jodida. Pero yo estoy muerto y vos en cambio estás viva. Aguanto todo, todo, todo menos una cosa: no tener tu mano. Es lo que más extraño: tu mano suave, larga, tus dedos finos y sensibles. Creo que es lo único que todavía me vincula a la vida. Si antes de irme del todo me concedieran una sola merced, pediría eso: tener tu mano durante tres, cinco, ocho minutos. Lo pasamos bien, Aurora...
Mario Benedetti (Pedro y el Capitán)
El siglo XX será recordado por tres grandes innovaciones: medios sin precedentes para salvar, prolongar y mejorar la vida, medios sin precedentes para destruirla (hasta el punto de poner por vez primera en peligro nuestra civilización global) y conocimientos sin precedentes sobre nuestra propia naturaleza y la del universo. Las tres evoluciones han sido fruto de la ciencia y la tecnología, una espada de dos filos bien cortantes. Las tres tienen raíces en el pasado remoto.
Carl Sagan (Billions & Billions: Thoughts on Life and Death at the Brink of the Millennium)
HOLA, PERRO AVISTO un perro en la calle Le digo: ¿Qué tal estás, perro? ¿Creen que me respondería? ¿No? Pues bien a pesar de todo me responde Y no es asunto suyo Entonces cuando veo a gente Que pasa sin mirar siquiera a los perros Siento vergüenza por sus padres Y por los padres de sus padres Porque tan mala educación Requiere al menos… y no exagero Tres generaciones, con una sífilis hereditaria Pero añado para no molestar a nadie Que un buen número de perros no habla a menudo.
Boris Vian
Al fin de tu vida en la tierra serás evaluado y recompensado de acuerdo con la manera en que uses lo que Dios te confió. Eso significa todo lo que hagas. Hasta las tareas más simples tienen repercusión eterna. Si todo lo tratas como un encargo, con responsabilidad, Dios promete tres recompensas en la eternidad. La primera, Dios te dará su aprobación y te dirá: «¡Buen trabajo, bien hecho!». Segundo, se te dará un ascenso y una responsabilidad mayor en la eternidad: «Te pondré a cargo de muchas cosas». Entonces serás honrado con un festejo: «Ven y comparte la felicidad del Maestro». Mucha gente no logra darse cuenta de que el dinero es ambas cosas, tanto una prueba como un fideicomiso de Dios. Dios usa las finanzas para enseñarnos a confiar en él, y para mucha gente, el dinero es la prueba más grande de todas. Dios observa cómo lo usamos para probar qué tan confiables somos. La Biblia dice: «Si ustedes no han sido honrados en el uso de las riquezas mundanas, ¿quién les confiará las verdaderas?».11
Rick Warren (Una vida con propósito: ¿Para qué estoy aquí en la tierra?)
El principito se fue a ver las rosas a las que dijo: —No son nada, ni en nada se parecen a mi rosa. Nadie las ha domesticado ni ustedes han domesticado a nadie. Son como el zorro era antes, que en nada se diferenciaba de otros cien mil zorros. Pero yo le hice mi amigo y ahora es único en el mundo. Las rosas se sentían molestas oyendo al principito, que continuó diciéndoles: —Son muy bellas, pero están vacías y nadie daría la vida por ustedes. Cualquiera que las vea podrá creer indudablemente que mí rosa es igual que cualquiera de ustedes. Pero ella se sabe más importante que todas, porque yo la he regado, porque ha sido a ella a la que abrigué con el fanal, porque yo le maté los gusanos (salvo dos o tres que se hicieron mariposas ) y es a ella a la que yo he oído quejarse, alabarse y algunas veces hasta callarse. Porque es mi rosa, en fin. Y volvió con el zorro. —Adiós —le dijo. —Adiós —dijo el zorro—. He aquí mi secreto, que no puede ser más simple: sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos.
Antoine de Saint-Exupéry (El Principito (Spanish Edition))
Psicópata megalómano. Vamos por partes. La psicología da muchas definiciones de psicópata, si bien no se sabe a ciencia cierta por qué un individuo sufre de esta patología. En todas las definiciones hay tres elementos que se mantienen constantes: son egocéntricos, no sienten empatía y no comprenden el concepto de remordimiento o culpa. Eso sí, poseen una gran inteligencia, por lo que pueden convertirse en hábiles camaleones e imitar a las personas para simular una conducta normal. Son expertos mentirosos y manipuladores
Florencia Bonelli (Dime, ¿quién es como Dios?)
Por la mañana, casi de noche, mientras dormimos todas, entra la madre Loreto, da tres palmadas y dice: "El ángel del Señor anunció a María, y todas se sientan en la cama y contestan: "Dios te salve, María...". Eso está muy bien, y es muy bonito, pero a otra hora, no tan temprano. Por eso me hago la dormida y no contesto. La madre me riñe mucho. -Esto no puede seguir así. Usted está obligada a decir el Avemaría a la voz del Ángel. -Yo no he oído decir nada al ángel; en cuanto le oiga contestaré... -¡A callar! ¡Estamos en el silencio mayor!
Elena Fortún (Celia en el colegio (Celia, #2))
Poco desviados de allí hicieron alto estos tres carros, y cesó el enfadoso ruido de sus ruedas, y luego se oyó otro, no ruidoXVIII, sino un son de una suave y concertada música formado, con que Sancho se alegró, y lo tuvo a buena señal, y, así, dijo a la duquesa, de quien un punto ni un paso se apartaba: —Señora, donde hay música no puede haber cosa mala44. —Tampoco donde hay luces y claridad —respondió la duquesa. A lo que replicó Sancho: —Luz da el fuego, y claridad las hogueras, como lo vemos en las que nos cercan y bien podría ser que nos abrasasen; pero la música siempre es indicio de regocijos y de fiestas.
Miguel de Cervantes Saavedra (Don Quixote de La Mancha II (Don Quijote de la Mancha, #2))
La luz de la esperanza comienza hoy, cuando La Elegida ha nacido a la luz del sol. Es linda, es hermosa, como una flor, pero su belleza se entorpece, al pasar por mucho dolor. Su vida crece, su vida madura, pero no sabe que es el empiece, de su gran aventura. Alta es la traición que se comete, pues la nobleza se entromete, en la que un brujo ablandará, el corazón que ella le brindará. Pero la felicidad no perdura siempre, pues otro miedo pasa por su mente, y no sólo eso, también terribles recuerdos llegan, cuando delante de ella pasa La Muerte. Un obstáculo más, un obstáculo menos, ¿qué mas da, si es la más fuerte? Pero, ¿de dónde viene la fuerza, sino de su rival? Su propia sangre la traicionará, una vez, tal vez dos, pero luego decubrirá su mortal error, pagando así su equivocación. Fuerzas más ya no le quedan, cuando descubre la triste realidad: las personas que llenaban su corazón, una vez que se van, ya no han de regresar. Y eso se lo demuestran una vez más, cuando su verdadero amor le ha de abandonar, por el hecho de que su misma sangre lo destruirá. La Elegida sufrirá mucho más que cualquier ser, pues la tristeza y el abandono la han de poseer. En tres años, ni uno más, será cuando su amante se le dará una segunda oportunidad, la que por fin terminará, la misión que en un principio se le encomendó. Pero un problema se presentará, pues su corazón no la reconocerá, así que su sangre la ayudará, a terminar lo que empezó, a seguirel camino del que una vez se fió, y a tener dos almas más en su vida ermitaña de las cuales se percató. El bien y el mal, pelean una vez más, entre la luz y la oscuridad. Pero, que quede claro, sólo alguien puede terminar la pelea encarnizada para que todo llegue a su fin. A quien la Elegida entregó su alma, será el único que destruirá al demonio que se encuentra dentro de cada pecado, de cada mal. Y una vez más trinfará, el bien sobre el mal. La Elegida reinará, como noble, con bondad, como ella es en realidad.
Yolanda Chapa (Lani, la princesa gitana)
No le fue fácil meter en la maleta el dia en que hicieron su primera cumunión las tres juntas.La vela, el libro y la foto afuera de la iglesia cupieron muy bien, pero no así el sabor de los tamales y del atole que nacha les había preparado y que habían comido después en compañia de sus amigos y familiares. Cupieron los huesitos de chabacano de colores, pero no así las risas cuando jugaban con ellos en el patio de la escuela, ni la maestra Jovita, ni el columpio, ni el olor de su recámara, ni el del chocolate recién batido. Lo bueno es que tampoco cupieron las palizas, los regaños de Mamá Elena, pues Tita cerró muy fuerte la maleta antes de que se fueran a colar.
Laura Esquivel (Like Water for Chocolate)
Cada una de estas tres combinaciones puede ofrecer cuatro modos: primero, todos los magistrados son tomados de la universalidad de los ciudadanos por medio de la elección; segundo, todos los magistrados son tomados de la universalidad de los ciudadanos por medio de la suerte; tercero y cuarto, aplicándose la elegibilidad a todos los ciudadanos a la vez, puede verificarse esto sucesivamente por tribus, por cantones, por fratrias, de manera que todas las clases vayan pasando por turno; quinto y sexto, o bien la elegibilidad puede aplicarse a todos los ciudadanos en masa, adoptando uno de estos modos para unas funciones y otro modo para otras. Por otra parte, siendo el derecho de nombrar privilegio de ciertos ciudadanos, los magistrados pueden tomarse, y es el séptimo modo, del cuerpo entero de ciudadanos por medio de la elección; octavo, del cuerpo entero de ciudadanos, por medio de la suerte; noveno, de entre cierta parte de ciudadanos, por medio de elección; décimo, de cierta porción de ciudadanos, por medio de la suerte; undécimo, se puede nombrar para ciertas funciones según la primera forma; y duodécimo, para otras, según la segunda, es decir, aplicar al cuerpo entero de los ciudadanos la elección para unas funciones, la suerte para otras. He aquí, pues, doce modos de instituir las magistraturas, sin contar las combinaciones compuestas151
Aristotle (La Política)
- Nunca vuelvas a llamarme así - le espeté. - Es mejor que llarmarle <> a alguien, ¿no? - Salió por la puerta - Qué visita tan estimulante. La recordaré mucho tiempo. Aquello ya era suficiente. - ¿Sabes qué? Tienes toda la razón. Mira que llamarte tarado...Esa es una palabra que no te define bien - le dije sonriendo - <> te pega más. - Conque <>, ¿eh? - repitió - Eres un encanto. Levanté el dedo corazón. (pág.20) Eran más de la una, pero parecía que Daemon acabara de levantarse. Llevaba los tejanos arrugados y el pelo enmarañado. Hablaba con alguien por teléfono mientras se pasaba la mano por la mandíbula. - ¿Tu hermano no tiene camisetas o qué? - le pregunté mientras cogía la pala. - Me temo que no. No las lleva ni en invierno. Siempre va por ahí medio desnudo - refunfuñó - Es bastante incómodo tener que verlo así todo el día, enseñando tanta...carne ¡Qué grima! A ella le daría grima, pero a mí...me alteraba bastante. Me puse a cavar hoyos en lugares estratégicos mientras notaba que se me secaba la garganta. Tenia una cara perfecta, un cuerpo de ensueño y una mala leche espectacular. Las tres reglas de oro de cualquier tío macizo, vaya. (pág. 39) - Tienes una cabecita bastante sucia, gatita. Pestañeé. <> - ¿Qué has dicho? - Que tienes la cabeza sucia - repitió en voz baja. Sabía que Dee no podía oírle -, llena de tierra. ¿Qué creías que quería decir? - Nada -...Tener a Daemon tan cerca no me reconfortaba en absoluto - Es normal ensuciarse cuando plantas. Los labios le temblaron un instante. - Hay muchas maneras de ensuciarse. Aunque no tengo la intención de mostrártelas. (pág.46) - Me da a mí que te has mojado tú más que el coche. Nunca pensé que lavar un coche pudiera ser tan complicado pero, después de observarte durante los últimos quince minutos, creo que deberían convertirlo en deporte olímpico. - ¿Estabas observándome? - Qué grima. Y qué morbo. ¡No! de morboso, nada. (pág.51) - Pues sí ¿Y tú siempre te quedas mirando a los tíos cuando llamas a su puerta para preguntar por una dirección? - ¿Siempre abres la puerta medio desnudo? - Pues sí. Y no has respondido a mi pregunta. ¿Siempre pegas esos repasos? Las mejillas me ardían. (pág.53) - Hasta mañana a medio día, gatita. - Te odio - resoplé. - El sentimiento es mutuo - Me miró por encima del hombro - Me juego veinte pavos a que llevas bañador y no biquini. Era insufrible. (Pág. 62) - ¿Que no confía en mi? ¿Y qué tiene que confiarme, tu virtud? Se le escapó otra carcajada y tardó unos momentos en poder contestar. - Pues claro; no le gustan las chicas guapas que están coladitas por mi. - ¿Qué? - ... - Estás de broma, ¿no? - ¿A qué parte te refieres? - preguntó- - ¡A todas! - Venga ya. No me digas que no sabes que eres guapa. ¿No te lo ha dicho ningún chico antes? (pág.90) - Creo que estás condenada a estar conmigo un rato más. - Seguro que parezco un gato remojado. - Estás bien. La lluvia te favorece. Fruncí el ceño. - Ya me estás mintiendo otra vez. Sentí que su cuerpo se movía junto al mío y, sin mediar palabra, me rozó la barbilla con los dedos y me atrajo hacia él. En sus labios se dibujó una sonrisa torcida. - No te miento; te lo dijo en serio. (pág.101) - Bueno...Ya llegó el innombrable. A Dee le dio un ataque de risa que hizo que toda la cafetería nos mirara. - ¡Me parto! Me hundí en la butaca. Desde la mañana en que Dee y él me habían preparado el desayuno, me había evitado y a mí me daba igual. ... Seguramente Daemon era físicamente el hombre más perfecto que jamás había visto - su cara haría las delicias de cualquier retratista -, pero a la vez tenía bastantes papeletas para ser el cretino más grande sobre la faz de la Tierra. (pág.145)
Jennifer L. Armentrout (Obsidian (Lux, #1))
Este señor se compone sólo de letras. De muchísimas letras, se entiende, de un número astronómico de letras, pero al fin y al cabo sólo de letras. Aquí está su amiga. Es, como se ve, de carne y hueso. ¡Y de qué carne! Da gusto verla, ¡y no digamos tocarla! Los dos van ahora juntos a la feria. En la góndola y la noria todo va bien todavía. Pero luego llegan a una caseta de tiro al blanco; un tiro al blanco un poco extraño, esa es la verdad. ¡Pruébate a ti mismo!, puede leerse en grandes letras en la parte de arriba. Y más abajo figuran las reglas. Sólo son tres: 1. Cada tiro es un blanco garantizado. 2. Por cada blanco, un tiro gratis. 3. El primer tiro es gratuito. El señor que rodea con el brazo la cintura de su amiga estudia atentamente el letrero. Quiere seguir su camino rápidamente, pero ella insiste en que haga uso de la ventajosa oferta. Quiere ver de lo que es capaz. Pero el señor no quiere. -¿Pero por qué no, cariño? ¿Qué tiene de malo? Tiene de malo que hay que disparar sobre un blanco bastante insólito, sobre uno mismo, es decir, sobre la propia imagen reflejada en un espejo de metal. Y el señor de letras no se siente en absoluto lo bastante real para distinguir de una manera tan arriesgada entre sí y su imagen reflejada. -¡O disparas -dice la amiga, por fin, furiosa-, o te dejo! El sacude la cabeza. Entonces ella se va con otro, un carnicero que entiende de carnes y huesos. El señor se queda solo y la sigue con la mirada. Cuando desaparece de su vista en el gentío, él se deshace lentamente en un pequeño montón de diminutas minúsculas y mayúsculas que la multitud pisotea al pasar. La verdad es que para eso podría hacer disparado, ¿verdad?
Michael Ende (El espejo en el espejo)
Aun petrificado, Max no sonrió. -Me siento bien -dijo, incapaz de evitar que la incredulidad que el mismo sentía se colara en su tono de voz. Se detuvo a tres pasos del niño. Lo suficientemente cerca como para extender las manos y colocarlas sobre sus hombros. Y lo hizo. Max dio un pequeño respingo. Al principio, se aparto para que no lo tocara, pero luego quedo helado. Sus ojos se ensancharon. Adrián soltó una carcajada y lo jalo para estrecharlo entre los brazos, aplastándolo con un abrazo eufórico antes de soltarlo. -¡Me siento bien! -volvió a decir, revolviéndole el cabello encrespado-. De hecho, me siento genial. ¡No puedo creer que haya funcionado! -su carcajada se volvió mas fuerte-. Salvo que… puedo creerlo. Porque por supuesto que funciono. Sabia perfectamente que iba a funcionar. Por cierto, necesitas un corte de cabello.
Marissa Meyer (Renegades (Renegades, #1))
La fenêtre est ouverte et la brise de juin agite doucement l'ourlet des rideaux de dentelle. Une légère odeur de marée flotte dans l'air. Je sens le sable du rivage entre mes doigts. Je m'éloigne de la table, m'approche d'Oshima et le serre fort contre moi. Le contact de son corps mince éveille déjà en moi une terrible nostalgie. Il me caresse doucement les cheveux. - Le monde est une métaphore, Kafka Tamura, dit-il à mon oreille. Mais pour toi et moi, seule cette bibliothèque n'est pas une métaphore. Aussi loin qu'on aille ... elle reste tout simplement cette bibliothèque. - Naturellement, dis-je. - C'est une bibliothèque unique, speciale et tres solide. Rien d'autre ne peut prendre sa place. Je hoche la tête. - Au revoir, Kafka Tamura. - Au revoir, Oshima-san. Vous avez une belle cravate, vous savez. Il s'écarte de moi, me regarde bien en face en souriant. - Je me demandais si tu allais m'en faire la remarque.
Haruki Murakami (Kafka on the Shore)
—Ahora bien —dijo el conde encogiéndose de hombros—, ¿queréis que os diga la causa de todas esas torpezas… ? Que en vuestros teatros, según he podido juzgar yo mismo leyendo las obras que en ellos se representan, se ve siempre beber un pomo de veneno o chupar el guardapelo de una sortija, y caer al punto muertos. Cinco minutos después se baja el telón, los espectadores se dispersan. Siempre se ignoran las consecuencias del asesinato. Nunca se ve al comisario de policía con su banda, ni a un cabo con cuatro soldados, y esto autoriza a muchas pobres personas a creer que las cosas ocurren de esta manera. Pero salid de Francia, id, por ejemplo, a Alepo, o a El Cairo, en fin, a Nápoles o a Roma y veréis pasar por las calles personas firmes, llenas de salud y vida, y si estuviese por allí algún genio fantástico, podría deciros al oído: «Ese caballero está envenenado hace tres semanas, y dentro de un mes habrá muerto completamente.»
Alexandre Dumas (El conde de Montecristo: Ilustrado (Spanish Edition))
Para dar cuenta de las diferencias existentes en la realidad, hay que distinguir por lo menos tres ejes, en los que se puede situar la problemática de la alteridad. Primero hay un juicio de valor (un plano axiológico): el otro es bueno o malo, lo quiero o no lo quiero, o bien, como se prefiere decir en esa época, es mi igual o es inferior a mí (ya que por lo general, y eso es obvio, yo soy bueno, y me estimo...). En segundo lugar, está la acción de acercamiento o de alejamiento en relación con el otro (un plano praxeológico): adopto los valores del otro, me identifico con él; o asimilo al otro a mí, le impongo mi propia imagen; entre la sumisión al otro y la sumisión del otro hay un tercer punto, que es la neutralidad, o indiferencia. En tercer lugar, conozco o ignoro la identidad del otro (éste sería un plano epistémico); evidentemente no hay aquí ningún absoluto, sino una gradación infinita entre los estados de conocimiento menos o más elevados
Tzvetan Todorov (The Conquest of America)
La búsqueda suele empezar con alguna gran pregunta como «¿Quién soy?», «¿Cuál es el sentido de la vida?», «¿Qué es bueno?». Mientras que muchas personas aceptan sin más las respuestas al uso que ofrecen los poderes que sean, los buscadores espirituales no quedan satisfechos tan fácilmente. Están dispuestos a seguir la gran pregunta a donde quiera que los conduzca, y no solo a lugares que conocen bien o quieren visitar. Así, para la mayoría de la gente, los estudios académicos son un pacto y no un viaje espiritual, porque nos conducen a un objetivo predeterminado aprobado por nuestros mayores, nuestros gobiernos y nuestros bancos. «Estudiaré tres años, aprobaré los exámenes, conseguiré mi diploma y me aseguraré un trabajo bien remunerado.» Los estudios académicos podrían transformarse en un viaje espiritual si las grandes preguntas que fuéramos encontrando por el camino nos desviaran hacia destinos inesperados, que al principio ni siquiera habríamos imaginado. Por ejemplo, una joven puede empezar estudiando Economía para asegurarse un puesto de trabajo en Wall Street. Sin embargo, si lo que aprende hace que, de alguna manera, termine en un ashram hindú o ayudando a pacientes con VIH en Zimbabue, entonces a esto podemos considerarlo un viaje espiritual.
Yuval Noah Harari (Homo Deus: Breve historia del mañana)
Se levanta y hace la cama, luego recoge del suelo unos libros de bolsillo (novelas policíacas) y los pone en la librería. Tiene ropa que lavar antes de irse, ropa que guardar, medias que emparejar y meter en los cajones. Envuelve la basura en papel de periódico y baja tres pisos para dejarla en el cubo de la basura. Saca los calcetines de Cal de detrás de la cama y los sacude, dejándolos sobre la mesa de la cocina. Hay trapos que lavar, hollín en el alféizar de las ventanas, cacerolas en remojo por fregar, hay que poner un plato bajo el radiador por si funciona durante la semana (se sale). Oh. Aj. Que se queden las ventanas como están, aunque a Cal no le gusta verlas sucias. Esa espantosa tarea de restregar el retrete, pasarle el plumero a los muebles. Ropa para planchar. Siempre se caen cosas cuando recoges otras. Se agacha una y otra vez. La harina y el azúcar se derraman sobre los estantes que hay encima de la pila y tiene que pasar un paño; hay manchas y salpicaduras, hojas de rábano podridas, incrustaciones de hielo dentro de la vieja nevera (hay que mantener la puerta abierta con una silla, para que se descongele). Pedazos de papel, caramelos, cigarrillos y ceniza por toda la habitación. Tiene que quitarle el polvo a todo. Decide limpiar las ventanas a pesar de todo, porque quedan más bonitas. Estarán asquerosas después de una semana. Por supuesto, nadie la ayuda. Nada tiene la altura adecuada. Añade los calcetines de Cal a la ropa de ambos que tiene que llevar a la lavandería de autoservicio, hace un montón separado con la ropa de él que tiene que coser, y pone la mesa para sí misma. Raspa los restos de comida del plato del gato, y le pone agua limpia y leche. «Mr. Frosty» no parece andar por allí. Debajo de la pila encuentra un paño de cocina, lo recoge y lo cuelga sobre la pila, se recuerda a sí misma que tiene que limpiar allí abajo más tarde, y se sirve cereales, té, tostadas y zumo de naranja. (El zumo de naranja es un paquete del gobierno de naranja y pomelo en polvo y sabe a demonios.) Se levanta de un salto para buscar la fregona debajo de la pila, y el cubo, que también debe estar por allí. Es hora de fregar el suelo del cuarto de baño y el cuadrado de linóleo que hay delante de la pila y la cocina. Primero termina el té, deja la mitad del zumo de naranja y pomelo (haciendo una mueca) y algo del cereal. La leche vuelve a la nevera —no, espera un momento, tírala—, se sienta un minuto a escribir una lista de comestibles para comprarlos en el camino del autobús a casa, cuando vuelva dentro de una semana. Llena el cubo, encuentra el jabón, lo deja, friega sólo con agua. Lo guarda todo. Lava los platos del desayuno. Coge una novela policíaca y la hojea, sentada en el sofá. Se levanta, limpia la mesa, recoge la sal que ha caído en la alfombra y la barre. ¿Eso es todo? No, hay que arreglar la ropa de Cal y la suya. Oh, déjalo. Tiene que hacer la maleta y preparar la comida de Cal y la suya (aunque él no se marcha con ella). Eso significa volver a sacar las cosas de la nevera y volver a limpiar la mesa, dejar pisadas en el linóleo otra vez. Bueno, no importa. Lava el plato y el cuchillo. Ya está. Decide ir por la caja de costura para arreglar la ropa de él, cambia de opinión. Coge la novela policíaca. Cal dirá: «No has cosido mi ropa.» Va a coger la caja de costura del fondo del armario, pisando maletas, cajas, la tabla de plancha, su abrigo y ropa de invierno. Pequeñas manos salen de la espalda de Jeannine y recogen lo que ella tira. Se sienta en el sofá y arregla el desgarrón de la chaqueta de verano de él, cortando el hilo con los dientes. Vas a estropearte el esmalte. Botones. Zurce tres calcetines. (Los otros están bien.) Se frota los riñones. Cose el forro de una falda que está descosido. Limpia zapatos. Hace una pausa y mira sin ver. Luego reacciona y con aire de extraordinaria energía saca la maleta mediana del armario y empieza a meter su ropa para
Joanna Russ (The Female Man)
Yo no busco en las personas ni la bondad ni la buena educación siqiera... aunqe creo qe esto último es imprescindible para vivir con ellas. Me gustan las gentes qe ven la vida con ojos distintos qe los demás, qe consideran las cosas de otro modo qe la mayoría... Qizá me ocurra esto pqe he vivido siempre con seres demasiado normales y satisfechos de ellos mismos...Estoy segura de qe mis hermanos o mi padre tienen la certeza de su utilidad indiscutible en este mundo, qe saben en todo momento lo qe qieren, lo qe les parece mal y lo qe les parece bien… Y qe hansufrido muy poca angustia ante ningún hecho. (…) Toda mi vida he estado huyendo de mis simples y respetables parientes… Simples pero inteligentes a la vez en su género, qe es lo qe les hace tan insoportables… Me gusta la gente con ese átomo de locura qe hace qe la existencia no sea monótona, aunqe sean personas desgraciadas y estén siempre en las nubes, como tú… Personas qe, según mi familia, son calamidades indeseables… (…) ¿qé crees qe dirían mi padre o mi abuelo de ti misma si supieran tu modo real de ser? Si supieran, como yo sé, qe te qedas sin comer y qe no te compras la ropa qe necesitas por el placer de tener con tus amigos delicadezas de millonaria durante tres días… Si supieran qe te gusta vagabundear sola por la noche. Qe nunca has sabido lo qe qieres y qe siempre estás qeriendo algo…
Carmen Laforet (Nada)
[...] las cosas por las que se nos conoce son simples chiquilladas. Por debajo, todo está oscuro, todo se extiende, todo es insondablemente profundo; pero de cuando en cuando salimos a la superficie y por eso se nos conoce. A la señora Ramsay su horizonte le parecía no tener límites. Estaban todos los lugares que no había visto; las llanuras de la India; también se veía apartando la gruesa cortina de cuero de una iglesia romana. El núcleo de oscuridad podía ir a cualquier sitio, porque nadie lo veía. Nadie podía detenerlo, pensó, exultante. Allí estaba la libertad, allí estaba la paz, allí estaba —bien más precioso que ningún otro— la posibilidad de recogerse, de descansar sobre una plataforma de estabilidad. De acuerdo con su experiencia, nunca se encontraba descanso en tanto que uno mismo (aquí realizó una maniobra muy hábil con las agujas), pero sí como cuña de oscuridad. Al perder la personalidad se perdía la preocupación, la prisa, la agitación; y siempre le subía hasta los labios alguna exclamación para expresar su triunfo sobre la vida cuando las cosas confluían en aquella paz, aquel descanso, aquella eternidad; y, haciendo una pausa, volvió la vista para encontrarse con el destello del faro, el destello largo, el último de los tres, que era su destello; porque, siempre, al contemplar las cosas con aquel estado de ánimo a aquella hora del día, resultaba inevitable sentirse especialmente atraída por una de ellas; y aquella cosa, aquel destello largo, era su destello.
Virginia Woolf (To the Lighthouse)
Son muchos mis compañeros de profesión (quiero decir, mis compañeros de profesión novelística) que consideran a Galdós su maestro. Pero entendámonos, porque aquí siempre es difícil entenderse y todo se presta a malentendidos porque aquí todo el mundo piensa siempre automáticamente lo peor de todo el mundo, lo peor que puede pensarse y de la forma más retorcida y negativa posible y basándose siempre en la presuposición de que el otro no sabe, o es facha, o es tonto, o es un hipócrita, o dice lo que dice para joder, o para medrar, o para hacerse el gracioso, o para pagar una deuda secreta con quién sabe quién, presuponiendo siempre que hay motivos secretos, programas escondidos, conspiraciones, quién sabe qué, entendámonos, todos admiramos a Galdós, y yo también, y yo también considero que es un genio, y conozco, CONOZCO sus méritos, cojones, soy licenciado en filología hispánica y he leído a Galdós, mucho, mucho, no todo pero sí mucho, he tenido delante de mí a Domingo Ynduráin diciéndonos, cuando alguien le preguntó qué novelas de Galdós debíamos leer, diciéndonos: “¿cuántas novelas cree que podrá leer?”, añadiendo a continuación que, como es lógico, debíamos leerlas TODAS (yo no he leído todas), sí, soy bien consciente de la enorme importancia de Galdós, de su genio, de su habilidad como novelista (aunque eso de que es “mejor” que Dickens siempre me ha parecido una majadería) y, más aún, de lo MODERNO de su lenguaje y también, cielos, de su IMPORTANCIA como creador del moderno cursus de la novela en español y creador de la nada del estilo de los diálogos, innovaciones todavía hoy asombrosas. Y dicho esto: ¿cómo, cómo, cómo es posible considerar a Galdós el maestro, el epítome, el modelo? Galdós, del que he dicho ya suficientes maravillas, tiene sin embargo dos graves inconvenientes. El primero es quemurió en 1920. El segundo, que nació en 1843. Mil Ochocientos Cuarenta y Tres. ¡Claro!, me dice el listillo (que abunda), ¡y Cervantes nació en 1547! ¡Si nos ponemos así! Galdós no, por favor. Galdós no. Galdós no puede ser el modelo literario de nadie a no ser que uno sea muy muy muy muy muy muy muy muy muy viejo y no haya visto, oído ni leído nada interesante en todos los terrenos del arte y de las letras desde que nació. A no ser que todos los libros, películas, obras musicales, obras de teatro, espectáculos, muestras de todas las artes en todos los estilos, formatos, medios y todos los acontecimientos del mundo de la cultura, de la creación artística, de la especulación científica y filosófica con las que ha entrado en contacto a lo largo de toda su existencia, una existencia (he de añadir) llena de estímulos, de innovaciones, de medios nuevos, imágenes nuevas, lenguajes nuevos, sueños nuevos, pesadillas nuevas, descubrimientos, inventos, avances, retrocesos, avances, saltos cuánticos, cambios de paradigma, en combinaciones inesperadas y a menudo fascinantes de retro hiper post trans poli plus meta archi, si todo eso TODO eso no ha significado nada para esa persona, si todo lo que ha vivido en toda su existencia desde el momento de su nacimiento ha significado lo mismo que 0 + 0 = 0, sólo en ese caso Galdós puede ser su modelo en el año 2013 del siglo XXI. Galdós no, hombre, no. No jodas, tío. Galdós.
Andrés Ibáñez
— Mira, Sancho —dijo don Quijote—, mucha diferencia hay de las obras que se hacen por amor a las que se hacen por agradecimiento. Bien puede ser que un caballero sea desamorado, pero no puede ser, hablando en todo rigor, que sea desagradecido. Quísome bien, al parecer, Altisidora; diome los tres tocadores que sabes, lloró en mi partida, maldíjome, vituperóme, quejóse, a despecho de la vergüenza, públicamente: señales todas de que me adoraba, que las iras de los amantes suelen parar en maldiciones. Yo no tuve esperanzas que darle, ni tesoros que ofrecerle, porque las mías las tengo entregadas a Dulcinea, y los tesoros de los caballeros andantes son, como los de los duendes, aparentes y falsos, y sólo puedo darle estos acuerdos que della tengo, sin perjuicio, pero, de los que tengo de Dulcinea, a quien tú agravias con la remisión que tienes en azotarte y en castigar esas carnes, que vea yo comidas de lobos, que quieren guardarse antes para los gusanos que para el remedio de aquella pobre señora. — Señor —respondió Sancho—, si va a decir la verdad, yo no me puedo persuadir que los azotes de mis posaderas tengan que ver con los desencantos de los encantados, que es como si dijésemos: "Si os duele la cabeza, untaos las rodillas". A lo menos, yo osaré jurar que en cuantas historias vuesa merced ha leído que tratan de la andante caballería no ha visto algún desencantado por azotes; pero, por sí o por no, yo me los daré, cuando tenga gana y el tiempo me dé comodidad para castigarme. — Dios lo haga —respondió don Quijote—, y los cielos te den gracia para que caigas en la cuenta y en la obligación que te corre de ayudar a mi señora, que lo es tuya, pues tú eres mío.
Miguel de Cervantes Saavedra (Don Quijote de la Mancha (Spanish Edition))
He aquí algo sobre el honor de los poetas. Yo tenía diecisiete años y unos deseos irrefrenables de ser escritor. Me preparé. Pero no me quedé quieto mientras me preparaba, pues comprendí que si así lo hacía no triunfaría jamás. Disciplina y un cierto encanto dúctil, ésas son las claves para llegar a donde uno se proponga. Disciplina: escribir cada mañana no menos de seis horas. Escribir cada mañana y corregir por las tardes y leer como un poseso por las noches. Encanto, o encanto dúctil: visitar a los escritores en sus residencias o abordarlos en las presentaciones de libros y decirles a cada uno justo aquello que quiere oír. Aquello que quiere oír desesperadamente. Y tener paciencia, pues no siempre funciona. Hay cabrones que te dan una palmadita en la espalda y luego si te he visto no me acuerdo. Hay cabrones duros y crueles y mezquinos. Pero no todos son así. Es necesario tener paciencia y buscar. Los mejores son los homosexuales, pero, ojo, es necesario saber en qué momento detenerse, es necesario saber con precisión qué es lo que no uno quiere, de lo contrario puedes acabar enculado de balde por cualquier viejo maricón de izquierda. Con las mujeres ocurre tres cuartas partes de lo mismo: las escritoras españolas que pueden echarte un cable suelen ser mayores y feas y el sacrificio a veces no vale la pena. Los mejores son los heterosexuales ya entrados en la cincuentena o en el umbral de la ancianidad. En cualquier caso: es ineludible acercarse a ellos. Es ineludible cultivar un huerto a la sombra de sus rencores y resentimientos. Por supuesto, hay que empollar sus obras completas. Hay que citarlos dos o tres veces en cada conversación. ¡Hay que citarlos sin descanso! Un consejo: no criticar nunca a los amigos del maestro. Los amigos del maestro son sagrados y una observación a destiempo puede torcer el rumbo del destino. Un consejo: es preceptivo abominar y despacharse a gusto contra los novelistas extranjeros, sobre todo si son norteamericanos, franceses o ingleses. Los escritores españoles odian a sus contemporáneos de otras lenguas y publicar una reseña negativa de uno de ellos será siempre bien recibida. Y callar y estar al acecho. Y delimitar las áreas de trabajo. Por la mañana escribir, por la tarde corregir, por las noches leer y en las horas muertas ejercer la diplomacia, el disimulo, el encanto dúctil. A los diecisiete años quería ser escritor. A los veinte publiqué mi primer libro. Ahora tengo veinticuatro y en ocasiones, cuando miro hacia atrás, algo semejante al vértigo se instala en mi cerebro. He recorrido un largo camino, he publicado cuatro libros y vivo holgadamente de la literatura (aunque si he de ser sincero, nunca necesité mucho para vivir, sólo una mesa, un ordenador y libros). Tengo una colaboración semanal con un periódico de derechas de Madrid. Ahora pontifico y suelto tacos y le enmiendo la plana (pero sin pasarme) a algunos políticos. Los jóvenes que quieren hacer una carrera como escritor ven en mí un ejemplo a seguir. Algunos dicen que soy la versión mejorada de Aurelio Baca. No lo sé. (A los dos nos duele España, aunque creo que por el momento a él le duele más que a mí). Puede que lo digan sinceramente, pero puede que lo digan para que me confíe y afloje. Si es por esto último no les voy a dar el gusto: sigo trabajando con el mismo tesón que antes, sigo produciendo, sigo cuidando con mimo mis amistades. Aún no he cumplido los treinta y el futuro se abre como una rosa, una rosa perfecta, perfumada, única. Lo que empieza como comedia acaba como marcha triunfal, ¿no?
Roberto Bolaño (The Savage Detectives)
-Pero, por el contrario, pienso que, cuando un arte­sano u otro que su índole destine a negocios privados, engreído por su riqueza o por el número de los que le siguen o por su fuerza o por otra cualquier cosa seme­jante, pretenda entrar en la clase de los guerreros, o uno de los guerreros en la de los consejeros o guardia­nes, sin tener mérito para ello, y así cambien entre sí sus instrumentos y honores, o cuando uno solo trate de hacer a un tiempo los oficios de todos, entonces creo, como digo, que tú también opinarás que seme­jante trueque y entrometimiento ha de ser ruinoso para la ciudad. -En un todo. -Por tanto, el entrometimiento y trueque mutuo de estas tres clases es el mayor daño de la ciudad y más que ningún otro podría ser con plena razón calificado de cri­men. -Plenamente. -¿Y al mayor crimen contra la propia ciudad no ha­brás de calificarlo de injusticia? -¿Qué duda cabe?   XI. -Eso es, pues, injusticia. Y a la inversa, diremos: la actuación en lo que les es propio de los linajes de los trafi­cantes, auxiliares y guardianes, cuando cada uno haga lo suyo en la ciudad, ¿no será justicia, al contrario de aque­llo otro, y no hará justa a la ciudad misma? -Así me parece y no de otra manera -dijo él. -No lo digamos todavía con voz muy recia -obser­vé-; antes bien, si, trasladando la idea formada a cada uno de los hombres, reconocemos que allí es también justicia, concedámoslo sin más, porque ¿qué otra cosa cabe oponer? Pero, si no es así, volvamos a otro lado nuestra atención. Y ahora terminemos nuestro examen en el pensamiento de que, si tomando algo de mayor extensión entre los seres que poseen la justicia, nos es­forzáramos por intuirla allí, sería luego más fácil obser­varla en un hombre solo. Y de cierto nos pareció que ese algo más extenso es la ciudad y así la fundamos con la mayor excelencia posible, bien persuadidos de que en la ciudad buena era donde precisamente podría hallar­se la justicia. Traslademos, pues, al individuo lo que allí se nos mostró y, si hay conformidad, será ello bien; y, si en el individuo aparece como algo distinto, volveremos a la ciudad a hacer la prueba, y así, mirando al uno jun­to a la otra y poniéndolos en contacto y roce, quizá con­seguiremos que brille la justicia como fuego de enjutos y, al hacerse visible, podremos afirmarla en nosotros mismos.
Plato (La República)
Recordemos que, al aplicar la teoría cuántica a la luz, introducimos el fotón, una partícula de luz. Cuando este se mueve, está rodeado por los campos eléctrico y magnético, que oscilan y penetran en el espacio, y cumplen las ecuaciones de Maxwell. Esta es la razón por la que la luz tiene propiedades de partícula y de onda. El poder de las ecuaciones de Maxwell reside en sus simetrías; esto es, la capacidad de convertir el campo eléctrico en el magnético, y viceversa. Cuando el fotón choca con los electrones, la ecuación que describe esta interacción devuelve resultados infinitos. Sin embargo, si usamos los artificios ideados por Feynman, Schwinger, Tomonaga y otros muchos, podemos ocultarlos todos. La teoría resultante se denomina QED. A continuación, aplicamos este método a la fuerza nuclear. Sustituimos el campo de Maxwell original por el campo de Yang-Mills y el electrón, por una serie de quarks, neutrinos, etcétera. Después, introdujimos un nuevo conjunto de artificios desarrollados por ’T Hooft y sus colegas a fin de eliminar los infinitos de nuevo. Así, tres de las cuatro fuerzas del universo podían unificarse en una sola teoría, el modelo estándar. Esta no era lo que se dice bonita, ya que se creó remendando las simetrías de las fuerzas fuerte, débil y electromagnética, pero funcionaba. No obstante, al aplicar a la gravedad este método comprobado, nos encontramos con problemas. En teoría, la partícula de la gravedad se debería llamar «gravitón». De manera similar al fotón, es una partícula puntual y se desplaza a la velocidad de la luz, por lo que está rodeada por ondas gravitatorias que obedecen las ecuaciones de Einstein. Hasta ahora, bien. El problema aparece cuando el gravitón choca con otros gravitones y también con átomos: la colisión resultante crea respuestas infinitas. Cuando se intentan aplicar los trucos trabajosamente formulados durante los últimos setenta años, nos encontramos con que todos ellos fracasan. Las mejores mentes del siglo han intentado resolver este problema, pero ninguna lo ha logrado. Está claro que se debe utilizar un enfoque totalmente nuevo, ya que todas las ideas fáciles ya se han investigado y desechado. Necesitamos algo novedoso y original de verdad. Y eso nos lleva a la que quizá sea la teoría más polémica de la física, la teoría de cuerdas, que podría ser lo bastante disparatada como para suponer la teoría del todo.
Michio Kaku (La ecuación de Dios: La búsqueda de una teoría del todo (Spanish Edition))
Vitruvio describió con todo detalle las proporciones de este «cuerpo de un hombre bien formado» que debía determinar la composición de los templos. La distancia de la barbilla a la parte superior de la frente tenía que ser la décima parte de su altura total, comenzaba, y seguía con numerosas precisiones más: «Si nos referimos al pie, equivale a una sexta parte de la altura del cuerpo; el codo, una cuarta parte, y el pecho equivale igualmente a una cuarta parte. Los restantes miembros guardan también una proporción de simetría, de la que se sirvieron los antiguos pintores y escultores famosos, alcanzando una extraordinaria consideración y fama». Las descripciones de Vitruvio de las proporciones humanas llevarían a Leonardo, como parte de los estudios de anatomía que acababa de comenzar en 1489, a compilar un conjunto similar de medidas. En términos más generales, la convicción de Vitruvio de que las proporciones del hombre resultan análogas a las de un templo bien concebido —y al macrocosmos del mundo— se convirtió en el centro de la cosmovisión de Leonardo. Después de detallar las proporciones humanas, Vitruvio pasaba a describir, en una célebre representación, la forma de inscribir a un hombre en un círculo y un cuadrado para determinar la proporción ideal de un templo: Exactamente de igual manera, las partes de los templos deben guardar una proporción de simetría perfectamente apropiada de cada una de ellas respecto al conjunto total en su completa dimensión. El ombligo es el punto central natural del cuerpo humano. En efecto, si se coloca un hombre boca arriba, con sus manos y sus pies estirados, situando el centro del compás en su ombligo y trazando una circunferencia, esta tocaría la punta de ambas manos y los dedos de los pies. La figura circular trazada sobre el cuerpo humano nos posibilita el lograr también un cuadrado: si se mide desde la planta de los pies hasta la coronilla, la medida resultante será la misma que la que se da entre las puntas de los dedos con los brazos extendidos; exactamente su anchura mide lo mismo que su altura, como los cuadrados que trazamos con la escuadra.[18] Era una imagen muy potente. Sin embargo, hasta donde sabemos, nadie relevante había hecho un dibujo serio y preciso a partir de esta en los quince siglos transcurridos desde que Vitruvio redactara su descripción hasta que, de pronto, alrededor de 1490, Leonardo y sus amigos procedieron a abordar esta figura del hombre abierto de brazos y piernas en el centro de una iglesia y del universo. Francesco dibujó por lo menos tres versiones para acompañar su tratado y su traducción de Vitruvio. Una de ellas es una imagen agradable y risueña de un hombre inserto en un círculo y un cuadrado (figura 43). Constituye un dibujo más sugerente que exacto. El círculo, el cuadrado y el cuerpo no pretenden indicar las proporciones, sino que se muestran con cierta despreocupación. En otros dos dibujos de Francesco (figuras 44 y 45) se ve a un hombre de proporciones más cuidadas dentro de un trazado de círculos y cuadrados en forma de planta de iglesia. De ninguno de estos dibujos puede decirse que sea una obra de arte imperecedera, pero demuestran que tanto Francesco como Leonardo, en el momento de su viaje a Pavía en 1490, se hallaban hechizados con la imagen que Vitruvio había concebido.
Walter Isaacson (Leonardo da Vinci: La biografía (Spanish Edition))
Caminaban un día de verano un pobre hombre, ya de buena edad, y una mujer con un muchacho de pocos años. Llevaban delante consigo un jumentillo, que servía de llevarles un poco de ropa que tenían: carga tan moderada y poca, que podía ir bien a la ligera. Acertó a pasar cerca dellos un caminante, y mirando a los tres que iban por el camino y el jumento desembarazado, algo enojado les dijo: «¿Hay tan poco saber de personas, que lleven ahí una bestia holgando y sin carga, y que una mujer, de su natural para poco, delicada y flaca, vaya a pie? Tened juicio, buen viejo, que yo os ayudaré; y suba en ese jumento esa buena mujer; que mejor irá en él que no reventando por las asperezas deste monte». Pareciole bien al casado lo que el pasajero le había dicho, y llegándose a una peña, hizo que su mujer fuese caballera, y los dos siguiéndola iban a pie. Poco anduvieron, cuando otro que venía por el mismo camino les salió al encuentro, y saludándoles, les dijo: «Harto mejor fuera, padre honrado, que un hombre como vos, de tantos días, que es milagro poderos tener en pie, fuera caballero y ocupara aquel animal, y no la mujer que llevais en él, pues las de su género de suyo son inclinadas a pasearse, y esta era ocasión en que pudiera sacar los pies de mal año, habiéndosela ofrecido de caminar a pie, y como buen bailador menearlos apriesa. Bajad, hermana, y suba ese buen viejo; que sus años y canas están pidiendo lo que yo os digo». A tan buenas razones obedeció la casada: apeose y subió su marido en el jumento, prosiguiendo su viaje, adonde de allí a poco rato encontraron unos caminantes, que, mirando al hombre caballero y a la mujer y mozuelo en seguimiento suyo, con muy grandes risadas empezaron a hacer burla dél, diciendo: «¡Salvaje! Apeaos y tened vergüenza: ¿no veis que va ese niño despeado, sin aliento y con tan grande calor, y que vos, tan grande como vuestro abuelo, sin reparar en nada, vais hecho una bestia, pudiendo andar harto mejor y con más descanso que ese pobrecito que os sigue?». Confuso el padre, bajó de su jumento, poniendo en él al hijuelo, y siguiéndole los dos casados, hasta que, viniendo nueva gente, le dijeron: «Subid en esa bestia con ese muchacho; que poca carga será, y la que lleva ahora es casi nada, y a ratos iréis mudando de personas, y no reventando en seguimiento de quien camina tan sin pesadumbre por verse holgado y con tan poco peso». Cuadrole al anciano el consejo que le daban, y poniendo al muchacho delante, subió el atrás, con ánimo que de allí a un rato bajaría él y podría ir caballera su mujer, y así, con algún descanso, mudándose, acabar su jornada. Mas durole poco su sosiego, porque, como viniesen otros pasajeros y viesen al padre y al hijuelo sobre el jumento, comenzaron a darles matraca, diciendo: «¡Buen año! ¿No veis? Dos van caballeros, y ¡con qué conciencia! Alquilado debe de ser el asnillo, pues a ser propio no lo hicieran con él de la suerte que vemos ni tan mal le trataran. ¡Hideputa, buen hombre, qué buen alma tiene! ¡Buena llegará la bestia a la posada! Apostaré que del gran cansancio no puede comer bocado. Bajad enhorabuena o en la otra, que buenos cuartos tenéis y cerca está el pueblo, y no quitéis la vida a ese jumento, siquiera porque es vuestro prójimo». Estas razones le dijeron al labrador, y conociendo entonces bien a la clara los varios pareceres y natural condición que guardan los hombres en materia de su gusto y opinión, vuelto a su mujer y al hijuelo, los dijo: «No hay que reparar en lo que pueden decir de nosotros; que el qué dirán de las gentes es bobería, si no es locura. Cada uno se acomode como pudiere y alargue el pie conforme a la sabana; que, si a mí me falta, el que dice o mormura ni lo da ni lo presta, y él se queda con su dicho y yo con lo que tengo entonces o me falta. Vase él a su casa dejándome a mí en la mía. Vámonos como pudiéremos con nuestro jumento, y diga lo que le agradare cada uno».
Jeronimo de Alcalá (El Donado Hablador: Alonso, Mozo De Muchos Amos (Spanish Edition))
Generalmente existen tres razones principales por las que nos resentimos de nuestros trabajos. [4] En primer lugar porque la tarea no tiene sentido, no hace bien a nadie y, de hecho, puede ser perjudicial. Algunos funcionarios, los vendedores sometidos a una elevada presión e incluso los científicos que trabajan en la industria armamentística o del tabaco tienen que engañarse seriamente a sí mismos para tolerar lo que hacen para vivir. La segunda razón es que el trabajo es aburrido y rutinario; no proporciona variedad ni reto alguno. Después de unos años podemos hacerlo dormidos y todo lo que nos proporciona es estancamiento en lugar de crecimiento. El tercer problema del trabajo es que a menudo produce estrés; especialmente cuando no se puede soportar al supervisor o a los compañeros que esperan demasiado de uno o que no valoran suficientemente nuestra aportación. Al contrario de lo que se piensa generalmente, el interés por tener más dinero y más seguridad generalmente no es tan importante como las otras tres razones expuestas para determinar si alguien está satisfecho o no con el trabajo.
Mihály Csíkszentmihályi (APRENDER A FLUIR (Spanish Edition))
En este capítulo de Romanos encontramos tres veces las palabras «Dios los entregó». Esta frase es una traducción de la palabra griega paradidomai, que literalmente significa traicionar o entregar a alguien. Encontramos que se usó en las palabras que Judas le habló al sumo sacerdote cuando dijo: «¿Qué me queréis dar, y yo os lo entregaré?» (Mateo 26:15). Jesús utilizó la misma palabra cuando describió la persecución de los últimos días: «Entonces os entregarán a tribulación» (Mateo 24:9). El significado exacto de esta palabra, como se utiliza en el contexto del capítulo uno de Romanos, es este: Si insistes en mantener tu pecado, el tiempo vendrá cuando Dios hará que te rindas ante el poder del enemigo. La imagen aquí es la de un traidor que es dejado en manos del enemigo para que se valga por sí mismo. La persona que ha abandonado al Señor en realidad descubre que es ella misma la que está abandonada. Lo que el apóstol Pablo ilustra en este pasaje no es tanto la acción de uno que entrega a otro, sino más bien el retiro de la protección de uno sobre el otro. En el caso del creyente, Dios retira la gracia en espera de que el hombre abandone el pecado. La mayoría se da cuenta de que es la gracia del Señor lo que mantiene a las personas impedidas de arrojarse al insondable mundo del pecado. Cuando Dios es rechazado más allá de lo prudente, al final él retira esa gracia protectora y le permite a la persona tener lo que ha demostrado que en realidad quiere.
Anonymous (En el altar de la idolatría sexual (Spanish Edition))
Lewis, describe lo que se siente al seguir a Dios cuando se mira severa y profundamente hacia adentro. Eustaquio, un muchacho, se convierte en un enorme y horrible dragón como consecuencia de ser egoísta, testarudo e incrédulo. Quiere cambiar y volver a ser un muchacho, pero no puede hacerlo por sí mismo. Llegado el momento, el gran león Aslan (que representa a Jesús) se le aparece y lo conduce a un maravilloso manantial para que se bañe. Pero como es un dragón, no puede entrar al manantial. Aslan le dice que se desvista. Eustaquio recuerda que se puede despojar de la piel como una serpiente. Se quita una capa, la deja caer al suelo y se siente mejor. Entonces, mientras se mueve hacia el estanque, se da cuenta que todavía tiene otra capa dura, áspera y escamosa encima. Frustrado, adolorido y ansioso de llegar a ese bello baño, se pregunta a sí mismo: «¿De cuánta piel debo despojarme?» Después de tres capas, se rinde, dándose cuenta que no puede hacerlo. Aslan dice entonces: «Tendrás que dejar que te desnude». A lo que Eustaquio replica: Tenía miedo de sus garras, te puedo decir, pero ya estaba poco menos que desesperado. De manera que me dejé caer de espalda y dejé que él lo hiciera. La primera desgarradura que hizo fue tan profunda que pensé me había llegado directamente al corazón. Y cuando comenzó a tirar de la piel, dolió más que cualquier cosa que antes hubiera sentido … Despellejó las cosas bestiales —tal como pensé que lo había hecho yo mismo las otras tres veces; únicamente que no habían dolido— y ahí yacían sobre la yerba; solo que eran mucho más gruesas y oscuras, y de aspecto más espinoso de lo que habían sido las otras. Y allí estaba yo tan terso y suave … Entonces él me sujetó … y me tiró al agua. Esto provocó un escozor sin igual pero solo por un momento. Después de eso se hizo perfectamente deliciosa y tan pronto comencé a nadar y chapotear descubrí que todo el dolor de mi brazo había desaparecido. Me convertí en un muchacho de nuevo … Al ratito el león me sacó y me vistió … con sus garras … en estas ropas nuevas que llevo puestas. [énfasis añadido]4 C. S. Lewis lo describe bien: Cuando se va en esta dirección radicalmente nueva se siente como si las garras de Dios fueran tan dentro de nosotros que nos cercenan el corazón.
Peter Scazzero (Una iglesia emocionalmente sana: Una estrategia para el discipulado que de veras cambia vidas (Emotionally Healthy Spirituality) (Spanish Edition))
El hombre de Buenos Aires tiene la pretensión de ser el primero de América en elegancia. Se enardece y se aplaca con la misma facilidad y tiene más imaginación que su rival. Los primeros poetas que conoció América nacieron en Buenos Aires: Varela, Lafinur, Domínguez y Mármol son poetas porteños. El hombre de Montevideo es menos poético, más calmo; más firme en sus resoluciones, en sus proyectos. Si su rival pretende ser el primero en elegancia, él cree ser el primero en valentía. Entre sus poetas se encuentran los nombres de Hidalgo, de Berro, de Figueroa, de Juan Carlos Gómez. Por su parte, las mujeres de Buenos Aires tienen la pretensión de ser las más bellas mujeres de la América meridional, desde el estrecho de Lemaire[5] hasta las riberas del Amazonas. ¿Queréis saber los nombres de las que reclaman el cetro de la belleza del otro lado del Atlántico, oh despreocupadas parisienses que creéis que no puede haber mujer más hermosa más allá de la barrera de Versailles o de Fontainebleau? Pues bien, ellas son, para Buenos Aires, las señoras Agustina Rosas, Pepa Lavalle y Martina Linche[6] . Puede ser, en efecto, que el rostro de las mujeres de Montevideo sea menos deslumbrante que el de sus vecinas, pero sus formas son maravillosas, y sus pies, sus manos, sus torneadas figuras parecen haber sido pedidas en préstamo directamente a Sevilla o a Granada, pues hay allí una variedad que, en muchos casos, llega a la perfección. Y Montevideo, la ciudad europea, os mostrará con orgullo a Matilde Stewart, a Nazarea Rucker y a Clementina Batlle, es decir, tres tipos, o más bien dicho tres modelos de raza: raza escocesa, raza alemana, raza catalana. Así pues, hay entre ambos países: Rivalidad de coraje y de elegancia para los hombres. Rivalidad de belleza, de gracia y de formas para las mujeres. Rivalidad de talentos para los poetas, esos hermafroditas de la sociedad, irritables como los hombres, caprichosos como las mujeres, y, con todo eso, inocentes casi siempre, como los niños. Había, pues, como se ve, por todo lo que venimos diciendo, causas suficientes de ruptura entre Artigas y Alvear, entre los hombres de Montevideo y los de Buenos Aires.
Ezequiel de Rosso (Relatos de Montevideo)
cuando existe una gran cantidad de gente dispuesta a realizar un trabajo y capaz de hacerlo, por lo general éste no está bien remunerado. Ése es uno de los cuatro factores significativos que determinan un salario. Los otros tres son los conocimientos especializados que requiere un trabajo, lo desagradable que sea y la demanda de servicios que satisface.
Steven D. Levitt (Freakonomics)
Estaba confabulando contra Bensters con Wilerbrough no sabía muy bien cómo, y contra Wilerbrough con Bensters por la muy justa causa de un magnífico alijo de brandy de contrabando, robo que pretendía volver a instigar. La vida era sencilla y maravillosa.
Ruth M. Lerga (Cuando el amor despierta (Los tres mosqueteros, #2))
Falacia de confundir los DESEOS con la realidad o Wishful thinking (hacerse ilusiones). Consiste en considerar exclusivamente las posibilidades favorables de un suceso, menospreciando el resto de las alternativas. Quien incurre en esta falacia piensa que las cosas irán bien porque pueden ir bien. Es una forma de turbación afectiva de la inteligencia que nos lleva a confundir nuestros deseos con la realidad o, si usted prefiere, lo que es meramente posible con lo que es probable o seguro.   A menudo doy por hecho lo que sólo es posible. Ovidio.[357].   Cuando Creso preguntó si debía emprender la guerra contra los persas, el oráculo predijo que si lo hacía destruiría un gran imperio. No se le ocurrió preguntar de qué imperio se trataba, y emprendió la guerra confiadamente. La realidad fue que cayó un imperio: el de Creso.[358] Habitualmente encadenamos las ensoñaciones según el modelo popularizado en el cuento de La lechera, lo que nos lleva a construir argumentos basados en una serie de relaciones causa-efecto que concluye en un final remoto e innecesario, pero atractivo. Estamos ante una falacia opuesta a la Pendiente resbaladiza. Al contrario que ésta, anima a dar el primer paso. Aquí se trata de mostrar un resultado final extremadamente positivo pero tan incierto como la catástrofe que nos amenaza allí. El motivo es el mismo: ofrecer un panorama que distraiga de la falta de méritos del hecho o decisión que se discuten. A veces se enfrentan ambas falacias, como ocurre en las campañas electorales: los contrincantes se sacuden golpes de pendiente resbaladiza y soñar despierto mutua y sucesivamente. Sin llegar a estos extremos, no es raro que en todos los debates públicos en que se emplea la una, surja la otra. Por ejemplo: Un megamuseo urbano se puede defender, mediante una pendiente resbaladiza, alegando que: de no construirlo la ciudad perderá renombre y atractivo; atraerá menos turistas; algunos negocios no se instalarán y otros abandonarán la ciudad; se perderán empleos, subirán los impuestos y descenderá el precio de las propiedades inmuebles. Un desastre. Por el contrario, se puede combatir con una buena ensoñación: es mejor emplear esa montaña de millones en mejorar las infraestructuras, el trasporte y la educación, todo lo cual atraerá más industrias, combatirá el paro y permitirá que bajen los impuestos. Seguramente ni la falta del megamuseo equivale a desastre ni el rechazarlo nos traslada al paraíso. Ambas posiciones son falaces porque aceptan que las posibilidades remotas son ciertas y automáticas.   "Boladenieve" sostenía que el molino podría hacerse en un año. En adelante, declaró, se ahorraría tanto trabajo, que los animales sólo tendrían tres días laborables por semana. "Napoleón", por el contrario, sostenía que la gran necesidad del momento era aumentar la producción de comestibles, y que si perdían el tiempo en el molino de viento, se morirían todos de hambre. Orwell.[359]  
Ricardo García Damborenea (Uso de razón: El arte de Razonar, Persuadir, Refutar. Un programa integral de iniciación a la lógica, el debate y la dialéctica)
Introducción a la psicología positiva” para la clase inaugural del programa de maestría en psicología positiva aplicada en 2005. Senia, de treinta y dos años, graduada con honores en matemáticas por la Universidad de Harvard, habla con soltura ruso y japonés y dirige su propio fondo de cobertura, es el ejemplo emblemático de la psicología positiva. Su sonrisa transmite calidez incluso a las aulas cavernosas de Huntsman Hall, apodado la “Estrella de la muerte” por los estudiantes de administración de la Wharton School de la Universidad de Pennsylvania que lo consideran su sede. Los estudiantes de este programa de maestría son muy especiales: treinta y cinco adultos exitosos de todas partes del mundo viajan a Filadelfia una vez al mes para participar en un festín de tres días de lo último y más novedoso en psicología positiva y cómo pueden aplicarlo a sus profesiones.
Martin E.P. Seligman (Florecer: La nueva psicología positiva y la búsqueda del bienestar (Para estar bien) (Spanish Edition))
Dicen que la vida se puede recorrer por dos caminos: el bueno y el malo. Yo no creo eso. Yo más bien creo que son tres: el bueno, el malo y el que te dejan recorrer. El bueno lo he intentado andar y no me ha ido bien. Juro que ha sido así. De pequeño hice todo lo que consideré correcto y lo que está bendita New Orleáns, con sus acordes de ébano y sus insoportables chaquetas a rayas me inducía a hacer. Estudié profundamente y traté de trasladar mis conocimientos con pasión. Los estudiantes saben eso. También escribí encerrado en un pequeño mundo cuarto juntando frases, frustrándome ante las huidizas buenas palabras y las no menos resbaladizas imágenes, comparaciones, situaciones, personajes, diálogos. Asumí estar en ese camino porque es ese el modo como se consiguen los sueños. Al menos eso creía hasta un día, cuando tenía todo acabado y faltaba la confirmación de que había decidido bien, no hubo recompensa. No hubo zanahoria, Ahí me di cuenta de que ya estaba caminando, lejos de mi voluntad, por la otra senda. Esa que no es la buena ni la mala. Porque está claro que la buena es buena porque es una opción propia. La mala es mala porque también es tu opción. Pero la otra no es algo que hayas escogido, por lo cual no pueden decir que es ciertamente buena o ciertamente mala. Es ciertamente ajena, impropia. Por ese camino involuntario caminé, llevado de las narices, arrastrado como un palo sin poder animarme. Tuve que resignarme a ser como ellos me ordenaban, a aceptar sus juicios y sus rechazos. A comprobar una vez más que no todos pueden ver más allá de su aliento. A ser víctima de un sistema que hace de gente como yo infelices zombies o incomprendidos. Y hay que tener el espíritu muy bien templado, tal vez como acero damasquino o más, para afrontar semejante fuerza.
John Kennedy Toole
(Fragmentos de Montevideo o la Nueva Troya, de Alejandro Dumas. París, 1850.) Por su parte, las mujeres de Buenos Aires tienen la pretensión de ser las más bellas mujeres de la América meridional, desde el estrecho de Lemaire hasta las riberas del Amazonas. ¿Queréis saber los nombres de las que reclaman el cetro de la belleza del otro lado del Atlántico, oh despreocupadas parisienses que creéis que no puede haber mujer más hermosa más allá de la barrera de Versailles o de Fontainebleau? Pues bien, ellas son, para Buenos Aires, las señoras Agustina Rosas, Pepa Lavalle y Martina Lynch. Puede ser, en efecto, que el rostro de las mujeres de Montevideo sea menos deslumbrante que el de sus vecinas, pero sus formas son maravillosas, y sus pies, sus manos, sus torneadas figuras parecen haber sido pedidas en préstamo directamente a Sevilla o a Granada, pues hay allí una variedad que, en muchos casos, llega a la perfección. Y Montevideo, la ciudad europea, os mostrará con orgullo a Matilde Stewart, a Nazarea Rucker y a Clementina Batlle, es decir, tres tipos, o más bien dicho tres modelos de raza: raza escocesa, raza alemana, raza catalana.
Ezequiel de Rosso (Relatos de Montevideo)
Sólo unos cuantos niños se quedaron a observar con ávido interés, mientras ellos descargaban los fardos. A Ayla no le molestaban. Llevaba años enteros sin ver un niño, desde que se separara del Clan, y sentía tanta curiosidad como ellos. Liberó a Corredor del arnés y de la brida; luego dio a los dos animales unas palmaditas a modo de caricias. Después de rascar con ganas al potrillo y abrazarlo afectuosamente, levantó la vista. Latie miraba con avidez el potro. — ¿Tú quieres tocar caballo? —preguntó Ayla hablando con dificultad el idioma de los Mamutoi. — ¿Podría? —Ven. Dame mano. Yo muestro. Cogió la mano de Latie y la sostuvo contra el apelmazado pelo de invierno del potro. Corredor giró la cabeza para olfatear a la niña y la tocó con el hocico. La sonrisa de gratitud de Latie era todo un regalo. — ¡Le gusto! —Él gusta que rasquen, también. Así —observó Ayla, indicando a la criatura los lugares donde mayor comezón sentía el potrillo. Corredor estaba encantado con aquellos mimos y no dejó de demostrarlo; Latie no cabía en sí de alegría. El potrillo la había atraído desde un principio; Ayla les volvió la espalda para ayudar a Jondalar; no vio, pues, que se aproximaba otro niño. Cuando giró en redondo, ahogó una exclamación: sintió que su rostro se demudaba. — ¿No importa si Rydag toca el caballo? —preguntó la niña—. No sabe hablar, pero yo sé que lo desea. Rydag siempre provocaba sorpresa en la gente, y ella lo sabía. — ¡Jondalar! —llamó Ayla, con un susurro ronco—. Esa criatura. ¡Podría ser mi hijo! ¡Parece Durc! Él, al volverse, abrió los ojos con atónita sorpresa. Era un niño de espíritus mezclados. Los cabezas chatas (aquellos a los que Ayla siempre llamaba “el Clan”) eran, para casi todos, animales; los niños como aquél eran considerados por la mayoría como “abominaciones”, mitad animales, mitad humanos. Para él había sido un desagradable golpe enterarse de que Ayla había dado a luz a un hijo híbrido. Por lo común, la madre de semejante criatura era una paria, descastada por miedo a que atrajera otra vez al maligno espíritu animal, haciendo que otras mujeres alumbraran nuevas abominaciones. Algunos ni siquiera querían admitir que existían; descubrir a uno viviendo allí, con la gente, era algo más que inesperado: era asombroso. ¿De dónde había salido aquel niño? Ayla y el pequeño se miraban mutuamente, sin prestar atención a nada más. «Es delgado para ser medio Clan —pensó Ayla—. Por lo común son de huesos grandes y musculosos. Ni siquiera Durc era tan delgado. Está enfermo». Su mirada de mujer adiestrada en la medicina le reveló que era un problema de nacimiento, algo que afectaba a ese músculo fuerte que latía dentro del pecho, haciendo mover la sangre, supuso. Pero archivó esos datos sin pensar en prestarles mayor atención. Estaba observando con mayor interés el rostro y la cabeza, en busca de las similitudes y las diferencias entre aquella criatura y su propio hijo. Los ojos pardos, grandes e inteligentes, eran como los de Durc, incluso en la expresión de antigua sabiduría, muy superior a la edad. Sintió una punzada de nostalgia y un nudo en la garganta. Pero había también dolor y sufrimiento, no siempre físico, jamás experimentados por Durc. Se sintió llena de compasión. Las cejas del niño no eran tan pronunciadas, apostilló tras un estudio detallado. Durc tenía las protuberancias supraorbitales bien desarrolladas incluso a los tres años, al marcharse ella; sus ojos y su ceño saliente eran del Clan, pero la frente era como la de aquel niño: no echada hacia atrás y achatada, como la del Clan, sino alta y curvada como la suya. Sus pensamientos comenzaron a divagar. Durc ya tendría seis años, edad suficiente para ir con los hombres cuando practicaran con las armas de caza. Pero sería Brun quien le enseñara a cazar, no Broud. Al recordar a Broud sintió un arrebato de ira. Jamás o
Anonymous
Mi Guía, el Lama Mingyar Dondup, prosiguió: —Ahora, Lobsang, vamos a practicar la respiración de limpieza. Respira primero, llenándote por completo de aire, tres veces; no, no superficialmente como lo estás hacien do, sino tres respiraciones completas, lo más profundas que puedas conseguir. Llena a fondo los pulmones. Muy bien, así es—dijo--. Ahora, en la tercera respiración retén el aire durante cuatro segu ndos por los labios como s i fueras a silbar, pero sin hinchar los carrillos. Deja salir un poco de aire por entre los labios con toda la fuerza que puedas. Luego, detente un segundo, reteniendo el aire que queda. Deja salir un poco más, también con todo el vigor que puedas. Párate otro segundo y ahora vacíate de aire por completo. Suéltalo lo más enérgicamente que puedas. Re cuerda que debes exhalar ahora el resto del aire con gran fuerza por la abertura de los labios puestos así, como para silbar. ¿No sientes una sensación muy refrescante?
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No se podía estimar que hablase bien un hombre que a cada dos por tres decía «en realidad».
Miguel Delibes
En este caso, el conocimiento aparece como un instrumento de evaluación, análisis, reconocimiento y reconstrucción de la intervención pasada. Se trata de un conocimiento de tercer orden que analiza los dos anteriores en relación con la situación y su contexto. Este tercer tipo de conocimiento también resulta imprescindible en el proceso de formación permanente del profesional práctico, ya que permite la puesta en consideración y cuestionamiento individual y colectivo de: - Las características de la situación problemática considerada - Los procedimientos que han entrado en juego en el diagnóstico y definición del problema. - La determinación de metas, la elección de medios y la propia intervención que ponen en acción las decisiones tomadas. - Los esquemas de pensamiento, las teorías implícitas, creencias y formas de representar la realidad vivida por el profesional práctico. En todo caso hay que apuntar que estos tres componentes del pensamiento práctico no deben ser entendidos como elementos independientes entre sí, sino que, bien al contrario, se necesitan mutuamente para garantizar una intervención práctica racional5 © A.Domingo
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Había una vez, en un pueblo, dos hombres que se llamaban Joaquín González. Uno era sacerdote de la parroquia y el otro era taxista. Quiere el destino que los dos mueran el mismo día. Entonces llegan al cielo, donde los espera san Pedro. -¿Tu nombre? —pregunta san Pedro al primero. -Joaquín González. -¿El sacerdote? -No, no, el taxista. San Pedro consulta su planilla y dice: -Bien, te has ganado el paraíso. Te corresponden estas túnicas labradas con hilos de oro y esta vara de platino con incrustaciones de rubíes. Puedes ingresar... -Gracias. Gracias... —dice el taxista. Pasan dos o tres personas más, hasta que le toca el turno al otro. -¿Tu nombre? Joaquín González. -El sacerdote... -Sí. -Muy bien, hijo mío. Te has ganado el paraíso. Te corresponde esta bata de lino y esta vara de roble con incrustaciones de granito. El sacerdote dice: -Perdón, no es por desmerecer, pero... debe haber un error. ¡Yo soy Joaquín González, el sacerdote! -Sí, hijo mío, te has ganado el paraíso, te corresponde la bata de lino... -¡No, no puede ser! Yo conozco al otro señor, era un taxista, vivía en mi pueblo, ¡era un desastre como taxista! Se subía a las veredas, chocaba todos los días, una vez se estrelló contra una casa, manejaba muy mal, tiraba los postes de alumbrado, se llevaba todo por delante...Y yo me pasé setenta y cinco años de mi vida predicando todos los domingos en la parroquia, ¿cómo puede ser que a él le den la túnica con hilos de oro y la vara de platino y a mí esto? ¡Debe haber un error! -No, no es ningún error —dice san Pedro. Lo que pasa es que aquí, en el cielo, nosotros nos hemos acostumbrado a hacer evaluaciones como las que hacen ustedes en la vida terrenal. -¿Cómo? No entiendo... -Claro... ahora nos manejamos por resultados... Mira, te lo voy a explicar en tu caso y lo entenderás enseguida. Durante los últimos veinticinco años, cada vez que tú predicabas, la gente dormía; pero cada vez que él manejaba, la gente rezaba. ¡Resultados! ¿Entiendes ahora?
Anonymous
a todas y también al bebé que una de ellas llevaba en brazos. Jaurrieta rechaza vehementemente esta versión, aunque su jefe tampoco sale muy bien parado en la suya, según la cual Villa le había confiado cincuenta mil pesos a la señora González, que era su amiga desde hacía mucho tiempo. También le había dado un salvoconducto para cruzar sus líneas. La señora había utilizado el salvoconducto para ayudar a los carrancistas y cuando Villa, tras la captura de Jiménez, le pidió que devolviera parte del dinero, ella rehusó. Entonces Villa envió a tres hombres con órdenes de fingir que iban a quemarla, para intimidarla, pero de no hacer tal cosa aunque las mujeres resistieran. Ellas estaban armadas, dispararon contra los soldados villistas y éstos contestaron el fuego y las mataron a todas. Jaurrieta dice que Villa de ninguna manera le habría hecho daño a un niño. Dado que nunca intenta esconder o embellecer las atrocidades cometidas por Villa, su versión es creíble (Jaurrieta, op. cit., pp. 146-47).
Friedrich Katz (Pancho Villa (Spanish Edition))
En la soledad del individualismo, cada uno de nosotros busca formar parte de dos o tres grupillos de pares de acuerdo a diferentes categorías, y obtiene alguna dosis de patológico placer cotidiano en agredir o ningunear a «los otros», los de otra tribu. Es una compleja ecuación existencial. En ausencia de un proyecto colectivo como nación, en el cual ya dejamos de creer, nos afiliamos a un movimiento ambientalista, una iglesia, una barra brava, una banda de delincuentes, una fracción partidaria, un sindicato irritado, una pandilla de traficantes, lo que sea, y nos identificamos con ese grupo para darnos un sentido, lo cual en muchas ocasiones puede estar muy bien, y en otras muy mal, según el caso.
Mario Waissbluth (Tejado de vidrio: Cómo recuperar la confianza en chile (Spanish Edition))
Los adventistas abogan por un estilo de vida sencillo y sano, en el que la gente no entra en la rutina del consumo sin límites, la acumulación de bienes y la producción de basura. Se necesita una reforma en el estilo de vida, basada en el respeto por la naturaleza, la restricción del uso de los recursos humanos, la evaluación renovada de las necesidades personales y la reafirmación de la dignidad de la vida creada”.−“Declaración oficial de los adventistas del séptimo día sobre la mayordomía del medioambiente”, 1996. ¿De
May-Ellen Netten (La luz del mundo: Tres en uno - 3er Trimestre 2016 (Spanish Edition))
Todo lo que he perdido ¡qué bien perdido está!; yo me he ganado. Ellos nos han vendido. Y, en el lance, han pagado con nuestro valor —¡justo!— y al contado.
Juan José Domenchina (Tres elegías jubilares)
No hace mucho una madre, preocupada, me preguntaba cuándo dejaría su hija de año y medio de ser tan egoísta; cuándo aprendería a compartir. ¿Por qué el aprender a compartir obsesiona tanto a algunos padres y educado- res? ¿De qué les va a servir a los niños aprender una cosa así? Los adultos no compartimos casi nada. Un ejemplo. Isabel, no llega a dos añitos, juega en el parque con su cubo, su palita y su pelota, bajo la atenta y cariñosa mirada de mamá. Claro, como le faltan manos, en ese momento solo la pala está bajo su posesión directa, y el cubo y la pelota yacen a cierta distancia. Se acerca un niño desconocido, más o menos del mismo tamaño, se sienta al lado de Isabel y sin mediar palabra agarra la pelota. Isabel llevaba diez minutos sin hacer ningún caso de la pelota, y en un principio sigue tan tranquila dando golpes en el suelo con su pala. ¿Tan tranquila? Un observador atento habrá notado que los golpes son un poco más fuertes, y que Isabel vigila la pelota por el rabillo del ojo. El recién llegado, por su parte, parece plenamente consciente de que pisa terreno resbaladizo; apar- ta la pelota, observa el efecto, la vuelve a acercar... Para que no haya lugar a malentendidos, Isabel advierte: «¡É mía!»; y al poco se cree obligada a especi- ficar: «¡Pelota é mía!». El intruso, que aparentemente todavía no domina las frases de tres palabras (o tal vez, simplemente, prefiere no comprometerse), se limita a repetir: «¡Pelota, peloooota, pota!». Temerosa sin duda de que estas palabras equivalgan a una reclamación de propiedad, Isabel decide recuperar la plena posesión de su pelotita verde. El intruso no ofrece demasiada resis- tencia, pero en un descuido logra hacerse con el cubo. Isabel juega unos minu- tos, satisfecha con la pelota recién recuperada, pero de pronto parece inquieta. ¿Y el cubo? ¡Pero adónde vamos a llegar! Y así podemos pasar media tarde. Unas veces, Isabel cederá de buen grado, durante unos minutos, el disfrute de alguna de sus posesiones. Otras veces lo tolerará de mal grado. Otras no lo tolerará en absoluto. En ocasiones, ella misma ofrecerá al otro niño su propia pala a cambio de su propio cubo. Puede haber algunos llantos y gritos por ambas partes; pero, en todo caso, es proba- ble que su nuevo «amigo» consiga bastantes minutos de juego relativamente pacífico. Es muy posible también que ambas madres intervengan. Y aquí se produce un hecho que nunca deja de sorprenderme: en vez de defender como una leona a su cría, cada madre se pone de parte del otro niño. «Venga, Isabel, déjale la pala a este niño.» «Vamos, Pedrito, devuélvele a esta niña su pala.» En el me- jor de los casos, la cosa quedará en suaves exhortaciones; pero no pocas ve- ces las madres compiten en una loca carrera de generosidad (¡qué fácil es ser generoso con la pala de otro!): «¡Ya está bien, Isabel, si te vas a portar así, mamá se enfada!». «¡Pedrito, pide perdón ahora mismo, o nos vamos!» «¡Dé- jelo, señora, que juegue, que juegue con la pala! Es que esta niña es una egoísta...» «¡Huy, pues el mío es tremendo! Tengo que estar todo el día detrás, porque siempre está chinchando a otros niños y quitándoles las cosas...» Y así acaban los dos castigados, como pequeños países en conflicto que podrían haber llegado fácilmente a un acuerdo amistoso si no hubieran intervenido las dos superpotencias. Escenas como esta, mil veces repetidas, hacen que a veces consideremos egoístas a nuestros hijos. Nosotros compartiríamos sin dudarlo una pala de plástico y una pelota de goma. Pero ¿realmente somos más generosos que ellos, o es que los juguetes nos traen sin cuidado? Es preciso poner las cosas en perspectiva. Imagine que es usted la que está sentada en un banco del parque escuchando música. A su lado, sobre el ban- co, su bolso sobre un periódico doblado. En esto se acerca un desconocido, se sienta a su lado y sin mediar palabra se pone a
Anonymous
Lo que he sabido de las condiciones económicas de los parlamentarios chilenos me ha dejado de una pieza. Yo les propondría, ya que a tantos les gusta el modelo sueco, que se bajasen los sueldos al nivel de Suecia. Eso sería una pequeña revolución que nos haría muy bien. La dieta bruta mensual de los miembros del Parlamento sueco no alcanza a los cinco millones de pesos chilenos, y a ello hay que descontarle un 40 por ciento de impuestos, así que llegamos a una dieta neta de unos tres millones. R: Eso que dices es importante. ¿Cuántos
Roberto Ampuero (Diálogo de conversos)
Nada que valga la pena en esta vida es fácil, Daniel. Cuando yo era joven pensaba que para navegar por el mundo bastaba con aprender a hacer bien tres cosas. Una: atarse los cordones de los zapatos. Dos: desnudar a una mujer a conciencia. Y tres: leer para saborear cada día unas páginas compuestas de luz y destreza.
Carlos Ruiz Zafón (Tetralogía El Cementerio de los Libros Olvidados (pack) (Spanish Edition))
«Bien, tu papi no sabe cómo ser papá, porque cuando tenía tres meses su papi murió. Él creció sin su papi, por eso no sabe cómo serlo».
Emerson Eggerichs (Amor y respeto en la familia: El respeto que los padres desean, el amor que los hijos necesitan (Spanish Edition))
Primeramente debes especialmente disolver una parte de Mercurio con el Agua disolvente filosófica. Déjalos a baño maría en un recipeinte bien cerrado tres días y tres noches.
Raimundo Lulio (Maniobra)
Cuando, mucho tiempo más tarde, en su exilio itinerante, su memoria pasaba revista a esos escasos tres años y medio que estuvo en el poder, Jacobo Árbenz Guzmán recordaría como la experiencia más importante de su gobierno aquellas semanas de abril y mayo de 1952 en que presentó su anteproyecto de Reforma Agraria al Consejo de Ministros, para luego someterlo al Congreso de la República. Él sabía muy bien lo importante —lo trascendental— que era para el futuro de Guatemala y quiso, antes de cerrar este proceso, que fuera analizada por sus partidarios y adversarios en audiencias públicas. La prensa informó sobre ellas con lujo de detalles. Se celebraron en el Palacio de Gobierno y aquellas discusiones fueron seguidas por la radio en todos los confines del país. El tema apasionaba a amigos y enemigos y, sin duda, más que a nadie, a él mismo. Fue el asunto en el que más se concentró, el que estudió más y el que más se esforzó en concretar —así lo dijo— «en una ley redonda, sin aristas, perfecta e indiscutible». ¡Cómo hubiera podido imaginar que por esa ley caería su gobierno, morirían centenares de guatemaltecos y otros sufrirían prisión y destierro, y que él mismo y su familia tendrían que malvivir desde entonces en el exilio!
Mario Vargas Llosa (Tiempos recios)
»“Uno-dos-tres”: ¿acaso es un simple cántico que aprendemos en la escuela, ese cántico automático que llamamos “contar”? ¿O bien existe una manera de ver a través del cántico y percibir lo que hay detrás y más allá de él, a saber: el reino de los números en sí; de
J.M. Coetzee (Los días de Jesús en la escuela)
—dijo uno de los tres espárragos gigantes. Su voz sonaba exactamente igual que la de Sofía. —¿No os acordabais de los caramelos de espárrago? —dijo otro espárrago gigante, esta vez con la voz de Cipriano—. Los inventé para hacer más fuerte a la gente que los chupase, pero fueron un fracaso y, en vez de eso, los caramelos convertían a las personas en espárragos gigantes durante diez minutos. —Eso ya lo veo —dijo Irene, que no estaba muy cómoda siendo un espárrago gigante—. ¿Pero por qué no nos ha comido? —Muy sencillo. Porque los tiranosaurios son carnívoros y odian los vegetales. No le apetecía comerse unos espárragos podridos —explicó Cipriano. —¡Muy bien hecho, Cipri! —dijo Sofía. —¡Sí! Guay —añadió Irene—¬. Pero estos espárragos apestan… ¿Cuándo volveremos a la normalidad? Cipriano miró su reloj con dificultad. Ser un espárrago gigante no ayudaba mucho.
César García Muñoz (Cipriano contra los vampiros raperos (Cipriano, el vampiro vegetariano, #2))
No se puede seguir la larga cadena de ocasiones fallidas que impidieron el forzamiento de los Dardanelos sin experimentar una sensación de espanto. Mirando atrás, se ven al menos una docena de situaciones, todas fuera de la intervención del enemigo, cualquiera de las cuales, de haberse decidido de otra manera, habría asegurado el éxito. Si cuando se resolvió hacer el ataque naval, se hubiera sabido que había un ejército disponible y se hubiera dispuesto de él, habríase resuelto un ataque combinado naval y militar por sorpresa y todos lo habrían apoyado de corazón. Si no se hubiera enviado nunca ningún ejército, la marina, una vez bien organizado el servicio de dragaminas, habría reanudado sus esfuerzos después de la detención del 18 de marzo y, de hacerlo así, habría consumido las municiones de los fuertes turcos y dragado los campos de minas. Si no se hubiera dado contraorden para la marcha de la 29 división el 20 de febrero, o se la hubiera acomodado correctamente en los transportes en disposición de poder combatir en cuanto desembarcara, sir Ian HamiIton habría atacado la península de Gallípoli casi a raíz del 18 de marzo y, en tal caso, la habría encontrado mal defendida. Las batallas de junio y julio fueron indecisas hasta el último momento y cualquier adición substancial a las fuerzas atacantes habría resultado decisiva. La parálisis del poder ejecutivo durante la formación en mayo del gobierno de coalición retrasó por seis semanas la llegada de los refuerzos británicos y permitió a los turcos duplicar la fuerza de su ejército, anulando así el instante favorable de comienzos de julio. La batalla de Suvla en agosto está caracterizada por una combinación de azares desdichados, extraordinaria en los anales de la guerra; la historia del noveno cuerpo de ejército y de todo el desembarco en Suvla sería increíble si no fuera verdad. La dimisión de lord Fisher, mi sustitución en el Almirantazgo y la impopularidad de la expedición de los Dardanelos a causa de la ignorancia general intimidaron a nuestros sucesores en el Consejo del Almirantazgo, impidiéndoles aceptar la responsabilidad de los riesgos que había que correr. Rehusar la alianza y el ejército de Grecia cuando se nos ofrecieron en 1914; no lograr obtenerlos cuando se solicitaron en 1915; la insensatez de Rusia al rechazarlos; el delicado equilibrio de que estuvo pendiente la fatal decisión de Bulgaria; las extraordinarias circunstancias que condujeron en París durante el mes de septiembre al nombramiento del general Sarrail y a la proposición del Gobierno francés de enviar una gran expedición a la costa asiática de los Dardanelos y el posterior abandono de una política que tantas perspectivas de éxito ofrecía; la dispersión de todas las fuerzas disponibles a fines de 1915 del objetivo vital de los Dardanelos y de Constantinopla para las operaciones pródigas y por tres años enteros indecisas de Salónica, y, por último, la decisión final de evacuar Gallípoli en el momento en que el ejército turco se encontraba en la situación más desesperada y la marina británica más segura de sí misma, todas estas son tragedias distintas y encadenadas.
Winston S. Churchill (La crisis mundial 1911-1918: Su historia definitiva de la Primera Guerra Mundial (Spanish Edition))
¡Amigos, romanos, compatriotas, prestadme atención! ¡Vengo a inhumar a César, no a ensalzarle! ¡El mal que hacen los hombres les sobrevive! ¡El bien queda frecuentemente sepultado con sus huesos! ¡Sea así con César! El noble Bruto os ha dicho que César era ambicioso. Si lo fue, era la suya una falta, y gravemente lo ha pagado. Con la venía de Bruto y los demás —pues Bruto es un hombre honrado, como son todos ellos, hombres todos honrados— vengo a hablar en el funeral de César. Era mi amigo, para mí leal y sincero, pero Bruto dice que era ambicioso, y Bruto es un hombre honrado. Infinitos cautivos trajo a Roma, cuyos rescates llenaron el tesoro público. ¿Parecía esto ambición en César? Siempre que los pobres dejaran oír su voz lastimera, César lloraba. ¡La ambición debería ser de una sustancia más dura! No obstante, Bruto dice que era ambicioso, y Bruto es un hombre honrado. Todos visteis que en las Lupercales le presenté tres veces una corona real, y la rechazó tres veces. ¿Era esto ambición? No obstante, Bruto dice que era ambicioso, y, ciertamente, es un hombre honrado. ¡No hablo para desaprobar lo que Bruto habló! ¡Pero estoy aquí para decir lo que sé! Todos le amasteis alguna vez, y no sin causa. ¿Qué razón, entonces, os detiene ahora para no llevarle luto?
William Shakespeare (Julio César, Otelo, Macbeth, Romeo y Julieta, Hamlet, El rey Lear (Las Tragedias de William Shakespeare))
Pues la relatividad no solo permite viajar al futuro, sino que también nos permite ver el pasado sin haberlo grabado en web-cam. ¿Cómo? La clave la tiene la luz. Que nada pueda viajar más rápido que la luz tiene consecuencias espectaculares. Sal a la calle y mira hacia el Sol (pero protégete antes los ojos). La luz del Sol tarda ocho minutos en llegar a nosotros desde que sale de la superficie de la estrella, situada a 150 millones de kilómetros de distancia. Esto quiere decir que Si miras a una estrella el efecto es más espectacular. La más cercana a la Tierra es Próxima Centauri, a cuatro años-luz de distancia (un año-luz es la distancia que recorre la luz en un año, una distancia enorme). Así que no vemos esa estrella como es ahora, no, sino como era hace cuatro años. Sirio, la estrella más luminosa del firmamento, está a ocho años-luz. La estrella polar a cuatrocientos treinta y tres años-luz. Pero podemos ir aún más lejos. La Gran Nube de Magallanes está a ciento cincuenta y ocho mil años-luz. La galaxia más cercana, Andrómeda, está a dos millones y medio de años-luz. La famosa galaxia del Sombrero se encuentra a veintinueve millones de años-luz. Y la galaxia más lejana observada hasta la fecha es EGS-zs8-1 y está a trece mil millones de años-luz. Piénsalo un segundo. Estamos viendo el pasado. Cuanto más lejos miramos, más atrás en el tiempo viajamos. Podemos ir tan atrás como queramos con solo mirar más lejos. La galaxia del Sombrero la vemos como era hace veintinueve millones de años, no ahora. De hecho ahora mismo no sabemos qué es de ella. Lo sabremos dentro de veintinueve millones de años. Por eso cuando miramos el cielo muchas veces vemos «fantasmas», cuerpos muertos, estrellas que ya desparecieron, sistemas que colapsaron, que ya no están ahí y, sin embargo, los seguimos viendo. Muchas veces me preguntan por los viajes en el tiempo. Yo respondo que miren al cielo. Es la forma más fácil y barata de viajar en el tiempo. Y en primera clase. Solo con alzar la mirada estamos viendo nuestra historia cósmica, desde el inicio de los tiempos, hace unos trece mil millones de años, hasta la actualidad. Y esto es real. Tanto que si alguien estuviera en una galaxia a sesenta millones de años-luz de la Tierra y enfocara bien podría ver dinosaurios. Y no los de Parque Jurásico, que esos no existen. Vería los de verdad, campando tranquilamente. Y si espera un poco más podría ver el meteorito cayendo en la Tierra que acabó con ellos. Y esperando más podría ver las primeras civilizaciones humanas, a Cristóbal Colón saliendo de expedición, a Napoleón de batalla en batalla o .
Javier Santaolalla (El bosón de Higgs no te va a hacer la cama)
Destaca igualmente la política de universidades. En 1538 se fundó la Universidad de Santo Domingo, en 1551 la de Lima y en 1555 la de México, cuando ya existían varios colegios en el Nuevo Mundo. Es decir, los españoles tocaron tierra americana por primera vez en 1492 y en apenas cuarenta años ya habían fundado una universidad. Dejaron más de once universidades del primer nivel en Latinoamérica. ¿Saben los ingenuos cuántas dejaron otros por ejemplo en la India o en el Congo? Holanda creó en Indonesia los primeros colegios (abiertos a indígenas) y la primera universidad, bien entrado el siglo xx. Y ¿cuánto tardaron los ingleses en crear una universidad en los Estados Unidos? Los ingleses se asentaron en Norteamérica en 1583 por medio del pirata sir William Raleigh, mandado para esta misión por la reina. La primera universidad, una entidad privada sin ánimo de lucro, tuvo que esperar a 1740, la Universidad de Pensilvania ¡Dos siglos después de la primera española! Incluso con esta diferencia temporal los criterios de admisión no alcanzaban a los indios, a diferencia de las españolas que pronto los admitieron. A Humboldt de hecho no sólo le sorprendió la abundancia de universidades públicas, en comparación con el norte, sino que también reconoció que España había sido el Estado de su época que más gastó en la expansión de la cultura en sus colonias, y donde el trabajador indio en México vivía mejor que el aldeano europeo. Se calcula en más de 600.000 los cuadros pintados por la Escuela Cuzqueña en tres siglos de virreinato.
Alberto Gil Ibáñez (La leyenda negra: Historia del odio a España (Spanish Edition))
Una buena pareja reúne tres componentes: amor, pasión y proyecto. Para que el esquema que sigue sea más claro, le daremos una representación gráfica a cada uno de ellos: Estos tres componentes son independientes el uno del otro y, por ende, cada uno puede estar presente o no en una determinada relación. Una buena pareja es aquella en la que los tres componentes confluyen.
Demian Bucay (Manual para estar en pareja (Para estar bien) (Spanish Edition))
es mucho mejor que te equivoques diez veces y que estés en lo correcto tres, que si nada más intentas hacer algo tres veces y todo te sale bien en las tres ocasiones.
Gary Vaynerchuk (¡Hazla en grande! (Spanish Edition))
¿Para qué estoy agradecido (de tres a cinco puntos)? • ¿Qué tres cosas me hicieron feliz hoy? • ¿Qué tres cosas hice particularmente bien hoy? • ¿Cómo podría haber hecho el día de hoy aún mejor? • ¿Cuál es mi meta más importante para mañana?
Marc Reklau (El Poder de la Gratitud: 7 Ejercicios Simples que van a cambiar tu vida a mejor - incluye un diario de gratitud de 90 días (Hábitos que cambiarán tu vida nº 5) (Spanish Edition))
Supongamos que un niño que lleva pocos meses caminando se afana por trepar al banco de un parque. En este escenario, hay tres posibles alternativas: 1) que el papá no intervenga, 2) que intervenga con calma y 3) que lo haga asustado. Si su papá o su mamá están tranquilos, su cerebro se mantendrá alerta, aunque el niño tropiece o sienta cierta ansiedad. Si los padres intervienen, estarán quitando el papel protagonista a la determinación del niño. Su cerebro emocional no se sentirá tranquilo porque no es el propio niño quien lo controla, sino que aprenderá que necesita a su papá o a su mamá para sentirse bien. Si la mamá da un grito, el papá sale corriendo hacia él o el niño detecta una expresión de pavor en la cara de sus papás, su cerebro liberará la señal de alarma. En este caso, la amígdala se activará y el niño sentirá inmediatamente pavor.
Álvaro Bilbao (El cerebro del niño explicado a los padres)
—Fue cuando era muchachita. Trabajaba en una linda casa de la Avenida Alvear. Había tres niñas y cuatro sirvientas. Y yo me despertaba a la mañana y no terminaba de convencerme de que era yo la que me movía entre esos muebles que no me pertenecían y esa gente que sólo me hablaba para que yo la sirviera. Y a momentos me parecía que los otros estaban bien clavados en la vida, y en sus casas, mientras que yo tenía la sensación de estar suelta, ligeramente atada con un cordón a la vida. Y las voces de los otros sonaban en mis oídos como cuando una está dormida y no sabe si sueña o está despierta. —Debe ser triste. —Sí, es muy triste ver felices a los otros y ver que los otros no comprenden que una será desdichada para toda la vida. Me acuerdo que a la hora de la siesta entraba a mi piecita y en vez de zurcir mi ropa, pensaba: ¿yo seré sirvienta toda la vida? Y ya no me cansaba el trabajo, sino mis pensamientos. ¿Usted no se ha fijado qué obstinados son los pensamientos tristes?
Roberto Arlt (Los siete locos (Los siete locos, #1))
No me acordaba: las interacciones efímeras son imposibles con los hombres. Todo es romántico. Todo cobra el cariz de lo sexual. Me escribirá una canción. Seré su Musa porque «qué voz más linda tenés». Se contará a sí mismo la historia de que a mí me gustan los hombres, que nos vamos a tomar algo, que nos emborrachamos. Me despoja de mí misma. Me despoja de ser persona y me convierte en mujer. Porque esta es la cualidad de ser mujer: la desaparición de la belleza, la conversión en objeto de consumo, la caza disfrazada de ternura. Y porque en mi indiferencia también hay algo de orgullo: qué bien sentirse deseada, qué bien sentirse validada, qué bien que el sistema te diga «Qué voz más bonita tenés. Qué voz más bonita tenés». Bienvenida. Bienvenida. Estás dentro. Sé que no lo va a hacer, pero me quedo en el punto ciego de la parada de bus hasta que una señora me pregunta con desdén si puedo fumar algo más lejos. Sé que no me va a seguir, que no va a entrar en mi mismo autobús, que no va a perseguirme hasta mi casa. Pero también sé que, por ridículo que resulte, este miedo puede ser universal: que no se puede saber qué surgirá a partir de tres frases. «Qué voz más bonita tenés» es la letra escarlata, la marca de hierro ardiente en la espalda de una bruja: es el recuerdo constante de que eso (tú) es ser mujer, y esto (yo, el hombre, el sujeto) es poseer, es tener, es ser, es todos los verbos que permanecen en primer plano. Qué bonito es sentirse erotizada.
Elizabeth Duval (Reina)
Si el animal tiene enemigos en este mundo, tales enemigos son desde luego las tres religiones monoteístas. Cuando no se olvidan de él, lo ponen al servicio del hombre, que ellas elevan al rango de vicediós con derecho a hacer de su capa un sayo con toda la creación. Ojo con las caricaturas: las religiones del Libro coinciden sin embargo en que hay que tratar bien a los animales.
Franz-Olivier Giesbert
Si el animal tiene enemigos en este mundo, tales enemigos son desde luego las tres religiones monoteístas. Cuando no se olvidan de él, lo ponen al servicio del hombre, que ellas elevan al rango de vicediós con derecho a hacer de su capa un sayo con toda la creación. Ojo con las caricaturas: las religiones del Libro coinciden sin embargo en que hay que tratar bien a los animales. Los monoteísmos son humanismos: aunque los animales sean poco más que objetos, no es esa una razón para martirizarlos.
Franz-Olivier Giesbert (L'animal est une personne)